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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Números»
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Mensaje 23

SUS JORNADAS

(8)

  Lectura bíblica: Nm. 16:1-18

  En este mensaje hablaremos acerca de otra rebelión, la rebelión descrita en Números 16. Esta rebelión ocurrió inmediatamente después de la inserción del capítulo 15, la cual contiene instrucciones y advertencias.

V. REBELIÓN: UN FRACASO MÁS GRAVE

  La primera rebelión consistió en que los que se encontraban en los extremos del campamento murmuraron males. La segunda rebelión consistió en que la multitud mixta que estaba entre ellos codició. En la tercera participaron dos familiares de Moisés, los cuales eran mayores que él y le eran muy cercanos. Ahora, después de la cuarta rebelión, la rebelión de la incredulidad relacionada con el espiar de la tierra, se rebelaron algunos de los líderes. En esta ocasión, la rebelión fue de proporciones mucho mayores; esto involucró a más de doscientas cincuenta personas.

A. Los rebeldes

  Primeramente debemos ver quiénes fueron los rebeldes.

1. Coré

  Coré, un descendiente de Leví, pertenecía a la misma tribu de Moisés y Aarón. Él servía a Dios con ellos. Por consiguiente, él no se encontraba entre los que estaban en los extremos del campamento ni entre la multitud mixta; más bien, por ser levita, un servidor, e incluso un líder entre los levitas, él estaba en el centro del campamento.

2. Datán, Abiram y On

  Datán, Abiram y On eran descendientes de Rubén (el primogénito de Jacob). Ellos debían haber sido los que llevaban la delantera entre los hijos de Israel conforme a su nacimiento natural (16:1).

3. Doscientos cincuenta líderes de la asamblea

  Junto con Coré, Datán, Abiram y On había doscientos cincuenta líderes de la asamblea. Ellos habían sido escogidos de entre la congregación y eran varones de renombre (v. 2).

  Números 16:1 y 2 muestra que el espíritu de rebeldía se había extendido al grado de saturar totalmente al pueblo. Esta rebelión fue un gran sufrimiento para Moisés y Aarón porque iba en contra del centro del gobierno.

B. La causa de la rebelión

1. La pugna por la posición y el poder

  La causa de la rebelión era la pugna por la posición y el poder. En los versículos 9 y 10, Moisés dijo: “¿Os es poco que el Dios de Israel os haya separado de la asamblea de Israel, acercándoos a Él para que cumpláis el servicio del tabernáculo de Jehová y estéis delante de la asamblea a fin de ministrarles, o que te haga acercar a ti, y a todos tus hermanos, los hijos de Leví, contigo? ¿Pretendéis también el sacerdocio?”. Los sacerdotes tenían a su cargo el sacerdocio, el servicio sacerdotal, y los levitas, los cuales les seguían, se encargaban del servicio levítico y servían a los sacerdotes. No obstante, como lo indican las palabras de Moisés, los rebeldes pugnaban por el poder y por una posición más encumbrada.

2. La acusación

  En el versículo 3, los rebeldes lanzaron una acusación contra Moisés y Aarón, diciendo: “Vosotros abarcáis demasiado, porque toda la asamblea, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová. ¿Por qué, entonces, os exaltáis sobre la congregación de Jehová?”. Esto muestra que la raíz, o la causa, de esta rebelión era la pugna por el poder. A lo largo de los siglos, muchos de los problemas entre los cristianos han sido causados debido a la pugna por la posición y el poder. Esta pugna por el poder se puede ver en la sociedad por doquier: en las escuelas, en el gobierno y en las empresas. En los trabajos, la gente juega a la política con el fin de obtener más poder y una posición más encumbrada. Lo mismo ocurrió entre el pueblo de Dios en la antigüedad, y esto se ha repetido una y otra vez entre los cristianos a lo largo de los siglos.

C. La reacción de Moisés

  En 16:4-11, 15-18 vemos la reacción de Moisés.

1. Se postra sobre su rostro

  “Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro” (v. 4). Esto indica que en su reacción a esa rebelión, Moisés fue humilde.

