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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Números»
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Mensaje 25

SUS JORNADAS

(10)

  Lectura bíblica: Nm. 17

  En Números 17 vemos la vindicación de Dios. Pero antes de considerar este asunto, quisiera agregar algo acerca de los descendientes de Coré.

  Números 16 pareciera indicar que toda la familia de Coré, incluso sus niños, perecieron. Sin embargo, Números 26:11 nos dice que los hijos de Coré no murieron. Ellos, o no participaron en la conspiración y rebelión, o acataron lo dicho por Moisés en 16:26 y se marcharon de la tienda de su padre, con lo cual escaparon de la tragedia que ocurrió cuando la tierra abrió su boca y se tragó a Coré y a su compañía.

  En 1 Crónicas 6:33-37, un registro de la genealogía de Samuel, se nos dice que Samuel era un descendiente de Coré. Coré aspiraba al sacerdocio, una posición más elevada, y como no lo consiguió, se rebeló. No obstante, Samuel, uno de sus descendientes, llegó a ser sacerdote, no luchando por el poder sino ofreciéndose a sí mismo como nazareo (véase los mensajes del 8 al 10, que tratan sobre santificarse para ser un nazareo). Samuel no sólo fue un sacerdote, sino también un gran profeta.

  Además, como lo indica el título del salmo 88, este salmo fue escrito por Hemán, un descendiente de Coré y nieto de Samuel (2 Cr. 6:33). Hemán no sólo fue un salmista, sino también un cantor en el templo según lo dispuesto por David.

  El hecho de que Dios librase a los descendientes de Coré nos permite ver la misericordia de Dios. Uno de los descendientes de Coré llegó a ser un gran profeta y participó en el sacerdocio; otro llegó a ser uno de los salmistas, escritor de uno de los mejores salmos, así como cantor y músico del templo. Por tanto, en esta historia del Antiguo Testamento podemos ver que Dios es severo con algunos, pero al mismo tiempo misericordioso con otros. Si hemos de experimentar Su misericordia o Su severidad, ello depende de cómo nos comportemos.

E. La vindicación de Dios

  Números 17 es un capítulo que nos habla de la vindicación efectuada por Dios. Después que Dios ejecuta Su juicio, Él siempre viene a vindicar. Por consiguiente, Su juicio y Su vindicación no deben ser separados. De hecho, el juicio de Dios es una forma de vindicación. El juicio tiene que ver principalmente con el aspecto negativo, y la vindicación tiene que ver principalmente con el aspecto positivo. Por el lado negativo, en el capítulo 16 Dios juzgó a Coré, a Datán, a Abiram y a los demás rebeldes, incluyendo no sólo a los doscientos cincuenta líderes de la asamblea, sino también a la compañía de Coré. Al ejecutar este juicio, Dios ejerció Su justicia. En el capítulo 17, Dios vindicó de una manera positiva a Aarón y a Moisés, Su autoridad delegada.

1. Después de ejecutar Su juicio, Dios manda que se pongan doce varas delante del Testimonio

  Después de ejecutar Su juicio, Dios mandó que se pusieran doce varas delante del Testimonio (los Diez Mandamientos que estaban dentro del Arca), que tipificaba a Cristo y era el lugar donde Dios se reunía con Su pueblo (vs. 1-7). Esto significa que todo debía ser traído a la presencia de Dios para permitir que sea Él quien aclare la verdadera situación al hablar la verdad a todo el pueblo mediante Su vindicación. En la tipología, la vara representa autoridad (cfr. 1 Co. 4:21). En Números 17 las varas representaban a los líderes de las doce tribus (v. 2), y la vara de Aarón representaba a la tribu de Leví (v. 3).

  Jehová dijo: “Reverdecerá la vara del varón que Yo escoja, y haré cesar las murmuraciones que hacen contra Mí los hijos de Israel, con que murmuran contra vosotros” (v. 5). Una vara está hecha de madera muerta que no solamente ha sido cortada, sino que incluso está muerta y se ha secado. No obstante, ¡ese pedazo de madera muerta y seca reverdeció! Un brote es algo orgánico, propio de la vida. La intención de Dios era que el acto de hacer reverdecer la vara muerta hiciera cesar las murmuraciones del pueblo.

