Mensaje 33
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Lectura bíblica: Nm. 22:1-40; 2 P. 2:15-16; Jud. 11
Los capítulos del 22 al 25 de Números tratan sobre el hostigamiento por parte de Balac y Balaam. En este mensaje hablaremos acerca de las malas intenciones de Balac (22:1-40).
En Números 22 el enemigo no sólo cambió sus medios de combate, sino también su modo de combatir. Al principio, en Éxodo, Satanás usó el ejército egipcio para obstaculizar a los hijos de Israel. Cuando ellos estaban a punto de cruzar el mar Rojo, los egipcios los seguían muy de cerca. Más tarde, en el desierto, el pueblo de Dios tuvo que pelear contra Amalec (Éx. 17:8-16). Como vimos en el mensaje anterior, los israelitas también enfrentaron y derrotaron a los reyes de Arad, a los amorreos y a Basán, y destruyeron sus ciudades y se apoderaron de sus tierras (Nm. 21:1-3, 21-35). Después de derrotar a estos reyes, los hijos de Israel estaban listos para cruzar el Jordán y entrar en la buena tierra. Debido a ello, el enemigo cambió su modo de combatir contra Israel.
“Vio Balac, hijo de Zipor, todo lo que Israel había hecho a los amorreos. Y Moab tuvo gran temor del pueblo, porque era mucho; y se angustió Moab a causa de los hijos de Israel” (vs. 2-3). Balac, el rey de Moab, tuvo gran temor a causa de los hijos de Israel y de sus victorias. Temía que lo fueran a derrotar y se apoderaran de su territorio. “Dijo Moab a los ancianos de Madián: Ahora lamerá esta multitud todos nuestros contornos, como lame el buey la hierba del campo” (v. 4a). Balac parecía decir: “Este poderoso pueblo me devorará a mí y a mi tierra. ¿Qué puedo hacer para combatir contra ellos?”. Comprendiendo que no podía derrotar a Israel ni militar ni políticamente, Balac optó por una manera religiosa de proceder.
Como lo indica Números 22, la manera religiosa de proceder está estrechamente vinculada con Moab y Madián. Moab era un hijo nacido del incesto de Lot con una de sus hijas (Gn. 19:30-38). Por tanto, Moab representa el fruto de la concupiscencia de la carne. Madián era muy cercano a los hijos de Ismael, quien —en contraste con Isaac que representa lo nacido del Espíritu— representa la carne. Sin duda alguna, Madián también representa la carne. Balaam tenía mucho que ver con Moab y Madián, puesto que Balac los usó para inducir a Balaam a que viniera y maldijera a Israel. Estos cuatro —Balac, Moab, Madián y Balaam— se hicieron uno.
Cuando los ancianos de Moab y de Madián vinieron a Balaam, éste les dijo: “Pasad la noche aquí, y os responderé según Jehová me diga” (Nm. 22:8a). Balaam dijo que hablaría con Dios y vería qué diría Dios. Da la impresión de que Balaam era muy espiritual; al menos era una persona muy religiosa. Sin embargo, Balaam definitivamente estaba equivocado. Balaam sabía que Balac quería que él maldijera al pueblo de Dios, los hijos de Israel (v. 6). Si Balaam hubiese sido fiel a Dios, él habría dicho: “Balac, mientras tus planes sean destruir a Israel, no cuentes conmigo. Yo amo a Dios, y los hijos de Israel son el pueblo de Dios”. No obstante, aunque Balaam sabía que las malas intenciones de Balac eran causar perjuicio al pueblo de Dios, Balaam dijo a los mensajeros que le preguntaría a Dios si debería ir con ellos o no. ¡Cuán absurdo fue esto!
Hoy en día nosotros podríamos hacer algo tan absurdo como lo que hizo Balaam. Por ejemplo, supongamos que alguien le sugiriera participar en cierta clase de entretenimiento mundano, y usted le dijera a esa persona que le gustaría considerar el asunto delante del Señor para ver si el Señor está de acuerdo o no con ello. En principio, esta acción de considerar tal asunto delante del Señor sería igual a lo que Balaam hizo en Números 22.
Usemos como otro ejemplo la manera en que nos peinamos. ¿Le agrada al Señor la forma en que usted se peina? Supongamos que una hermana desea peinarse de una manera muy mundana. Aunque sabe que el Señor no está de acuerdo con ese estilo, ella intenta orar al respecto. Su manera de considerar este asunto es igual, en naturaleza, a lo que hizo Balaam.
Hay muchas ocasiones en las que sabemos que hacer cierta cosa no es del Señor y, a pesar de ello, intentamos buscar la dirección del Señor al respecto. Aunque sabemos que aquello está errado, le preguntamos al Señor si debemos hacerlo a no. Esto podría conducir al autoengaño. En Números 22 Balaam iba por el camino que conduce al autoengaño.
En 22:9-14 Dios detuvo a Balaam. Dios le dijo: “No irás con ellos; no maldecirás al pueblo, porque bendito es” (v. 12). Balaam entonces les dijo a los mensajeros de Balac que el Señor no le dejaba ir con ellos.
