Mensaje 9
Lectura bíblica: Ro. 5:1-11
Al final del capítulo 3 de Romanos Pablo define la justificación desde el punto de vista divino, y en el capítulo 4 presenta la historia de Abraham como ejemplo de dicha justificación. Romanos 5:1-11 debería considerarse como la conclusión de la enseñanza de Pablo acerca de la verdad de la justificación. Esta conclusión revela el resultado, el producto, de la justificación. Estos once versículos enumeran muchos elementos maravillosos que resultan de la justificación que Dios nos otorga.
En Romanos 5:1-11 Pablo menciona seis palabras sobresalientes: amor, gracia, paz, esperanza, vida y gloria. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo (v. 5). Tenemos acceso a esta gracia en la cual estamos firmes (v. 2). Ya que hemos sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios (v. 1). Como resultado de esto, nos gloriamos en la esperanza de la gloria (v. 2). El versículo 10 nos dice que seremos salvos en Su vida. Finalmente, esperamos ser participantes de la gloria de Dios (v. 2). Estos seis elementos forman parte del resultado de la obra justificadora de Dios. ¿Desea usted recibir el amor y la gracia de Dios? ¿Desea tener paz y esperanza? ¿Espera participar de la vida divina y eterna de Dios y estar en Su gloria? Para tomar parte en todo lo mencionado, uno necesita la justificación. Todo esto es nuestra porción como resultado de la justificación divina.
Junto con estas seis palabras significativas tenemos tres personas maravillosas. (Aunque no me gusta el término personas debido a que ha sido mal entendido en cuanto a las enseñanzas acerca de la Trinidad, aun así, no existe otro término más adecuado en nuestro lenguaje humano para describir a la Deidad). En Romanos 5:1-11 vemos las tres personas que constituyen el Dios Triuno. El versículo 5 habla del Espíritu Santo, diciéndonos que éste ha derramado el amor de Dios en nuestro corazón. Luego, el versículo 6 nos dice que mientras aún éramos débiles e impíos, Cristo murió por nosotros. Finalmente, el versículo 11 dice que ahora podemos gloriarnos en Dios. La versión King James emplea la frase nos gozamos en Dios, la cual significa que Dios ha venido a ser nuestro disfrute. Nos gozamos, exultamos y nos gloriamos en Dios porque Él es nuestro disfrute. De esta manera, Romanos 5 revela seis elementos maravillosos y tres personas admirables. Tenemos amor, gracia, paz, esperanza, vida y gloria. Como resultado de la obra justificadora de Dios, tenemos al Espíritu Santo, a Cristo, y a Dios mismo como nuestro disfrute. ¡Oh, esta porción de la Palabra es tan rica! Necesitaríamos una gran cantidad de mensajes para abarcar este tema adecuadamente.
Originalmente no sólo éramos pecadores, sino también enemigos de Dios. Pero mediante la muerte redentora de Cristo, Dios nos justificó y nos reconcilió consigo mismo (5:1, 10-11). Esto se llevó a cabo cuando creímos en el Señor Jesús. Mediante la fe recibimos tanto la justificación como la reconciliación, lo cual nos abrió el camino y nos introdujo a la esfera de la gracia para que pudiéramos disfrutar a Dios.
En la esfera de la gracia lo primero que disfrutamos es el amor de Dios. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos fue dado” (5:5). Muchas veces en nuestra vida cristiana necesitamos ser alentados y afirmados. Cuando pasamos por períodos de sufrimiento, es posible que surjan en nosotros dudas y preguntas. Quizás usted se pregunte: “¿Por qué tengo tantos problemas en mi vida cristiana? Por qué se me presentan tantas dificultades y pruebas?” Puede ser que se levanten estas preguntas e incertidumbres debido a nuestras circunstancias. Aunque surjan estas preguntas, no podemos negar que el amor de Dios está en nuestro interior. Desde el día en que invocamos al Señor Jesús por primera vez, el amor de Dios fue derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo. Esto quiere decir que el Espíritu nos da la revelación del amor de Dios, nos lo confirma y nos da seguridad del mismo. El Espíritu Santo, el cual mora en nuestro interior, parece decir: “No dudes. Dios te ama. Tal vez por ahora no entiendas por qué debes pasar ciertos sufrimientos, pero un día dirás: ‘Padre, te agradezco por las pruebas y tribulaciones que me hiciste pasar’”. Cuando usted entre por las puertas de la eternidad dirá: “Alabado sea el Señor por los sufrimientos y pruebas que pasé durante el transcurso de mi vida, pues Dios las usó para transformarme”.
