Mensaje 4
Lectura bíblica: Ro. 2:17-29; 3:1-8, 9-20
En este mensaje hablaremos acerca de la vanidad de la religión, mostrada en la condenación ejercida sobre los religiosos (2:17—3:8), y la desesperanza total que es producto de la condenación total ejercida sobre el mundo (3:9-20). Como ya hicimos notar, Pablo habló de los cuatro aspectos de la condenación: sobre la humanidad, en general; sobre los que se justifican a sí mismos, en particular; sobre los religiosos, específicamente; y sobre el mundo en su totalidad. Esto se reviste de significado. En estos cuatro aspectos de la condenación ejecutada por Dios, encontramos cuatro elementos: la fuente de la maldad, el camino de restricción, la vanidad de la religión, y la desesperanza total.
Primero consideremos la vanidad de la religión. La cultura es la mejor invención humana, y en ella lo principal, lo más elevado, es la religión. La cultura humana necesita la religión, porque sin ella sería una cultura salvaje. Si la religión fuera eliminada de la cultura humana, ésta sería vulgar y primitiva. Por esta razón la mayoría de la gente respeta la religión.
En toda la historia de la humanidad, las dos mejores religiones que han existido son el judaísmo y el cristianismo. Éstas son las religiones verdaderas; son religiones sanas, genuinas y fundamentales. Ambas procedieron de la misma fuente, la cual es la revelación divina de la Biblia. Además de estas dos religiones, hay otra, el islam, que es una falsificación del judaísmo. En realidad la fuente del islam es el judaísmo. El Corán, el libro sagrado de los musulmanes, es en realidad una imitación del Antiguo Testamento, aunque se han hecho algunos cambios a su contenido con el fin de propagar un gran número de falsedades. El Corán incluso habla acerca de Cristo, reconociendo que Él es superior a Mahoma. Según el Corán, Cristo nunca fue crucificado; cuando la gente intentaba crucificarlo, los ángeles descendieron y le llevaron al cielo. El Corán incluso menciona que este Jesús regresará. Así que, es evidente que el islam y su libro sagrado, el Corán, son una falsificación.
Hablando con propiedad, aparte del judaísmo, el cristianismo y la falsa religión del islam, no hay más religiones. El budismo no es una religión, sino una insensatez. La religión enseña a la gente a adorar a Dios, pero en el budismo ni siquiera existe un Dios. Al preguntarse uno acerca del confucianismo, uno se dará cuenta de que las enseñanzas de Confucio tampoco constituyen una religión, pues son simplemente enseñanzas éticas que no tienen ninguna relación con Dios. Confucio, en sus escritos clásicos, tal vez mencione a Dios en una o dos ocasiones, y no le llama Dios, sino que lo define como “los Cielos”. Por lo tanto, no debemos considerar al confucianismo como una religión. En este globo terrestre sólo existen tres religiones; hay dos auténticas –el judaísmo y el cristianismo– y una falsa: el islam.
Aun en las dos religiones genuinas, lo único que encontramos es vanidad. No necesitamos la religión, sino a una persona viviente. No necesitamos algo relacionado con Dios, sino a Dios mismo. No necesitamos una manera de adorar a Dios; al contrario, necesitamos que la persona viviente de Dios entre en nuestro ser. Cuando Dios nos dio la Biblia no tenía la intención de darnos una religión. Él quería revelarse a Sí mismo en nuestro interior por medio de la santa Palabra. No obstante, los judíos primitivos formaron una religión basada en el Antiguo Testamento. Más tarde, el cristianismo creó una religión aun más prevaleciente porque obtuvo veintisiete libros más que los judíos. Los judíos tenían solamente treinta y nueve libros para establecer con ellos su religión, pero el cristianismo tiene sesenta y seis. Así que, el cristianismo llegó a ser una religión aun más prevaleciente. Sin embargo, cuanto más prevaleciente sea una religión, más vanidad contiene.