  Las varas debían ser puestas delante de Dios en la Tienda de Reunión por toda una noche. Es poco probable que Aarón hubiera dormido bien aquella noche. Quizás estuvo pensando en su vara, preguntándose si ésta reverdecería. Para Aarón, aquella noche ciertamente debió haber sido una noche muy oscura. A veces Dios, a causa de la vindicación que Él efectúa, nos hace pasar por una noche oscura, por un túnel oscuro.

2. La vara de Aarón reverdece

  Moisés debe de haber sido la primera persona en ver que la vara había reverdecido. “Al día siguiente entró Moisés en la Tienda del Testimonio; y he aquí, la vara de Aarón de la casa de Leví había reverdecido: dio brotes, echó flores y produjo almendras maduras” (v. 8). ¡Qué milagro más maravilloso! La vara muerta y seca de Aarón había reverdecido. Esto fue un milagro orgánico.

  Moisés sacó todas las varas ante todos los hijos de Israel, y todos ellos miraron (v. 9). La crónica nos indica que, sin decir una sola palabra y sin alabar al Señor por haber efectuado Su vindicación, cada cual tomó su vara.

3. Vuelven a poner la vara de Aarón, la cual reverdeció, delante del Testimonio

a. Como Dios manda a Moisés

  La vara de Aarón, la cual reverdeció, fue puesta nuevamente delante del Testimonio (v. 10). Esto se hizo conforme a lo que Dios mandó a Moisés (v. 11).

b. Para que se guarde por señal contra los rebeldes

  La vara de Aarón, la cual reverdeció, sería guardada por señal contra los rebeldes, a fin de que cesaran las murmuraciones hechas contra Dios, y no murieran (v. 10). El versículo 5 dice que las murmuraciones eran hechas contra Moisés, pero el versículo 10 dice que eran hechas contra Dios.

  En Números 16 y 17 vemos que dos señales fueron producidas a causa de la rebelión de los hijos de Israel. Una era una señal negativa, hecha con los incensarios de los que habían sido juzgados (16:36-40). La otra era una señal positiva, producida con la vara de Aarón, la cual reverdeció. La vara que reverdeció fue puesta en el Arca con otras dos cosas: el maná escondido y el Testimonio de Dios, la ley. Estos tres ítems son tipos de Cristo. La vara que reverdeció, el maná escondido y el Testimonio, la ley, de Dios representan a Cristo. Con esto vemos que todo lo que aconteció en el Antiguo Testamento, por el lado positivo, guardaba relación con Cristo.

  La vara de Aarón que reverdeció tipifica no a un Cristo muerto, sino al Cristo resucitado, al Cristo que reverdece, quien imparte vida a las personas. De Cristo siempre fluye vida hacia otros para vivificarlos. Cristo es la vara que reverdece, la vara más grandiosa en el universo. Hoy en día Él continúa reverdeciendo, y nosotros somos una pequeña parte, el fruto, las almendras, producto de Su reverdecer.

4. La naturaleza rebelde del pueblo de Israel queda completamente al descubierto

  La naturaleza rebelde del pueblo de Israel quedó completamente al descubierto. Después de la vindicación que Dios efectuó mediante la vara de Aarón que reverdeció, ellos dijeron: “He aquí nosotros somos muertos; perecemos, todos nosotros perecemos. Cualquiera que se acerca, que se acerca al tabernáculo de Jehová, muere. ¿Acabaremos por morir todos?” (vs. 12-13). Esto indica que aun después de ver el juicio y la vindicación efectuados por Dios, el pueblo no había sido subyugado. La tierra había abierto su boca para tragar a Coré y a su compañía, fuego había descendido de parte de Dios para consumir a los doscientos cincuenta líderes y catorce mil setecientos de entre el pueblo habían perecido a causa de la plaga en un solo día. Todos estos fueron milagros relacionados con cosas negativas. Luego, al día siguiente, Dios hizo otro milagro, no en gran escala sino en pequeña escala, al hacer que la vara de Aarón reverdeciera, floreciera y diera fruto, incluso fruto maduro. Esto fue absolutamente positivo, algo relacionado con la misericordia y la gracia, sin el menor indicio de juicio. Fue una vindicación para mostrar quién y qué era de Dios y estaba del lado de Dios. Todos debían haber quedado convencidos y subyugados, pero el pueblo continuó hablando a Moisés palabras de rebeldía.

