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Mensaje 101

La cortina para la puerta de la tienda

(1)

  Lectura bíblica: Éx. 26:36-37; 36:37-38; 40:5, 28

  En este mensaje estudiaremos los versículos 26:36 y 37. Tal vez pensemos que estos versículos son muy fáciles de entender. El versículo 36 dice: “Harás para la puerta del tabernáculo una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de recamador”. Este versículo nos habla de la cortina para la puerta de la tienda. Pero el versículo 37, habla de la cortina: “Y harás para la cortina cinco columnas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro; y fundirás cinco basas de bronce para ellas”.

LA CUBIERTA, EL VELO Y LA CORTINA

  La cortina para la puerta de la tienda era del mismo material que la primera capa de la cubierta y el velo que separaba el Lugar Santísimo del Lugar Santo. Por lo tanto, el techo, el velo interior y la cortina para la puerta eran del mismo material, del mismo color, diseño y mano de obra. Cada vez que un sacerdote entraba al tabernáculo, veía cortinas o un velo de azul, púrpura, carmesí y lino fino torcido arriba, hacia el frente y en la parte de atrás. La cortina interior es llamada el velo, mientras que para la puerta era una cortina.

  En algunas traducciones el versículo 36 dice: “Y le harás una cortina para la entrada de la tienda”. Se usa la palabra entrada en lugar de puerta. Puede que piense que no hay ninguna diferencia entre una entrada y una puerta. Aunque estas palabras tienen significados similares, una entrada es algo más específico que una puerta. Se puede usar una puerta tanto para entrar como para salir, pero una entrada no es una salida. La puerta en el versículo 36 servía para entrar y para salir. Sin embargo, su propósito primordial era servir de entrada, no de salida.

  Estoy de acuerdo con esto en cuanto al versículo 36. De hecho la parte del frente del tabernáculo no era una puerta. En lugar de esto, había una cortina sostenida por cinco columnas que servían de entrada. Por esta razón, prefiero decir que la puerta era la entrada y no una puerta.

  Dijimos que el velo que separaba el Lugar Santísimo del Lugar Santo era del mismo material y mano de obra que la cortina que estaba a la entrada del tabernáculo. Sin embargo, aunque eran iguales en cuanto al diseño y apariencia, uno era llamado el velo y el otro cortina.

  Es significativo que el tabernáculo no se describe de afuera hacia adentro sino de adentro hacia afuera. Por ejemplo, la descripción de las cuatro capas de la cubierta comienza con la capa interna, que es de lino fino torcido, y continua hacia la externa, que es de piel de tejones. De igual modo, en relación con las dos cortinas, el velo interior y la cortina, el relato divino describe primero al velo interior y luego a la cortina a la entrada del tabernáculo. Es importante entender el significado tanto del velo como de la cortina.

  Un velo cubre algo a nuestra vista y lo mantiene separado de nuestra presencia. A menudo los velos son usados para ocultar cosas que son muy valiosas. Cuando algo está cubierto con un velo estamos separados de eso. Las cosas no son invisibles, pero no podemos verlas debido al velo. Algunas cosas preciosas en el tabernáculo estaban cubiertas con un velo y el pueblo caído no podía verlas. El arca que estaba en el Lugar Santísimo era la primera de todas las cosas preciosas que Dios ocultó. Ya vimos que el arca representa a Cristo como corporificación de Dios. El arca se relaciona con la historia de Dios. La historia de Dios incluye todo lo que El es y todo lo que El ha llevado a cabo, obtenido y alcanzado. Todo esto está corporificado en Cristo como el arca. Ademas, sobre Cristo, como el arca, hay un lugar llamado la cubierta del propiciatorio, donde Dios se puede reunir con nosotros y hablarnos. Es aquí donde se expresa la gloria de Dios, representada por los querubines. Ademas de esto, sobre esta cubierta, la cual era la tapa del arca, se rociaba la sangre. Por lo tanto, en el arca tenemos a Dios con Su historia, Su corporificación, Su gloria expresada y la obra redentora de Cristo. ¡Cuán preciosa es el arca y todo lo relacionado con ella!

