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Mensaje 102

La cortina para la puerta de la tienda

(2)

  Lectura bíblica: Éx. 26:36-37; 36:37-38; 40:5, 28

  Vimos que en el tabernáculo hay dos cortinas, una es llamada el velo y la otra la cortina. Necesitamos orar para obtener el entendimiento espiritual en cuanto al velo y a la cortina, ya que éstos representan cosas muy importantes. Ellos indican que Cristo a través de Su muerte todo-inclusiva ha llegado a ser la entrada para que los elegidos de Dios entren al disfrute de Dios.

UN LUGAR PARA DISFRUTAR

  El tabernáculo representa la morada de Dios. Pero, si sólo vemos que el tabernáculo es la morada para Dios, nuestro entendimiento será superficial. Debemos ir más allá para darnos cuenta de que una morada es un lugar para disfrutar, no sólo para vivir. Su casa no es sólo el lugar donde usted vive; sino que también es un lugar para disfrutar. Vivir sin disfrute es en realidad sufrir los efectos de la muerte. La razón por la cual las personas cometen suicidio es porque piensan que su vida no tiene sentido, ni ningún disfrute. La morada de Dios es el lugar para que El sea el disfrute de Su pueblo. También podemos decir que es el lugar donde los elegidos de Dios tienen participación en el disfrute pleno de Dios mismo. Este es un asunto crucial que debemos ver.

LA ENTRADA AL DISFRUTE DE DIOS

  Las dos cortinas, el velo y la cortina, representan dos aspectos de la humanidad de Cristo. Por medio de Su muerte todo-inclusiva, este Cristo ha llegado a ser la entrada para que el pueblo de Dios entre a Su disfrute. Las dos cortinas representan al Cristo único y también la muerte de Cristo todo-inclusiva. Cristo murió y sufrió el juicio de Dios para quitar nuestros pecados. Las basas de bronce debajo de las columnas que sostienen la cortina indican este juicio. Cristo fue completamente juzgado por Dios en nuestro lugar. Por supuesto que en El mismo no había ninguna razón para sufrir tal juicio. El era justo en todos los aspectos para con Dios y para con el hombre. El nunca hizo nada para merecer el juicio de Dios. Sin embargo, El fue juzgado por Dios por causa de nuestros pecados. El murió por nuestros pecados. El juicio por el cual El pasó ha llegado a ser las basas de bronce como la base en que nos apoyamos. Esto quiere decir que nos apoyamos en el juicio que Cristo pasó por nuestros pecados. Este fue el primer aspecto del evangelio que el apóstol Pablo predicó. En 1 Corintios 15:3 él dijo: “Porque primeramente os he trasmitido lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”. Por lo tanto vemos que el primer punto del evangelio predicado por Pablo es que Cristo murió por nuestros pecados.

  Pablo profundiza aún más en el libro de 2 Corintios. Podemos decir que 1 Corintios se localiza parcialmente en el atrio y parcialmente en el Lugar Santo. No obstante, 2 Corintios se localiza en el Lugar Santísimo. En 2 Corintios 5:14 Pablo dice que Cristo murió por todos. No sólo murió por nuestros pecados sino también murió por nosotros. También fuimos crucificados en Su muerte. Por tanto Su crucifixión incluye a todos Sus creyentes. Por esta razón Pablo concluye que debido a que si uno murió por todos, por consiguiente todos murieron. Este no es el primer punto del evangelio. Este es un asunto más interno que el asunto externo de que Cristo muriera por nuestros pecados. El asunto externo nos trae al Lugar Santo, pero el asunto interno nos trae al Lugar Santísimo.

  En contraste con 1 Corintios, el libro de 2 Corintios no revela una vida que está parcialmente en el atrio y parcialmente en el Lugar Santo; nos revela una vida que está en el Lugar Santísimo, una vida que ha pasado por el velo rasgado. 2 Corintios es un libro acerca de una vida que está en el Lugar Santísimo. Esta es una vida de resurrección a través de la crucifixión. Como ministros del Nuevo Testamento, los apóstoles vivieron una vida crucificada para la manifestación de la vida de resurrección. Por lo tanto, ellos pudieron entrar en el Lugar Santísimo debido a que pasaron las dos cortinas; pasaron por la cortina y por el velo. Esto significa que ellos pasaron por el juicio de Dios sobre Cristo por los pecados de ellos y también por la crucifixión de la carne por la muerte de Cristo. En 2 Corintios 4:11 y 12 Pablo dice: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida”. Pablo era entregado diariamente a muerte para que la vida de resurrección pudiese ser manifestada en él. Esto indica que él había pasado por el velo rasgado a fin de vivir en el Lugar Santísimo.

