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Mensaje 15

DIOS ADIESTRA A MOISÉS

  En este mensaje, estudiaremos el adiestramiento suplementario que recibió Moisés de parte de Dios (Éx. 6:1-30; 7:1-7). Después del primer conflicto con Faraón, Moisés se sentía fracasado. Dios lo había enviado para dar Su palabra a Faraón. No obstante, en lugar de obedecer a esta palabra, Faraón se hizo aún más maligno en su trato para con los hijos de Israel, y el pueblo daba quejas a Moisés. Moisés, sintiéndose vencido, se quejó al Señor, diciendo: “Señor, ¿Por qué afliges a este pueblo? ¿para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en Tu nombre, has afligido a este pueblo, y Tú no has librado a Tu pueblo” (Éx. 5:22-23). La reacción de Moisés indicaba que él necesitaba más adiestramiento. Dios no lo enviaría nuevamente a Faraón antes de adiestrarlo más.

  Hemos señalado que el llamado que hizo Dios a Moisés en los capítulos tres y cuatro de este libro es el llamado más completo de toda la Biblia. Cuando El llamó a Moisés, El pasó mucho tiempo con él, y Moisés recibió revelación e instrucciones también. El obedeció a la palabra de Dios e hizo todo lo que Dios le había encargado. No obstante, las cosas no salieron como Moisés lo esperaba. Para su sorpresa fue vencido, Faraón fue victorioso, y los hijos de Israel sufrieron aún más. Esta fue la razón por la cual él se quejó al Señor acerca de la situación.

  A fin de adiestrar más a Moisés, el Señor intentó impresionarle con Su nombre y Su pacto. El le recordó a Moisés que El es Jehová, Aquel que era, que es y que será. El también le recordó Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob acerca de la buena tierra. El le dijo a Moisés que El había levantado Su mano para dar la tierra a su simiente. Al hablar con Moisés acerca de estos dos asuntos, Dios lo estaba adiestrando para conocer Su persona y Su palabra fiel en Su pacto.

  Además de hablar con Moisés acerca de Su nombre y Su pacto, el Señor adiestró a Moisés en cuanto a seis asuntos adicionales. El primero fue la palabra infalible de Dios. Debemos prestar atención a la palabra infalible de Dios, la palabra que El nos habla continuamente. Si actualmente deseamos seguir al Señor para llevar Su testimonio en Su recobro, debemos aprender a considerar la palabra infalible y constante de Dios. Pero pocos siervos de Dios reconocen esta palabra cuando llega.

  El segundo asunto fue la incredulidad de los hijos de Israel. Según nuestro concepto natural, las personas a las cuales somos enviados deberían ser como la casa de Cornelio, preparados apropiadamente y listos para recibir nuestra palabra. Pensamos que si Dios nos manda a hablar a la gente en cierto lugar, sus corazones se abrirán y recibirán todo lo que digamos. No obstante, debido a su incredulidad, los hijos de Israel no escucharon a Moisés. En lugar de ser alentado por los hijos de Israel, él fue distraído, desalentado y desanimado por ellos.

  Esta es una lección para nosotros. Si Dios nos designa para dirigir a cierta gente, no debemos esperar que ellos nos reciban de manera positiva. Supongamos que Dios le establece como anciano en una iglesia. No se imagine que aquellos que están en esa iglesia le apoyarán o creerán todo lo que usted diga. Por el contrario, prepárese a enfrentar la incredulidad de las personas a las cuales usted es enviado.

  Tercero, Moisés tuvo que ser adiestrado en cuanto a la terquedad de Faraón. Faraón no fue sometido fácilmente. Si hubiésemos sido Moisés en esa situación y hubiéramos tenido que enfrentarnos a la terquedad de Faraón, sin lugar a dudas habríamos estado muy desanimados.

