Mensaje 141
(9)
Lectura bíblica: Éx. 29:29-46
Ya vimos un cuadro claro de los pasos que tomaron Aarón y sus hijos para ser santificados a fin de servir a Dios como sacerdotes. Primero fueron lavados, luego fueron vestidos y después de eso eran satisfechos mediante del llenar de su vacío. Ellos eran lavados con agua, vestidos con las vestiduras sacerdotales y fueron satisfechos con la comida santa. Todas estas categorías de cosas: el agua, las vestiduras y la comida, a saber, las ofrendas son tipos de Cristo. Después de que Aarón y sus hijos fueron lavados, vestidos y satisfechos estaban listos para servir a Dios. En otras palabras, estaban listos para ministrar la comida a El. Podemos decir que los sacerdotes eran mozos que le llevaban la comida a Dios y le servían. Ellos no le ofrecían a Dios otra cosa que no fuera la comida apropiada para El.
La santificación que se describe en Exodo 29 en realidad se compone de cuatro pasos. Los primeros tres pasos, o sea, el lavar, el vestir y el satisfacer, se encargaban de la necesidad de los sacerdotes. El cuarto paso, el de ministrar Cristo a Dios como la comida que lo satisfacía, estaba relacionado con la necesidad de Dios. Ser un sacerdote es servir a Dios, es ministrarle Cristo para Su satisfacción. Por lo tanto, ser un sacerdote incluye tres pasos relacionados con los sacerdotes y otro paso relacionado con la satisfacción de Dios. Esto quiere decir que después de que Aarón y sus hijos habían sido lavados, vestidos y satisfechos, todavía no estaban calificados para servir como los sacerdotes. Ellos aún necesitaban las ofrendas con las cuales servirían a Dios, las cuales serían como comida para Dios. Solamente cuando se da este paso la santificación es completada.
Como el pueblo de Dios, todos hemos sido redimidos. Sin embargo, esto no es suficiente para calificarnos para servir a Dios como sacerdotes. Lo más que puede hacer la redención es darnos el derecho y la posición para ser santificados para servir a Dios como sacerdotes. Por tanto, después de la redención, necesitamos la santificación. Esta santificación se compone de cuatro pasos: ser lavados, ser vestidos, ser satisfechos y servirle la comida a Dios. En este mensaje estudiaremos el cuarto paso, o sea, el último.
El asunto más difícil de comprender en el capítulo veintinueve de Exodo es el de los sacerdotes sirviéndole la comida a Dios para Su satisfacción. Por el contrario es muy fácil comprender el que los sacerdotes sean lavados, vestidos y satisfechos. Como mencionamos, el pecho y la espaldilla izquierdos del segundo carnero era la porción que los sacerdotes disfrutaban. Junto con esto los sacerdotes también recibían pan de la cesta donde se encontraba el pan de la comida de Dios. Por lo tanto, los sacerdotes disfrutaban de la carne y del pan. Esto se puede comparar con la ocasión en que el Señor Jesús alimentó a la multitud con cinco panes y dos peces. En ambos casos la gente fue alimentada con carne y pan. Por ende la dieta de los sacerdotes era muy simple.
El punto de ministrar la comida a Dios es mucho más complicado. Debido a que Dios no es sencillo, tampoco lo es servirle el alimento. Por ejemplo: para una madre es muy fácil prepararle la comida a su hijo. Sin embargo, si el gobernador del estado viniera a comer a su casa, la preparación de la comida sería mucho más complicada. Sin duda alguna ella no le daría lo mismo que le daría al niño. Siguiendo el mismo principio, el alimentar a Dios es mucho más complicado que alimentar a los sacerdotes.
Nos deben llamar la atención “los platos” que se le servían a Dios como Su comida. El primer plato era un becerro para la ofrenda por el pecado. Luego le seguían dos becerros de un año, frescos, jóvenes, vigorosos y llenos de fuerza. Después una décima parte de una efa de flor de harina mezclada con aceite. La cantidad de aceite era una cuarta parte de un hin, aproximadamente un cuartillo. Además, “para la libación, la cuarta parte de un hin de vino” (v. 40). La cantidad de vino era la misma que de aceite, una cuarta parte de un hin. Aquí vemos tres cosas que pertenecen a la vida animal: el becerro y los dos corderos, y otras tres que pertenecen a la vida vegetal: la harina fina, el aceite y el vino. Estos seis se pueden dividir en dos grupos: el primer grupo consiste del becerro y los corderos, y el segundo de la harina, el aceite y el vino. Todos estos eran los “víveres” que se usaban para “cocinarle” la comida a Dios. Para poder alimentarlo necesitamos un becerro, dos corderos, harina, aceite y vino.
