Mensaje 168
(2)
Lectura bíblica: Éx. 30:34-38
En el mensaje anterior, vimos el tráfico en ambas direcciones entre Dios y nosotros, descrito por el ungüento y el incienso. El ungüento tipifica a Dios que viene a nosotros en Cristo y por medio de Cristo para nuestro disfrute. El incienso representa nuestra ida a Dios por medio de Cristo en oración para Su satisfacción. En este mensaje, empezaremos a considerar los elementos del incienso.
Vemos los números tres, cuatro y cinco en el aceite de la unción y también en el incienso. Ambos describen al Dios Triuno y en ellos vemos la divinidad, la humanidad, la mezcla de la divinidad con la humanidad y la muerte y resurrección de Cristo.
En los mensajes sobre el aceite de la unción, mencionamos que éste consta de cuatro especias, pero la cantidad de estas especias era tres unidades de quinientos siclos cada una. La unidad del medio, formada por la canela y el cálamo, se dividía en dos partes de doscientos cincuenta siclos cada una. Por tanto, el aceite de la unción consta de cuatro especias, de tres unidades solamente. Estas tres unidades representan al Dios Triuno. Lo vemos claramente en el hecho de que la unidad del medio representa al Hijo “dividido” en la cruz. El incienso consta de tres especias en lugar de cuatro. Como veremos, esta tres especias del incienso representan también al Dios Triuno.
El incienso se preparaba de tres clases de especias: el estate, la uña aromática y el gálbano, con incienso puro. Los números e ingredientes muestran que son tres en uno, es decir, tres clases de especias con incienso puro. La construcción gramática del versículo 34 nos enseña que las tres especias forman un solo grupo, mientras que el cuarto ingrediente, el incienso puro, forma una categoría por sí solo. Aquí tenemos tres más uno, es decir cuatro. Tres es el número del Dios Triuno y cuatro el número de la criatura, el ser humano usado en un sentido positivo. Esto significa que el Dios Triuno se convierte en ser humano. La divinidad es introducida en la humanidad. Por supuesto, esto se refiere a Jesucristo. El es Dios mismo haciéndose Hombre; El es la divinidad introducida en la humanidad.
Estos cuatro ingredientes están mezclados y compuestos en un solo incienso. Por consiguiente, vemos a Dios mezclado con el hombre, Dios compuesto con el hombre, la divinidad mezclada y compuesta con la humanidad para producir el incienso.
Leamos Exodo 30:34 “Dijo además Jehová a Moisés: toma especias aromáticas, estacte y uña aromática e incienso puro; de todo en igual peso”. La primera especia, el estacte y la tercera, el gálbano, son gomas producidas por los árboles. La especia del medio, la uña aromática, es la cáscara de un pequeño animal. El orden de estas tres especias es muy significativo. La posición de la uña aromática es muy importante; no es la primera nui la última, sino la del medio.
Como mencionamos repetidas veces en mensajes anteriores, la vida de Cristo contiene dos factores: la vida regeneradora o productiva, representada por la vida vegetal y la vida redentora, representada por la vida animal. Podemos ver los dos aspectos de la vida de Cristo en el evangelio de Juan. Según Juan 12:24, Cristo es el grano de trigo que cae al suelo, muere y produce mucho fruto. Esta es la vida vegetal, una vida que genera y produce. Sin embargo, la vida animal sirve para la redención, pues se trata de una vida que puede ser aniquilada y puede derramar sangre. En Juan 1:29, vemos la vida redentora de Cristo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Cristo es el Cordero crucificado para nuestra redención. Por tanto, Cristo posee la vida generadora y también la redentora. Como Cordero de Dios, Cristo posee la vida representada por la vida animal y como grano de trigo, El posee la vida representada por la vida vegetal. La vida animal sirve para redimir y la vida vegetal para generar, producir.
Nuestra redención exigía que el Segundo de la Deidad, en el aspecto de la vida animal representada por la uña aromática, fuese sacrificado por nosotros. El Señor Jesús fue este Redentor. Como Segundo de la Deidad, El cumplió la redención por nosotros. Esta es la razón por la cual la segunda especia, no la primera ni la tercera, posee la vida animal. Por tanto, la uña aromátic, representa al Segundo de la Trinidad, quien fue crucificado para nuestra redención. Ni el Padre ni el Espíritu murieron para llevar a cabo la redención. El Hijo fue el que derramó Su sangre en la cruz para redimirnos. Por consiguiente, las tres especias con la uña aromática en el medio nos proporcionan otra descripción del Dios Triuno.
