Mensaje 59
Lectura bíblica: Ro. 12:1-2, 5, 11; Ro. 14:1, 2, 5; 15:7; Ro. 14:17; 16:1, 23
En este mensaje examinaremos la práctica de la vida del Cuerpo según se presenta en los últimos capítulos del libro de Romanos.
Hemos visto que servimos a Dios en el evangelio de Su Hijo (1:9). Éste es un evangelio de filiación, la cual incluye la designación, la resurrección, la justificación, la santificación, la transformación, la conformación, la glorificación y la manifestación. Actualmente nos encontramos bajo el proceso de la designación, es decir, que estamos siendo designados hijos de Dios mediante el poder de la resurrección, lo cual se lleva cabo con miras a obtener el Cuerpo. Para ser miembros del Cuerpo de Cristo, debemos ser hijos de Dios.
Hemos hecho notar que el capítulo 12 es en realidad la continuación directa del capítulo 8, y que los capítulos del 9 al 11 constituyen un paréntesis cuyo tema es la elección que se basa en la gracia. El capítulo 8 revela que estamos siendo conformados a la imagen del Hijo de Dios (v. 29). Dicha conformación nos hace aptos para practicar la vida del Cuerpo.
La vida del Cuerpo no consiste en la simple congregación de creyentes. Muchos grupos se han formado con el propósito de experimentar la vida del Cuerpo; no obstante, el resultado ha sido un fracaso. Dichos grupos de creyentes no comprendieron que la verdadera vida del Cuerpo depende de la filiación, la cual proviene de la designación. Si hemos de llevar la vida apropiada del Cuerpo, debemos ser transformados conforme al poder de la resurrección.
En el capitulo 12 Pablo menciona el cuerpo, el alma y el espíritu. En el versículo 1 él dice: “Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional”. Debemos presentar nuestro cuerpo físico al Señor a fin de que Él realice Su propósito, que consiste en obtener Su Cuerpo. Es posible que alguien tenga el deseo de participar en la vida del Cuerpo, pero si no presenta su cuerpo, realmente no le interesa tener la vida del Cuerpo de manera concreta. Tal vez uno se interese por las reuniones, pero ¿qué puede lograr con eso si su cuerpo permanece en casa? Si no presentamos nuestro cuerpo al Señor con miras a edificar la vida de iglesia, es imposible que llevemos una vida de reuniones. Si uno afirma que está en pro de las reuniones de la iglesia, entonces debe preguntarse si en la práctica le ha presentado su cuerpo al Señor para asistir a las reuniones. ¿Dónde se encuentra su cuerpo a la hora de las reuniones? Nuestro cuerpo es el envase que contiene nuestro ser, porque el espíritu se halla dentro del alma, y el alma, dentro del cuerpo. Debemos presentar tal vaso al Señor por el bien de Su Cuerpo.
El versículo 2 habla acerca de la mente, que es la parte principal del alma: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Cuando nuestra mente sea renovada, nuestra alma será transformada. Por lo tanto, es necesario que nuestro cuerpo sea presentado, y nuestra alma, transformada.
En este versículo Pablo nos exhorta para que no nos amoldemos a este siglo. El mundo, el sistema de Satanás, es un cosmos formado por muchos siglos, muchas eras. El siglo XIX fue una era, y el siglo XX es otra. De hecho, aun dentro del mismo siglo XX han existido varias eras diferentes. La presente era es una sección del sistema mundial de Satanás. Esta era no incluye solamente el mundo secular, sino también el mundo religioso. Si somos conformados a la religión de hoy, no seremos útiles con respecto a la práctica de la vida del Cuerpo.
Amoldarse a la era en la cual vivió Pablo, ante todo, tenía que ver con amoldarse al judaísmo. El judaísmo resultó ser un grave impedimento para la práctica de la vida del Cuerpo en el primer siglo. Tal como el judaísmo formaba parte de la era en los tiempos de Pablo, así el cristianismo, como organización religiosa, forma parte del siglo presente. Si uno se amolda al cristianismo organizado, llegará a amoldarse al siglo presente. En lugar de amoldarnos a esta era, debemos ser transformados por medio de la renovación de nuestra mente.
