Mensaje 1
Lectura bíblica: Zac. 1:1-6
Con este mensaje damos inicio al estudio-vida de Zacarías.
Zacarías era el nieto de Iddo y el hijo de Berequías (Zac. 1:1). En hebreo, el nombre Iddo significa “en un tiempo señalado”; el nombre Berequías significa “Jehová bendice”; y el nombre Zacarías significa “Jehová recuerda”. Por tanto, el significado colectivo de los tres nombres es que en un tiempo señalado, Jehová bendecirá y Jehová recordará.
Zacarías nació de una familia sacerdotal en cautiverio (Neh. 12:1, 4, 12, 16). Primero fue un sacerdote, y después llegó a ser profeta. Él regresó a Judá junto con Zorobabel en tiempos del profeta Hageo (alrededor del año 520 a. C.). Zacarías y Hageo alentaron la construcción del templo de Dios realizada bajo las manos de Zorobabel y Josué. Josué era el sumo sacerdote, que representa el sacerdocio, y Zorobabel, un descendiente de la familia real, era el gobernador de Judá, que representa el reinado. Por tanto, el templo de Dios fue edificado por el reinado junto con el sacerdocio. Incluso hoy en día, en la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo, son requeridos tanto el sacerdocio como el reinado.
El ministerio de Zacarías comenzó a partir del segundo año de Darío Histaspes (no es el mismo Darío mencionado en Daniel 9:1; 11:1, ni tampoco el mencionado en Nehemías 12:22), aproximadamente desde el año 520 a. C. El lugar en que Zacarías desempeñó su ministerio fue Judá (Zac. 7:3-4).
El libro de Zacarías comienza con la exhortación hecha a los hijos de Israel de volver a Jehová con la promesa de que Jehová volvería a ellos (1:2-6). Aunque los hijos de Israel retornaron de Babilonia a Jerusalén, probablemente la mayoría de ellos no retornaron al Señor. El versículo 3 dice: “Volved a Mí, declara Jehová de los ejércitos, y Yo volveré a vosotros, dice Jehová de los ejércitos”. Aquí vemos establecido el siguiente principio: primero tenemos que volver al Señor, y entonces el Señor volverá a nosotros.
El tema de la profecía de Zacarías es la afectuosa consolación y promesa que Jehová trae a Su pueblo escogido —el cual ha sido disciplinado— mediante la redención efectuada por Cristo, quien, habiéndose humillado, se convirtió en compañero sufriente de ellos en medio de su cautiverio.
El pensamiento central de la profecía de Zacarías es que Jehová recuerda a Su pueblo que sufre disciplina y siente conmiseración por ellos en medio de sus padecimientos debido a los excesos cometidos por las naciones al castigar a Israel según fuera dispuesto por Jehová. Fue por causa de los sufrimientos padecidos por Israel al recibir el castigo de Dios que Él envió a Cristo, Su Ángel, para que estuviese con ellos y pasase junto con ellos por el cautiverio, quien efectuó una redención maravillosa para salvarlos. Entretanto, Jehová hizo surgir “artífices” que tomaron medidas con respecto a las naciones que habían cometido excesos contra Israel. Además, mediante Zacarías —un profeta de la restauración— Dios impartió palabras afectuosas de consuelo y promesa diciéndoles que Él habría de llevar al Israel dispersado de regreso a su propio país con la esperanza de un tiempo de restauración y prosperidad.
Este pensamiento central contiene varios factores importantes: la conmiseración de Dios, la redención, la salvación, el Salvador, el Redentor y el Libertador. A causa de Su conmiseración, Dios intervino para consolar al pueblo que Él había disciplinado. En esta labor consoladora, Cristo fue enviado a Su pueblo para efectuar la redención a fin de salvarlos, con lo cual Cristo llegó a ser el Salvador de ellos así como Su Redentor. Con relación a la redención que Dios efectúa para salvar a Su pueblo, Cristo es la centralidad. En Su primera venida, Cristo redimió a los elegidos de Dios al ser crucificado y al derramar Su sangre por ellos. En Su segunda venida, Él no vendrá para redimir a los elegidos de Dios, sino para libertarlos de manos del anticristo y dar inicio a un tiempo de restauración y de prosperidad. Así pues, Cristo también es el Libertador, lo cual hace de Cristo la universalidad. En este universo vemos a Cristo en la cruz como centro, y a partir de dicho centro Cristo se propaga a la circunferencia. Esto es la universalidad de Cristo. Efesios nos dice que este Cristo redentor que produjo el Cuerpo, la iglesia, es Aquel que todo lo llena en todo (1:22-23). Él es ciertamente la centralidad y universalidad en el plan de Dios y en la redención efectuada por Dios.
Debemos hacer una comparación entre los tres profetas —Isaías, Daniel y Zacarías— en relación con dos asuntos: la economía de Dios para con Su pueblo escogido y Cristo para el pueblo bajo Su cuidado.
En lo referente a la economía de Dios para con Su pueblo escogido, Isaías revela que todas las naciones son para el beneficio del pueblo escogido de Dios, ya sea en un sentido positivo o negativo. Lo que a Dios le interesa verdaderamente es Israel, y Dios hace uso de todas las naciones para el beneficio de Israel, ya sea en un sentido positivo o negativo. Por ejemplo, Babilonia bajo el mando de Nabucodonosor fue usada por Dios de forma negativa, mientras que Medo-Persia bajo el mando de Ciro fue usada por Dios de forma positiva. Dios escogió a Ciro y se complació en él. Dios consideró a Ciro como el pastor de Su pueblo en cautiverio.
