Mensaje 112
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Lectura bíblica: Éx. 27:14-16, 19
En este mensaje hablaremos acerca de la entrada del atrio del tabernáculo. Tal vez nos parezca que la entrada es el aspecto más sencillo del atrio. No obstante, cuando comenzamos a estudiar este asunto, encontramos que no es tan sencillo. Tal vez algunos de los puntos que mencionaremos en este mensaje sean conceptos nuevos para nosotros.
Lo primero que quiero hacer es impresionarlos con la apariencia de la entrada. Al estudiar los tipos que se encuentran en el Antiguo Testamento, debemos prestar atención tanto al contenido como a la apariencia. Los tipos presentados en el libro de Exodo tienen dos aspectos: el aspecto del contenido y el de la apariencia. Por ejemplo, el altar del holocausto tiene una apariencia específica. Además, el enrejado, los anillos y las varas son el contenido del altar. En mensajes acerca del atrio, vimos el contenido y la apariencia de éste.
La entrada del atrio del tabernáculo, así como la entrada de cualquier otro edificio, tiene una apariencia particular. La entrada delantera o la puerta de un edificio tiene una apariencia que atrae la atención de la gente. Lo mismo sucede con el tabernáculo. Cuando alguien se iba acercando al tabernáculo desde lejos, podía ver la entrada del atrio. En esta entrada había algo que representaba la apariencia del edificio de Dios. La primera impresión que uno tendría del tabernáculo y del atrio, era la de la entrada y las colgaduras que estaban a los dos lados de la entrada.
No es difícil recordar la descripción de la parte delantera del atrio. Esta medía cincuenta codos de ancho y tenía diez columnas. A cada lado de la entrada había una colgadura de lino que medía quince codos de largo. Exodo 27:14 y 15 dice: “Las cortinas a un lado de la entrada serán de quince codos; sus columnas tres, con sus tres basas. Y al otro lado, quince codos de cortinas; sus columnas tres, con sus tres basas”. El versículo 16 describe la entrada con su cortina: “Y para la puerta del atrio habrá una cortina de veinte codos, de azul, púrpura y carmesí, y lino torcido, de obra de recamador; sus columnas cuatro, con sus cuatro basas”. Mientras estudiamos el atrio del tabernáculo, debemos prestar atención a los números tres y cuatro. A cada lado de la entrada, había tres columnas y tres basas. Además, a cada lado había tres espacios cubiertos por una colgadura que medía quince codos de largo. El número quince, compuesto de tres multiplicado por cinco, representa la responsabilidad que Cristo llevó para cumplir los requisitos del Dios Triuno. El hecho de que hubieran tres columnas y tres basas a cada lado significa que tanto la base como la posición se igualan al Dios Triuno. Además, los dos lados de la entrada representan un testimonio, ya que el dos es el número de testimonio.
Como hemos visto, la entrada medía veinte codos de largo. Había cuatro espacios abiertos entre las cuatro columnas y cuatro basas. El número veinte aquí, se compone de cuatro multiplicado por cinco, lo que representa a Cristo, quien lleva la responsabilidad por los hombres, las criaturas. Los cuatro espacios abiertos con las cuatro columnas y las cuatro basas demuestran la entrada que se abre para los hombres de los cuatro confines de la tierra (véase 27:2, 4).
La cortina como tal representa al Cristo que redime como nuestra entrada al edificio de Dios. El azul representa algo celestial; el púrpura, algo de la realeza; el carmesí, algo de la redención; el lino fino torcido, algo estable, y de un vivir humano firme; y la obra de recamador, la obra de constitución que lleva a cabo el Espíritu Santo.
Le daremos énfasis a los números tres y cuatro. A cada lado había tres grupos de tres: tres columnas, tres basas y tres espacios. En la entrada había cuatro grupos de cuatro: cuatro columnas, cuatro basas y cuatro espacios entre ellas.
Ahora quisiera que interpretáramos este cuadro. ¿Cuál es el significado de la parte delantera del tabernáculo con la entrada? En realidad, no se necesita mucha destreza para interpretar este cuadro, ya que tenemos el alfabeto espiritual ante nuestros ojos. El cuatro representa a la criatura, y el tres representa al Dios Triuno en la resurrección. Los dos lados, cada uno con el número tres, representa un testimonio. En la entrada tenemos el número cuatro, el cual representa a las criaturas. Por lo tanto, a cada lado tenemos a Dios, representado por el número tres, y en medio tenemos al hombre, la criatura, representado por el número cuatro. Esto quiere decir que el Dios Triuno es llevado por el hombre o que el hombre lleva a Dios como un testimonio. La apariencia de la parte delantera del atrio es la del hombre que lleva al Dios Triuno como un testimonio. Esto es muy significativo.
