Mensaje 49
Lectura bíblica: Ro. 7:18; 16:20; 1 Jn. 5:4; Jn. 3:6; 1 Jn. 5:18
Reinar en vida consiste en subyugar a los tres enemigos principales: Satanás, el pecado y la muerte. En este mensaje examinaremos lo que significa reinar en vida sobre Satanás.
Satanás es la fuente del pecado. Ya hicimos notar repetidas veces que el pecado es la naturaleza de Satanás inyectada en el hombre. Según lo revelado en la Biblia, Satanás como pecado está en nuestra carne, esto es, en nuestro cuerpo caído y contaminado. Romanos 7:18 dice: “Pues yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien”. Cuando Dios creó al hombre, le dio un cuerpo completamente puro. Pero cuando Satanás se inyectó como el pecado en el cuerpo humano, éste se corrompió. Por lo tanto, en la Biblia el cuerpo del hombre es llamado carne.
En nuestra carne somos uno con Satanás, porque la carne es el lugar donde éste mora. Asimismo, nuestro espíritu es el lugar donde el Señor mora en nosotros. Una persona salva es bastante complicada, porque Satanás como pecado está en su carne, y el Señor como Espíritu vivificante está en su espíritu.
Satanás, el pecado y la carne siempre van juntos. Cuando Satanás inyectó su naturaleza maligna en el hombre, él vino a ser el pecado que mora en el hombre. Cuando la naturaleza del pecado fue inyectada en el cuerpo del hombre, el cuerpo se transmutó, se cambió, en carne. Por lo tanto, Satanás, el pecado y la carne están todos interrelacionados dentro del hombre. Si hemos de vencer a Satanás y reinar en vida sobre él, debemos reconocer que él como pecado mora en nuestra carne.
Debido a que Satanás es la fuente tanto del pecado como de la muerte, él es el mayor enemigo. No es suficiente reinar sobre el pecado y la muerte sin subyugar a Satanás, pues debemos también terminar con la fuente. Entonces verdaderamente podremos reinar en vida.
Ahora veamos la manera en que podemos vencer a Satanás. La señora Jesse Penn-Lewis escribió extensamente acerca de la manera de vencer a Satanás. Sin embargo, aunque yo puse en práctica sus sugerencias, éstas no dieron resultados. Lo que ella escribió con respecto a este asunto era correcto, pero yo no sabía cómo aplicarlo. Han pasado más de cincuenta años desde el tiempo en que la señora Penn-Lewis escribió sus mejores libros. Por la misericordia y la gracia del Señor, durante todos estos años los santos han seguido avanzando y han visto la visión de dos asuntos importantes relacionados con la guerra espiritual: el Cuerpo y la vida.
A principios de los años 40 el hermano Nee dio varios mensajes en Shanghái acerca del Cuerpo de Cristo. Nos dijo que la guerra espiritual no es un asunto individual, sino corporativo. Satanás es el enemigo del Cuerpo. Por lo tanto, para poder vencerlo debemos mantenernos firmes en el Cuerpo. El libro, El hombre espiritual, concluido en 1928, presentó la guerra espiritual como si fuera un asunto individual y no algo relacionado con el Cuerpo. Por esta razón, después de que el hermano Nee recibió la visión acerca del Cuerpo, nos dijo a algunos de nosotros que no quería reimprimir ese libro.
No sólo hemos recibido la visión del Cuerpo, sino que además hemos visto la posición que la vida divina ocupa en la batalla contra el enemigo de Dios. La vida no es otra cosa que el Dios Triuno impartido a nosotros para ser nuestro contenido. De acuerdo con el libro de Romanos, la vida y el Cuerpo son uno; son inseparables. Si no hay vida, entonces no puede existir el Cuerpo. La vida es el contenido, y el Cuerpo es la expresión.
En el libro de Romanos, Pablo no menciona el nombre de Satanás sino hasta Romanos 16:20, donde dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”. La palabra griega traducida “vuestros” en este versículo está en plural, lo cual indica que se refiere al Cuerpo. Dios aplastará a Satanás bajo los pies del Cuerpo. Romanos 16 no se refiere al Cuerpo de Cristo en un sentido universal, sino a la expresión local y práctica del Cuerpo. Esto significa que Satanás sólo puede ser aplastado bajo los pies del Cuerpo tal y como se expresa de manera práctica en las iglesias locales. Si hablamos acerca del Cuerpo de una manera doctrinal, no tendremos sino sólo terminología. Solamente cuando la iglesia local sea la expresión adecuada y práctica del Cuerpo, vemos a Satanás aplastado bajo nuestros pies.
