Mensaje 8
Lectura bíblica: Zac. 7; Zac. 8
En este mensaje consideraremos Zacarías 7 y 8. Estos dos capítulos abarcan el consejo dado a Israel de que se vuelva de la vanidad de su religión ritualista (Zac. 7:3-6; 8:19a) a la realidad de una vida piadosa (Zac. 7:7-14; 8:16-17, 19b) y el deseo manifestado por Jehová de restaurar a Israel (8:2-23).
Zac. 7:3-6 habla sobre la vanidad de la religión ritualista. En particular, estos versículos mencionan el llanto y el ayuno. El pueblo de Israel lloraba, ayunaba y se apartaba para ello en el décimo mes para lamentarse por el ataque y sitio que sufrió Jerusalén a manos de los babilonios (Jer. 52:4). El pueblo lloraba, ayunaba y se apartaba para ello en el cuarto mes para lamentarse por haber sido derrumbado el muro de la ciudad de Jerusalén (2 R. 25:3-4). Israel lloraba, ayunaba y se apartaba para ello en el quinto mes para lamentarse por haber sido quemado el templo de Dios y la ciudad de Jerusalén (Jer. 52:12-13). El pueblo de Dios también lloraba, ayunaba y se apartaba para ello en el séptimo mes para lamentarse por el asesinato de Gedalías (2 R. 25:22-26).
A Israel no sólo se le aconsejó que abandonara la vanidad de su religión ritualista, sino también que se volviera a la realidad de una vida piadosa.
Primero, a Israel se le pidió escuchar la palabra de Dios proclamada por los profetas (Zac. 7:7, 11).
Si el pueblo de Israel había de poseer la realidad de una vida piadosa, ellos debían juzgar con verdad, mostrar benevolencia amorosa y compasión cada cual a su hermano, no oprimir a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, y ninguno debía pensar mal en su corazón contra su hermano (vs. 9-10; 8:16b-17a).
Además, se le encargó al pueblo de Dios hablar verdad cada cual con su prójimo. Ellos no debían pensar mal en su corazón contra su prójimo ni tampoco debían amar el juramento falso, porque Jehová aborrecía todas estas cosas (8:16a, 17b).
Por último, los hijos de Israel debían amar la verdad y la paz (v. 19b). Se les aconsejó que abandonaran su religión ritualista, caracterizada por llanto y ayuno, para volverse a la realidad de una vida piadosa, una vida llena de justicia, benevolencia amorosa, compasión, verdad y paz.
Zacarías 8 revela el deseo que tiene Jehová de restaurar a Israel. Éste es un asunto precioso.
Jehová de los ejércitos está celoso con grandes celos por Sion; sí, con gran ira Él tiene celos por ella en contra de sus enemigos (v. 2). Aunque Dios es amor, Él siente gran ira contra los enemigos de Su pueblo. Él está celoso por Sus amados elegidos.
Jehová volverá a Sión y morará en medio de Jerusalén. Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, Monte Santo (v. 3).
Ancianos y ancianas morarán en las calles de Jerusalén, cada cual con un bastón en la mano por la multitud de sus días (v. 4). Esto indica que la ciudad gozará de una situación maravillosa y que los ancianos y las ancianas experimentarán el verdadero disfrute de vida.
Las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas (v. 5). Esto indica que la ciudad estará en paz y en una situación muy placentera.
La situación de Jerusalén durante la restauración será tan placentera que ello será maravilloso tanto a los ojos del remanente de Israel como a los ojos de Jehová (v. 6). Cuando las personas vean cuán placentera es Jerusalén, podrán exclamar: “¡Esto es maravilloso!”. Y Dios podrá responder: “¡Sí, esto es maravilloso!”.
Jehová está a punto de salvar a Su pueblo de la tierra del oriente y de la tierra donde se pone el sol para que sean llevados a Jerusalén y habiten allí. Ellos serán el pueblo de Jehová, y Jehová será su Dios en verdad y en justicia (vs. 7-8). Creo que la tierra del oriente es Babilonia y que la tierra donde se pone el sol es España, ya que en aquel tiempo España era considerada la parte más remota de la tierra, el lugar donde se ponía el sol.
Los hijos de Israel deberían ser fuertes, puesto que oyeron las palabras de los profetas dadas en el día que se echó el cimiento del templo para que fuese reedificado (v. 9). Éstas son palabras de aliento que animan a los hijos de Israel a ser fuertes y valerosos a fin de finalizar la obra de reedificación de la casa de Dios.
El remanente de los hijos de Israel recibirá pago, y también sus animales. Habrá paz para los que salgan y para los que entren. Jehová ya no será con ellos como en los días anteriores (vs. 10-11).
