Mensaje 4
(3)
Lectura bíblica: Zac. 3
En este mensaje consideraremos la visión de consuelo y promesa presentada en Zacarías 3. Esta visión tiene como fin fortalecer y asegurar a los cautivos que retornaron respecto a la reedificación del templo de Dios en medio de su aflicción.
En los primeros cuatro capítulos de Zacarías, el Ángel de Jehová se encarga de cinco visiones. Esto implica que Cristo, Aquel que es enviado por Dios, siempre acompaña al pueblo de Dios para cuidarlos. En el capítulo 3 se nos presenta la visión de que Josué, el sumo sacerdote, fue perfeccionado, establecido y fortalecido por el Ángel de Jehová junto con Zorobabel, el gobernador de Judá. Josué, un líder muy importante entre el pueblo de Dios, estaba bajo el cuidado del Ángel de Jehová. La manera en que el Ángel de Jehová cuidó de Josué consistió en medirlo. Así que, la medición efectuada en el capítulo 2 prosigue en el capítulo 3. Cristo vino a medir a Josué y así cuidó de él.
El Ángel le mostró a Zacarías el sumo sacerdote Josué (v. 1a). Josué tipifica a Cristo como Sumo Sacerdote enviado por Dios a Su pueblo (He. 3:1; 4:14-15; 7:26). Josué significa y representa a Israel como nación de sacerdotes (Zac. 8:20-23; Is. 2:2-4a).
Josué estaba de pie ante el Ángel de Jehová a fin de ser perfeccionado, establecido y fortalecido (Zac. 3:1-10). El Ángel de Jehová habría de hacer esto al medirlo. Por consiguiente, Josué estaba de pie ante el Ángel de Jehová para ser medido por Él.
Mientras Josué estaba ante el Ángel de Jehová, le oponía resistencia Satanás, quien estaba a su mano derecha para serle adversario (v. 1b). La palabra Satanás significa el acusador, el adversario, y es también la raíz de la palabra adversario que aparece al final del versículo 1. Un adversario es un enemigo interno. Por ejemplo, si una persona ajena a su familia se opone a usted, dicha persona es su enemigo; pero si un miembro de su familia se opone a usted, esa persona es su adversario. Tal adversario constituye una amenaza mucho más grave que un enemigo. Como adversario, Satanás tenía la intención de humillar a Josué delante de sus compañeros (v. 8) e impedir la reedificación del templo de Dios.
El versículo 2 dice: “Y dijo Jehová a Satanás: ¡Jehová te reprenda, Satanás! Sí, ¡Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda! ¿No es éste un tizón arrebatado del fuego?”. Estas palabras de Jehová indican dos cosas. Primero, indican que Jehová está resuelto a reedificar Jerusalén, ya que Él la escogió. Segundo, indican que Jehová hará algo en pro de Josué, ya que él era un tizón arrebatado del fuego (Am. 4:11; Jud. 1:23a). Cuando el Ángel de Jehová reprendió a Satanás, Él parecía decirle: “¿Por qué has venido a molestarnos? Sé que estás acusando a Josué y que te opones a él. También sé que, si bien él es el sumo sacerdote de Mi pueblo, no es muy bueno. Él es un tizón arrebatado del fuego, pero está en Mi mano. Satanás, te reprendo”.
En Zacarías 3:1 y 2 son tres las partes: Josué, el Ángel de Jehová y Satanás. En nuestra vida cristiana, como pueblo escogido de Dios siempre nos hallamos en esta clase de situación. Dios está delante de nosotros, y el maligno está a nuestra mano derecha para oponerse a nosotros, acusarnos y ser nuestro adversario. Esto es una repetición de la escena en el huerto del Edén, como se describe Génesis 2, donde Dios puso al hombre creado por Él frente a dos árboles: un árbol denota a Dios y el otro denota a Satanás. Zacarías 3 es también una repetición de Génesis 2.
Zac. 3:3-10 nos muestra cómo la perfección de Cristo, el Ángel de Jehová, se extendió a Josué.
“Ahora Josué estaba vestido de vestiduras sucias, en pie delante del Ángel. Respondió y habló a los que estaban delante de Él, diciendo: Quitadle las vestiduras asquerosas. Luego le dijo: Mira que he quitado de ti tu iniquidad” (vs. 3-4a). Recientemente, mientras reflexionaba sobre cómo era posible que el sumo sacerdote tuviese vestiduras viles, me acordé de que incluso los creyentes en la iglesia pueden robar (Ef. 4:28). Externamente, quizás no robemos nada, pero interiormente quizás deseemos algo que le pertenece a otra persona. Esto es codicia y avaricia. Asimismo, a diario hablamos mucho, y lo que hablemos en tales conversaciones o chismes pueden ser cosas sucias o palabras proclamadas con la intención de difamar a otros. Por eso debemos orar a menudo: “Señor, purifícame. Me doy cuenta de que aún sigo siendo una persona vil porque sigo viviendo en la carne, la cual es por completo asquerosa”.
El Ángel de Jehová conocía bien todo aquello que tenía que ver con Josué y no le concedió a Satanás ninguna oportunidad para acusarle. En una situación así, Josué probablemente no tenía paz. Satanás estaba a su lado, llevaba puestas las vestiduras asquerosas y el Ángel de Jehová estaba delante de él. No obstante, la perfección de Cristo, el Ángel de Jehová, fue extendida a Josué al quitar de él las vestiduras asquerosas y lograr así que fuese quitada su iniquidad.