¿Dónde vemos la humanidad representada por los ingredientes del incienso? La humanidad es indicada por el número cuatro implícito en el versículo 34. Allí tenemos tres especias y el incienso puro, o sea un total de cuatro ingredientes. Hemos visto que en la Biblia, el número cuatro representa la criatura, la humanidad. Por lo tanto, los cuatro ingredientes usados en la composición del incienso representan la humanidad.
Podemos ver también la resurrección de Cristo en el incienso. La resurrección de Cristo es representada en el ungüento por el cálamo y la casia y en el incienso por el incienso puro. Por lo tanto, vemos la muerte y la resurrección de Cristo en el ungüento y también en el incienso.
Vemos al Dios Triuno, a la divinidad, humanidad, muerte y resurrección de Cristo en el ungüento y en el incienso. En ambos, vemos la divinidad mezclada con la humanidad, también vemos al Dios Triuno en el hombre pasando por la muerte y saliendo en resurrección. Y en ambos vemos los números tres y cuatro representando la divinidad y la humanidad. Con el incienso, las tres especias representan la muerte de Cristo para generar y redimir y el incienso puro representa Su resurrección. Esto significa que en el incienso vemos un cuadro de la persona maravillosa de Cristo. El incienso es Cristo mismo con todo el proceso por el cual El ha pasado y con todo lo que El ha cumplido.
Vemos un principio casi idéntico en la composición del aceite de la unción y en el incienso. No obstante, el aceite de la unción es destinado a la venida de Dios a nosotros y el incienso a nuestra ida a Dios. En la unción, vemos la Trinidad, la divinidad, la humanidad y la muerte y resurrección de Cristo. En el incienso, tenemos también la Trinidad, la divinidad, humanidad, muerte y resurrección de Cristo.
Finalmente vemos el número cinco en el aceite de unción y también en el incienso. En el ungüento, las cuatro especias se mezclan con aceite de oliva para darnos el número cinco, pero en el incienso se añade sal a los cuatro elementos, las tres especias y el incienso puro, para dar el número cinco. En el ungüento, el elemento que mezcla es el aceite y en el incienso, es la sal. Esto significa que la venida de Dios a nosotros nos unge y nuestra ida a Dios nos atempera.
¿Por qué abunda el aceite y no la sal en la venida de Dios a nosotros? La razón es sencilla: con Dios no existe nada impuro. El viene a nosotros desde una fuente pura. Sin embargo, nuestra fuente está llena de impurezas. Por tanto, nuestra ida a Dios exige la sal en lugar del aceite. La sal es una substancia pura aun cuando se encuentre en un lugar sucio. La sal es una de las substancias más puras en la tierra. La mezcla de los cuatro elementos del incienso con sal indica que nuestra oración debe ser totalmente salada para matar todos los “gérmenes” y purificarnos. El elemento salado es también el elemento que mezcla nuestra oración. ¡Alabado sea el Señor porque El no viene a nosotros con sal! Su venida a nosotros con sal en lugar de aceite sería muy desagradable, pero le damos gracias porque somos salados, condimentados y atemperados cuando vamos a Dios.
En la vida de iglesia actual, todos necesitamos ser salados. De otro modo habría tensiones y controversia entre nosotros. En especial los ancianos deben ser particularmente salados. Todo aquel que sirve como anciano debe resignarse a ser salado. El anciano es parecido al pescado fresco colocado en un envase con mucha sal. Ser anciano equivale a estar en un envase lleno de sal. Ancianos, tengan la seguridad de que serán más atemperados.
Hace poco tuvimos una conferencia en Anaheim para los santos de habla chino. Observé que los servidores necesitaban ser atemperados cuando se preparaban para esta conferencia. Los que llevaban la delantera entre ellos lo confirmarían voluntariamente. Debemos ser atemperados porque sin sal no podemos tener el incienso aromático que asciende a Dios.
Muchos de nosotros podemos testificar que necesitamos ser salados en nuestra vida matrimonial también. Si usted no se ha casado, se parece a un pedazo de pescado fresco, pero después de casarse, empezará a ser inmediatamente salado, aun en su luna de miel. Ser salado es algo muy bueno. Si el pescado no en la vida matrimonial necesitamos ser atemperados de esta manera. Mientras uno está soltero es como un pescado fresco. Sin embargo, en cuanto se casa comienza a ser atemperado, es posible que aun durante la luan de miel. Es muy positivo el ser salado. Si no se condimenta el pescado en pocos días comienza a oler mal. Pero, si se sazona , éste conserva su buen sabor por largo tiempo. Del mismo modo, al ser salado en su vida matrimonial usted mantendrá un buen sabor. Hermanos, ¿quieren ser buenos maridos? Entonces deben ser salados. Hermanas ¿desean ser buenas esposas o agresivas? Las hermanas agresivas no han sido saladas. Si usted desea ser una esposa agradable, debe ser salada. Si una hermana es salada durante muchos años en su vida matrimonial, llegará a ser agradable.
