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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Números»
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Mensaje 30

SUS JORNADAS

(15)

  Lectura bíblica: Nm. 20:2-13, 24; 27:12-14; 1 Co. 10:4, 6

  En el capítulo 20 de Números encontramos dos líneas: la línea de la vida y la línea de los tipos. En este mensaje quisiera decir algo acerca de los tipos.

7. El significado de los tipos

  Según la tipología contenida en este pasaje de la Palabra, el agua representa el Espíritu de vida, o la vida en el Espíritu. Puesto que la vida divina y el Espíritu divino son uno, el agua aquí representa tanto la vida como el Espíritu. El problema descrito en Números 20 fue ocasionado por la escasez del Espíritu de vida. Esto indica que siempre que haya escasez del Espíritu de vida en el pueblo de Dios, habrá problemas. La mayoría de los problemas en la vida de iglesia se deben a la escasez del Espíritu de vida. Si sufrimos de tal escasez, culparemos a otros o contenderemos con Dios.

  En Números 20 se nos muestra la manera de recibir al Espíritu de vida. En el versículo 8 Dios dijo a Moisés: “Toma la vara y reúne a la asamblea, tú y tu hermano Aarón, y hablad a la roca a la vista de ellos, para que dé su agua”. Lo que Dios dijo a Moisés indica que debemos aplicar la muerte de Cristo a nuestra situación presente. Tomar la vara significa aplicar la muerte de Cristo a nosotros mismos. En Éxodo 17 la vara se usó para herir, golpear, la roca. En ese caso, la vara se encontraba en manos de Moisés, quien representaba la ley. Cristo fue herido por la ley; Él fue hendido para que el Espíritu de vida pudiera fluir de Él. Debido a que la roca ya había sido golpeada en Éxodo 17, no era necesario que fuese golpeada nuevamente en Números 20. Cristo, tipificado por la roca, sólo debía ser crucificado una vez. Por tanto, al golpear la roca por segunda vez, Moisés cometió un grave error; esta acción iba en contra de la economía de Dios. En la economía de Dios, Cristo no debe ser crucificado más de una vez.

  En 1 Corintios 10:4 Pablo, refiriéndose a los hijos de Israel, dice: “Bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. Esto revela que Cristo fue crucificado para convertirse en la roca que sigue a Su pueblo. Podríamos decir que Él es la “roca que nos sigue”. Esto significa que Él es el Espíritu vivificante, quien siempre está con nosotros para suministrarnos el agua de vida. Cristo fue crucificado bajo la vara de la ley, y ahora Él es la roca que nos sigue, el Espíritu vivificante.

  A fin de satisfacer nuestra necesidad del Espíritu de vida, no debemos pedirle a Cristo que sea crucificado nuevamente por nosotros. Sencillamente debemos tomar la vara; es decir, debemos aplicar la muerte de Cristo a nuestra situación. Una vez que hagamos esto, experimentaremos al Cristo crucificado, al Cristo que Pablo presenta de manera enfática en 1 Corintios. Por ejemplo, en esta epístola Pablo dice: “Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Co. 2:2). Lo dicho por Pablo aquí indica que él tomó la vara, la muerte de Cristo, y la aplicó a los corintios a fin de que ellos, mediante la muerte de Cristo, recibieran el Espíritu.

  Puesto que el Espíritu fue dado, no es necesario que Cristo sea crucificado nuevamente para que fluya el agua viva. Para recibir el agua viva, simplemente debemos tomar la vara y aplicarla a nuestra situación actual. Además, debemos hablarle a la roca. Hablarle a la roca guarda relación con el hecho de creer; más aún, hablarle a la roca indica que hemos orado, no como mendigos, sino creyendo que el Espíritu ya ha sido dado.