¡Oh, el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón! Aunque estemos afligidos, deprimidos y nos hallemos en pobreza, no podemos negar que el amor de Dios está presente en nosotros. ¿Podemos acaso negar que Cristo murió por nosotros? Él murió por pecadores tan impíos como nosotros. Antes éramos enemigos de Dios, pero Cristo derramó Su sangre sobre la cruz para reconciliarnos con Dios. ¡Qué gran amor es éste! Si Dios nos dio a Su propio Hijo, ciertamente no haría nada para lastimarnos. Dios es soberano. Él sabe lo que es mejor para nosotros. Él es quien toma las decisiones, y no nosotros. Nos parezca o no, lo que Dios ha planeado para nosotros será nuestra porción. Nuestro Padre ya ha preparado todo lo que a nosotros se refiere. Simplemente debemos orar: “Señor, haz Tu voluntad en mí. Yo simplemente quiero lo que Tú quieras. Lo dejo todo completamente en Tus manos”. Ésta será nuestra respuesta para con Dios cuando nuevamente nos demos cuenta de que Él nos ama tanto que ha derramado Su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo.
Romanos 5:2 dice: “Por medio del cual también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. La gracia es la esfera en la cual estamos firmes. Donde la gracia esté es ahí donde debemos permanecer. No me pregunte dónde debe estar usted. Ya debería saber que es en la gracia donde usted debe estar establecido. Siempre que usted se sienta fuera de la esfera de la gracia, debe regresar a ella de inmediato. Cuando sienta que está a punto de argumentar con su esposa y perciba que está fuera de la esfera de la gracia, deje lo que esté haciendo, regrese a la esfera de la gracia, y permanezca ahí.
No es necesario cometer pecado para quedarse fuera de la gracia. Basta con quedarnos detenidos sin avanzar por un rato y sentiremos que nos hemos mudado de la esfera de la gracia a otra esfera. ¿Qué debemos hacer en tal caso? Debemos orar: “Señor, perdóname. Tráeme de nuevo a la esfera de la gracia”. Regresamos a la gracia de la misma manera en que entramos en ella originalmente. Entramos a la esfera de la gracia mediante la justificación por fe. Simplemente confesamos nuestros pecados a Dios, recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador, aplicamos Su sangre y fuimos justificados. La justificación nos introdujo en la gracia en la cual estamos firmes. Siempre que actuamos equivocadamente y sentimos que estamos fuera de la gracia, debemos repetir la misma oración: “Oh Dios, perdóname. Límpiame con Tu preciosa sangre”. Si usted hace esto, será traído de nuevo a la gracia instantáneamente.
Ya que fuimos justificados por la fe y estamos firmes en la esfera de la gracia, tenemos paz para con Dios por medio del Señor Jesucristo (5:1). Pablo no dice que tenemos paz con Dios, sino que tenemos paz para con Dios. No hemos terminado aún nuestra jornada [espiritual]. En el mundo espiritual, primero entramos por la puerta y luego andamos por el camino. La justificación por fe es la puerta que se abre ante nosotros dándonos el libre acceso, la entrada, al amplio campo del disfrute. Una vez que entramos por la puerta de la justificación, debemos avanzar por el camino de la paz. Los pecadores no tienen paz. Romanos 3:17 dice que cuando éramos pecadores nunca conocimos el camino de la paz. Sin embargo, hoy andamos en él.
