Mensaje 34
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Lectura bíblica: Nm. 22:41; 23:1-26
En el mensaje anterior vimos las malas intenciones de Balac. En este mensaje empezaremos a considerar el profetizar de Balaam en parábolas (22:41—23:25). La palabra hebrea traducida “parábola” en Nm. 23:7, 18; 24:3, 15, 20-21 también puede traducirse “proverbio”. Aquí preferimos usar la palabra parábola. Las profecías de Balaam no eran proverbios, sino parábolas.
La primera parábola de Balaam se encuentra en Nm. 22:41; 23:1-12.
“Por la mañana Balac tomó a Balaam y lo hizo subir a Bamot-baal, y desde allí vio el extremo del pueblo” (22:41). En el Antiguo Testamento, los lugares altos eran los lugares en que la gente adoraba ídolos. Baal era el nombre de un ídolo. Por consiguiente, los lugares altos de Baal, Bamot-baal, eran los lugares en los que la gente adoraba al ídolo de Baal.
“Balaam dijo a Balac: Edifícame aquí siete altares, y prepárame aquí siete novillos y siete carneros. Balac hizo tal como había dicho Balaam” (23:1-2a). Lo que dice Balaam indica que la adoración en la que él se involucró era una mixtura. Edificar un altar concuerda con el proceder de Dios. Sin embargo, aquí Balaam mezcló la adoración a Dios con la adoración a Baal.
“Ofrecieron Balac y Balaam un novillo y un carnero en cada altar” (v. 2b). ¿A quién se los ofrecieron: a Jehová o a Baal? Debido a la mixtura de la adoración a Dios con la adoración a Baal, es difícil determinar aquí a quién presentaron sus ofrendas.
Tal mixtura en la adoración puede ser hallada también en el catolicismo. En la Iglesia Católica se presentan ofrendas, pero no se sabe con certeza a quién se presentan. Aparentemente, las ofrendas en la Iglesia Católica se presentan a Dios; en realidad, tales ofrendas se presentan a diferentes ídolos e imágenes. De esta manera, la religión católica ha mezclado la adoración a Dios con la adoración a ídolos. En la actualidad, dicha adoración ni siquiera es una mixtura, pues simplemente consiste en la adoración a ídolos.
Balac y todos los príncipes de Moab se pusieron junto al holocausto de Balaam (vs. 3, 6). Jehová puso palabra en la boca de Balaam, y Balaam profetizó en una parábola (vs. 4-5, 7-10).
La situación aquí es bastante extraña. Las ofrendas no fueron ofrecidas a Jehová: más bien, de una manera ambigua, éstas fueron ofrecidas a Baal. No obstante, Dios, por el bien de Su pueblo Israel, rigió sobre Balaam. Indudablemente, Balaam tenía el deseo y la intención en su corazón de maldecir a Israel a fin de complacer a Balac y recibir más dinero. Pero el Señor, quien observaba la situación y regía, puso palabra en la boca de Balaam, y Balaam no tuvo otra alternativa que hablar la palabra de Dios.
Lo dicho en los versículos del 7 al 10 sin duda fue inspirado por Dios. La mente humana no es capaz de componer semejante parábola, la parábola que expresó Balaam a modo de profecía. Esto constituye una clara evidencia de que la Biblia fue inspirada por el Dios vivo, todopoderoso y que habla. Veamos ahora algunos aspectos de la primera parábola de Balaam.
Balac le había dicho a Balaam: “¡Ven, maldíceme a Jacob; / y ven, execra a Israel!” (v. 7b). Sin embargo, esto era imposible. Balaam dijo: “¿Cómo maldeciré yo al que Dios no ha maldecido? / ¿Y cómo he de execrar al que Jehová no ha execrado? / Porque de la cumbre de las peñas lo veo, / y desde los collados lo contemplo. / He aquí un pueblo que vive solo, / que no se cuenta entre las naciones” (vs. 8-9). Lo dicho respecto a que el pueblo de Israel vive solo y que no se cuenta entre las naciones indica que ellos constituían un pueblo santo, santificado, un pueblo separado de las naciones.
En el versículo 10 Balaam añadió: “¿Quién contará el polvo de Jacob, / o el número de la cuarta parte de Israel? / ¡Muera yo la muerte de los rectos, / y mi fin sea como el suyo!”. Aquí vemos la bendición de tener un incremento numérico. Jacob, al igual que el polvo, sería innumerable, incontable. Nadie podría contar ni siquiera la cuarta parte de Israel. Además, lo dicho acerca de la muerte de los rectos son palabras de gran bendición y manifestación de aprecio.
La primera parábola fue una bendición dada a los hijos de Israel por ser un pueblo que vive solo, un pueblo particular y especial que habita solo y que no se cuenta entre las naciones. Puesto que este pueblo sería bendecido con incremento abundante, nadie podría contarlos. Después de pronunciar tan grande bendición, Balaam expresó su aprecio por Israel.
Las palabras de bendición y aprecio que Balaam expresó acerca de Israel ofendieron a Balac. Ésta fue la razón por la que Balac le dijo: “¿Qué me has hecho? Te he traído para que maldigas a mis enemigos, pero los has colmado de bendiciones” (v. 11). A esto, respondió Balaam: “¿No cuidaré de decir lo que Jehová ponga en mi boca?” (v. 12).
En 23:13-26 vemos la segunda parábola de Balaam.
