Mensaje 20
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Lectura bíblica: Nm. 13:1-33; 14:1-10
En este mensaje llegamos a otro fracaso que hubo entre los hijos de Israel: no creer en Dios (13:1—14:38).
Dios ordenó a Moisés que enviara doce varones a espiar la tierra de Canaán (13:1-20). En aquel entonces, la atmósfera y el ánimo entre los hijos de Israel había sido seriamente afectado por su situación de rebeldía. Así que, ése no era un tiempo propicio para que fueran enviados los espías. Sin embargo, conforme a lo que Dios dispuso en Su soberanía, éstos fueron enviados.
Desde el punto de vista humano, era necesario espiar la tierra. Pero en términos espirituales, en cualquier cosa que hagamos, es mejor no espiar la situación. Espiar la situación es poner a Dios a prueba, y el resultado de ello casi siempre es negativo.
“De cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno líder entre ellos” (13:2b). Entre estos doce “líderes entre los hijos de Israel” (v. 3) estaban Caleb y Josué, cuyo nombre significa “Jehová es el Salvador”.
Los espías salieron para observar cómo era la tierra y el pueblo que en ella habitaba, si era fuerte o débil, si poco o numeroso; cómo era la tierra habitada, si era buena o mala; cómo eran las ciudades habitadas, si eran campamentos o plazas fortificadas; y cómo era el terreno, si era fértil o estéril, si en él había árboles o no. Además, los espías tomarían fruto de la tierra, pues era el tiempo de las primeras uvas (vs. 18-20).
Espiar una situación de esta manera debilita nuestra fe. Nosotros sencillamente debemos creer en Dios sin procurar saber nada más.
Los doce varones subieron a la tierra y la espiaron. Llegaron al valle de Escol (que significa “racimo”), y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual llevaron entre dos en un palo; además trajeron unas granadas y unos higos (vs. 21-24). Esto nos permite ver cuán rica era la tierra.
Al cabo de cuarenta días, los doce hombres volvieron a Moisés, a Aarón y a toda la asamblea de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en Cades (13:25—14:10). Cades estaba en la frontera de la buena tierra.
Los doce hombres trajeron la noticia de que en la tierra de Canaán ciertamente fluía leche y miel (13:26-27). Sin embargo, la mayoría de ellos dieron un mal informe, diciendo que el pueblo que habitaba en esa tierra era grande y fuerte, que las ciudades eran fortificadas y muy grandes, y que los hijos de Anac (los nefilim, gigantes) moraban allí (vs. 28-29, 31-33).
Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: “Subamos de inmediato y tomemos posesión de ella, porque ciertamente podemos conquistarla” (v. 30).
Toda la asamblea de Israel alzó su voz, lloró y murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: “¡Ah, si hubiéramos muerto en la tierra de Egipto, o si muriéramos siquiera en este desierto! ¿Y por qué nos introduce Jehová en esta tierra para hacernos caer a espada? Nuestras mujeres y nuestros niños se convertirán en botín de guerra. ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?” (14:1-3). Luego, se atrevieron aun a decirse unos a otros, “Nombremos un capitán y volvamos a Egipto” (v. 4). Este pueblo incrédulo y rebelde era muy elocuente, astuto, insistente y fuerte en su opinión.
Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la congregación de la asamblea de Israel (v. 5). Esto muestra su mansedumbre. Ellos no contendieron contra el pueblo.
Josué y Caleb rasgaron sus vestiduras y hablaron a toda la asamblea de Israel, diciendo: “La tierra por donde pasamos para espiarla, es tierra extremadamente buena. Si Jehová se agrada de nosotros, nos introducirá en esta tierra y nos la entregará; es una tierra que fluye leche y miel. Sólo que no os rebeléis contra Jehová ni temáis al pueblo de la tierra, porque ellos serán nuestro pan. Su amparo les ha sido quitado, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (vs. 6-9). Es difícil determinar a qué se refiere “su amparo”; tal vez se refiera al dios que los protegía. Las palabras no os rebeléis contra Jehová indican que no creer en el Señor es rebelarse contra Él.