  En cuarto lugar, Moisés tuvo que ser adiestrado acerca de su concepto natural. Lo vemos en el hecho de que él estaba apegado a sus labios incircuncisos y en que descuidaba la palabra infalible de Dios. En 6:12, Moisés pidió al Señor: “He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo de labios incircuncisos?” Esta pregunta hizo que el Señor le dijera a Moisés una larga palabra infalible. Pero aún después de esto, Moisés todavía dijo: “He aquí, yo soy de labios incircuncisos; ¿cómo, pues, me ha de oír Faraón?” (v. 30). Esto indica que Moisés estaba apegado a sus facultades naturales y descuidaba la palabra infalible de Dios. Hemos visto que ni los hijos de Israel ni Faraón escucharon al Señor. Aquí vemos que ni siquiera Moisés lo escuchó.

  Al adiestrar más a Moisés, Dios también le habló con firmeza acerca de su ordenación. Moisés había sido escogido por Dios y había recibido la comisión de ser Su representante.

  Finalmente, Dios adiestró a Moisés acerca de Su mano fuerte y de Sus grandes juicios (7:4). Por tanto, el último punto del adiestramiento de Dios es Su mano, la cual apoya Su nombre, Su pacto y Su palabra infalible. Es esta mano fuerte la que vence a Faraón, a los egipcios y convence a todos, incluyendo a los hijos de Israel, de que Dios es Jehová. Por el lado positivo, el adiestramiento adicional que Moisés recibió de parte de Dios abarcó cinco cosas: el nombre de Dios, el pacto de Dios, la palabra infalible de Dios, la ordenación de Dios, y la mano fuerte de Dios. Por el lado negativo, este adiestramiento abarcó tres asuntos: la incredulidad de los hijos de Israel, la terquedad de Faraón y el concepto natural de Moisés. Como enviados, todos debemos conocer estos cinco puntos positivos y estas tres cosas negativas. Debemos aprender que el pueblo escogido de Dios está lleno de incredulidad, que el enemigo es terco, y que nosotros somos naturales. No obstante, tenemos el nombre de Dios, el pacto de Dios, la palabra infalible de Dios, la ordenación de Dios y la mano fuerte de Dios.

  Después del adiestramiento adicional que recibió Moisés en los capítulos seis y siete, no recibió más ningún entrenamiento suplementario. Parece que Moisés se había graduado del entrenamiento de Dios al final del capítulo cuatro. Sin embargo, él no tenía ninguna experiencia. Debido a esta falta de experiencia, él tuvo que pasar por un entrenamiento adicional. En el capítulo siete, Moisés se graduó de verdad de la escuela de adiestramiento de Dios. Para que aprendamos del adiestramiento adicional dado a Moisés, consideremos ahora uno por uno los seis aspectos de este adiestramiento cubierto en 6:1—7:7.

I. LA PALABRA INFALIBLE DE DIOS

  En el último mensaje, cubrimos dos de los aspectos positivos del adiestramiento adicional de Dios: el nombre de Dios y el pacto de Dios. Por consiguiente, en este mensaje empezamos con la palabra infalible de Dios.

A. Liberaría a los hijos de Israel del cautiverio egipcio

  Dios aseguró a Moisés que los hijos de Israel serían liberados del cautiverio egipcio (6:1, 6-7; 7:5). Esta era una palabra infalible, que difiere de una palabra de promesa. Mientras Dios aseguraba a Moisés, parece que El estaba diciendo: “Moisés, olvídate de la incredulidad del pueblo, olvídate de Faraón, y olvídate de la condición de tus labios. Más bien, sé impresionado por Mi palabra infalible. Yo soy Jehová, y Yo recuerdo el pacto que Yo he establecido. Según Mi pacto, ciertamente libraré a los hijos de Israel del país de Egipto. Moisés, cree en esta palabra infalible y ocúpate en ella. Te aseguro que Mi pueblo escogido será liberado”.

B. Tomaría a los hijos de Israel por Su pueblo

  En 6:7, el Señor dijo: “Os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios”. Aquí Dios le aseguró a Moisés que El tomaría a los hijos de Israel por Su pueblo y que El sería el Dios de ellos. El Señor no quería que Moisés le dijera cuán malo era el pueblo y cómo rehusaron escuchar su palabra. Por el contrario, El quería que Moisés creyera y declarara que los hijos de Israel eran el mejor pueblo en la tierra. El Señor los amaba; ellos eran Su tesoro especial.