La expresión práctica del Cuerpo puede llegar a ser algo real solamente por medio de la vida divina. Podemos tener la experiencia de la redención y la salvación, pero si no experimentamos la vida divina, nos será imposible tener la expresión práctica del Cuerpo, pues éste se edifica con Cristo como vida. Así que, Satanás es derrotado únicamente por la vida y por el Cuerpo.
En 1 Juan 5:4 dice: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”. En este versículo, la expresión todo lo que se refiere a una cosa, y no a una persona. En contraste, en 1 Juan 3:9 todo se refiere a cualquier individuo que sea nacido de Dios. Si entendemos 1 Juan 5:4 a la luz de 1 Juan 3:6, entenderemos que lo nacido de Dios es “el espíritu humano”. Juan 3:6 dice que “lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Por tanto, 1 Juan 5:4 se refiere a nuestro espíritu regenerado. Es el espíritu que ha nacido de nuevo, el que no peca, y es este espíritu el que vence al mundo.
En 1 Juan 5:18 leemos: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues el que es nacido de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca”. ¿A qué se refiere las palabras el que es nacido de Dios, y quién es aquel que “se guarda a sí mismo”? Este versículo quiere decir que el que es nacido de Dios está guardándose. Algo que está dentro de mí ha nacido de Dios y es lo que me guarda. Todos los creyentes tienen algo en su interior, que ha nacido de Dios. Según el mismo principio, todos nosotros tenemos algo maligno dentro de nosotros que ha sido engendrado por Satanás. Después que Adán cayó, se hizo uno con Satanás. ¡Pero alabado sea el Señor porque ahora podemos proclamar con toda confianza que dentro de nosotros hay algo que ha nacido de Dios!
Este versículo también dice que “el maligno no le toca”. Si somos guardados por aquello que ha nacido de Dios, el maligno no nos toca. Estamos protegidos, y lo que nos protege del maligno es esa parte dentro de nosotros que ha nacido de Dios. Como hemos indicado, aquel que es nacido de Dios, es decir, del Espíritu Santo, es nuestro espíritu humano. Por consiguiente, nuestro espíritu regenerado es nuestra protección.
Debido a que tenemos al Hijo, tenemos la vida (1 Jn. 5:11-12). ¿Sabe usted en qué parte de nuestro ser mora el Hijo de Dios? Él está en nuestro espíritu. Así que, nuestro espíritu es el lugar de protección; es como una torre alta. La misma vida en la cual vencemos a Satanás y con la cual lo vencemos, está ahora en nuestro espíritu regenerado. Si permanecemos en nuestro espíritu regenerado, Satanás, el maligno, no podrá tocarnos. Ésta es la manera de vencer a Satanás.
Si descuidamos nuestro espíritu y permanecemos en la carne, nos asociaremos con Satanás. Siempre que estamos en la carne, Satanás es nuestro compañero, pero cuando estamos en el espíritu, Cristo lo es. Satanás como pecado está en nuestra carne, pero Cristo como Espíritu está en nuestro espíritu. Por lo tanto, debemos escoger quedarnos en nuestro espíritu con Cristo.
Romanos 8:4 dice que si andamos conforme al espíritu y no conforme a la carne, los justos requisitos de la ley serán cumplidos en nosotros. Cuando andamos conforme al espíritu, Cristo es nuestro compañero, el que es verdaderamente vida para nosotros. Cuando permanecemos con Él en nuestro espíritu estamos protegidos dentro de una torre alta, y el maligno no puede tocarnos.
Sólo podemos estar o en el espíritu o en la carne; no hay término medio. Por lo tanto, cuando nos salimos del espíritu, espontáneamente nos encontramos en la carne, donde Satanás mora como el pecado.