Ahora debemos ver que este Dios Triuno al cual llevamos como testimonio está involucrado con el hombre. Mas bien, El está en el hombre. El Dios Triuno a quien llevamos como testimonio ya no es un número tres por sí solo, sino que es el número tres junto con el número cuatro, es decir, que ahora el tres se ha unido con el cuatro. Esto quiere decir que llevamos al Dios Triuno dentro del hombre como un testimonio. Sin duda alguna, el número principal aquí es el tres. El número cuatro se encuentra subordinado. Dios con el hombre o Dios en el hombre, es a quien llevamos como un testimonio.
Ahora debemos seguir adelante para ver por qué se presenta este cuadro al frente de la entrada del tabernáculo. En cuanto a esto, Juan 16:8-11 nos ayuda. Al hablar acerca del Espíritu de realidad, estos versículos dicen: “Convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en Mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”. Por supuesto el capítulo dieciséis de Juan es una continuación de los capítulos catorce y quince y precede al capítulo diecisiete. Estos cuatro capítulos forman un conjunto. Si tenemos el entendimiento apropiado de estos capítulos, veremos que éstos nos muestran a Dios como un testimonio. Además, en este capítulo el Dios Triuno está mezclado con el hombre. En esta porción del evangelio de Juan, el Señor nos habla del Padre, del Hijo y del Espíritu. Estos tres son uno. Todos los que creen en Cristo serán perfeccionados en unidad en el Dios Triuno (Jn. 17:23). Por lo tanto, en estos capítulos vemos al Dios Triuno mezclado con el hombre y al hombre llevando al Dios Triuno como un testimonio.
Si tuviésemos una experiencia más profunda de la obra redentora de Cristo, no predicaríamos el evangelio de una manera superficial. Más bien, lo predicaríamos de modo que haría que los oyentes se dieran cuenta de que necesitan arrepentirse y llegar a ser aquellos que llevan al Dios Triuno como un testimonio, que llevan al Dios Triuno mezclado con el hombre. En nuestra predicación del evangelio debemos decir: “¿Quiere arrepentirse, creer en el Señor Jesús? ¿Lo va a recibir como su Salvador? Si usted se propone arrepentirse y creer en el Señor y recibirlo como su Salvador, usted debe llegar a ser una persona que lleva al Dios Triuno como un testimonio. Usted debe darse cuenta de que este es el propósito de recibir el evangelio”. Si una persona no tiene este propósito al arrepentirse, entonces no debería tratar de entrar por la puerta del atrio. Este es un principio básico en el evangelio.
Según los capítulos del quince al diecisiete del evangelio de Juan, existen términos y condiciones, para creer en el Señor Jesús y entrar en El. No obstante, al momento de nuestro arrepentimiento, difícilmente sabíamos estas cosas. A mi no se me dijo nada acerca de los mismos. Debido a que tenemos tal carencia, debemos regresar y reponer algunas de las lecciones espirituales que debimos haber aprendido al comienzo de nuestra vida cristiana. Por esta razón en este mensaje estoy predicando los principios fundamentales del evangelio.
Tal vez algunos piensen que este entendimiento del evangelio es demasiado complejo para la mayoría de las personas. Sin embargo, este no es complejo en lo absoluto. Lo que lo hace parecer complejo es el evangelio superficial que se predica hoy. Este tipo de predicación daña la capacidad que nos fue dada por Dios para entender las cosas espirituales. Un creyente nuevo es capaz de entender mucho más de lo que nosotros pensamos.
