Mensaje 11
Moisés tipifica a los que han sido llamados por Dios en la actualidad. No piense, como muchos otros, que Moisés era muy superior a nosotros. La mayoría de los cristianos piensan que Moisés era el siervo más importante de Dios del Antiguo Testamento y que Pablo lo fue en el Nuevo Testamento. Al compararse con Moisés y con Pablo, se consideran a sí mismos muy inferiores. Esta actitud está equivocada. El llamado que Dios nos hace es el mismo, en principio, que el de Moisés y Pablo. Lo que Moisés experimentó en tipología, Pablo lo experimentó en la realidad. En la actualidad tanto la tipología como la realidad deben llegar a ser nuestra experiencia.
En el Estudio-vida de Efesios, señalamos que todos los santos pueden ser perfeccionados para hacer la obra de apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Así como el maestro de matemáticas perfecciona a sus alumnos para que hagan lo que él puede hacer, también los que llevan la delantera perfeccionan a los santos para que hagan lo mismo que ellos. Pablo era un representante de los miembros del Cuerpo de Cristo. Por muy grande que fuese Pablo, él era solamente un miembro del Cuerpo. En principio, todos los demás miembros deben ser capaces de hacer lo que él hacía. Esto indica que todos los miembros deben ser llamados como fue llamado Pablo. Por esta razón, todos debemos conocer el propósito del llamado de Dios.
El propósito del llamado de Dios consiste primeramente en liberar a Su pueblo escogido de la usurpación y de la tiranía de Faraón y de Egipto (Éx. 3:8, 17). Faraón tipificaba a Satanás, y Egipto al mundo. Tal como Faraón gobernaba en Egipto, así también Satanás es el príncipe de este mundo (Jn. 12:31). Dios sigue queriendo liberar a Su pueblo escogido de las manos usurpadoras de Satanás y de la tiranía del mundo. Como los que han sido llamados por Dios, necesitamos entender claramente lo que es el mundo. El mundo no es una fuente de disfrute, sino un lugar de tiranía. En el mundo, Satanás mantiene al pueblo escogido de Dios, a los que están destinados a cumplir el propósito de Dios, bajo su mano usurpadora.
Cada aspecto del mundo es una forma de tiranía. En Exodo, Faraón mantuvo a los hijos de Israel bajo la tiranía del trabajo forzado. El mismo principio opera hoy en día. Mientras la gente trabaja, sufre bajo diferentes formas de tiranía. Aún el tener que conducir por largo tiempo para llegar al trabajo en una autopista congestionada, constituye una forma de tiranía. Del mismo modo, la competencia por la promoción y la inseguridad de perder su empleo también son formas de tiranía. No obstante, todo aquel que no labora para Faraón en el mundo no recibirá el suministro del Nilo. Para ganarse el sustento en el mundo, el pueblo escogido de Dios debe servir bajo la tiranía de Faraón.
El ir de compras constituye otra forma de tiranía del mundo. Muchas jóvenes están apresadas sutilmente por esta tiranía de comprar lo que está de moda.
Hace poco algunos santos me dijeron que no tienen tiempo para orar ni para leer la Biblia. Les mencioné que pasan mucho tiempo en el teléfono o leyendo el periódico. Esto indica que aún el teléfono o el periódico pueden ser un medio de tiranía.
Es fácil predicar a la gente, pero es muy difícil sacarlos de la usurpación y tiranía de Satanás y del mundo. Como veremos, Moisés no predicó a los hijos de Israel, pero él fue capaz de rescatarlos de Faraón. En la actualidad nosotros también debemos tener la autoridad de sacar al pueblo de Dios de las manos usurpadoras de Satanás. Un aspecto del propósito de Dios al llamarnos es usarnos para sacar a otros de la usurpación y tiranía de Satanás y del mundo.
Otro aspecto del llamado de Dios consiste en llevar a Su pueblo escogido al desierto por un viaje de tres días (3:18). En otra parte de la Biblia, la palabra desierto no es un término positivo. Pero en 3:18 se usa de una manera positiva, pues aquí el desierto se opone al mundo. Es un lugar de separación del mundo. Apenas alguien se salva, debe ser sacado del mundo e introducido en el desierto donde no existe ningún elemento egipcio. Cuando los hijos de Israel entraron al desierto, fueron liberados de Egipto. En el mismo principio, si queremos salir del mundo, debemos entrar al desierto. Sin embargo, pocos cristianos han entrado al desierto. Esto significa que algunos han sido salvos, pero no han sido liberados ni separados del mundo.