Toda la asamblea habló de apedrear a Josué y a Caleb. Entonces la gloria de Jehová apareció en la Tienda de Reunión a todos los hijos de Israel (v. 10).
A estas alturas, quisiera decir algo acerca del significado espiritual de la buena tierra, la tierra de Canaán. Cuando fui enviado a este país con la encomienda del recobro del Señor, en la primera conferencia celebrada en Los Ángeles di una serie de mensajes que se basaban principalmente en Deuteronomio 8:7-10, los cuales se publicaron posteriormente en el libro titulado El Cristo todo-inclusivo. En aquellos mensajes hice notar que la buena tierra era un cuadro del Cristo todo-inclusivo. La buena tierra fue usada por Dios para tipificar a una persona, quien es la corporificación de Dios. Este Dios corporificado es el Dios Triuno, quien ha sido procesado y alcanzó Su consumación en una persona, Jesucristo.
La Biblia es un libro maravilloso, y éste contiene diferentes clases de escritos y temas. En realidad, la Biblia en su totalidad presenta un solo tema: que Dios desea corporificarse en una sola persona, la cual es única en el universo. Es imposible agotar todo lo que se puede decir acerca de esta maravillosa persona. Esta persona incluye a Dios y el hombre; Él incluye todos los elementos y atributos de la naturaleza divina y todas las virtudes de la naturaleza humana. En Él encontramos la realidad de la naturaleza divina y de la naturaleza humana. En Él también se encuentra la vida, la luz y el Espíritu. Todas las cosas positivas del universo están corporificadas, contenidas y se hacen reales en esta persona, el Dios-hombre todo-inclusivo, quien es el centro y significado del universo.
La religión del cristianismo ha estado en la tierra por más de mil novecientos años. Sin embargo, desde la época de los apóstoles, la maravillosa persona de Cristo no ha sido presentada a la gente de una manera tan completa como se revela en la Biblia —aunque un tanto encubierta— y como le podemos ver hoy en día. Damos gracias al Señor por abrirnos Su Palabra santa, lo cual nos permite ver aspectos de Cristo que por siglos permanecieron ocultos.
Poco después del primer siglo la Biblia, la revelación de esta maravillosa persona, quedó encubierta, y más tarde el catolicismo la encerró bajo llave. Durante la Reforma, la Biblia volvió a estar a disposición de la gente, pero los velos aún no fueron quitados. A partir de entonces, las cosas que los cristianos han visto en la Biblia tienen que ver principalmente con la salvación de Dios. Entre estas cosas están: la creación de Dios; atributos divinos tales como la fidelidad, la justicia, la santidad y el amor; la caída y pecaminosidad del hombre; el amor de Dios por el hombre; la venida de Cristo en la cual vino a salvar y redimir al hombre mediante Su muerte sustitutiva en la cruz; Su resurrección de entre los muertos; y el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés para hacer de los creyentes la iglesia. Los cristianos, en su mayoría, no han visto la economía de Dios. Lo que enseñan, predican y propagan concuerda en su mayor parte con el pensamiento humano, pero muy poco concuerda con el pensamiento divino. El énfasis en su predicación no es la impartición de la vida divina; más bien, recalcan asuntos tales como el perdón, la redención, la justificación por la fe y la santificación. No obstante, no han visto la impartición del Dios Triuno en el hombre tripartito, es decir, que el hombre pueda recibir la vida divina y poseer la naturaleza divina para así formar parte del Cristo agrandado. (Algunos de los que hacían hincapié en la vida interior vieron que los creyentes eran miembros del Cristo agrandado, pero lo vieron únicamente de manera vaga, no claramente).
