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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Números»
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Mensaje 40

COMBATEN

(9)

  Lectura bíblica: Nm. 28:1-31

VIII. LOS ESTATUTOS

  Números 28:1—30:16 trata sobre los estatutos con respecto a las ofrendas (28:1—29:40) y con respecto a los votos (30:1-16). En este mensaje comenzaremos a considerar los estatutos con respecto a las ofrendas.

A. Con respecto a las ofrendas

1. Las ofrendas presentadas por fuego, aroma que satisface a Dios: el alimento de Dios

  Jehová habló a Moisés, diciendo: “Manda a los hijos de Israel y diles: Cuidaréis de presentarme a su tiempo señalado Mi ofrenda, Mi alimento para Mis ofrendas presentadas por fuego, aroma que me satisface” (28:2). En este versículo Dios habla de Su alimento. Al parecer, Él le pide a Su pueblo que no se olvide de Su alimento. Él quiere que ellos se acuerden de darle algo de comer. Aquí Dios parece decirle a Su pueblo: “Yo he hecho bastante por ustedes. He preparado el alimento y la bebida. Ahora les pido que se ocupen de Mi alimento. Mi alimento es las ofrendas que ustedes me presentan. Estas ofrendas son un aroma que me satisface”. Dios quería que Moisés, antes de que fuera reunido a sus padres, mandara al pueblo que se ocupara del alimento de Dios, que le ofreciera el alimento a su tiempo. ¿Había oído usted antes que Dios desea algo de comer? Mientras comemos nuestro alimento, debemos recordar que Dios también desea alimento y que debemos prepararle algo para que coma.

  Hebreos 10:5-9 indica que Cristo es la realidad de todas las ofrendas del Antiguo Testamento y las reemplaza. Los versículos 8 y 9 dicen: “‘Sacrificios y ofrendas y holocaustos y sacrificios por el pecado no quisiste, ni te complacieron’ (cosas que se ofrecen según la ley), y diciendo luego: ‘He aquí que vengo para hacer Tu voluntad’; quita lo primero, para establecer lo segundo”. Aquí la voluntad de Dios consiste en quitar lo primero, los sacrificios animales del antiguo pacto, para que lo segundo, el sacrificio neotestamentario de Cristo, fuera establecido. Las ofrendas del nuevo testamento son Cristo mismo. Hoy Dios no quiere sacrificios animales ni se agrada de ellos; lo que Él desea y lo único que le complace es una sola persona: Cristo.

  Antes de continuar con el tema del alimento de Dios en Números 28, consideremos la secuencia de los capítulos del 25 al 28. En el capítulo 25 los hijos de Israel tuvieron un gran fracaso, pues cayeron en fornicación, que causó daño a su humanidad, y cayeron en idolatría, que insultó la persona de Dios. Como resultado de este fracaso, veinticuatro mil israelitas murieron a causa de una plaga. Si nosotros hubiéramos estado allí, habríamos pensado que, debido a esa lamentable situación, Dios ya no tendría nada que ver con Su pueblo, aquellos en quienes Él había venido trabajando por tanto tiempo y por quienes había hecho tanto.

  Sin embargo, Dios no había desechado a los hijos de Israel. Esto lo demuestra el hecho de que se efectuara el segundo conteo en el capítulo 26. Dios todavía tenía un número de personas, y el total de los contados en el capítulo 26 fue casi el mismo que el total del capítulo 1 (26:51; 1:46). Cuando se hizo el primer conteo, no había sucedido ningún problema ni había sido reducido el número del pueblo a causa del castigo de Dios. El segundo conteo ocurrió después de muchos problemas y después que se redujo el número del pueblo a causa del juicio. No obstante, a pesar de todas las adversidades, disturbios, tentaciones, fracasos y reducción en el número del pueblo, Dios todavía tenía para Sí prácticamente el mismo número que tenía al principio. Independientemente de lo que el enemigo había hecho e independientemente de los fracasos del pueblo, Dios, por Su gracia y Sus actos soberanos, aún contaba con un número que superaba los seiscientos mil.

