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Mensaje 14

EL NOMBRE Y EL PACTO DE JEHOVA DIOS

  Después del primer conflicto entre Dios y Faraón, Moisés, quien era el representante de Dios, fue perturbado y desalentado (Éx. 5:22-23). En Éx. 6:1-8, Dios le habló a Moisés con firmeza acerca de Su nombre y de Su pacto. Debido a que carecemos de la experiencia del nombre de Dios y no entendemos verdaderamente el pacto de Dios, debemos estudiar estos asuntos en este mensaje.

I. EL NOMBRE DE JEHOVA DIOS

A. Su nombre denota Su persona

  Veamos primero el nombre de Jehová Dios. Su nombre denota Su persona. No es un título vacío, sino más bien la definición de lo que El es.

B. El Shadai

  En 6:3, Dios dijo a Moisés: “Y aparecí a Abraham, a Isaac, y a Jacob como Dios Omnipotente, más en Mi nombre JEHOVA no me di a conocer a ellos”. Durante años, no podía entender este versículo. Yo sabía que según ciertos versículos de Génesis, Abraham, Isaac y Jacob conocían el nombre Jehová (Gn. 12:4; 26:25; 32:9). ¿Cómo podemos reconciliar estos versículos con lo que dice el Señor en 6:3? La respuesta se encuentra en el hecho de que una cosa es conocer un nombre particular y otra es conocer a Dios por este mismo nombre. Por ejemplo, la gente en todo el mundo conoce el nombre de Jesús. No obstante, no todos los que conocen este nombre conocen al Señor por este nombre. Conocer el nombre de Jesús es una cosa, pero conocer al Señor Jesús en nuestra experiencia por Su nombre es otra cosa. Jesús significa Jehová el salvador. La gente quizá conozca el nombre de Jesús, pero tal vez no tenga ninguna experiencia de Jehová el Salvador.

  Yo me encontraba en esta situación antes de ser salvo. Nací en un hogar cristiano y mi madre me enseñó la historia de Jesús. Incluso hablé de Jesús a otras personas, y defendía al cristianismo. No obstante, yo mismo no tenía ninguna experiencia de Jesús como Jehová el salvador. Conocía el nombre, pero todavía no conocía al Señor por este nombre. Del mismo modo, Abraham, Isaac y Jacob conocían el nombre Jehová, pero no conocían a Dios por este nombre.

  No obstante, sí conocían al Señor como el Dios omnipotente, es decir, como el Shadai. El significa el Todopoderoso, y Shadai implica el significado de pecho o de ubre. Por tanto, este título divino indica que Dios es fuerte y omnipotente. Como tal, El es el Dios que nos suministra (Gn. 17:1; 28:3) y el Dios de la promesa (Gn. 35:11).

C. Jehová

  Asi como el Shadai es el nombre de Dios que nos suministra y nos da la promesa, Jehová es Su nombre para la existencia y el cumplimiento. Como Jehová, Dios es el Dios que existe (Éx. 3:14; Jn. 8:24, 28, 58), y el Dios que cumple (Éx. 6:6-8). Abraham, Isaac y Jacob murieron sin disfrutar el cumplimiento de la promesa (He. 11:13). En la experiencia de ellos, Dios era el omnipotente, pero no fue Jehová. Para ellos, El era el Dios de la promesa, pero no fue el Dios que cumple. Cuando Dios habló a Moisés en 6:1-8, El no habló como el Shadai, el Dios de la promesa, sino como Jehová, el Dios que cumple. Aquí Dios no hizo una promesa a Moisés acerca de la buena tierra; por el contrario, El vino a cumplir la promesa que le había hecho a Abraham, Isaac y Jacob. Cuando Dios hizo un pacto con Abraham en Génesis 15, El indicó en los versículos 13 y 14 que la promesa acerca de la buena tierra se cumpliría cuatrocientos años más tarde. Este periodo de tiempo se completó cuando Moisés cumplió la edad de ochenta años. Esto indica que lo que fue una promesa para Abraham se cumplió para Moisés y a los hijos de Israel. Por consiguiente, en el capítulo seis, Dios se presentó a Moisés y a los hijos de Israel, no como el Dios omnipotente, sino como Jehová.