  En el Lugar Santo tenemos la mesa con los panes de la presencia, el candelero y el altar del incienso. Con la mesa recibimos el suministro de vida para nutrirnos, con el candelero somos alumbrados y con el altar del incienso tenemos a Cristo como el olíbano, el cuál representa a Cristo como la dulce fragancia para que seamos aceptados por Dios. Por tanto, en el Lugar Santo tenemos el suministro, el alumbrar y la aceptación. Ahora continuaremos viendo lo que el arca contiene: las tablas de la ley, el maná escondido y la vara que reverdeció, los cuales corresponden a lo que se encuentran en el Lugar Santo. En el Lugar Santo tenemos el pan, mientras que en el Lugar Santísimo tenemos el maná. Esto indica que el pan en el Lugar Santo llega a ser el maná escondido en el Lugar Santísimo. También en el Lugar Santo tenemos el candelero y en el Lugar Santísimo tenemos la ley del testimonio de Dios. Así que, por un lado en el Lugar Santo, somos alumbrados por el candelero, pero por otro, en el Lugar Santísimo, somos alumbrados por la ley como el testimonio de Dios. Además, en el Lugar Santo, en el altar del incienso tenemos el olíbano para nuestra aceptación. Sin embargo, en el Lugar Santísimo tenemos la vara que reverdeció, la cual representa la vida de resurrección que llega a ser nuestra aceptación. Por lo tanto, el incienso en el Lugar Santo llega a ser la vara que reverdeció en el Lugar Santísimo. Ambas cosas representan al Cristo resucitado.

  Un ejemplo de la relación que existe entre el maná, la ley y la vara que reverdeció con el pan, el candelero y el altar del incienso es la relación que hay entre la gracia y la verdad en el Evangelio de Juan y el amor y la luz en la primera epístola de Juan. Por nuestra parte tenemos la gracia, pero por parte de Dios la gracia es amor. De igual manera, tenemos la verdad. Cuando buscamos la fuente de esta verdad por parte de Dios esta verdad es la luz. Por lo tanto, por muestra parte tenemos la gracia y la verdad; mientras que por parte de Dios éstas son la luz y el amor. De igual manera, el pan corresponde al maná; el candelero a las tablas de la ley; y el incienso a la vara que reverdeció. En el Lugar Santo tenemos el suministro de vida de Cristo, la luz de Cristo y el incienso, o sea, la aceptación de Cristo. Pero, en el Lugar Santísimo, tenemos a Cristo mismo siendo el suministro de vida, el alumbrar y la aceptación. No obstante, cuanto más tiempo permanezcamos en nuestra naturaleza caída, el arca con todo su contenido precioso estará cubierto a nuestros ojos y lejos de nuestra presencia.

  Es significativo que el velo exterior, la puerta del tabernáculo, se refiere a un tipo de cortina que por un lado, permite que el aire fluya pero, por el otro no permite la entrada de insectos y otros animales. Es parecida a la tela metálica que utilizamos hoy para cubrir las puertas y las ventanas para que no entren los mosquitos y las moscas. Como podemos ver la entrada del tabernáculo mantenía todas las cosas negativas fuera de la morada de Dios.

  Vimos que la primera capa de cubierta, el velo y la cortina estaban hechos del mismo material, con los mismos colores, diseño y mano de obra. Sin embargo, a este material se le llama de diferentes maneras: la cubierta, el velo y la cortina. Esto muestra que tenía tres funciones diferentes. En primer lugar cubría las tablas; segundo, cubría la preciosidad del Dios Triuno procesado; y tercero, alejaba todas las cosas negativas de la morada de Dios. Vimos que la cubierta y el velo son Cristo. Si tenemos como base este entendimiento de la cubierta y el velo, con toda seguridad podemos concluir que la cortina también se refiere a Cristo.

