Mensaje 143
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Lectura bíblica: Éx. 29:29-46
En los mensajes anteriores vimos que en la santificación de Aarón y de sus hijos para servir a Dios como sacerdotes, habían cuatro puntos importantes. Tres de estos puntos están relacionados con los sacerdotes y uno se relaciona con Dios. Los tres puntos relacionados con los sacerdotes son el lavamiento, el ser vestidos y el ser satisfechos. En cuanto a Dios es el prepara la comida para El y alimentarlo a fin de que sea satisfecho. Los “víveres” que se usaban en la preparación de la comida para Dios incluyen tres cosas de la vida animal: un becerro y dos corderos; y tres más de la vida vegetal: la harina, el aceite y el vino. Sabemos que la harina proviene del trigo, el aceite de las olivas y el vino de la vid.
Ya vimos que el becerro ofrecido como la ofrenda por el pecado no era la comida para Dios directamente. Más bien, éste era para la expiación, par ala propiciación. Esto quiere decir que se ofrecía para establecer la paz. A diario necesitamos criar a Cristo como un becerro para una ofrenda por el pecado. Esto significa que necesitamos practicar todos los días el ofrecer Cristo a Dios como la ofrenda por el pecado debido a nuestra naturaleza y ser pecaminosos.
Cuando invitamos a otros a nuestra casa para comer, nos gusta tener todo limpio y ordenado. Entonces, cuando todo está preparado apropiadamente, nuestros invitados y nosotros podremos disfrutar de la comida en paz. Esto demuestra la función de Cristo como nuestra ofrenda por el pecado. Esta ofrenda por el pecado tipificada por el becerro que se ofrece a Dios en Exodo 29, clarifica la situación entre Dios y nosotros. El problema básico entre Dios y nosotros es nuestro pecado. Debido a la caída, el pecado entró en la humanidad y como resultado fuimos constituidos pecado. Por tanto, en realidad somos pecado. Segunda Corintios 5:21 dice que El fue hecho pecado por nosotros . Según Romanos 8:3, Cristo, el Hijo de Dios, vino en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado. Aún más, este versículo revela que cuando Cristo fue a la cruz, Dios condenó al pecado en la carne. Por lo tanto, Cristo fue hecho pecado por nosotros, y Dios condenó al pecado en la carne.
A los ojos de Dios, el pecado, que se origina de Satanás y el cual entró en el hombre, es el elemento de nuestra naturaleza caída y del viejo yo. De hecho, nosotros mismos somos pecado. Cristo se hizo pecado y llevó la carne de pecado a la cruz, donde Dios condenó al pecado en la carne. Por lo tanto, ante Dios, ya el pecado ha sido terminado.
Si lee el Nuevo Testamento con detenimiento, verá que en ninguna parte dice que Cristo llevó nuestro pecado a la cruz. Más bien, el Nuevo Testamento dice que El llevó nuestros pecados. Por ejemplo: Hebreos 9:28 dice que Cristo fue “ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. Primera Pedro 2:24 dice que Cristo “llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero”. En cuanto al pecado, el Nuevo Testamento dice que fue quitado o quitado de en medio. Según Juan 1:29, Juan el Bautista declaró: “¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” Al hablar de Cristo, Hebreos 9:26 dice: “Se ha manifestado para quitar de en medio el pecado por el sacrificio de Sí mismo”. Como ya mencionamos, Romanos 8:3 dice que Dios condenó al pecado. Conforme a estos versículos, ya se ha terminado con el pecado. Ya fue condenado, quitado y hasta quitado de en medio.
Al momento de nuestra salvación, arrepentimiento, conversión y regeneración, Dios no erradicó nuestra naturaleza pecaminosa. Este tipo de salvación estaría en contra de la economía de Dios. Cuando nos arrepentimos, Dios perdonó nuestros pecados. También vino a nuestro espíritu para regenerarnos con Su Espíritu. Sin embargo, El no erradicó el pecado que está en nosotros. Aunque hemos sido perdonados, lavados con la sangre preciosa de Cristo y regenerados por el Espíritu, aún tenemos la vieja naturaleza, de la primera creación. Por un lado, somos una nueva creación y tenemos una nueva naturaleza; por otro lado, todavía estamos en la primera creación con nuestra vieja naturaleza. Por lo tanto, necesitamos que se nos recuerde que en nuestra vieja naturaleza, la carne, todavía somos pecaminosos. Necesitamos darnos cuenta de que somos pecado.