Si uno va andando en cierta dirección y no siente paz en su interior, debe detenerse. Sólo debe avanzar si tiene la paz. Según Lucas 7:50 el Señor Jesús dijo a la mujer pecadora después de que ella fue salva: “Ve en paz”. Los jóvenes, después de haber sido salvos, deben andar por el camino de la paz. A cualquier lugar que vayan, siempre deben seguir el camino de la paz. Si no tienen paz, no deben ir. Todo lo que hagan y adondequiera que vayan, deben proceder en paz. Si no tienen paz, es mejor que no hagan nada. La gracia se nos da para que estemos firmes; la paz se nos da para nuestro caminar. Si en cierto lugar nos sentimos que no estamos en la esfera de la gracia, no debemos permanecer allí. Y si no tenemos paz en cuanto a tomar cierta dirección, no debemos seguir caminando en ese sentido. Permanezcamos en la gracia y caminemos en paz.
En la esfera de la gracia nos gloriamos en Dios (5:11). La palabra griega que se traduce “gloriarse” tiene por lo menos tres connotaciones: jactarse, exultar o regocijarse, y gloriarse. Así que, nos jactamos, exultamos, y nos gloriamos en Dios. Al permanecer en la esfera de la gracia y al andar en el camino de la paz, constantemente nos jactamos, exultamos y nos gloriamos en nuestro Dios. Esto quiere decir que le disfrutamos. Dios se nos da como nuestra porción a fin de que le disfrutemos. Éste es el Dios en quien nos jactamos, exultamos y nos gloriamos.
Nuestro ser natural necesita ser santificado, transformado y conformado. Por lo tanto, Dios nos hace pasar por diversas tribulaciones y sufrimientos para nuestro propio bien. Esto se revela claramente en Romanos 8:28 y 29, donde se nos dice que Dios hace que todas las cosas cooperen para bien, a fin de que podamos ser conformados a la imagen de Su Hijo. Así que, las tribulaciones y los sufrimientos tienen como fin nuestra transformación. Todos apreciamos la paz, la gracia y la gloria, pero a nadie le gusta la tribulación. Recientemente fui sometido a dos operaciones en mi ojo derecho. Aunque no me agrada tal sufrimiento, debo reconocer que en los últimos años nada me había favorecido más que estas dos operaciones.
La tribulación es en realidad la encarnación de la gracia junto con todas las riquezas de Cristo. Esto es semejante a la encarnación de Dios en Jesús. Aparentemente Él era sólo un hombre llamado Jesús, pero en realidad era Dios mismo. Aparentemente nuestro entorno nos trae tribulaciones, pero en realidad nos trae la gracia de Dios. Al leer Romanos 5 cuidadosamente, descubrimos que la tribulación no se encuentra en el mismo nivel que la gracia, sino en un nivel inferior. Los seis elementos que mencionamos anteriormente —el amor, la gracia, la paz, la esperanza, la vida, y la gloria, juntamente con las tres personas de la Deidad— sobrepasan la tribulación. No obstante, ésta es la visitación de la gracia.
Si decimos que nos agrada la gracia pero no la tribulación, es como si dijéramos que amamos a Dios pero no a Jesús. No obstante, debemos saber que rechazar a Jesús equivale a rechazar a Dios. De igual manera, rechazar la tribulación es rechazar la gracia. ¿Por qué se encarnó Dios? Porque Él quería venir a nosotros. La encarnación de Dios fue la visitación de Dios en Su gracia. Sin lugar a dudas, todos amamos dicha visitación. Si amamos Su visitación, debemos amar Su encarnación. Sucede lo mismo con la gracia y la tribulación. La tribulación es la encarnación de la gracia que nos visita. Aunque amamos la gracia de Dios, debemos también besar la tribulación, la cual es la encarnación de la gracia, la dulce visitación de la gracia de Dios.