  En lugar de Moisés, nosotros probablemente habríamos discutido con el Señor acerca de Su pueblo. Quizá hubiéramos dicho: “Señor, no los tomes por Tu pueblo. Puedo testificar por mi experiencia que no son buenos. Probablemente yo soy el único que Te obedece”. Por muy malo que haya parecido el pueblo ante los ojos de Moisés, Dios le aseguraba a Moisés que ellos eran Su pueblo escogido. A Sus ojos, ellos eran excelentes.

C. Se daría a conocer como Jehová, su Dios

  En el versículo 7, el Señor dijo también: “Y vosotros sabréis que Yo soy Jehová vuestro Dios que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto”. El Señor quería hacer todo lo que fuese necesario para darse a conocer como Jehová Dios a los hijos de Israel. Para asegurarle eso a Moisés, El le repitió continuamente las palabras: “Yo soy Jehová”.

D. Haría de los hijos de Israel Su ejército

  Además, el Señor aseguró a Moisés que El haría de los hijos de Israel Su ejército (6:26; 7:4). Eso significa que El los usaría para combatir por El. ¡Qué palabra infalible fue ésta!

E. Los llevaría a la tierra prometida

  Finalmente, en 6:8, el Señor dijo: “Yo os meteré en la tierra por la cual alcé Mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac, y a Jacob; y Yo os la daré por heredad, Yo Jehová”. El Señor no quiso escuchar ninguna queja acerca de Su pueblo escogido. El los tomaría como Su pueblo. El los haría Sus ejércitos y los llevaría a la buena tierra como lo había prometido. Esta era la palabra infalible que Dios le dirigió a Moisés.

  Naturalmente hablando, lo que dijo Moisés al Señor acerca de los hijos de Israel y de Faraón era cierto. Pero Dios no creía esa situación. Por el contrario, El creía en Sí mismo, en Su pacto y en Su palabra infalible. El también creyó en lo que Su mano poderosa podía cumplir. Finalmente, Dios hizo efectivamente de los hijos de Israel Sus ejércitos. Mire lo que sucedió en la conquista de Jericó. Mientras los hijos de Israel marchaban alrededor de esa ciudad, los ángeles en los cielos deben haberse regocijado al ver el ejército que Dios había ganado para vencer a Su enemigo. Puesto que Dios creyó en lo que El podía hacer, El no prestó ninguna atención a la situación exterior, en cuanto a la incredulidad de Su pueblo y la terquedad de Faraón.

  La palabra infalible que dirigió el Señor a Moisés debería alentarnos en el recobro del Señor. Algunos dicen que es imposible tener el recobro de la vida de iglesia hoy. No obstante, si esto no fuera posible, entonces el Señor Jesús no tendría la manera de volver. Por el bien de Su regreso, El necesita que la iglesia sea edificada. Sólo la iglesia edificada según el deseo del Señor puede ser el escalón que nos lleva a la era del reino. En Mateo 16:18, el Señor dijo: “Edificaré Mi iglesia”. Por consiguiente, creemos que es totalmente posible tener el recobro de la vida apropiada de iglesia hoy. Tenemos la promesa del Señor y Su palabra infalible.

  Debemos recordar que el recobro del Señor no se originó con nosotros. Lo que estamos haciendo en el recobro actualmente no es conforme a nuestro plan, sino según el pacto del Señor y Su palabra infalible. El Señor Jesús dijo que El edificaría Su iglesia. Esto se está produciendo hoy en día, no según nuestro plan, sino conforme a la palabra del Señor. No crea en el entorno ni en las circunstancias; crea en la palabra infalible del Señor. Si usted es enviado por el Señor a un lugar particular para la vida de iglesia, no crea en las cosas negativas del entorno. Por el contrario, escuche al Señor y preste atención a Su palabra infalible. Todos necesitamos adiestramiento en estos asuntos.