Algunos cristianos se afierran al concepto de la erradicación del pecado o a la doctrina de la santidad absoluta. Algunos enseñan que una vez un creyente recibe el bautismo del Espíritu Santo, es completamente santo y ya no puede pecar. Además, por medio de aceptar tales enseñanzas dan excusas a cosas pecaminosas llamándolas debilidades o faltas. En algunos casos, este tipo de personas han cometido grandes pecados. Según la Biblia, somos una nueva creación en Cristo, pero en nuestra naturaleza caída todavía estamos en la vieja creación. Si, poseemos la vida eterna, la naturaleza divina y el Espíritu Santo. Esto significa que Dios mismo está en nosotros. Pero, todavía tenemos al viejo hombre, la vieja creación y la carne. Por lo tanto, en nosotros siempre está presente la posibilidad de caer en pecado. Necesitamos estar conscientes de que todavía somos pecaminosos.
Conforme a la tipología en el libro de Exodo, todos los días tenemos que ofrecer Cristo a Dios como nuestra ofrenda por el pecado. Los siete días que se mencionan en Exodo 29 representan un período de tiempo completo, es decir, toda nuestra vida cristiana. Hasta que hayamos experimentado la transfiguración, la redención de nuestros cuerpos, continuamente necesitaremos la ofrenda por el pecado. A diario necesitamos recordarnos que somos pecado y que necesitamos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado a fin de resolver la situación que existe entre Dios y nosotros.
Cuando usamos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, se resuelve el problema entre Dios y nosotros, y somos limpiados. Ya que Dios esté en paz mediante Cristo como la ofrenda por el pecado, podemos estar en paz. Ahora en una atmósfera de paz, podemos servirle la comida a Dios.
Según Exodo 29 la comida para Dios consistía de dos corderos, una ofrenda de harina compuesta de harina y de aceite y una libación de vino. En la mañana se ofrecía a Dios un cordero junto con la ofrenda de harina y la libación, y en la tarde, se ofrecía el otro cordero junto también con la ofrenda de harina y la libación. Estudiemos ahora acerca de los dos corderos, la harina, el aceite y el vino que se ofrecían a Dios como comida.
El cordero tipifica a Cristo como aquel que es obediente a Dios. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, El era completamente obediente a Dios. Filipenses 2 dice que el fue obediente hasta la muerte, y hasta muerte de cruz. La muerte de Cristo en la cruz fue la máxima expresión de Su obediencia. Según se expresa en Romanos 5:18 y 19, a los ojos de Dios esa obediencia es considerada como un acto de justicia. “Un solo acto de justicia” se le atribuyó especialmente por el acto singular de Cristo en el cual fue obediente a Dios hasta la muerte de cruz.
Como un cordero, Cristo no sólo fue obediente a Dios, sino que también fue manso ante los hombres. Isaías 53:7 dice: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Según la Biblia, el ser manso significa no resistirse ni pelear en contra de lo que nos acontece. La mansedumbre es una característica de los corderos. A diferencia de los perros y los gatos que pelean, los corderos no se resisten. Los cuatro evangelios revelan que Cristo fue obediente y manso también.
El cuadro que vemos en Exodo 29 indica que a lo largo del transcurso de nuestra vida cristiana, debemos ofrecer a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado. Luego necesitamos los dos corderos, la harina, el aceite de oliva y el vino. A fin de ser los sacerdotes de Dios todos los días debemos ofrecer Cristo a Dios como nuestra ofrenda por el pecado. Si hacemos esto, en nuestra vida cristiana estaremos criando a Cristo como un becerro. Cuanto más practicamos el ofrecer a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, más El crecerá hasta llegar a ser un becerro grande. Después de un tiempo, en nuestra experiencia Cristo aumentará cada vez más como el becerro para la ofrenda por el pecado. Que Cristo aumente como la ofrenda por el pecado de esta manera es criar a Cristo en nuestra “granja”" en nuestro diario vivir.