Los cambios llevados a cabo en la educación a nivel elemental durante los últimos años nos muestran la capacidad que tienen los más jóvenes para entender muchas cosas. Cuando yo estaba en la escuela elemental, se pensaba que algunas cosas eran muy dificiles de entender. Sin embargo, ahora los niños aprenden en el primer grado lo que yo aprendí mucho más tarde. Algunas cosas que sólo se enseñaban en grados superiores, son enseñadas a niños. Siguiendo el mismo principio, la mayoría del evangelio predicado hoy en día es muy bajo y sólo proporciona un entendimiento superficial del evangelio. Los recién convertidos sólo conocen el abecedario del evangelio. Si trata de enseñarles algo más acerca del evangelio, es posible que digan que es muy complejo, cuando en realidad lo que se les presenta son sólo letras adicionales para que completen el alfabeto, tal vez algunas letras como la L, la M y la N. La mayor parte de la predicación del evangelio de hoy solamente le da a las personas las primeras letras del alfabeto espiritual: la A, la B y la C. Sin embargo, la predicación del evangelio en la Biblia contiene todas las letras del alfabeto espiritual. No obstante, personas que han sido cristianos por muchos años aún no conocen todas las letras del alfabeto. Hablando desde el punto de vista espiritual, no saben cual es el significado de las letras X, Y y Z.
El evangelio básico incluye los asuntos que son representados por la entrada del atrio del tabernáculo. No piense que estos asuntos no forman parte del evangelio. ¿Cuál es el propósito de que un pecador se arrepienta, crea en el Señor Jesús y le reciba como su Salvador? Esto ocurre para que que entre en el edificio de Dios. Sin embargo, es muy difícil que hayamos escuchado acerca de esto cuando fuimos salvos. Nunca se nos dijo que la meta de la salvación era introducirnos en el edificio de Dios. Este concepto no está presente entre los cristianos de hoy. Pero, si yo le predicara el evangelio a los pecadores, yo les diría que deben entrar en el edificio de Dios. La única intención de Dios en este universo es tener un edificio. Este es el propósito eterno de Dios. Por lo tanto, el propósito de la obra salvadora de Dios es introducirnos en Su edificio.
¿Cuál es el edificio de Dios hoy? El edificio de Dios es la iglesia. La economía de Dios, la salvación y la redención tienen el propósito de introducirnos en Su edificio, la iglesia. Esto no es algo a lo que yo le dé un énfasis personal; la Biblia le da énfasis. Cristo mismo le da énfasis. El trató de ayudar a otros para que le conocieran. Conforme a Mateo 16, un día El le preguntó a Sus discípulos: “¿Quién decís que soy Yo?” Cuando Pedro confesó que El es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor comenzó a hablar de la iglesia: “Y Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). El propósito de que conozcamos a Cristo es que seamos edificados en la iglesia. Además, en el libro de los Hechos vemos a miles que se salvaron con el propósito de levantar y edificar las iglesias. Luego en Romanos, Pablo nos muestra que nosotros, los pecadores, hemos sido justificados, trasladados de Adán a Cristo, y ahora caminamos conforme al espíritu a fin de que lleguemos a ser los hijos maduros, quienes son los miembros adecuados del Cuerpo. Por esta razón, al final del libro de Romanos tenemos a las iglesias locales. Esta es la meta máxima de la revelación de Dios y también de Su evangelio. Todo el libro de Romanos, conforme a lo que Pablo dice, es el evangelio de Dios. Por lo tanto, entrar en el edificio de Dios es la meta de Su obra salvadora.
Entrar en el edificio de Dios equivale a ser salvo. Cuando estábamos fuera del edificio de Dios, estábamos perdidos. Sin embargo, cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, entramos en la salvación de Dios y también a Su edificio. Desde el principio debemos darnos cuenta de que entrar en el edificio de Dios es llevar al Dios Triuno, quien está involucrado con el hombre como un testimonio. Esto es lo que todos debemos estar haciendo. Les repito que este concepto no es complejo. Como parte de las veintiséis letras del alfabeto espiritual, esto es algo que deberíamos aprender desde el principio. No obstante, esto no se nos enseñó, ni lo aprendimos.
Hace más de cincuenta años aprendí algunas letras del alfabeto griego, pero no las aprendí muy bien. Por ejemplo, tenía dificultad con la letra gamma (γ). la cual se parece a la y minúscula del alfabeto. También, la mayúscula de y (Y) se parece un poco a la mayúscula de ípsilon (Υ) en griego. Hoy día muchos creyentes han aprendido el alfabeto de la obra salvadora de Dios de la misma forma en que yo aprendí parte del alfabeto griego. Por un lado, ellos son como los que conocen algunas letras griegas. Por otro, son como los que confunden las letras griegas con las occidentales, tal vez confunden la y minúscula del inglés con la gamma minúscula. Por ejemplo, pueden considerar algunos aspectos de nuestra cultura parecidos a la salvación de Dios. Esto es igual que decir que la mayúscula de letra griega eta (H) es igual a la mayúscula de la hache (H) o que la minúscula de la p es igual a la minúscula de la letra griega ro (ρ).
