Mensaje 4
Oseas 4—6 abarca los pecados del pueblo apóstata, los castigos de Jehová y el retorno del pueblo apóstata. En este mensaje consideraremos los detalles con respecto a estos asuntos según constan en estos tres capítulos.
Los pecados del pueblo apóstata y los castigos de Jehová son vistos en 4:1—5:14 y 6:4-10.
Oseas 4:1 nos dice que Jehová tenía un pleito contra los habitantes de la tierra, pues no había fidelidad o verdad, no había bondad ni había conocimiento de Dios en la tierra.
En lugar de la verdad, la bondad y el conocimiento de Dios, lo que había era perjurio, engaño (incumplimiento de promesas hechas), asesinato, robo y adulterio (v. 2a).
La gente era violenta, y había derramamiento de sangre tras derramamiento de sangre (v. 2b).
Debido a ello la tierra estaba de duelo, y languidecía todo habitante en ella junto con las bestias del campo y las aves del cielo. Ciertamente aun los peces del mar serían quitados (v. 3).
El pueblo contendía con el sacerdote (v. 4). Esto era por completo contrario a la ley de Dios, la cual no permitía que el pueblo contendiera con los sacerdotes.
El versículo 5 dice que el sacerdote tropezaría de día y que el profeta junto con el sacerdote tropezarían de noche. Además, la madre del sacerdote sería destruida por Dios. Esto nos dice que todos ellos cometían pecados. El profeta cooperaba con el sacerdote para cometer pecado, y la madre del sacerdote se unía a ellos. Esto hizo que viniera el juicio de Dios sobre dicha madre.
El versículo 6a nos dice que el pueblo de Dios —los sacerdotes— sería destruido por falta de aquel conocimiento de Dios mencionado en el versículo 1. El pueblo de Israel no conocía las ordenanzas de Dios, y los sacerdotes también carecían de aquel conocimiento.
Dios rechazará al sacerdote debido a que éste rechazó “dicho conocimiento” de Dios (v. 6b). Por tanto, él ya no será un sacerdote para Dios.
Dios se olvidará de los hijos del sacerdote ya que el sacerdote olvidó la ley de su Dios (v. 6c).
Cuanto más se multiplicaban los sacerdotes, más pecaban contra Dios. Por tanto, Jehová les dijo que Él cambiaría su gloria —la gloria que tenían al multiplicarse— en vergüenza (v. 7). Esto indica que como sacerdotes de Dios, Sus servidores, tenemos que ser cuidadosos debido a que nuestro servicio involucra a nuestros hijos.
Refiriéndose a los sacerdotes, los versículos 8 y 9 dicen: “Del pecado de Mi pueblo se alimentan, / y su alma desea su iniquidad. / Lo mismo será con el pueblo que con el sacerdote; / así que visitaré contra ellos sus caminos / y los recompensaré según sus obras”. Una porción de la ofrenda por el pecado estaba destinada a servir de alimento para los sacerdotes. Los sacerdotes deseaban que el pueblo pecase, pues cuanto más lo hiciese, más ofrendas por el pecado habría, lo cual proporcionaría más alimento a los sacerdotes.
Tal como sucedía con el pueblo, así sucedía con los sacerdotes. Esto quiere decir que los sacerdotes, quienes habían sido santificados, separados, para conformar un grupo especial entre el pueblo, se hicieron iguales al resto de la gente, con lo cual llegaron a ser viles y comunes. Por tanto, con respecto a los sacerdotes, Dios dijo que Él visitaría (castigaría) contra ellos sus caminos y los recompensaría según sus obras.
Los sacerdotes comerían, pero no se saciarían; y cometerían fornicación, mas no se aumentarían, porque habían dejado de atender a Jehová (v. 10).
Oseas 4:11-14 es una palabra sobre las tres cosas que eran prevalecientes entre los israelitas: la fornicación, el vino y las prostituciones.
