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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 12

LA ESCLAVITUD DE LA LEY EN NUESTRA CARNE

(1)

  Lectura bíblica: Ro. 7:1-6

  En Ro. 5:12-21 vimos que el don que se tiene en Cristo sobrepasa la herencia que se da en Adán. Romanos 6 revela nuestra identificación con Cristo. Pero para tener una experiencia genuina de este hecho, debemos prestar atención a dos elementos negativos que se hallan en el capítulo 7 de Romanos: la ley y la carne. Romanos 7 pone de manifiesto la esclavitud del pecado en nuestra carne. Fuimos identificados con Cristo por medio del bautismo, hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, y ahora crecemos juntamente con Él en la semejanza de Su resurrección, pero con todo y eso la ley y la carne aún existen. Podemos presentarnos a Dios como esclavos y presentar nuestros miembros como armas de justicia a fin de ser santificados y disfrutar de las riquezas de la vida divina, pero aún existe la ley de Dios, la cual está fuera de nosotros, y la carne, que es parte de nuestro ser.

  ¿Cuál es la razón por la cual Pablo, en el capítulo 7, habla tan detalladamente acerca de la ley y de la carne? Porque Romanos 6:14 dice: “No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. En Romanos 5 y 6 Pablo explica claramente que ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Sin embargo, no explica cómo es posible esto. Ya que en 6:14 Pablo dijo: “No estáis bajo la ley”, él tenía que escribir otro capítulo para explicar la razón por la cual no estamos bajo la ley. Si no existiera Romanos 7, jamás podríamos entender claramente este asunto. Aunque la ley todavía existe, ya no estamos bajo ella; en efecto, ya no tenemos nada que ver con ella. ¿Acaso Dios revocó la ley? ¿La anuló o abolió? Categóricamente la respuesta es: “No”. ¿Cómo entonces podemos decir que ya no estamos bajo la ley? ¿Cómo podemos quedar libres de la ley? ¿Cómo podemos librarnos de la ley? La respuesta a todas estas preguntas se encuentra en Romanos 7, específicamente en los primeros seis versículos. Esta porción de la Palabra nos explica plenamente la razón por la cual ya no estamos bajo la ley. Si entendemos Romanos 7:1-6, sabremos cómo hemos sido librados de la ley.

I. LOS DOS MARIDOS

  Si queremos entender la manera en que hemos sido librados de la ley, debemos conocer los dos maridos que se presentan en Romanos 7. En el capítulo 5 tenemos dos hombres, dos hechos y dos resultados, además de las cuatro entidades gobernantes. En Romanos 7:1-6 hallamos dos maridos, y en 7:7-25 tenemos tres leyes. ¿Quiénes son estos dos maridos presentados en Romanos 7?

  Como joven cristiano yo tenía muchos deseos de conocer la Biblia. Era especialmente difícil descubrir quién era el primer marido en Romanos 7. Procuré reunir las mejores exposiciones bíblicas al respecto, pero aun así no pude determinar quién era el primer marido en Romanos 7. ¿Acaso este marido era la ley? ¿O era la carne? Pregunté a todos los que conocían bien las Escrituras, pero ninguno de ellos entendía con claridad este asunto. Algunos me dijeron que el primer marido era la ley, mientras que otros aseguraban que era la carne. Leí Romanos 7 una y otra vez, haciendo todo lo posible por entenderlo. Continué estudiando este asunto por años. Hace veintidós años dirigí un estudio minucioso del libro de Romanos, pero incluso en esa época no estaba absolutamente seguro de quién era el primer marido. Pero ahora, después de muchos años de estudio y experiencia, entiendo claramente este asunto.

  ¿Quién es el primer marido en Romanos 7? Debemos abordar esta pregunta teniendo en mente toda la Biblia, porque es menester interpretar cada versículo a la luz de toda la Biblia. Así que debemos adoptar este punto de vista con respecto al primer marido de Romanos 7.

A. La posición original del hombre: la de una esposa

  Cuando Dios creó al hombre, la posición original de éste era la de una esposa. Isaías 54:5 dice que Dios nuestro Hacedor es nuestro marido. Como esposa para Dios, debemos depender de Él y tomarle como nuestra cabeza. Ésta era nuestra posición original.