  Para ser el Dios del cumplimiento, El debe ser el Dios que existe, es decir, El debe ser Aquel que existe por Sí mismo. El verbo ser se aplica solamente a El. Este verbo es un compuesto básico del nombre Jehová. En este universo, solamente El es El que existe por Sí mismo. Como el Dios de la promesa, El es el Shadai; pero como el Dios que cumple lo que El ha prometido, El es Jehová, Aquel que es. La existencia de Dios no depende de nada fuera de Sí mismo. El existe eternamente, pues no tiene ni comienzo ni fin. Como Jehová, Dios simplemente es.

  Hace aproximadamente cuatro mil años, Dios hizo una promesa a Abraham acerca de la buena tierra. La promesa de Dios todavía no se ha cumplido en Abraham, porque éste todavía no ha sido resucitado. Si Dios no fuera el que existe por Sí mismo y el que existe para siempre, la promesa que fue hecha hace miles de años no podría ser cumplida. No obstante, puesto que Dios es y siempre será, El no puede faltar a Su promesa. En este universo existe una persona que es, y esta persona es el Dios del cumplimiento. Todo lo que diga sucederá. Jehová cumplirá Su palabra.

  Abraham, Isaac y Jacob experimentaron a Dios como el Dios que suple y como el Dios de la promesa. Lo conocieron a El por el nombre el Shadai. Pero ellos no recibieron el cumplimiento de la promesa, y por esta razón no lo conocieron por el nombre Jehová, aunque como lo hemos señalado, sí conocieron este nombre. Ellos murieron en la fe sin recibir el cumplimiento de la promesa. Pero en Exodo 6, Dios vino para cumplir Su promesa a Abraham, Isaac y Jacob. Por esta razón, Dios dijo a Moisés: “Yo soy Jehová” (6:2). Esto significa que Dios habló a Moisés, y por medio de él, a los hijos de Israel, como Jehová, como Aquel que es.

  Durante años, se me hizo difícil entender Juan 8. En tres ocasiones en este capítulo el Señor se refiere a Sí mismo como el “Yo Soy” (vs. 24, 28, 58). En el versículo 58, el Señor Jesús declaró: “De cierto, de cierto, os digo, antes que Abraham fuese, Yo Soy”. Como el gran Yo Soy, el Señor es el Dios eterno, que existe para siempre. Por tanto, El es antes que Abraham. En términos espirituales, Juan 8 puede ser comparado con Exodo 3, donde el Señor se revela a Sí mismo a Moisés como el Yo Soy (v. 14).

  Hemos señalado que el nombre de Jesús significa Jehová el Salvador. No significa el Shadai el salvador. El que vino a ser nuestro salvador es El que existe para siempre, Aquel que es. El vino a cumplir todas las promesas que Dios hizo a Su pueblo. Por consiguiente, Jesús no vino para prometer, sino para cumplir. Esto significa que El no vino como el Shadai, sino como Jehová.

  Así mismo Dios se presentó a Moisés como Jehová, y no como el Shadai. Parece que el Señor estaba diciendo: “Moisés, tus antepasados me conocieron por el nombre el Shadai. Pero ahora quiero que tú me conozcas y me experimentes por otro nombre, por el nombre Jehová, el nombre de Aquel que es. Yo cumpliré todo lo que he prometido”.

  El Señor habló de esta manera a Moisés porque él se había quejado ante El por el resultado de su negociación con Faraón. Moisés le dijo que Faraón hacía maldades al pueblo. Además, Moisés dijo: “Y Tú no has librado a Tu pueblo” (5:23). Por consiguiente, Dios le dijo a Moisés que El era Jehová. El deseaba que Moisés y todos los hijos de Israel lo conocieran por este nombre y que ellos lo experimentaran como el Dios que existe y el Dios que cumple. Mientras el Señor alentaba a Moisés, El parecía decir: “Moisés, no estés perturbado ni desalentado. Debes entender que estoy aquí no solamente como el Shadai, sino como Jehová. Es tiempo de que Me experimentes como el Yo Soy. Como Jehová, como Aquel que existe para siempre, cumpliré Mi pacto”. Cuando Dios se presentó a Moisés, El no vino como el Shadai, sino como Jehová. El no vino para prometer, sino para cumplir lo que ya había prometido. Por tanto, Moisés no necesita estar desilusionado ni desalentado. Dios había venido a su situación como Aquel que existe y que cumple.