Balac era realmente diabólico. Cuando los mensajeros le dijeron que Balaam había rehusado venir con ellos, volvió Balac a enviar príncipes, más numerosos y más honorables que los otros, para inducir a Balaam a que viniera (vs. 14-15). Es probable que estos mensajeros hubieran ido a Balaam con presentes de parte de Balac. Ellos hablaron con Balaam en nombre de Balac, y le rogaron a Balaam que por Balac maldijera a los hijos de Israel.
“Balaam respondió y dijo a los siervos de Balac: Aunque Balac me diera su casa llena de plata y oro, no puedo traspasar la palabra de Jehová mi Dios para hacer cosa chica ni grande. Os ruego, por tanto, ahora, que reposéis aquí esta noche, para que yo sepa qué más me dice Jehová” (vs. 18-19). Si Balaam hubiese sido fiel, les habría dicho a los mensajeros de Balac que el Señor no le permitiría ir con ellos. Pero en vez de ello, les dijo que acudiría al Señor de nuevo para buscar Su dirección. Esto también tenía que ver con el autoengaño en que había caído Balaam.
Dios le permitió ir a Balaam, y Balaam fue (vs. 20-21; 2 P. 2:15; Jud. 11). Dios vino a Balaam de noche y le dijo: “Ya que vinieron para llamarte estos hombres, levántate; vete con ellos, pero sólo harás lo que Yo te diga” (Nm. 22:20). Balaam, por tanto, partió con los príncipes de Moab (v. 21).
Es posible que Balaam se hubiera basado en lo que el Señor le dijo para decir que hacía la voluntad de Dios al ir con los mensajeros de Balac. En realidad, Balaam estaba haciendo su propia voluntad, no la voluntad de Dios. Debido a que Balaam deseaba ir con los mensajeros de Balac, Dios le dijo que fuera. Nuestra situación hoy en día podría ser similar. Si queremos hacer cierta cosa, e incluso insistimos en hacerla, el Señor podría finalmente permitirnos llevarla a cabo.
“La ira de Dios se encendió porque él iba, y el Ángel de Jehová se puso en el camino por adversario suyo” (v. 22a). Cuando el asna sobre la cual estaba montado Balaam vio al Ángel de Jehová, ella se arrimó a la pared (v. 25). Cuando vio al Ángel de Jehová de nuevo, se echó al suelo, debajo de Balaam (v. 27). Finalmente, debido a que Balaam la azotaba con un palo, Dios abrió la boca al asna, y ella habló a Balaam (vs. 28-30). Esto fue un verdadero milagro. “Entonces Jehová abrió los ojos de Balaam, y vio al Ángel de Jehová de pie en el camino con Su espada desenvainada en Su mano. Y se inclinó y se postró sobre su rostro” (v. 31).
Noten que en nuestro texto, Ángel de Jehová aparece en mayúsculas para indicar que este ángel es Cristo. En el Antiguo Testamento, la expresión el Ángel de Jehová se refiere a Cristo. Por ejemplo, cuando Moisés fue llamado por Dios, él fue llamado directamente por el Ángel de Jehová, es decir, fue llamado directamente por Cristo (Éx. 3:2, 4). Si leemos Números 22 detenidamente, veremos que el Ángel de Jehová aquí es Dios mismo. El Señor mismo fue quien lidió con este profeta codicioso.
Pese a que se enteró de la verdadera situación, viendo al Ángel de Jehová que le salió en el camino, Balaam no retrocedió; en vez de ello, siguió adelante. Balaam sabía que no era correcto ir. Él le dijo al Ángel de Jehová: “He pecado, porque no sabía que Tú te ponías delante de mí en el camino; mas ahora, si te desagrada, yo me volveré” (v. 34). Con todo, el Ángel de Jehová le permitió ir, pero le dijo: “Sólo la palabra que Yo te diga, ésa hablarás” (v. 35).
Cuando llegó Balaam, Balac salió a recibirlo en la ciudad de Moab (vs. 36-40). Como veremos en los siguientes mensajes, Balac no obtuvo lo que quería, pero Dios sí obtuvo lo que deseaba. Aunque Balaam era un profeta codicioso, seguía bajo el control de Dios.
El relato acerca de Balaam en Números 22 contiene una valiosa lección que todos debemos aprender hoy. La lección aquí es que no debemos buscar la voluntad del Señor mientras tengamos el deseo de hacer ciertas cosas. Si tenemos un deseo particular, y aun así pretendemos buscar la voluntad del Señor, el resultado será el autoengaño. Debemos aprender a buscar la voluntad del Señor sin tener ningún otro deseo. Eso significa que debemos orar con sencillez: “Señor, aquí estoy buscando Tu voluntad. Mi único deseo es conocer Tu voluntad y hacerla”. Si éste es nuestro caso, conoceremos la voluntad de Dios. No obstante, si al buscar la voluntad del Señor lo hacemos inclinados a llevar a cabo nuestros propios deseos, es probable que nos engañemos a nosotros mismos, al igual que Balaam se engañó a sí mismo.