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Mensaje 119

Las vestiduras sacerdotales

(4)

  Lectura bíblica: Éx. 28:4-14; 39:1-7

  Las vestiduras sacerdotales que se describen en 28:4-14 eran para el sumo sacerdote en primer lugar y luego para los sacerdotes. Para el tiempo de Exodo 28, el sumo sacerdote era Aarón, y los sacerdotes eran sus hijos. En tipología Aarón tipifica a Cristo como el verdadero Sumo Sacerdote ante Dios, y los hijos de Aarón, los sacerdotes, tipifican a los creyentes. Por lo tanto, las vestiduras correspondían a dos categorías de sacerdotes. Algunas de las vestiduras eran sólo para el sumo sacerdote. Los otros sacerdotes no podían ponérselas. Sin embargo, la mayoría de las vestiduras sacerdotales eran para los sacerdotes, los hijos de Aarón y para Aarón, el sumo sacerdote.

EL PECTORAL Y EL EFOD

  Exodo 28:4 dice: “Las vestiduras que harán son estas: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. Hagan, pues, las vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes”. Los dos primeros, el pectoral y el efod, eran sólo para el sumo sacerdote. De hecho el pectoral puede ser considerado parte del efod. Había tres piezas unidas al efod: el pectoral, y las dos hombreras. Estas están conectadas, agarradas y ceñidas al efod.

  En lugar de traducir la palabra hebrea para efod, algunas traducciones utilizan una transcripción de la misma. Esto quiere decir que efod es una palabra hebrea. La razón por la que se usa la palabra hebrea es porque no existe otra palabra en nuestro vocabulario que describa esta pieza de las vestiduras sacerdotales. Nada en nuestra cultura corresponde a ésta. Si tal cosa no existe en nuestra cultura, no podemos tener una palabra que le describa. Por ejemplo, sino existieran los automóviles, no tendríamos en nuestro vocabulario tal palabra. La palabra automóvil se comenzó a usar para describir los vehículos con los cuales estamos familiarizados. Pero, en nuestra cultura no hay nada que sea exactamente igual a la pieza que la palabra efod en hebreo denota.

  Si se me pidiera que describiera al efod, le diría que no puedo describirlo con una sola palabra o con unas oraciones. Sin embargo, en este mensaje trataré de impresionarlos con la importancia del efod, algo que no era conocido por la cultura humana antes de que Dios estableciera el sacerdocio. Cuando Dios le reveló a Moisés las vestiduras sacerdotales, el efod era algo totalmente nuevo. Antes de que Moisés recibiera la revelación de parte de Dios, éste no se conocía. Cuando Dios le habló a Moisés acerca del mismo, fue la primera vez que se oyó de él.

  Según los diccionarios, efod significa unir, agarrar, ceñir o conectar. Por lo tanto, el efod se usaba para agarrar, ceñir, unir y conectar. El efod no era una chaqueta y tampoco un chaleco, más bien, era la pieza que se usaba para ajustar y agarrar.

PARA GLORIA Y HERMOSURA

  Existen tres razones principales por las cuales usamos ropa. A saber que las vestiduras que usamos tienen un propósito. Antes de la caída, el hombre no usaba ropa. Pero luego de esto, Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos y cubrieron su desnudez. Luego Dios les proveyó de unas vestiduras de pieles para que se cubrieran. Por lo tanto, la primera razón por la cual usamos ropa es para cubrir nuestra desnudez. Las personas morales usan ropa que los cubre apropiadamente. Ellos no desean mostrar su desnudez. La inmoralidad por el contrario, incita a la desnudez. Estar desnudo es un pecado y una vergüenza. Los sacerdotes del Antiguo Testamento estaban cubiertos de la cabeza a los pies. Por ende el primer propósito de la vestimenta es cubrir nuestra desnudez.

  La segunda razón está relacionada con nuestra salud. Al usar la ropa apropiada nos protegemos del frío, del viento y de la lluvia. También nos protegemos del calor. Algunos somos extremadamente sensibles a la temperatura y necesitamos llevar la ropa apropiada para protegernos del frío o del calor. Si no usamos la ropa adecuada para cada situación nuestra salud se afectará. Por lo tanto, la vestimenta también protege nuestra salud.

