Mensaje 149
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Lectura bíblica: Éx. 30:6-10; 40:5, 26-27; Sal. 84:3; 141:2; Ap. 8:3-6; Éx. 30:26-28
Tengo una carga muy grande en cuanto al altar del incienso, ya que algunos de los puntos relacionados con el mismo son relativamente nuevos para nosotros. Por lo tanto, nos va a tomar algún tiempo para estudiar a fondo la verdad acerca del altar del incienso.
Debemos prestar atención al hecho de que el altar del incienso estaba en el centro del tabernáculo. No estaba afuera del tabernáculo ni en el atrio. Si consulta el diagrama del tabernáculo y del atrio que aparece en el mensaje ciento cuarenta y siete, verá que el altar del incienso estaba en el centro del mismo.
En cuanto al tabernáculo, Juan 1:14 dice: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Conforme Juan 1:1, el Verbo que se hizo carne es Dios mismo. Así que, tenemos a Dios, el Verbo y el tabernáculo. Este tabernáculo era Jesús, y El es Dios mismo. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios”. El Verbo se hizo carne, y esta carne es el tabernáculo. Por medio de esto vemos que el tabernáculo es en realidad el Dios encarnado. En otras palabras, Jesús es el Dios encarnado.
El Dios encarnado esta disponible para que tengamos contacto con El. No solamente podemos tener contacto con El; también podemos entrar en El. Esto significa que podemos pasear por el tabernáculo y disfrutar de su contenido.
Al estudiar el tabernáculo presentado en Exodo, nos debe impresionar que éste representa al Dios encarnado. Dios es invisible, abstracto y misterioso. Sin embargo, como el tabernáculo, el Dios encarnado, el que es invisible, abstracto y misterioso, se hace real, práctico y concreto. Se podía tocar, y de una manera muy real, era visible. Por esta razón, 1 Juan 1:1 dice: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida”. Aquí vemos que el apóstol Juan tocó al Dios encarnado. Hasta podríamos decir que se puede entrar en el Dios encarnado. Por lo tanto, El ahora, no sólo es visible y se puede tocar, sino también se puede entrar en El.
Cuando el Señor vino como el tabernáculo, también lo hizo como las ofrendas. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” ¿Dónde fue que el Cordero de Dios quitó el pecado del mundo? El lo hizo en la cruz, la cual es representada por el altar del holocausto. Como el Cordero de Dios, Cristo es las ofrendas ofrecidas en el altar. Por tanto, El es tanto el tabernáculo como las ofrendas.
Cristo es Dios encarnado, en el cual podemos entrar, y también El es todas las ofrendas, las cuales podemos comer. Comer las ofrendas es un asunto muy peculiar, ya que el resultado de este es nuestra entrada al tabernáculo. Si sólo tenemos el tabernáculo sin las ofrendas, en especial, la ofrenda por el pecado y por la transgresión, no tendremos la manera de entrar en Dios. Cristo como las ofrendas nos califica para entrar en el tabernáculo, es decir, dentro del Dios encarnado. Por esta razón El dice: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Jn. 14:6). Fuera de Cristo no podemos llegar al Padre. Si no lo tuviéramos como las ofrendas, existiría el tabernáculo, pero no tendríamos la manera de entrar en él.
¿Usted se considera calificado para entrar en el tabernáculo, para entrar en el Dios encarnado? Todos somos pecaminosos, inmundos y hemos cometido muchas transgresiones. Debido a nuestra condición, nos encontramos bajo la condenación de Dios. Si tratáramos de entrar en el tabernáculo, moriríamos. Entonces, ¿cuál es la entrada al tabernáculo? ¿Por dónde podemos entrar? La entrada, el camino, es Cristo como las ofrendas.
Sin el altar del holocausto y las ofrendas, no tendríamos la forma de entrar en el tabernáculo. Por esta razón el libro de Hebreos habla acerca del camino nuevo que ha sido consagrado para nosotros: “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, entrada que El inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de Su carne” (10:19-20). La sangre de las ofrendas que se derramaba sobre el altar, abre el camino para que entremos en el tabernáculo. Esta fue la sangre de Cristo que fue derramada sobre la cruz. El fue nuestra ofrenda por el pecado y por la transgresión. Debido a que Su sangre abre el camino, llega a ser el medio por el cual estamos calificados para entrar en Dios.
Además, cuando entramos en el tabernáculo, no debemos estar vacíos. Más bien, debemos estar llenos. No sólo ofrecemos los sacrificios a Dios, sino que después de ofrecerlos, podemos comer una porción de los mismos. Por lo tanto, tenemos la sangre por fuera e internamente la comida, la carne de las ofrendas. La sangre del sacrificio abre el camino para que entremos en Dios, y la carne nos llena internamente. No tenemos hambre cuando vamos al tabernáculo, sino que estamos satisfechos.