A Josué no sólo le fue quitada su iniquidad, sino que también fue vestido de “ropas majestuosas” (vs. 4b, 5b). La ropa majestuosa es vestimenta que corresponde al cargo y estatus de una persona. Por ejemplo, los jueces se visten de ropas majestuosas. Asimismo, Josué fue vestido con ropas majestuosas, con vestiduras que corresponden a su cargo y estatus como sumo sacerdote.
“Y Él dijo: Pongan turbante limpio sobre su cabeza. Y pusieron un turbante limpio sobre su cabeza, y le vistieron con ropas mientras el Ángel de Jehová estaba allí” (v. 5). Este turbante limpio significa que Josué había sido completamente purificado y ahora estaba limpio en la presencia de Cristo, el Ángel de Jehová.
En los versículos 6 y 7, Cristo como Ángel de Jehová testificó a Josué. Aquí la palabra testificó significa “encargó”.
En Su encargo a Josué, Cristo como Ángel de Jehová dijo: “Así dice Jehová de los ejércitos: Si andas en Mis caminos y si cumples lo que te encargué, entonces juzgarás Mi casa y guardarás Mis atrios, y te concederé que andes entre éstos que están aquí”. Respecto a dicho encargo, quisiera señalar que en la administración de Dios había tres cargos: los sacerdotes, los reyes y los profetas. La responsabilidad del sumo sacerdote consistía en conocer cabalmente todos los asuntos referentes al pueblo de Dios y, luego, presentar estos asuntos a Dios y esperar en Dios hasta recibir iluminación de parte de Dios y una respuesta clara. Dicha iluminación y respuesta eran dadas a conocer mediante el Urim y el Tumim. Por tanto, una vez que el sumo sacerdote recibía la decisión e instrucción de Dios con respecto a determinada situación, él comunicaba dicha decisión e instrucción al rey, quien tenía la responsabilidad en la administración de Dios de llevarlo a cabo. Podríamos comparar el deber del sacerdote con las responsabilidades de la rama legislativa del gobierno, y el deber del rey con las responsabilidades del presidente en la rama ejecutiva. Así como el presidente tiene la responsabilidad de que las leyes aprobadas por la legislatura sean cumplidas, también los reyes en Israel tenían la responsabilidad de llevar a cabo las instrucciones que el sumo sacerdote recibía de Dios. Sin embargo, a veces tanto los sacerdotes como los reyes eran débiles e ineptos; en tales circunstancias, Dios hacía surgir profetas que hablaran por Él. Aquí en Zacarías vemos que Josué, el sumo sacerdote, y Zorobabel, el rey, eran débiles y estaban desanimados. Por tanto, Dios usó a Zacarías, el profeta, para que hablara por Él y fortaleciera y animara a Josué y a Zorobabel. La visión del capítulo 3 está relacionada con la decisión que Dios tomó en cuanto a Josué. Como veremos, la visión en el capítulo 4 está relacionada con Zorobabel y con su responsabilidad de llevar a cabo lo que Dios había decidido en cuanto a continuar y finalizar la reedificación del templo.
En los versículos del 8 al 10, Cristo como Ángel de Jehová fortaleció a Josué con Zorobabel, el gobernador de Judá (Hag. 1:1, 14).
El versículo 8 dice: “Escucha ahora, Josué, sumo sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan delante de ti –pues son varones con valor simbólico–, porque voy a traer a Mi siervo, el renuevo”. Esto se refiere a Zorobabel, quien tipifica a Cristo como Siervo de Jehová, el Renuevo de David, en Su humanidad y fidelidad real (Zac. 6:12).
Zacarías 3:9 continúa diciendo: “He aquí la piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos. Grabaré su grabadura, declara Jehová de los ejércitos, y quitaré en un solo día la iniquidad de aquella tierra”. Esta piedra (Zorobabel) puesta delante de Josué también tipifica a Cristo (Is. 28:16; Mt. 21:42). Zorobabel era una piedra puesta delante de Josué para el cumplimiento de la economía de Dios.
Sobre esta única piedra (Cristo) hay siete ojos (Zac. 3:9a; 4:10). Estos siete ojos representan al Espíritu intensificado siete veces (Ap. 5:6). Cristo es la piedra con los siete Espíritus como Sus ojos.
Jehová grabará la grabadura de la piedra (Zac. 3:9b). Esto indica que Dios laborará en Cristo, la piedra, a fin de llevar a cabo Su obra de redención, salvación y edificación. Grabar equivale a hacer incisiones, hender. Cuando Cristo murió en la cruz, Él fue grabado, hendido, por Dios.
Además, Jehová quitará la iniquidad de aquella tierra en un día (v. 9c). Esto indica que el Cristo en el cual Dios laboró será quien redimirá quitando el pecado de la tierra de Israel en un solo día, el día de Su crucifixión (1 P. 2:24). Mediante Su muerte en la cruz, Cristo, el Cordero de Dios, quitó el pecado del mundo (Jn. 1:29).
Zacarías 3:10 concluye diciendo: “En aquel día, declara Jehová de los ejércitos, convidaréis cada uno a su prójimo a venir debajo de la vid y debajo de la higuera”. Después que nuestro pecado es quitado y el conflicto que teníamos con Dios es resuelto, hay paz entre nosotros y Dios, y así podemos reunirnos a fin de disfrutar la vid y la higuera. Esto muestra cómo disfrutamos del Cristo que es la vid, el árbol de la vida, así como la higuera, llena del fruto de la vida. Cristo vino primeramente a efectuar la redención como Aquel que es portador del Espíritu y que fue hendido por Dios en la cruz. Como resultado de esto nosotros podemos disfrutar de Él en calidad de vid e higuera. La medición realizada por Cristo, el Ángel de Jehová, redunda en tal situación maravillosa.