Mensaje 7
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Lectura bíblica: Nm. 5:11-31
En este mensaje seguiremos considerando las medidas a tomar con respecto a la contaminación según se describe en el capítulo 5 de Números.
En 5:11-31 vemos las medidas que se tomaban con respecto a una esposa por la cual el marido sienta celos. Este caso revela que Dios no solamente es soberano sobre cada uno de Sus hijos, sino también que Él puede hacer algo milagroso para tomar medidas con respecto a una clase particular de contaminación.
Al estudiar el libro de Números, puede ser que nos parezcan muy lógicas y fáciles de entender las medidas corporativas e individuales que se tomaban con respecto a la contaminación en 5:1-10. Sin embargo, quizás no nos parezcan lógicas ni fáciles de entender las medidas que aparecen en 5:11-31, algo que no se menciona en ningún otro pasaje de la Biblia. La única forma de entender de una manera lógica estas medidas es considerarlas como parte de la tipología.
La revelación hallada en la Biblia nos es dada de diferentes maneras. Primero, la revelación divina se da en palabras claras, como en Génesis 1:1, donde se nos dice que en el principio creó Dios los cielos y la tierra.
En segundo lugar, la revelación nos es transmitida por medio de relatos históricos. Los libros desde Éxodo hasta Malaquías narran la larga historia de los hijos de Israel, en la cual se nos revelan una gran cantidad de verdades divinas.
En tercer lugar, la revelación divina nos es dada a través de las vidas de diferentes personas, tales como los hombres sobresalientes mencionados en Génesis (Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacobo y José). Por ejemplo, Enós era un hombre débil, frágil y mortal, pero se caracterizó por invocar el nombre del Señor (Gn. 4:26). Aunque débil, Enós fue enriquecido y fortalecido al invocar el nombre del Señor, pues fue hecho partícipe de las riquezas y la fortaleza de Aquel a quien invocaba.
Por último, la revelación divina es dada por medio de la tipología. En la tipología se incluyen las figuras, las sombras, los tipos y los modelos. Por ejemplo, las dos mujeres de Abraham son figuras de dos pactos: Agar representa el pacto de la ley, y Sara, el pacto de la gracia (Gá. 4:21-31). El relato de Sara y Agar puede ser considerado no solamente como una figura, sino también como una sombra. Ni el pacto de la ley ni el pacto de la gracia había sido promulgado en la época de Agar y Sara. No obstante, Agar y Sara son, respectivamente, sombras de los pactos de la ley y de la gracia.
Incluso las palabras claras y las figuras retóricas pueden estar relacionadas con la tipología. Proverbios 4:18 dice: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, cuyo resplandor va en aumento hasta llegar a pleno día”. Las palabras de este proverbio son claras; con todo, en ellas encontramos una figura retórica que forma parte de la tipología. La “luz de la aurora”, el alba, representa la venida de Cristo (Lc. 1:78). Esta figura también podría referirse al avivamiento que experimentamos por la mañana. Este ejemplo nos muestra que incluso en palabras claras y directas podría encontrarse una figura retórica que puede ser considerada como parte de la tipología.
La tipología contenida en la Biblia es crucial y posee muchos aspectos. Probablemente, en el Antiguo Testamento la cantidad de revelación divina trasmitida mediante la tipología sea igual a la que se transmite en claras palabras.
Es difícil explicar Números 5:11-31 mediante palabras claras. Lo que allí se describe no tiene nada que ver con la historia ni con una persona, sino que guarda relación con la tipología.
Según la tipología, Dios obtuvo un pueblo en el monte Sinaí y lo usó para edificar una morada en la tierra. Luego, les dio una serie de leyes, reglamentos y ordenanzas conforme a los cuales ellos debían adorarlo. Después de esto, Él vino para hacer de Su pueblo un ejército. El pueblo que Dios había obtenido para que fuese conformado un ejército que peleara por Él y un sacerdocio que le sirviera, debía ser totalmente limpio: en lo referente a su ser, su naturaleza, sus palabras, su apariencia, su comportamiento, su manera de proceder y actuar, e incluso en cuanto a lo que poseía.
Las medidas tomadas a nivel corporativo en el capítulo 5 incluían únicamente tres cosas: la lepra, los flujos y la muerte. No obstante, estas cosas abarcan toda la inmundicia de la que debe purificarse el pueblo santo de Dios. En el aspecto individual, las medidas que una persona debía tomar con respecto a su infidelidad eran según la justicia de Dios. Es por ello que necesitamos un pasaje como 5:1-10.
