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Mensaje 167

El incienso

(1)

  Lectura bíblica: Éx. 30:34-38

  El final de la sección sobre la revelación del tabernáculo describe dos cosas: el aceite de unción y el incienso. Creo que en los mensajes anteriores, abarcamos exhaustivamente el asunto del aceite de unción. Hemos visto que este aceite constituye una tipología fina y todo-inclusiva de Cristo, el Espíritu todo-inclusivo y vivificante. Como Espíritu vivificante, Cristo no viene solamente a nosotros por parte de Dios, sino que El es también el Dios que viene a nosotros. Su venida no procede solamente de Dios sino que acompaña también a Dios porque Cristo viene como Dios. Finalmente Aquel que viene ha pasado por la muerte y la resurrección y se ha hecho el Espíritu todo-inclusivo y vivificante. En este universo existe un tráfico divino que se mueve en dos direcciones. La primera dirección de este tráfico divino es la venida de Dios a nosotros en Cristo. El incienso nos da la segunda dirección de este tráfico divino: Cristo va de nosotros a Dios. Por consiguiente, el aceite de unción es Cristo como Dios que viene a nosotros de parte de Dios y el incienso es Cristo que va de nosotros a Dios. Es importante que veamos este tráfico de doble sentido.

  Este tráfico tiene mucho que ver con nuestra experiencia espiritual. ¿Sabe usted qué es nuestra experiencia cristiana? Es Dios que viene a nosotros en Cristo y es nuestra partida a Dios en Cristo y con Cristo. La venida de Dios a nosotros es un asunto de unción, y nuestra partida a Dios es un asunto de oración. Este tráfico divino es la experiencia cristiana adecuada. Nuestra partida a Dios en Cristo requiere particularmente experiencia.

TRES ESPECIAS AROMATICAS

  Sin experiencia espiritual adecuada, no podemos entender la tipología del incienso ni interpretarla. En realidad, esta tipología es muy extraña, aun más que el aceite de unción. El incienso es extraño porque sus tres especias: estacte, uña aromática y gálbano, son raras. Incluso estas palabras no son comunes. Son palabras peculiares usadas para referirse a cosas inhabituales.

  Hace más de veinte años, pasé mucho tiempo estudiando el incienso y sus ingredientes. Luego di mensajes sobre el incienso en dos ocasiones por lo menos. Algunos de estos mensajes fueron publicados en el libro “Cómo reunirse”. Leamos Exodo 30:34 “dijo además Jehová a Moisés: toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso”. En este versículo, el Señor se refiere a las especias aromáticas en dos ocasiones. El estacte, el primero de estas especias, es una resina usada como mirra pura, una mirra comestible. Hace años leí que esta clase de mirra puede ser usada como expectorante. Puede curar particularmente la garganta y reducir el exceso de saliva. Es una medicina . Las dos otras especias, la uña aromática y el gálbano aromático no son comestibles. De hecho son venenosas. El gálbano tiene un olor muy desagradable y aún venenoso. No obstante, el Señor indica que se trata también de una especia aromática. Más adelante veremos cómo este elemento desagradable y venenoso puede ser aromático.

LA ORACION QUE ASCIENDE A DIOS

  La mayoría de los cristianos, incluyendo a aquellos que llevan muchos años en el recobro del Señor, todavía no saben exactamente cómo orar de manera genuina. Es posible que no tengamos la experiencia de oración genuina. Le damos gracias al Señor porque a veces nuestra oración sí es genuina. No obstante, nuestras oraciones en general no han sido genuinas. Un porcentaje insignificante de nuestras oraciones ha sido genuino. En general, nuestras oraciones han sido naturales.

  El Antiguo y el Nuevo Testamento enseñan que el incienso representa nuestra oración. En los Salmos, la oración de los santos es comparada al incienso que ofrecen a Dios y que sube a El (Sal. 141:2) En realidad, el incienso debe ascender en lugar de servir de ofrenda. A menudo hablamos de una oración ofrecida al Señor. Estrictamente hablando, esta interpretación no es bíblica. La Biblia enseña que la oración no es una ofrenda, sino un incienso que asciende a Dios.

  Hemos visto que el tabernáculo incluye dos altares: el altar de bronce en el atrio y el altar de oro en el Lugar Santo. El altar de bronce servía para quemar ofrendas, sacrificios, sobre él se presentaban las ofrendas a Dios. Por supuesto, algo ascendía efectivamente a Dios al quemarse las ofrendas sobre el altar de bronce en el patio.