Hace años, se me hacía difícil recordar todas estas cosas, todos estos víveres. No podía entender porque Moisés escribió esta sección de la Palabra de forma tan confusa. Tal vez necesite leer este capítulo varias veces antes de que vea todo muy claro. Según este capítulo, la comida de Dios incluía un becerro, dos corderos, harina, aceite y vino. La cantidad de harina fina era una décima parte de una efa. Una efa es lo mismo que diez gómeres. Por lo tanto, una décima parte de una efa era un gomer. Conforme a Exodo 16, cada persona debía recoger un gomer de maná. Por ende, la cantidad de la comida de Dios era un becerro, dos corderos, una décima parte de una efa de harina fina y una cuarta parte de un hin de aceite y de vino.
El becerro se ofrecía como la ofrenda por el pecado, los dos corderos que se ofrecían con la harina, el aceite y el vino eran el holocausto. En tipología, el holocausto es la comida para Dios. Esta ofrenda era para la satisfacción de Dios. Sin embargo, a fin de que Dios se coma el holocausto que le presentamos, primero debemos ofrecerle la ofrenda por el pecado. La ofrenda por el pecado no es la comida de Dios, aunque las entrañas y la grosura eran quemadas para Su satisfacción. Por lo tanto, no podemos decir que esta ofrenda se consideraba a los ojos de Dios como comida, pero sabemos que algunas partes de la ofrenda por el pecado eran para la satisfacción de Dios.
En el mensaje anterior mencionamos que, según Exodo 28 y 29, Dios quiere que lo invitemos a comer. Sin embargo, nosotros, los anfitriones, los que lo invitan a comer, somos pecadores. Por lo tanto, antes de que Dios pueda venir a comer con nosotros, nuestra naturaleza pecaminosa debe ser acabada. Esta es la razón por la cual Exodo 29 no habla de la ofrenda por la transgresión, sino de la ofrenda por el pecado. ¿Entiende usted con claridad la diferencia entre la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión? Es importante que conozcamos la diferencia.
En el Nuevo Testamento la palabra pecado es usada de dos formas en singular (pecado) y en plural (pecados). El Nuevo Testamento dice que Cristo murió en la cruz tanto por nuestro pecado como por nuestros pecados. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”. En 1 Corintios 15:3 Pablo dice: “Porque primeramente os he transmitido lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”. Pedro también nos dice que Cristo murió por nuestros pecados: “Quien llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia” (1 P. 2:24)- En 1 Pedro 3:18 continua diciendo: “Porque también Cristo padeció haciendo el bien una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevaros a Dios”. El capítulo nueve de Hebreos habla del pecado y de los pecados. A cerca de Cristo, el versículo 26 dice: “Ha sido manifestado para quitar el pecado por el sacrificio de Sí mismo”. El versículo 28 dice: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y por segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación”. Por lo tanto, en el Nuevo Testamento, existe una distinción entre el pecado y los pecados.
¿Qué es el pecado? El pecado denota nuestra naturaleza caída. Como seres caídos, nuestra naturaleza es pecaminosa. A los ojos de Dios, en realidad nuestra naturaleza es el pecado mismo. Una mesa que esté hecha de madera es la madera misma. De igual forma, no solo somos pecaminosos; sino que somos pecado. Todos necesitamos darnos cuenta de que somos la constitución del pecado. Según lo que Pablo dijo en Romanos 5:19, fuimos constituidos pecadores. Por lo tanto, el pecado está relacionado con nuestra naturaleza pecaminosa, con nuestro ser natural.
Los pecados son un asunto de las obras, actos y conducta. Un bebé tiene una naturaleza pecaminosa de nacimiento, y a medida que va creciendo cometerá pecados. El pecado se refiere a la naturaleza, y los pecados a los actos. Por fuera tenemos los actos de pecado; y por dentro tenemos la naturaleza de pecado. Por lo tanto, necesitamos a un Redentor, un Substituto. Y este es el Señor Jesús. El murió en la cruz por nuestros pecados y también por nuestro pecado.
Como aquellos que invitan a Dios a comer, debemos confesar que hemos pecado y que somos pecado. Sin embargo, la mayoría de las personas que creen en el Señor Jesucristo en una reunión del evangelio sólo se dan cuenta de que son pecaminosos en sus actos. En mi ministerio nunca he conocido a alguien que al momento de arrepentirse se de cuenta de que es pecado, de que era pecaminoso por naturaleza. Pero nosotros debemos darnos cuenta de esto si queremos invitar a Dios a comer.
