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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Números»
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Mensaje 27

SUS JORNADAS

(12)

  Lectura bíblica: Nm. 18:15-32

  En este mensaje seguiremos considerando el servicio levítico y el sacerdocio aarónico, con su recompensa, la cual es Cristo mismo. Primero, veremos otros asuntos relacionados con la recompensa dada a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes; después veremos la recompensa dada a los levitas.

e. Todo primogénito de los seres humanos y de los animales

  Dios les dio a Aarón y a sus hijos todo primogénito de los seres humanos y de los animales como recompensa (vs. 15-18).

1) Es redimido el primogénito de los seres humanos y el primogénito de animales inmundos

  “Todo lo que abre matriz de toda carne, que presenten a Jehová, así de ser humano como de animal, será tuyo; pero ciertamente redimirás el primogénito de los seres humanos, y el primogénito de animales inmundos redimirás” (v. 15). Ningún primogénito pertenecía a sus padres, sino a los sacerdotes. Por esta razón, los padres tenían que redimirlo a cierto precio (v. 16). Incluso el primogénito de animal inmundo, pese a que no era aceptable como ofrenda a Jehová, tenía que ser redimido.

2) No es redimido el primogénito de vaca, ni de oveja ni de cabra

  “Pero no redimirás el primogénito de vaca, ni el primogénito de oveja, ni el primogénito de cabra; santos son. Rociarás la sangre de ellos sobre el altar y quemarás la grosura de ellos como ofrenda presentada por fuego, como aroma que satisface a Jehová. Pero la carne de ellos será tuya; como lo es el pecho de la ofrenda mecida y como lo es el muslo derecho, será tuya” (vs. 17-18). Aquí vemos que el primogénito de vaca, de oveja o de cabra (que tipifica al Cristo crucificado) no debía ser redimido. La grosura de ellos debía ser presentada por fuego como aroma que satisface a Dios. La carne de ellos era para los sacerdotes, así como el pecho de la ofrenda mecida y el muslo derecho de la ofrenda elevada (que representan respectivamente a Cristo en resurrección y en ascensión como alimento para los servidores) pertenecían a los sacerdotes.

f. Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrezcan a Jehová, Dios las ha dado a los sacerdotes y a sus hijos e hijas con ellos

  “Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrezcan a Jehová, te las he dado a ti, a tus hijos y a tus hijas contigo, por estatuto perpetuo. Pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tus descendientes contigo” (v. 19). Una porción particular —las ofrendas elevadas— de las cosas ofrecidas a Dios como cosas santas debía siempre ser apartada para los sacerdotes y para sus hijos e hijas.

g. Los sacerdotes no poseen heredad o porción en la tierra de Israel

  Los sacerdotes no poseían heredad o porción en la tierra de Israel. Dios mismo era la porción de ellos y su heredad en medio de los hijos de Israel (v. 20). No sólo los alimentos de Dios eran su porción (vs. 8-10), sino que Dios mismo era su porción y su heredad. Puesto que Dios era la porción de ellos y su heredad, no necesitaban ninguna otra porción ni heredad.

2. Para los levitas en calidad de servidores en la Tienda de Reunión

  Los versículos del 21 al 32 hablan de la recompensa para los levitas en calidad de servidores en la Tienda de Reunión.

a. Todos los diezmos en Israel por heredad

  “Yo he dado a los hijos de Leví todos los diezmos en Israel por heredad, por el servicio que rinden, el servicio de la Tienda de Reunión” (v. 21). Este versículo revela que los levitas, los que servían en la Tienda de Reunión, debían recibir todos los diezmos en Israel por heredad. De la cosecha de la viña, del grano de la era, de los rebaños y de las manadas de toros, bueyes, ovejas y cabras, la décima parte debía ser dada a Dios (Lv. 27:30-32). Esa porción, llamada el diezmo, debía ser dada a Dios en pro de los levitas y era considerada la heredad de ellos. Como resultado, los levitas poseían una décima parte de la riqueza de toda la nación de Israel.

