Mensaje 2
(1)
Lectura bíblica: Os. 1:1-11; 2:1
En este mensaje primero daremos unas palabras de introducción y después consideraremos el símbolo de una esposa dada a la prostitución.
En hebreo Oseas, el nombre original de Josué, significa “salvación (de Jehová)”, lo cual denota que Jehová es la salvación (Nm. 13:8, 16).
El período de tiempo en que transcurrió el ministerio de Oseas fue 785-725 a. C., un período de sesenta años.
El destinatario del ministerio de Oseas fue el reino adúltero y apóstata de Israel. Adúltero se refiere a la condición de Israel, y apóstata se refiere a la posición de Israel. En cuanto a su condición, Israel era adúltero; y en cuanto a su posición, Israel era apóstata. Ésta era la situación en la que se encontraba Israel, la esposa de Dios.
El lugar en que Oseas desempeñó su ministerio fue el reino norteño de Israel. Para los tiempos en que Oseas desempeñó su ministerio, Israel había sido dividido en dos reinos: el reino norteño de Israel y el reino sureño de Judá.
El tema del libro de Oseas es que Jehová es la salvación de la adúltera y apóstata Israel al recibirla nuevamente y restaurarla. Este libro revela que pese a la condición adúltera de Israel y a su posición apóstata, Jehová está dispuesto a ser su salvación. Finalmente, Él volverá a recibir y restaurará a Israel.
El pensamiento central de este libro es que independientemente de cuán adúltera sea Israel, como esposa de Jehová, e independientemente de cuán apóstata sea Israel, como pueblo de Dios, Dios todavía desea que vuelva a Él. Si Israel retornase a Él, Él todavía le recibiría, le traería de regreso y le restauraría.
Israel fue abandonado por Dios en tiempos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y también después, cuando Tito destruyó Jerusalén en el año 70 d. C. Los hijos de Israel se convirtieron en un pueblo atribulado y sin hogar, un pueblo errante entre las naciones. Aunque ellos se han establecido de cierto modo en el territorio de Palestina, Dios todavía no los ha vuelto a recibir ni los ha restaurado.
El libro de Oseas revela a Cristo en Su primera venida y en Su segunda venida.
En Su primera venida Cristo habría de estar en unión con Israel como el Hijo de Dios que huye a Egipto y es llamado a salir de Egipto (11:1; cfr. Mt. 2:13-15). Esto indica que aunque Israel se tornó extremadamente malvado, Cristo aún se hizo orgánicamente uno con Israel por medio de la encarnación llegando a ser un verdadero israelita. Cristo es el Hijo de Dios, y los israelitas eran hijos de Dios. Cristo se unió a Israel en cuanto a ser un hijo de Dios. En Su humanidad, Cristo era un verdadero israelita.
En Su segunda venida Cristo saldrá como el alba y vendrá a Israel como la lluvia, como la lluvia tardía que riega la tierra (Os. 6:3b; 10:12). En ese tiempo el pueblo de Israel será la tierra regada por Cristo en calidad de lluvia.
El libro de Oseas tiene tres secciones: una esposa dada a la prostitución (caps. 1—3), un pueblo dado a la apostasía (caps. 4—13) y la restauración de Israel (cap. 14).
El profeta Oseas tomó por esposa a Gomer, una mujer dada a la prostitución (1:2-9). Esto simbolizó el hecho de que Dios tomó a Israel como esposa: una mujer que se dio a la prostitución y que se apartó de Jehová. Dios le dijo a Oseas que hiciera lo que Él mismo había hecho, y Oseas hizo lo que Dios le ordenó.
Gomer le dio a Oseas un hijo, al cual Dios llamó Jezreel (vs. 3b-5). Esto simboliza que Dios tomaría venganza de la casa de Jehú por el derramamiento de sangre en Jezreel (2 R. 10:1-11) y que daría fin al reino de la casa de Israel (2 R. 15:10-12).
Gomer también le dio a Oseas una hija, a la cual Dios llamó Lo-ruhama (Os. 1:6-7). Este nombre significa “ella no ha recibido compasión”, lo cual simboliza que Dios ya no tendría compasión de la casa de Israel, para que de manera alguna los perdonase. Sin embargo, Jehová tendría compasión de la casa de Judá, y ellos serían salvos por Jehová su Dios, no con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos ni con jinetes.
Después de haber destetado a Lo-ruhama, Gomer dio a luz un hijo, al cual Dios llamó Lo-ammi (vs. 8-9). Este nombre significa “no Mi pueblo”, lo cual simboliza que Israel no era el pueblo de Dios y que Dios no habría de pertenecerle.
Oseas 1:10—2:1 es la promesa hecha por Dios de restaurar a los hijos de Israel. Esta promesa es cuestión de gracia. La gracia viene después del pecado. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia (Ro. 5:20).
En la restauración, el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar (Os. 1:10a).
“En el lugar donde se les dirá: Vosotros no sois pueblo Mío, / se les dirá: Sois hijos del Dios viviente” (v. 10b). Hijos de Dios indica regeneración. Cuando Dios haga un nuevo pacto con Israel (Jer. 31:31-34), ellos tendrán a Dios mismo escrito en sus corazones. Esto significa que ellos serán regenerados. Dios se pondrá Él mismo en ellos como su vida para hacerlos hijos de Dios. Por tanto, Israel no sólo será el pueblo de Dios, sino también los hijos de Dios.
En la restauración los hijos de Judá y los hijos de Israel se congregarán y nombrarán para sí una sola cabeza, y entonces subirán de la tierra de su cautividad, pues grande será el día de Jezreel (que significa “Dios siembra” o “Dios sembrará”), día en que el pueblo de Israel será sembrado por Dios en la Tierra Santa (Os. 1:11; 2:22-23). En la actualidad, Dios ha vuelto a sembrar a Israel en la tierra de sus padres, y nadie puede arrancarlos de allí nuevamente.
A la postre, el Señor ordenará a los hijos de Israel a decir a sus hermanos: “Ammi” (que significa “Mi pueblo”), y a decir a sus hermanas: “Ruhama” (que significa “ella ha recibido compasión”). Por tanto, Israel será perfeccionado. Bajo la victoria del amor de Dios, Israel llegará a ser el pueblo de Dios y será objeto de Su compasión.
Con base en Oseas 1, todos debemos aprender una lección que tiene dos aspectos. Primero, Dios ama a Israel con amor imperecedero. Este amor es inalterable. Segundo, aunque Dios es amoroso, Él también es un Dios de pureza y justicia. Él no puede tolerar ninguna clase de impureza o injusticia. Dondequiera que estas cosas son halladas entre el pueblo de Dios, Él interviene a fin de disciplinarlos. Por esta razón, aunque Israel se reconstituyó como una nación, todavía se encuentra bajo la disciplina de Dios. No obstante, aun cuando el pueblo de Dios es disciplinado por Él, ellos continúan siendo amados por Él. Es por la benevolencia amorosa del Señor que ellos no han sido consumidos (Lm. 3:22). Debido a las compasiones de Dios, Israel todavía permanece.
Nosotros también fuimos escogidos por Dios y amados por Él con amor imperecedero. Sin embargo, no debiéramos ser indulgentes con nosotros mismos simplemente debido a que Dios es amoroso. Debemos andar en temor y temblor al mismo tiempo que disfrutamos de Su amor. Si erramos aunque sea sólo un poco, Dios intervendrá a fin de disciplinarnos. No obstante, Su amor imperecedero es siempre victorioso. Por un lado, Su trato con nosotros corresponde a Su disciplina; por otro, corresponde a Su amor. Su amor obtendrá la victoria.