Mensaje 26
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Lectura bíblica: Nm. 18:1-14
Antes de dirigir nuestra atención a 18:1-14, quisiera añadir algo más acerca de las dos señales halladas en los capítulos 16 y 17.
Estas dos señales, una negativa y otra positiva, fueron producidas a raíz de la rebelión de Coré y su compañía. La señal negativa era la cubierta que se hizo para el altar con los incensarios de los doscientos cincuenta hombres que fueron juzgados (16:36-40). Ese altar, en el que se ofrecían los sacrificios, es un tipo de la cruz de Cristo. El juicio que Dios efectuó sobre estos doscientos cincuenta hombres representa el juicio de la cruz sobre todos los servicios a Dios que el hombre realiza conforme a sus propias opiniones, regido por su carne y en rivalidad con otros. Los doscientos cincuenta hombres quemaron incienso en el servicio de Dios, lo cual era conforme a su propio proceder. El servicio de ellos fue juzgado por Dios, y el resultado de ese juicio fue una señal negativa, a saber, la cubierta del altar. La señal positiva es la vara de Aarón, la vara que reverdeció, la cual representa a Cristo en resurrección, al Cristo que reverdece.
Estas dos señales, que representan a Cristo en resurrección y Su cruz que juzga, continúan vigentes hoy como un recordatorio y una advertencia para nosotros en relación con el servicio que le rendimos a Dios. La señal negativa nos advierte que no debemos servir a Dios conforme a nuestras opiniones, por nuestra carne ni en rivalidad con otros, pues debemos recordar que esta clase de servicio fue juzgada hace tres mil quinientos años. Por el lado positivo, la vara que reverdece —el Cristo que reverdece en Su resurrección, quien no sólo reverdece sino que también florece y da fruto maduro— permanece con todo aquel que verdaderamente está por Dios y es uno con Él.
Las almendras que produjo la vara de Aarón, la cual reverdeció, apuntan al disfrute de Cristo. Términos tales como disfrutar a Cristo, comer a Cristo y beber a Cristo forman parte de un nuevo vocabulario que fue traído a este país con el recobro del Señor. Cristo es disfrutable, y Él es nuestra porción para nuestro disfrute. Sin embargo, como veremos, en la tipología de 18:8-10, el Cristo que es la porción de los sacerdotes en realidad forma parte de la porción de Dios que está reservada para los sacerdotes a fin de que participen de ella. Los sacerdotes no sólo comen del alimento de Dios, sino que además comen juntamente con Dios y festejan con Él. Dios los invita a participar de Su porción.
El concepto divino de disfrutar, comer y beber a Cristo se encuentra en la Palabra santa, pero ha permanecido oculto por casi dos mil años. Nosotros no vimos los asuntos de comer y beber a Cristo sino hasta 1958, cuando comencé a dar una serie de mensajes que hablaban sobre disfrutar al Señor comiéndole y bebiéndole.
Cuando lleguemos a 18:31, veremos que el sacerdocio no sólo fue vindicado mediante la vara que reverdeció, sino también mediante la recompensa dada a los sacerdotes. Esta recompensa es Cristo. Cuanto más sirven los sacerdotes, más reciben a Cristo como su recompensa y más disfrutan a Cristo. Tal recompensa es el alimento divino que han de disfrutar los sacerdotes fieles. Esto es mucho más importante que la vara que reverdece.
Números 18 nos revela las obligaciones o deberes del servicio levítico y del sacerdocio aarónico, con sus respectivas recompensas. La recompensa era la compensación que los levitas y los sacerdotes recibían por su servicio. Después de la rebelión descrita en el capítulo 16, que fue un ataque contra el sacerdocio de Aarón y su familia, se da una palabra definida con respecto al servicio de los levitas y al sacerdocio de Aarón y sus hijos, así como también con respecto a la recompensa que recibieron. Yo creo que lo dicho aquí llegó a ser un estatuto o una ordenanza que guardaron los hijos de Israel a lo largo de las generaciones.