En Romanos 12:11 Pablo habla acerca del espíritu, exhortándonos a ser “fervientes en espíritu”. Nuestro espíritu debe ser ferviente y ardiente. Si nuestro cuerpo está presentado al Señor, si nuestra alma está en el proceso de transformación, y si nuestro espíritu es ferviente, seremos capaces de practicar la vida del Cuerpo de una manera apropiada.
Muchos hablan acerca de la vida del Cuerpo en Romanos 12, pero no la ponen en práctica. Por ejemplo, algunos han visto que en el Cuerpo de Cristo somos “miembros ... los unos de los otros” (12:5). No obstante, no pueden mencionar un solo nombre de un miembro del Cuerpo con quien se relacionen específicamente. Por consiguiente, cuando dicen que son miembros los unos de los otros, no hacen más que hablar. No nos hemos entregado al recobro del Señor simplemente para hablar acerca de la vida del Cuerpo, sino para ponerla en práctica.
La enseñanza que se halla en Romanos acerca de la vida del Cuerpo se encuentra en el capítulo 12, pero el aspecto práctico de la misma se halla en los capítulos 14, 15 y 16. Estos capítulos se ocupan de los problemas prácticos que se presentan en la vida de iglesia. Al estudiar la manera en que Pablo enfoca dichos problemas, podemos aprender algo con respecto a la práctica cotidiana de la vida del Cuerpo.
El capítulo 12 es importante con respecto a la doctrina de la vida del Cuerpo, mientras que el capítulo 14 lo es con respecto a la práctica de la misma. En el capítulo 14 Pablo aborda el problema de recibir a los creyentes cuyas opiniones y prácticas difieren de las nuestras. En Romanos 14:1 Pablo dice: “Ahora bien, recibid al débil en la fe, pero no para juzgar sus opiniones”. Luego Pablo procede a dar dos ejemplos relacionados con algunos asuntos en los que los creyentes pueden tener criterios diferentes. El primer ejemplo tiene que ver con el comer: “Uno cree que puede comer de todo, pero el que es débil, sólo come legumbres” (v. 2). El segundo ejemplo se refiere a la observancia de ciertos días: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días” (v. 5). Estos dos asuntos ejemplifican los muchos y diversos asuntos que actualmente han dividido a los cristianos. Tomemos el ejemplo del bautismo. Algunos insisten en la inmersión, mientras que otros insisten en la aspersión. Si tenemos la práctica apropiada de la vida del Cuerpo, recibiremos a todos los verdaderos creyentes en Cristo, ya sea que practiquen la inmersión o la aspersión.
Algunos dicen que en el recobro del Señor somos de mentalidad muy cerrada. Pero esto no es el caso, pues estamos dispuestos a recibir a todo tipo de cristianos. Nosotros recibimos a aquellos que bautizan por inmersión y a los que bautizan por aspersión. ¿Quiénes entonces son los cerrados? ¿Somos los que estamos en el recobro del Señor o aquellos que sólo aceptan en su comunión a los que cumplen ciertos requisitos especiales relacionados con su doctrina o práctica?
Las divisiones que existen entre los cristianos provienen de las diferentes opiniones que retienen en cuanto a doctrina o a práctica. Por ejemplo, los creyentes están divididos sobre asuntos tales como el cubrirse la cabeza, el lavamiento de los pies, y la observancia del día del Señor o del día de sábado. Este hecho debe volvernos de nuevo a Romanos 14, donde Pablo nos instruye a recibir a todo aquel que tiene la fe en Cristo y a no juzgarlos en cuanto a cuestiones secundarias. Si alguien viene a nosotros con una opinión diferente acerca de cierto asunto, como quiera debemos recibirle como a un hermano en el Señor. Como Pablo dice en 15:7: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo os recibió, para gloria de Dios”.