  El altar de oro dentro del tabernáculo estaba cerca del arca en el Lugar Santísimo. No se presentaban ofrendas en este altar de incienso. No se podía presentar holocausto ni ninguna clase de ofrenda. Este altar servía solamente para quemar incienso a Dios. Por lo tanto, el incienso quemado en el altar de oro ascendía a Dios. Esta no es una ofrenda, sino algo que asciende. El incienso que asciende a Dios tipifica nuestra oración.

LA DULZURA DE LA ORACION GENUINA

  Dios no quería ver el incienso: lo quería oler. Esto indica que Dios huele nuestra oración en lugar de verla. ¿A qué huele su oración? Esta pregunta nos puede ayudar a ver que el incienso constituye una tipología más profunda, una tipología que no podemos entender simplemente con la doctrina o la enseñanza. Podemos entender esta tipología solamente con nuestra experiencia.

  El ungüento y el incienso son Cristo mismo. La venida de Dios a nosotros es Cristo, y nuestra oración que asciende a El también es Cristo. La unción proviene de Dios y pertenece también a Dios, pero en realidad es Dios mismo. Ya dijimos que la unción es como una pintura. Así como pintamos una pared, Dios nos unge consigo mismo. El nos “pinta” consigo mismo como pintura divina. Cuando Dios nos unge consigo mismo como ungüento, El se aplica a nosotros y entra en nosotros. En otras palabras, cuando Dios nos unge consigo mismo, El es añadido a nosotros. Su elemento divino es añadido a nuestro ser así como la pintura es añadida a una pared. Esta unción es la venida de Dios.

  Ahora debemos darnos cuenta de que nuestra oración es nuestra partida a Dios en Cristo. Además, nuestra oración es en realidad un asunto de ir a Dios como Cristo porque el incienso es Cristo. ¿En qué consiste la oración genuina? La oración genuina es Cristo. Esta clase de oración, que es en realidad Cristo, es nuestra ida a Dios. No es simplemente nuestra partida a Dios por medio de Cristo y con Cristo. La unción nos suministra a Dios para que participemos del elemento divino. El incienso es nuestra ida a Dios con Cristo en oración para el disfrute de Dios. Dios recibe Su alimento en el altar del atrio pero lo que satisface a Dios y lo hace feliz es el aroma que asciende del altar del incienso. Dios no desea solamente el alimento que satisface Su apetito, sino también un aroma agradable que lo complazca.

  Día tras día podemos comer alimentos sanos y nutritivos, pero a veces esta comida carece de sabor. A menudo la gente no va a un restaurante para disfrutar una comida nutritiva, sino para saborear una comida de buen sabor. A los niños particularmente les gusta comer cosas de buen sabor. Dios tiene también un sentido de sabor y de olor. No se piense que Dios es demasiado majestuoso para disfrutar de un aroma agradable. Dios no solamente come; El disfruta también de un aroma agradable.

  En el altar de bronce, ofrecemos Cristo a Dios como comida. El holocausto, la ofrenda y el sacrificio por la paz tipifican a Cristo como comida que ingiere Dios. Cuando ofrecemos Cristo a Dios como sacrificio por la paz, Dios puede comer. No obstante, debemos recordar que Dios disfruta también el sabor y el olor.

  A muy pocos cristianos les interesa oír eso. Los cristianos que buscan sinceramente al Señor sí tienen el deseo de conocer estas cosas. Si usted no está buscando al Señor, no tendrá interés por los mensajes sobre el incienso. Estos mensajes no le agradarán. Por el contrario, a los verdaderos buscadores les gustará ciertamente oir algo acerca del incienso. Les interesará saber lo que es un olor agradable para Dios. Puedo testificar que la oración genuina es dulce.

  En los dos altares: el altar de bronce y el altar de oro, vemos el alimento y el disfrute de Dios. El altar del atrio es más grande que el altar del Lugar Santo. El altar del atrio está hecho de bronce y el altar del Lugar Santo está hecho de oro. Además, el altar del incienso es más fino que el altar del holocausto en bronce. Sobre el altar de bronce había mucha madera y por consiguiente, un montón de cenizas. En cambio, en el altar del incienso ardía solamente una pequeña llama y las cenizas eran muy escasas. Este altar no sirve para nutrir, sino para aromatizar y satisfacer. El altar del incienso tiene un solo propósito: que un aroma agradable ascienda a Dios para Su disfrute. Así debería ser nuestra oración.