La fornicación, el vino y el vino nuevo arrebataron el corazón del pueblo de Israel (v. 11). En su corazón, ellos no se interesaban en ninguna otra cosa.
En lugar de orar a Dios y consultarle a Él, el pueblo de Dios consultó ante su poste de madera (sus ídolos), pensando que su vara les informaría de cosas. Un espíritu de prostituciones los hizo errar, y ellos se prostituyeron apartándose de su Dios (v. 12).
Ellos ofrecieron sacrificios sobre las cimas de los montes y quemaron incienso sobre los collados, debajo de las encinas, los álamos y los terebintos, porque su sombra es buena. Por tanto, sus hijas se prostituyeron y sus novias cometieron adulterio (v. 13). Pero Dios no castigaría a sus hijas ni a sus novias cuando hicieren aquello, porque los hombres mismos se iban con rameras, y con prostitutas ofrecían sacrificios (v. 14a; cfr. Dt. 23:17).
El pueblo sin entendimiento sería derribado (Os. 4:14b).
Oseas 4:15-19 trata sobre la obstinación de Israel.
Israel se prostituyó, pero a Judá se le ordenó no transgredir, no entrar en Gilgal, no subir a Bet-avén ni tampoco jurar: “Vive Jehová” (v. 15). Gilgal era el foco de la idolatría (9:15; 12:11; Am. 4:4; 5:5), y Bet-avén significa “casa de la nada” o “casa de idolatría”.
Israel era obstinada, como novilla indómita (Os. 4:16a), la cual es desobediente y va por su propio camino.
En el versículo 16b el profeta pregunta: “¿Los apacentará ahora Jehová / como a corderos en lugar espacioso?”. Esto indica que Jehová confinaría a Israel a un campo estrecho.
El versículo 17a nos dice que Efraín se ha unido a los ídolos.
En 4:17b el profeta ordena respecto de Efraín: “Déjalo”. Se debía dejar ir a Efraín; esto indica una especie de castigo.
Su licor se acabó (v. 18a), lo cual quiere decir que su placer obtenido al beber había desaparecido. Ese fue el castigo de Dios. Ellos se habían entregado a la prostitución, y sus gobernantes amaban mucho lo que avergüenza (v. 18b). A ellos les gustaba beber y prostituirse.
El versículo 19a dice que el viento los ató en sus alas. El viento había arrastrado a Israel, lo cual indica una especie de castigo. Según el versículo 19b, ellos se avergonzarían de sus sacrificios (a los ídolos, v. 13a).
En 5:1-14 y 6:4-10 se nos dan más detalles acerca de los pecados de Israel y los castigos de Jehová: principalmente con respecto a los sacerdotes, la casa del rey y los príncipes.
En 5:1-2 se nos dice que el juicio de Jehová vendría sobre los sacerdotes, sobre la casa de Israel y sobre la casa del rey, debido a que ellos habían sido lazo y red tendidos para matanza, aun cuando Jehová los había castigado a todos ellos.
Efraín se había prostituido, e Israel se había contaminado. Un espíritu de prostituciones estaba dentro de ellos (o, en medio de ellos). Sus obras no les permitían volver a su Dios, y no conocían a Jehová (vs. 3-4).
El versículo 5 dice que la soberbia de Israel testificaba en su cara y que Efraín e Israel tropezarían en su iniquidad. Judá también tropezaría con ellos.
Andarán con sus rebaños y con sus ganados buscando a Jehová, pero no lo hallarán. Él se habrá retirado de ellos (v. 6).
Ellos obraron pérfidamente contra Jehová, porque engendraron hijos de extraños (hijos ilegítimos). Los invasores en luna nueva los devorarían junto con sus heredades asignadas, sus posesiones (v. 7).
Detrás de Benjamín estarían los enemigos, y Efraín sería una desolación en el día de corrección (castigo). Esto sucedería con certeza (vs. 8-9).
Los príncipes de Judá habían sido como los que desplazan los mojones de la propiedad para ensanchar sus propiedades, y Jehová derramaría como agua sobre ellos Su ira desbordante (v. 10).