No debemos tratar de vencer a Satanás por nuestra propia cuenta. Los escritos de la señora Penn-Lewis con respecto a la guerra contra Satanás no estaban equivocados, pero daban demasiado énfasis al aspecto negativo. Ella dijo que la manera de vencer a Satanás es ver que fuimos crucificados con Cristo. De acuerdo con el Nuevo Testamento, es un hecho que la cruz de Cristo destruyó al diablo (He. 2:14). No obstante, cuanto más tratamos de crucificar nuestra carne, más activa y viviente se vuelve. Lo que la señora Penn-Lewis vio fue principalmente el aspecto negativo, el de considerarnos muertos, pero vio muy poco del aspecto positivo. Vencer a Satanás no es asunto de tomar la determinación de poner nuestra carne en la cruz, sino de ver que el mismo Cristo quien es vida para nosotros está ahora en nuestro espíritu, y que debemos permanecer en Él. Ya que Cristo está en nuestro espíritu, debemos permanecer en el espíritu si queremos permanecer en Él. Si nos mantenemos en nuestro espíritu, tenemos la realidad de estar crucificados con Cristo y tenemos a Cristo como la vida que reina. Por nuestro esfuerzo no podemos reinar sobre Satanás, pero en Cristo, quien es la vida que reina, sí lo podemos hacer.
No se esfuerce por vencer a Satanás, pues él es demasiado fuerte y poderoso para usted. Cuanto más trate de vencerle, más será derrotado por él. Ninguno de nosotros es la excepción. La única manera de vencer a Satanás es permanecer en la torre alta de nuestro espíritu regenerado. Cuando estamos en esta torre, podemos reírnos de Satanás y decirle: “Satanás, ¿no sabes que yo estoy aquí en la torre alta de mi espíritu? ¿Qué me puedes hacer aquí? Dentro de muy poco serás aplastado bajo nuestros pies”.
Además, cuando permanecemos en el espíritu, somos edificados en el Cuerpo de una manera práctica. Pero si estamos en la mente, ciertamente estaremos divididos. Esto es cierto no sólo en la vida de iglesia, sino también en nuestra vida matrimonial. Si yo estoy en mi mente y mi esposa está en la suya, será imposible para nosotros ser uno. He aprendido por experiencia lo saludable que es tener temor de permanecer en la mente. ¡Quiero estar en mi espíritu! Cuando estoy en el espíritu, no tengo ningún problema relacionado con la unidad. Tanto en la vida de iglesia como en nuestra vida familiar, debemos tener miedo de la tendencia a fijar la mente en la carne, y de la división causada por nuestros pensamientos y conceptos disidentes (véase Romanos 8:6). Cuando nos hallamos criticando a los demás, debemos volvernos inmediatamente al Señor en nuestro espíritu y orar. Debemos aprender la lección de volvernos al espíritu y permanecer en él.
En el espíritu experimentamos no sólo a Cristo como vida, sino también al Cuerpo. En el espíritu Cristo es nuestra vida personalmente y también es la vida del Cuerpo. Por lo tanto, en el espíritu con la vida divina y con el Cuerpo de Cristo, Satanás es vencido y aun aplastado bajo nuestros pies. Él es derrotado no por individuos, sino por el Cuerpo.
Nunca debemos descuidar nuestro espíritu regenerado, que es la torre alta que está en nosotros, donde podemos refugiarnos de Satanás. Cuando seamos tentados a argumentar con nuestro cónyuge, debemos correr y refugiarnos en esta torre. Las disputas en la vida matrimonial provienen de la mente, la cual es auxiliada por la carne. Siempre que un hermano tiene pensamientos negativos acerca de su esposa, la carne tratará de provocarlo a discutir con ella, lo cual indica que la carne está siempre lista para ayudar a la mente de una manera negativa. ¿Qué debemos hacer con respecto a esto? Debemos escapar a la torre alta de nuestro espíritu regenerado, el lugar donde Satanás no puede tocarnos, y donde podemos disfrutar a Cristo como nuestra vida y experimentar la realidad del Cuerpo. Cuando estamos en dicho lugar, Satanás no nos puede hacer nada.
No es difícil entrar en la torre alta de nuestro espíritu. Simplemente necesitamos invocar el nombre del Señor Jesús. Si permanecemos en nuestro espíritu, tendremos la victoria sobre Satanás. Él será subyugado y aun aplastado bajo nuestros pies, y nosotros reinaremos sobre él en Cristo como nuestra vida. Que todos nos ejercitemos con el fin de permanecer en la torre alta de nuestro espíritu regenerado.