El cuadro del tabernáculo representa a Cristo como el Dios encarnado y que está disponible para que entremos en El. Este Cristo también es todas las ofrendas que nos califican al abrirnos el camino hacia Dios y al llenarnos internamente. Cuando vamos al altar del incienso, estamos en Dios y El en nosotros. Puesto que el altar de incienso se encuentra en el centro del tabernáculo, el cual tipifica al Dios encarnado, estar en dicho altar significa estar en el Dios encarnado. Además, si estamos en Dios, El también está en nosotros. En el altar que estaba en el atrio podemos experimentar las ofrendas, tenemos la sangre que nos lava y la carne que nos llena internamente. Esto nos califica para entrar en el Dios encarnado, quien mora en nosotros como nuestro alimento y suministro de vida. Cualquiera que se acerca al altar del incienso es una persona que está en Dios y que lo contiene. Es uno con Dios y está mezclado con El. ¡Qué maravilla!
Tal vez usted sea un cristiano que no se ha dado cuenta de que orar en el altar del incienso significa orar en Dios y con El dentro de nosotros. Sin embargo, aquellos que oran de manera natural puede que estén muy lejos de Dios, y que su oración no posea el elemento de Dios. Aunque le oran a Dios, están muy lejos de El. Cuando los judíos oran, puede que estén más cerca de Dios que los gentiles, pero aun están fuera de El. Además, los cristianos que no han recibido luz ni tienen experiencia o que son indiferentes pueden orar en el altar del atrio, pero no oren en el altar del incienso que estaba dentro del tabernáculo. ¿En dónde ora usted? ¿En el altar que se encuentra en el atrio o dentro del tabernáculo, dentro del Dios encarnado? En nuestra experiencia, cada vez que oramos debemos estar en Dios y la misma vez El debe estar en nosotros. A medida que le oramos, debemos estar en El, y El debe orar en nosotros.
Un ejemplo de la experiencia de que Dios ore en nosotros cuando oramos en El y con El puede ser la energía que recibimos cuando comemos una comida nutritiva. Suponga que estamos en una reunión del ministerio por la noche, y que antes de la misma yo coma y me lleno de energía. Cuando hablo en la reunión estoy lleno de energía. Mientras hablo la comida me da más energías. Del mismo modo, cuando oramos en Dios y con El dentro de nosotros, El ora en nosotros.
Por un lado, Cristo es el tabernáculo, por otro, El es la comida. Entramos dentro de El, como tabernáculo. y El entra en nosotros como la comida. Cristo no es una comida común, sino santa, una comida ofrecida a Dios. Como sacerdotes que entran en el tabernáculo a orar frente al altar del incienso, nosotros no comemos una comida común. Comemos una comida santa, que ha sido ofrecida a Dios. No comemos nada que no haya sido una ofrenda. En otras palabras, no comemos nada que no sea Cristo. Cristo es nuestra comida, la cual fue ofrecida a Dios primero. ¡Aleluya, podemos estar en el Dios encarnado, y El es la comida que nos da energías!
Conforme a la tipología, no hay indicios de que el altar del incienso fuese un lugar donde se oraba. Esto es nuestra interpretación. En el altar del incienso se quemaba el incienso, y esto tipifica orar. ¿Cómo se debe orar frente al altar del incienso? Una vez que estamos en Dios, El está en nosotros y nos encontramos frente al altar del incienso, debemos quemar el incienso. ¿Pero qué es el incienso? Cristo es el incienso. Cristo es el tabernáculo, las ofrendas y también es el incienso. Por lo tanto, quemar el incienso significa orar a Cristo.
Apocalipsis 8:3y 4 dicen: “Otro Angel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro, y se le dio mucho incienso para que lo ofreciese junto con las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del Angel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos”. Este Angel es Cristo, Aquel que añade Su incienso a las oraciones de los santos. Este incienso es el que hace que el humo suba y no las oraciones de los santos. En nuestras oraciones necesitamos a Cristo como el incienso con el cual el humo sube. El punto aquí es que quemar el incienso en realidad significa orar a Cristo.
Si vemos que quemar el incienso significa orar a Cristo, nos dará vergüenza la manera en que hemos estado orando. Hemos orado muchas cosas que no son Cristo. En lugar de quemar a Cristo como el incienso, hemos quemado inciensos extraños. Hemos ofrecido inciensos extraños, otra cosa que no es Cristo. Sin embrago, no debemos ofrecer como incienso nada que no sea Cristo. Antes había mucho incienso extraño en nuestras oraciones; muchas cosas que no eran Cristo.
En el altar del incienso no debemos ofrecer el holocausto ni la ofrenda de harina, tampoco debemos derramar la libación. Todas estas ofrendas deben ser ofrecidas en el primer altar, el altar que estaba en el atrio. Sobre el altar del incienso sólo se debe ofrecer incienso.