El servicio de los levitas consistía en cuidar de la Tienda de Reunión, el Tabernáculo del Testimonio, el cual es un tipo de Cristo y de la iglesia (vs. 1a, 2a, 3-4, 6). Al cuidar del tabernáculo y lo que éste contenía, los levitas no servían directamente a Dios; más bien, estaban al servicio del sacerdocio y los sacerdotes, quienes sí servían a Dios directamente.
Los levitas fueron dados a Aarón y a sus hijos como un don, el cual había sido entregado primero a Dios (v. 6b). Dios quería que todos los primogénitos de los hijos de Israel hicieran este servicio. Pero posteriormente Dios usó a los levitas para reemplazarlos. Los hijos de Israel dieron sus primogénitos a Dios como un don, y éstos fueron reemplazados por los levitas. Después, Dios dio los levitas, quienes le habían sido dados a Él, como un don a los sacerdotes.
Los levitas debían unirse a Aarón y a sus hijos y ministrarles. Que los levitas ministraran a los sacerdotes significa que ellos servían a los sacerdotes.
La palabra sacerdocio se usa a veces para denotar a un cuerpo de sacerdotes, o sea, a un grupo de sacerdotes. Esta palabra también se usa para referirse al servicio de los sacerdotes, y es principalmente en este sentido que se usa en Números 18.
Aarón y sus hijos debían llevar la iniquidad de su sacerdocio (v. 1b). La palabra iniquidad se usa aquí al mandar a los sacerdotes que no cometieran ningún error en el desempeño de su servicio sacerdotal. El sacerdocio era un servicio consistente en ofrecer toda clase de ofrendas y sacrificios a Dios, lo cual tipifica los diversos aspectos de Cristo en toda Su riqueza. Por tanto, era una responsabilidad muy importante y solemne. Cualquier error, negligencia o deficiencia habría constituido una especie de iniquidad. Los sacerdotes tenían que cumplir lo encargado a ellos sin cometer errores para que no se hallase iniquidad alguna en su servicio sacerdotal.
Los sacerdotes estaban a cargo del santuario, el tabernáculo, y del altar (v. 5). Todo el tabernáculo era el santuario. El uso de la palabra santuario en la Biblia es muy ambiguo, pues puede referirse al Lugar Santo, al Lugar Santísimo o a ambos. El santuario tipifica a Cristo y también a la iglesia. El altar, ubicado fuera del santuario, representa la cruz de Cristo. Por ende, el santuario y el altar tipifican a Cristo con la iglesia y Su cruz.
Los levitas, al ocuparse del santuario y del altar, servían bajo la dirección de los sacerdotes. Por ejemplo, cuando a los hijos de Israel se les mandaba que partieran, los levitas empacaban y transportaban el tabernáculo y todos sus enseres. Luego, cuando el pueblo llegaba a determinado lugar, los levitas erigían el tabernáculo y acomodaban todo lo relacionado con él.
Números 18:7a dice: “Tú y tus hijos contigo guardaréis vuestro sacerdocio en todo lo relacionado con el altar y con lo que está detrás del velo”. El Arca, la cual estaba detrás del velo, contenía tres ítems: el Testimonio de Dios (la ley), el maná escondido y la vara que reverdeció. Los dos querubines se hallaban sobre la cubierta (la tapa) del Arca. En el Día de la Expiación la sangre de la ofrenda por el pecado era rociada sobre la cubierta del Arca. Todos estos asuntos estaban a cargo de los sacerdotes.
“Yo os doy en don el servicio de vuestro sacerdocio” (v. 7b). El sacerdocio, el servicio más elevado que el pueblo de Dios puede brindar a Dios, fue un gran don dado por Dios a Aarón y a sus hijos. Ésta es la razón por la cual Coré tuvo la ambición de obtenerlo (16:10).
