Mensaje 10
En este mensaje, debemos ver la visión completa del llamado que hizo Dios a Moisés. Según los capítulos tres y cuatro de Exodo, este llamado abarca cinco puntos: la zarza ardiente, la revelación de quien es Dios y que es Dios, el propósito del llamado de Dios, las tres señales, el complemento de Aarón y el corte de Séfora. Estudiaremos el propósito del llamado de Dios en el próximo mensaje; en este mensaje veremos los otros cuatro aspectos del llamado de Dios.
Primero Moisés recibió la visión de una zarza que ardía sin ser consumida. Esta visión fue única. Después de que Moisés contempló la zarza ardiente, Dios se reveló a Si mismo a él. La revelación del nombre de Dios fue en realidad la revelación de Dios mismo. Ninguna otra porción de la Palabra nos proporciona una revelación tan clara y profunda del nombre divino como lo hace el tercer capítulo de Exodo. Dios dijo a Moisés que Su nombre era “YO SOY EL QUE SOY”. Esto indica que el nombre de Dios aquí es una forma del verbo ser. Apocalipsis 1:8 afirma que el Señor Dios es “El que es, que era, y que ha de venir”. Además Dios dijo a Moisés que El era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Este título revela que Dios no es solamente el Dios del ser, de la existencia, sino que El es también el Dios de resurrección.
En el capítulo cuatro, Moisés recibió tres señales: la señal de la vara que se convirtió en serpiente, la señal de la mano que se hizo leprosa, y la señal del agua que se hizo sangre. Al final de este capítulo, él recibió la ayuda masculina y la ayuda femenina. La ayuda masculina, proporcionada por Aarón, fue el complemento, y la ayuda femenina, proporcionada por Séfora, fue el corte. Este corte hizo que Moisés fuera un marido “de sangre”, un hombre bajo sentencia de muerte. El llamado que hizo Dios a Moisés se completó únicamente después de que él recibió estas dos clases de ayuda. Es entonces que Moisés fue útil al Señor y plenamente preparado para llevar a cabo la comisión de Dios. Si vemos esta visión completa del llamado de Dios, una visión que va desde de la zarza ardiente hasta el corte de Séfora, quedaremos profundamente impresionados.
Cuando Moisés fue llamado por Dios, él tuvo la gran visión de una zarza ardiente. Hemos señalado que la zarza ardiente se refiere al pueblo redimido de Dios. Antes éramos espinas bajo la maldición en Génesis 3, pero en Exodo 3, somos una zarza redimida. Ahora Dios está ardiendo dentro de nosotros y sobre nosotros. Esta zarza ardiente son los hijos de Israel en el Antiguo Testamento y la iglesia en el Nuevo Testamento. En la iglesia hoy, todavía hay “espinas”; ésta todavía no es una piedra preciosa. No obstante, alabamos al Señor porque estamos pasando por el proceso de transformación.
En Deuteronomio 33:16, Moisés habló de Dios como Aquel que moraba en la zarza. Esta palabra fue pronunciada cuando Moisés tenía ciento veinte años de edad, cuarenta años después de haber recibido la visión de la zarza ardiente. Moisés nunca se olvidó de esta visión, aún después que el tabernáculo fue construido y que Dios vino a morar en él. En Deuteronomio 33:16, ¿por qué Moisés no habló del beneplácito de “Aquel que moraba en el tabernáculo”? Creo que para Moisés, hablar de Dios quien mora en el tabernáculo no habría sido tan dulce como hablar de Dios quien mora en la zarza. Creo que cuando estemos en la Nueva Jerusalén, nos acordaremos de que una vez fuimos zarzas en las cuales moraba Dios. ¡Cuán maravilloso es que una zarza pueda ser la morada de Dios en la tierra hoy!
Desde Exodo 3 hasta Apocalipsis 21, podemos trazar el camino de la morada de Dios. La meta final de Dios consiste en obtener una morada. Esto significa que el propósito eterno de Dios consiste en edificar Su habitación. En Génesis, tenemos la revelación de la casa de Dios en Betel, pero no tenemos la edificación actual de la casa de Dios. Al principio de Exodo Dios moraba en la zarza, pero al final del libro, El moraba en el tabernáculo. El tabernáculo con el arca llegó a ser el punto de enfoque de la historia de los hijos de Israel. Finalmente, el tabernáculo fue agrandado y llegó a ser el templo.