Aquellos que confunden los aspectos de nuestra cultura con la obra salvadora de Dios no han aprendido completamente el alfabeto de ésta. Ellos saben algo acerca de la justificación, la regeneración, y el perdón. Pero conocen muchas cosas de su cultura. El resultado de esto es que mezclan inconscientemente algunos aspectos de su cultura con la salvación de Dios y confunden la cultura humana con esta salvación. Además, cuando alguien habla acerca de algún aspecto de la salvación tal vez crean que lo entienden. No obstante, en realidad no entienden nada y han confundido algo de Dios con su concepto natural y los elementos culturales que los permean. Esto se puede comparar con pensar que la minúscula de la letra griega nu (ν) es la minúscula de la letra v. Uso este ejemplo de las letras griegas y americanas para demostrar que es imperante que conozcamos completamente el alfabeto de la salvación de Dios.
La parte delantera del atrio del tabernáculo representa al hombre que lleva al Dios Triuno al estar mezclado con él como un testimonio. Cada vez que una persona se arrepiente, cree y entra en la salvación de Dios, se debe dar cuenta de que está entrando en el edificio de Dios y que éste es el testimonio de Dios. Toda la esfera del tabernáculo, incluyendo el tabernáculo mismo y el atrio, es una constitución del Dios Triuno con Su pueblo elegido y redimido. Por lo tanto, éste es el testimonio de Dios, El es testificado y nosotros somos los que damos testimonio de El. Así que, desde el punto de vista de Dios, es un testimonio. Desde nuestro punto de vista, es un asunto de llevar el testimonio. Esto está representado por la puerta, la entrada del atrio del tabernáculo.
Cualquier entrada de un edificio expresa el propósito del mismo. Por ejemplo, la entrada de un banco muestra claramente que ese edificio es un banco. De la misma forma, la entrada de un estadio tiene una apariencia distinta, la cual muestra que ésta es la entrada a un estadio. Esto también es cierto en cuanto a la entrada de una escuela. Siguiendo el mismo principio, la entrada del atrio del tabernáculo también tiene una apariencia particular: ésta representa al hombre que lleva al Dios Triuno quien está involucrado con él, como un testimonio. Si esta parte del alfabeto de la salvación de Dios ha sido grabado en nosotros, entonces este mensaje ha sido útil.
Luego de haber considerado la apariencia de la entrada, veamos ahora cual es el material básico usado para producir tal apariencia. El material básico aquí es el bronce. Tanto las columnas como las basas para el atrio del tabernáculo estaban hechas de bronce. Como mencionamos anteriormente, el bronce representa al juicio de Dios. Según Juan 16:8, cuando venga el Espíritu de realidad, éste convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Todo aquel que entra al edificio de Dios debe ser juzgado por completo. Debe pasar por la puerta de bronce, la cual es una puerta de juicio. Aunque el lino cubría las columnas, éste no era el material básico del atrio. El material básico era el bronce, el cual representa al juicio justo de Dios.
Nosotros, los que entramos al edificio de Dios, debemos darnos cuenta de que todo lo que somos, tenemos, hacemos, y podemos hacer debe ser juzgado. Esto quiere decir que deben ser juzgadas, tanto las cosas positivas como las negativas. Tanto nuestro buen comportamiento como nuestro mal comportamiento deben ser juzgados. De la misma forma, nuestro odio y amor, nuestro orgullo y nuestra humildad, junto con todas nuestras virtudes, deben pasar por la puerta del juicio de Dios.
Pasar por la puerta de bronce se puede comparar a pasar por la entrada del terminal de una aerolínea. Todo el que quiere pasar debe ser examinado. Así mismo, si queremos entrar al edificio de Dios, debemos pasar por la entrada del juicio y experimentar el juicio de Dios en todo lo que somos, tenemos y hacemos.