  Por medio de la crucifixión, el agua viva fluyó de Cristo. Esto se revela claramente en Juan 19:34, donde dice: “Uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”. Hoy en día sólo necesitamos hablarle a la roca, y el agua fluirá nuevamente de la roca. Podemos decir: “¡Alabado sea el Señor que el Espíritu está aquí!”. Esto es hablarle a la roca para que el agua fluya a nosotros a fin de ser nuestro suministro. Ésta es la manera de aplicar la muerte de Cristo a nuestra situación a fin de recibir al Espíritu de vida.

  En nuestro himnario, hay un excelente himno que contiene un profundo significado espiritual en cuanto a la relación entre la cruz y el Espíritu (Himnos, #135). La estrofa 4 de este himno dice que debemos pasar por el Jordán antes de poder ser ungidos desde lo alto, es decir, que debemos ser bautizados en la muerte antes de poder experimentar la Paloma. Aquí el Jordán representa la muerte, y la Paloma representa al Espíritu. Si pasamos por el río de la muerte, recibiremos la Paloma viva.

  Los problemas que existen en la vida de iglesia quedan resueltos cuando tenemos el Espíritu de vida en abundancia. Los problemas que surgen entre nosotros y los demás, y entre nosotros y Dios, se deben a nuestra escasez del Espíritu de vida. La razón por la cual estamos escasos del Espíritu de vida es que nos hace falta aplicar más la muerte de Cristo a nuestra situación presente. Si la mayoría de los santos en una iglesia local no aplica la muerte de Cristo, esa iglesia tendrá muchos problemas. Pero si aplicamos la muerte de Cristo a nosotros mismos, esta aplicación traerá el agua viva que satisfará nuestra necesidad y solucionará nuestros problemas. Entonces, habiendo sido satisfecha nuestra necesidad y solucionados nuestros problemas, llevaremos una vida victoriosa en la iglesia.

  A estas alturas quisiera añadir algo en cuanto a cómo Dios, en santidad y justicia, suple las necesidades de Su pueblo. Cuando el pueblo de Dios contendía a causa de sus necesidades, Dios no se ofendió, sino que fue razonable en atender dichas necesidades. En cambio, cuando el pueblo codició según la carne, Dios se enojó con ellos. Podemos comparar a Dios con una madre que entiende a su hijo cuando éste tiene alguna necesidad. Cuando su niño llora pidiendo leche, ella se muestra comprensiva con su hijo, lo cuida con ternura y le da leche para contentarlo. Sin embargo, esto no significa que ella ame ciegamente a su hijo y que no lo discipline cuando se porte mal. Con respecto a ciertas cosas, la madre cuidará al niño con ternura, mientras que con respecto a otras, lo disciplinará.

  El cuidado que le brinda una madre a su hijo es un ejemplo de lo que Dios es en Su naturaleza. En la naturaleza de Dios está el ser razonable. Cuando Su pueblo contendió a causa de alimento, Él no se enojó con ellos, sino que les proveyó maná. Asimismo, cuando ellos contendieron a causa del agua, tampoco se enojó con ellos, sino que les suministró agua. Sin embargo, cuando contendieron según su concupiscencia, Él los castigó.

  Dios no solamente es razonable, sino que también es rico y dadivoso. Evidentemente Moisés, en su ira con los hijos de Israel, no recordó que Dios es dadivoso y que Él puede suplir las necesidades de Su pueblo en cualquier circunstancia. Independientemente de si hay lluvia o agua, Él puede satisfacer la urgente necesidad que Su pueblo tiene de agua.

  Dios es razonable, rico, dadivoso, amoroso, benévolo y lleno de gracia. A fin de servirle, debemos conocerle en todos estos aspectos. Puesto que Él es razonable, dadivoso y lleno de gracia, no encuentra ningún problema cuando Su pueblo contiende por falta de alimento y agua. Debido a que Él no se enoja con Su pueblo cuando éste contiende a causa de sus necesidades básicas, aquellos que sirven a Dios tampoco deben enojarse con ellos en esas circunstancias.