El Señor Jesús vino como el tabernáculo de Dios (Jn. 1:14), y como el templo de Dios (Jn. 2:19). La iglesia hoy también es el templo de Dios (1 Co. 3:16). Finalmente, este templo se consumará en la Nueva Jerusalén, que será el templo de Dios en la eternidad.
En el principio, la morada de Dios fue una zarza redimida, pero gradualmente esta zarza es santificada, transformada, conformada, y aún glorificada. El tabernáculo es un ejemplo de la transformación. En el tabernáculo, hay madera de acacia cubierta de oro y también lino entretejido con hilo de oro. Tanto la madera de acacia como el lino representan la humanidad, y el oro representa la divinidad. Esta humanidad entretejida y cubierta es una humanidad transformada. En Exodo 3, la morada de Dios era una zarza, pero en Exodo 40, Su morada era el tabernáculo hecho de humanidad cubierta y entretejida con la divinidad.
Tanto la zarza como el tabernáculo son símbolos. La morada actual de Dios no era la zarza física ni tampoco el tabernáculo, sino Su pueblo. Después de que los hijos de Israel fueron disciplinados por Dios, se convirtieron en madera de acacia cubierta de oro y también en lino entretejido por hilo de oro. La iglesia hoy es el cumplimiento de esta tipología. Hoy la iglesia puede ser una zarza redimida. No obstante, llegará el día en que seremos oro, perlas, y piedras preciosas. ¡Alabado sea el Señor por la visión maravillosa de la morada de Dios! Esta visión cubre la habitación de Dios desde la etapa inicial, la etapa de la zarza, hasta la etapa consumada, la etapa de la Nueva Jerusalén.
Cuando Moisés fue llamado por Dios, él vio el fuego santo ardiendo dentro de la zarza. Cuando Pablo fue llamado, él tuvo la misma visión, al menos en principio. El vio al Dios Triuno ardiendo dentro de Sus redimidos. Mediante esta llama divina, el fuego santo era uno con la zarza, y ésta era uno con el fuego, que es el Dios Triuno mismo. En la actualidad Dios el Padre está en el Hijo y el Hijo como el Espíritu han descendido sobre nosotros como fuego. El Señor Jesús dijo una vez que El vino para derramar fuego sobre la tierra (Lc. 12:49). En el día de Pentecostés, el Espíritu descendió en forma de lenguas de fuego. Hoy en día el Señor sigue echando fuego sobre la tierra. Este fuego santo y este arder divino, nos han cautivado, y ahora somos parte de la zarza que arde con el Dios Triuno. El Dios Triuno arde dentro de la iglesia y sobre la iglesia que El escogió y redimió. Por tanto, la iglesia es el Dios Triuno que arde dentro de una humanidad redimida. Esta es la economía divina (1 Ti. 1:4).
Esta economía fue revelada a Pablo (Ef. 3:3-5, 9). De hecho, es el enfoque de la revelación divina. Moisés vio eso en símbolo, pero Pablo lo vio en realidad. ¡Cuanto alabamos al Señor porque Su economía también nos fue revelada! Proclamamos con denuedo que hemos recibido la visión de la zarza ardiente. Cada iglesia local es una zarza que arde con el Dios Triuno.
Me han preguntado por qué persisto tanto y no cambio nada acerca de la economía de Dios y su cumplimiento en las iglesias locales hoy. La respuesta es que yo he recibido la visión celestial. Moisés y Pablo no pudieron olvidar la visión que recibieron. Las epístolas de Pablo revelan que nada, incluyendo el encarcelamiento y el martirio, pudo desviarlo de la visión. Pablo permaneció firme hasta el fin porque él fue cautivado por la visión celestial. La muerte de los mártires del Señor sólo puede hacer que la zarza arda más que nunca.