Efraín estaba oprimido, quebrantado en juicio, porque insistía en andar tras mandato de hombre (v. 11).
Jehová era como una polilla para Efraín y como podredumbre para la casa de Judá (v. 12). En la Biblia Dios generalmente es comparado con cosas positivas, pero aquí se le compara a cosas negativas, cosas que consumen.
Cuando Efraín vio su enfermedad, y Judá su herida, Efraín fue a Asiria y envió aviso al rey Jareb; pero ese rey no pudo sanarlo, y la herida no lo dejaba (v. 13).
Jehová sería como león a Efraín y como cachorro de león a la casa de Judá. Él los desgarraría y se iría. Él habría de arrebatarlos, y no habría quien los librase de Su mano (v. 14).
La benevolencia amorosa de Efraín (Israel) y de Judá era como nube de la mañana y como el rocío que temprano se desvanece. Por tanto, Jehová los despedazó mediante los profetas. Él los mató con las palabras de Su boca, y Sus juicios salieron como luz. Porque Él se deleita en benevolencia amorosa y no en el sacrificio, y en el conocimiento de Dios más que en los holocaustos (6:4-6).
Ellos como Adán (o, los hombres) transgredieron el pacto. Allí ellos habían obrado pérfidamente contra Jehová (v. 7).
Galaad era una ciudad de los que cometen iniquidad, manchada con huellas de sangre. Como bandas de ladrones que acechaban al hombre, la compañía de sacerdotes mataba por el camino de Siquem, con lo cual cometían maldad (vs. 8-9). Nuevamente, éste fue el pecado en que estuvieron involucrados los sacerdotes, los cuales se habían vuelto ladrones.
En la casa de Israel Jehová vio algo horrible: la prostitución de Efraín estaba allí; Israel se había contaminado (v. 10).
Al considerar todos estos detalles con respecto a la situación en que se encontraba Israel podemos ver cuán pecaminoso se había vuelto Israel.
En 5:15—6:3 y 11, el profeta Oseas habla sobre el retorno del pueblo apóstata. Podríamos preguntarnos cómo es posible que un pueblo tan pecaminoso pudiera retornar. Ellos pueden retornar porque están bajo las compasiones de Dios.
Según 5:15a Jehová se irá y volverá a Su lugar, hasta que el pueblo apóstata reconozca su ofensa y busque Su rostro. A la postre, en su aflicción (por la disciplina divina) ellos buscarán a Dios con diligencia (v. 15b). Por tanto, la disciplina divina sobre Israel será eficaz.
En 6:1 tenemos una palabra respecto a que Israel vendría y volvería a Jehová. En este versículo el profeta dice: “Venid y volvamos a Jehová, / pues Él nos ha desgarrado, mas nos curará; / nos ha herido, pero nos vendará”.
Oseas 6:2 dice: “Después de dos días nos hará revivir; / al tercer día nos levantará, / y viviremos en Su presencia”. ¿Cuáles son los “dos días”, y cuál es “el tercer día” en este versículo? En la Biblia tenemos el principio según el cual “para con el Señor un día es como mil años” (2 P. 3:8). Según este principio, los dos días mencionados aquí podrían significar los dos primeros períodos de mil años cada uno, contados a partir del año 70 d. C., cuando el príncipe romano Tito destruyó Jerusalén y el templo, matando cruelmente a miles de judíos y haciendo que los judíos fueran dispersados entre las naciones. Fue a partir de entonces que los judíos estuvieron sin rey, sin príncipe, sin sacrificios y sin el templo, con lo cual se cumplió la profecía de Oseas que consta en Oseas 3:4. Por dos mil años, Dios ha dejado a Israel en una condición de muerte. Después de este período de dos mil años, vendrá el tercer período de mil años. El tercer día en 6:2 podría significar un tercer período de mil años, esto es, el milenio, la era de la restauración, que se realizará en la realidad de la resurrección de Cristo (Ap. 20:4, 6).