LA ENTRADA AL TABERNACULO

  La primera capa del tabernáculo no tiene nada que ver con nuestra entrada a la morada de Dios. Pero no podemos decir lo mismo del velo y de la cortina. Si no pudiésemos entrar a la morada de Dios, no podríamos tener la experiencia de la misma. Esto quiere decir que el tabernáculo no tendría nada que ver con nosotros en nuestra experiencia; sólo existiría objetivamente aparte de nosotros. Pero si entramos en el tabernáculo, éste sería parte de nuestra experiencia subjetiva. No sólo debemos entrar en la morada de Dios, sino que debemos identificarnos con ella. Por lo tanto, cuando entramos en el tabernáculo, llegamos a ser uno con él. El problema crucial que enfrentamos es cómo es posible que nosotros entremos en la morada de Dios.

  ¿Cómo podemos entrar en la morada del Dios santo y justo, el Dios que es luz y amor? Si nos consideramos a nosotros mismos, nos daremos cuenta de que no somos santos ni justos. Debemos declarar junto con Isaías: “¡Ay de mi! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos” (Is. 6:5). Debido a que somos de labios inmundos no estamos capacitados para estar en la morada de Dios. Dios es santo, pero nosotros somos inmundos. Dios es justo, pero nosotros somos totalmente injustos. Dios es amor, pero nosotros estamos llenos de odio. Dios es luz, pero nosotros somos tinieblas. Entonces ¿cómo podemos entrar en la morada del Dios justo y santo? ¿cómo podemos entrar en la morada del Dios que es luz y amor? Es imposible que nosotros, los seres caídos, entremos en la morada de Dios.

  Cristo es una doble barrera que nos separa de la morada de Dios. Si vamos a entrar al tabernáculo debemos ser iguales a la cortina de la entrada. Dentro del tabernáculo mora el Dios santo y justo, el Dios que es luz y amor, representado por el lino fino torcido, el azul celeste, el púrpura real y el oro que tipifica la expresión de Dios. Si no nos igualamos a esta cortina, no seremos iguales a Dios. En realidad la cortina es una descripción maravillosa de Dios y de lo que El es. No obstante, esta cortina llega a ser una barrera que nos separa de la morada de Dios. Además, hay una doble barrera ya que tanto el velo como la cortina nos separan de la presencia de Dios.

  ¿Cómo podemos pasar esta doble barrera y así, poder entrar a la morada de Dios? Compárese con la cortina de la entrada, una cortina que es la descripción de Dios. Esta cortina indica que Dios es fino, celestial, real, divino y glorioso. De hecho, esta cortina representa a Cristo en Su humanidad como la descripción de Dios. Sin embargo, debido a que somos pecaminosos, esta cortina, esta descripción, es una barrera entre nosotros y Dios. Sin embargo, nosotros no podemos compararnos con esta cortina. Lejos de ser celestial y real, es miserable, inmundo, injusto y pecador. Entonces, ¿cómo puede pasar esta barrera y entrar a la morada del Dios santo y justo?

  Definitivamente, Dios quiere que entremos al tabernáculo. Esto lo vemos por el hecho de que Su morada tiene paredes hechas de tablas sólo en tres de sus lados. Un lado no tiene tablas, sino que es cubierto por una cortina. Esto indica que Dios espera que Su pueblo pueda entrar a Su morada. Pero, como hemos visto, si vamos a entrar al tabernáculo, debemos ser iguales a Dios, debemos ser como El.