II. LA INCREDULIDAD DE LOS HIJOS DE ISRAEL

  Moisés fue también adiestrado en cuanto a la incredulidad de los hijos de Israel (6:9, 12). Cuando estudié la historia de Israel hace muchos años, no tuve mucho aprecio por los hijos de Israel. Pensaba que yo nunca sería como ellos. No obstante, después de formar parte del pueblo de Dios por más de cuarenta y cinco años, ahora tengo a los hijos de Israel en gran estima. En algunos aspectos, yo pienso que ellos eran mucho mejor que la gente de la iglesia hoy en día. Quizá los ancianos en las iglesias prefieran a los hijos de Israel a los santos en la iglesia de su localidad. Parece que donde quiera que estemos, la gente, allí, causa más dificultades que la que se encuentra en otros lugares. No obstante, por muy malo que sea nuestro entorno, no debemos creer en él. El entorno fluctúa, pero la palabra de Dios no cambia.

  Por una parte, el entorno es una mentira porque cambiará; es solamente temporal. Por otra parte, puesto que todo lo que está en nuestro entorno nos dice algo de parte de Dios, la incredulidad de los hijos de Israel debía de haberle indicado algo a Moisés. Mediante la incredulidad y terquedad de Faraón, Moisés debía haber visto sus propias carencias expuestas, y él debía haber ido al Señor y confiar más en El. Por el contrario, Moisés fue al Señor con un espíritu de queja. Sin la incredulidad y la terquedad, Moisés hubiera pensado que todo estaba bien. En realidad, Moisés tenía algún problema interior que necesitaba quedar expuesto, y él necesitaba algún adiestramiento adicional.

III. LA TERQUEDAD DE FARAÓN

  Ahora llegamos a la terquedad de Faraón. Hemos señalado que Faraón representa a Satanás. Satanás siempre es terco; él nunca cambia, excepto para ser todavía más terco. Por consiguiente, debemos aprender a no ser distraídos por la terquedad del enemigo.

IV. EL CONCEPTO NATURAL DE MOISÉS

A. Se aferró a sus labios incircuncisos

  En dos ocasiones en el capítulo seis, Moisés dijo al Señor que él era de labios incircuncisos (vs. 12, 30). Al principio, yo pensaba que él hacía una simple confesión como lo hizo Isaías (Is. 6:5). Pero después de mucho estudio, he llegado a entender este asunto de manera distinta. En 4:10, Moisés dijo al Señor: “¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que Tú hablas a Tu siervo; porque soy tardo en el habla y de lengua incircuncisa”. Esta fue la respuesta de Moisés al llamado original de Dios. Sin embargo, el Señor insistió en mandar a Moisés ante Faraón. Por esta insistencia, Moisés tal vez pensó que su lengua se convertiría en un instrumento poderoso y que todo lo que dijera a Faraón estaría lleno de autoridad. Quizá haya pensado que sus palabras se harían tan poderosas que todos, incluyendo Faraón, obedecerían a su palabra. El resultado del primer conflicto con Faraón fue totalmente diferente. Faraón no lo escuchó, y los hijos de Israel no lo escucharon. Por consiguiente, Moisés se quejó al Señor, pero el Señor le dijo: “Entra y habla a Faraón rey de Egipto, que deje ir de su tierra a los hijos de Israel” (6:11). Fue en ese momento cuando Moisés hizo esta observación al Señor: “He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo de labios incircuncisos?” (6:12). Estas palabras implican una queja. Moisés se quejaba de que el Señor no había hecho nada para hacer que su boca fuese poderosa. El no estaba contento porque sus labios seguían iguales.

  Los que han sido llamados por el Señor hoy en día pueden orar y esperar que El llenará el hablar de ellos con poder milagroso. Pero finalmente nos damos cuenta de que nuestros labios permanecen iguales. Nuestros labios todavía son incircuncisos, es decir, siguen siendo naturales.