1) A los levitas se les requiere ofrecer de los diezmos que tomen de los hijos de Israel como ofrenda elevada a Jehová, el diezmo de los diezmos

  Los levitas debían ofrecer a Jehová una ofrenda elevada (el Cristo ascendido) de los diezmos que recibían de los hijos de Israel, es decir, el diezmo de los diezmos (Nm. 18:26). Esa ofrenda era contada como grano de la era y como plenitud del lagar (v. 27).

  Supongamos que un israelita produjera cien cabras. Puesto que tenía que ofrecer el diezmo a Dios, él tendría que ofrecerle diez cabras. Luego, esas diez cabras eran dadas a los levitas. Después de recibir el diezmo de las diez cabras, los levitas apartaban una cabra para ser ofrecida a Dios. Esa cabra venía a ser el diezmo de los diezmos. Ofrendar el diezmo puede compararse a lo que hacemos hoy en día cuando pagamos impuestos.

2) Dan el diezmo de los diezmos al sacerdote Aarón

  “Así ofreceréis también vosotros ofrenda elevada a Jehová de todos vuestros diezmos que recibáis de los hijos de Israel; y daréis de ello la ofrenda elevada de Jehová al sacerdote Aarón” (v. 28). Este versículo nos dice claramente que la ofrenda elevada ofrecida por los levitas a Jehová debía ser dada al sacerdote Aarón. El diezmo del pueblo era dado a los levitas, y el diezmo de los levitas era dado a Aarón el sacerdote.

  ¿Por qué se le llama ofrenda elevada al diezmo de los diezmos? Ya señalamos que en la tipología la ofrenda elevada hace referencia a la ascensión de Cristo, al hecho de que Cristo ascendiera a los cielos. Este pensamiento corresponde a lo dicho por el Señor en Mateo 6:19-20, donde se nos dice: “acumulad para vosotros tesoros en los cielos” y no en la tierra. Acumular tesoros en los cielos es “enviar” nuestro dinero a los cielos, y hacer esto es “elevar” nuestro dinero. Según la tipología, todo lo que se eleva a Dios llega a ser un tipo del Cristo ascendido. Por ejemplo, supongamos que una ofrenda elevada consistía de cien cabras. Esas cabras, las cuales eran elevadas a los cielos, llegaban a ser un tipo de Cristo en ascensión. Hoy en día nosotros, los hijos de Dios, también debemos ofrecer algunas de las cosas que Dios nos ha dado. Cuando ofrecemos estas cosas, las elevamos, alzándolas a los cielos. Lo que ofrecemos de esa manera llega a ser el Cristo ascendido.

  El vivir que los hijos de Israel llevaron en el desierto consistía en hacerlo todo para Cristo. Ellos se encargaban del Arca, un tipo de Cristo, y también del tabernáculo, el lugar donde moraba el Arca. Dentro del tabernáculo había diferentes aspectos de Cristo —la mesa del pan de la Presencia, el candelero, el altar del incienso y el Arca con su contenido—, y fuera del tabernáculo estaba el altar, el cual representa la cruz de Cristo.

  En 1 Corintios 2:2 Pablo dijo: “Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. Lo único que le interesaba a Pablo era Cristo y Su cruz. Él llevó una vida en la tierra en la que se ocupaba de Cristo y la cruz. Algunas veces, mientras se ocupaba de Cristo, Pablo también se ocupaba de hacer tiendas (Hch. 18:3). Pero al final, todas las tiendas que hizo llegaron a ser Cristo, puesto que no las hacía para sí mismo sino para Cristo. Todas las tiendas que hizo Pablo fueron elevadas a los cielos; por tanto, todas ellas llegaron a ser Cristo.