2. Se afirma en su posición como autoridad delegada de Dios

  Aunque Moisés fue humilde al postrarse sobre su rostro, él no renunció a la posición que Dios le había asignado como Su autoridad delegada (vs. 5-11, 16-18). Él reprendió a Coré y a toda su compañía y les mandó que estuvieran presentes delante de Jehová con sus incensarios, diciéndoles que Jehová mostraría quién era Suyo y quién era santo, y a quién haría acercarse a Él. Esto indica que cuando se suscita alguna pugna por el poder, la única persona que puede juzgar y poner en evidencia la verdadera situación es Dios mismo. Moisés no peleó; más bien, trajo delante de Dios a los rebeldes y a aquellos contra quienes éstos se rebelaron. Moisés, como autoridad delegada de Dios, Su autoridad representativa, entregó este caso a Dios a fin de que fuese Él quien —como autoridad suprema— hablara, pusiera en evidencia y juzgara.

3. Se enoja en gran manera

  Moisés se enojó en gran manera y oró: “No mires a su ofrenda; ni aun un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal” (v. 15). La oración en la que Moisés pedía que Dios no aceptara la ofrenda de ellos era muy seria. No es fácil para un siervo de Dios orar de esa manera. Aquí parece que Moisés se hubiera visto obligado a vindicarse, pero Dios no lo condenó por ello.

4. Envía a llamar a Datán y Abiram

  Moisés envió a llamar a Datán y Abiram (v. 12a), pero ellos, expresándose de manera muy elocuente, contestaron que no subirían (vs. 12b-14).

  No me agrada hablar de la rebelión del pueblo de Dios, pero la Biblia nos da este extenso pasaje aquí en Números 16 para abordar este asunto. La ambición por obtener una posición y poder siempre ha sido un problema para el pueblo de Dios. La ambición es un “topo” que menoscaba el plan de Dios y perjudica a Su pueblo.

  Admiro mucho la valentía con la cual Moisés confrontó este problema. Él fue atacado al máximo. Los rebeldes no sólo lo atacaron a él, sino que también se rebelaron contra él, a quien Dios había puesto como autoridad. No le era fácil decir algo.

  Cuando estuve con Watchman Nee en China, me tocó ver en varias ocasiones cuando él fue atacado. Él nunca hizo nada ni dijo nada para vindicarse, y nunca se quejó de los demás. Como él mismo me decía, debido a que era el blanco de los ataques, le era difícil decir algo de sí mismo sin llegar a vindicarse, y le era difícil decir algo acerca de los demás sin llegar a condenarlos. Así que lo mejor que podía hacer, según decía, era no hablar nada.

  Aunque los ataques iban dirigidos al hermano Nee, fue la iglesia la que resultó perjudicada y fue el plan de Dios lo que se vio afectado. Más aún, muchos jóvenes, quienes no tenían mucho discernimiento en estos asuntos, fueron perjudicados. Por otro lado, la iglesia recibió alguna ayuda positiva de aquellos disturbios.

  La ambición por el poder y la pugna por el poder son cosas que llevamos en nuestra sangre. Esta ambición y esta pugna no sólo se encuentran entre los hombres, sino también entre las mujeres. Esto lo demuestra la rebelión de Miriam y Aarón contra Moisés. Creo que esa rebelión fue instigada por Miriam. Me ha tocado ver casos de hermanas que instigaron una rebelión detrás de la escena. En uno de ellos, una hermana usó a un hermano para lograr su propósito. Todos debemos guardarnos del “topo” de la ambición que está dentro de nosotros.

  La primera generación de seguidores de Cristo sufrió a causa de la pugna por el poder. En un momento muy crucial, cuando el Señor Jesús iba a Jerusalén para ser crucificado, Él les dijo a Sus seguidores lo que le iba a suceder (Mt. 20:17-19). Pese a que oyeron estas cosas, ellos no prestaron atención a lo que Él les dijo ni tampoco les importó. Mientras Él les hablaba de Su muerte, ellos luchaban entre sí por el poder. La madre de Jacobo y de Juan (tía de Jesús) incluso trajo sus dos hijos al Señor y le rogó que hiciera que uno de ellos se sentara a Su derecha y el otro a Su izquierda en el reino (vs. 20-28). Los demás discípulos se indignaron con estos dos hermanos. Esto indica que entre los discípulos había una pugna por el poder.