En las reuniones de la iglesia necesitamos ofrecer Cristo a Dios como nuestra ofrenda por el pecado. Esto debe ser una demostración, un testimonio de lo que experimentamos en nuestro diario vivir. Si tratamos de ofrecer Cristo en las reuniones sin experimentarlo día a día, sería como una presentación teatral. Lo que hacemos en las reuniones debe ser un testimonio de nuestra vida diaria. Todas las mañanas debemos ofrecer a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado. Esta es una clase de limpieza espiritual. Luego de limpiarnos de este modo, entonces podemos continuar viviendo a Cristo durante el resto del día. Por lo tanto, si queremos ofrecer a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, tenemos que criarlo como se hace con la vida animal.
También debemos criar a Cristo como un cordero y cultivarlo como el trigo, los olivos y las vides. ¿Cómo podemos criar a Cristo como un cordero en nuestro diario vivir? Por medio de vivirlo a El como un cordero. Después de que ofrecemos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado a fin de ser limpiados, nuestro espíritu estará viviente. Entonces debemos vivir a Cristo tomándolo como un cordero.
Por lo menos algunos de nosotros podemos testificar que siempre que tomamos a Cristo como la ofrenda por el pecado en la mañana, inmediatamente sentimos que estamos limpios, que nuestro espíritu está vivo, y que Cristo como el Espíritu es una realidad para nosotros. Como resultado, vivimos por El, como el cordero de una manera práctica. Esto significa que en muchas cosas lo tomamos a El como aquel que es obediente a Dios. Tenemos a este obediente como la vida que obedece en nosotros, hasta como nuestra obediencia a Dios, y El vive en nosotros como una vida de obediencia. Antes, no éramos obedientes ni sumisos a Dios. Pero, mediante la práctica de ofrecer a Cristo como la ofrenda por el pecado, espontáneamente somos obedientes. De hecho, no somos nosotros los que obedecemos; es Cristo, el obediente, que vive en nosotros. Por un lado, Cristo es el becerro de nuestra ofrenda por el pecado; por otro, es también el cordero por el cual vivimos.
Yo creo que muchos de nosotros podemos testificar que por medio de tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, estamos siendo más obediente a Dios. Antes, cuando no obedecíamos en algún asunto, transgredíamos. Esto causaba que necesitáramos ofrecer a Cristo como una ofrenda por nuestra transgresión. Por ejemplo: una hermana puede que sea desobediente al ir de compras. Al ir a una tienda, tal vez sea rebelde y desobediente. Como resultado, hay una pelea entre ella y Dios. En lugar de tomar la ofrenda por la transgresión de la forma debida, ella trataría más tarde de simplemente aplicar la sangre del Señor a su situación y tratar de ser limpiada. Pero si esta hermana ofreciera Cristo a Dios diariamente como su ofrenda por el pecado, su experiencia sería muy diferente. Espontáneamente, ella será más obediente a Dios. La mayor parte del tiempo obedecerá y se someterá por su propia cuenta. Esto es criar a Cristo como un cordero.
Si un hermano y su esposa son obedientes a Dios, ellos no discutirán. Las discusiones entre esposo y esposa se pueden comparar son los ladridos de los perros. Está claro que este tipo de discusión no es agradable. Si un hermano toma Cristo a diario como su ofrenda por el pecado, automáticamente es obediente a Dios y manso. En vez de discutir con su esposa, estará más dispuesto a darse por vencido. El será manso, no peleará ni se resistirá. Esto es vivir a Cristo como un cordero.
Quiero hacer hincapié en el hecho de que si queremos criar a Cristo como un cordero, El debe ser primero nuestra ofrenda por el pecado. La experiencia me dice que cuando criamos a Cristo como un becerro para la ofrenda por el pecado, también criamos un cordero para el holocausto. El ofrecer a Cristo como la ofrenda por el pecado es la manera para criar a Cristo como un cordero.
Apocalipsis 14:1 dice: “Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sión, y con El ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de El y el de Su Padre escrito en la frente”. Como parte de la descripción de estos ciento cuarenta y cuatro mil y el Cordero, Apocalipsis 14:4 dice: “Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va”. Este es un versículo contundente en cuanto a criar r a Cristo como un cordero. Los que son fieles en seguir al Cordero donde quiera que va. Seguir a Cristo como el Cordero es criarlo como tal. Finalmente, criaremos a Cristo como un rebaño de corderos. Esto no quiere decir, claro está, que hay más de un Cristo. Cristo es sólo uno, pero podemos tener diferentes experiencias de El. Por lo tanto, en la experiencia podemos criar a Cristo como un rebaño de corderos.
