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Mensaje 137

La santificacion de Aarón y de sus hijos para ser los sacerdotes

(5)

  Lectura bíblica: Éx. 29:15-28; 40:14-15

  Conforme al Nuevo Testamento, la meta de la salvación que Dios efectúa es hacer, de todos los creyentes en Cristo, sacerdotes para Dios. Por lo tanto , si una persona es salva, pero fracasa en llegar a ser un sacerdote que sirve a Dios, no podrá cumplir el propósito de Dios ni satisfacer Su deseo. En el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis, vemos que todos los redimidos son sacerdotes de Dios. En Apocalipsis 1:5 y 6 se nos dice que Jesucristo nos liberó de nuestros pecados con Su sangre e “hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Su Dios y Padre”. Así también Apocalipsis 5:10 dice que hemos sido hechos “para nuestro Dios un reino y sacerdotes”.

  La tipología del Antiguo Testamento nos muestra que en primer lugar Dios redimió a Su pueblo, luego los salvó, y después los educó. Estos tres asuntos se revelan en el libro de Exodo. Primero Dios redimió al pueblo de Israel, luego los rescató y los liberó, y después de eso los educó. Mientras estaban en Egipto, fueron redimidos, y luego fueron rescatados de allí. En el desierto disfrutaron de la provisión de Dios. Finalmente, llegaron al monte Sinaí, donde recibieron una educación divina. Allí Dios vino a santificar a algunos de ellos para ser Sus sacerdotes.

UN SACERDOCIO UNIVERSAL

  Si estudiamos seriamente la revelación que se encuentra en las Escrituras, veremos que la intención de Dios no era santificar sólo un número de Sus redimidos para ser sacerdotes. No, la intención de Dios era santificar a todo Su pueblo redimido. Esto quiere decir que Dios quería que todo el pueblo fuera un reino de sacerdotes. Exodo 19:6 dice: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”. Sin embargo, debido a la degradación del pueblo, once tribus cayeron. Por lo tanto, Dios escogió una de las doce, la tribu de Leví, para que fuesen Sus sacerdotes.

  No debemos pensar que Dios sólo quiere santificar como sacerdotes a algunos de entre Su pueblo. Por el contrario, Dios santifica a todos los creyentes de Cristo para ser Sus sacerdotes. Por esta razón, algunos maestros cristianos hablan se refieren al sacerdocio neotestamentario como el sacerdocio universal. Puesto que el sacerdocio es universal, no debe haber designación entre sacerdotes y laicos. No debe existir ningún sistema de cleros y laicos entre los creyentes neotestamentarios. Todos lo que creen en Cristo, todos los redimidos y salvos, deben ser educados y santificados para ser los sacerdotes de Dios. Como se revela en el Nuevo Testamento, el deseo de Dios es que todos los redimidos en Cristo sean Sus sacerdotes. No sólo se habla de esto en Apocalipsis, sino también en 1 Pedro. Primera de Pedro 2:5 dice: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. Además, 1 Pedro 2:9 dice que los creyentes son real sacerdocio. Esto revela que la economía neotestamentaria de Dios es que todo Su pueblo redimido ejerza Su sacerdocio.

UNA DESCRIPCION DETALLADA DE LA SANTIFICACION

  Aunque el Nuevo Testamento revela claramente que todos los redimidos deben ser los sacerdotes de Dios, éste no provee un descripción de como podemos ser sacerdotes que sirven a Dios de manera práctica. En el Nuevo Testamento no hay un relato detallado de como podemos realmente ser santificados para servir a Dios como sacerdotes, sólo nos dice que Dios quiere que seamos sacerdotes, pero no nos muestra como llegar a serlo. Sin embargo, en el Antiguo Testamento, en el libro de Exodo, hay un capítulo que nos da un descripción detallada de la santificación de los sacerdotes de Dios. Este capítulo es Exodo veintinueve. Este un capítulo precioso. Puedo testificar que amo mucho este capítulo.

  Para amar cualquier cosa se necesita tener la apreciación adecuada de ello. Por ejemplo, en mi provincia natal en China hay una montaña que produce cristales con los cuales se fabrican anteojos. Las piedras que contiene estos cristales son feas y ásperas por fuera. Pero cuando se cortan, se puede ver la calidad del cristal que tienen dentro. Es solamente cuando tenemos la apreciación adecuada de estas piedras que podemos valorarlas. Siguiendo el mismo principio, si queremos amar el capítulo veintinueve de Exodo, debemos apreciarlo primero. Creo que si empleara el tiempo adecuado en esta porción de la palabra, también llegaría a amarla. Tal vez después de todos estos mensajes acerca de este capítulo, usted pueda amarlo como yo.