Sé que puedo ofender a algunas personas al hablar de esta manera. La palabra cristianismo suena muy dulce y hermosa a los oídos de muchos cristianos, y les ofende oír decir que el cristianismo es vanidad. Si usted se ofende por esto, es una prueba de que es sumamente religioso. Yo no he dicho que Cristo sea vanidad, ni que los cristianos lo sean, pero sí proclamo enfáticamente que el cristianismo es vanidad. Todos los “ismos” son vanidades. La iglesia es muy valiosa, pero si le agregamos un “ismo”, se convierte en vanidad. Aceptamos a Cristo, a los cristianos y a la iglesia, pero no aceptamos ningún “ismo”. Esto no es mi enseñanza, pues si acudimos a la Palabra pura de Dios en el Nuevo Testamento, encontraremos el término Cristo, e incluso el término cristianos (Hch. 11:26). Sin embargo, el término cristianismo no aparece en la Biblia, ni la celebración de la Navidad. Un “ismo” le fue añadido a Cristo. Celebrar la Navidad es vanidad. Cuando la gente adorna e ilumina el pino navideño, lo hace por la influencia de cierto sistema, de un “ismo”, y esto es vanidad. Debemos guardarnos de la religión, porque la religión es vanidad.
Ahora consideremos algunos aspectos acerca de la vanidad de la religión. El primero de ellos es que la religión tiene un nombre externo (Ro. 2:17). Recientemente fui a cortarme el pelo, y el peluquero me comentó que asistiría a la misa de Navidad. Yo aproveché la oportunidad para preguntarle cuánta gente habría, a lo que él me contestó: “Usted sabe, éste es sólo un deber religioso, muchos asisten a misa solamente una vez al año, precisamente en la Navidad”. Aquí podemos ver un ejemplo de la vanidad de la religión: asistir a misa una vez al año como un deber religioso, simplemente para seguir siendo católico de nombre. ¿Qué clase de creyente es éste? Es un creyente sólo de nombre. Si usted es genuino en su espíritu, o sea, si es un creyente genuino, ¡qué maravilloso es esto! Sin embargo, si carece de realidad y se conforma con mantener una costumbre religiosa con un nombre externo, esto no tiene sentido. Simplemente es vanidad.
El segundo aspecto de la vanidad de la religión es que ésta sólo tiene un conocimiento externo, u objetivo, de Dios (2:17-18). Conocer a Dios de una manera externa mediante la letra y el conocimiento religioso, es simple vanidad. Necesitamos conocer a Dios interiormente, en nuestro espíritu, de modo que tal conocimiento sature todo nuestro ser. Necesitamos tal conocimiento interior y subjetivo de Dios.
El tercer aspecto de la vanidad de la religión es que los religiosos toman las Escrituras sólo objetivamente (3:2). Tanto los judíos como los cristianos tienen la Biblia, pero para muchos la Biblia ha llegado a ser un libro de supersticiones; pues la toman de una manera supersticiosa. Algunos cristianos me han dicho que tienen temor de ir a dormir sin tener una Biblia cerca. Si no tienen una Biblia junto a su almohada o sobre la mesita de noche, no pueden dormir en paz, pues piensan que ésta sirve para ahuyentar a los demonios. Éste es un concepto supersticioso. Otros cristianos usan la Biblia para buscar en ella dirección, pero lo hacen de una forma por demás extraordinaria y curiosa. Creen que si abren la Biblia al azar y ponen su dedo a ciegas sobre ella, el versículo que su dedo indique les dará la dirección divina que deben seguir. En cierta ocasión escuché de una persona supersticiosa que abrió su Biblia y su dedo señaló el versículo que dice que Judas fue y se ahorcó (Mt. 27:5). Me pregunto qué habrá hecho esa persona. Es algo terrible usar la Biblia de esta manera tan supersticiosa. Debemos desechar todas estas prácticas vanas.
Por supuesto, la mayoría de los judíos ortodoxos y de los cristianos genuinos no toman la Biblia de esta manera, pero tampoco la toman de una manera real y viviente. A ellos únicamente les interesan las enseñanzas según la letra, pero no prestan atención a la persona viviente, Cristo. En Juan 5:39-40 el Señor Jesús dijo a los judíos religiosos que ellos sólo escudriñaban las Escrituras en busca de conocimiento, pero que no acudían a Él para obtener la vida. La mayoría de los cristianos de hoy se encuentran en esta misma categoría. Así que, la Biblia no significa mucho para ellos en cuanto a la vida y a la realidad.