Una recompensa, o compensación, fue dada a Aarón y a sus hijos en calidad de sacerdotes (18:8-20) y a los levitas que servían (vs. 21-32). Esta recompensa (v. 31) era el propio Cristo. Los sacerdotes y los levitas no poseían más porción que a Cristo mismo. Cristo era su casa, su herencia, su tierra, su vestido, su alimento y su todo.
Hoy en día, en el Nuevo Testamento, el servicio levítico está combinado con el sacerdocio. No hay diferencia alguna entre los sacerdotes y los servidores de los sacerdotes. Esto significa que los creyentes de Cristo son los sacerdotes así como también los levitas servidores. La única recompensa, la única compensación, que recibimos por nuestro servicio sacerdotal y levítico es Cristo.
A Aarón y a sus hijos les fueron dadas todas las porciones santas de los hijos de Israel reservadas del fuego (vs. 8-10). Cada una de estas porciones santas representa un aspecto de las riquezas de Cristo.
En el Nuevo Testamento, la expresión riquezas de Cristo aparece una sola vez, escrita por el apóstol Pablo (Ef. 3:8). Dios dio a Pablo la gracia de predicar las inescrutables riquezas de Cristo como evangelio. En el Nuevo Testamento vemos que Cristo es luz, vida, los atributos divinos y las virtudes humanas. Sin embargo, el Nuevo Testamento no nos dice detalladamente cuáles son las riquezas de Cristo. Si hemos de conocer los detalles con respecto a las riquezas de Cristo, debemos remitirnos al Antiguo Testamento y estudiar todos los tipos de Cristo.
Las porciones santas dadas a los sacerdotes eran reservadas del fuego (Nm. 18:9). Todas las porciones de los hijos de Israel eran dadas a Dios para Su disfrute. Estas ofrendas eran ofrecidas a Dios por fuego y eran consumidas por el fuego santo para ser aroma agradable que complacía y satisfacía a Dios. No obstante, Dios reservaba del fuego algunas partes de las ofrendas separándolas para que éstas fuesen la porción de los sacerdotes. Esto significa que los sacerdotes disfrutaban de lo mismo que Dios disfrutaba.
Dios disfruta a Cristo. Cuando el Señor Jesús fue bautizado, el Padre habló desde los cielos, diciendo: “Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:17). Esto indica que el Hijo de Dios, Jesucristo, es Aquel en quien Dios se deleita, halla disfrute y obtiene satisfacción. Como porción de Dios, Cristo satisface a Dios y lo alegra. Dios nos guarda una parte de Su porción para que nosotros, Sus sacerdotes, la disfrutemos juntamente con Él. Así que, tanto Dios como nosotros, los sacerdotes de Dios, disfrutamos de lo mismo: el Cristo todo-inclusivo.
Las porciones santas de los hijos de Israel, que eran reservadas del fuego, incluían la ofrenda de harina, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión (Nm. 18:8-10). Todas estas ofrendas son tipos de Cristo.
Las porciones de las ofrendas reservadas para los sacerdotes debían ser cosa santísima para ellos debido a que esas ofrendas eran el alimento de Dios (v. 9). Los sacerdotes no comían el alimento de los hombres, sino el alimento de Dios, el alimento que era santísimo.
Todo varón (los más fuertes) de las casas de los sacerdotes comería de las porciones santas en lugar santísimo (CAB) (v. 10). El lugar santísimo aquí representa a la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Según la tipología en Números 18, fuera de este lugar santísimo no podemos disfrutar mucho a Cristo. Por supuesto, podemos disfrutar a Cristo en el altar, pero este disfrute es superficial. Si hemos de disfrutar aquella parte de Cristo que Dios disfruta, debemos estar en un lugar santísimo. Reconocemos que Cristo está en todas partes y que podemos disfrutarlo en cualquier lugar. No obstante, hay partes de Cristo que no podemos disfrutar a menos que estemos en la posición y en el lugar correctos. Debemos estar afirmados en la vida de iglesia apropiada, en el Cuerpo orgánico de Cristo.