  Esto no debería ser una simple doctrina para nosotros, sino nuestra experiencia práctica. En el recobro del Señor actual no estamos en la etapa de la promesa, sino en la etapa del cumplimiento. La etapa del cumplimiento incluye el cumplimiento de las promesas hechas tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. Una de las promesas del Nuevo Testamento es lo que dijo el Señor: “Edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). Esta palabra se cumple entre nosotros hoy. Esto indica que experimentamos al Señor no sólo como el Shadai, sino también como Jehová.

  No obstante, debemos confesar que en nuestro diario vivir, carecemos de la experiencia del Señor como el gran Yo soy. Disfrutamos el himno acerca de las riquezas de Cristo (himno 254), pero día tras día podemos seguir en la pobreza. ¿Cuánto experimenta usted a Dios como Jehová? Es bastante fácil conocerlo bajo el nombre el Shadai y declarar que El es rico, todopoderoso, y omnipotente. No obstante, experimentarlo verdaderamente como el Yo Soy es otra cosa. Si deseamos conocer a Dios por el nombre Jehová, debemos tener la experiencia. De otro modo, seremos como Abraham, Isaac y Jacob, que conocían este nombre sin tener ninguna experiencia de ello.

  Hace más de cuarenta años, la iglesia se estableció en mi ciudad natal. Yo estaba muy ocupado con mi trabajo en una compañía importante. También los asuntos de la iglesia me tomaban mucho tiempo. Era necesario que yo hablara en las reuniones de la iglesia por lo menos cuatro veces por semana. La bendición del Señor estaba sobre nosotros, y el número de santos aumentaba. Sentía cada vez más la carga de abandonar mi trabajo para servir al Señor de tiempo completo. En un periodo de varios meses, acudí al Señor en cuanto a este asunto en muchas ocasiones, pero no pude tomar ninguna decisión. El Señor no quería dejarme ir, y por esta razón, yo no podía comer bien ni dormir a gusto. Finalmente, llegué al punto en que no pude seguir adelante hasta que este asunto estuviese solucionado. Una noche mientras estaba con el Señor, El me recordó que yo había prometido servirle a El de tiempo completo. Le dije que había hecho esa promesa antes de tener esposa e hijos. Ahora estaba muy preocupado por la manera en que podía sostener a mi familia si tuviese que abandonar mi trabajo para servir al Señor. Antes de aquel tiempo, llegué a conocer las promesas de Dios acerca de Su provisión. Yo sabía que si buscamos el reino de Dios y Su justicia, todo lo que necesitamos nos será añadido. No obstante, no conocía a Dios como el Dios que cumple. Aquella noche el Señor no sólo me reveló Su palabra, sino que también se reveló a Sí mismo como Aquel que cumple Sus promesas. Entonces el Señor me dio un ultimátum: ya fuese que lo tomara a El o que no lo tomara. Mientras me levantaba de mi posición arrodillada, dije con lágrimas: “Señor, yo Te tomo”. Cuando me puse de pie, sabía dentro de mí que el asunto estaba solucionado. Desde aquel momento hasta ahora, el Señor ha sido real para mí como el Dios que cumple. Lo he experimentado repetidas veces como el Yo Soy. Puesto que El es el Yo Soy, Jehová nunca fracasa. El nunca deja de existir; El es y siempre será. Con los años y la experiencia que tengo, puedo testificar que Dios es. ¡Aleluya, podemos conocerlo, no solamente como el Dios omnipotente, sino también como Aquel que es!

  Jóvenes, mi carga en este mensaje se dirige particularmente a ustedes. Le doy gracias al Señor por la fidelidad de ustedes a Su recobro. Pero me doy cuenta que les queda mucho camino por recorrer y que les esperan muchas pruebas. Puedo testificarles que el mismo Dios a quien ustedes están sirviendo no es solamente el Shadai, sino también Jehová. El no es solamente el omnipotente y El que promete, sino El que existe y El que cumple. Por ser Aquel que es, El cumplirá todo lo que El ha prometido. Quizá yo no pueda cumplir mi palabra porque puedo dejar de ser. No obstante, puesto que Jehová existe eternamente y que El es la realidad del verbo ser, El cumplirá todo lo que El ha dicho. Cuando usted se enfrenta a pruebas y dificultades, debería decir: “Señor, Tú eres. Mis problemas acabarán, pero Tú, Señor, permanecerás para siempre”.

