Mensaje 2
(1)
Lectura bíblica: Zac. 1:7-21
En este mensaje consideraremos las dos visiones de consuelo y aliento halladas en 1:7-21. Ambas visiones constituyen un gran consuelo con gratas promesas llenas de expectativa para el sufriente Israel.
El versículo 8a dice: “Vi durante la noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo bermejo”. Este varón es Cristo en Su humanidad. Según Daniel, este varón era excelente; y según Zacarías, Él era muy conmiserativo.
Este varón es el Ángel de Jehová (v. 11a). El Ángel de Jehová es el propio Jehová como Dios Triuno (Éx. 3:2a, 4-6, 13-15). El Ángel de Jehová también es Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno (Col. 2:9) y el Enviado de Dios (Jn. 5:36-38; 6:38-39). Además, el Ángel de Jehová es el Ángel de Dios, quien acompañó y protegió a Israel en su camino al salir de Egipto hacia la tierra prometida (Éx. 23:20; 32:34; Jue. 6:19-24; Is. 63:9).
En esta visión, el varón cabalga sobre un caballo bermejo (Zac. 1:8a). En Apocalipsis 6 el caballo bermejo representa la guerra, que siempre causa derramamiento de sangre; pero aquí, el caballo bermejo representa el veloz mover de Cristo en Su redención, la cual fue lograda mediante el derramamiento de Su sangre.
El versículo 8b dice: “Él estaba de pie entre los mirtos que había en la hondonada”. Estos mirtos representan al pueblo humillado de Israel, que se encuentra en cautiverio.
Si bien Cristo cabalgaba sobre un caballo bermejo, Él estaba de pie entre los mirtos que había en la hondonada. Esto significa que Él permaneció de manera prevaleciente entre el Israel que estaba cautivo en las partes más bajas del valle en su humillación. El Israel en cautiverio se hallaba en las partes más bajas del valle, y Cristo estaba listo para actuar velozmente a fin de hacer lo que fuera necesario por ellos. Cristo, Aquel que cabalgaba en el caballo bermejo, era el protector de Israel, quien cuidaba de ellos en su cautiverio.
“Detrás de Él había caballos bermejos, castaño rojizos y blancos” (v. 8c). Cristo cabalgaba sobre un caballo bermejo, y le seguían caballos de tres colores diferentes. Esto indica que la redención efectuada por Cristo (el caballo bermejo) conduce al Israel arrepentido (los caballos castaño rojizos) a ser rápidamente justificado y aceptado por Dios (los caballos blancos). Aunque Israel conformaba el pueblo redimido de Dios (los caballos bermejos), ellos no eran muy puros, sino que, más bien, eran una mixtura, según lo indica el color de los caballos castaño rojizos. La palabra rojizo indica redención, y la palabra castaño indica mixtura. A la postre, cuando el pueblo redimido de Dios acuda a Dios y sea disciplinado por Él, ellos serán justificados, lo cual es representado por los caballos blancos.
Esta visión de los caballos retrata la situación en que se encontraba Israel durante su cautiverio. A los ojos de Dios, Cristo el Redentor estaba con ellos llevando la delantera, y ellos, el pueblo redimido por Dios, le seguían. Debido a que ellos eran el pueblo redimido por Dios, a primera vista son vistos como si fueran caballos bermejos; pero debido a su impureza, ellos son representados también por caballos castaño rojizos. Es necesario que ellos tengan contacto con Dios y sean disciplinados por Él a fin de ganar a Dios mismo y ser justificados por Él, de modo que lleguen a ser el pueblo representado por los caballos blancos. Una vez que ellos se hayan arrepentido, serán rápidamente aceptados por Dios y justificados por Él.
“Entonces dije: ¿Qué son éstos, señor? Y me dijo el ángel que hablaba conmigo: Yo te mostraré qué son éstos. Y aquel varón que estaba de pie entre los mirtos respondió y dijo: Éstos son los que Jehová envió a recorrer la tierra. Y respondieron al Ángel de Jehová, que estaba de pie entre los mirtos, y dijeron: Hemos recorrido la tierra, y he aquí que toda la tierra está reposada y tranquila” (vs. 9-11). Aquí vemos que los caballos de color bermejo, castaño rojizo y blanco, los cuales representan a los israelitas que serían redimidos y llevados de regreso a Dios a fin de ser justificados y aceptados por Él, fueron enviados por Jehová a recorrer toda la tierra; y ellos le respondieron al Ángel de Jehová, quien estaba de pie entre los mirtos, que habían recorrido la tierra y habían visto que toda la tierra estaba reposada y quieta.