B. La posición que asumió el hombre caído

  Cuando el hombre cayó, él tomó otra posición: la posición que asumió fue la del viejo hombre. El hombre caído tomó la posición propia de un marido. El hombre que Dios creó era una esposa, pero el hombre caído se convirtió en un marido. Al asumir esta posición, el hombre caído se independizó de Dios y se hizo a sí mismo la cabeza, tal como un marido lo es. Antes de que usted fuera salvo, seguramente nunca se consideró a sí mismo como una esposa. Si usted es mujer, quizá haya pensado que era más fuerte que el hombre. Las personas caídas, tanto hombres como mujeres, se consideran a sí mismas como el marido. Muchas esposas han dicho: “¿Por qué debo someterme a mi marido? Él debería someterse a mí. ¿Por qué tiene que ser él la cabeza? Yo quiero tener la autoridad”. Con esto vemos que el hombre caído se convirtió en un esposo fuerte y desagradable.

C. La ley del viejo hombre

  Ya que el hombre caído escogió ser el marido, Dios le dio la ley. La ley no es para la esposa, sino para el hombre caído. Así que, esta ley llega a ser la ley del viejo hombre, la ley del esposo (Ro. 7:2). Sin embargo, Dios no tenía la intención de que el viejo hombre guardase la ley, porque éste simplemente es incapaz de cumplirla. Al contrario, la ley fue dada para poner de manifiesto al viejo hombre. Los que piensan que Dios dio la ley al hombre para que éste la guardara, cometen un grave error. En realidad, Dios dio la ley al hombre para que la quebrantara, y para que al hacer esto, el hombre quedara completamente puesto al descubierto. Lo correcto es quebrantar la ley, pero tratar de guardar la ley es un error. La ley no fue dada para que el hombre la guardase, sino para que la transgrediera.

  Este pensamiento concuerda con las Escrituras. Romanos 3:20 dice: “Porque por medio de la ley es el conocimiento claro del pecado”. Por medio de la ley conocemos el pecado. Si el hombre no tuviera ley, constantemente cometería pecados, pero no los reconocería como tales. Él disculparía sus hechos pecaminosos, usando términos más favorables para definirlos. Sin embargo, la ley llama el pecado pecado. Además, Romanos 4:15 dice: “Donde no hay ley, tampoco hay transgresión”. Tal vez usted piense que la ley hace que no se cometa la transgresión, pero en realidad, la ley la pone al descubierto. Además, Romanos 5:20 dice: “La ley se introdujo para que el delito abundase”. La ley no vino para reducir ni restringir los delitos. Éste es nuestro pensamiento y concepto natural. Pablo dice que la ley fue introducida para que el delito abundase, es decir, para que se incrementara en gran manera. Así que, la Biblia indica que la ley no fue dada para que la guardáramos, sino para que la quebrantáramos.

  Tal vez usted diga: “Trataré de no violar la ley”. Pero el hecho de querer violarla o no, nada significa, porque al fin de cuentas, la quebrantará. No puede evitar el quebrantar la ley. La ley dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Aunque usted haga lo posible por amar a su prójimo como a sí mismo, no tendrá éxito. Aun los niños escolares no pueden amar a sus compañeros como a sí mismos. Todos los que leen este mensaje han quebrantado, por lo menos uno de los Diez Mandamientos, y aún siguen haciéndolo. ¿Quién puede guardar la ley? Nadie. La ley fue dada para que el pecado pudiera abundar.

  Según Romanos 7:7, no habríamos conocido el pecado si no fuera por la ley. En este versículo Pablo dice que él no hubiera conocido la codicia si la ley no dijera: “No codiciarás”. En resumen, podemos decir que la ley opera para que el delito sobreabunde. Una vez que el delito abunda, la ley lo pone de manifiesto como pecado. De esta forma, la ley nos conduce al conocimiento del pecado.

D. La posición del hombre regenerado: la de una verdadera esposa

  La posición del nuevo hombre, el hombre regenerado, es la de una esposa genuina. La regeneración restaura nuestra posición original.

1. El viejo hombre fue crucificado

  El primer marido del que habla Romanos 7:2-3 no es ni la carne ni la ley, sino el viejo hombre que encontramos en Romanos 6:6, el cual fue crucificado juntamente con Cristo. Al leer Romanos 7:1-6 cuidadosamente, descubrimos que existe una relación entre este pasaje y Romanos 6:6.