  Después del conteo mencionado en el capítulo 26, en 27:1-11 encontramos el estatuto de derecho para que las mujeres hereden la buena tierra. Las cinco hijas de Zelofehad vinieron a Moisés con la petición de que, puesto que no había hijos herederos, se les permitiera poseer a ellas la herencia de su padre. Su petición, la cual en realidad guardaba relación con ganar más de Cristo, les fue concedida, porque ellas tenían un motivo elevado y puro, esto es: valoraban la herencia (la gracia) dada por Dios.

  Números 27:12-23 trata sobre la muerte de Moisés y su sucesor. Moisés tenía ciento veinte años de edad, y el Señor le dijo que le había llegado la hora de reunirse a su pueblo. Su inminente partida suscitó la cuestión del liderazgo. ¿Quién sería su sucesor? Cuando Dios le dijo que él sería reunido a su pueblo, Moisés dijo: “Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la asamblea, que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca; para que la asamblea de Jehová no sea como ovejas sin pastor” (vs. 16-17). Esto indica que Moisés no le dio importancia a que perdería el liderazgo. Su corazón no estaba centrado en su situación personal, sino en el pueblo de Dios. Moisés parecía decirle al Señor: “Es correcto y justo que yo sea reunido a mi pueblo. Pero Señor, ¿quién se encargará de Tu pueblo? Si el pueblo no tiene quien lo saque y lo introduzca, serán como ovejas sin pastor”. El Señor le respondió a Moisés diciéndole que tomara a Josué y lo pusiera delante del sacerdote y de toda la asamblea, que pusiera sus manos sobre él para poner sobre Josué algo de su honra, y luego, que le que le diera el encargo de ser el líder (vs. 18-23). De esta manera, Dios levantó a un nuevo líder.

  Al final del capítulo 27 vemos un cuadro maravilloso: el cuadro de un pueblo nuevo, un ejército nuevo y un líder nuevo. El pueblo nuevo había sido contado una vez más, el ejército nuevo había sido formado otra vez y había sido fortalecido, y el líder nuevo había sido designado para servir, no solo, sino con Eleazar el sacerdote, quien recibiría las instrucciones divinas por medio del Urim y el Tumim. Eso significa que entre el pueblo había una teocracia nueva. Por consiguiente, al final de este capítulo vemos un pueblo nuevo, un ejército nuevo y una teocracia nueva.

  Después de todos los eventos presentados en los capítulos del 25 al 27, encontramos en el capítulo 28 el asunto crucial del alimento de Dios. Al comienzo de este capítulo, Dios interviene y parece decirle al pueblo: “¿Tienen todo lo que necesitan? ¿Están satisfechos y contentos? ¿Qué de Mí y de Mi satisfacción? Deben encargarse de Mi alimento. Por muchos años Yo me he ocupado de sus necesidades. Les he preparado todo de una manera nueva y completa, y ahora están listos para poseer la tierra que les prometí a sus antepasados. Ahora les pido que no se olviden de Mí. Recuerden que tengo hambre y que necesito Mi alimento”.

  Dios tiene hambre y desea comer. Aunque Dios es todopoderoso, Él no puede proveerse a Sí mismo algo de comer. Su alimento debe provenir de Su pueblo. Es por eso que dijo: “Cuidaréis de presentarme a su tiempo señalado Mi ofrenda, Mi alimento para Mis ofrendas presentadas por fuego, aroma que me satisface” (28:2).

2. Presentadas a Dios a su tiempo señalado

  El alimento debía ser presentado a Dios “a su tiempo señalado” (v. 2b). Como veremos, Dios necesita comer diariamente, semanalmente, mensualmente y anualmente. Él desea disfrutar de algo diariamente, semanalmente, mensualmente y anualmente. El alimento dado a Dios anualmente está relacionado con las fiestas anuales.

a. El holocausto continuo para cada día

  Números 28:3-8 habla sobre el holocausto continuo para cada día. Esta ofrenda diaria consistía de dos corderos de un año sin defecto (v. 3). Se ofrecía un cordero por la mañana juntamente con la décima parte de un efa de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de harina, y además su libación, una cuarta parte de un hin (vs. 4, 7). El otro cordero se ofrecía al crepúsculo con la misma ofrenda de harina y con la misma libación (v. 8). La libación debía ser derramada ante Jehová en el santuario. (Para más detalles sobre las ofrendas, véase el Estudio-vida de Levítico). Esto era el alimento de Dios de cada día, alimento que incluía carne, pan (la ofrenda de harina) y bebida.