Algunas personas religiosas guardan las formas y ordenanzas externas de la letra (Ro. 2:27-28). Tomemos el ejemplo del bautismo. Muchos cristianos queridos insisten en su concepto del bautismo por inmersión. Yo mismo estoy totalmente a favor de que, conforme a las Escrituras, el bautismo debe ser por inmersión, y jamás bautizaría a nadie por aspersión. Sin embargo, este asunto se ha convertido casi por completo en una simple forma externa carente de realidad. Todos debemos evitar los formalismos externos. Al respecto, Pablo dijo a los judíos que la circuncisión de ellos debería ser del corazón, si no era así, era completamente objetivo y no genuino. La verdadera circuncisión es algo interior, del corazón, y es en el espíritu. Esto mismo es aplicable al bautismo, porque en cierto sentido el bautismo reemplaza a la circuncisión. En el Antiguo Testamento se practicaba la circuncisión, y en el Nuevo, ésta ha sido reemplazada por el bautismo. Así como la circuncisión carece de realidad si se practica como un simple rito externo, de igual manera el bautismo deja de ser genuino si lo consideramos sólo como una ordenanza objetiva y exterior. Siento decir que la mayoría de los bautismos se han degradado hasta convertirse en un formalismo externo.
Puedo usar como ejemplo mi propia experiencia. Al principio de mi vida cristiana fui rociado con unas cuantas gotas de agua por un pastor evangélico. Pero más tarde entendí que esto era incorrecto, ya que no estaba en conformidad con las Escrituras. Entonces fui bautizado por inmersión en el mar, por un maestro cristiano de la Asamblea de los Hermanos. Después de esto, alguien me dijo que era incorrecto ser bautizado en el mar, porque el agua no debía ser agua salada, sino agua dulce. Según este nuevo concepto, la gente debía seguir el ejemplo de Jesús y ser inmerso en un río. Entonces, tal vez otro pastor argumentaría que tampoco esto era válido, porque no se realiza en el mismo río Jordán. Finalmente comprendí que aun si la gente fuera bautizada en el río Jordán, alguien más diría que incluso eso era incorrecto, porque no era el lugar exacto en donde el Señor había sido bautizado. Los argumentos se han vuelto interminables, y las críticas y opiniones, injustas e incoherentes.
Algunos han argumentado y discutido acerca del bautismo durante siglos, porque se aferran a una forma externa. Otros, como los miembros del grupo cristiano llamado la sociedad de amigos y la señora Penn Lewis, han repudiado el bautismo físico y externo. Aunque no estoy de acuerdo con esto, quisiera advertirle a usted y decirle que no debe defender cualquier forma que sea correcta según su propio punto de vista. Usted no es el Señor, ni tampoco lo soy yo. Ya sea que haya sido bautizado en agua caliente o en agua fría, en agua salada o potable, en un río o en un océano, una o varias veces, la simple forma externa no es tan importante. Necesitamos la realidad interna. Le aconsejo que no practique nada como una simple forma externa. No debemos ceñirnos a ninguna forma, sino poner toda nuestra atención en la realidad.
La religión es vanidad porque carece de la realidad interior del espíritu (2:29). Romanos 2:29 nos enseña que todo lo que somos, todo lo que hacemos y todo lo que tenemos, debe estar en el espíritu. Si usted es un judío y es circuncidado, su circuncisión debe ser en el espíritu. Si usted es cristiano y es bautizado, su bautismo debe ser también en el espíritu. Todo debe ser hecho en el espíritu. El espíritu aquí, por supuesto, se refiere al espíritu humano. ¿Por qué debemos hacerlo todo en nuestro espíritu? Porque ésta es la parte de nuestro ser donde Dios puede morar. Es el sitio preciso, la base misma desde donde Dios puede actuar a nuestro favor. Si usted es un cristiano que permanece en su espíritu, entonces es uno que camina con Dios. Si actuamos en nuestro espíritu, en realidad actuamos juntamente con Dios. Si no tenemos a Dios, todo es vano, pero con Él, todo es realidad. Por lo tanto, debemos volvernos a nuestro espíritu. Si amamos a nuestro prójimo, debemos amarlo en nuestro espíritu, de lo contrario, nuestro amor no será genuino, sino político. Pero si en cambio, amamos en nuestro espíritu, nuestro amor va acompañado con Dios. Cuando los hermanos casados dicen a su esposa que la aman, deben decirlo juntamente con su espíritu. Si tal amor no está en el espíritu, es un amor fraudulento y político. Muchas esposas han sido engañadas por el amor fraudulento de sus esposos. Si decimos una palabra, ésta debe ser en el espíritu. Si éste es el caso, nuestras palabras irán acompañadas con Dios; de lo contrario, serán fraudulentas y vanas. Nuestro espíritu es el órgano por medio del cual Dios puede tocarnos, y nosotros podemos tocar a Dios. Todo lo que somos y todo lo que hacemos debe ser en el espíritu. Esto no tiene nada que ver con la religión; esto es realidad.