En la actualidad miles de nosotros hemos recibido la visión de la zarza ardiente y nadie nos puede cambiar. Ni siquiera podemos cambiarnos a nosotros mismos. Si intentamos apartarnos de la visión, ésta no nos dejará ir. Hemos sido “arruinados” por la visión que hemos visto. En estos días estoy plenamente convencido de que nada puede sacudir a los santos en el recobro del Señor. El sacudirlos sólo los hace más absolutos. Muchos han testificado que no pueden desviarse de la visión de la iglesia en la economía de Dios. Los que se oponen al recobro del Señor deben darse cuenta de que es demasiado tarde ya que muchos han recibido la visión de la zarza ardiente. ¡Aleluya por la visión del Dios Triuno ardiendo dentro de la iglesia!
En los escritos de Pablo podemos encontrar cada aspecto del llamado que hizo Dios a Moisés. En las epístolas, vemos la visión de la zarza ardiente. En Efesios 1 y 3, vemos la economía divina, el dispensar del Dios Triuno dentro de Su pueblo redimido para que llegue a ser Su expresión. Esta dispensación produce la iglesia como la zarza ardiente de hoy. ¡Cuán feliz me siento por formar parte de esta zarza ardiente! Por haber recibido esta visión, nunca podríamos volver a la religión. Por el contrario, la visión hace que sigamos adelante. Incluso muchos jóvenes pueden testificar que han recibido la visión de la zarza ardiente, la visión de la economía de Dios en la iglesia de hoy.
Esta visión ha sido revelada dentro de nosotros. Aún si volviéramos al mundo, no podríamos borrar la visión que ha ardido dentro de nuestro ser. ¿Acaso no ha recibido usted la visión de la iglesia? ¿No ha visto usted que el Dios Triuno se está dispensando a Sí mismo dentro de Sus redimidos? ¡Alabado sea el Señor porque lo hemos visto! Usted quizá sea débil o se desvíe, pero esta visión no lo dejará ir. Aún cuando usted no quiera más la visión, ésta no lo dejará. Usted forma parte de la zarza ardiente, y no tiene ninguna posibilidad de escapar. ¡Aleluya por la visión de la zarza ardiente! Esta visión es el primer aspecto del llamado de Dios.
El segundo aspecto es el asunto de quien es Dios y que es Dios. Dios es el único que existe por Sí mismo. Todo lo demás va y viene pero Dios permanece. Nosotros no somos, pero Dios, y sólo Dios, es para siempre. Como lo hemos visto, el nombre de Dios como fue revelado a Moisés en Exodo 3 es simplemente el verbo ser. Esto indica que antes de la existencia de todas las cosas, Dios ya era. Después que muchas cosas dejen de existir, Dios todavía será. Dios era, Dios es, y Dios será.
Como Aquel que existe por Sí mismo, Dios es la realidad de todas las cosas positivas. El evangelio de Juan revela que El es todo lo que necesitamos; la vida, la luz, el alimento, la bebida, el pasto y el camino.
Es necesario que conozcamos a Dios como Aquel que es. Los cielos y la tierra pueden pasar, pero Dios es. ¿Está usted desalentado por sus debilidades? Un día sus debilidades dejarán de existir, pero Dios seguirá existiendo. No crea en nada que no sea Dios. No crea ni en su debilidad ni en su fuerza, porque tanto su debilidad como su fuerza pasarán. No obstante, cuando hayan pasado, Dios seguirá siendo el que es. Según mi experiencia, puedo testificar que tanto las riquezas como la pobreza pasan, pero Dios permanece. Aunque seamos ricos o pobres, Dios es. No debemos poner nuestra confianza en la esposa o el marido que Dios nos ha dado. Aún cuando perdamos la esposa o el marido, Dios seguirá siendo. En ese momento, debemos creer en El como Aquel que existe para siempre. Si conocemos a Dios como Aquel que es, seremos muy alentados, especialmente en tiempos difíciles.