En Daniel vemos que Dios, en Su soberanía, dispuso que todas las naciones estuviesen bajo Su gobierno celestial a fin de que Israel fuese el testigo y testimonio de Dios en la tierra. Satanás usó a Nabucodonosor con el propósito de destruir a Judá y llevar a todos los judíos cautivos a Babilonia. Satanás tenía la intención de destruir por completo el testimonio de Dios en la tierra junto con todos Sus testigos. Sin embargo, Satanás no se percató de que entre los cautivos, Dios tenía cuatro jóvenes vencedores. No importa lo que Satanás hiciese, estos vencedores supieron oponerse a ello y anularlo. Estos jóvenes obtuvieron la victoria sobre la dieta demoníaca, sobre la obra cegadora diabólica y sobre la seducción de la idolatría. Todas las estratagemas de Satanás redundaron simplemente en que el testimonio de Dios fuese fortalecido y ensalzado por medio de estos jóvenes vencedores. Al final, la autoridad para gobernar la tierra de Babilonia fue puesta en manos de Daniel y de sus tres compañeros.
En Zacarías, vemos que todos los tratos de las naciones con Israel tienen como fin que Israel en su ignorancia experimente a Cristo. El cuidado de Dios por Israel se manifiesta en el trato que Él aplica a todas las naciones.
El libro de Isaías revela muchos ítems de Cristo, principalmente respecto al ser de Cristo, es decir, lo que Cristo es. En lo referente a Cristo para el pueblo bajo el cuidado de Dios, vemos en Isaías que Cristo viene como Aquel todo-inclusivo que es capaz de satisfacer las necesidades del Israel bajo disciplina y de las naciones bajo juicio. Dios manifiesta gran misericordia al tomar las medidas requeridas para traer a Cristo no sólo a Israel, sino también a las naciones. Así pues, Cristo es el Salvador no sólo de Israel, sino también de todas las naciones.
El libro de Daniel revela que Cristo es Aquel excelente, quien vino para ser crucificado con el fin de producir la nueva creación que le complemente como Su novia, y quien regresará con Su novia para darle fin al gobierno humano y reemplazarlo con el reino eterno de Dios. En Daniel vemos que Cristo en Su crucifixión es el hito que divide la vieja creación de la nueva creación de Dios. Al aparecérsele al profeta, Él era Aquel excelente y precioso que habría de ser apreciado y anhelado por el pueblo de Dios. Al aparecérsele a los poderes humanos de la tierra, Él dará fin al gobierno humano y llegará a ser el reino divino que abarcará toda la tierra por la eternidad.
En Zacarías vemos que Cristo, Aquel que es enviado procedente de Dios, acompaña al pueblo sufriente de Dios para ser el Redentor de ellos. También vemos que en Su humillación, Él participa en los sufrimientos de Israel a fin de ser Su Salvador tierno y conmiserativo.
El libro de Zacarías no da énfasis a la persona de Cristo ni a Su obra; más bien, revela al Cristo que fue enviado a Israel como Rey que viene a ellos en forma humilde, pero que fue detestado, vendido, atacado y traspasado, con lo cual efectuó la redención para ellos. Cristo, como Ángel de Jehová, estuvo con ellos en su cautiverio. Al final, Cristo combatirá por Israel y será Rey sobre toda la tierra.
La primera sección del libro de Zacarías es la palabra de introducción en 1:1-6.
La segunda sección de Zacarías consta de las visiones de consuelo y promesa (1:7—6:15). Estas visiones incluyen la visión de un varón que es el Ángel de Jehová, el cual cabalga sobre un caballo bermejo y está de pie en medio de los mirtos que había en la hondonada (1:7-17); la visión de los cuatro cuernos y los cuatro artífices (1:18-21); la visión del varón con la cuerda de medir en Su mano (cap. 2); la visión del sumo sacerdote Josué —quien fue perfeccionado, establecido y fortalecido por el Ángel de Jehová— junto con Zorobabel, el gobernador de Judá (cap. 3); la visión del candelero de oro y los dos olivos, uno a la derecha y el otro a la izquierda (cap. 4); la visión del rollo que volaba (5:1-4); la visión del efa (5:5-11); la visión de los cuatro carros (6:1-8); y las palabras de conclusión sobre la confirmación de las ocho visiones mediante la coronación de Josué, quien tipifica a Cristo, Aquel que edificará el templo de Dios y desempeñará dos cargos —el sacerdocio y el reinado— en paz sobre Su trono (6:9-15).
La siguiente sección (caps. 7—8) consta del consejo dado a Israel de que se vuelva de la vanidad de su religión ritualista a la realidad de una vida piadosa, y del deseo manifestado por Jehová de restaurar a Israel.
La última sección (caps. 9—14) abarca las profecías de aliento centradas en Cristo. Estas profecías incluyen la profecía con respecto a las naciones alrededor de Judá en relación con Israel (cap. 9); la profecía con respecto a la amorosa visitación del Señor a Israel (cap. 10); la profecía con respecto a la vida de Israel bajo la opresión del Imperio romano (cap. 11); y la profecía con respecto al destino de Israel en la gran guerra de Armagedón, en la salvación de toda su casa y en el milenio (caps. 12—14).