  Muchos creyentes han tenido dificultad para entender el significado del primer marido mencionado en Romanos 7, porque la mayoría de ellos pasa por alto el hecho de que nosotros los creyentes, después de ser salvos, tenemos dos posiciones o estados, el viejo y el nuevo. Debido a la caída, nos hemos deslizado a un estado viejo, pero gracias a la regeneración, hemos adquirido un estado nuevo. Por la caída somos el viejo hombre, pero mediante la regeneración somos el nuevo hombre. Como el viejo hombre, éramos el esposo, pero como el nuevo hombre somos la esposa. Así que, tenemos dos estados o posiciones.

  Estudiemos esto más a fondo analizando la relación que existe entre Romanos 7:1-6, Romanos 6:6 y Gálatas 2:19-20. Romanos 7:1 dice: “La ley se enseñorea del hombre mientras éste vive”. Este versículo no presenta ninguna dificultad. En 7:2 se nos dice que “la mujer casada está ligada por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley referente al marido”. Debemos notar que no dice que “ella vive” sino que “éste vive”. Si el marido muere, la esposa queda libre de la ley del marido. Romanos 7:3 nos dice que si mientras el marido vive, la mujer se une a otro hombre, ella cometerá adulterio. Pero si el marido muere, ella queda libre de la ley de éste, y bien puede casarse con otro.

  Los siguientes tres versículos de Romanos 7 presentan algunas dificultades. El punto crítico se encuentra en 7:4. Examinemos este versículo con esmero: “Así también a vosotros, hermanos míos, se os ha hecho morir a la ley mediante el cuerpo de Cristo”. No fuimos puestos a muerte mediante un suicidio, sino mediante el cuerpo de Cristo, lo cual quiere decir que morimos en la cruz de Cristo. La cláusula mediante el cuerpo de Cristo modifica a la palabra muerte, indicando la clase de muerte a que se refiere. No fue un suicidio, sino una crucifixión, juntamente con Cristo. Cuando Cristo fue crucificado, nosotros morimos juntamente con Él. Debemos comparar esto con Romanos 6:6, que dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él”. ¿No cree usted que este versículo, donde se menciona la crucifixión de Cristo de la cual nuestro viejo hombre participa, corresponde a Romanos 7:4, donde dice que se nos ha hecho morir mediante el cuerpo de Cristo? Debemos admitir que estas dos declaraciones corresponden entre sí. No cabe duda que “vosotros” a quienes “se os ha hecho morir a la ley mediante el cuerpo de Cristo”, mencionado en 7:4, es el mismo “viejo hombre” quien “fue crucificado juntamente con Él” en 6:6. Para decirlo de manera más sencilla, el “vosotros” de 7:4 es el mismo “viejo hombre” de 6:6.

  Romanos 6:6 dice que el viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo para que el cuerpo de pecado sea anulado. El viejo hombre, y no el cuerpo, fue crucificado. Si usted dice que su cuerpo fue crucificado, lo que usted necesita es un funeral para ser sepultado. ¿Qué le ha pasado entonces a su cuerpo? El cuerpo fue anulado y quedó ya desempleado. El viejo hombre fue crucificado, pero el cuerpo permanece. Ya que el viejo hombre fue crucificado, el cuerpo ha quedado desempleado. No obstante, Romanos 6:6 continúa con la cláusula a fin de que no sirvamos más al pecado como esclavos. El viejo hombre fue crucificado, pero nosotros todavía vivimos. Sin embargo, no debemos servir más al pecado como esclavos.

  Ahora vayamos a Gálatas 2:19. Este versículo dice: “Porque yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios”. ¿Estamos entonces muertos o vivos? ¿Somos dos personas o una? Con este versículo podemos ver que ahora vivimos en dos estados distintos: existe un viejo “yo” y un nuevo “yo”. El viejo yo está muerto para que el nuevo pueda vivir. Ésta no es mi propia interpretación, sino una cita directa de Gálatas 2:19, donde dice que yo he muerto para poder vivir. Si no muero, nunca podré vivir, o en otras palabras, muero para vivir. ¿A qué he muerto? Según Gálatas 2:19, he muerto a la ley.

  Gálatas 2:20 declara: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”, lo cual indudablemente corresponde a Romanos 6:6 y 7:4. Estos tres versículos tienen una estrecha relación entre sí. Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo”. ¿Cómo podemos estar crucificados y continuar viviendo? ¿Estamos muertos o vivos? Las dos proposiciones son ciertas. En calidad de viejo hombre, estoy muerto; en calidad de nuevo hombre, estoy vivo. Aunque yo vivo, ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Me gustan estas tres frases y la vida que ahora vivo, ya no vivo yo, y mas vive Cristo. Si las analizamos, entenderemos claramente nuestro estado o posición dual. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y la vida que ahora vivo, ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Esto es maravilloso. Ésta es la enseñanza que más se destaca en la Biblia. Luego, Gálatas 2:20 dice: “Y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios”. Este versículo revela que el creyente vive en dos estados o posiciones, el del viejo hombre y el del nuevo hombre regenerado.