La señora Guyón decía que ella besaba la cruz que le era dada. A muchos no les agrada la cruz, porque trae tribulación y sufrimiento. Por el contrario, la señora Guyón besaba cada experiencia de la cruz que se le presentaba, y estaba dispuesta a que vinieran más sufrimientos cada día, porque ella comprendió que con la cruz venía Dios mismo. Ella dijo en una ocasión: “Dios me da la cruz, y la cruz me trae a Dios”. Ella siempre le daba la bienvenida a la cruz, porque cuando tenía la cruz, tenía a Dios. La tribulación es una cruz; y la gracia es Dios, quien se nos da como nuestra porción para que lo disfrutemos. Esta gracia principalmente nos visita en forma de tribulaciones.
La experiencia de la tribulación produce perseverancia (5:3). Ésta es superior a la paciencia, pues es el producto de la paciencia más el sufrimiento. Ninguno de nosotros nació con perseverancia, sino que ésta se produce por medio del sufrimiento de la tribulación. Por lo tanto, Pablo dijo que la tribulación produce perseverancia.
Podemos obtener esta perseverancia mediante las pequeñas experiencias cotidianas de nuestra vida. Algo que me disgusta es oír el tono de ocupado cuando marco un número telefónico. ¿Pregunta usted por qué? Porque tengo poca perseverancia. Otra cosa pequeña que me disgusta es esperar a alguien que ha llegado tarde a una cita. Aunque tales detalles son un sufrimiento para mí, me ayudan a obtener perseverancia.
La perseverancia produce un carácter aprobado (5:4), el cual es una calidad que se produce al soportar y experimentar tribulación y prueba. A veces es difícil para los hermanos jóvenes obtener la aprobación de otros. Necesitan la perseverancia que produce esta calidad o carácter aprobado. La tribulación produce la perseverancia, y la perseverancia trae consigo una calidad aprobada. Algunas versiones traducen esta palabra griega como experiencia. Esto es correcto, porque se obtiene un carácter aprobado por medio de la experiencia. Sin embargo, no es la experiencia misma, sino el atributo o virtud que se adquiere a través de la experiencia del sufrimiento. Cuanto más uno sufra, más perseverancia tendrá, y más se producirá la virtud o el carácter que es aprobado por Dios. Esto no es un atributo que recibimos por nuestro nacimiento natural.
Consideremos el ejemplo del oro nativo. Aunque verdaderamente es oro, está sin refinar y no tiene atractivo. Necesita que el fuego lo purifique. Cuanto más el oro es expuesto al fuego, más calidad adquiere. Después de pasar por fuego y de ser probado, el oro adquiere una calidad que salta a la vista. La mayoría de los jóvenes son como el oro en bruto. Ellos no requieren ser pulidos ni abrillantados, lo que necesitan es pasar por fuego. Algunos de los santos que aman al Señor, por tener cierta cantidad de vida y luz, piensan que ya están capacitados para servir al Señor. Sin embargo, les falta el carácter aprobado. Por un lado, ellos pueden ser productivos adondequiera que vayan, pero por otro, aún están en bruto y carecen de las virtudes que les hacen personas dinámicas, atentas y agradables. En vez de ser aprobados son desaprobados. ¿Por qué al principio de la vida cristiana nuestra situación es muy buena y al paso del tiempo se vuelve pobre y deficiente? Es porque al principio teníamos un don y la luz. Pero debido a que somos material en bruto y nos falta un carácter aprobado, ese don y la luz disminuyen en nosotros. Si tenemos la virtud de un carácter aprobado, jamás causaremos problemas para los demás. Todos debemos orar: “Señor, concédeme el carácter apropiado”.
