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Mensaje 156

EL LAVACRO DE BRONCE

  Lectura bíblica: Éx. 30:17-21; 38:3; 40:7, 30-32

  En este mensaje estudiaremos acerca del lavacro de bronce que se describe en 30:17-21. Es posible que no nos demos cuenta de cuán importante es. Sin embargo, es vital que nos demos cuenta de la importancia del mismo.

EL BRONCE, LA PLATA Y EL ORO

  Conforme al relato presentado en Exodo, el lavacro se menciona justo después de la plata para la propiciación, la cual se menciona después del altar del incienso. Es muy interesante ver que el altar del incienso está cubierto de oro, que el medio siclo de la propiciación era la plata y que el lavacro era de bronce. La plata y el bronce son para el oro. Vamos del bronce a la plata y de la plata pasamos al oro.

  En Exodo 30 no se menciona el hierro. Pero en la descripción de la gran imagen que se menciona en Daniel 2, vemos mencionado el oro, la plata, el bronce, el hierro y el barro. La imagen que vio Nabucodonosor es su sueño tenía la cabeza de oro, el pecho y los brazos de plata, el estómago y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies parte de hierro y parte de barro (Dn. 2:32-33). El edificio de Dios, con Su testimonio, tiene oro, plata y bronce, sin embargo, no tiene hierro ni barro. El metal más sencillo en el edificio es el bronce.

  Necesitamos ser impresionados con el oro, la plata y el bronce que se mencionan en Exodo 30. Estos materiales se mencionan a la vez. En Exodo 30 primero se menciona el altar del incienso cubierto de oro, después vemos muchas piezas de plata y después vemos el lavacro hecho de bronce.

  Es muy fácil estudiar la tipología presentada en el capítulo treinta de Exodo, pero se requiere mucha experiencia para entenderla y aplicarla. Primero, debemos tocar el espíritu del escritor. En asuntos relacionados con la tipología esto no es tan fácil de lograr. Segundo, necesitamos la experiencia suficiente para poder interpretar los tipos. Seguramente los tipos representados por el bronce, la plata y el oro de Exodo 30 están todos relacionados entre si.

EL LAVACRO PROPICIABA EL FUNCIONAMIENTO DEL TABERNACULO

  En el altar del incienso se llevaba a cabo la intercesión, la cual tiene como propósito el mover y la obra de Dios. ¿Qué facilita que el testimonio de Dios, el arca, y también todo el tabernáculo, la morada de Dios, se mueva en la tierra? ¿Cómo pueden Cristo, quien es el testimonio de Dios, y la iglesia, la morada de Dios, moverse en la tierra? El arca y el tabernáculo, Cristo y la iglesia, pueden actuar por medio del ejército.

  El tabernáculo es la morada de Dios. Desde la perspectiva de una morada, el tabernáculo es la morada de Dios. Pero desde otro punto de vista, el tabernáculo es el campamento del ejército. En Exodo y Números vemos los campamentos del ejército de Dios. Estos campamentos van a la batalla. El tabernáculo era el campamento central y a su alrededor las doce tribus de Israel levantaban sus campamentos. Por lo tanto, las doce tribus acampaban alrededor del campamento de Jehová, el tabernáculo. Cuando los hijos de Israel viajaban, seis campamentos iban adelante del campamento de Jehová, y seis le seguían detrás.

  El altar del incienso tenía como propósito el mover de Dios y Dios se movía por medio del ejército. Pero, ¿cómo se formaba el ejército? Se formaba por medio del reclutamiento de los que estaban calificados. En la actualidad se llevan a cabo reclutamientos militares en diferentes países. Cuando los hombres llegan a cierta edad son reclutados para el ejército. Por consiguiente, el requisito para ser reclutado es el crecimiento. Un niño pequeño no puede ser reclutado, más bien, éste debe ser alimentado, nutrido y cuidado. Para ser reclutado se debe tener una edad específica. Como hemos visto, la edad requerida en Exodo 30 era veinte años. Todos los hombres de veinte años arriba eran contados y debían pagar medio siclo de plata para la propiciación. Este censo y el pago de la plata promovían el mover de Dios.

  La plata para la propiciación también se utilizaba para la construcción del edificio de Dios. Las cien basas para las columnas del tabernáculo fueron fundidas con esa plata. Los capiteles de las columnas se hacían con esa plata y también se cubrían y ceñían con la misma. Esto nos demuestra que la plata para la propiciación se empleaba para edificar la morada de Dios. Los hombres mayores de veinte años pagaban el rescate y eran reclutados en el ejército para pelear por el mover de Dios. Pero el medio siclo era pagado para el edificio de Dios. Todo aquel calificado para pagar el medio siclo podía formar parte del ejército que pelea por el testimonio de Dios en la tierra. Por consiguiente, el altar del incienso y la plata para la propiciación estaban dedicadas al mover de Dios.