  En nuestro himnario tenemos un corto himno sobre el tráfico de doble sentido entre Dios y nosotros y entre nosotros y Dios. Leamos la última estrofa de este himno sobre el ungüento y el incienso:

  Cristo, como la unción, Es nuestra bendición; Mas Cristo para Dios, Incienso es. Nos trae la santa unción; A Cristo por porción; Mas como incienso El Asciende a Dios. Cristo el ungüento Se experimenta, Luego se quemará Como el incienso a Dios, Cristo en la oración, Precioso para Dios, Ascenderá.

  (Himnos #125)

  Este himno expresa muy bien la carga de este mensaje. Mi carga consiste en mostrarles el tráfico divino y ayudarles a ver que Dios viene a nosotros por medio de Cristo y que nosotros vamos a Dios en Cristo y por medio de El. De hecho, la venida de Dios es Cristo y nuestra ida a Dios también debe ser Cristo.

  Debemos quedar impresionados con el hecho de que nuestra ida a Dios es nuestra oración. Quizá usted no piense que nuestra ida a Dios es nuestra oración y que esta oración debe ser Cristo mismo.

CRISTO ES NECESARIO PARA LA ADMINISTRACION DE DIOS

  En uno de los mensajes sobre el altar del incienso, señalamos que el altar del incienso es el centro administrativo del plan de Dios. El tabernáculo con el atrio revela el plan de Dios, la economía de Dios. Este plan, esta economía, es llevada a cabo por medio de una administración. El altar del incienso es el centro de la administración de Dios, la “cede de gobierno” divino. Todo lo demás en el tabernáculo y en el atrio sirve para el altar del incienso. Esto significa que el altar de bronce sirve para el altar de oro. Además, el candelero, la mesa de los panes de proposición y aun el arca están destinados a altar de oro, del incienso.

  Nuestra experiencia comienza en el altar de holocausto, el altar de bronce en el atrio. Luego pasamos a la mesa de los panes de proposición, al candelero y al arca. Después de haber ido al arca, llegamos a este centro administrativo para quemar el incienso. El incienso que quemamos en este altar es Cristo mismo. Por consiguiente, el incienso que asciende a Dios es nuestra ida a Dios en Cristo. Este asunto es profundo. Significa que nuestra partida correcta a Dios es Cristo para la administración de Dios.

  La experiencia es lo único que puede dar significado a un asunto tan profundo como el incienso. Cuando su experiencia alcance este nivel, usted verá que su experiencia es descrita perfectamente por la tipología del incienso en Exodo 30. Usted va a Dios en oración y su oración es su ida a Dios. Además, esta ida a Dios es Cristo. Esta es su oración, una fragancia de olor agradable para Dios. La oración que asciende a El como fragancia de óleo agradable es la administración de Dios y lleva a cabo el plan de Dios. Dios no tiene otra posibilidad de llevar a cabo Su economía.

  Si persistimos en buscar al Señor, nuestra experiencia finalmente nos permitirá tomar conciencia de que nuestra oración es simplemente Cristo mismo. Nuestra oración es Cristo y es también nuestra ida a Dios en Cristo, con El y aun como El mismo. Esta clase de oración no solamente satisface a Dios con una fragancia de olor agradable sino que lleva a cabo simultáneamente la administración de Dios.

EL CAMINO AL ALTAR DEL INCIENSO

  En el Antiguo Testamento, los sacerdotes debían presentarse forzosamente al altar antes de iniciar su servicio en el tabernáculo. En ese punto, los sacerdotes tenían dos necesidades: la sangre purificadora y los alimentos nutritivos. El altar de bronce en el atrio satisfacía estas dos necesidades de los sacerdotes. La sangre los lavaba de sus pecados y la carne los nutría. Cuando llegaban a este altar, estaban impuros y vacíos. Exteriormente, estaban contaminados e interiormente, estaban vacíos. Por tanto, necesitaban que la sangre derramada sobre el altar los limpiara de su contaminación y que la carne de las ofrendas satisficiera su hambre.

  Después de ser purificados y alimentados en el altar, los sacerdotes podían proseguir. Esto significa que el suministro del altar de bronce los equipaba y los calificaba para entrar en el tabernáculo. Podían venir espontáneamente a la mesa de los panes de proposición y recibir un suministro de vida abundante. Esto indica que debemos comer continuamente. No comemos una vez por todas. El altar de bronce tiene una clase de comida y nuestra comida continúa en la mesa de los panes de proposición.