CRISTO MURIO POR NUESTROS PECADOS

  Debido a que somos pecaminosos, debemos ser juzgados por el Dios santo y justo. Debido a que estamos llenos de odio y tinieblas, debemos ser juzgados por el Dios de luz y amor. Este juicio fue llevado a cabo cuando Cristo murió por nuestros pecados. En 1 Corintios 15:3 Pablo nos dice que Cristo murió por nuestros pecados. Este es el primer aspecto de la verdad básica del evangelio. Nosotros hemos robado, hemos odiado a otros, hemos dicho muchas mentiras y hemos hecho muchas cosas malignas. No obstante, Cristo fue juzgado en nuestro lugar; y murió por nuestros pecados.

  Las cinco basas de bronce debajo de las cinco columnas que sostenían la cortina indican que Cristo fue juzgado en nuestro lugar. El bronce representa el juicio justo de Dios ejercido sobre los rebeldes (Nm. 16:38-39). Los doscientos cincuenta que se rebelaron contra Dios fueron juzgados por El. Dios le dijo a Moisés que tomara los incensarios de bronce que pertenecían a los rebeldes y que hiciera con ellos platos para cubrir el altar sobre el cual se ofrecían los sacrificios a Dios por Su juicio sobre los pecadores redimidos. La serpiente de bronce puesta sobre un asta (Nm. 21:9) también demuestra que el bronce representa el juicio de Dios. Debido a que el pueblo de Israel estaba pecando contra Dios, fueron sentenciados a muerte. Sin embargo, Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y que la pusiera sobre una asta para indicar que ésta sería juzgada por Dios en lugar de ellos. Las cinco basas de bronce indican que Cristo fue juzgado por nuestros pecados.

  El Cristo que murió por nuestros pecados, que fue juzgado en nuestro lugar, llegó a ser la cortina de la puerta del tabernáculo. Por un lado, Cristo, como la cortina nos separa, y por el otro, El es una entrada que permite que los pecadores redimidos entren a la morada de Dios. En el pasado estábamos separados del tabernáculo. Sin embargo, debido a que Cristo murió por nuestros pecados y ha sido juzgado por Dios en nuestro lugar, ahora podemos entrar a la morada de Dios. ¡Qué maravilloso!

CRISTO MURIO POR NOSOTROS

  Cuando entramos al tabernáculo, nos encontramos en el Lugar Santo, el cual es mejor que el atrio. Muchos cristianos hoy día están todavía en el atrio; aún no han entrado al Lugar Santo. ¡Alabado sea el Señor porque a través de la muerte de Cristo hemos entrado al Lugar Santo donde disfrutamos del suministro de Cristo, de Su alumbrar y de Su aceptación! Sin embargo, el hecho de que disfrutemos de todo esto no quiere decir que disfrutamos de Cristo mismo. Mas bien, significa que disfrutamos algo de El, por ejemplo, el nutrir de Cristo. Disfrutar algo de Cristo es diferente a disfrutar a Cristo mismo como tal. Por ejemplo, disfrutar el nutrir de Cristo no es lo mismo que disfrutar a Cristo como el nutrir. No negamos que el Lugar Santo es un buen lugar, y debemos alabar al Señor de que podemos entrar a él. Sin embargo, el Lugar Santo no es el mejor lugar. Existe una recamara más interna, el Lugar Santísimo, la cual es mejor que el Lugar Santo.

  ¿Ha entrado usted en el Lugar Santísimo? Probablemente tendrá que admitir junto con la mayoría de los cristianos que todavía no ha entrado en la recamara interior. La razón por la cuál aún no ha entrado en el Lugar Santísimo es que aunque sus pecados han sido perdonados, su carne permanece intacta. Todavía sigue igual. Por lo tanto, usted necesita la muerte de Cristo para sus pecados y también para su yo. Según 1 Corintios 15:3, Cristo murió por nuestros pecados. Pero en 2 Corintios 5:14, Cristo murió por todos, no solamente por los pecados de todos. Este versículo dice claramente que Cristo murió por nosotros. Cristo murió por nuestros pecados para que pudiésemos ser perdonados, y murió por nosotros para que vivamos por El. Existe una gran diferencia entre ser perdonados de nuestros pecados y vivir por el Señor.