  Nos fue difícil reconocer el viejo marido en Romanos 7:4 porque no prestamos la debida atención al estado dual del creyente. Como el viejo hombre, éramos el marido, pero como el nuevo hombre, somos la esposa.

  Ahora regresemos a Romanos 7:4, donde dice: “Así también a vosotros hermanos míos, se os ha hecho morir a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a aquel que fue levantado de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”. En este versículo Pablo yuxtapone un funeral y una boda. Por un lado, fuimos sepultados, por otro, nos casamos. Hemos muerto para poder casarnos con otro. En Romanos 7:4 morimos para volver a casarnos, en Gálatas 2:19 morimos para vivir. Si no tuviéramos una posición o estado dual, ¿cómo podría ser esto posible? Morimos con respecto a nuestro estado viejo, para poder casarnos con otro, con Aquel que fue levantado de los muertos, conforme a nuestro estado nuevo, a fin de llevar fruto para Dios.

  Ahora llegamos a Romanos 7:5-6. El versículo 5 dice: “Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones por los pecados, las cuales obraban por medio de la ley, operaban en nuestros miembros a fin de llevar fruto para muerte”. Este versículo habla de lo que éramos antes. El versículo 6 dice: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto a aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra”. Cuando estábamos en la carne (v. 5), éramos el viejo marido. Pero cuando fuimos liberados de la ley (v. 6), llegamos a ser la esposa. Hemos sido liberados de la ley del viejo marido, habiendo muerto a aquella ley a la que estábamos sujetos.

  Ahora podemos entender claramente quién es el viejo marido: nuestro viejo hombre. Y la esposa es nuestro nuevo hombre regenerado. Como viejo hombre, estamos muertos, pero como nuevo hombre, estamos vivos. Como viejo marido, morimos, pero ahora, como la esposa, vivimos. Veremos más adelante que la esposa hace dos cosas: lleva fruto para Dios, y sirve en novedad del espíritu.

2. El hombre regenerado es liberado de la ley del viejo hombre

  El hombre regenerado, debido a la muerte del viejo hombre en la cruz, es ahora libre de la ley de éste (Ro. 7:3, 4, 6; Gá. 2:19). La ley fue dada para el viejo hombre, pero dicho hombre, el viejo marido, murió. Ya que mi viejo marido está muerto, yo, como su esposa, quedo libre de su ley. Pablo dice que la ley del marido sujeta a la esposa mientras su marido vive. Pero cuando el esposo muere, la esposa queda libre. Nuestro viejo marido era nuestro viejo hombre, pero ahora somos el nuevo hombre regenerado. Ya que la ley fue dada al viejo marido, y puesto que él murió en la cruz, estamos libres de su ley. Ésta es la razón por la cual ya no estamos bajo la ley.

3. Casados con Cristo, el nuevo marido

  Ahora estamos casados con Cristo, quien es nuestro nuevo marido. Hemos visto en Romanos 7:4 que estamos casados con Cristo, con “aquel que fue levantado de los muertos” En 2 Corintios 11:2 Pablo también dice que nos desposó con un solo esposo, Cristo. Él es nuestro nuevo esposo.

4. Ahora Cristo es nuestra Cabeza

  Los creyentes, sean hombres o mujeres, son seres regenerados y, como tales, forman parte de la esposa. Ya que Cristo es nuestro marido, debemos depender de Él y tomarlo como nuestra Cabeza (Ef. 5:23). Si hacemos esto, llevaremos fruto para Dios en resurrección (Ro. 7:4) y le serviremos en novedad del espíritu (7:6). No andaremos más en la carne, sino en la novedad del espíritu.