Si usted ora de esta manera, el Señor le preguntará: “¿En verdad estás resuelto? Si su respuesta es afirmativa, el Señor propiciará las circunstancias para producir un carácter apropiado en usted. Por ejemplo, puede ser que Él le dé la esposa más apropiada y útil para producir esta calidad en usted. La mayoría de las esposas son una excelente ayuda en el sentido de que cooperan con Dios para producir el carácter aprobado en Sus siervos. La mayoría de los siervos del Señor necesitan tal clase de esposa. Las esposas no ayudan a los esposos, sino a Dios. El carácter de las esposas ayuda a Dios a producir el carácter aprobado en los esposos
Dios es soberano. Muchos de nosotros entendemos que no sólo hemos sido llamados, sino también atrapados. Debemos ser esclavos de Cristo Jesús; no tenemos otra alternativa. Si yo hubiera tenido otra opción, la habría tomado. No obstante, tengo que ser esclavo del Señor. Aunque seamos esclavos de Cristo, nos falta el carácter aprobado. Esto preocupa a Dios y nos hace daño. Además, también molesta a los santos y a toda la familia de Dios. Por un lado, podemos ayudarlos, pero por otro, los perjudicamos. Por medio de la luz y el don que tenemos, les brindamos ayuda, pero debido a que nos falta el carácter aprobado, les hacemos daño. Así que, necesitamos que se produzca en nosotros el carácter aprobado, lo cual sólo se logra mediante la perseverancia.
Además de obtener un carácter aprobado, tenemos esperanza (5:4). ¿Qué es esta esperanza? Es la esperanza de que un día seremos introducidos en la gloria de Dios (5:2). Aunque permanezcamos en la gracia y caminemos en la paz, no estamos aún en la gloria. Pero pronto vendrá el día cuando seamos introducidos en esta gloria. ¿Qué es la gloria? Como mencionamos en varias ocasiones, la gloria es Dios mismo expresado. Siempre que Dios se expresa, tenemos la gloria. Esto es muy similar a la corriente eléctrica tal como sea expresada en una lámpara. La expresión de la electricidad es la gloria de la misma. No podemos ver la electricidad, pero sí disfrutamos de su brillo en los focos y en las lámparas, el cual constituye la expresión o gloria de la electricidad. De igual manera, la gloria es Dios expresado.
Esta gloria viene, y nada puede compararse con ella. Algunos versículos indican que Dios traerá muchos hijos a la gloria (Ro. 8:18; 2 Co. 4:17; 1 Ts. 2:12; He. 2:10; 1 P. 5:10). Aquí y ahora podemos disfrutar a Dios en la esperanza de la gloria venidera. Mientras le disfrutamos en esta era, esperamos la gloria venidera. Veremos más acerca de esto cuando lleguemos al capítulo 8 de Romanos.
Al disfrutar a Dios de esta manera, somos salvos en Su vida. Romanos 5:10 dice: “Mucho más ... seremos salvos en Su vida”. Diariamente necesitamos ser salvos de muchas cosas negativas. Necesitamos ser salvos de nuestro mal genio y de nuestro yo. Al disfrutar a Dios a través de los sufrimientos, necesitamos ser salvos en Su vida. En Su vida necesitamos ser salvos del pecado que nos asedia, es decir, de la ley del pecado y de la muerte. También en Su vida es preciso que seamos salvos de ser mundanos, esto es, que seamos santificados. Además, necesitamos ser salvos de nuestro ser natural, es decir, ser transformados y salir de nuestra vida natural. También es menester que seamos salvos de nuestro yo, de nuestra persona, o sea, que seamos conformados a la imagen de Cristo, el Primogénito de Dios. Y finalmente en Su vida necesitamos ser salvos de ser individualistas, es decir, ser edificados con otros en un solo Cuerpo. Esta lista de salvaciones en la vida de Cristo serán plenamente definidas en los siguientes capítulos. Esta clase de salvación en vida es el disfrute principal que tenemos en Dios.
La justificación nos introdujo en la esfera del disfrute. En ella estamos firmes en la gracia, caminamos en la paz, padecemos en esperanza, y disfrutamos a Dios en las tribulaciones. Al sufrir y disfrutar somos salvos en Su vida. Éste es el resultado de la justificación.