En Oseas 6:3 hay una palabra sobre conocer a Jehová y sobre la salida de Cristo como el alba y Su venida como la lluvia. La primera parte de este versículo dice: “Por lo tanto, conozcamos, prosigamos en conocer a Jehová”. El resto del versículo dice que la salida de Cristo es cierta como el alba. Él vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía que riega la tierra (en la restauración del milenio, Mt. 19:28; Ap. 20:4, 6).
En Oseas 6:11 tenemos la promesa que Jehová le hizo a Judá en el retorno del pueblo apóstata. Esta promesa es que está asignada una siega para Judá, cuando Jehová haga volver de su cautividad a Su pueblo. Esto quiere decir que en la restauración todos los israelitas, incluyendo el reino norteño de Israel y el reino sureño de Judá, serán muy ricos en toda clase de productos de la tierra. La tierra fue creada por Dios para producir una rica cosecha, pero debido a la caída del hombre, la tierra fue puesta bajo maldición de modo que produjese espinos, y el hombre ha tenido que trabajar fatigándose con sudor para obtener su alimento (Gn. 3:17-19). En la restauración, la tierra será restaurada a su condición original y será rica, fértil y productiva. Por tanto, habrá una siega asignada para Judá a fin de que ellos la disfruten.
Desde que Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió Israel el año 606 a. C., tres cosas han tenido lugar en la tierra. La primera es la amorosa disciplina de Dios sobre Su escogido y amado Israel, y la segunda es el castigo de Dios sobre las naciones. Estas dos cosas, en conjunto, redundan en la tercera cosa: la manifestación de Cristo. La manifestación de Cristo traerá consigo una cuarta cosa: la era de la restauración, el reino milenario. Esta restauración tendrá por consumación la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva.
La manifestación de Cristo no se refiere únicamente a la segunda venida de Cristo. La manifestación de Cristo es el largo proceso que comenzó con la venida de Cristo a la humanidad, e incluso al introducirse en la humanidad, lo cual ocurrió en Su encarnación, y que continuará hasta el retorno de Cristo. Miqueas 5:2, refiriéndose a la encarnación de Cristo, dice que Sus salidas son desde los días de la eternidad. Las salidas de Cristo son Su venida. Por tanto, en la eternidad pasada, Cristo se preparaba para salir, esto es, Él se preparaba para venir. En Su encarnación Cristo vino de la eternidad al tiempo, para introducirse con Su divinidad en la humanidad. En realidad, las salidas de Cristo, Su venida, jamás cesaron. Incluso hoy en día, Él continúa viniendo. Esta manifestación, la cual comenzó con la encarnación, tendrá su consumación cuando Cristo regrese junto con los vencedores, los valientes, para derrotar al anticristo, el último césar del Imperio romano.
El Imperio romano es el último de los gobiernos humanos según la gran imagen presentada en Daniel 2. Fue a través del Imperio romano que Cristo nació del modo requerido para cumplir la profecía de Miqueas 5:2 acerca del lugar de Su nacimiento. También fue a través del Imperio romano que Cristo efectuó Su redención al ser crucificado, y fue bajo el Imperio romano que el Espíritu fue derramado el día de Pentecostés para dar inicio a la vida de iglesia. Con la ayuda del Imperio romano, los apóstoles, especialmente el apóstol Pablo, propagaron el evangelio en Asia y Europa. Después, el Señor se valió del imperialismo para propagar el evangelio a África, a América Central y América del Sur, a Asia y a Australia. En la actualidad Rusia, un país de trescientos cincuenta millones de personas, ha sido abierto al recobro del Señor mediante el castigo de Dios sobre las naciones para la propagación del evangelio, el cual equivale a la manifestación de Cristo. Que nosotros hoy en día vayamos a Rusia para ministrar el alimento espiritual apropiado es la propagación de la manifestación de Cristo.