Mensaje 148
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Lectura bíblica: Éx. 30:1-5; 37:25-28; Ro. 8:34; He. 7:25
En el mensaje anterior mencionamos que el Evangelio de Juan se puede considerar como un representante de toda la Biblia. En este evangelio tenemos la creación, el tabernáculo y las diferentes cosas que se encuentran en el atrio y en el tabernáculo: el altar del holocausto, el lavacro, la mesa, el candelero, el arca, y el altar del incienso. Como ya vimos, el último mueble que se revela dentro del tabernáculo, el altar del incienso, es el centro de operación de Dios en el universo. Es el palacio presidencial celestial.
También se puede considerar el libro de Romanos como un representante de toda la Biblia. En los primeros capítulos de Romanos tenemos el altar del holocausto, y en el capítulo 8 tenemos el arca, ya que este capítulo habla acerca del Lugar Santísimo. Además, en el capítulo 8, tenemos el altar del incienso, Cristo como el intercesor. El versículo 34 dice: “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Según este versículo, el que murió por nuestros pecados, que ha sido levantado de entre los muertos, y que ha ascendido a la diestra de Dios en los cielos es el que intercede por nosotros. Sólo El nos condena, pero en vez de condenarnos, El intercede por nosotros. ¡Aleluya, El nunca nos condenará! Ahora, después de Su muerte, resurrección y ascensión, El está intercediendo por nosotros.
Si no fuera por la intercesión de Cristo, nadie aceptaría Su muerte, ni experimentaría Su resurrección, ni sería uno con Su ascensión. A fin de que el hombre sea motivado a experimentar la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, es necesaria Su intercesión y de la iglesia, pues sin éstas, los pecadores no recibirán la muerte de Cristo. Aún más, aquellos que recibieran la muerte de Cristo no experimentarían Su resurrección, y mucho menos la manera de estar con Cristo en ascensión, sentados con El en los lugares celestiales. Todas estas experiencias dependen de la motivación que se obtienen por medio de la intercesión de Cristo y la iglesia. Este es el significado del altar del incienso.
La Biblia nos muestra el altar, la cruz de Cristo, y el lavacro, que constituyen la obra regeneradora el Espíritu Santo. Luego vemos a Cristo como la provisión de vida, como la luz y en el Lugar Santísimo como el arca. Finalmente, en el libro de Apocalipsis, un libro de donde Dios ejecuta Su juicio, vemos que la administración divina, la ejecución de la misma, siempre se llevan a cabo mediante la acción del altar del incienso.
Quienes buscamos al Señor, en Su recobro debemos aprender una cosa: orar tanto de manera individual como corporativamente. Debemos tener una vida de oración. La verdadera vida de oración es una vida de intercesión. La oración genuina no es simplemente orar por nosotros mismos; es el orar continuamente por otros. Orar por nosotros mismos no es una intercesión, pero orar por los demás sí lo es. Por lo tanto, la intercesión es la oración que se eleva por el beneficio de otros.
La vida de oración consiste en orar por otros e interceder por ellos. Debemos orar por las iglesias de toda la tierra y por todos los santos. Debemos orar por los hermanos de edad, por los jóvenes y por los que se nos oponen. Día tras día debemos orar principalmente no por nosotros mismos, sino por otros. Necesitamos la vida de intercesión, la cual se ofrece en el altar del incienso debe aumentar constantemente.
Si estudiamos el diagrama del tabernáculo y el atrio, veremos que el altar del incienso es el centro. Si estuviese el altar del incienso en el tabernáculo, éste no tendría un centro. El centro desde el cual se ejecuta la administración de Dios no es el arca, sino el altar del incienso. Es muy importante que veamos esto.
El diagrama del tabernáculo y el atrio es también el diagrama de nuestro ser tripartito. El atrio representa el cuerpo; el Lugar Santo, el alma, y el Lugar Santísimo, el espíritu. ¿Dónde ha estado usted este día; en el atrio, en el Lugar Santo o en el Lugar Santísimo? Algunos santos tal vez hayan estado en el atrio. Cuando perdemos el control o cuando murmuramos, nos quejamos o chismeamos, estamos en el atrio, es decir, en nuestra carne. El enojo y las quejas son señales de que estamos en el atrio, en el cuerpo.