Como un joven que estaba sumergido en el mundo, yo tenía muchas ambiciones acerca de mi futuro. Pero cuando fui salvo, no sólo fui salvo del lago de fuego, sino también del mundo. En el día de mi salvación, todos mis elementos mundanos se apartaron de mí, y fui llevado al desierto. Debemos orar para que el Señor nos conceda la capacidad de sacar a Sus hijos del mundo e introducirlos en el desierto.
Según 3:18, Moisés y los ancianos de Israel debían decirle al rey de Egipto: “El Señor Dios de los hebreos ha salido a nuestro encuentro: y ahora déjanos ir, te pedimos, tres días de viaje en el desierto, para que presentemos sacrificios al Señor nuestro Dios”. En la Biblia, tres días representan la resurrección. Una salvación perfecta y completa debe involucrar un viaje de tres días, es decir, un viaje en resurrección. Nuestra predicación del evangelio debe contener el poder de la resurrección. Sin embargo, nuestra predicación del evangelio hoy en día carece de impacto. La gente puede escuchar nuestra predicación y hasta arrepentirse y recibir al Señor, y aún permanecen en sus tumbas en Egipto. Debemos tener el poder de resurrección en nuestra predicación para que los demás sean levantados de sus tumbas y llevados al desierto por un viaje de tres días. Este viaje es representado por el bautismo. Todo creyente en Cristo debe ser bautizado para dar testimonio de que está dejando el mundo y entrando a otra esfera en resurrección.
Debemos orar para que nuestro ministerio de la Palabra tenga impacto. No queremos dar solamente conocimiento a la gente. Al contrario, deseamos que algo de nuestra predicación toque sus corazones y los motive a dejar el mundo y a viajar al desierto en resurrección.
En 3:12, el Señor le dijo a Moisés: “Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. Esto indica que el propósito del llamado de Dios consiste también en llevar a Su pueblo escogido al monte, donde pueden servirle y ofrecerle sacrificios (3:18; 19:1-2, 11; 24:16-18). Pocos cristianos han entrado al desierto, y mucho menos han ido al monte. Son verdaderamente salvos, porque creen en el Señor Jesús y han sido lavados con Su sangre. No obstante, siguen en Egipto. Otros han salido de Egipto y han entrado al desierto, pero no han subido al monte. La revelación divina acerca del propósito de Dios fue dada a Moisés en el monte. La ley le fue dada a Moisés allí. También fue en el monte donde él recibió la revelación acerca del diseño del tabernáculo. La mayoría de los hijos de Israel en realidad no subió a la cima del monte, pero de todos modos acampaban cerca del monte. Moisés, Aarón, y más de setenta israelitas subieron al monte para reunirse con Dios (24:1, 9).
En 3:12, el monte se refiere a una elevación en el desierto. No sólo debemos separarnos del mundo, sino que en esta esfera de separación debemos ascender a un lugar elevado. Sólo cuando estamos en este nivel elevado podemos recibir la revelación acerca del propósito eterno de Dios.
Algunos predicadores son elocuentes y tienen mucho conocimiento, pero su predicación no tiene ningún impacto sobre nosotros. Después de escuchar sus mensajes, seguimos en la misma esfera y atmósfera de antes. La única diferencia es que hemos adquirido nueva información. No obstante, la predicación de uno que ha sido llamado es diferente. Después de oír a esa persona predicar la palabra de Dios, no podemos seguir siendo iguales. Su hablar nos libera de Egipto; nos rescata de las manos usurpadoras de Satanás y de la tiranía del mundo. Además, nos lleva al desierto y aún al monte. Aquí en el monte, donde el cielo está claro (Éx. 24:10), vemos la visión de la economía de Dios. Aquí llegamos a conocer lo que está en el corazón de Dios, y vemos lo que Dios desea tener en la tierra hoy. Nos damos cuenta de que El desea tener un pueblo que camine conforme a Sus estatutos y que le edifique un tabernáculo para que El more entre ellos.