Cuando escuchamos el evangelio y nos arrepentimos, no se nos dijo nada acerca de esto. Nunca escuché que tenía que ser juzgado, que mi ser, mi comportamiento, mi hablar, mis actos y mi habilidad tenían que pasar por el juicio de Dios. Como resultado, traje a la llamada iglesia algunos aspectos positivos de mi vida y habilidad natural. Creo que muchos de nosotros hemos pasado por esto. Algunos hasta trajeron con ellos cosas mundanas que no habían sido juzgadas. Esto es tener una entrada hecha de otro material básico que no es bronce. Sin embargo, la entrada del atrio del tabernáculo es una entrada de bronce, la entrada de juicio. Si no hemos tenido una experiencia cabal de este juicio, debemos repasar esta lección y pasar por la entrada de bronce.
La expresión del atrio es el lino, el cual representa a la justicia de Dios. Después de que hemos sido juzgados, llevamos la justicia de Dios. Por lo tanto, lo que llevamos no es nuestra virtud natural o comportamiento externo sino que es la justicia de Dios. Esta es también una verdad fundamental del evangelio. Cuando predicamos el evangelio debemos declarar: “Pecadores, gente de este mundo, ustedes necesitan ser juzgados. Cuando todo lo relacionado con usted, ya sea bueno o malo, sea juzgado, entonces llevarán la justicia de Dios”.
¿Cómo puede la justicia de Dios estar unida a nosotros? Según la tipología en Exodo 27, está unida a nosotros por los capiteles de plata y las molduras. Esto nos muestra que del juicio de Dios sale la obra redentora de Cristo. y ésta es el poder sostenedor y la fuerza unificadora. ¿Cómo es que nosotros, pecadores y enemigos de Dios, podemos estar unidos con la justicia de Dios? ¿Cómo la justicia de Dios se puede mantener unida a nosotros? Esto sólo es posible por medio de la redención obtenida por Cristo, la cual sale del juicio de Dios. Como personas caídas, debemos ser juzgados en todos los aspectos. Pero, todo lo que Dios juzga es redimido por Cristo. ¡Alabado sea el Señor el juicio de Dios produce la redención de Cristo! Si queremos disfrutar de la redención de Cristo, primero necesitamos el juicio de Dios.
El verdadero significado del arrepentimiento es que somos juzgados. Arrepentirse es juzgarse y condenarse a sí mismo. Siempre que una persona se arrepiente, se condena a sí misma y se pone bajo el juicio de Dios. Esta es la experiencia del bronce.
Ya que Cristo redime todo lo que Dios juzga, esta redención unirá a aquel que ha sido juzgado a la justicia de Dios. Además, esta redención también nos une los unos con los otros. Las columnas del atrio del tabernáculo estaban levantadas por separado. Sin embargo, por medio de las molduras estaban unidas una con la otra. ¡Aleluya, todo lo que Dios juzga, Cristo lo redime, y todo lo que Cristo redime queda unido, por medio de esta redención, a la justicia de Dios! La obra redentora de Cristo nos une a la justicia de Dios y a todos nosotros. Por lo tanto, en el atrio tenemos tres asuntos importantes: el juicio, la redención y la justicia. La justicia de Dios tiene como fin la expresión de Su testimonio.
Cuando en nuestra experiencia entramos al atrio del tabernáculo, encontramos que el elemento más impresionante es el bronce. Cuando miramos a nuestro alrededor, vemos sesenta columnas de bronce y sesenta basas de bronce. Además, en 27:19 dice: “Todos los utensilios del tabernáculo en todo su servicio, y todas sus estacas, y todas las estacas del atrio, serán de bronce”. Las estacas se utilizaban para sostener la cerca alrededor del atrio y del tabernáculo. El versículo 19 nos dice que había dos grupos de cercas, uno para el tabernáculo y otro para el atrio. Estas cercas estaban hechas de bronce. El altar del holocausto y el lavacro también estaban hechos de bronce. Así que, cualquiera que entraba al atrio observaba una vista de bronce.
Esta vista llena de bronce representa al juicio de Dios. El juicio de Dios se puede ver en todo el atrio. Todo lo que está en la esfera del edificio de Dios está bajo el juicio de Dios. Todo lo relacionado con nosotros debe pasar por el juicio de Dios, nuestra astucia y habilidad natural, y por supuesto nuestras faltas, deben ser juzgadas.
Mencionamos que los utensilios, el mobiliario y las estacas del atrio, junto con las columnas y las basas eran de bronce. Las estacas representan al poder que levanta y sostiene. Este poder se obtiene del bronce, del juicio. Si queremos tener una base sólida en el edificio de Dios, debemos estar bajo el juicio de Dios. Si deseamos tener la fuerza que nos mantenga en pie, debemos estar bajo el juicio de Dios. A fin de ser fuertes y estables, necesitamos ser juzgados. Cuanto más estemos bajo el juicio de Dios, más estable seremos.