Muchos cristianos conocen a Dios de una manera superficial, quizá solamente como el Dios todopoderoso. Pero este aspecto de Dios no se le revela a Moisés en Exodo 3. Al contrario, esta revelación concierne a Dios como Aquel que es. Es suficiente decir que El es. A veces es un impedimento hasta el decir que El es capaz. Del mismo modo, no necesitamos decir que El es poderoso. Es suficiente saber que El es. En Sí mismo, Dios es siempre capaz y poderoso; sin embargo, a nosotros nos puede parecer que no es capaz ni poderoso. Considere la experiencia de Pablo. Al principio de su ministerio, Pablo sanó a mucha gente. Hasta los pañuelos que él había tocado sanaban (Hch. 19:11-12). Pero al final de su ministerio, Pablo no experimentó tanto poder sanador. Cuando Timoteo se enfermó, Pablo le exhortó a que tomara vino para el bien de su estómago y de sus problemas frecuentes (1 Ti. 5:23). Además, cuando Pablo fue encarcelado, él no le pidió a Dios que derrumbara las paredes ni le pidió que le abriera milagrosamente la puerta como El lo había hecho con Pedro en Hechos 12. Hay momentos en que Dios actúa como el Todopoderoso. Pero cuando Pablo estaba a punto de ser martirizado, El conoció a Dios, no como el Todopoderoso, sino como Aquel que es. Esto fue una fuente de consuelo y de fuerza para Pablo. Pablo conoció a Dios y creyó en El, no como Aquel que era capaz de rescatarle de la cárcel, sino como Aquel que existe para siempre, como Aquel que es y que siempre será. Aún cuando Dios aparentemente no haga nada por nosotros, nosotros debemos seguir creyendo en El como Aquel que es. Todos los cristianos hoy en día conocen al Dios todopoderoso, pero nosotros podemos conocerlo de una manera más profunda como aquel que es.
También creemos en Dios como el Dios de resurrección, es decir, creemos en El como el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob. Dios no liberó a Pablo de la cárcel, pero Pablo sabía que después de su martirio, Dios vendría para resucitarlo. Antes de su martirio, Pablo lo disfrutaba como Aquel que es, pero después, él lo disfrutaría como el Dios de resurrección. El martirio le dio simplemente la oportunidad de experimentar a Dios como el Dios de resurrección.
Nuestra aspiración no debe ser conocer a Dios simplemente por los milagros que hace. De hecho, no debemos esperar milagros. En Juan 2, el Señor Jesús no se dio a conocer a los que buscaban milagros. Debemos conocer a Dios como Aquel que es y como el Dios de resurrección; debemos conocerle como Aquel que existe por Sí mismo, como Aquel que existe para siempre, y como Aquel que resucita. Si nosotros los llamados de Dios, deseamos llevar a cabo Su comisión en Su recobro, no debemos esperar milagros, sino que debemos conocer a Dios como Aquel que es y como el Dios de resurrección. El es El yo soy, y El es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Además de recibir la visión de la zarza ardiente, necesitamos esta revelación de Dios. No reconozca a Dios simplemente por lo que El hace, sino conózcale conforme a lo que El es. Lo que haga Dios por nosotros no significa nada. El entorno puede cambiar radicalmente, pero Dios sigue siendo. Todo puede fluctuar; pero Dios es, y El es para siempre. Con El no hay cambio. Además, cada situación de muerte le proporciona una oportunidad de ser el Dios de resurrección en nuestra experiencia.
Mi experiencia durante los primeros años que pasé en Taiwan lo confirma. Cuando fui mandado a Taiwan en 1949, Taiwan estaba muy atrasada y muy pobre. Fui mandado allí, pero no recibí ningún apoyo económico. Por estar plenamente ocupado con la obra del Señor, no trabajé. No obstante, con recursos económicos muy limitados todavía tenía la responsabilidad de sostener a una familia grande. Desanimado al principio por la situación, todo lo que pude hacer fue mirar alrededor de mi apartamento pequeño y preguntarme qué estaba haciendo allí. Había experimentado un cambio drástico debido a mi mudanza desde la China continental, donde la obra iba adelante y donde existían centenares de iglesias, a una isla subdesarrollada. Aunque casi todo lo exterior había cambiado, pero mi Dios seguía siendo. En los días siguientes, experimentamos lo que El era para nosotros, y vimos Su bendición espiritual abundante y Su provisión material.
Mi experiencia fue la misma en principio cuando llegué a este país. No recibí ningún apoyo económico de la iglesia en Taipei y muy poco apoyo de la iglesia en Los Angeles. Los hermanos en este país pensaban que las iglesias en todos los demás lugares me estaban cuidando. No obstante, ninguna de las iglesias me mandó nada. ¿De dónde recibí el suministro necesario para mi existencia? Lo recibí de Aquel que es. En esos días, vivía por el maná celestial. Pero no buscaba milagros, pues el Dios en quien yo creo es Aquel que es.