Entender algún asunto desde el punto de vista doctrinal es una cosa, pero verlo en nuestra experiencia es muy diferente. En cuanto a Cristo, yo no quiero permanecer simplemente en la doctrina, sino que anhelo el obtener la experiencia espiritual apropiada.
Los que se preocupan primordialmente por la doctrina a menudo se oponen a los creyentes con experiencia. Al final del siglo pasado y a principios de éste, algunos maestros de la Biblia criticaban a Andrew Murray debido a que le daba énfasis la experiencia más que la doctrina. Sus libros basados en la experiencia espiritual han sido de utilidad para miles de cristianos buscadores. Su obra maestra lo fue El Espíritu de Cristo. Yo he recibido mucha ayuda por medio de este libro, y los animo a no sólo leerlo, sino también a estudiarlo. Además de la literatura del recobro del Señor, ningún otro libro ha ayudado a tantos cristianos a conocer a Cristo como el Espíritu vivificante como El Espíritu de Cristo. No obstante, Andrew Murray fue condenado por algunos maestros de la Biblia, especialmente por algunos de la Asamblea de Los Hermanos. Además, Jesse Penn-Lewis también fue fuertemente criticada por los mismos maestros. Hace años, una librería en la China vendía casi todos los libros del hermano Nee menos El hombre espiritual. Aquellos que estaban a cargo de esta librería sabían que un capítulo de éste libro era una traducción de los escritos de la Sra. Penn-Lewis en cuanto a la batalla espiritual. Pensaba que este libro era impuro ya que contenía tales porciones. Aunque miles de creyentes han sido ayudados por los escritos de Jesse Penn-Lewis, algunos que se centran en la doctrina la condenan no sólo de herejía, sino también de brujería.
Cuando hablamos acerca de criar a Cristo como un rebaño de corderos, estamos hablando de nuestra experiencia de El. Mi interés aquí no es sólo enseñar acerca de la Biblia. Tomando la Biblia como base, mi deseo es hablar acerca de la experiencia de Cristo. Por lo tanto, hablando desde el punto de vista de la experiencia, yo diría que podemos tener a Cristo como un rebaño de corderos.
En la antigüedad, los hijos de Israel traían los primogénitos del rebaño y del ganado al monte de Sión para ofrecerlos a Dios. Todos estos primogénitos tipifican a Cristo. Ya mencionamos que Cristo es sólo uno. Pero podemos tener diferentes experiencias de El. Solamente hay un Cristo, pero las experiencias de Cristo son incontables.
Hemos visto la manera de criar a Cristo como un becerro para la ofrenda por el pecado y como los corderos para el holocausto. En Exodo 29 el cordero no era para la propiciación; sino más bien, era para el holocausto como la comida para Dios. Se le ofrecía a Dios para que lo comiera. La mayoría de los cristianos nunca han escuchado que Cristo puede ser ofrecido no sólo como propiciación, sino también como el alimento para Dios. Aquellos que poseen algún conocimiento teológico tal vez tengan indicios de esto. No obstante, según la Biblia, algunas de las ofrendas no eran para expiación ni para la propiciación, sino para que Dios comiera. Esto se ve claramente en Exodo 29. En este capítulo el becerro se ofrecía como una ofrenda por el pecado; es decir, se ofrecía como propiciación. Los corderos, sin embargo, se ofrecía a Dios como Su comida. Por esta razón, Exodo 29 no menciona la sangre de los corderos. La sangre es para la redención, para la propiciación, y no para expiación; tampoco para comer. Los corderos se ofrecían como holocausto eran completamente para que Dios comiera.
¿Sabe usted cómo Dios comía Su comida? Dios come con el fuego. Cuando Dios viene a comer lo que usted le ha preparado, El se lo come con Su santo fuego consumidor. Tal vez nunca había escuchado que ese fuego es el medio por el cual Dios come Su comida.
Ahora sabemos como criar a Cristo como un becerro para la ofrenda por el pecado y como un cordero para el holocausto. Se quemaba todo el cordero. Esto significa que era completamente para Dios. Ninguna parte del cordero del holocausto se le ofrecía a los sacerdotes. El cordero era por completo la comida para Dios.
Si continuamos la práctica de ofrecer a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, viviremos por Cristo como el cordero, como aquel que es obediente a Dios y manso ante los hombres. Entonces en las reuniones de la iglesia tendremos a Cristo como muchos corderos para ofrecerlos a Dios como comida para Su satisfacción.