  Cuando Moisés le dijo al Señor que sus labios eran incircuncisos, estaba diciendo: “Señor, Tú me pides ir a hablar con Faraón. Ya lo he hecho, y eso no funciona. Ni Faraón ni los hijos de Israel quieren escucharme. Yo pensaba que mis labios serían cambiados, pero veo que siguen incircuncisos. Tú no has hecho nada para cambiar mis labios. A menos que Tu hagas esto, no volveré a hablar con Faraón. Con mis labios naturales, no puedo hacer nada. Nadie me escucha. Señor, debes hacer que mis labios sean poderosos. Entonces solamente podré hablar de una manera tal que la gente me escuche”.

  Indudablemente Moisés esperaba que Dios usaría sus labios para pronunciar unas palabras poderosas a Faraón de una manera milagrosa. Por el contrario, la palabra que pronunció la boca de Moisés era común, y no tenía nada extraordinario. Pero lo que finalmente salió de este hablar común es la acción del Señor, y no la del hombre. El resultado depende del hecho de que somos enviados por el Señor y que tenemos la comisión de El y lo representamos, y no por nuestro esfuerzo, nuestra capacidad, o el buen trabajo que hagamos. El vaso de barro sigue siendo barro, pero contiene un tesoro. La zarza sigue siendo una zarza, pero el fuego santo está ardiendo sobre ella. La zarza no debe esperar ser cambiada, ni debe esperar que la gloria venga a ella. La gloria siempre debe ir a Dios.

  Suponga que usted es enviado por el Señor a cierto lugar. Usted puede orar y tratar de creer que el Señor fortalecerá sus labios. No obstante, cuando usted habla, se da cuenta de que sus labios no han cambiado. En todo caso, su hablar es peor que nunca. Lo he experimentado muchas veces. Después de dar un mensaje, fui al Señor y le dije: “Señor, oré para que Tú me dieras palabras poderosas, pero Tú no me ayudaste en nada. Señor, ¿no te das cuenta de cuán pobre era mi hablar? Quiero renunciar a hablar por Ti. Todavía tengo labios incircuncisos”.

  Esta actitud denota que dependemos de lo que somos y de lo que podemos hacer, y no de lo que el Señor es y de lo que El puede hacer. El Señor no intenta cambiar nuestros labios. Por el contrario, El los dejará iguales. El Señor le dijo a Moisés que El le había hecho dios para Faraón (7:1), pero El no haría nada acerca de los labios de Moisés. De hecho, Moisés no tenía ninguna necesidad de hablar a Faraón, pues Aarón sería su profeta.

  La primera vez que Moisés encontró a Faraón, él no habló de manera milagrosa, sino de una manera común. El también habló a los hijos de Israel de una manera común. Como nada se producía, él se quejó al Señor. Entonces Dios le dio un adiestramiento adicional y le encargó volver a Faraón. Pero Moisés no lo quería hacer a menos que el Señor hiciera algo milagroso con sus labios. La respuesta de Dios implica que El no haría nada para cambiar los labios de Moisés. Por el contrario, El haría de Moisés un dios para Faraón y proveería a Aarón para que fuera el profeta de Moisés. Parece como si el Señor estuviera diciendo: “Moisés, no haré las cosas según tu manera. Más bien, tú debes obedecer lo que Yo digo. Lo que sientes acerca de tus labios incircuncisos no hace ninguna diferencia. En realidad, tú no necesitas hablar a Faraón, porque Aarón será tu portavoz. Moisés, olvídate de tus labios”.

  Esta es una lección muy importante para nosotros. Deseamos que Dios cambie milagrosamente nuestros labios. Pero Dios no quiere hacer eso. El éxito al llevar a cabo el llamado de Dios no depende de nuestra sabiduría ni de lo que nos proponemos. Dios siempre tiene Su propia manera de hacer las cosas. Moisés pensaba que todo dependía de la condición de sus labios. Pero la manera de Dios consistía en dejar que los labios de Moisés siguiesen iguales y proveer a Aarón para que fuese su profeta. En la vida de iglesia actual debemos abandonar nuestras propuestas y nuestros conceptos y decir: “Señor, lo que digo no significa nada, pero lo que Tú dices lo significa todo. Señor, estoy dispuesto a olvidarme a mí mismo y no aferrarme más a mi ser natural”. Olvidémonos de nuestros labios incircuncisos, es decir, olvidémonos de lo que somos en naturaleza.