  ¿Por qué es tan precioso el capítulo 29 de Exodo? La preciosidad de éste consiste en su descripción detallada de como el pueblo redimido por Dios puede ser santificado para servirle como los sacerdotes. Como ya mencionamos, lo que se describe en este capítulo no es una ordenación o una simple consagración, sino una santificación. El primer versículo de este capítulo dice: “Esto es lo que harás para consagrarlos, para que sean mis sacerdotes”. Dios le ordenó a Moisés que santificara a Aarón y a sus hijos para que fueran Sus sacerdotes.

  Los cristianos de hoy conocen acerca de las palabras santificar y santificación. Si tenemos un corazón que desea una santificación completa en nuestra experiencia, debemos estudiar este capítulo. No sólo se trata del sacerdocio, sino particularmente, trata de la santificación.

  La santificación es un tema importante en la teología. Quizá tanto como la justificación. Entre los creyentes existen diferentes enseñanzas acerca de la santificación. Se necesita un entendimiento como se describe en Exodo veintinueve. En estos mensajes daremos una breve explicación de la santificación de los sacerdotes como se presenta en este capítulo.

UNA LIMPIEZA CABAL

  Cuando Aarón y sus hijos estaban siendo santificados para ser los sacerdotes de Dios, lo primero que debían conocer era que eran inmundos, que estaban sucios y necesitaban ser limpiados. No es muy agradable reconocer que estamos sucios y que necesitamos una limpieza cabal. Hablando desde el punto de vista físico, la inmundicia puede provenir de dos fuentes: desde adentro o desde afuera. Por un lado, podemos asociarnos con tantas cosas que nos ensucian y por otro, por nuestro propio sudor debemos bañarnos a diario. Por lo tanto, nos ensuciamos, con nuestro sudor y asociándonos con cosas terrenales. De hecho, no necesitamos tocar nada para ensuciarnos, ya que cosas en la atmósfera nos pueden ensuciar.

  Yo uso la limpieza física como ejemplo de la limpieza que forma parte del proceso de santificación de los sacerdotes de Dios. ¿Desea ser un sacerdote que le sirve a Dios? Si es así, debe reconocer que está sucio y que necesita una limpieza. Por esta razón en el capítulo veintinueve la santificación de Aarón y de sus hijos comienza con la limpieza, con un lavar. Exodo 29:4 dice: “Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua”. Debemos limpiarnos de la inmundicia causada por el sudor y la que proviene del contacto con las cosas de este mundo.

VESTIDOS CON LAS VESTIDURAS SACERDOTALES

  Luego de que Aarón y sus hijos eran lavados con el agua, debían ser vestidos con las vestiduras sacerdotales. A fin de servir a Dios como sacerdotes, necesitaban estar vestidos apropiadamente. Estas vestiduras se pueden comparar con unos uniformes, un vestido oficial, usado con un propósito especifico. Las vestiduras sacerdotales no sólo cubrían la desnudez de Aarón y de sus hijos; éstas los calificaban para llevar a cabo el oficio de sacerdote. Exodo 29:5 y 6 dicen: “Y tomarás las vestiduras, y vestirás a Aarón la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, y le ceñirás con el cinto del efod; y pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa”. Los versículos 8 y 9 continúan así: “Y harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas. Les ceñirás el cinto a Aarón y a sus hijos, y les atarás las tiaras, y tendrás el sacerdocio por derecho perpetuo”. Estos versículos nos dicen claramente que a fin de servir como sacerdotes, Aarón y sus hijos necesitaban estar vestidos con las vestiduras sacerdotales.

  Aarón, como el sumo sacerdote, llevaba varias capas de vestiduras. La primera eran los calzoncillos, que le cubría desde los lomos hasta las rodillas, la parte más inmunda del cuerpo. Después Aarón se ponía la túnica, la cual podríamos llamar el manto interior. Sobre ésta, se ponía el manto exterior, el manto del efod. Luego se ponía el efod y el pectoral. Así que tenemos cinco capas: los calzoncillos, la túnica, el manto, el efod y el pectoral. Además, Aarón se cubría la cabeza. Como los sacerdotes, los hijos de Aarón usaban calzoncillos, una túnica y una pieza para la cabeza. Por medio de esto vemos que para servir como sacerdotes, primero debemos limpiarnos de nuestra inmundicia, y luego necesitamos cubrir nuestra desnudez con las vestiduras sacerdotales. Es importante darnos cuenta de esto, como seres humanos caídos, somos inmundos y también estamos desnudos a los ojos de Dios. Por ende, para ser sacerdotes de Dios necesitamos ser lavados y vestidos.