El propósito del llamado de Dios consiste también en construir un tabernáculo que sea la morada de Dios en la tierra (25:8-9, 40). La visión y la construcción del tabernáculo ocupan casi la mitad de este libro. Moisés recibió la visión en el monte, y allí fue construido el tabernáculo. Esto se relacionaba con el viaje que iban a hacer los hijos de Israel hasta la meta final, que consistía en entrar en la buena tierra y en construir el templo allí.
Si pudiéramos sacar al pueblo de la tiranía del mundo, introducirlo al desierto y llevarlo al monte donde vean la revelación de la economía de Dios y finalmente construyan un tabernáculo para Dios, ciertamente quedaríamos satisfechos. No obstante, con el tabernáculo todavía no tenemos el edificio sólido, el cual es representado por el templo en la tierra de Canaán. Por tanto, si deseamos alcanzar la última meta del llamado de Dios, debemos viajar e ir adelante y entrar en la buena tierra.
Cuando los hijos de Israel llegaron al monte Sinaí, todavía estaban lejos de Canaán. La distancia de Egipto al monte Sinaí es aproximadamente una cuarta parte de la distancia de Egipto a la tierra de Canaán. Por consiguiente, desde el monte Sinaí el pueblo escogido de Dios tenía que seguir hasta llegar a Canaán, una buena tierra donde fluía leche y miel (3:18, 17).
Hemos señalado que en Exodo hay muchos tipos de las realidades espirituales que encontramos en el Nuevo Testamento. Algunas de las tipologías más conocidas son la Pascua, el cruce del mar Rojo, el maná, y el agua de la peña hendida. Muchos interpretan la tipología del cruce el río Jordán de manera incorrecta; la aplican a la muerte física y al hecho de ir a una mansión celestial. No obstante, el cruce del Jordán no está relacionado con la muerte física. Cuando los hijos de Israel entraron en la tierra de Canaán, se dieron cuenta de que estaba llena de enemigos. Si Canaán tipificara al cielo con las mansiones celestiales, entonces esto significaría que el cielo, donde mora Dios, está lleno de enemigos. ¡Qué ridículo sería eso!
Toda la historia de los hijos de Israel constituye una tipología. Esta historia incluye la Pascua, el éxodo, el viaje a través del desierto, el disfrute del maná y del agua viva, la construcción del tabernáculo, la entrada a la buena tierra, la derrota de los enemigos, y el disfrute de los ricos productos de la tierra. Al vencer a sus enemigos, los hijos de Israel ganaron el terreno para establecer el reino de Dios. Finalmente, después de que el reino fue establecido y llegó a ser prevaleciente, el templo fue construido. Entonces Dios tenía una morada sólida en la tierra en el centro de Su reino.
La mayoría de los cristianos presta atención a los tipos como la Pascua y el maná, pero no presta la debida atención a la entrada a la buena tierra, el disfrute de los ricos productos de la tierra, la derrota de los enemigos en la tierra, el establecimiento del reino, y la edificación de la morada de Dios. Muchos de nosotros hemos oído mensajes sobre la Pascua, el maná, y aún sobre el tabernáculo, pero no hemos oído ninguno sobre la buena tierra como un tipo del Cristo todo-inclusivo. Por medio de las tipologías, vemos que para estar en el monte, recibir la revelación de Dios y construir el tabernáculo como Su morada temporal, todo lo que debemos hacer es disfrutar a Cristo como el Cordero, el pan sin levadura, el maná y el agua viva. Pero después de que el tabernáculo fue construido, los hijos de Israel debían continuar su viaje. Para su viaje, necesitaban a Cristo, tipificado por el maná. Pero cuando entraron a la buena tierra, el maná se acabó, y disfrutaron del producto de ésta (Jos. 5:12). Esto indica que el producto de la tierra era la continuación del maná, es decir, el disfrute de Cristo había alcanzado otra etapa. La primera etapa era la del cordero pascual en Egipto; la segunda, la del maná y el agua viva en el desierto; y la tercera, la de los productos de la buena tierra.