Finalmente, las personas religiosas practican los mismos actos malignos que los que no son religiosos (2:21-22). Parece que no hay diferencia alguna entre las personas religiosas y las que no lo son, pues todas son exactamente iguales. A pesar de que los judíos eran muy religiosos, se comportaban aun peor que los gentiles.
En esta porción de la Palabra, que aborda el tema de la condenación ejercida sobre los religiosos, podemos ver que la religión no significa nada, que es totalmente vana. Por lo tanto, debemos alejarnos de ella y no tener ninguna relación con ella. Nuestra única necesidad es la persona viviente del Dios Triuno.
Ahora llegamos a la condenación ejercida sobre todo el mundo, la cual manifiesta una desesperanza total (3:9-20). La situación mundial no tiene ninguna esperanza de solución. No trate de curar, corregir ni mejorar este mundo. En efecto, debe renunciar a toda esperanza, pues la condición de este mundo es incurable.
En esta sección de Romanos Pablo describe al hombre como un ser totalmente maligno y presenta suficientes pruebas de que la condición del mundo es irremediable. No hay quien entienda, y no hay quien busque a Dios (3:11). Todos se han desviado y se han hecho inútiles (3:12). No hay justo (3:10) y no hay quien haga lo bueno. En otras palabras, no existe un hombre justo ni un hombre bueno. ¿Sabe la diferencia que existe entre un hombre bueno y uno justo? Si yo trabajara para usted con un salario mensual de 500 dólares, y usted rehusara pagarme, usted sería un hombre injusto. Pero si me pagara según lo acordado, sería un hombre justo. Si yo no trabajara para usted, pero al ver mi necesidad, mediera 500 dólares como una dádiva, eso sería un acto de gracia, y al hacerlo usted sería un hombre bueno. Sin embargo, Pablo afirma que entre todos los seres humanos del mundo, no hay ninguno que sea justo ni bueno. ¿Cree usted esto? Yo sí lo creo. No debemos pensar que nosotros somos la excepción. Nadie es justo ni bueno. Por lo tanto, toda la humanidad se encuentra sujeta al juicio de Dios (3:19). La condición del mundo no tiene esperanza alguna.
¿En dónde estábamos antes de ser salvos? Todos nos hallábamos bajo el justo juicio de Dios. Todos estábamos equivocados. Ninguno buscaba a Dios ni le entendía. Todos y cada uno de nosotros nos habíamos desviado y alejado de Dios y habíamos sido hechos inútiles. Ninguno de nosotros era justo ni bueno. Todos nos encontrábamos bajo el justo juicio de Dios. En esto podemos ver la condición del mundo, la cual es una condición sin esperanza alguna.
Aprecio los escritos de Pablo. En la sección acerca de la condenación, vemos la fuente de la maldad, la manera de restringirla, la vanidad de la religión y la condición desesperada del mundo. Aquí vemos la conclusión de los escritos de Pablo acerca de la condenación: todo el mundo está sujeto al justo juicio de Dios. ¿Dónde estaríamos todos y qué tipo de personas seríamos si no hubiéramos sido salvos? Estaríamos bajo el juicio de Dios y sin ninguna esperanza. Sin importar lo que hacíamos anteriormente, lo que teníamos ni dónde nos encontrábamos, estábamos bajo el justo juicio de Dios. Con el tiempo todos comprendimos nuestra gran necesidad de la salvación de Dios. Esta sección acerca de la condenación despeja el camino hacia la salvación de Dios y abre la puerta para entrar a esta salvación. No importa quiénes somos, necesitamos a Cristo y Su redención.
Pablo escribió la sección acerca de la condenación con el fin de preparar el camino para ministrar a Cristo en nuestro ser. La meta final del evangelio de Pablo es ministrarnos a Cristo. Cuando lleguemos a Romanos 8, encontraremos un versículo que dice: “... Cristo está en vosotros ...” (8:10). Ésta es la meta de Pablo. Ya sea que formemos parte de la humanidad en general, de los que se justifican a sí mismos, de los religiosos, o de las personas comunes del mundo, necesitamos a Jesús. Lo que necesitamos se halla en nuestro espíritu. No debemos prestar atención a las cosas o hechos externos, sino volvernos a nuestro espíritu. Sólo allí podemos tocar y disfrutar a Cristo. Los escritos de Pablo acerca de la condenación nos abren el camino para recibir a Cristo y para que Cristo entre en nuestro ser.