Estos versículos revelan que además de Cristo, quien había sido enviado como Redentor para cuidar de Israel en su cautiverio, otros también fueron enviados por Dios a recorrer toda la tierra para observar la situación en que se encontraban las naciones. Según es indicado por el movimiento de los caballos, el pueblo de Dios que había sido hecho cautivo estaba turbado y carecía de paz, reposo y del disfrute de la vida. Las naciones, por el contrario, estaban reposadas y tranquilas. Esto indica que, a los ojos de Dios, todas las naciones alrededor de Israel en aquel tiempo estaban reposadas y disfrutando de su vida en paz y quietud, mientras que los elegidos de Dios padecían sufrimientos.
En el versículo 12 vemos que el Ángel de Jehová intercede por Israel: “Luego respondió el Ángel de Jehová y dijo: Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás compasión de Jerusalén y de las ciudades de Judá, contra las cuales has estado indignado todos estos setenta años?”.
En los versículos del 13 al 17 consta la respuesta de Jehová a la intercesión de Cristo en pro de Israel. Jehová respondió con buenas palabras, palabras consoladoras, al ángel que le hablaba a Zacarías, y el ángel le dijo: “Clama diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Estoy celoso en gran manera por Jerusalén y por Sion” (v. 14). Debido a que las naciones estaban reposadas mientras Jerusalén estaba turbada, Jehová sintió gran celo por Jerusalén. Él estaba muy enojado con las naciones, las cuales estaban cómodas, reposadas y tranquilas (v. 15a); Él se había enojado apenas un poco con Israel, pero las naciones cometieron excesos contra Israel (v. 15b).
El versículo 16 continúa diciendo: “Por tanto, así dice Jehová: Me vuelvo a Jerusalén con compasiones; en ella será edificada Mi casa, declara Jehová de los ejércitos, y la cuerda de medir será extendida sobre Jerusalén”. Medir algo equivale a tomar posesión de ello. El hecho de que Jehová hiciera que la cuerda de medir fuese extendida sobre Jerusalén significa que Él poseería dicha ciudad. Dios había abandonado a Jerusalén por setenta años. Ahora, Él regresaba para volver a poseer la ciudad; por tanto, Él envió a alguien para que la midiera. En el versículo 17, Jehová prosigue diciendo: “Una vez más rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien, y de nuevo consolará Jehová a Sion y escogerá una vez más a Jerusalén”. Ésta fue la respuesta de Dios a la oración hecha por Cristo en pro de Israel.
En los versículos del 18 a 21 consta la visión de los cuatro cuernos y los cuatro artífices.
Esta visión era la respuesta a la intercesión de Cristo en pro de Sion y Jerusalén (vs. 12-17).
“Después alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro cuernos. Y dije al ángel que hablaba conmigo: ¿Qué son éstos? Y me respondió: Éstos son los cuernos que dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén” (vs. 18-19). Estos cuatro cuernos son cuatro reinos con sus reyes –Babilonia, Medo-Persia, Grecia y el Imperio romano–, representados por la gran imagen humana descrita en Daniel 2 y por las cuatro bestias mencionadas en Daniel 7:3-8, que dañaron y destruyeron al pueblo escogido de Dios.
“Me mostró luego Jehová cuatro artífices. Y dije: ¿Qué vienen éstos a hacer? Y él habló, diciendo: Aquéllos son los cuernos que dispersaron a Judá, de modo que ninguno ha podido levantar su cabeza; pero éstos han venido para aterrorizarlos, para derribar los cuernos de las naciones que alzaron el cuerno contra la tierra de Judá para dispersarla” (vs. 20-21). Estos cuatro artífices son las destrezas, incluyendo la piedra no cortada por manos, usadas por Dios para destruir estos cuatro reinos con sus reyes, que habían traído destrucción a la nación de Israel. Cristo es Aquel entre los artífices que vendrá como piedra no cortada por manos para desmenuzar la gran imagen.
Cada uno de los primeros tres reinos —Babilonia, Medo-Persia y Grecia— fue conquistado con gran destreza por el reino que les sucedió. Babilonia fue derrotada en una sola noche cuando Darío, el medo, derrotó a Belsasar. ¡Cuán diestro fue Darío! Luego, como se revela en Daniel 8, un macho cabrío procedente de Macedonia (el Imperio griego bajo el mando de Alejandro Magno) vino a pisotear al carnero procedente de Persia. La historia nos cuenta que Alejandro Magno fue muy diestro. Él fue uno de los artífices que lidió con los cuatros cuernos. Más tarde, el Imperio romano vino para lidiar con Grecia. Estos cuatro imperios constituyen los factores centrales de la historia humana. Finalmente, el Imperio romano restaurado será desmenuzado por el máximo Artífice, Cristo.
Estos cuatro imperios devastaron a Israel y lo destruyeron. Pero todos ellos han sido destruidos, o serán destruidos —como en el caso del Imperio romano restaurado—, por los cuatro artífices levantados por Dios. Ésta es una palabra de promesa que dio consuelo y aliento a Israel.