No se puede comparar la tierra con el cordero. El cordero es pequeño, pero la tierra tiene mucho espacio y es rica. Además, ¿qué comparación puede haber entre la tierra y el maná? Indudablemente resulta difícil liberar al pueblo escogido de Dios de la mano usurpadora de Satanás y de la tiranía del mundo e introducirlos en la separación del desierto. Indudablemente también es difícil llevarlos al monte para recibir la revelación de la economía de Dios. Sin embargo, es mucho más difícil llevarlos a la buena tierra para disfrutar las riquezas del Cristo todo-inclusivo.
En Deuteronomio 8, tenemos un cuadro de las riquezas de la buena tierra. Este cuadro describe varios aspectos de estas riquezas: fuentes, arroyos, trigo, cebada, vides, higueras, granadas, aceite de oliva, miel, hierro y bronce (vs. 7-9). El hierro sirve para la guerra, el poder, la autoridad, la protección, y finalmente, para la edificación del reino y del templo. Las riquezas de Cristo tipificadas por los productos de la tierra de Canaán son mencionadas detalladamente en el libro “el Cristo todo-inclusivo”.
Recientemente, mientras oraba, el Señor me regañó porque yo vivía muy poco por Cristo. Me hizo ver que a pesar de que las iglesias están en buen camino y los santos entran en la Palabra y oran, hay una gran carencia en el asunto de vivir por Cristo. Durante años, he visto que Cristo vive en mí, y he dado muchos mensajes al respecto. Es fácil decir: “No yo, mas Cristo vive en mí” (Gá. 2:20) y “Para mi el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Pero nuestra práctica es muy deficiente. Mientras el Señor me regañaba, me arrepentí y confesé mis fracasos. Desde aquel momento, he sentido que la necesidad más grande en el recobro actual del Señor es que todos nosotros vivamos por Cristo de una manera práctica.
¿Cuánto vivimos por Cristo durante el día? Puede ser que la única vez que usted viva por El es cuando usted ora. Cuando usted ora, usted está en la buena tierra. Pero en cuanto su tiempo de oración ha terminado, usted se encuentra fuera de la buena tierra.
Nos arrepentimos de fracasos tales como el perder nuestra calma, pero a lo mejor no sentimos ningún pesar al no vivir por Cristo. ¿Cuántas veces se ha arrepentido por no expresar a Cristo? Aún cuando nuestra conducta es excelente, todavía debemos confesar al Señor nuestra carencia de no vivir por El. Muy pocos oran al Señor de esta manera. Tenemos el concepto del buen comportamiento, pero no tenemos el concepto de tomar a Cristo como nuestra vida y de vivir por El.
En 1970 se dieron muchos mensajes acerca de tomar a Cristo como nuestra persona. Pero ahora, casi nueve años después, ¿quién entre nosotros verdaderamente toma a Cristo como su persona? La mayoría de nosotros todavía se tiene a sí mismo como su persona. Aunque hemos oído mensajes al respecto, debemos confesar que, de una manera práctica, no expresamos mucho a Cristo. Podemos cantar: “Hay un Hombre en la gloria, Su vida es para mí”, tal vez cambiar las palabras a “hay un Hombre en mi espíritu Su vida es para mí”. Pero después de cantar este himno, ¿vivimos por la vida de Cristo o por nuestra vida natural? En las reuniones, proclamamos que la vida de Cristo es para nosotros, pero en nuestro diario vivir, Su vida no es para nosotros. En práctica, prestamos atención al buen comportamiento, y no al vivir por Cristo.
En Juan 16:9, el Señor Jesús dijo que el Espíritu convencería al mundo acerca del pecado “porque ellos no creen en Mí”. Esto indica que no creer en el Señor es el único pecado. Dios nos manda creer en Su hijo. Todo pecador que rehusa hacer esto rompe el mandamiento de Dios. Por tanto, no se necesita quebrantar los diez mandamientos para estar perdidos. Con simplemente rehusar obedecer el mandamiento de Dios de creer en Cristo hará perecer a una persona. Además de este mandamiento acerca de creer, Dios nos manda, a nosotros los creyentes en Cristo, que vivamos por Cristo. Para un pecador el no creer en Cristo es un pecado. Para un cristiano el no vivir por Cristo es también un pecado. En Su economía, Dios desea que Cristo sea nuestra vida y nuestro todo a fin de que El tenga la vida de iglesia. Pero en lugar de interesarnos en Cristo, podemos preocuparnos por otras cosas, como un buen comportamiento. Esto es desobediencia, aún rebelión. Dios quiere a Cristo, pero nosotros buscamos un buen comportamiento. Por esta razón, la vida de iglesia en el recobro del Señor todavía no es tan rica ni práctica. Cristo debe ser expresado en nosotros para que la vida de iglesia sea rica y práctica.