  El lavacro servía para el funcionamiento del tabernáculo. El altar y el lavacro estaban en el atrio; la mesa, el candelero y el altar del incienso estaban en el Lugar Santo; y el arca estaba en el Lugar Santísimo. Sin el ejército, el tabernáculo no se podía mover. Pero sin el lavacro, no se podía operar nada en el tabernáculo ni en el atrio. Para que todo funcionara ene l tabernáculo era necesarios que se ofrecieran los sacrificios en el altar. Estos sacrificios eran el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la transgresión. Si no se ofrecían estas ofrendas, no había manera de que se cumpliera la labor del tabernáculo. Además, era necesario que los sacerdotes pasaran al Lugar Santo y ordenaran los panes que estaban sobre la mesa y despabilaran las lámparas, también debían interceder frente al altar del incienso. Todo esto era parte de la labor que se realizaba en el tabernáculo. Cada vez que el sacerdote se presentaba ante el altar para hacer una ofrenda a Dios o entrabaal tabernáculo por alguna razón, primero debía ir al lavacro y lavarse las manos. Si el sacerdote no se lavaba en el lavacro, no había manera de continuar con la labor del tabernáculo. Sin el ejército, el tabernáculo y todo su mobiliario estaría estático; no se podía mover. Pero sin el lavacro, no sucedía nada en el tabernáculo. Si se quitaba el lavacro del atrio, el tabernáculo y el atrio estarían completos, pero no podría funcionar.

NECESITAMOS LAVARNOS DEL CONTACTO CON EL MUNDO

  El servicio que ejercían los sacerdotes en el atrio y en el tabernáculo dependía de sí se lavaban en el lavacro. Nadie pasa muchos días sin lavarse las manos. Sin embargo, en términos espirituales, muchos cristianos, pasan mucho tiempo sin lavarse en el lavacro. Por ejemplo: es posible que algunas hermanas oren mucho tanto en privado como en las reuniones. Esto me preocupa. Hermanas, antes de orar, ¿lavan sus manos en el lavacro? ¿Se lavan espiritualmente antes de orar? Tal vez algunas afirmen: “Nosotras confesamos nuestros pecados, nuestras transgresiones, nuestros fracasos y nuestras faltas. ¿No es esto un lavamiento?” Si, confesarle al Señor nuestros pecados es una clase de lavamiento, pero este es el lavamiento de la sangre, no el del agua del lavacro. Si queremos lavar nuestro, pecado, los pecados, las ofensas y las transgresiones necesitamos la sangre. También necesitamos la sangre para ser lavados de nuestros errores, fracasos, defectos y de nuestras faltas. Puesto que todas estas cosas son pecaminosas, necesitamos que la sangre nos limpie de ellas. Sin embargo, cuando el Señor lavó los pies de los discípulos, El usó agua. Esa clase de lavamiento no requería de la sangre. Los pies de los discípulos estaban sucios y debían ser lavados con agua. El problema no era el pecado, sino de sucio, de corrupción.

  Si decimos una mentira o nos enojamos, cometemos una ofensa. Pero si nos corrompemos por causa de nuestro contacto con el mundo, no hemos hecho nada pecaminoso. No debemos usar la sangre para limpiarnos de esa clase de sucio. Por ejemplo, las manos que están sucias por tocar el piso deben ser lavadas con agua. Del mismo modo, si nos ensuciamos por tocar el mundo, debemos ser lavados con el agua del lavacro.

  Me preocupa que por nuestro trasfondo religioso y la atmósfera que nos rodea, la mayoría de los cristianos no están conscientes de que están sucios espiritualmente. Es posible que piensen que estar sucios o corrompidos siempre se relaciona con el pecado. La Biblia, sin embargo, habla de dos tipos de contaminación: la que proviene del pecado y la que proviene por el contacto con el mundo. Si mentimos o robamos, pecamos y nos contaminamos con estas transgresiones. Pero es posible que nos contaminemos por medio del contacto con el mundo, al tocar las cosas de este mundo.