“Esto también será tuyo: la ofrenda elevada de su don, todas las ofrendas mecidas de los hijos de Israel. Te las he dado a ti, a tus hijos y a tus hijas contigo, por estatuto perpetuo” (v. 11a). Este versículo habla de dos porciones particulares: la ofrenda elevada (el Cristo ascendido) y la ofrenda mecida (el Cristo resucitado). Elevar algo es alzarlo. En la tipología, la ofrenda elevada se refiere al hecho de que Cristo fue elevado, esto es, la ascensión de Cristo.
En el Nuevo Testamento se nos presenta una revelación de Cristo desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. En la eternidad pasada, Cristo era la Palabra (Jn. 1:1). Luego, en el tiempo, Él se encarnó. Así que tenemos a Cristo en Su encarnación. Él vivió en la tierra en Su humanidad y fue crucificado. Luego, resucitó y ascendió, y así llegó a ser el Cristo en resurrección y ascensión. Él vendrá otra vez y reinará en el reino milenario. Finalmente, en la eternidad futura, Él estará en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y en la tierra nueva. Por consiguiente, tenemos a Cristo en nueve extraordinarios aspectos: como la Palabra, en Su encarnación, en Su vivir humano, en Su crucifixión, en Su resurrección, en Su ascensión, en Su segunda venida, en el milenio y en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y en la tierra nueva. Mientras que esto se revela claramente en el Nuevo Testamento, en el Antiguo Testamento tenemos a Cristo en tipología, y los detalles que se nos revelan de Cristo allí no tienen límite.
En cuanto al disfrute más intenso que tenemos de Cristo, existe un ciclo. Si queremos disfrutar a Cristo de esta manera, debemos ser más fuertes. Cuanto más fuertes seamos, más intenso será el disfrute que tendremos de Cristo. Asimismo, cuanto más disfrutemos a Cristo de manera más intensa, más fuertes seremos.
La ofrenda elevada y la ofrenda mecida no solamente eran dadas a los sacerdotes, sino también a los hijos (los más fuertes) e hijas (los más débiles) de los sacerdotes. Esto indica que siempre y cuando pertenezcamos a la familia sacerdotal, independientemente de que seamos fuertes o débiles, podemos disfrutar de tal Cristo. Si somos débiles, el disfrute de Cristo nos fortalecerá.
“Cualquiera que esté limpio en tu casa podrá comer de ella” (Nm. 18:11b). Aquí la palabra casa denota familia. Toda persona limpia que perteneciera a una casa sacerdotal, a una familia sacerdotal, podía comer de la ofrenda elevada y de la ofrenda mecida.
“Todo lo mejor del aceite, y todo lo mejor del vino nuevo y del grano, las primicias de ellos que presentan a Jehová, te las he dado. Las primicias de todas las cosas de la tierra de ellos, las cuales traen a Jehová, serán tuyas; cualquiera que esté limpio en tu casa podrá comer de ella” (vs. 12-13). Literalmente, la palabra hebrea traducida “mejor” significa grosura. La grosura del aceite representa lo mejor de Cristo, lo cual estaba consagrado a Dios, y lo mejor del vino nuevo y del grano representa al Cristo que fue derramado para Dios. Las primicias y lo primero que maduraba en la tierra representan al Cristo resucitado. Estas porciones eran dadas a los sacerdotes y a toda persona limpia que estuviere en las casas de los sacerdotes para que ellos las comieran.
“Toda cosa dedicada en Israel será tuya” (v. 14). Estas cosas dedicadas también hacen referencia a Cristo.
Debemos consagrarnos para conocer a Cristo. El apóstol Pablo deseaba “conocerle, y el poder de Su resurrección” (Fil. 3:10). El objeto del verbo conocerle denota a una Persona grandiosa sobremanera; esto hace referencia a Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23). Puesto que tenemos la Biblia, nos es posible conocer a tal Persona. Espero que muchos de los santos, y en especial los jóvenes, se consagren para conocer a Cristo, no sólo en conformidad con la revelación del Nuevo Testamento, sino aún más en conformidad con la tipología del Antiguo Testamento.