B. Descuidó la palabra infalible de Dios

  Por estar aferrado a su situación natural, Moisés descuidó la palabra infalible de Dios. Dios había pronunciado palabras infalibles maravillosas, pero Moisés no prestó atención a ellas debido a su concepto natural. Nosotros somos iguales hoy. Por aferrarnos a nuestra insistencia natural, a nuestra tendencia natural, y nuestra comprensión natural, podemos leer la Biblia sin recibir ninguna luz. El aferrarnos a nuestros conceptos naturales constituye una barrera que nos impide ser iluminados a través de la Palabra. Debemos aprender, como lo hizo Moisés, que Dios no hace las cosas según nuestros conceptos naturales ni nuestra insistencia natural. Moisés fue disciplinado de manera estricta por Dios en este asunto, y nosotros necesitamos la misma clase de disciplina hoy en día.

V. LA ORDENACION DE DIOS

A. Escogido por Dios

  En 6:26-29, vemos la ordenación de Dios. Esta ordenación está relacionada con la genealogía en 6:16-25. Durante mucho tiempo, no podía entender por qué esta genealogía estaba incluida aquí. Israel tuvo doce hijos, pero esta genealogía menciona solamente a Rubén, Simeón y Leví, los primeros tres hijos. Esto indica que en este relato no hay ninguna intención de darnos una genealogía completa. Por el contrario, su propósito consiste en mostrar a las personas escogidas por Dios, desde Jacob hasta Moisés. Estos escogidos incluyen a Leví, Coat, Amram y Moisés. Por consiguiente, esto en realidad es un relato, y no una genealogía, de la elección de Dios, de lo que Dios escogió. Amram, uno de los elegidos, fue el padre de Moisés y de Aarón. Leamos el versículo 26: “Este es aquel Aarón y aquel Moisés, a los cuales Jehová dijo: sacad a los hijos de Israel de la tierra de Egipto por sus ejércitos”. Eso demuestra que Moisés y Aarón no fueron presuntuosos sino que habían sido escogidos por Dios. Ellos habían sido elegidos y ordenados por Dios mucho antes de su nacimiento. Esto debe haber dado a Moisés la seguridad y la confianza de que todo lo que el Señor le pidió que hiciera se cumpliría. Necesitamos la misma seguridad hoy en día. Si estamos empeñados en un trabajo que el Señor no ha iniciado, debemos parar todo lo que estamos haciendo. El recobro del Señor ha sido ordenado por Dios, y no iniciado por nosotros. En el recobro del Señor, no hay lugar para el orgullo. Mientras llevamos el testimonio del recobro del Señor, nunca deberíamos ser orgullosos. Por el contrario, debemos hacer simplemente lo que Dios ha escogido y ordenado que hagamos.

B. Comisionado por Dios

  Los versículos 28 y 29 revelan que Moisés recibió la comisión de Dios: “Cuando Jehová habló a Moisés en la tierra de Egipto, entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Yo soy Jehová; di a Faraón rey de Egipto todas las cosas que Yo te digo a ti”. El versículo 27 indica también que Moisés y Aarón fueron comisionados por Dios para sacar a los hijos de Israel de Egipto: “Estos son los que hablaron a Faraón rey de Egipto para sacar de Egipto a los hijos de Israel. Moisés y Aarón fueron éstos”.

  Así como Moisés y Aarón recibieron la comisión, nosotros en el recobro del Señor también hemos recibido la comisión. Tengo la plena certeza de que somos un pueblo que ha recibido la comisión de Dios. Dios nos ha confiado la comisión de llevar a cabo Su recobro hoy en día.

C. Representó a Dios

  Moisés también representó a Dios (7:1). Cuando recibimos una comisión de alguien, también representamos a esa persona. Puesto que Moisés recibió la comisión de Dios, él también lo representó. En el mismo principio, nosotros en el recobro del Señor hemos recibido la comisión de Dios, y por esta razón lo representamos a El.