Cuando algunos oyen acerca de la necesidad de vivir a Cristo, se preguntan cómo pueden vivir por El. Reconozco que es muy difícil vivir por Cristo. Una dificultad es que en lugar de buscar a Cristo mismo, buscamos la santidad, la victoria, o la espiritualidad. Por tanto, aún nuestra búsqueda espiritual constituye una barrera para expresar a Cristo. Nosotros queremos ser santos o victoriosos sobre el pecado que nos acecha o sobre cualquier elemento negativo que nos rodea. Además deseamos ser espirituales. No obstante, aunque deseamos la santidad, la victoria, y la espiritualidad, no deseamos vivir a Cristo. La intención de Dios consiste en que Cristo sea constituido dentro de nosotros. Pero nuestra intención consiste en desarrollar nuestra propia santidad y espiritualidad. Esta es una rebelión en contra de la economía de Dios. Aún cuando tengamos éxito al ser santos o espirituales, esta santidad o espiritualidad sigue siendo una rebelión.
Cuando yo era un cristiano joven, buscaba la forma de ser espiritual, victorioso, santo y lleno del espíritu. Leí libros que me enseñaron cómo ser de esta manera, y practiqué todas las sugerencias. No obstante, quedé desilusionado porque ninguna de las sugerencias funcionaba. Más adelante, aprendí que Cristo mismo es la manera de ser santo, victorioso y espiritual. Si tenemos a Cristo, tenemos la santidad, la victoria, y la verdadera espiritualidad. Si intentamos por nosotros mismos vencer nuestro mal genio, seremos vencidos. Pero si vivimos a Cristo, nuestra ira no será un problema para nosotros.
Hemos oído mucho acerca de vivir por Cristo, pero en nuestro diario vivir, no practicamos lo que hemos oído. Por el contrario, intentamos mejorar nuestro comportamiento. Si somos alentados, debemos ser incitados a vivir por Cristo. El deseo de Dios consiste en que entremos en la buena tierra. Debemos ser motivados a fin de seguir adelante, entrar en la buena tierra, laborar en ella, y disfrutar de sus ricos productos. Dios sólo quiere a Cristo; El no quiere nuestros celos, comportamiento o ética.
Hemos señalado que la tierra de Canaán tipifica a Cristo. No obstante, esta tipología todavía no ha sido cumplida en la experiencia de los santos. Los tipos de la Pascua y del maná se han cumplido con la experiencia de miles de cristianos. Pero aunque muchos disfrutan a Cristo como el maná, son muy pocos los que le disfrutan como su buena tierra. Debemos preguntarnos si nosotros en las iglesias locales disfrutamos verdaderamente a Cristo como la buena tierra. ¿Conocemos los montes y los valles en Cristo? ¿Experimentamos el trigo y la cebada en Cristo, y también los minerales? Todos estos aspectos de Cristo deben ser cumplidos de una manera práctica. Si consideramos la buena tierra y todas sus riquezas como un tipo completo de Cristo, nos daremos cuenta de que carecemos de la experiencia de Cristo.
La diferencia entre la iglesia y una organización social es que la iglesia es una entidad constituida de Cristo. Si tenemos a Cristo, entonces tenemos la realidad de la iglesia. Pero si no tenemos a Cristo, entonces en realidad somos una organización social. Por carecer de la experiencia de Cristo, aparentemente practicamos la vida de iglesia, pero en realidad disfrutamos de una vida social natural.