¿Saben ustedes por qué algunos santos vienen a la vida de iglesia y al poco tiempo llegan a ser inestables y desaparecen? La razón de su inestabilidad es que no tienen las estacas de bronce; carecen del juicio de Dios como su fuerza y estabilidad. Desde el primer día que un santo llega a la vida de iglesia, éste debe ponerse debajo del juicio de Dios. Sólo así será fuerte y estable en la iglesia. El juicio verdaderamente estabiliza a la vida de iglesia.
Algunos hermanos y hermanas critican a los demás y los condenan. Particularmente, los ancianos de las localidades son condenados muchas veces. Estas personas que critican no están bajo el juicio de Dios. Si estuviéramos bajo el juicio de Dios día a día, no criticaríamos a los demás. No los juzgaríamos ni los condenaríamos. Aquellos que juzgan a otros no han sido juzgados. Sin embargo, los que han sido juzgados no juzgan a otros.
Con una conciencia pura les puedo testificar que yo me juzgo a mí mismo más de lo que juzgo a otros. Cuando estoy tentado a hablar de las faltas de los demás, me doy cuenta de que hay un sentir de juicio dentro de mi. Este sentir interno me hace entender que no soy mejor que otros. Mas bien pienso que soy peor que ellos. Creo que muchos de nosotros hemos tenido este tipo de experiencia. Ser juzgados cierra nuestra boca dada a juzgar y criticar. Si no estamos bajo el juicio, será muy fácil que digamos palabras de critica y de juicio acerca de otros.
Los animo a que estudien la vista que se encuentra en el atrio. Es una vista llena de bronce, que representa el juicio: las basas de bronce, las columnas de bronce, las estacas de bronce, el mobiliario de bronce, los utensilios de bronce. Sin el juicio, no hay límites, ni base, ni fuerza para levantar, ni estabilidad.
Como ya hemos visto, la obra redentora de Cristo procede del juicio de Dios. La redención está representada por la plata que cubría las cabezas de las columnas. Todas las cabezas de las columnas de la cerca del atrio estaban cubiertas de plata. Estas representan la gloria. Por lo tanto, la obra redentora de Cristo que procede del juicio de Dios llega a ser nuestra corona, nuestro orgullo, nuestra gloria. Este es el significado de las cabezas de plata sobre las columnas de bronce.
Además, estaban los capiteles, las molduras y las basas de plata para las espigas que sostenían en pie las tablas del tabernáculo. Esto significa que la obra redentora de Cristo llega a ser el fundamento sólido para que los miembros del edificio de Dios se mantengan firmes. ¡Qué cuadro tan hermoso vemos aquí! Primero vemos el juicio de Dios y luego la obra redentora de Cristo.
La obra redentora de Cristo viene a ser nuestra corona, el poder que nos sostiene y la fuerza que nos conecta. También llega a ser el fundamento sobre el cual estamos parados como miembros del edificio de Dios. Esto es el juicio de Dios del cual procede la obra redentora de Cristo, el bronce produce la plata.
Después del bronce y la plata tenemos el oro. Por medio del bronce entramos al atrio. Luego a través de la plata, entramos al Lugar Santo. En el Lugar Santo, y en especial en el Lugar Santísimo, todo es de oro. Esto quiere decir que la naturaleza divina es nuestra porción, nuestro disfrute y nuestra experiencia. Todo lo que hay en el tabernáculo es oro: tablas de oro, utensilios de oro, la mesa de oro para los panes de la proposición, el candelero de oro, y el altar de incienso de oro. En el Lugar Santísimo se halla el arca de oro con los querubines de oro y los utensilios. Todo lo que está dentro del tabernáculo es oro. Por lo tanto, el bronce resulta en la plata, y ésta nos introduce al oro. Esto significa que todo debe ser juzgado a fin de que sea redimido. Luego de que hemos sido redimidos, somos introducidos en la naturaleza de Dios. Este es nuestro destino, es decir, hacia donde vamos; es también nuestra porción, disfrute y experiencia. Una vez somos introducidos en el oro, debemos permanecer allí. Aún mas, debemos tocar las profundidades del Lugar Santísimo, estar con Dios, y llegar a ser uno con El también.