  Faraón era mucho más poderoso que los hijos de Israel. No obstante, al poco tiempo, Faraón fue reducido a nada. El pudo resistir al Señor sólo por un corto periodo de tiempo. Después de que Faraón había dejado de ser, Jehová todavía era.

  En el capítulo seis, el Señor alentó a Moisés a darse a conocer a él como Jehová. Parece que el Señor estaba diciendo: “Moisés, debes conocerme por el nombre Jehová. Debes conocerme conforme a Mi ser, conforme a Mi existencia. Puesto que Yo soy el gran Yo Soy, ¿por qué razón estás desalentado?” Aquí el Señor adiestraba a Moisés a experimentarlo a El y a conocerlo por el nombre Jehová.

  ¿Experimenta usted al Señor solamente como el Shadai, o lo experimenta también como Jehová? Cuando usted tiene una necesidad o está en dificultades, no alabe simplemente al Señor por Sus riquezas y Su suficiencia. También debería alabarlo porque El es El que es. No le agradezca simplemente porque El es capaz y poderoso; más bien declare con denuedo: “Señor, Tú eres”. Cuando los cristianos tienen necesidades, muchos de ellos oran al Señor como el Omnipotente. ¿Pero ha oído usted alguna vez de cristianos que alaban al Señor por Su existencia eterna? El Señor anhela que alguien proclame: “Señor, Tú eres”. Debemos ser las personas que alaban al Señor de esta manera.

  No debemos agradecer solamente al Señor por Su riqueza, Su omnipotencia y capacidad. Si hemos recibido la revelación del Señor como el Yo Soy, oraremos de una manera nueva. Cuando se presenten los problemas, acudiremos al Señor y diremos: “Señor, aquí está un problema, pero Tú eres. Tú eres el Yo Soy, y creo en Ti”.

II. EL PACTO DE JEHOVA DIOS

  Ahora veremos el pacto de Jehová Dios. En Génesis 12, Dios hizo una promesa a Abraham. En Génesis 15, esta promesa se convirtió en un pacto, y en Génesis 17, la circuncisión fue promulgada como señal de este pacto. Por tanto, lo que Dios dio a Abraham, no fue solamente una promesa, sino también un pacto con una señal.

  La promesa de Dios es Su palabra (Ro. 9:9). Cuando Dios afirma que El hará cierta cosa por nosotros, esta palabra es una promesa. Pero cuando se añade un juramento a la promesa, ésta se convierte en un pacto que asegura la palabra de Dios. Este pacto se parece a un contrato.

  En 6:8, el Señor dijo a Moisés: “Yo os meteré en la tierra por la cual alcé Mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y Yo os la daré por heredad, Yo Jehová”. La promesa que el Señor dio a Abraham, Isaac y Jacob fue un pacto que hizo al levantar Su mano. Levantar la mano de esta manera significa hacer un juramento, un voto. En Génesis 14, Abraham dijo al rey de Sodoma que él había levantado su mano al Dios altísimo en señal de que él no tomaría nada de él (vs. 22-23). Esto significa que Abraham hizo un juramento acerca de este asunto particular. En el Antiguo Testamento, la mano era levantada cuando se hacía un pacto. Pero en el Nuevo Testamento, toda persona del Señor Jesús ha sido levantada. En Juan 8:28, el Señor dijo: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que Yo soy”. Al levantar al Señor Jesús, Dios hizo un gran juramento que hicieron de Sus promesas el nuevo pacto. En los cuatro evangelios, El Señor hizo muchas promesas. Cuando El fue levantado en la cruz, estas promesas se convirtieron en el nuevo pacto. Ahora todo el Nuevo Testamento es un pacto, un contrato firmado y avalado por el Cristo levantado.