La importancia de recibir a todos los creyentes es ejemplificada por una experiencia que tuvimos en Los Ángeles durante los primeros días de la vida de iglesia. Tres grupos cristianos querían unirse a nosotros para practicar la vida de iglesia. Un grupo procedía de los pentecostales, y otro, de la enseñanza bíblica fundamentalista. Cuando me enteré de su deseo y entusiasmo por unirse a nosotros, les recordé que durante siglos los cristianos han estado divididos por causa de sus diferentes opiniones en cuanto a doctrinas y prácticas. Además, les dije que si ellos se reunían con nosotros para tener la vida de iglesia de acuerdo con Romanos 14, tenían que dejar sus opiniones y recibir a todos los verdaderos creyentes en Cristo, sin importar cuán diferentes fueran sus doctrinas o sus prácticas. Ellos estuvieron de acuerdo en hacer a un lado sus diferencias y a reunirse con nosotros en unidad por causa de la vida de iglesia. En el lugar de reunión colgamos unas pancartas. Una de ellas decía: “Variedad contra uniformidad”; otra decía: “Unidad en medio de variedad”; y una más decía: “Todos somos uno en Cristo”. Sin embargo, después de un corto período de tiempo, aquellos que procedían de la tradición pentecostal empezaron a insistir en las prácticas de hablar en lenguas y de tocar panderos en las reuniones. Aquellos que venían de un contexto de enseñanza bíblica no podían tolerar esto, por lo que rechazaron aceptarlo. Yo les pedí a los que se oponían al hablar en lenguas y a tocar los panderos que fueran pacientes con los que se inclinaban por estas cosas; no obstante, ellos se negaron a hacerlo. Luego, les pedí a los que defendían dichas prácticas, que consideran el sentir de los demás. Pero éstos también se rehusaron argumentando que no había nada incorrecto en lo que ellos hacían. Finalmente, debido a que ambos partidos se mostraban incapaces de aceptar a los creyentes que se aferraban a diferentes doctrinas y prácticas, estos grupos no pudieron seguir reuniéndose juntos en unidad con el fin de practicar la vida de iglesia.
El Señor puede testificar a nuestro favor que al poner en práctica nosotros la vida de iglesia, siempre hemos procedido con una actitud de generalidad, recibiendo a todos los diferentes tipos de creyentes. Por ejemplo, no les impedimos a los santos que hablen en lenguas, pero tampoco insistimos en dicha práctica. No obstante, hemos sido acusados de ser cerrados. En realidad, son aquellos que están en las denominaciones los que son cerrados, porque no reciben a todo tipo de cristiano. Durante los años que estuvimos en Los Ángeles, jamás rechazamos a ningún creyente genuino en Cristo. Además, nunca hemos corregido a ninguno. Por el contrario, hemos aprendido simplemente a ministrar vida a todo aquel que viene.
En Romanos 14 Pablo tenía una actitud de generalidad. En cuanto a la doctrina, Pablo sabía que los creyentes tenían plena libertad de comer carne así como vegetales, pero no abordó la cuestión de comer en términos doctrinales. En lugar de ello, expresó una actitud de generalidad para con todos los creyentes, o sea, no despreció ni a los que sólo comían vegetales ni a los que comían de todo. Su actitud fue la misma para con aquellos que daban énfasis a la observancia de los días.
Para poner en práctica la vida del Cuerpo de manera adecuada, necesitamos tener semejante actitud de generalidad. No debemos imponer ninguna práctica a los demás ni oponernos a ciertas prácticas. Tomemos el ejemplo de alabar al Señor en voz alta. Algunos podrían oponerse a ello y condenarlo, argumentando que es escandaloso gritar así; mientras que aquellos que están a favor de ello, podrían tratar de imponerlo a otros. Ambas actitudes son incorrectas. Si preferimos estar en silencio en las reuniones, no debemos imponer nuestro punto de vista a los demás. De igual modo, si preferimos gritar, no debemos imponer esto a nadie. Lo mismo se aplica a la práctica de orar-leer; si algunos quieren ponerlo en práctica, tienen plena libertad; pero si a otros no les interesa esta práctica, no se les debe forzar a ello.
En la vida de iglesia debemos tener una actitud de generalidad y mostrarnos capaces de recibir a todos los creyentes genuinos. Sin embargo, no es fácil aprender esta lección debido a que todos queremos que los demás sean como nosotros. No seamos exigentes para con ellos ni requiramos que ellos cambien su manera por causa de nosotros. En cambio, practiquemos la unidad en medio de la variedad y la variedad sin conformidad. Aun cuando exista cierta variedad, seguimos siendo uno en Cristo.