  Este mismo principio debe aplicarse a nosotros hoy en día. Independientemente de cuál sea nuestra profesión u ocupación, en realidad no debemos ocuparnos en los asuntos de nuestro trabajo; más bien, debemos ocuparnos de Cristo. Lo que determina si éste ha de ser nuestro caso o no, es este factor básico: que en nuestra profesión u ocupación trabajemos para Cristo, y no para nosotros mismos. Si hacemos nuestro trabajo para Cristo, entonces lo que ofrezcamos a Dios se convertirá en una ofrenda elevada. Se convertirá en algo de Cristo que es elevado a los cielos.

  ¿Qué estamos haciendo en la tierra nosotros los cristianos? ¿Cuál es nuestro centro? El Arca era el centro de los hijos de Israel. Según la tipología, esto indica que nuestro centro debe ser Cristo. El tipo indica además que debemos ocuparnos de Cristo, quien es el Arca, así como de todo el contenido del tabernáculo, y que también debemos ocuparnos de Su cruz. Entonces, independientemente de lo que hagamos, trabajaremos para Cristo y nos ocuparemos de Cristo. Esto llegará a ser en el factor, la causa, el elemento y la esencia de nuestro vivir en la tierra, y esto hará que nuestro vivir sea absolutamente Cristo mismo. Entonces, todo lo que demos al Señor será elevado ante Él y vendrá a ser Cristo mismo.

3) Los levitas y sus casas pueden comer del diezmo en cualquier lugar

  “Podréis comer de él en cualquier lugar, vosotros y vuestras casas, pues es vuestra recompensa por vuestro servicio en la Tienda de Reunión” (v. 31). El diezmo que los hijos de Israel ofrecían a los levitas podía ser comido por los levitas y sus casas en cualquier lugar.

b. Los levitas no poseen heredad entre los hijos de Israel

  Ni los sacerdotes ni los levitas poseían heredad entre los hijos de Israel (vs. 23b, 24b). Su heredad era Dios mismo. El propio Dios a quien ellos disfrutaban era la recompensa por su servicio. Hoy la recompensa que recibimos por nuestro servicio es Cristo mismo. Sin embargo, desafortunadamente, muchos creyentes conocen a Cristo únicamente de forma muy limitada. Debido a que no conocen a Cristo debidamente, no lo disfrutan debidamente. Por consiguiente, el propósito de nuestro estudio de Números es que conozcamos a Cristo de una manera más completa y le disfrutemos más.

  Coré, Datán y Abiram habían desafiado al sacerdocio, pero Dios vindicó el sacerdocio de una manera contundente. Dios no sólo vindicó el sacerdocio haciendo que la vara de Aarón reverdeciera, sino, aún más, dando tal recompensa a los sacerdotes. Al comparar la recompensa dada a los sacerdotes con la que fue dada a los levitas, queda claro que la recompensa de los levitas era inferior. Es posible que el disfrute de la recompensa superior que recibían los sacerdotes hubiera sido uno de los motivos principales, además de la ambición por el poder y una posición, de la rebelión liderada por Coré, Datán y Abiram.

  Nuestro servicio a Dios en el Nuevo Testamento no se realiza en la esfera de las cosas materiales; por tanto, nuestra recompensa no pertenece a dicha esfera. Nuestra recompensa es Cristo mismo. Si servimos como sacerdotes, disfrutaremos más de Cristo; si servimos meramente como levitas, disfrutaremos menos de Cristo. No obstante, hablando con propiedad, la economía neotestamentaria de Dios combina el sacerdocio y el servicio levítico. En el Nuevo Testamento, el sacerdocio incluye el servicio de los levitas. Puesto que estos dos servicios han llegado a ser uno solo, la recompensa también es una sola: el Cristo que lo es todo.

  Quisiera animar a todos los santos, y en especial a los jóvenes, a que aparten tiempo para estudiar la Palabra santa y leer nuestras publicaciones. Si lo hacen, las riquezas que están en la Palabra reconstituirán por completo su ser. Espero que con el tiempo, la Palabra santa llegue a ser su elemento constitutivo, y que ustedes lleguen a ser personas constituidas de la Palabra santa en cuanto a Cristo.

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