“Le dijo Balac: Ven ahora conmigo a otro lugar desde el cual los veas. Sólo el extremo de ellos verás, y no los verás a todos; desde allí maldícemelos. Y lo llevó al campo de Zofim, a la cumbre del Pisga, y edificó siete altares y ofreció un novillo y un carnero en cada altar” (vs. 13-14). Balac llevó a Balaam a otro lugar, a un monte, y al igual que en los versículos 1 y 2, edificó siete altares.
Una vez más, Balac y todos los príncipes de Moab se pusieron junto al holocausto de Balaam; de nuevo Jehová puso palabra en la boca de Balaam, y Balaam profetizó en una segunda parábola (vs. 15-24).
Una de las líneas más sobresalientes de esta parábola se halla en el versículo 21: “No ha notado iniquidad en Jacob, / ni ha visto agravio en Israel”. ¿Cómo pudo expresar Balaam estas palabras, puesto que Israel no era perfecto y Dios podía ver todas las iniquidades de Su pueblo? La respuesta es que lo dicho aquí no corresponde a la perspectiva humana, sino a la perspectiva divina. La perspectiva de Dios es diferente de la nuestra. Si comprendemos esto, tendremos cuidado de hablar sobre los defectos de los santos. Según nuestra perspectiva, cierto santo puede tener muchos defectos, pero según la perspectiva de Dios, ese santo es perfecto.
¿Cómo conciliar lo dicho en el versículo 21 con el hecho tan obvio de que los hijos de Israel tenían muchas iniquidades? Esta aparente contracción es conciliada por el hecho de que el pueblo redimido de Dios posee un estatus doble: su estatus en sí mismo y su estatus en la obra redentora de Dios. Esto mismo se aplica a nosotros como creyentes hoy en día. En nosotros mismos tenemos muchos defectos, pero nosotros —en la obra redentora de Dios y en Cristo— no tenemos defecto alguno. Cuando Dios nos mira, Él no nos ve conforme a lo que somos por nosotros mismos, sino conforme a lo que somos en Cristo. Dios no mira lo que Sus redimidos son en sí mismos. Incluso podríamos decir que Él ya se ha olvidado de lo que somos en nosotros mismos. Al decir esto nos basamos en el hecho de que Dios ya nos perdonó, y cuando Dios perdona, Él olvida (He. 8:12). Dios nos puso a todos en Cristo (1 Co. 1:30). Puesto que nos puso en Cristo, cuando Él nos mira, nos ve en Cristo. La perspectiva que Dios tiene de nosotros es que en Cristo no tenemos ninguna iniquidad.
El mismo principio se aplica a la perspectiva que Dios tiene de la vida de iglesia. Según nuestra perspectiva, la vida de iglesia tal vez sea muy deficiente; pero según la perspectiva de Dios, la vida de iglesia es gloriosa. Dios no ha notado iniquidad en la iglesia.
Números 23:21 dice que Dios no ha visto agravio en Israel. Aquí la palabra agravio significa adversidad o calamidad, las cuales hacen que la gente se turbe. Esta clase de turbación es aun peor que la iniquidad. A los ojos de Dios, en Su pueblo Israel no había ni iniquidad ni agravio.
Según el mismo principio, Dios no ve iniquidad ni agravio alguno en la vida de iglesia, porque la iglesia está en Cristo. En Cristo fuimos escogidos, redimidos y salvos de la esclavitud que produjo la caída. Así que, según la perspectiva de Dios, nosotros ya fuimos rescatados de la caída, de la condenación y de nosotros mismos. Por consiguiente, podemos afirmar que en Cristo la vida de iglesia es gloriosa. La primera línea del coro de un himno que trata sobre la iglesia (Himnos, #369) habla de la “gloriosa iglesia”. Ya que la vida de iglesia es gloriosa únicamente en Cristo, sugiero que añadamos las palabras en Cristo al final de esa línea, y cantemos: “¡Gloriosa iglesia en Cristo!”. Tal vez podríamos hacer otro cambio y cantar así: “¡Gloriosa iglesia, en Cristo, mas no en nosotros mismos!”. En nosotros mismos, la vida de iglesia no es gloriosa, pero en Cristo la vida de iglesia es verdaderamente gloriosa.
Dios ciertamente tenía base para decir que Él no notaba iniquidad en Jacob ni veía agravio en Israel. Su pueblo había sido redimido y perdonado; por tanto, Dios podía decir que en ellos no había iniquidad. Balaam, regido e inspirado por Dios, no tuvo otra alternativa que declarar que Dios no notaba iniquidad ni veía agravio en los hijos de Israel.
En Números 23:21 Balaam dijo también: “Jehová su Dios está con él, / y en medio de él hay grito de rey”. ¿Quién es ese rey? Yo creo que, en definitiva, ese rey se refiere a Cristo. Por tanto, el hecho de que en medio de él haya grito de rey significa que el grito de Cristo está entre ellos.
El versículo 22 dice que es Dios quien ha sacado a Su pueblo de Egipto. Este versículo también nos dice que Israel “tiene fuerzas como los cuernos del buey salvaje”. El versículo 23 dice que no hay encantamiento, ni adivinación contra Israel, porque “será dicho de Jacob / y de Israel: ¡Lo que ha hecho Dios!”. Finalmente, en el versículo 24, la segunda parábola concluye, diciendo: “He aquí, el pueblo como leona se levanta, / y como león se yergue. / No se echará hasta que devore la presa / y beba la sangre de los muertos”. La leona y el león, y los cuernos del buey salvaje, todos hacen referencia al combate que libra el pueblo de Israel.
Después que Balaam expresó su segunda parábola, Balac le dijo: “No lo maldigas, ni lo bendigas” (v. 25). Aquí Balac le pedía a Balaam que tomase una postura neutral en cuanto al pueblo de Dios.