  En tercer lugar la gente usa ropa para embellecerse. Según Exodo 28, las vestiduras sacerdotales daban gloria y hermosura. El propósito principal de estas vestiduras no era cubrir su desnudez ni proteger sus cuerpos, más bien, daban gloria y hermosura. El efod especifícamente no cubría la desnudez del sumo sacerdote, ni lo protegía del frío; completamente daban gloria y hermosura.

  Es muy significativo que en Exodo 28 se menciona la gloria primero y luego la hermosura. Esto indica que primero debemos atender la gloria y después la hermosura. Cuando escogemos nuestra vestimenta, no debemos preocuparnos sólo de la hermosura. Nuestro interés primordial debe ser la gloria.

  Mencionamos que la gloria se refiere a la expresión divina, los atributos divinos, y la hermosura a las virtudes humanas. En nuestro vestir debemos tomar cuidado primero de la gloria de Dios. Por ejemplo, puede que una hermana pregunte si puede llevar un vestido en particular para la gloria de Dios. Si las hermanas tomaran en consideración su vestimenta desde este punto de vista, su manera de vestir sería diferente. Sin embargo, la mayoría de las personas en la actualidad sólo se preocupa por la hermosura; y para no se ocupan en lo absoluto por la gloria de Dios. En cambio el efod primero era para dar gloria divina y luego para dar hermosura. Esta pieza de la vestimenta, la cual se usaba para sujetar estaba compuesta de la gloria divina y la hermosura humana.

AGARRADO A CRISTO

  Sólo el sumo sacerdote tenía el derecho de ponerse el efod. Esto significa que como creyentes no tenemos el derecho a ponernos lo que el efod representa. Sólo Cristo lleva el efod. Sólo El tiene el poder de agarrar y la fuerza para ceñir. Cristo nos agarra, nos une y nos sostiene en El. Podemos decir que Cristo nos une a Sí mismo. El poder que sostiene es Su gloria divina y hermosura humana.

  Debemos recordar que el efod era la pieza de las vestiduras que se usaba para sujetar. Había tres cosas sujetadas al efod: las dos hombreras y el pectoral. Debido a esto, también estaban sujetadas, unidas, ceñidas del sumo sacerdote. Una vez unidas a él, no se podían caer. Este es el significado del efod.

  Cristo, como el Sumo Sacerdote, tiene el poder que sujeta, la fuerza que amarra, la habilidad para unir. Nosotros no tenemos este poder, ni fuerza, ni habilidad.

  En ocasiones los cristianos hablan acerca de la manera en que el Señor los sostiene, los abraza y los mantiene. Cuando yo era joven, pensaba que el Señor Jesús nos sostiene como un pastor sostiene a un cordero en sus brazos. Yo me imaginaba al Señor como Aquel que nos abraza y nos lleva por este camino. Pero si analizamos el cuadro del efod veremos que El no sólo nos sostiene, sino que nos une y agarra a Si mismo, tal como en el caso de las piezas con el efod. Sostener no es tan importante como agarrar, y sujetar no es tan importante como ceñir y unir. Nosotros estamos agarrados de Cristo; estamos atados a El. Es cierto que Cristo nos sostiene nos lleva, pero no nos lleva como un pastor carga en sus brazos a una oveja. Más bien, El nos lleva tal como el sumo sacerdote llevaba el efod que estaba agarrado fuertemente de las hombreras y del pectoral.

  Cristo sostiene a todo el pueblo de Dios por medio de Su gloria divina y hermosura humana. Esto quiere decir que Su gloria divina y hermosura humana son la fuerza para que estemos agarrados de El.