Deseo señalar una vez más que el propósito del llamado de Dios no consiste solamente en sacar a Su pueblo de Egipto, introducirlo al desierto y al monte. Tampoco consiste en edificar el tabernáculo en el desierto. Su propósito consiste en introducir a Su pueblo en Cristo como la buena tierra. Como aquellos que han sido llamados de Dios, debemos ver que el propósito de Su llamado no consiste solamente en salvar a la gente del mundo. Esto es solamente el aspecto negativo. Finalmente, el propósito de Su llamado consiste en introducir a Su pueblo en la buena tierra para que disfruten a Cristo como Aquel que es todo-inclusivo. Entonces Dios podrá establecer Su reino (19:6; 2 S. 5:12; 7:12, 16; Ro. 14:17). Además, al introducir a Su pueblo escogido en la buena tierra, Dios podrá tener una morada edificada en la tierra (2 S. 7:13; Ef. 2:20-22; 4:12). Debemos ayudar a otros a experimentar a Cristo en todas Sus riquezas inescrutables para que Dios pueda establecer Su reino y tenga Su morada en la tierra hoy.
Pablo abarca este punto en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Estos cuatro libros revelan a Cristo no solamente como el Cordero, sino como Aquel que es todo-inclusivo, es decir, como la tierra todo-inclusiva. Colosenses 3:11 afirma que “Cristo es el todo, y en todos”. Indudablemente esta palabra habla del hecho de que Cristo es todo-inclusivo. En 1 Corintios, vemos la Pascua y el cruce del mar Rojo, pero en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, vemos la tierra todo-inclusiva.
Efesios y Colosenses mencionan los principados y potestades en los lugares celestiales. En estos libros, disfrutamos a Cristo como la buena tierra en los lugares celestiales. Allí también los principados y potestades malignos, representados por la gente inicua de la tierra de Canaán, serían vencidos. Hoy en día, estos poderes malignos se encuentran en el aire. Nosotros, los que hemos sido llamados, debemos liberar a la gente del mundo e introducirlos en los lugares celestiales para vencer a los principados y potestades. Cuando los hijos de Israel comieron el cordero Pascual, los egipcios fueron disciplinados. Pero después de entrar en la buena tierra, los israelitas no lucharon contra los egipcios, sino contra las naciones en la tierra. En tipología, estas naciones no son el pueblo del mundo, sino las potestades malignas de las tinieblas, los príncipes inicuos, los principados y autoridades malignas en el aire. Estos poderes que ocupan los lugares celestiales buscan frustrarnos del disfrute de las riquezas del Cristo todo-inclusivo. Por tanto, si queremos disfrutar a Cristo como Aquel que es todo-inclusivo, debemos vencer a los principados, los príncipes, potestades y autoridades, en los lugares celestiales.
Dios nos ha llamado con un propósito. Este propósito consiste en usarnos para sacar a la gente de la tiranía del mundo actual e introducirlos en el desierto, un lugar de separación. Consiste también en llevarlos al monte donde podrán ver la revelación acerca de la economía de Dios y el diseño del tabernáculo, para que éste sea edificado. Además, consiste en llevarlos a la buena tierra rica y todo-inclusiva para vencer al enemigo de Dios y disfrutar de las riquezas de Cristo. Entonces Dios podrá establecer Su reino en el cual El tendrá Su morada en la tierra. Todos estos puntos son desarrollados plenamente en Gálatas, Efesios, Filipenses, y Colosenses, cuatro libros que constituyen el corazón de la Biblia.
Tanto Moisés como Pablo fueron llamados con este propósito, y nosotros también. Debemos sacar a la gente del mundo e introducirlos en el Cristo todo-inclusivo para el reino de Dios y Su edificio. ¡Oh, que nuestro aprecio de la Palabra de Dios aumente en estos días! Lo que Dios desea no es simplemente el tabernáculo con el disfrute inicial de Cristo como el cordero, el maná y el agua viva, sino el templo con el rico disfrute de Cristo como la tierra todo-inclusiva. Día tras día, debemos experimentar a Cristo de una manera práctica como nuestra vida y nuestra persona. El no debe ser solamente nuestro maná, sino también todas las riquezas de la buena tierra. Lo que necesitamos hoy para cumplir el propósito de Dios es la experiencia genuina de Cristo como la buena tierra de Canaán.