Números 5:11-31 constituye un pasaje particular en los sesenta y seis libros de la Biblia, el cual no sólo nos muestra la soberanía de Dios sino también un acto milagroso Suyo. En este pasaje encontramos el relato de un milagro.
En la prueba del agua de amargura (v. 18) se usaba una combinación de agua (que se refiriere al Espíritu Santo), polvo que haya en el suelo del tabernáculo (que se refiriere a la naturaleza humana del hombre) y una ofrenda de harina (que se refiere a Cristo). A la mujer, de la cual se tenían sospechas, se le pedía beber el agua. Si en ella había pecado, el agua hacía que su vientre se hinchara y su muslo se consumiera. Esto no parece ser un relato de algo divino; sin embargo, esto constituye un maravilloso milagro.
El relato de Números 5 es similar al relato de lo que el Señor Jesús hizo en Juan 9:1-7. El Señor sanó a un hombre ciego haciendo lodo con saliva y tierra, y luego ungiendo los ojos del hombre ciego con dicho lodo. Hoy en día, si el Señor intentara hacer esto mismo con nosotros, probablemente lo tomaríamos como una broma y no estaríamos dispuestos a permitirle hacer esto con nosotros.
En el relato de Números 5:11-31 podemos ver la tipología. El agua tipifica al Espíritu Santo, la ofrenda de harina de cebada tipifica al Cristo resucitado, y el polvo representa al hombre creado (Gn. 2:7). Por consiguiente, aquí se encuentra la creación, el Espíritu, Cristo y Su muerte y resurrección. El agua en la que se echaba el polvo del suelo del tabernáculo no sólo se convertía en agua de amargura que traía maldición, sino también en agua que operaba de tal forma que hacía que el vientre de la mujer se hinchara y el muslo se consumiera.
Si queremos hacer una exposición de 5:11-31, debemos saber explicar los tipos. Lo más difícil de explicar es el polvo del suelo del tabernáculo. El polvo hace referencia al hombre natural, el hombre que fue creado por Dios, y el tabernáculo es la morada de Dios. La morada de Dios es edificada sobre el hombre que Él creó. Esto es el polvo del suelo del tabernáculo. La morada de Dios es santa, pero hay una especie de polvo que puede unirse a la morada de Dios. Tomar este polvo y echarlo en el agua equivale a tomar la naturaleza humana que puede unirse a la morada de Dios y ponerla en el Espíritu Santo. Esta agua que contenía el polvo era después puesta junto al Cristo que es la ofrenda de harina de cebada (en resurrección), mas sin olíbano ni aceite (sin la eficacia de la resurrección y sin el Espíritu Santo). Por consiguiente, aquí vemos la naturaleza humana creada por Dios unida a la morada de Dios, puesta en el Espíritu Santo y aplicada juntamente con el Cristo resucitado. Esto verdaderamente pondrá a prueba nuestra castidad.
Corporativamente e individualmente, el pueblo de Dios debe ser casto para con Dios. No es suficiente ser limpios. Ser limpios es una cosa, y ser castos es otra. Tal vez no tengamos lepra ni padezcamos flujos, y quizás no hayamos tocado nada muerto, pero ¿somos castos? Es posible que seamos muy fieles, pero no tendremos un carácter elevado si no somos castos. Una mujer pudiera ser buena en todo sentido, pero si tiene otro amor, esto le haría perder su castidad. El pueblo de Dios no solamente debe ser limpio en todo sentido y en todo aspecto, sino que además debe ser casto. Por tanto, debemos aprender cómo ser castos para con el Señor.
Consideremos ahora brevemente algunos de los detalles acerca de las medidas tomadas con respecto a una esposa por la cual el marido sienta celos.
Las medidas que se tomaban con respecto a una esposa por la cual el marido sentía celos tipifican el celo que Cristo tiene por Sus creyentes y Su iglesia. Debemos recordar que la iglesia y todos los creyentes tienen un solo marido, Cristo. Es posible que nosotros no seamos rebeldes (leprosos), que tengamos buen dominio propio y seamos moderados (sin ningún tipo de flujo), y que nuestro comportamiento sea apropiado delante de Dios y delante de los hombres; no obstante, como esposa de Cristo que somos, ¿somos castos? Para que a una mujer se le considere casta, ella no debe tener otro amor que no sea su marido. Si una mujer tiene en alta estima a cualquier otro hombre, ella está a punto de perder su castidad.