b. El holocausto para cada Sábado

  Además del holocausto continuo para cada día, se ofrecía un holocausto cada Sábado (vs. 9-10). Esta ofrenda consistía de dos corderos de un año sin defecto, dos décimas de un efa de flor de harina como ofrenda de harina, y su libación.

c. El holocausto para el comienzo de cada mes

  Se ofrecía también un holocausto al comienzo de cada mes (vs. 11-15). Dios, en Su creación, estableció que hubieran doce meses en un año. Al comienzo de cada mes, Dios quería comer algo particular, y se le requirió a Su pueblo prepararle ese alimento. En primer lugar, ese holocausto incluía dos novillos junto con tres décimas de un efa de flor de harina como ofrenda de harina, y su libación, medio hin de vino por cada novillo. En segundo lugar, el pueblo también debía ofrecer un carnero junto con dos décimas de un efa de flor de harina como ofrenda de harina, y su libación, la tercera parte de un hin. Este holocausto mensual también incluía siete corderos de un año sin defecto, junto con una décima de un efa de flor de harina como ofrenda de harina, y su libación, la cuarta parte de un hin por cada cordero. Además, en contraste con los holocaustos diarios y semanales, el holocausto mensual tenía que incluir un macho cabrío como ofrenda por el pecado. Dios, por supuesto, es completamente ajeno al pecado; pero los servidores eran pecaminosos y debían ser redimidos a fin de ser hechos aptos para servir a Dios. Si hemos de servir a Dios y ofrecerle Su alimento, debemos ofrecer una ofrenda por el pecado.

d. El holocausto después de la Pascua

  Las ofrendas de Números 28 y 29 siguen dos líneas: la línea de la vida humana ordinaria y la línea de las fiestas anuales. Las ofrendas para la vida ordinaria se ofrecían diariamente, semanalmente y mensualmente, pero las ofrendas para las fiestas se ofrecían anualmente.

  En cuanto a las fiestas anuales, necesitamos ver que ellas corresponden a nuestra experiencia espiritual. Nuestra vida espiritual comienza con la Pascua y concluye con el Pentecostés (la Fiesta de las Semanas). En el Pentecostés tenemos la plenitud del Espíritu consumado como nuestro disfrute y también como alimento de Dios. La secuencia de estas fiestas es maravillosa y muy significativa.

  En 28:16-25 se menciona el holocausto después de la Pascua. La Pascua duraba sólo un día, el decimocuarto día del primer mes. En el día decimoquinto de ese mes comenzaba a celebrarse la Fiesta de los Panes sin Levadura, la cual duraba siete días. En el primero y séptimo días de esa fiesta, debía haber una santa convocación, y durante esos días no se debía hacer ningún tipo de trabajo. En lugar de trabajo, debía haber descanso y disfrute. La ofrenda para cada uno de los siete días era la misma que se ofrecía al comienzo de cada mes.

e. El holocausto para la Fiesta de las Semanas

  Números 28:26-31 habla sobre el holocausto para la Fiesta de las Semanas. Este holocausto se ofrecía el día de las primicias, es decir, el quincuagésimo día de la Fiesta de las Semanas (v. 26), cuando se presentaba una nueva ofrenda de harina a Jehová (Lv. 23:10-11, 15-16). Ese mismo día se tenía una santa convocación y no se hacía ningún tipo de trabajo. La ofrenda para la Fiesta de las Semanas era la misma que se presentaba al comienzo del mes.

  Dios necesita alimento cada día, cada semana, cada mes y cada año. Además del alimento común, Dios desea disfrutar el alimento que se ofrece en las fiestas anuales. Hemos señalado que estas fiestas corresponden a nuestra experiencia espiritual. La Pascua tipifica a Cristo, quien es nuestra Pascua (1 Co. 5:7), y el Pentecostés tipifica al Dios Triuno procesado, quien ha llegado a ser el Espíritu consumado y vivificante, el cual se imparte a nosotros. Tal Espíritu es la plenitud del Dios Triuno y también la consumación de nuestro disfrute de Cristo.