  Yo siempre me lavo las manos antes de comer porque estoy consciente de que en este mundo hay sucio en todas partes. Nuestras manos pueden ensuciarse con simplemente tocar nuestra ropa. Siguiendo el mismo principio, fácilmente podemos contaminarnos espiritualmente al tener contacto con las cosas terrenales. Con sólo vivir y caminar en esta tierra, nos contaminamos. No es necesario que tengamos contacto con personas pecaminosas, podemos contaminarnos al relacionarnos con gente buena. Aunque es tan fácil que nos contaminemos, no nos damos cuenta de la clase de contaminación que proviene del contacto terrenal. Inconscientemente pensamos que no estamos errados en nada, puesto que no hemos mentido ni robado. Es posible que hayamos sido buenos, humildes, honestos y pacientes. Sin embargo, es posible que nos hayamos contaminado por el simple hecho de ir a restaurante o a una tienda de departamentos.

  Hace años visité a algunos santos que vivían en Las Vegas. Algunos me aconsejaron que visitara un casino simplemente para observar lo que allí ocurría. Yo les dije: “Yo no voy a esos lugares. Sé que con sola una visita seré contaminado y no podré orar por algún tiempo”. Cuando nos contaminamos con las cosas de este mundo, no necesitamos que la sangre nos limpie, sino el agua del lavacro.

  Tal vez usted le confiese al Señor sus pecados, fracasos, faltas y derrotas, pero no está consciente de que necesita ser lavado con el agua del lavacro. El lavamiento del lavacro nos recuerda que debemos tener cuidado de no ensuciar nuestras manos. Así como lavarnos las manos con agua y jabón nos recuerda que debemos mantener nuestras manos limpias, asimismo el lavamiento del lavacro nos recuerda que debemos mantenernos libre de la contaminación del mundo. Todo aquel no está consciente de que necesita lavarse con el agua del lavacro, tal vez piensa que no hay nada malo en visitar lugares mundanos con el simple propósito de ver lo que allí ocurre. Tal vez no cometan nada pecaminoso, pero serán contaminados. También podemos ser contaminados al escuchar conversaciones de la gente mundana. Aunque no aportemos anda a la conversación, con sólo escuchar nos contaminamos. Aunque no cometamos un pecado, podemos contaminarnos. Puesto que el mundo es un lugar sucio, es muy fácil que nos contaminemos.

EL RESULTADO DE SERVIR EN EL TABERNACULO SIN HABERSE LAVADO EN EL LAVACRO

  Cuando oramos para ofrecerle algo al Señor, primero tenemos que lavarnos las manos y los pies en el lavacro. Ir a la reunión y funcionar en la misma en realidad es ir al tabernáculo y servirle al Señor. Antes de que le sirvamos la Señor en el tabernáculo, debemos lavarnos. No obstante, en la vida de muchos creyentes y en su servicio parece que no tienen un lavacro. Cuando ellos van al altar para hacer una ofrenda a Dios, tienen las manos sucias. Van a las reuniones de la iglesia y sirven sin lavarse las manos en el lavacro. Esta clase de servicio conlleva muerte. Por esta razón 30:21 dice: “Se lavarán las manos y los pies para que no mueran”.

  Debemos tener cuidado de no tener contacto con Dios a menos que hayamos lavado nuestras manos primero en el lavacro. Si tratamos de servir a Dios en el tabernáculo con las manos sucias, moriremos desde un punto de vista espiritual. ¡Cuánta muerte existe hoy entre los creyentes! Cuanto más sirven, más muerte reciben debido a que sirven con las manos sucias. Orar y servir con las manos sucias conlleva muerte.

  Si no oramos ni servimos en las reuniones, es posible que estemos vivos, pero si oramos o funcionamos sin el lavamiento del lavacro, atraeremos mortandad hacia nosotros mismos y la impondremos sobre otros. La muerte es el resultado de nuestra oración o nuestro servicio sin el lavamiento del lavacro.

LA EXPERIENCIA DEL LAVACRO PRODUCE EL FUNCIONAMIENTO DE LA MORADA DE DIOS

  La plata para la propiciación propiciaba el mover de Dios, y el lavacro propicia el funcionamiento de la morada de Dios. Sin la plata par la propiciación no se puede edificar la morada de Dios ni se puede mover. Se necesitaría plata para hacer las basas y los capiteles y cubrirlos y ceñirlos. No habría suficientes personas en el ejército que pudieran luchar por el mover de Dios. Siguiendo el mismo principio, sin el lavacro el tabernáculo no podía funcionar. Aunque tuviéramos la morada de Dios con todo su mobiliario, no podríamos hacer que todos ellos funcionaran. Sin el lavamiento en el lavacro nadie está calificado para servir en el tabernáculo. Es lamentable que se le dé tanto énfasis al altar, a la mesa, al candelero, al arca, y al altar del incienso, pero no al lavacro. Debemos experimentar el lavacro a fin de que la morada de Dios pueda funcionar.