  Servir a Dios es algo que involucra a Su pueblo. Por tanto, no basta con que simplemente estemos bien con Dios; también debemos tener la actitud correcta para con el pueblo de Dios. Nuestra actitud para con el pueblo de Dios debe concordar con la naturaleza de Dios. En Números 20 Moisés debió haber tenido tal actitud para con los hijos de Israel. Él debió haber comprendido que el pueblo necesitaba agua. Él debió haber considerado que, puesto que el agua es una necesidad básica, Dios, quien es razonable, no se enojaría con Su pueblo sino que les proveería agua. Ellos no estaban contendiendo para satisfacer sus concupiscencias; más bien, contendían para satisfacer su necesidad. A este respecto, Moisés debió haber tenido en cuenta la naturaleza de Dios y no haberse dejado llevar por sus propios sentimientos. Debido a que Moisés se dejó llevar por sus sentimientos y no por la naturaleza de Dios, se ofendió y se enojó. Sin embargo, Dios no tuvo problemas con Su pueblo por lo que hizo en esta ocasión. A diferencia de Moisés, quien estaba enojado, Dios fue razonable, dadivoso y amoroso.

  En este mensaje me preocupan especialmente los santos jóvenes, a quienes todavía les queda por delante un largo trayecto espiritual. A fin de terminar este viaje de una manera apropiada, debemos conocer a Dios en Su naturaleza, especialmente con relación a Su pueblo. Si nuestro servicio a Dios ha de ser duradero o no, ello dependerá de la actitud que tengamos para con Su pueblo. Nuestra actitud hacia el pueblo de Dios tiene que concordar con la naturaleza santa de Dios. Para tener la actitud correcta, debemos conocer la naturaleza de Dios. Debemos comprender que en Su naturaleza, Dios es razonable, dadivoso, rico en suministro, amoroso, lleno de gracia y misericordioso. Siempre que veamos algo en el pueblo de Dios que, a nuestros ojos, no esté bien, debemos considerar la situación según la naturaleza de Dios. Si hacemos esto, estaremos bien con relación al pueblo de Dios; de lo contrario, estaremos mal y no santificaremos a Dios.

  Santificar a Dios significa respetar y tener en cuenta Su naturaleza santa. Dios es completamente diferente de todos. Él no solamente es diferente de los dioses falsos, sino también de cualquier ser humano. Puesto que Dios es diferente de todos, no debemos hacerlo común; no debemos rebajarlo a nuestro nivel. Él es especial y único, y debemos santificarlo, teniendo en cuenta lo que Él es en Su naturaleza. Además, nuestra actitud para con el pueblo de Dios no debe basarse en nuestros sentimientos ni en nuestras preferencias, sino en la naturaleza de Dios. Siempre que estemos a punto de tratar con Su pueblo, debemos tener en cuenta la naturaleza de Dios. Entonces seremos guardados de cometer el grave error de no santificarle conforme a lo que Él es.

  Dios tiene Su economía, y Su economía incluye todas las acciones que Él realiza. Las acciones de la economía de Dios guardan relación principalmente con Cristo y Su Cuerpo, la iglesia. Por consiguiente, si queremos proceder en conformidad con la economía de Dios, debemos tener muy en cuenta a Cristo y la iglesia.

  A veces la situación que impera en la iglesia no es agradable porque entre los santos hay muchas contiendas. ¿Cuál es la razón por la cual hay contiendas? Una posible razón es que al pueblo de Dios le falta el agua viva, le falta el Espíritu de vida. La manera de hacer frente a esta escasez consiste en hablarle a Cristo, pues Él es la roca que continuamente sigue a la iglesia.