En medio de la tormenta de los meses pasados, no hice nada, porque creo que el recobro es el recobro del Señor. Puesto que este es el recobro del Señor, ningún hombre lo puede dañar. La palabra del Señor en Juan 2:19 se aplica hoy: “Destruíd este templo, y en tres días lo levantaré”. Yo dije simplemente: “Señor, haz algo para confirmar que este es Tu recobro. Señor, no necesito hacer nada. Si esta fuese mi obra, entonces tendría que hacer algo para mantenerla. Pero Señor, este es Tu recobro”. Cuanto le debemos agradecer al Señor y adorarlo porque en los meses pasados ha hecho mucho. Esto nos alienta a confiar en Dios como Aquel que es y en Dios como el Dios de resurrección.
Después de recibir la visión de la zarza ardiente y de conocer quien es Dios y lo que El es, todavía necesitamos las tres señales. La primera señal es la de la vara que se convierte en serpiente. La serpiente sutil que envenenó a Adán y Eva en Génesis 3 queda expuesta en Exodo 4. Esta señal nos ayuda a conocer al diablo. Indica que todas las cosas en las cuales nos apoyamos fuera de Dios son un escondite para la serpiente. En el transcurso de los años, he aprendido que cuando confío en algo, la serpiente se esconde en eso. Hemos señalado que la vara que Moisés había usado durante muchos años era un escondite para la serpiente usurpadora. No obstante, Moisés no se dio cuenta de esto hasta que el Señor le dijo que echara la vara en tierra. Entonces la serpiente escondida quedó expuesta.
La segunda señal es la de la mano que se vuelve leprosa. Esta señal es para conocer la carne de pecado. No sólo somos leprosos, sino que somos la lepra. Esto significa que somos el pecado, y no solamente pecaminosos. Cuando Cristo murió en la cruz, El no solamente llevó nuestros pecados (1P. 2:24) sino que El fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21). Puesto que éramos pecado, Cristo fue hecho pecado por nosotros. Todo el que ha sido llamado debe tener el conocimiento subjetivo de que su carne es una carne de pecado y que nada bueno mora en ella. Nuestra carne es una constitución de pecado, de putrefacción y de corrupción.
Además, el que es llamado debe entender que el mundo está lleno de muerte. Esto se revela en la tercera señal, la señal del agua que se vuelve sangre. Para la gente del mundo, el disfrute procede del suministro y del entretenimiento del mundo, representado por el Nilo que regaba el país de Egipto. No obstante, a los ojos del llamado de Dios, el mundo no está lleno de agua viviente, sino de sangre de muerte. Lo que el mundo tiene que ofrecer no es agua que satisface nuestra sed, sino muerte que nos envenena y mata.
Como los que hemos sido llamados por Dios, debemos conocer al diablo, la carne y el mundo. Pablo tenía este triple conocimiento. En cuanto a Satanás, Pablo dijo: “No ignoramos sus maquinaciones” (2 Co. 2:11). En cuanto a la carne, él dijo: “Pues yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Ro. 7:18). Y en cuanto al mundo, él dijo: “El mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Ga. 6:14). Vemos nuevamente que lo que experimentó Moisés en tipología, Pablo lo experimentó en realidad.
Después de todo eso, Moisés todavía necesitaba la ayuda masculina y femenina. La ayuda masculina es la del complemento. Esta clase de ayuda nos equilibra, nos restringe y nos humilla.
Mediante el complemento de su hermano, Moisés aprendió a dejar que otros hicieran lo que él era capaz de hacer. No se imagine que Aarón era más elocuente que Moisés. Todo lo que hacía Aarón, Moisés era capaz de hacerlo también, pero él estaba restringido y no podía hacerlo. En la vida de iglesia, el Señor a menudo suscita un entorno que nos obliga a dejar que los otros hagan lo que nosotros podemos hacer. Esto debería ser un principio de nuestra función en la iglesia. Si un hermano es capaz de hacer cierta cosa, que la haga, aún cuando usted pueda hacerla mejor. Esto lo humillará a usted. No obstante, he visto a muchos santos, particularmente las hermanas, insistir en que sólo están autorizados a hacer cierta cosa. Conforme a como fuimos creados naturalmente, no queremos que los demás interfieran con lo que estamos haciendo. No obstante, todos debemos aprender a dejar que otros hagan lo mismo que nosotros podemos hacer.