  Si leen Hechos y las Epístolas, verán que esta pugna por el poder ha existido desde el comienzo de la vida de iglesia. Ananías y Safira (Hch. 5:1-4) fueron una pareja que mintió a Dios. En realidad, al mentir ellos luchaban por el poder. Ellos querían ser más importantes y querían que los demás tuvieran un concepto elevado de ellos. Al final de las Epístolas, Juan mencionó a uno que luchaba por el poder, a Diótrefes (3 Jn. 9-11).

  La historia del cristianismo es una historia de la pugna por el poder. Esta pugna está dentro de cada uno de nosotros. Tal vez usted no se dé cuenta, pero eso está oculto dentro de usted. Un día, la vida de iglesia pondrá a prueba nuestra verdadera condición. Mientras estemos en la vida de iglesia, tarde o temprano seremos probados y se hará manifiesta nuestra condición.

  Consideremos ahora a los rebeldes de entre los hijos de Israel en Números. Algunos de los rebeldes se encontraban en los extremos del campamento, otros estaban entre la multitud mixta y otros eran personas muy cercanas a Moisés, el líder. Ahora, en el capítulo 16, doscientos cincuenta líderes se rebelaron. En vista de todo esto, tenemos que creer que la pugna por el poder estaba en cada uno de los hijos de Israel.

  Nosotros hemos confrontado este problema por más de sesenta años. Los ancianos saben que si sirven en una iglesia local por varios años, sin duda ofenderán a otros. Algunos buscan posición y poder, y si, debido a los ancianos, no pueden obtener lo que desean, se ofenderán. Por ejemplo, en 1935 un colaborador de Shanghái quiso aprovecharse de una situación tumultuosa para obtener una “promoción”. El hermano Nee había salido y me había encargado la administración de la iglesia y el liderazgo de la obra. El hermano que quería sacar ventaja de este disturbio vino a mí, pero yo no le di una respuesta positiva. Más tarde, este colaborador se convirtió en enemigo del hermano Nee.

  Aquellos que están en la vida de iglesia o en la obra del Señor y que de alguna manera ocupan alguna posición de liderazgo, inevitablemente ofenderán a algunos que codician el poder. Debido a que no han satisfecho su deseo por el poder y por una posición, estos codiciosos se ofenden y se molestan con los que llevan la delantera. Para tales casos, el libro de Números nos provee un mapa que nos ayuda a saber qué hacer.

  En el capítulo 16, Moisés fue fiel y valiente al confrontar una rebelión de mayores proporciones, la rebelión de doscientos cincuenta líderes. Si bien él se postró sobre su rostro, de todas maneras hizo algo. Él presentó el asunto a Dios de una manera abierta, para que fuera Dios quien viniera a hablar, a juzgar y a vindicar.

  A pesar de lo que hizo Moisés, esos rebeldes, y en especial los líderes, se mostraron muy resueltos y obstinados. Ellos habían tomado la determinación de no someterse. Por ello, cuando Moisés les pidió a Datán y Abiram que vinieran a la Tienda de Reunión, o sea, al Señor, ellos acusaron a Moisés, diciendo que él los había sacado de una tierra que destilaba leche y miel (Egipto), que él se había enseñoreado de ellos y que no los había introducido en una tierra que fluye leche y miel. Por último dijeron: “¿Sacarás los ojos de estos hombres? ¡No subiremos!” (v. 14). Ellos eran elocuentes y muy obstinados.

  ¿Qué debemos hacer en una situación así? En situaciones de rebeldía como ésta, lo mejor es no hacer nada. El Señor aún vive. Él aún está en el trono y sigue siendo soberano. Él es el Señor soberano y la autoridad suprema. Él es la Cabeza del Cuerpo hoy en día. Por consiguiente, siempre debemos referir estos asuntos a Él, y dejar que Él sea lo que es. Eso es todo lo que podemos hacer y lo que debemos hacer.

  En cuanto a nosotros, debemos darnos cuenta de que sin la misericordia y la gracia del Señor, podríamos ser iguales a Coré, a Datán y a Abiram. Sin embargo, por la misericordia de Dios, estamos aquí. Ahora debemos aprender a estar alertas y a orar con respecto a cualquier clase de situación de rebeldía.

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