  2 Corintios 5:21 dice que Cristo se hizo pecado por nosotros. Por Romanos 8:3 sabemos que el pecado está en nuestra carne. Este versículo dice: “Dios enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. Además, según 2 Corintios 5:21, Cristo se hizo pecado para que pudiésemos ser justos delante de Dios.

DOS ASPECTOS DE LA MUERTE DE CRISTO

  Si queremos entender este asunto, debemos darnos cuenta de que hay dos aspectos de la muerte de Cristo. Por un lado, El murió para que nuestros pecados fueran perdonados; por otro, El murió para que nosotros fuéramos terminados. El juicio de Dios sobre nosotros está representado por las basas de bronce debajo de las cinco columnas que sostienen la cortina. El velo que fue rasgado al momento de la muerte de Cristo indica que Cristo murió por nosotros para que nuestra carne pudiera ser quebrantada y pudiéramos vivirle a El. Por un lado, Cristo murió por nuestros pecados bajo el juicio de Dios. Por el otro lado, El murió para que fuéramos terminados.

  Mencionamos que la revelación del tabernáculo no es meramente doctrinal, sino conforme a la experiencia espiritual. En primer lugar, experimentamos a Cristo como Aquel que murió por nuestros pecados. Al darnos cuenta de este aspecto de la muerte de Cristo, podemos entrar en el Lugar Santo, donde podemos ser nutridos y alumbrados y donde podemos orar con Cristo como el incienso. Puede que estemos satisfechos por un periodo de tiempo largo, tal vez años. Sin embargo, finalmente nos daremos cuenta de que no deberíamos conformarnos con sólo estar en el Lugar Santo. Hay una recamara interior a la cual debemos entrar. Pero, debido a que todavía permanecemos en la carne, no podemos entrar en el Lugar Santísimo. Cuando nos damos cuenta de que todavía estamos en la carne, necesitamos ver que Cristo murió no sólo por nuestros pecados, sino que también por nosotros. Cuando El murió por todos, nosotros morimos con El. Cuando El fue terminado en la cruz, nosotros también fuimos terminados.

  Ahora podemos ver por qué había dos velos en el tabernáculo. Ambos velos representan al Cristo único, al Cristo que murió por nuestros pecados y también por nosotros. El fue juzgado por Dios en nuestro lugar y fue terminado con nosotros. Por lo tanto, a través de El hemos sido juzgados. Dios perdona a aquellos que ha juzgado. El nos perdona para que podamos entrar en el Lugar Santo de Su morada. Además, El nos ve como personas terminadas, como aquellos que han sido llevados a la muerte para que puedan vivir otra vida en el Lugar Santísimo, Su morada.

  Supongamos que un pecador escucha el evangelio y viene al altar del atrio. Frente a este altar él recibe a Cristo como su Redentor, como Aquel que murió por sus pecados. Inmediatamente él pasa por la cortina que está sobre las columnas en las basas de bronce. Esto quiere decir que pasa por el Cristo que está sostenido por el juicio de Dios. Ahora este pecador redimido puede entrar al Lugar Santo y disfrutar del suministro, la vida y la dulzura de Cristo como Su aceptación. Finalmente, luego de un tiempo, él se da cuenta de que Cristo no sólo murió por sus pecados, sino que también por el mismo. Ahora él entiende que Cristo no sólo fue juzgado en la cruz por Dios en su lugar, sino que también fue muerto y terminado con él. Esto significa que cuando Cristo murió, el redimido murió con El. Además, como una persona terminada el debería experimentar el quebrantamiento de su carne. Esto significa que, según Gálatas 5:24, el debería crucificar su carne. Esto quiere decir que el velo es rasgado y por lo tanto uno experimenta subjetivamente de la muerte de Cristo al terminar con la carne.