  Este pensamiento profundo corresponde a la profundidad de la justificación de Dios vista en el ejemplo de Abraham. En dicha justificación, Dios llamó a Su pueblo escogido a salir de todo lo que no era Dios y de su condición caída para volverse a Él mismo, a fin de que ellos no dependieran más de sí mismos para su sustento, sino que dependieran totalmente de Dios. Esto significa que debían volverse a Dios y tomarlo como su esposo. Tomar a Dios como nuestro esposo quiere decir que debemos poner fin a todo lo que somos, tenemos y podemos hacer, y confiar en Él para todo lo que necesitamos. Tomar a Cristo como nuestro esposo también significa creer en Él. No debemos vivir más por nosotros mismos, sino por Cristo. Debemos permitir que Cristo viva por nosotros. Por esto, la profunda verdad presentada en Romanos 7:1-6 corresponde a la que se presenta en el capítulo 4 de Romanos con respecto a la justificación, a saber: Dios desea hacernos volver a Él mismo y lograr que pongamos toda nuestra confianza en Él. No debemos vivir ni actuar más por nosotros mismos, ni hacer nada en nuestra vida natural. Al contrario, debemos llegar a nuestro fin y mantener cubierta nuestra cabeza. No somos más el esposo; antes bien, ya que nuestro viejo hombre ha sido crucificado, Cristo es ahora nuestro esposo.

  En toda ceremonia nupcial la cabeza de la novia está siempre cubierta. Así que, en una boda hay dos personas, pero una sola cabeza. La cabeza de la esposa es cubierta por el esposo, quien es la cabeza. ¿Cuál es el papel que desempeña la esposa? Ella ha perdido su independencia y ha sido reducida a nada. ¿Le agrada escuchar esto? A mí, sí. Me gusta escucharlo no porque yo sea un esposo, sino porque soy parte de la esposa de Cristo. He sido totalmente anulado y yo no soy nadie. Cristo es mi marido y mi cabeza. Yo no tengo cabeza propia, pues mi cabeza está ahora cubierta por Él.

  Cristo no solamente es mi cabeza, sino también mi persona. Las esposas deben tomar a su esposo como su persona misma, y no sólo como su cabeza. Debemos aun tomar a Cristo como nuestra vida. Cristo es nuestro esposo, nuestra cabeza, nuestra persona y nuestra vida. Hemos sido anulados y reducidos a nada. Ahora es Cristo quien vive en nosotros y a través de nosotros. Yo fui llamado a salir de todo lo demás, y a entrar en Él. Ahora creo y confío plenamente en Él, porque Él es todo para mí: es mi esposo, mi cabeza, mi persona y mi vida. Por lo tanto, me encuentro totalmente bajo la gracia; no estoy más de ninguna manera bajo la ley. La ley no tiene nada que ver conmigo y yo no tengo nada que ver con ella. “Porque yo por la ley he muerto a la ley” (Gá. 2:19). Ahora en la gracia vivo para Dios.

  ¿Todavía se encuentra usted agobiado con todas esas viejas enseñanzas que lo ataban a tantas prácticas? Siempre que usted trate de hacer algo por sí mismo, significa que usted, como el viejo hombre, de nuevo ha acudido a Agar, la ley. Lo único que podrá producir será un Ismael. No se una a Agar; divórciese de ella. Aléjela de usted y dígale que no tiene nada que ver con ella. Entonces, como nuevo hombre, acérquese a Sara, la gracia de Dios, y en unión con ella producirá a Isaac, es decir, a Cristo. Entonces experimentará a Cristo y lo disfrutará. Esto no es sólo una verdad doctrinal, sino una maravillosa realidad que concuerda con nuestra experiencia.

  Profundicemos un poco más en Gálatas 4:21-26. En este pasaje Pablo presenta la alegoría de Sara y Agar como los dos pactos: Agar es el pacto de la ley, y Sara es el pacto de la gracia. Mediante esta alegoría podemos entender que Agar tipifica el pacto de la ley, y Sara es el pacto de la gracia. Con esto vemos que Ismael fue producido por la obra de la ley, e Isaac fue producido por la gracia. Gálatas 4:31 dice: “De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre”. Esto quiere decir que no somos hijos de la ley, sino hijos de la gracia. Por lo tanto, si acudimos a Agar, regresamos a la ley, pero si nos acercamos a Sara, nos volvemos a la gracia. Todos los creyentes debemos acudir a Sara y permanecer bajo la gracia para poder así experimentar a Cristo cada día más.