  No es de extrañarse que a ninguno de estos hijos de Israel se les permitiera entrar en la tierra prometida. En su rebelión, ellos habían abarcado demasiado. Algunos de los rebeldes habían dicho a Moisés y Aarón: “Vosotros abarcáis demasiado” (16:3). Luego Moisés les respondió con las mismas palabras: “¡Vosotros abarcáis demasiado, oh hijos de Leví!” (v. 7). De hecho, eran los rebeldes quienes habían abarcado demasiado, pero fueron ellos quienes acusaron a Moisés y Aarón de haber abarcado demasiado. Ellos condenaron a Moisés y Aarón de hacer lo que ellos mismos estaban haciendo. Cosas similares han ocurrido a lo largo de las generaciones, en las que los ambiciosos han acusado falsamente a otros de ser ambiciosos. En Números 16 y 17, el juicio y la vindicación efectuados por Dios mostraron claramente que eran los rebeldes, no Moisés ni Aarón, quienes habían abarcado demasiado.

  Como lo revela el capítulo 17, este caso concluye mostrándonos que aun después que el pueblo fue castigado, no se doblegó. Como consecuencia, Dios también renunció a ellos y los abandonó. Si nosotros hubiéramos estado allí y hubiéramos tenido la oportunidad de hacer algo respecto a aquella situación, probablemente habríamos castigado nuevamente al pueblo por sus palabras de rebeldía. Pero Dios fue Dios, y no hizo nada. Tampoco Moisés y Aarón hicieron nada. Ellos sencillamente dejaron que el pueblo fuera como ellos eran. Es bueno tener semejante cuadro en la tipología.

  No piensen que los disturbios cesarán. Toda “tormenta” ciertamente llegará a su fin. En la historia, nunca ha habido ninguna tormenta que no tenga fin. No obstante, aunque una tormenta particular pueda llegar a su fin, los que han estado involucrados en esa tormenta tal vez no dejen su rebelión.

  La naturaleza rebelde que está en el hombre es Satanás mismo. Satanás ha sido rebelde, sigue siendo rebelde y no dejará de rebelarse hasta que sea echado al lado de fuego (Ap. 20:10). Tal vez ni siquiera estando en el lago de fuego se doblegará. No olviden que esta persona rebelde está en nosotros, y que en nosotros mismos no podemos vencerlo. Sólo una persona, Jesucristo, quien es el Hijo de Dios y también el Hijo del Hombre, puede derrotar al maligno, y de hecho, Él ya lo derrotó (He. 2:14).

  Debemos estar continuamente en guardia, velando y orando. No sólo nos enfrentamos contra el diablo, el enemigo que está fuera de nosotros, sino también contra Satanás, el adversario que está dentro de nosotros. Debemos recordar lo que el Señor Jesús le dijo a Pedro: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo” (Lc. 22:31). En una ocasión, Pedro le dijo al Señor que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente, y luego el Señor lo elogió diciéndole que él había sido bendecido por el Padre (Mt. 16:16-17). Pero poco después, el Señor Jesús reprendió a Pedro, llamándolo Satanás (v. 23). En un período de tiempo tan corto, una persona que había sido bendecida por el Padre fue poseída por el diablo, e incluso llegó a ser Satanás. Puesto que ésta es la condición de los seres humanos caídos, no debemos pensar que habrá un día en que la naturaleza del hombre dejará de rebelarse; esto no tiene fin.

  Cuando a Pablo le quedaba poco tiempo para sufrir el martirio, escribió a Timoteo, en su última epístola, diciéndole que todos los que estaban Asia lo habían abandonado (2 Ti. 1:15). Éste es el cuadro triste y sombrío que vemos en 2 Timoteo. Pero a pesar de ello, Pablo salió triunfante (4:17-18).

  Hemos recalcado el hecho de que, aun después del juicio y la vindicación efectuados por Dios, los hijos de Israel siguieron profiriendo palabras de rebeldía. Números 17 describe un cuadro triste con respecto a esta rebelión. Después de ver semejante cuadro, lo único que podemos hacer es adorar a Dios y adorarlo como Señor.

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