A los estudiantes de teología a menudo se les enseña que no deben inventar nuevos términos teológicos. La preocupación es que los nuevos términos puedan ser usados para introducir herejías en la teología ortodoxa. Sin embargo, durante los pasados sesenta años, el Señor nos ha abierto Su Palabra y nos ha mostrado muchos ítems que habían estado ocultos por siglos. Para poder describir estas cosas nos hemos visto obligados a inventar varios términos nuevos. Por ejemplo, al hablar de la impartición de Dios en Su pueblo escogido, usamos el término dispensar, o impartir. Este término debe diferenciarse del sustantivo dispensación, el cual hace referencia a las distintas eras dispuestas por Dios para el cumplimiento de Su economía. Así que, cuando hablamos del arreglo del gobierno divino, o sea, del arreglo dispuesto por Dios en Su economía, usamos la palabra dispensación; pero cuando hablamos de la impartición de Dios en nosotros, usamos la palabra dispensar, o impartir.
Una revelación importante que el Señor nos ha mostrado en la Palabra es que en el libro de Apocalipsis, el último libro de la Biblia, el Espíritu, el cual “no había” antes de la resurrección de Jesús (Jn. 7:39), es llamado “el Espíritu” (Ap. 22:17). El Espíritu es la consumación del Dios Triuno procesado. Cuando recibimos al Espíritu, recibimos a una persona todo-inclusiva que es la consumación del Dios Triuno procesado. Ésta no es mi teología, sino la teología conforme a las Escrituras, la teología de la Biblia. Ninguna teología es tan elevada como ésta.
Al comienzo del recobro del Señor en China, adoptamos gran parte de la teología de la Asamblea de los Hermanos. Pero durante los pasados sesenta años, el Señor nos ha hecho avanzar cada vez más, y hemos tenido un buen número de progresos entre nosotros. La teología que hasta hoy hemos visto en la Biblia es más elevada, más profunda y más rica que la teología de los Hermanos. El ítem principal de la teología bíblica es la economía de Dios, la cual en su totalidad se centra en el Cristo todo-inclusivo.
Tal vez hayamos disfrutado a esta persona todo-inclusiva de manera inicial como nuestro Salvador, pero eso no significa que lo hayamos poseído como la buena tierra. Consideren una vez más la tipología hallada en el Antiguo Testamento. Según la tipología, cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, ellos recibieron a Cristo como el cordero, rociaron la sangre del cordero para ser redimidos y comieron la carne del cordero como su suministro de vida para poder salir de Egipto. Luego, en el desierto disfrutaron a Cristo como el maná celestial y como la roca viva que los seguía y que fue hendida para que de ella fluyera agua viva. En Sinaí ellos recibieron la ley y edificaron el tabernáculo, los cuales son tipos de Cristo, y entraron en el tabernáculo para tener comunión con Dios y para disfrutar la mesa del pan de la Presencia, el candelero y el altar del incienso. Aunque disfrutaron a Cristo en todas estas formas, aún no disfrutaban la buena tierra. Por consiguiente, todavía era necesario que entraran en la buena tierra.
Nosotros hemos participado de Cristo como realidad de todos los ítems que disfrutaron los hijos de Israel. Le hemos disfrutado como la Pascua, el maná, la roca, el agua viva, la ley que presenta un retrato de Dios, las ofrendas y el tabernáculo. Sin embargo, todavía no hemos entrado en Cristo como buena tierra. Aún nos encontramos en el camino, y mientras viajamos, Dios nos pone a prueba. Tal vez nos encontremos ahora en la frontera de la buena tierra, o sea, en los extremos del Cristo todo-inclusivo. Si intentamos espiar la tierra, perderemos nuestra fe. Así que, en lugar de espiar la tierra, debemos decir: “¡Aleluya por el Cristo todo-inclusivo! Él es la buena tierra que fluye leche y miel. No necesito espiar esta tierra; más bien, entraré en ella por fe”. Debemos entrar en la buena tierra y tomar posesión de ella por fe, así como lo hicieron Caleb y Josué.