Puede haber muchas diferencias, no sólo entre los creyentes de una iglesia local, sino también entre las distintas iglesias locales. Por ejemplo, tal vez la iglesia en cierta localidad suela orar-leer, mientras que otra iglesia local no lo hace. Si usted visita una iglesia que tiene diferente práctica que la iglesia de su localidad, no trate de corregirla ni de cambiar nada. Dondequiera que usted vaya, simplemente debe ser uno con la iglesia en esa localidad. Si es una iglesia local, usted debe estar de acuerdo con ellos, sin imponer nada ni oponerse a nada. Admito que es fácil hablar de esto, pero que es difícil ponerlo en práctica. No obstante, todos debemos estar dispuestos a aprender esta lección. Entonces tendremos no sólo la doctrina del Cuerpo según Romanos 12, sino también la práctica de la vida del Cuerpo conforme a Romanos 14.
Romanos 14:17 dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Conforme a este versículo, el reino de Dios se relaciona con el Espíritu. Si tenemos justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, no debemos preocuparnos por las diferencias en doctrina o práctica.
Romanos 16:1 dice: “Os recomiendo nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia que está en Cencrea”. Este versículo revela un aspecto adicional del sentido práctico de la vida del Cuerpo: el carácter local de la iglesia. Si hemos de experimentar la vida del Cuerpo de una manera práctica, no sólo debemos recibir a los creyentes, sino también cuidar del carácter local de la iglesia. Conforme a Romanos 16, el sentido práctico de la vida del Cuerpo consiste en el carácter local de la iglesia. Este capítulo no sólo habla de la iglesia local, la iglesia en Cencrea, sino también de las iglesias. En el versículo 4 Pablo menciona a las iglesias de los gentiles, y en el versículo 16, a las iglesias de Cristo.
En el versículo 23 Pablo dice: “Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia”. Aquí Pablo menciona a un hermano que brindaba hospitalidad a toda la iglesia. Obviamente Pablo se refiere a la iglesia local, y no a la iglesia universal. Es importante que Pablo dijera que Gayo hospedaba a toda la iglesia, y no a todos los santos, porque hay una diferencia entre brindar hospitalidad a la iglesia y brindarla a los santos, pues podemos interesarnos por los santos y descuidar la iglesia. Pero el concepto de Pablo en este libro está relacionado principalmente con la iglesia, y no solamente con los santos. Al practicar la hospitalidad debemos estar conscientes de la iglesia y tenerla en mente. Cuando usted hospeda a otros, ¿bajo qué concepto lo hace? ¿Mantiene usted el concepto de que está brindando hospitalidad a los santos o a la iglesia? Si usted tiene el concepto apropiado, descubrirá que su hospitalidad no está dirigida únicamente a ciertos santos, sino a toda la iglesia.
En el versículo 5 Pablo envía saludos a la iglesia que se reunía en la casa de Prisca y Aquila. Algunos, basándose en este versículo, dicen que la iglesia que se reúne en la casa de alguna persona es diferente a la iglesia que se reúne en la ciudad. Pero si estudiamos este asunto cuidadosamente en su contexto, nos daremos cuenta de que la iglesia que estaba en la casa de Prisca y Aquila era en realidad la iglesia que se reunía en la ciudad de Roma. La iglesia que estaba en Roma celebraba sus reuniones en la casa de Prisca y Aquila.
Si en estos días hemos de poner en práctica la vida del Cuerpo de manera adecuada, debemos tener una actitud de generalidad al recibir a toda clase de creyentes. Si una persona cree genuinamente en el Señor Jesús, debemos recibirle, aun si sus opiniones con respecto de doctrinas y prácticas son diferentes a los nuestros. Además, debemos estar en una iglesia local y honrar el carácter local que ella tiene. ¡Cuánto le agradecemos al Señor por el capítulo 16! En este capítulo el Espíritu Santo nos indica con claridad que, si hemos de poner en práctica la vida del Cuerpo, es preciso que estemos en una iglesia local. En cualquier lugar que estemos, debemos estar en la iglesia de esa localidad.