  Exodo 28:9 y 10 dicen: “Y tomarás dos piedras de ónice, y grabarás en ellas los nombres de los hijos de Israel; seis de sus nombres en una piedra, y los otros seis nombres en la otra piedra, conforme al orden de nacimiento de ellos”. Estas piedras de ónice grabadas con los nombres de los hijos de Israel nos representan a nosotros, los creyentes. Por ende, éstas representan al pueblo redimido de Dios. El versículo 12 dice: “Y pondrás las dos piedras sobre las hombreras del efod, para piedras memoriales a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante de Jehová sobre sus hombros por memorial”. Esto significa que el pueblo redimido de Dios está sobre los hombros de Cristo. No estamos sobre sus brazos como ovejas; sino que estamos sobre Sus hombros como piedras de ónice. Somos las piedras preciosas sobre el efod, la pieza que agarra, la cual se compone de la gloria divina y de la hermosura humana.

  Desde el día de su salvación, usted ha sido sostenido por Cristo. Sin embargo, ¿conoce usted qué lo ha sostenido todo este tiempo? Tal vez algunos digan que Cristo es poderoso y que somos sostenidos por Su poder. Es cierto que Juan 10:28 indica esto: “Y Yo les doy la vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. Esto indica que el poder de Cristo nos sostiene. En Juan 10:29 el Señor Jesús continua diciendo: “Mi Padre me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre”. Hay dos manos que sostienen a los creyentes: la mano de Cristo el Hijo y la mano del Padre. Estas manos representan el poder y también el amor, pero no representan la gloria divina ni la hermosura humana. Según el cuadro de las piezas que se agarraban con el efod, nosotros estamos agarrados a Cristo por medio de Su gloria divina y hermosura humana. Por lo tanto, la gloria divina de Cristo y Su hermosura humana son la fuerza que agarra y nos ata a El. Estamos atados a El constantemente por medio de Su gloria divina y Su hermosura humana.

LA EXPERIENCIA DE ESTAR AGARRADO DEL SEÑOR

  Necesitamos preguntarnos cómo somos agarrados del Señor en nuestra experiencia. Puede que algunos digan que están agarrados de la fe. Tal vez oren así: “Señor Jesús, no tengo ninguna fe. Dame la fe para poder creer que estoy en Tu mano y que me estás agarrando”. Muchas veces he orado de esta manera. He tenido muchas experiencias de este tipo de oración y de esta manera de creer. Pero mientras oro de esta manera, tal parece que menos confío en el Señor. Cuanta más fe le pido, menos fe tengo. Muchos cristianos han tenido experiencias similares a esta. Tal vez usted haya orado: “Señor Tu eres mi guardador. Tu tienes la gracia que guarda, Tu tienes el poder para sostenerme y Tu me amas. Señor abrazame y preservame. Pero Tu sabes, Señor, que cuando vienen problemas, tal parece que me olvido de todo. Por lo tanto, Señor, te pido que me infundas con Tu fe. Oh Señor, infundeme contigo mismo como mi fe viviente”. Pero mientras más ora de esta manera, tal pareciera que menos fe se infunde en usted.

  Hace cuarentas años me enfermé seriamente de tuberculosis. Durante ese tiempo no tenía fe de que el Señor me sanaría. Es cierto que no perdí mi fe básica, la fe que salva, en el Señor. Pero si perdí toda la fe en que el Señor sanaría mi tuberculosis. Los ancianos, colaboradores y la iglesia oraron por mi. Había dado una serie de mensajes diciéndoles que el Señor es fiel y les pedía que creyeran en El. Los animé a que confiaran en El, ya que El nunca les fallaría. Entonces yo me enfermé y se me hizo difícil confiar en el Señor. Una hermana que me traía la comida tres veces al día me dijo que el Señor me curaría. Yo le dije: “Hermana, usted tiene razón. Yo no tengo ni una pizca de fe. ¿Podría ayudarme y decirme qué es la fe?” Parecía extraño que yo le hiciera esa pregunta. Ella había sido salva por medio de mi predicación del evangelio y ahora yo le preguntaba a ella ¿qué era la fe? Ella estaba muy sorprendida y no me pudo contestar. De hecho, esta es la situación de todo predicador.

  Mi punto en esto es que cuando nos damos cuenta de la gloria divina y la hermosura humana de Cristo, nos agarramos de El de manera espontánea. No hay necesidad de que tratemos de creer en El. El poder que agarra no viene por la fe; sino por lo que El es y tiene. El Señor tiene la gloria divina y la hermosura humana. El es glorioso y es hermoso. Siempre que nos detenemos ante El y lo admiramos, estamos agarrados de una manera práctica en nuestra experiencia. No hay necesidad de que tratemos de creer o confiar en El, debido a que ya estamos ceñidos de El.