La vid dará su fruto; la tierra dará su producto; y los cielos darán su rocío, o sea, la lluvia. Jehová hará que el remanente de Israel herede todas estas bendiciones (v. 12). Debido a estas bendiciones, todo el país será fructífero y productivo para que lo disfrute el pueblo.
Así como fueron maldición entre las naciones, Jehová los salvará, y ellos llegarán a ser bendición. Ellos no deberían temer, mas deberían esforzarse sus manos. Así como Él tuvo la intención de hacerles mal cuando sus padres le provocaron a ira y no se arrepintió, así de nuevo tiene la intención de hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá en estos días (vs. 13-15). Dios les será bueno en todo aspecto.
Por último, los ayunos del cuarto y del quinto mes, así como los ayunos del séptimo y décimo mes, se convertirán para la casa de Judá en gozo, regocijo y fiestas alegres (v. 19). En vez de ayunos habrá banquetes llenos de buena comida para el disfrute del pueblo de Israel.
Las naciones acudirán a Israel para suplicar el favor, la gracia, de Jehová, y los hijos de Israel serán sacerdotes para ellos (vs. 20-23). Para entonces, toda la nación de Israel constituirá un sacerdocio. Ellos enseñarán a los gentiles, las naciones, a conocer el camino de Dios y la persona de Dios; además, les enseñarán a adorar y servir a Dios. En calidad de sacerdotes, ellos conducirán a las naciones a la presencia de Dios a fin de que ellas sean iluminadas, corregidas y favorecidas con todas las riquezas de Dios. En esto consiste el sacerdocio. Durante los mil años del reino, después que los judíos sean salvos al retorno del Señor, ellos se convertirán en sacerdotes que enseñarán a todas las naciones arrepentidas.
No un solo pueblo, sino muchos pueblos, aun los habitantes de muchas ciudades de diferentes países, acudirán a Israel y dirán: “Vamos sin demora a implorar el favor [la gracia] de Jehová y a buscar a Jehová de los ejércitos; y se les contestará: Yo también iré” (v. 21). El versículo 22 continúa diciendo: “Sí, vendrán muchos pueblos y naciones fuertes a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar el favor de Jehová”. Espero que un día ésta sea la situación en todas las iglesias locales. Siempre que alguien diga: “Vamos a la reunión”, otro responderá: “Yo también iré”. Así será la situación en el milenio. No sólo el pueblo de Israel, sino también los gentiles que viven con ellos, todos buscarán a Dios.
En aquellos días acontecerá que diez hombres de todas las lenguas de las naciones se asirán del manto de un varón judío, diciendo: “Dejadnos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros” (v. 23; Is. 2:2-3a). De alguna manera, Dios revertirá la situación de Babel y resolverá el problema causado por la existencia de lenguas diferentes entre las naciones. Dios ya hizo esto una vez en Pentecostés (Hch. 2). Lo sucedido en Pentecostés es prefigura de lo que tendrá lugar durante la era del reino milenario.
Los hijos de Israel serán sacerdotes a las naciones (Is. 2:3b-4a). La intención de Dios, según Éxodo 19:6, era que Israel fuese una nación de sacerdotes, y Él nunca se ha olvidado de esto. Dios ha estado esperando la oportunidad para cumplir esto, pero no ha habido ocasión para ello. En el tiempo de la restauración, todos los israelitas serán sacerdotes, y como tales, estarán muy ocupados enseñándoles a las naciones cómo adorar y servir a Jehová. Anteriormente, las naciones eran idólatras o ateas, pero todas ellas se volverán a Dios, y Él se volverá a ellas para ser su Dios. Por tanto, las naciones deberán aprender cómo adorar y servir a Jehová.
Ésta fue una palabra de aliento dada a los hijos de Israel. Pareciera que Zacarías les decía: “Olvídense de los ayunos y de los llantos. Vuélvanse a Dios y lleven una vida piadosa. Habrá después un tiempo de restauración, y las naciones se volverán a ustedes y morarán con ustedes para ser el pueblo de Dios. Ustedes tomarán la delantera para ayudarles, para enseñarles, para introducirlos en la adoración de Dios”.
Durante el reino milenario, Israel estará en la parte terrenal, mientras que nosotros, los creyentes neotestamentarios, estaremos en la parte celestial. Seremos los reyes, los co-reyes que reinarán con Cristo, y también seremos los sacerdotes, los sacerdotes celestiales, que servirán a Dios. Sin embargo, no todos los creyentes estarán allí, sino únicamente los vencedores. Si el milenio ha de ser un tiempo de prueba para nosotros dependerá de si hemos sido vencedores en nuestra vida cristiana en esta era. Si somos los vencedores, estaremos en la parte celestial del reino milenario como reyes y sacerdotes; de lo contrario, estaremos en algún otro lugar para ser disciplinados con el fin de alcanzar la madurez.