  Todas las ofrendas descritas en Números 28, las cuales son el alimento de Dios, apuntan a Cristo. Esto indica que Cristo no solamente es nuestro alimento, sino también el alimento de Dios. Dios y nosotros disfrutamos del mismo alimento: Cristo. El centro de Números 28 es Cristo. Cristo es la sustancia intrínseca de este capítulo.

  Cristo también es la paz que nos capacita para tener comunión con Dios. La mejor comunión es la que se tiene mientras se come. Si queremos disfrutar de la mejor comunión con Dios, debemos servirle a Cristo como Su alimento. Entonces, mientras tenemos comunión con Dios, nosotros y Dios disfrutaremos mutuamente a Cristo al comerle y beberle.

  Aunque Cristo es el alimento de Dios, Él no es el alimento de Dios de una manera directa; más bien, Cristo es el alimento de Dios que nosotros le servimos.

  Al final, sin embargo, el alimento de Dios también llega a ser nuestro alimento. Si leemos el libro de Levítico detenidamente, veremos que el holocausto debía ser completa e íntegramente incinerado para satisfacción de Dios. Ninguna porción del holocausto debía ser comida por quienes la ofrecían. Sin embargo, el holocausto iba acompañado de una ofrenda de harina, cuya mayor parte era para los oferentes. Esto indica que cuando servimos a Dios, ofrendándole Cristo como Su alimento, Dios se ocupa de nosotros. Es como si Dios nos dijera: “Ustedes me sirven Mi alimento, y ahora Yo quisiera compartir una porción de este alimento con ustedes”. De esta manera disfrutamos a Cristo juntamente con Dios. Mientras nosotros disfrutamos del banquete, Dios también disfruta de dicho banquete. Él come con nosotros, y nosotros comemos con Él. En mutualidad, Dios y nosotros participamos juntos del Cristo todo-inclusivo como nuestro banquete.

  El holocausto tipifica a Cristo como Aquel que, en calidad de hombre, vive absolutamente entregado a Dios y le satisface. La ofrenda de harina tipifica a Cristo en Su humanidad perfecta, fina y equilibrada. La libación tipifica al Cristo que se derrama para Dios. Mientras Cristo moría en la cruz, Él se derramaba a Sí mismo como libación ante Dios. La ofrenda por el pecado tipifica a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, que nos redime devolviéndonos a Dios y resuelve el problema de nuestro pecado, nuestros pecados y nuestros fracasos. Al poseer a Cristo como todas estas ofrendas, podemos disfrutar a Cristo juntamente con Dios. Primero, nosotros disfrutamos a Cristo como Aquel que nos fue dado por Dios. Habiendo experimentado a Cristo, lo ofrendamos a Dios como Su alimento, y después Dios comparte con nosotros una porción del Cristo que le hemos ofrendado.

  A estas alturas, quisiera decir algo más acerca de las primeras cuatro de las siete fiestas anuales, que van desde la Pascua hasta la Fiesta de las Semanas, que es la Fiesta de Pentecostés. La Pascua representa el comienzo de nuestra vida cristiana. Cristo vino a ser el Cordero de Dios que quitó nuestro pecado y nuestros pecados para que Dios, en Su justicia, pudiera pasar por encima de nosotros. Como resultado, fuimos salvos, justificados y regenerados. Esto marca el comienzo de nuestra vida cristiana.

  Inmediatamente después de ser salvos, debemos celebrar la Fiesta de los Panes sin Levadura. No tener levadura equivale a estar exento de pecado. La Fiesta de los Panes sin Levadura indica que después de ser salvos y regenerados, debemos llevar una vida exenta de pecado.

  En 1 Corintios 5:7b y 8 Pablo hace referencia tanto a la Pascua como a la Fiesta de los Panes sin Levadura. “Porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. En esta Pascua Cristo no sólo es el Cordero pascual, sino toda la Pascua. Para ser nuestra Pascua, Él fue sacrificado en la cruz a fin de redimirnos y reconciliarnos con Dios. La Fiesta de los Panes sin Levadura duraba siete días, lo cual denota un período completo, el mismo que representa todo el curso de nuestra vida cristiana, desde el día de nuestra conversión hasta el día del arrebatamiento. Ésta es una larga fiesta que debemos celebrar, no con el pecado de nuestra vieja naturaleza, la vieja levadura, sino con panes sin levadura, que son el Cristo de nuestra nueva naturaleza como nuestro alimento y disfrute. Sólo Él es el suministro vivo de sinceridad y verdad, absolutamente puro, sin mezcla, y lleno de realidad.