  El Señor fue levantado no solamente a la cruz sino finalmente al trono de Dios en el tercer cielo. El Señor está ahora sentado en el trono como símbolo del juramento más grande en el universo. Este juramento fue hecho en dos etapas: por el Señor levantado primeramente en la cruz y luego al trono. ¡Aleluya, El que tiene todo Su ser levantado está ahora en el trono! Por consiguiente, lo que tenemos en nuestras manos hoy en día no es una promesa, sino un pacto.

  Al hablar a Moisés acerca del pacto, tal parece que Dios le dijo: “Moisés, ¿no entiendes que Yo hice un pacto con tus antepasados? Yo he levantado Mi mano para llevar a Mi pueblo a la buena tierra. ¿Crees que Faraón puede impedirme llevar a Mi pueblo a la tierra prometida? Moisés, no te desanimes. Yo soy, pero Faraón no es. Yo soy Jehová y cumplo Mi pacto. Llevaré Mi pueblo a la buena tierra y se la daré por herencia. Moisés, sé alentado con Mi pacto y con Mi nombre actual”.

  En la actualidad nosotros también tenemos el nombre del Señor y Su pacto. Lo que estamos haciendo en el recobro del Señor no es conforme a nuestra imaginación. Es conforme al pacto de Dios. En el pasado, hemos dicho al Señor que lo que practicamos es conforme a Su palabra. De ahora en adelante, debemos decirle que lo que hagamos es conforme a Su pacto, el pacto mismo que El ha jurado cumplir. Al combatir por los intereses del Señor, no sólo permanecemos con la pura palabra de Dios, sino también con Su pacto. Este pacto fue avalado cuando el Señor Jesús fue levantado en la cruz y al trono.

  Algunos dicen que es imposible practicar la vida de iglesia hoy. También afirman que el Señor no puede tener Su recobro. No parecen entender que el recobro del Señor está prometido en Su pacto. Deseo recalcar el hecho de que el recobro no es conforme a nuestro pensamiento, previsión, ni imaginación. Ni siquiera es conforme a nuestra visión. El recobro del Señor es totalmente conforme a Su pacto. En este pacto, el Señor Jesús dijo: “Edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). En el transcurso de los años, el enemigo ha intentado destruir el recobro. No obstante, puesto que el recobro es conforme al pacto de Dios, no puede ser destruido.

  Reconocemos que el camino del recobro del Señor no es fácil. Pasó lo mismo con los hijos de Israel en el libro de Exodo. Antes de que ellos fueran librados del cautiverio, había muchos conflictos entre Dios y Faraón. Faraón no fue fácilmente disciplinado. Del mismo modo, el Faraón actual, Satanás, y el yo poseído y usurpado por Satanás, tampoco son fácilmente disciplinados. A veces podemos estar desanimados, así como lo estaban Moisés y los hijos de Israel. En esos momentos, debemos recordar a Jehová y a Su pacto.

  ¡Qué extraño fue el hecho de que Dios no aniquiló a Faraón con un solo golpe! Por el contrario, El se empeñó en tener conflicto con él a propósito. El endureció el corazón de Faraón. Si yo fuese Moisés, habría dicho: “Señor, puesto que Tu has endurecido el corazón de Faraón, ¿por qué me mandas a él?” Al disciplinar a Faraón de esta manera, el Señor adiestraba a Moisés y a los hijos de Israel para que lo conocieran a El por el nombre Jehová y que conocieran a Su pacto. Por muy intenso que haya sido el conflicto, finalmente Jehová cumplió Su pacto.

  No sean perturbados por alguna oposición al recobro del Señor, y no se desalienten cuando la religión se oponga a nosotros. El Faraón de hoy puede luchar, resistir y causar demora, pero finalmente él no prevalecerá contra el Señor y Su recobro, pues tenemos el nombre del Señor y Su pacto.

  Nosotros no estamos empeñados en una labor cristiana ordinaria. La meta del recobro del Señor consiste en edificar a la iglesia conforme al nombre de Dios y a Su pacto. Recuerde que el Señor ha sido levantado en la cruz y al trono. El está ahora en el trono como la señal segura de que Su pacto ha sido avalado. Como Jehová el Salvador, el gran Yo Soy, El cumplirá Su pacto y nos llevará a la buena tierra.

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