Muchos chinos que piensan que Confucio no estaba equivocado en lo absoluta, lo honran, lo respetan altamente y lo consideran un santo. Pero aún si Confucio no hubiese hecho nada malo externamente, su naturaleza era igual a la de un ladrón. Por ejemplo: un árbol de durazno que da fruto y otro árbol de durazno que no da fruto poseen la misma naturaleza. De igual forma, no importa cuan bueno Confucio haya sido externamente, de todo modos era un pecador por naturaleza, tal como todos los demás.
Gracias al Señor que mediante Su misericordia, le amamos y lo queremos invitar a comer. Pero cuando invitamos a Dios a comer, debemos darnos cuenta de lo que somos. Tal vez algunos digan: “Yo soy un hijo de Dios”. Si, usted es un hijo de Dios según su nuevo nacimiento. Pero según su naturaleza caída, todavía es pecado. Aunque usted no haya pecado hoy ni hecho nada malo, todavía es pecado. Por lo tanto, necesita tomar a Cristo como su ofrenda por el pecado. Según 29:35 y 36, por siete días, cada día de la santificación de los sacerdotes, se ofrecía por propiciación un becerro como una ofrenda por el pecado. Esto indica que a diario debemos ofrecer Cristo a Dios como nuestra ofrenda por el pecado.
El versículo 36 dice: “Cada día ofrecerás el becerro del sacrificio por el pecado, para las propiciaciones” (lit.). En lugar de propiciación, algunas versiones usan la palabra expiación. Existe un problema entre nosotros y Dios. Este problema es el pecado, y el pecado nos separa de Dios. Nos mantiene alejados de El. Pero un sacrificio, Cristo como la ofrenda por el pecado, ha sido ofrecido a Dios a fin de que nosotros y El tengamos la expiación. Según el significado de la palabra hebrea, podemos tener paz porque El ha sido apaciguado. Como la ofrenda por el pecado, el Señor Jesús apaciguó a Dios de parte nuestra. El nos ha reconciliado con Dios. Como resultado, Dios y nosotros hemos sido conducidos a la unidad.
El becerro de la ofrenda por el pecado no se comía. Más bien, era una propiciación. No obstante, las entrañas y la grosura, que se quemaban sobre el altar, podrían considerarse una especie de comida que se ofrecía a Dios. No quiero asumir de forma definida que estas partes de la ofrenda por el pecado fueran la comida para Dios. Sin embargo, no hay duda que las entrañas y la grosura de la ofrenda por el pecado se quemaban con el propósito de satisfacer a Dios.
Por un lado, la grosura y las entrañas se quemaban como un olor fragante a Dios. Por otro, la sangre de la ofrenda por el pecado se derramaba alrededor del altar. El olor fragante era para la satisfacción de Dios, y la sangre era para nuestra satisfacción. Anteriormente teníamos un problema serio con Dios debido a nuestro pecado. Pero se ofrecía a Dios una ofrenda por el pecado, y esta ofrenda satisfacía tanto a Dios como a nosotros. Mediante el olor fragante y la sangre Dios y nosotros somos satisfechos.
Dios es justo y santo. También es un Dios de gloria. Por el contrario, nosotros somos pecaminosos. A los ojos de Dios en realidad somos pecado. Además, Su justicia, santidad y gloria automáticamente no exigen algo. Pero nosotros no podemos satisfacer estas exigencias, estos requisitos. El Señor Jesús cumplió con los requisitos que Dios nos había impuesto. Lo que El hizo en la cruz satisfizo los requisitos de la justicia, la santidad y la gloria de Dios. Por ende. la muerte del Señor llegó a ser un olor grato que sube a Dios para Su satisfacción. Siempre que Dios huele este olor, El puede decir: “Estoy satisfecho. Ahora tengo paz con el que me presenta esta ofrenda”. Esta es la satisfacción por el lado de Dios.
Cristo como nuestra ofrenda por el pecado también hace que nosotros seamos satisfechos. Cuando observamos la sangre de esta ofrenda, tenemos paz. Antes de que ofreciéramos a Cristo como la ofrenda por el pecado, no teníamos paz. Pero por medio del derramamiento de la sangre de la ofrenda por el pecado y cuando esta se vierte, tenemos paz. Por lo tanto, podemos decir: “Oh Dios, gracias que mediante la sangre de la ofrenda por el pecado ahora tengo paz contigo”. Como resultado, Dios y nosotros podemos tener comunión, podemos hablar. Esta es la expiación.
La ofrenda por el pecado no es comida de forma directa. No lo es para nosotros, y tampoco lo es directamente para Dios. La ofrenda por el pecado es un lavamiento, resuelve el problema entre nosotros y Dios. Nosotros invitamos a Dios a comer, y El es el invitado. La ofrenda por el pecado resuelve el problema entre el anfitrión, el que invita y Dios, el invitado.