  El suministro de vida en la mesa de los panes de proposición llevaba a los sacerdotes al candelero donde recibían luz. El suministro de vida siempre produce luz. Si no comemos en la mesa de proposición, estaremos en las tinieblas, pero la comida en esta mesa nos conduce al candelero. Eso significa que en nuestra experiencia, esta alimentación produce luz. Muchos de nosotros hemos experimentado esto. Temprano por la mañana, ofrecemos Cristo como nuestro sacrificio por el pecado y nuestro sacrificio por la ofensa. Esto sucede en el altar de bronce del patio, donde somos purificados y alimentados. Esto nos fortalece para seguir disfrutando a Cristo en la mesa de los panes de proposición, donde lo tomamos a El como nuestro suminsitro de vida. El suministro de vida siempre nos lleva a la luz. La cantidad de luz que recibimos depende de la cantidad de suministro que disfrutamos.

  La luz que recibimos delante del candelero nos guía hacia el arca. Allí en el arca, tenemos contacto con Dios y estar en Su nos conduce al altar de oro del incienso, el lugar donde oramos.

  Cuando estamos en presencia de Dios, Su presencia nos lleva al altar del incienso. En otras palabras, nos lleva a la oración. Todo aquel que entre en la presencia de Dios orará espontáneamente; nadie puede rechazar la oración. Cuando oramos, ya no estamos en el arca, sino en el altar del incienso.

  Ya mencionamos que el altar del incienso está muy cerca del arca. En cuanto al incienso, Exodo 30:36 dice: “Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti”. ¿Qué es el testimonio? El testimonio es la ley contenida en el arca. Por esta razón, el arca es llamada el arca del testimonio. El versículo 36 indica que el altar del incienso está directamente en frente del arca. Un velo separaba el arca del altar del incienso, pero estaban muy cerca de todos modos. La Biblia relata que a veces el altar del incienso se encontraba dentro del velo. La cercanía del arca con el altar de incienso indica que la oración que es Cristo mismo proviene de nuestro contacto con Dios. También podemos afirmar que es el resultado de estar en presencia de Dios.

  Si deseamos entrar en la presencia de Dios, debemos ir primeramente al altar de bronce. Luego debemos pasar tiempo en la mesa de los panes de proposición y el candelero. El candelero nos guiará finalmente al arca, donde Dios se reúne con nosotros sobre la cubierta de propiciación. Allí estaremos en presencia de Dios. Estar en Su presencia tiene un resultado: la oración que es Cristo ascendiendo a Dios como incienso.

  Si su experiencia no ha alcanzado este nivel, esta palabra le parecerá extraña y no entenderá lo que estoy diciendo. Pero si usted ha experimentado algo, entenderá mi palabra y se sentirá muy bien al respecto, sabiendo que es verdadera.

UN PANORAMA DEL TRAFICO EN AMBAS DIRECCIONES

  ¿Ha prestado atención alguna vez a los cuadros que presenta Exodo 30 acerca del ungüento y el incienso? Estos cuadros tienen un significado tremendo. Representan un tráfico en ambas direcciones, la venida y la ida. Como hemos dicho, la unción viene a nosotros y el incienso va a Dios. Cristo como el Espíritu que viene a nosotros es el ungüento y Cristo que asciende de nosotros a Dios es el incienso. El ungüento viene hacia nosotros y el incienso va hacia Dios. El ungüento sirve para nuestro disfrute y el incienso para el disfrute de Dios. No debemos pensar que el incienso es para nuestro propio disfrute. Si tratamos de disfrutarlo, seremos cortados. Exodo 30:38 habla claramente al respecto: “cualquiera que hiciere otro como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo”. El incienso es exclusivamente para Dios. No obstante, existe un disfrute para nosotros, el cuál es el ungüento, el Espíritu compuesto. Hemos dado énfasis al hecho de que los sacerdotes y todas las partes del tabernáculo fueron ungidos con el ungüento. Esta es nuestra porción. El ungüento es Cristo como nuestra porción y el incienso es la porción de Cristo para Dios.

  En nuestra experiencia, no deberíamos tener un tráfico de un solo sentido. Esto significa que no debemos tener solamente la venida de Cristo a nosotros sino también el regreso de Cristo a Dios. Necesitamos un tráfico en ambas direcciones: la venida de Dios a nosotros por medio de Cristo y nuestra ida a Dios por medio de El. Debemos completar el circuito quemando incienso. Por lo tanto, necesitamos el ungüento de unción y también el incienso. Dios nos unge con el ungüento y quemamos el incienso para Dios. En los dos próximos mensajes, estudiaremos detalladamente los elementos del incienso.

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