  Tengan mucho cuidado de la manera en que tratan a los representantes de Dios. Es posible tocar el recobro del Señor de una manera que no es provechosa. Puedo testificar, por los años de experiencia, que ninguna persona que ha tocado a la iglesia en el recobro del Señor de una manera negativa ha seguido adelante y ha recibido bendiciones. Puesto que los que recibieron la comisión de Dios son Sus representantes, el hecho de tocarlos de una manera inadecuada es un asunto grave. Entre los que tomaron contacto con la iglesia y que luego se hicieron negativos, no conozco a ninguno cuya condición espiritual ha seguido idéntica. Sin ninguna excepción, ha habido una pérdida de bendición espiritual. En cada caso se ha producido una degradación espiritual. Esto indica que involucrarnos de manera negativa con los que han recibido la comisión de Dios y que por lo tanto lo representan, es algo grave.

D. Representado por Aarón

  Por una parte, Moisés representaba a Dios; por otra parte, Moisés fue representado por Aarón (7:1-2). La representación difiere de la presentación. La diferencia es que la representación involucra la autoridad, mientras que la presentación no. La comisión de Dios incluye siempre el asunto de autoridad. Esta autoridad está relacionada tanto con la representación de Dios como con el hecho de ser representado por otros.

  Ninguno de nosotros debe asumir autoridad. Deberíamos dejar simplemente que la autoridad esté presente con la ordenación y la comisión del Señor. Si deseamos ser los enviados de hoy, debemos estar seguros de que hemos sido escogidos, ordenados y que hemos recibido la comisión. Entonces sabremos que somos los representantes de Dios.

VI. LA MANO FUERTE DEL GRAN JUICIO DE DIOS

  El último punto en el adiestramiento adicional que recibió Moisés por parte del Señor concierne a la mano fuerte del gran juicio de Dios. En 7:4, el Señor dijo a Moisés: “Y Faraón no os oirá; mas Yo pondré Mi mano sobre Egipto, y sacaré a Mis ejércitos, Mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios”. En 6:1, el Señor ya había dicho a Moisés lo que el Señor haría a Faraón: “porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra”.

  Sin una mano fuerte, es en vano conversar. Lo vemos en las negociaciones diplomáticas entre las naciones actualmente. Estas negociaciones dependen del respaldo del poder militar. En sus negociaciones con Faraón, la palabra de Moisés debía ser respaldada por la mano fuerte y los juicios poderosos del Señor. La mano fuerte del Señor sería una prueba para Faraón de que Dios no habla palabras vanas. Por la mano del Señor, los egipcios sabrían que El es Jehová. Como lo afirma 7:5 “Y sabrán los egipcios que Yo soy Jehová, cuando extienda Mi mano sobre Egipto”.

  Moisés se había quejado al Señor, y por esta razón el Señor tuvo que hablar a Moisés acerca de Su mano. Parece que el Señor estaba diciendo: “Moisés, no sólo tengo una boca, sino también una mano fuerte. Ve y habla con Faraón. Lo endureceré para que Mi mano se manifieste. Habla Mi palabra a Faraón. Mi mano respaldará Mi palabra. Extenderé Mi mano para cumplir todo lo que digas a Faraón de Mi parte”. Por tanto, la mano del Señor fue una confirmación firme de que Moisés había sido enviado por Dios.

  En el transcurso de los años, hemos visto la mano del Señor respaldar Su palabra. Cuando había oposición a la palabra de Dios, Su mano finalmente se manifestó. Dios nunca habla en vano. Su palabra es siempre respaldada por Su mano fuerte.

  Faraón pudo resistir a la palabra del Señor, pero él no pudo resistir a la mano del Señor. En los mensajes siguientes, veremos que los conflictos entre Dios y Faraón se hicieron cada vez más intensos hasta que culminaron en el hecho de que Faraón dejó ir a los hijos de Israel. Faraón finalmente fue obligado a dejar que los hijos de Israel salieran de la tierra de Egipto porque la mano fuerte del gran juicio de Dios respaldaba Su palabra. Que todos aprendamos la lección acerca de la mano de Dios y todas las lecciones acerca del adiestramiento adicional que recibió Moisés por parte de Dios.

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