  A mi me gusta leer y estudiar los cuatro evangelios. A medida que los leemos, en ocasiones podemos ver la gloria del Señor, y en otras la hermosura. Aún cuando el Señor estaba en la carne en la tierra como un hombre, se podía ver Su gloria. Hasta en Su encarnación El era glorioso. Cuando leemos los evangelios, podemos ver que la gloria divina estaba con El. También podemos ver la hermosura humana del Señor, la cual es fina y muy preciosa. No tenemos las palabras adecuadas para describir la hermosura humana del Señor Jesús que se revela en los evangelios. Pero a medida que leemos los evangelios, algo dentro de nosotros se da cuenta de lo hermoso que es el Señor. Por ejemplo, la manera en que el trató a los discípulos y le habló a María y a Marta en Juan 11 fue hermosa. Cuando nos detenemos a pensar en la gloria divina y la hermosura humana del Señor en los evangelios, espontáneamente estamos ceñidos de El. Por ende, estamos agarrados de El y hasta nos lleva sobre Sus hombros. Su gloria divina y Su hermosura humana nos atan a El.

  Creo que muchos de nosotros hemos tenido esta experiencia al leer los evangelios. Por medio de leer acerca de la vida del Señor en la tierra, vemos Su gloria divina y Su hermosura humana y estamos ceñidos de El. Luego sentimos que estamos seguros y a salvo. Nos damos cuenta de que nunca nos separamos de El. Esta es la experiencia del efod.

  ¿Tiene usted un efod como este? Yo estoy muy seguro de que no lo tengo. Si usted me estudia a mi, no se ceñirá a mi. Estoy carente de la gloria divina y de la hermosura humana. Sin embargo, Cristo es diferente. El tiene el efod, y en El están la gloria divina y la hermosura humana.

LOS MATERIALES PARA EL EFOD

  Exodo 28:5 y 6 dice: “Tomarán oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, y harán el efod de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, de obra primorosa”. Cristo tiene un efod de oro, azul, púrpura, carmesí, y lino torcido. Aquí el oro se refiere a un hilo de oro. Primero se golpeaba el oro para formar una placas delgadas y luego se cortaba en hilos que se entretejían en la tela. El oro representa la divinidad de Cristo. El azul representa lo celestial que El es, y el púrpura Su realeza, que El es rey. El carmesí representa la obra redentora que efectuó sacrificándose a Sí mismo por medio del derramamiento de Su sangre. El lino fino representa la vida humana del Señor. La torcedura del mismo nos indica Sus sufrimientos.

  El oro, el azul, el púrpura y el carmesí estaban tejidos con el lino fino torcido para hacer el efod, la pieza de las vestiduras que se usaba para ceñir. Esta pieza nos ciñe, nos agarra, nos une a Cristo. Estamos unidos a El de una manera hermosa y gloriosa. Tanto la divinidad como la humanidad están entretejidas en el efod. En el efod vemos lo celestial y la realeza de Cristo; también vemos Su obra redentora. Ya que el efod incluye todos estos elementos, Cristo tiene el poder para sostenernos. El tiene la fuerza para ceñirnos a El.

  Tal parece que este mensaje contiene más que simplemente una palabra objetiva acerca de Cristo. De hecho, el asunto del efod es muy subjetivo y está relacionado con la experiencia. Nos muestra como disfrutar a Cristo y como experimentarlo a El. Cristo es el Sumo Sacerdote, y una de las piezas de Su vestimenta es llamada el efod, que ciñe y une, usada para sostenernos y llevarnos por medio de Su gloria divina y hermosura humana.