  La vida cristiana da por resultado la vida de iglesia. Este resultado incluye varios asuntos. En particular, incluye la resurrección de Cristo. Después de la Pascua y de la Fiesta de los Panes sin Levadura, se celebraba la Fiesta de las Primicias. El día de las primicias fue el día en que Cristo resucitó, el día en que Él llegó a ser las primicias para ser ofrecido a Dios. Según el Nuevo Testamento, mediante la resurrección de Cristo nosotros, los creyentes en Cristo, fuimos producidos como miembros vivos que constituyen el Cuerpo de Cristo. Los miembros de la iglesia fueron producidos por la resurrección de Cristo, con ella y en ella.

  Aunque la iglesia comenzó a ser producida a partir de la resurrección de Cristo, la iglesia no fue formada sino hasta el día de Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección del Señor. El día de Pentecostés, el Espíritu Santo, como Espíritu todo-inclusivo del Dios Triuno procesado que se imparte a nosotros, fue derramado para la formación de la iglesia. El Espíritu es la realidad del Cristo resucitado, Cristo en otra forma; pues en la resurrección, Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El día de Pentecostés, el Espíritu, quien de hecho es el propio Cristo, fue derramado sobre los miembros de Cristo, los cuales fueron producidos mediante Su resurrección. De esta manera se formó la iglesia.

  La formación de la iglesia involucraba dos partes o dos secciones: la sección de los judíos y la sección de los gentiles. Estas dos secciones de la iglesia, que están representadas por los santos en Jerusalén (Hch. 2) y por aquellos en la casa de Cornelio (Hch. 10), son tipificadas por la nueva ofrenda de harina hecha con los dos panes cocidos con levadura que se ofrecían a Dios en la Fiesta de Pentecostés (Lv. 23:16-17). El hecho de que estos dos panes se cocieran con levadura indica que los que conforman estas dos secciones de la iglesia aún tienen pecado (por ejemplo, el caso de Ananías y Safira en Hechos 5 y la murmuración en cuanto a la distribución del alimento en Hechos 6). A pesar de ello, estos dos panes formaron la nueva ofrenda de harina, que representa a la iglesia como agrandamiento de Cristo.

  Resumamos ahora el significado de estas cuatro fiestas. La Fiesta de la Pascua se cumplió el día de la muerte de Cristo (Mt. 26:2, 17-19, 26-28). En la Pascua nosotros fuimos salvos, justificados y regenerados. Después de esto, la Fiesta de los Panes sin Levadura tiene como fin que vivamos una vida sin pecado. Eso significa que la Fiesta de los Panes sin Levadura se está cumpliendo en la era de la iglesia. La Fiesta de las Primicias se cumplió el día de la resurrección de Cristo (1 Co. 15:20). La Fiesta de Pentecostés se cumplió cincuenta días después de la resurrección de Cristo, el día en que fue derramado el Espíritu Santo (Hch. 2:1-4 cfr. 1:3). En la resurrección de Cristo, el día de las primicias, los miembros de Cristo fueron producidos para la formación de la iglesia. Luego, en el día de Pentecostés el Cristo resucitado y ascendido se derramó a Sí mismo sobre Sus miembros como Espíritu vivificante, todo-inclusivo y consumado a fin de formar la iglesia. Éste es el significado de las fiestas que van desde la Pascua hasta el Pentecostés.

  En cada una de estas fiestas hay alimento para Dios. Cuando fuimos salvos, llegamos a ser el alimento de Dios en Cristo. Luego, a medida que crecemos en vida, producimos más alimento para satisfacción de Dios. En cada paso de la vida cristiana hay algo para la satisfacción de Dios, pues nosotros somos quienes le proporcionamos satisfacción. Al final, en el día de Pentecostés, tenemos dos panes, los cuales representan las dos secciones de la iglesia, para satisfacción de Dios.

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