LA RELACION ENTRE EL LAVACRO Y EL ALTAR

  En el arreglo del tabernáculo el lavacro se encuentra después del altar, pero en función el lavacro va primero. Cuando los sacerdotes ministraban en el altar, debían lavarse primero en el lavacro. Y también se lavaban antes de ministrar dentro del tabernáculo. Esto nos muestra que la función del lavacro se llevaba a cabo antes de la del altar.

  También la posición del lavacro indica que este era producto del altar. El altar estaba cubierto de bronce y el lavacro era de bronce, En tipología el bronce representa el juicio de Dios. El altar tipifica la cruz de Cristo. En el altar, o la cruz el juicio de Dios era ejecutado en su máximo expresión. Como resultado del juicio de Dios ejecutado en el altar, se producía el lavacro. El bronce del altar representa el juicio, pero el bronce del lavacro, representa el resultado el producto del juicio de Dios, el cual es el poder limpiador. Esto significa que el poder limpiador del lavacro es producto del juicio de Dios.

  Conforme al Nuevo Testamento, el poder limpiador del lavacro es el Espíritu vivificante. En Tito 3:5 se habla del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo. Este versículo revela que el Espíritu vivificante, el Espíritu de vida, es el poder que limpia. Por tanto, el lavacro representa el lavamiento que efectúa el Espíritu vivificante.

  El lavacro tipifica el poder que limpia del Espíritu vivificante producido por la muerte de Cristo. El altar representa la redención de Cristo, y el lavacro representa el lavamiento del Espíritu vivificante. En el altar vemos la redención de Cristo, y en el lavacro vemos el lavamiento del Espíritu vivificante. Sin embargo, el Espíritu vivificante no es alguien aparte de Cristo. El Espíritu es en realidad Cristo mismo. Después de pasar por el juicio pleno de Dios y entrar en la resurrección, el Cristo crucificado llegó a ser el Espíritu vivificante que nos lava.

EL BRONCE DEL ALTAR Y DEL LAVACRO

  El bronce que se usaba para cubrir el altar provenía de los incensarios de los doscientos cincuenta rebeldes que fueron juzgados por Dios. Después de que estos fueron juzgados, el Señor le dijo a Moisés: “Dí a Eleazar hijo del sacerdote Aarón, que tome los incensarios de en medio del incienso, y derrame más allá el fuego; porque son santificados los incensarios de estos que pecaron contra sus almas; y harán de ellos planchas batidas para cubrir el altar; por cuanto ofrecieron con ellos delante de Jehová, son santificados, y serán como señal a los hijos de Israel” (Nm. 16:37-38). Esto demuestra que el bronce para el altar le debe recordar al pueblo de Dios Su juicio contra los rebeldes. Por tanto, el bronce que cubría el altar llegó a ser un recordatorio del juicio de Dios contra la rebelión.

  El bronce que su uso para el lavacro provenía de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión (Éx. 38:8). La palabra hebrea para “velaban” en 38:8 se refiere a las tropas que velaban. Esto nos demuestra que todos los campamentos de los hijos de Israel eran tropas. Las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión servían como tropas. Es decir, su servicio también era parte de la milicia. Los espejos de esas mujeres se utilizaron para fundir el lavacro de bronce. Esto implica que el lavacro de bronce era como un espejo que reflejaba y exponía. Mientras que el bronce del altar era un recordatorio del juicio de Dios, el bronce del lavacro era un espejo que exponía al pueblo de Dios. Esto demuestra que el juicio que Cristo sufrió en la cruz tenía el poder de exponernos.

  A los que se acercaban al lavacro se les exponía su inmundicia. De esta manera se daban cuenta de que necesitan ser lavados. Recuerdo que hace un tiempo mis hijos no aceptaban que estaban sucios y que debían lavarse. Yo tomé un espejo y se los puse de frente. Cuando se miraron en él, se dieron cuenta que estaban sucios y quisieron limpiarse. Del mismo, el lavacro de bronce es como un espejo que da el reflejo de nuestra condición y expone nuestro sucio. Por tanto, el bronce del altar nos recuerda el juicio de Dios, y el bronce del lavacro nos recuerda que estamos sucios y que debemos lavarnos.

  En el lavacro tenemos el bronce, el espejo y el agua. Cuando nos encontramos frente al lavacro, el bronce debe recordarnos que todo lo pecaminoso, terrenal y carnal fue juzgado por Dios en la cruz. Sin embargo, aunque confesemos nuestros pecados, tal vez no nos demos cuenta que aun somos mundanos y carnales. Ante Dios hemos sido redimidos, pero aun necesitamos ser lavados. Luego de haber sido redimidos con la sangre en el altar, necesitamos ser lavados con el agua del lavacro.