CRISTO COMO LA CORTINA

  Uno de los aspectos de la humanidad de Cristo es la cortina. En Su humanidad la Persona revelada, descrita y presentada en los cuatro evangelios era una cortina. Si leemos los evangelios desde este ángulo, veremos que Cristo es una cortina que alejaba de la morada de Dios todas las cosas negativas. La vida revelada en los cuatro evangelios es tal cortina. Esta alejaba todas las cosas y personas negativas. Los fariseos y los saduceos no podían entrar en el disfrute de Dios, ya que Cristo los alejaba como una cortina.

  Cada vez que un pecador se encuentra con la humanidad perfecta del Señor Jesús, es alejado o sometido y convencido a creer en Cristo. Si cree en El, la cortina se convierte inmediatamente en una entrada por la cual él puede entrar al Lugar Santo y disfrutar de todas las riquezas de Dios en Cristo. En el Lugar Santo el pecador redimido puede disfrutar de Cristo como el suministro de vida, la iluminación y su aceptación por parte de Dios. Esto no es algo doctrinal, sino una experiencia real. Podemos dar testimonio de que los pecadores redimidos pueden atravesar esta cortina, entrar en el Lugar Santo y disfrutar de toas la riquezas de Dios que hay en Cristo.

CRUCIFICAR LA CARNE

  Luego de un periodo de tiempo disfrutando las riquezas en el Lugar Santo, un creyente comienza a darse cuenta de que detrás del velo hay algo más profundo, más rico y más elevado. También se da cuenta de que su naturaleza caída, la carne, es una separación, o sea, un velo. Aun cuando él ha disfrutado de la rica porción del Señor, ahora sabe que hay algo más rico que todavía no puede tocar debido a esta separación. Finalmente ve en la Biblia que la muerte de Cristo no se encarga solamente de sus pecados, sino también de la carne. La muerte del Señor ha quebrantado y rasgado la carne. Por medio del Espíritu que mora en este creyente, él espontáneamente crucificará su carne; a saber, aniquilará su naturaleza caída. Aun más, el Espíritu trabaja para arreglar las circunstancias que causarán que el sea puesto a muerte. De esta manera en su experiencia él pasa por el velo rasgado. El coro de un himno dice:

  ¡Aleluya! ¡Aleluya! Yo el velo crucé ya, Siempre aquí la gloria está. Himnos #258

  Puede que cantemos estos versos de una manera superficial sin darnos cuenta de lo que significan. Si vamos a pasar por el velo rasgado, necesitamos tanto del Espíritu trabajando por dentro y la coordinación de las circunstancias por fuera. Es por esto que en Romanos tenemos al Espíritu y también todas las cosas (v. 28). El Espíritu y todas las cosas operan juntamente para colocarnos en la muerte de Cristo para que pasemos el velo rasgado y así entremos al Lugar Santísimo para disfrutar a Dios por completo.

LAS COLUMNAS QUE LLEVAN EL TESTIMONIO

  Ya hemos dicho una y otra vez que las dos cortinas, la cortina y el velo, estaban agarradas a las columnas. Esto indica que hoy la gente puede tener una entrada al disfrute de Dios. Efectivamente, Cristo, en Su muerte todo-inclusiva es la entrada. No obstante, la entrada necesita las columnas para llevar el testimonio del Cristo encarnado y crucificado. Sin estas columnas no hay manera de que Cristo, quien es la entrada al disfrute de Dios sea revelado al hombre. No habría lugar para que El se mostrase a Sí mismo a los otros. En los cuatro evangelios Cristo era la entrada al disfrute de Dios. Pero en el día de Pentecostés el testimonio de este Cristo fue llevado por los ciento veinte en Jerusalén. Si no hubiese sido por los creyentes que llevaron el testimonio del Cristo encarnado y crucificado en el día de Pentecostés, ¿cómo podía Cristo revelarse a la gente? y ¿dónde se hubiese podido revelar? ¿Acaso se revelaría en una montaña o en el trono en los cielos? Es un hecho que sin las columnas, El no se podría revelar. Por lo tanto en el día de Pentecostés Cristo estaba agarrado a los ciento veinte, y ellos llegaron a ser las columnas que llevaban el testimonio de Cristo. Por consiguiente, Cristo se podía revelar a los pecadores.

  Los tres mil que se añadieron al Señor en el día de Pentecostés entraron a la morada de Dios, a saber, al disfrute de Dios, no sólo a través de Cristo mismo, sino también a través de los ciento veinte. Estos ciento veinte estaban agarrados de Cristo, identificados con El. Por tanto, ellos y Cristo eran uno. Por esta razón, los tres mil que creyeron en el día de Pentecostés pudieron entrar en el disfrute de Dios a través de Cristo y a través de los ciento veinte.