Todos debemos ser salados. No podemos ir a Dios sin sal. La sal es la sal del pacto eterno de Dios. En más de una ocasión, el Antiguo Testamento nos exhorta a recordar la sal del pacto del Señor (Lv. 2:13; Nm. 18:19). La sal usada en la mezcla del incienso está relacionada con la sal del pacto de Dios. Este es el punto principal: si queremos experimentar la vida cristiana de una manera fina, debemos ver que nuestra oración debe ser totalmente salada.
¿Cuál es elemento que nos sala? Este elemento es la cruz. La venida de Dios a nosotros no depende de la operación cotidiana de la cruz. Por el contrario, Su venida se hace totalmente en el aceite, en el Espíritu. No obstante, nuestra ida a Dios requiere la cruz. Necesitamos la cruz continuamente. Esta sal representa la cruz de Cristo, Su muerte aniquiladora. Debemos experimentar la muerte aniquiladora de Cristo en nuestra oración. Puedo testificar que he adquirido mucha experiencia al respecto. No puedo orar con una motivación, intención y corazón impuros. Tampoco puedo orar con un espíritu manchado por algún prejuicio. Si deseo orar, mi espíritu debe estar libre de prejuicios y mi motivación e intención deben ser puras. Ser puro de esta manera requiere la sal, la cruz.
Los jóvenes saben que es muy difícil orar si cometen pecados. No obstante, mientras creamos en el Señor y alcancemos un nivel más elevado en la vida espiritual, nos daremos cuenta de que el menor prejuicio en nuestra espíritu puede impedir una oración genuina. El pecado no es lo único que entorpece su oración. El menor prejuicio en su espíritu puede constituir un impedimento para la oración. Quizá usted pueda orar con un prejuicio en su espíritu pero en su interior usted se dará cuenta de que de su oración no va conforme al deseo del Señor. No me atrevo a afirmar que el Señor no contestará la oración de un espíritu manchado por un prejuicio, pero puedo asegurar que no es la clase de oración que El anhela.
Sé también que esta oración no tiene un aroma agradable para El. Por el contrario, el olor de esta clase de oración le resulta muy agresivo. A menudo nuestra oración ha sido francamente ofensiva y desagradable para el olfato del Señor. Creo que los santos experimentados pueden confirmar esta palabra con un amén. Saben por experiencia que la oración procedente de motivos impuros o de prejuicios en nuestro espíritu es agresiva para el Señor.
Ahora debemos entender perfectamente que la venida de Dios a nosotros requiere el Espíritu, el aceite, pero nuestra ida a Dios necesita la cruz, la sal. El aceite y la sal son elementos mezcladores. El aceite mezcla el ungüento para que Dios venga a nosotros y la sal mezcla el incienso para que vayamos a Dios. Nuestra oración debe estar en el Espíritu. Sin embargo, la biblia describe claramente que la primera necesidad de nuestra oración es la cruz. ¿Desea orar? Cuando usted está a punto de orar, necesita que la cruz le sea aplicada. Su ser natural, su manera natural, sus pensamientos naturales, sus deseos naturales, su preferencia natural, su elección natural, deben ser crucificados.
Usted probablemente no se de cuenta de la cantidad de elementos impuros y sucios que encierra su ser. Hay impurezas en su mente, en sus emociones y en su voluntad. Puede haber mucha contaminación en su amor y en su odio. Por consiguiente, su oración puede reflejar elementos impuros. Esto significa que las impurezas o contaminación pueden ser expresadas aun en su oración. Podemos comparar la oración de algunas personas con una erupción volcánica; destapa muchas cosas impuras. Esas personas sienten que oran a Dios, pero en realidad están sacando muchas impurezas de su ser interno.
Cuando hablo de nuestra necesidad de ser salados, no estoy diciendo que no necesitamos el Espíritu en nuestra oración. Sí necesitamos el Espíritu, pero no es nuestra necesidad prioritaria. Nuestra principal necesidad es la cruz, la sal. Primordialmente necesitamos el aceite para disfrutar a Dios. Cuando Dios llega a nosotros para ser nuestro disfrute, El debe ser el aceite, el Espíritu. Por tanto, es necesario que Dios mismo sea el aceite. De otro modo, no tendríamos ninguna posibilidad de disfrutarle. Pero necesitamos mucha sal para ir a Dios en oración. Necesitamos ser completamente salados.