LA REDENCION ES NECESARIA

  Aquellos que quieren servir a Dios como sacerdotes deben reconocer que son inmundos y que necesitan ser lavados, y que también están desnudos y necesitan ser vestidos. Además, todos debemos ver que mediante nuestro nacimiento natural somos pecado. Debido a que nacimos en pecado, tenemos la naturaleza de pecado. Por nacimiento somos pecadores, constituidos de pecado. Por lo tanto, aunque hemos sido lavados y vestidos y hemos resuelto el problema de nuestra inmundicia y desnudez, ¿qué hacemos con nuestra naturaleza? Ya que somos pecado por naturaleza, necesitamos ser redimidos.

  Los cristianos usan comunmente las palabras redención y redimido. Sin embargo, pocos creyentes reconocen de manera adecuada que a los ojos de Dios la redención incluye tres cosas. En primer lugar, incluye una terminación. Debido a que somos pecadores, necesitamos ser terminados. Luego de que somos terminados, necesitamos ser redimidos, y lo que ha sido redimido, necesita ser restaurado. Por lo tanto, tenemos la terminación, la redención misma, y la restauración. ¿Cómo se puede llevar a cabo todo esto? Por esto, necesitamos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado.

  En Exodo veintinueve se menciona la ofrenda por el pecado. Según este capítulo, la ofrenda por el pecado se mataba, era terminada y luego se cortaba en pedazos y se quemaba. Por ende, ésta hacía cenizas. Los intestinos de esta ofrenda se quemaban sobre el altar; lo que sobraba se quemaba fuera del campamento.

  La ofrenda por el pecado aquí tipifica a Cristo. Cristo se unió a nosotros y ahora nosotros nos unimos a El. Esta unión es representada por Aarón y sus hijos al poner sus manos sobre la cabeza del becerro que se usaba como ofrenda. De esta manera ellos se identificaban completamente con la misma. Estro quiere decir que al identificarse con la ofrenda ellos también eran matados, cortados en pedazos y quemados. En Cristo hemos sido terminados y hechos cenizas. A los ojos de Dios, nuestra vieja naturaleza se ha hecho cenizas. Hemos sido totalmente terminados.

  Aarón y sus hijos estaban sucios y necesitaban ser lavados. Estaban desnudos a los ojos de Dios y necesitaban ser vestidos. Ellos eran pecaminosos por naturaleza y necesitaban ser redimidos ¿Desea usted ser un sacerdote que sirve a Dios? Si es así, necesita ser lavado, vestido y redimido.

  Cristo efectúa la redención por medio de la ofrenda por el pecado. Esta redención implica una terminación. Dios no redimirá nada que sea pecaminoso a menos de que esté terminado. Por lo tanto, en Cristo hemos sido terminados. Ya no queda nada de nuestra vieja naturaleza, sólo un montón de cenizas.

EL HOLOCAUSTO

  En este capítulo no sólo tenemos el becerro de la ofrenda por el pecado, también tenemos dos carneros, uno para el holocausto y otro para la ofrenda de paz. El holocausto es diferente a la ofrenda por el pecado. La ofrenda por el pecado puede ser considerada como un sacrificio, pero el holocausto, puede ser considerado como un regalo. La ofrenda por el pecado tiene como propósito la redención, mientras que el holocausto es para tener comunión. La ofrenda de paz es para disfrute y satisfacción. Por un lado, nos hemos identificados con el Cristo crucificado como nuestra ofrenda por el pecado. Por otro, también estamos identificados con el Cristo resucitado. El becerro tipifica al Cristo crucificado; los dos carneros representan a al Cristo resucitado. El Cristo resucitado se ofrece a Dios primero como el holocausto y luego como la ofrenda de paz. Como aquellos que están siendo santificados para servir a Dios como sacerdotes, no sólo tenemos a Cristo como la ofrenda por el pecado, sino también lo tenemos como el holocausto y la ofrenda de paz. El es el becerro en crucifixión, y los carneros en resurrección.

  Las ofrendas para la santificación de los sacerdotes tienen dos categorías principales. La primera es de la vida animal; y la segunda de la vida vegetal. En cuanto a la de la vida animal, tenemos al becerro y a los carneros. En cuanto a la vida vegetal, tenemos el pan, las tortas y las hojaldres. En cada categoría hay tres cosas. Hablando figurativamente, el número tres representa la resurrección. Mientras Cristo estaba en la cruz se ofreció a Sí mismo en resurrección.