  El velo exterior representa la muerte objetiva de Cristo. Cristo murió por nuestros pecados de una manera objetiva. Sin embargo, el velo interior representa la muerte subjetiva de Cristo. Cuando Cristo murió, El murió con nosotros y nosotros con El. Ahora debemos darnos cuenta de que somos personas terminadas. Como tales, ya no debemos vivir para nosotros mismos, sino para Cristo. Inmediatamente, saldremos del Lugar Santo, y entraremos en Lugar Santísimo. En el Lugar Santísimo no disfrutamos solamente de ciertas cosas que son de Cristo; disfrutamos de Cristo mismo como el todo. Experimentamos a Cristo como Dios corporificado en la humanidad expresando la naturaleza divina.

TRES ENTRADAS

  Estudiemos ahora el asunto de las entradas. Había cinco columnas que sostenían la cortina. Había una columna al lado de la tabla que daba al lado norte y otra columna al lado de la tabla que daba al sur. Las otras tres columnas estaban esparcidas a lo largo de la cortina. Esto nos da cuatro entradas. Bajo el mismo principio, las cuatro columnas que sostenían el velo estaban colocadas dos a los lados de las tablas y dos a lo largo del velo, lo cual proveía un total de tres entradas. Por tanto, en la cortina había cuatro entradas y en el velo había tres. Esto corresponde a las doce puertas de la Nueva Jerusalén. Hay tres puertas a cada lado de la ciudad, lo cual indica que el mismo Dios Triuno es la entrada para que Su pueblo redimido entre no sólo a Su morada, sino a El mismo. Tal como se menciona en el mensaje anterior, esto se ilustra con las parábolas en Lucas 15. De acuerdo con estas parábolas, el Hijo busca la oveja perdida, el Espíritu alumbra y el Padre recibe al hijo pródigo que regresa. Además, Efesios 2:18 dice que a través del Hijo tenemos acceso por medio del Espíritu al Padre. Una vez más vemos que el Dios Triuno es la entrada.

  Por un lado la entrada es tres porque está relacionada con el Dios Triuno; por otro lado, debe ser cuatro porque está relacionada con las criaturas, representadas por el número cuatro. El hecho de que la cortina tenga cuatro entradas indica que la morada de Dios está abierta a toda la gente de todos los confines de la tierra. Apocalipsis 5:9 nos dice que los redimidos del Señor saldrán de toda nación, toda lengua, toda tribu y todo pueblo. Aquí la palabra toda(o) se repite cuatro veces, no cinco ni seis. La razón es que el número cuatro representa a la creación de Dios de manera positiva. Nosotros hemos venido de todos los confines de la tierra como las criaturas redimidas para entrar en la morada de Dios y disfrutar de El mismo. Cuando pasamos por las cuatro entradas de la cortina, entramos al Lugar Santo. Finalmente, debemos pasar por el Dios Triuno, a través del Hijo, el Espíritu y el Padre, representados por las tres entradas del velo y entrar al Lugar Santísimo.

DOS CLASES DE COLUMNAS

  Ahora vamos a un asunto que es difícil de entender: la identificación de las cinco columnas con la cortina exterior y las cuatro columnas con el velo interior. Hemos visto que tanto el velo como la cortina estaban sujetos a las columnas. Esta unión implica identificación. El velo se identifica con las cuatro columnas, y las columnas se identifican con el velo. Dijimos que el velo es Cristo. No obstante, las columnas que sujetan el velo no pueden ser Cristo mismo, ya que éstas son más de una, mientras que Cristo es uno solo. Esto también es cierto en la cortina y sus cinco columnas. Tanto las cinco columnas como las otras cuatro se refieren a los creyentes. Esto significa que Cristo se identifica con nosotros, y que nosotros estamos identificados con El. Cuando nos unimos a Cristo y nos identificamos con El, llegamos a ser las columnas.