Si somos una esposa casta para Cristo, seguiremos a nuestro Marido a la batalla. David tenía una mujer guerrera (1 S. 25). En Apocalipsis, el ejército combatiente de Cristo está compuesto por Sus vencedores, quienes conforman una esposa combatiente que complementa a Cristo (Ap. 19:7-9, 11-14). A fin de formar parte del ejército combatiente del Señor, tenemos que ser castos para con Él. Las medidas tomadas, según constan en el libro de Números, nos muestran que los requisitos para que el pueblo de Dios conformara un ejército eran muy elevados.
La iglesia y todos los creyentes deben tomar a Cristo como su único amor (2 Co. 11:2-3). Si la iglesia o cualquiera de los creyentes busca o va en pos de algo que no sea Cristo, esto es adulterio espiritual a los ojos de Dios. Los que cometen fornicación espiritual serán juzgados y maldecidos por Dios (1 Co. 16:22), y no podrán combatir por Dios ni servirle. Una vez perdemos nuestra castidad, quedamos descalificados para combatir por Dios y servirle.
El hombre que sentía celos por su mujer debía traerla al sacerdote (Nm. 5:15a). El sacerdote aquí podría representar a Cristo o a alguien muy cercano a Dios.
“El marido traerá la mujer al sacerdote y llevará por ella la ofrenda, la décima parte de un efa de harina de cebada. No derramará sobre ella aceite ni pondrá sobre ella olíbano, porque es ofrenda de harina por causa de celos, una ofrenda de harina conmemorativa, que trae a la memoria la iniquidad” (v. 15). El sacerdote entonces debía poner la ofrenda de harina por causa de celos en manos de la mujer (v. 18). La ofrenda de harina representa a Cristo en Su humanidad, quien se ofreció a Dios para que el pueblo de Dios pueda ser aceptado por Él. En este caso, la ofrenda de harina era hecha de harina de cebada y sin derramar aceite ni olíbano sobre ella. La cebada representa al Cristo resucitado, el aceite representa al Espíritu Santo y el olíbano representa la resurrección. Tal ofrenda de harina por causa de celos, traía a la memoria la iniquidad.
“El sacerdote pondrá a la mujer delante de Jehová, soltará el cabello de la mujer” (v. 18a). Que el cabello de la mujer fuese soltado denota que ella no se sujetó a la autoridad. El sacerdote también tomaba del agua santa (el Espíritu Santo) en un vaso de barro (el hombre natural) y tomaba del polvo (la naturaleza del hombre natural, Gn. 3:19; Sal. 22:15) que había en el suelo del tabernáculo y lo echaba en el agua, con lo cual se convertía en agua de amargura que trae maldición (Nm. 5:17-22).
“El sacerdote escribirá estas maldiciones en un libro y las borrará con las aguas de amargura. Y hará que la mujer beba el agua de amargura que trae maldición” (vs. 23-24a). Aquí las maldiciones hacen referencia a la palabra del juicio de Dios.
“El sacerdote tomará de la mano de la mujer la ofrenda de harina por causa de celos, y la mecerá delante de Jehová y la llevará al altar. Y tomará el sacerdote un puñado de la ofrenda de harina como porción memorial y lo quemará sobre el altar” (vs. 25-26a). Mecer la ofrenda de harina representa resurrección. El puñado de la ofrenda de harina incinerado sobre el altar era ofrecido a Dios como porción memorial.
“Cuando le haya hecho beber el agua, sucederá que si ella se ha contaminado y ha sido infiel a su marido, el agua que trae maldición entrará en ella haciéndose amarga, su vientre se hinchará y su muslo se consumirá; y la mujer será una maldición en medio de su pueblo” (v. 27). Que el vientre (el abdomen) se hinchase significaba que se hacía anormal. Que el muslo se consumiera significaba que la fuerza de la mujer decaía. En las medidas tomadas podemos ver la creación, la redención, la resurrección, el Espíritu Santo y la morada de Dios. Tal procedimiento era ciertamente milagroso.
“Si la mujer no se ha contaminado, sino que está limpia, ella quedará inmune y podrá concebir” (v. 28). Literalmente, la palabra hebrea traducida “concebir” significa “descendencia”. La mujer que no se había contaminado tendría descendencia.
Las medidas descritas en 5:11-31 indican que la manera en que Dios pone a prueba la castidad de Su pueblo es muy rigurosa. Nuestro carácter debe reflejar una elevada norma de castidad. Sólo entonces podremos combatir por Dios y servirle.