  En el libro de Hechos tenemos la experiencia del Lugar Santo y también la experiencia del Lugar Santísimo. La llamada vida comunal en los capítulos dos y cuatro es una vida en el Lugar Santo. Los primeros capítulos de Hechos son una descripción del disfrute de Cristo en el Lugar Santo. Sabemos esto por el hecho de que la carne, la naturaleza caída, de ciertos creyentes no había sido tratada aún. Por ejemplo, Hechos 6:1 dice: “Hubo murmuración de los helenistas contra los hebreos, porque las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria”. Aún cuando los creyentes tenían cosas en común, todavía murmuraban y contendían. El tener todas esas cosas en común no los prevenía de discusiones y contiendas. Por tanto, después del capítulo seis de Hechos, no se menciona más la vida comunal. Debido a la carne, la vida comunal no duró. Además, en Hechos 5 tenemos lo que sucedió con Ananías y Safira. Podemos decir que ellos no permanecieron en el Lugar Santo, sino que regresaron al atrio. Finalmente, luego de un período largo de tiempo, podemos encontrar en Hechos la implicación de que ciertos creyentes llegaron a ser no sólo las columnas como la entrada a la vida de iglesia, sino también las columnas de la cámara interior. A través de estas columnas los santos que vivían en el Lugar Santo tenían una manera de entrar al Lugar Santísimo.

LA META: EL LUGAR SANTISIMO

  Todas las Epístolas escritas por Pablo tenían como meta el Lugar Santísimo. En las epístolas él trataba de llevar al pueblo de Dios ya fuera del atrio al Lugar Santo, o como era más común el caso, del Lugar Santo al Lugar Santísimo. Tome la iglesia en Corinto como ejemplo. La mayoría de los santos estaba en el atrio y una minoría estaba en el Lugar Santo. En 1 y 2 Corintios Pablo estaba tratando de llevar a todos los santos al Lugar Santísimo a través del Cristo crucificado, el Cristo que es el velo rasgado. Pablo y sus colaboradores eran las columnas sobre las cuales Cristo como el velo rasgado estaba colgando. Ellos eran las columnas no sólo a la entrada, sino también en la cámara interior. Por un lado, ellos sostenían a Cristo como la primera cortina; y por el otro sostenían a Cristo como el segundo velo, el velo rasgado. Por tanto, con ellos había una entrada para que el pueblo escogido por Dios entrara en Su disfrute.

LA MUERTE TODO-INCLUSIVA DE CRISTO

  Es crucial que veamos la muerte todo-inclusiva de Cristo. Debemos ver en particular cómo se presenta la muerte de Cristo en el tabernáculo. Repito que el relato del tabernáculo está presentado no sólo de acuerdo con la doctrina, sino con la experiencia espiritual. La muerte de Cristo es única, pero como las dos cortinas la representan, ésta posee dos aspectos: el aspecto objetivo relacionado con nuestros pecados y el aspecto subjetivo relacionado con nuestra carne. Escritores tales como la Sra. Jesse Penn-lewis hablan de la muerte subjetiva de Cristo; esto es, la muerte de Cristo por nosotros. En el libro titulado Gospel Dialogue [Diálogo del Evangelio], pág. 90), el hermano Nee contesta una pregunta relacionada con la diferencia entre el hecho de que Cristo muriera por nosotros y que Cristo muriera por nuestros pecados. Esta fue su respuesta:

  “Cristo murió por nosotros” significa que Cristo murió por nosotros pecadores. El propósito de Su muerte es salvarnos a nosotros pecadores. Lo que El alcanzó es para nosotros; a saber, ganarnos, y liberarnos de nosotros mismos.

  “Cristo murió por nuestros pecados” significa que El murió por los pecados cometidos por nosotros pecadores. El propósito es quitar nuestros pecados para que fuésemos perdonados, y salvarnos del castigo y del poder del pecado para que ya no estuviésemos bajo su dominio.

  Generalmente los cristianos de hoy sólo conocen el primer aspecto de la muerte de Cristo, o sea, que El murió por nuestros pecados para que fuésemos perdonados por Dios. No están familiarizados con el segundo aspecto de Su muerte, que El murió por nosotros para que viviésemos para El en la vida de resurrección (2 Co. 5:14-15). En el primer aspecto de Su muerte El llevó nuestros pecados (1 P. 2:24); en el segundo El fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21). Esta fue la razón por la cual la Sra. Jesse Penn-Lewis tuvo la carga de hablar en mensaje tras mensaje acerca de la experiencia subjetiva de la cruz. Hablar de la cruz de esta manera es hablar del aspecto subjetivo de la muerte de Cristo.

  A. B. Simpson también conoció el aspecto subjetivo de la muerte de Cristo. Uno de sus himnos comienza con estas lineas:

  En la cruz estoy con Cristo, Y me libertó la cruz. Himnos #200

  Los escritos de la Sra. Jesse Penn-Lewis sobre la experiencia subjetiva de la cruz y los himnos de A. B. Simpson sobre el ser crucificado con Cristo son menospreciados por los cristianos de hoy. Esto indica que muchos de los creyentes tienen sólo un entendimiento superficial de la muerte de Cristo. Por lo tanto, en Su recobro el Señor nos está dirigiendo a tener un entendimiento en nuestra experiencia más profundo de la muerte todo-inclusiva de Cristo.

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