  Cristo es el crucificado y el resucitado. Como tal, no sólo nos representa, sino que también nos incluye. Estamos incluidos en El. Por lo tanto, cuando El fue crucificado, nosotros fuimos crucificados con El. Cuando resucito y se presentó ante Dios, nosotros estábamos con El.

  El Cristo resucitado es el holocausto. Este era ofrecido a Dios para Su satisfacción completa. Todo el holocausto se quemaba sobre el altar como olor grato a Dios. Esto es difícil de explicar. Por experiencia sabemos que cuando estamos identificados con Cristo en Su muerte, reconocemos que somos un montón de cenizas. Entonces, espontáneamente, estamos en resurrección. En resurrección, Cristo es nuestra porción, es un carnero ofrecido a Dios como nuestro holocausto que satisface a Dios plenamente. Por lo tanto, a fin de ser los sacerdotes, necesitamos ser lavados, vestidos y redimidos. Además, necesitamos a Cristo como el resucitado para ofrecerlo a Dios para Su satisfacción.

LA OFRENDA DE PAZ

  El último paso de la santificación de los sacerdotes es ofrecer el segundo carnero, el de la ofrenda de paz. El primer paso es ser lavado; el segundo es ser vestido; el tercer es presentar el becerro como la ofrenda por el pecado; el cuarto es presentar el primer carnero como el holocausto; y el quinto, el último, es presentar el segundo carnero como la ofrenda de paz.

  La última parte del versículo 29:9 dice: “Así consagrarás a Aarón y a sus hijos”. Literalmente, la palabra hebrea traducida consagrar quiere decir “llenar sus manos”. Este también es el significado en los versículos 29, 33 y 35. Por lo tanto, santificar a los redimidos de Dios para que sean Sus sacerdotes requiere que sus manos sean llenadas.

  Pocas versiones traducen de manera literal la palabra hebrea que significa llenar sus manos. Algunas traducciones usan consagrar; otras hasta usan la palabra ordenar. En realidad, lo que se nos presenta aquí no es una consagración ni una ordenación; es el llenar de las manos de los santificados. Hasta este punto, Aarón y sus hijos han sido lavados, vestidos y redimidos. Estos los primeros tres pasos de la santificación. También han presentado a Cristo como el holocausto para la plena satisfacción de Dios. Por lo tanto, su inmundicia ha sido eliminada, su desnudez ha sido cubierta, su naturaleza pecaminosa terminada, y han ofrecido a Dios, Cristo, para Su satisfacción. Sin embargo, sus manos todavía están vacías. A pesar de estos cuatro pasos, todavía tienen las manos vacías. ¿Cómo le pueden servir a Dios como sacerdotes si todavía tienen las manos vacías? A fin de ser los sacerdotes que sirven a Dios de manera práctica, necesitan tener sus manos llenas.

  Vimos que el ser lavados, vestidos y presentar el becerro como la ofrenda por el pecado resuelve tres problemas. El lavado resuelve el problema de la inmundicia, ser vestidos resuelve el problema de la desnudez, y el presentar la ofrenda por el pecado resuelve el problema de nuestra naturaleza pecaminosa. Además, vimos que presentar el holocausto satisface a Dios y lo hace feliz. Cuando Dios huele el aroma del holocausto, el puede decir: “Estoy satisfecho y contento”. Sin embargo, los sacerdotes, que tienen las manos vacías, tal vez digan: “ Oh Dios, Tu estás contento, pero nosotros todavía tenemos hambre. Señor, no tenemos nada que llene nuestras manos ni nuestro estómago. Si, hemos sido lavados, y cubiertos. Nuestro pecado ha sido quitado, y Tu estás satisfecho. Pero, Señor, nosotros tenemos hambre todavía”. Debido a esta necesidad mostraremos el último paso de la santificación de los sacerdotes: ofrecer el segundo carnero.

  ¡Aleluya por Cristo como el segundo carnero! Este no es la ofrenda por el pecado que resuelve el problemas del pecado; tampoco es el holocausto que satisface a Dios. Este carnero es de la ofrenda de paz. La ofrenda de paz permite que los sacerdotes disfruten a Cristo con Dios. O sea, tener la ofrenda de paz es estar preparado para el banquete con Dios. La ofrenda de paz es para nuestro festín con Dios. En el siguiente mensaje estudiaremos esta ofrenda más detalladamente.

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