  Actualmente entre los cristianos no se ha hablado mucho acerca de que a pesar de que es maravilloso ser redimido por la sangre de Cristo, también necesitamos ser lavados con el Espíritu vivificante. Aunque hemos confesado nuestros pecados, necesitamos hacer algo con la contaminación, el sucio que proviene del contacto terrenal. También que acabar con la contaminación que proviene de la vida carnal y de la natural. Por tanto, debemos ser lavados con el Espíritu vivificante.

EL LAVAMIENTO DEL ESPIRITU VIVIFICANTE

  Cada día lo primero que debemos hacer es ofrecer a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y por la transgresión. Por un lado, esto nos llevará a experimentar a Cristo como nuestro suministro de vida y como la comida que se ofrece a Dios. Por otro, esto nos ayuda a darnos cuenta de que necesitamos el lavamiento del Espíritu vivificante.

  Cuanto más andamos en el Espíritu y vivimos en el espíritu mezclado, más lavados somos. Cada lavada nos recordará a no ir a ciertos lugares, a no contactar ciertas personas ni involucrarnos en situaciones que nos contaminen. Aunque no cometamos un pecado es posible que toquemos algo mundano o natural y por tanto, seamos contaminados. Si permanecemos en contaminación, no podremos orar, servir al Señor ni funcionar en las reuniones. Si tratamos de hacerlo sin lavarnos en el lavacro, experimentaremos muerte.

  Yo puedo testificar que esta entendimiento o interpretación del significado del lavacro va de acuerdo con nuestra experiencia, la cual confirma lo que hemos planteado en cuanto al lavacro en estos mensajes.

  En Exodo 30:18 dice: “Harás también una fuente de bronce, con su base de bronce, para lavar; y la colocarás entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua”. La base del lavacro representa la firmeza. El lavacro se encontraba entre el tabernáculo de reunión y el altar como una continuación de éste a la entrada del tabernáculo. El agua que se ponía en el lavacro representa el lavamiento del Espíritu vivificante (véase Ef. 5:26)

  El versículo 19 añade: “Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies”. Como ya mencionamos, este lavamiento representa el lavamiento de toda contaminación del contacto terrenal (Jn. 13:10).

UN ESTATUTO PERPETUO

  Los versículos 20 y 21 dicen: “Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Jehová, se lavarán las manos y los pies para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia por sus generaciones”. Los sacerdotes debían lavarse en el lavacro para evitar la muerte. Nosotros necesitamos el lavamiento del Espíritu vivificante para evitar la muerte espiritual.

  Los sacerdotes debían lavarse en el lavacro cuando entraban en el tabernáculo de reunión o cuando iban al altar para ministrar. Como lo demuestra la última parte del versículo, este sería un estatuto perpetuo, un principio perpetuo por todas las generaciones”.

EL ALTAR DE INCIENSO, LA PLATA PARA LA PROPICIACION Y EL LAVACRO

  Según Exodo 30, inmediatamente después del altar de incienso, se encuentra la plata para el edificio de Dios y Su mover, y luego se encuentra el lavacro de bronce para el funcionamiento de la morada de Dios. Sin la plata para la propiciación, no habría la manera de edificar la morada de Dios ni la manera para que esta se moviera. Además, sin el lavacro de bronce, no habría la manera para que el edificio de Dios funcionara. Sin el lavacro se paralizaría el edificio de Dios y todo estaría desolado.

  Ahora entendemos porque la plata para la propiciación y el lavacro de bronce seguían inmediatamente al altar de incienso dorado. Para edificar y mover la morada de Dios se necesita la plata y el bronce se necesita para el funcionamiento de la morada de Dios. Esto significa que el funcionamiento de la iglesia depende del lavacro de bronce.

  Como veremos, en Exodo 30 también tenemos los ingredientes del ungüento y del incienso. El ungüento y el incienso van a la par con la plata para la propiciación y el lavacro de bronce. Por consiguiente, luego del altar de incienso tenemos cuatro cosas: la plata , el bronce, el ungüento y el incienso. Después de que tenemos la plata y el bronce del lavacro, necesitamos el ungüento que nos unge y necesitamos el incienso que quemamos para la intercesión.

  Los animo a que oren acerca de la plata para la propiciación y el lavacro de bronce y a que tengan comunión en cuanto a ellos. Se requiere de mucha oración y comunión para obtener el entendimiento adecuado de estos asuntos.

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