Al leer los mensajes de Estudio-vida es posible que seamos alumbrados y entendamos lo que son el tabernáculo y su mobiliario, sin que ellos afecte nuestra experiencia; tal vez parezca que nada produzca resultados. La razón es la falta de una vida de oración. Si no tenemos el centro. el altar del incienso, no tendremos la experiencia de ninguno de los aspectos del tabernáculo. ¡Debemos tener una vida de oración! Debemos tener el altar del incienso. La vida de oración nos motiva a experimentar el altar, el lavacro, la mesa, el candelero y el arca. Si orara aunque fuese un poco, se daría cuenta en su experiencia que la mesa del pan de la proposición es preciosa, que el candelero es prevaleciente, y que el arca es atractiva.
Tal vez tengamos mucho conocimiento acerca del mobiliario del tabernáculo y sepamos cuales muebles se hallan en el Lugar Santo y en el Lugar Santísimo. No obstante, tal vez no experimentamos ninguno de estos aspectos del tabernáculo. Más bien, seamos como una maquina sin motor. ¿Cuál es el “motor” en nuestro ser, en nuestro cuerpo, alma y espíritu? El motor es la vida de oración. Cristo no sólo es el pan, la luz y el arca: también es el altar del incienso. Esto significa que El es el motivador, el motor. Por lo tanto, debemos disfrutarle como nuestra oración. Debemos permitirle que ore en nosotros, dejarlo que nos guié en oración y nos coduzca a disfrutarle como nuestra oración. Espero que todos comprendamos esto.
Debemos ir al altar, al lavacro, a la mesa, al candelero y al arca en nuestra experiencia. Según nuestro estudio de la Biblia, después de que vamos al arca que está dentro del Lugar Santísimo, debemos regresar al altar del incienso. Este no es simplemente un objeto que encontramos al pasar por el tabernáculo, no se puede comparar con el motor que hace que todas las cosas funcionen. Por ende, el altar del incienso es un punto crucial. Una vez tras otra debemos regresar a este punto. Esto quiere decir que a fin de experimentar cualquier aspecto del atrio o del tabernáculo, debemos orar. Cuando oramos, todo funciona. Cuando oramos, el altar, el lavacro, la mesa, el candelero y el arca son efectivos en nuestra experiencia. Sin embargo, cuando los motores se detienen, todo lo demás se detiene. Cuando los motores están operando, todo lo demás también opera. Esta es la razón por la cual necesitamos un motor: el Cristo que intercede, operando dentro de nosotros. Necesitamos tener una vida de oración.
El altar del incienso representa a Cristo como el que intercede para mantener la relación entre Dios y Su pueblo (Ro. 8:34; He. 7:25). Sin es te Cristo que intercede, no existiría una relación apropiada entre Dios y nosotros. No se podría mantener esta relación. Por lo tanto, para conservar nuestra relación con Dios, se necesita la oración, no sólo individualmente de Cristo, sino también corporativamente de Su Cuerpo.
Según Exodo 30:1 y 3, el altar del incienso estaba hecho de madera de acacia cubierta de oro. La madera de acacia representa la humanidad de Cristo, y el oro representa Su divinidad. Por tanto, el altar del incienso de madera de acacia cubierta de oro, significa que la humanidad de Cristo posee un carácter firme y una norma elevada con el propósito de expresar Su divinidad. Nada expresa tanto a Dios como una vida de intercesión. Tal vida se basa en la humanidad renovada y elevada de Cristo para expresar a Dios.