Al llegar a la última parte de Exodo 30, debemos ver que el incienso tipifica a Cristo resucitado y ascendido. Sin embargo, todas las ofrendas, a excepción de la ofrenda mecida y la ofrenda elevada, son tipos de Cristo como aquel que fue juzgado por Dios y que murió por nosotros. El Cristo resucita y ascendido es el único que es aceptado por Dios. Dios lo recibe, y aceptado por El. Por lo tanto, El llega a ser un olor fragante a Dios. Este olor, como el incienso, debe estar en nuestra oración. Como mencionamos, esto significa que cuando oramos, debemos orar a Cristo.
Cuando algunos escuchan esto, acerca de quemar a Cristo como el incienso, y acerca de orar a Cristo, puede que pregunten: “Si me voy de viaje mañana, ¿no debo orar por un viaje seguro?” Esta pregunta indica que en su oración existe mucho incienso extraño. No creo que esta persona ore en el altar del incienso que está dentro del tabernáculo.
Sobre el arca del testimonio que estaba en el Lugar Santísimo había una tapa, una cubierta, llamada la cubierta del propiciatorio. Esa cubierta estaba hecha de oro y se colocaba en el lugar donde Dios se reunía con Su pueblo. Una versión de la Biblia la describe como la silla de misericordia. Finalmente esta silla de misericordia que se menciona en Exodo llega a ser el trono de gracia que se menciona en Hebreos 4. Esto significa que el trono de la gracia es la cubierta del propiciatorio, la tapa que cubría el arca del testimonio. Por un lado, con respecto a la propiciación, esta tapa es la cubierta del propiciatorio. Por otro, y con respecto a la impartición de Dios, es el trono de la gracia, el lugar donde Dios imparte Su gracia a la gente. Además, según el libro de Apocalipsis, también es el trono de la autoridad, el trono de la administración divina. Por lo tanto, una misma cosa es la silla de misericordia, el trono de la gracia, y el trono de la administración.
En los capítulos dos y tres de Apocalipsis tenemos la iglesia, y los capítulos cuatro y cinco son un cuadro del trono de Dios. El trono de Apocalipsis 4 y 5 es el trono de la autoridad, el trono de la administración divina en todo el universo. Por lo tanto, para todo el universo, este es el trono de la autoridad de Dios, pero para nosotros, es el trono de la gracia. Es el lugar, la cubierta del propiciatorio, donde podemos tener contacto con Dios y recibir la gracia.
En el libro de Apocalipsis el altar del incienso está justo al frente del trono de la autoridad de Dios. Según Apocalipsis 8, Cristo es otro Angel que viene a añadir Su incienso a las oraciones de los santos. Este incienso sube al trono de la administración de Dios, y El contesta las oraciones de los santos. Como resultado, baja a la tierra el fuego para ejecutar los juicios divinos que se relatan en el resto del libro. Este es un cuadro del altar del incienso como el trono administrativo de Dios, donde El ejecuta Sus juicios. Es importante que veamos que ejecución de la administración de Dios es motivada por las oraciones que se le ofrecen a El en el altar del incienso.
Suponga que va al altar del incienso para orar. ¿Cómo lo haría? ¿Oraría por un viaje que está a punto de hacer? ¿por su trabajo? Es lamentable ver que muchos cristianos sólo oran por cosas como estas. Si no oraran por cosas materiales, no tendrían mucho por que orar. Tal parece que no saben orar por la economía de Dios. Les parece extraño que se hable de orar a Cristo. Es como si les hablaran en chino. De hecho, no es extraño orar a Cristo, más bien, lo es el orar por otras cosas. Es muy normal que los creyentes oren a Cristo. Si seguimos orando por transportación, casa y trabajos, Dios puede decir: “¿Por qué oran por tantas cosas extrañas? ¿por qué oran por una casa mejor o un mejor trabajo? Lo que quiero es oren Cristo”.
Miles y miles de oraciones son ofrecidas a Dios, pero es muy poca la ejecución de Su propósito. Los cristianos oran una y otra vez, pero hay muy poca impartición del suministro de gracia por parte de Dios. Hoy en día, ¿quién sabe orar de manera que se motive la impartición del suministro de vida por parte del trono de la gracia? Muy pocos creyentes saben orar de esta manera. Y ¿quién sabe orar para motivar la ejecución de la administración divina por parte del trono de la autoridad? En realidad, muchos de los que oran no están ni en el atrio, mucho menos en el tabernáculo. Cuando le oran a Dios, en realidad, está muy lejos de El.
A la luz de los que hemos cubierto en este mensaje, todos debemos ver estos tres asuntos que cuando oramos, debemos estar en el tabernáculo. Segundo, que cuando estemos a punto de orar, debemos haber comido el alimento santo y estar satisfechos y tercero, que debemos ofrecer el incienso a Dios. Esto significa que cuando oramos, debemos hacerlo en Dios y con El dentro de nosotros como el suministro que da energía, y que debemos orar con Cristo como el incienso. Entonces quemaremos el incienso para Dios. Creo que si tenemos esta visión acerca de la oración, nuestra vida de oración será revolucionada. Que todos veamos esto y tengamos la experiencia de tal revolución.