5. Llevar fruto para Dios

  Como esposa que somos, llevamos fruto para Dios. ¿Qué significa esto y por qué Pablo lo menciona en Romanos 7:4? Cuando estábamos en la carne, es decir, cuando éramos el viejo marido, todo lo relacionado con nosotros era muerte. Lo único que podíamos producir era muerte. Todo lo que provenía de nosotros era fruto de la muerte, lo cual sólo producía muerte. Pero ahora, como personas regeneradas, esto es, como la esposa, llevamos fruto para Dios. Esto quiere decir que todo lo que hacemos ahora está relacionado con Dios. Anteriormente, todo lo que éramos y todo lo que hacíamos era solamente muerte. Por lo tanto, en estos versículos podemos ver un marcado contraste entre la muerte y Dios, entre llevar fruto para muerte y llevar fruto para Dios. Esto comprueba que cuando éramos el viejo hombre y el viejo marido, sujetos a la ley, todo lo que éramos y hacíamos era muerte. El único resultado era que llevábamos fruto para muerte. Pero ahora, como nuevo hombre y como esposa que está casada con el nuevo marido, todo lo que somos y hacemos tiene que ver con Dios. Ahora llevamos fruto para Dios. ¿Qué significan las palabras llevar fruto para Dios? Significan que nosotros producimos a Dios como nuestro fruto. Así que, ahora todo lo que somos y hacemos debe ser el Dios viviente. Debemos producir a Dios como el excedente o el rebosamiento de Él mismo. De esta forma, tendremos al Dios viviente como nuestro fruto y llevaremos fruto para Él.

6. Servir a Dios en novedad de espíritu

  Como esposa que somos nosotros debemos también servir a Dios en novedad de espíritu y no en la vejez de la letra. La palabra espíritu en este versículo denota nuestro espíritu humano regenerado en el cual mora el Señor, quien es el Espíritu (2 Ti. 4:22). Podemos servir en novedad de espíritu porque Dios ha renovado nuestro espíritu. Nuestro espíritu humano regenerado y renovado es una fuente de novedad para todo nuestro ser. Con nuestro espíritu regenerado todo es nuevo, y todo lo que brota de él está en novedad. En él no existe la vejez; la vejez pertenece a la vieja ley, a las viejas reglas y ordenanzas, a la vieja letra. Por consiguiente, no servimos al Señor en la vejez de la letra, sino en la novedad de nuestro espíritu regenerado.

  Todos debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu. Cuando usted asista a las reuniones de la iglesia no debe ejercitar su mente, sino su espíritu. Si ejercita su espíritu, siempre tendrá algo nuevo que ofrecer a los hermanos. Lo mismo sucede cuando uno comparte un mensaje. Si únicamente retengo una gran cantidad de información en mi memoria y trato de dar un mensaje conforme a este material memorizado, dicho mensaje será viejo, incluso estará lleno de la vejez del conocimiento muerto. Sin embargo, si mientras doy el mensaje me olvido de la memoria y ejercito mi espíritu, algo nuevo y viviente brotará. Tuve esta clase de experiencia durante las conferencias que celebramos en Erie en 1969. En una de las reuniones me puse de pie para hablar, sin estar seguro del contenido del mensaje que iba a dar. Pero cuando me puse de pie y ejercité mi espíritu, inmediatamente vino a mí el tema de los siete Espíritus del libro de Apocalipsis. Todo el que escuchó ese mensaje puede testificar que lo que hablé era fresco, nuevo, poderoso y viviente. Ésa fue la primera vez que brotó la palabra con respecto al Espíritu siete veces intensificado. Después de eso regresé a Los Angeles para celebrar la conferencia de verano de 1969, donde hablé acerca de ese mismo tema. Ese verano fue crucial para el recobro del Señor en este país y marcó un gran cambio.

  Debemos ejercitar nuestro espíritu continuamente porque nuestro espíritu regenerado es la fuente de la novedad de vida. El Señor, la vida divina y el Espíritu Santo, están todos en nuestro espíritu regenerado. En nuestro espíritu regenerado todo es nuevo. No debemos acordarnos de la ley, porque con la ley, no hay nada sino vejez, pero en nuestro espíritu regenerado no hay otra cosa sino novedad de vida.

  Como las personas regeneradas que somos, nos hemos casado con Cristo, el nuevo esposo; por ende, debemos llevar fruto para Dios. Todo lo que hagamos, seamos y tengamos, debe ser Dios mismo. Dios rebosa de nuestro ser para llegar a ser ese fruto que llevemos para Él. Además, debemos servir a Dios en la novedad del espíritu, y no en la vejez de la letra, la vejez de la ley. Ya no tenemos nada que ver con la ley, pues fuimos librados de ella. Ahora estamos bajo la gracia, viviendo con nuestro nuevo esposo, Cristo, y por Él mismo.

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