  Todos creemos que Cristo murió por nuestros pecados y que también murió por nosotros. No obstante puede que en nuestra experiencia todavía no estemos completamente sujetos a Cristo de este modo. Tal vez digamos: “Si, yo creo que Cristo murió por mi. ¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya! Gracias, Señor”. Luego de proclamar esto continuamos con nuestros asuntos diarios. Sin embargo, para algunos cristianos esto los enloquece. Ellos desean predicar el evangelio día y noche y decirle a otros que Cristo murió por ellos. Aquellos que predican el evangelio con ansias locas son las columnas que están sujetas a la cortina. D. L. Moody era tal persona. Luego de ser salvo, él llegó a ser esta clase de columna. El estaba loco por el evangelio. D. L. Moody era verdaderamente una columna sujeta al Cristo Redentor.

  Las columnas que están sujetas a la cortina son los evangelistas, los predicadores valientes que están frente a la iglesia. Las otras columnas están dentro de la iglesia, en la recamara interior. Estos son, especialmente los ancianos, los que experimentan a Cristo de manera más profunda. Ellos se sujetan diariamente al velo rasgado, partido, al Cristo que fue terminado en Su carne. Debido a que ellos están sujetos a tal Cristo, dan testimonio de que ellos mismos han sido terminados y que su carne ha sido crucificada en la cruz. Por lo tanto, ellos llegan a ser las columnas dentro de la iglesia, en lugar de las que están al frente.

  En la actualidad, en el recobro del Señor, necesitamos de ambas clases de columnas. Necesitamos a los evangelistas que están frente a la vida de iglesia predicando a Cristo ansiosamente, proclamando a todos que Cristo murió por sus pecados. También necesitamos a las columnas que están en el interior, aquellos que se dan cuenta de que Cristo no sólo murió por sus pecados, sino también murió por ellos y con ellos, y son quienes dan testimonio de que han sido crucificados con Cristo y que su carne ha sido quebrantada, rasgada.

  No es fácil alcanzar el incremento de la iglesia. Pero si algunos que son evangelistas valientes, que no saben más que predicar a Cristo y Su muerte por los pecados de la gente, creo que un buen número de pecadores serán salvados y traídos a la iglesia. Si carecemos de estos evangelistas, no tendremos las columnas del frente, y si carecemos de aquellos que son como Pablo, Pedro y Juan, no tendremos las columnas que están dentro de la iglesia. Necesitamos a aquellos que se identifican con el Cristo juzgado y también aquellos que se identifican con el Cristo terminado. Si tenemos ambas clases de columnas la morada de Dios tendrá sus entradas. Entonces habrá la manera de entrar a la vida de iglesia.

IDENTIFICADOS CON CRISTO

  ¿Sabe usted por qué muy pocos han entrado a la vida de iglesia? Esto es porque carecemos de las columnas que estén sujetas e identificadas con el Cristo juzgado, crucificado y terminado. Necesitamos columnas que den el testimonio de Cristo quien murió por nuestros pecados y también de que El murió por nosotros. Cuando tenemos estas dos clases de columnas, tenemos las entradas para que los pecadores sean salvos y traídos a la morada de Dios y que luego sean terminados para que puedan entrar en el Lugar Santísimo en Su plenitud. Entonces tendremos la vida de iglesia como el tabernáculo para el testimonio de Dios.

  Todos debemos sujetarnos al Cristo juzgado y crucificado. Sólo entonces dejaremos de ser tablas y seremos columnas. Tanto las tablas como las columnas tienen su función. Pero, si sólo fuéramos tablas no necesitaríamos estar unidos al Cristo juzgado y crucificado. Sin embargo, si somos las columnas, debemos estar sujetos de manera especial, ya sea al Cristo juzgado o al crucificado. La iglesia es edificada con las tablas y con las columnas. Pero son las columnas, las que abren el camino y forman las entradas para que otros entren a la vida de iglesia, el tabernáculo de Dios, Su morada.

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