  Exodo 28:8, habla acerca del efod y menciona “su ceñidor para ajustar” (heb.). Las palabras en hebreo que se traducen “para ajustar” también pueden ser “del efod”. De hecho, la palabra en hebreo para ajustar usada aquí es la forma verbal de la palabra efod. Si lo tradujéramos literalmente, usaríamos una frase para explicar la función del efod: “ajustar las vestiduras con el efod”. Finalmente, usamos la palabra ajustar; otras versiones usan la palabra ceñir. Esta también indica que el efod se usaba para ajustar, ceñir y atar. Como ya vimos, se componía de la divinidad de Cristo, Su realeza y lo celestial que es, Su redención y Su fina humanidad. Por lo tanto, en el efod vemos la gloria divina de Cristo y Su hermosura humana.

  Cuando el sumo sacerdote estaba junto con los otros sacerdotes, el sobresalía como el más divinamente glorioso y el más humanamente hermoso, ya que era el único que tenía el efod junto con las hombreras y el pectoral. Ninguno de los otros sacerdotes tenía un efod. El efod era una pieza especial de las vestiduras glorioso y hermosa. Si alguien se pusiera el efod hoy día con el pectoral que contenía las doce piedras preciosas enchapadas en oro, sería algo sorprendente, atractivo y hermoso. Tal pieza sería mas impresionante que un uniforme de un general con cinco estrellas, con rayas y condecoraciones.

  En ocasiones oramos: “Señor, soy débil. No puedo agarrarme de Ti. Pero, Señor, yo se que Tu me sostienes”. Si, el Señor nos sostiene, pero tal vez usted no tenga la experiencia de ser sostenido por El, ya que dentro de usted no existe la realización de Su gloria divina y de Su hermosura humana. Sin embargo, mientras más considera Su gloria y hermosura, más es sostenido por El, agarrado de El y tiene la impresión interna de que está seguro.

LOS ENGASTES DE ORO

  El efod constaba de dos piezas que se agarraban de los hombros. El versículo 7 dice: “Tendrá dos hombreras que se junten a sus dos extremos, y así se juntará”. Estas hombreras unían la parte de al frente con la de atrás. Por lo tanto, tenían el poder para unir, la fuerza para atar. Los engastes de oro que agarraban las piedras de ónice estaban atados de las hombreras. Así que, todo el efod era una pieza que unía. Encima tenía dos hombreras. Estas tenían el propósito de unir los dos extremos del efod y también sostener los engastes de oro para las piedras de ónice. Esto tipifica a Cristo hoy como la fuerza que sostiene completamente y el poder que agarra ya que El consta con la divinidad, la lo celestial que es, la realeza, la redención y la humanidad.

  El versículo 11 habla acerca de los engastes de oro: “De obra de grabador en piedra, como grabados de sello, harás grabar las dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; les harás alrededor engastes de oro”. La palabra en hebreo que se traduce como engastes también significa trabajo trenzado, engastes trenzados, engastes adornados (véanse los vs. 13, 14, 25). Estos engastes de oro se pueden comparar con las monturas que utilizan los joyeros. Una piedra preciosa, por ejemplo un diamante, necesita algún tipo de engaste para poder ponerse sobre el anillo de oro. Los engastes de oro que se usaban para las piedras de ónice estaban adornados, un trabajo fino que se hacía con hilo de oro que estaba trenzado para formar un diseño bonito. Este era el tipo de engaste que sostenía las piedras preciosas.

  El hecho de que los engastes adornados eran de oro significa que sólo la divinidad de Cristo nos puede sostener. Hablando con propiedad, somos sostenidos por la divinidad de Cristo, por Su naturaleza divina. Ya que hemos sido regenerados, tenemos esta naturaleza divina (2 P. 1:4). La naturaleza divina ahora ha llegado a ser el poder que nos sostiene de una manera hermosa y gloriosa.

  Digo una vez más que la manera en la que Cristo nos sostiene no es igual a la forma en que un pastor carga a una oveja en sus brazos. De esa forma no hay nada glorioso ni hermoso. Más bien, Cristo nos sostiene tal como las piedras preciosas son sostenidas sobre las monturas adornadas. Aunque no tenemos las palabras adecuadas para hablar de estas cosas, por medio de nuestra experiencia sabemos que somos sostenidos de forma gloriosa y hermosa por la naturaleza divina de Cristo. No simplemente por el poder de Cristo; sino que somos sostenidos gloriosa y hermosamente por Su naturaleza divina.

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