Exodo 30:2 nos dice el tamaño del altar del incienso: “Su longitud será de un codo, y su anchura de un codo; será cuadrado, y su altura dos codos”. El altar del incienso medía un codo tanto de largo como de ancho. Este era un cuadrado. La altura del mismo era de dos codos. Esto significa que el altar del incienso eran dos cubos que medían un codo cada uno. Un cuadrado representa la perfección y un cubo perfección dentro de la perfección. Aún más, los dos cubos denotan algo que es doble, algo que confirma y da testimonio. Esto implica que el Cristo que intercede, o nuestra vida de intercesión, es una confirmación, perfección y testimonio. Además, la altura del altar del incienso era mayor que la de la mesa de los panes de la proposición y el arca. Esto indica que Cristo intercede a lo sumo.
El altar del incienso tiene cuatro cuernos, uno en cada esquina. En la tipología bíblica, un cuerno representa fuerza. Por tanto, los cuatro cuernos del altar del incienso representan la fuerza de la intercesión de Cristo. Estos cuernos indican que la intercesión de Cristo es poderosa en toda la tierra.
En este momento quisiera añadir que el día de expiación, la sangre de la ofrenda por el pecado se llevaba a través del velo, hasta el Lugar Santísimo, y era rociada sobre la cubierta propiciatoria del arca. Luego la sangre se rociaba sobre el altar del incienso. Esto nos demuestra que el altar del incienso no estaba en el pasillo, sino que era un centro, un punto de viraje. La sangre para la expiación se rociaba sobre el altar del incienso lo convertía en un punto de cambio eficaz y efectivo.
La última parte de 30:3 dice: “Y le harás en derredor una cornisa de oro” (heb.). Esta corona era una especie de cornisa alrededor del altar. La corona de oro que rodeaba el altar representa la gloria de la divinidad de Cristo como el poder de Su intercesión que nos preserva. Nuestra vida de oración tiene el poder de preservar al pueblo de Dios y Su intereses. Tiene el poder de preservar cualquier cosa que necesite ser preservada.
Exodo 30:4 dice: “Le harás también dos anillos de oro debajo de su corona, a sus dos esquinas a ambos lados suyos; para meter las varas con que será llevado”. Los dos anillos de oro por los cuales se metían las varas representan el mover de la intercesión de Cristo.
En cuanto a las varas, el versículo 5 dice: “Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro”. Esto significa que la naturaleza humana de Cristo con la divina es la fuerza que da movimiento a Su intercesión.
El Espíritu vivificante contiene el elemento de la vida humana de Cristo. Esto lo representan las varas de madera de acacia cubiertas de oro. Hoy este Espíritu es todo-inclusivo. Antes de la muerte de Cristo, “no había” el Espíritu (Jn. 7:39) porque Cristo no había sido glorificado en la resurrección. Mediante la resurrección El llegó a ser el Espíritu vivificante. Por un lado, El es el Redentor, por otro, es el Espíritu vivificante. También es el Señor en los cielos.
El Espíritu vivificante incluye la humanidad y la divinidad de Cristo. Ahora el Espíritu se mueve en la tierra con el propósito de traer la efectividad de la oración de Cristo a la gente en todos los lugares. Dondequiera que estén los intereses de Cristo, esta oración está acompañada del Espíritu vivificante. Esto significa que cuando las iglesias y los santos oran con Cristo, el Espíritu vivificante llevará a cabo lo que se ore, al traer la intercesión de Cristo a todo lugar en la tierra que se relacione con los intereses de Dios.
Que todos seamos animados a buscar tal vida de intercesión para que podamos disfrutar a Cristo no sólo como la mesa, el candelero y el arca, sino también como el altar del incienso. Este altar del incienso es un punto de cambio en nuestra vida cristiana. Motiva todos los aspectos de la vida cristiana de manera positiva. La oración de intercesión también motiva a otros a venir a Cristo, al altar del holocausto, al lavacro, a la mesa, al candelero y al arca que está dentro del Lugar Santísimo. Motivará a muchos santos a buscar la riquezas de Cristo hasta llegar a la madurez. Por lo tanto, es extremadamente importante que intercedamos con Cristo ante el altar del incienso.