No creo que Aarón fuera más capaz que Moisés. No obstante, Dios arregló soberanamente una situación que permitió que Aarón hiciera lo que Moisés podía haber hecho. En la vida de iglesia, no debemos hacer todo por nosotros mismos. Por el contrario, debemos dejar que otros hagan lo que nosotros podemos hacer. No obstante, esto no significa que debamos estar ociosos. Por el contrario, significa que en una relación complementaria estamos restringidos, equilibrados y humillados.
Esta restricción es una salvaguardia y una protección. No existe protección más grande en nuestra vida espiritual que el complemento de un hermano. Cuanto más somos complementados con otros, más somos protegidos.
En 4:24-26, vemos que Séfora fue usada por Dios para hacer de Moisés “un marido de sangre”. El complemento es algo objetivo, pero el corte es muy subjetivo. En la Biblia, el varón representa la verdad objetiva, mientras que la mujer representa la experiencia subjetiva. Por tanto, el complemento de Aarón era exterior y objetivo, pero el corte de Séfora era interno y subjetivo.
Si deseamos ser usados por el Señor en Su recobro, debemos llevar la señal de que hemos sido cortados. Esto no significa que debemos hablar del corte que hemos experimentado. Por el contrario, significa que debemos llevarlo en silencio. Que los demás digan que hemos sido cortados. En Exodo 4, fue Séfora, y no Moisés, quien dijo que él era un “marido de sangre”.
Tanto en la vida de iglesia como en la vida matrimonial, debemos ser este “marido de sangre”. Si un hermano desea ser llamado verdaderamente por Dios, debe ser cortado de una manera subjetiva. Aprendemos mucho por medio del corte. A veces mi esposa me corta al restringir mi comida. Este corte me mantiene sano y me impide caer en extremos. Debido a su corte útil, no puedo satisfacer mis apetitos carnales en la comida. Por tanto, el corte me impide vivir según la vida natural.
Fuera del recobro, es difícil que un grupo de cristianos permanezcan juntos por más de quince años porque nadie está dispuesto a ser cortado. En lugar del corte, usan la diplomacia. Las personas dispuestas a ser cortadas son las únicas que Dios puede usar. Toda persona útil es un “marido de sangre”. A diario y a toda hora, debemos experimentar la circuncisión de la vida natural. No es suficiente ver simplemente que somos pecaminosos. Nuestra vida natural también debe ser circuncidada, por nuestros familiares o los hermanos y las hermanas en la iglesia. Estoy dispuesto a ser cortado. Yo me presento con todo gusto a aquellos que me cortan. Este corte es el último aspecto del llamado de Dios. Solo después de haber sido cortados podemos llevar a cabo la comisión de Dios. Después de que Moisés fue cortado, él fue verdaderamente útil en las manos de Dios.
Cuando comparamos los aspectos del llamado de Dios en Exodo 3 y 4 con el relato del Nuevo Testamento, vemos que todo lo que experimentó Moisés, Pablo también lo experimentó. Además, todo eso debe ser nuestra experiencia hoy. Debemos tener la visión de la zarza ardiente: el Dios Triuno ardiendo dentro de Sus redimidos y sobre ellos. Este es el punto de enfoque de la revelación divina en las Escrituras. Entonces necesitamos conocer quien es Dios y lo que El es. Además, necesitamos conocer al diablo, la carne, y el mundo. Después de eso, necesitamos el complemento y el corte. Si estamos dispuestos a vivir la experiencia subjetiva de la circuncisión en nuestra vida natural, entonces viviremos por la vida de resurrección, seremos útiles en la manos del Señor para cumplir Su propósito eterno, y estaremos preparados para llevar a cabo la comisión de Dios. Que todos los aspectos del llamado de Dios sean nuestra experiencia hoy en el recobro del Señor.