  Cristo, después de haber consumado todo lo relacionado con la economía de Dios, está ahora en los cielos y en nosotros, esperando poder ser el suministro que sacia nuestra necesidad. Para recibir este suministro no es necesario rogar, ni siquiera orar. Simplemente debemos hablarle directamente a Cristo, quien es la roca herida. Podríamos decir que hablarle de esta manera es, de hecho, darle una orden. ¿Cree usted que puede ordenarle a Cristo que le provea el agua viva? Todos debemos creer esto, comprendiendo que a Cristo le agrada escuchar este tipo de mandatos. A modo de ejemplo, pensemos una vez más en la relación entre una madre y su pequeño hijo. El niño tal vez diga: “Mami, necesito agua. Dame un vaso de agua”. Una madre se complace en suplir la necesidad de sus hijos. De la misma manera, el Señor se complace en proveernos el agua viva que sacia nuestra necesidad.

  En Éxodo 17 el Cristo crucificado es tipificado por la roca herida, y en Números 17 el Cristo resucitado es tipificado por la vara que reverdece. Primeramente, Cristo como roca fue herido por la vara que estaba en manos de la ley. Luego, en resurrección, Cristo llegó a ser la vara que reverdeció, floreció y dio fruto. Como vara que reverdece, Él está con nosotros para ser nuestro suministro. El principal suministro que ahora emana de Él es el agua viva: el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Hoy en día no necesitamos rogarle a Él que nos dé el agua viva ni esperar que nos provea el agua. Sencillamente debemos acudir a Él y decirle: “Señor, necesito Tu Espíritu. Señor, dame el Espíritu de vida”. Todos debemos conocer al Señor en este aspecto, conocerle conforme a la economía de Dios.

  Los pentecostales no conocen este aspecto del Señor Jesús. Ellos piensan que para recibir al Espíritu debemos esperar en el Señor, quizás con ayuno. Pero conforme a la revelación en la Biblia, esta espera es innecesaria. Cristo ya lo logró todo por nosotros y, como Aquel que está en los cielos y en nosotros, Él está listo para suministrarnos. No es necesario esperar en Él; más bien, Él espera en usted. Él está esperando a que usted le hable, diciendo: “Señor, dame Tu Espíritu”. Tan pronto como usted le hable de esta manera, recibirá el Espíritu de vida.

  La roca en Números 20 representa al Cristo crucificado y resucitado. Tal Cristo es el Cristo que está listo. Él está listo para darle todo lo que usted necesite. Usted necesita maná, y Él es el maná. Usted necesita el agua viva, y Él es el agua viva. Dígale que le dé lo que usted necesita. Él espera que usted haga esto.

  Cada vez que le hablamos al Cristo que es la roca, diciéndole que nos dé el agua viva, debemos tener la vara en nuestra mano. Eso significa que mientras le hablamos a la roca, debemos aplicarnos la muerte de Cristo y tener presente que somos personas crucificadas. Cristo fue crucificado, y nosotros debemos identificarnos con Él en Su muerte. Si no nos aplicamos la muerte de Cristo, no recibiremos el suministro de agua viva. Tomemos la vara, mantengámosla en nuestra mano y digamos: “Señor Jesús, aplico Tu muerte a mí mismo, y te pido que me des Tu Espíritu”.

  Aplicarnos la muerte de Cristo al mismo tiempo que le pedimos a Él que nos dé el Espíritu de vida, es algo que concuerda completamente con la economía de Dios. Sin embargo, no muchos cristianos, incluyendo a los que están entre nosotros, conocen la naturaleza y economía de Dios a este grado. Es por eso que los creyentes en su mayoría desconocen lo que se revela en el capítulo 20 de Números. ¡Que nuestros ojos sean abiertos para que veamos lo que este capítulo presenta en cuanto a la naturaleza y economía de Dios! Que veamos que nuestra actitud para con el pueblo de Dios debe concordar con la naturaleza de Dios, y además veamos que, en la economía de Dios, la manera de recibir al viviente Espíritu como suministro de vida consiste en aplicar la muerte de Cristo a nosotros mismos y luego simplemente pedir por el Espíritu de vida.

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