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Mensaje 172

LA RELACION DEL SABADO CON LA ERECCION DEL TABERNACULO

  Lectura bíblica: Éx. 31:12-17

  Después de un largo relato acerca de la edificación de la morada de Dios, hemos repetido el mandamiento acerca de la observancia del Sábado, en Exodo 31:12-17. Todos sabemos que la observancia del día de sábado es uno de los diez mandamientos (el cuarto). Analicemos por qué este mandamiento específico viene repetido, después de la plena revelación acerca de la morada de Dios.

  El versículo 18, que termina el capítulo treinta y uno, nos revela que el Señor entregó a Moisés dos tablas del testimonio, tablas de piedra, que El escribió con Su dedo. Este versículo concluye una larga sección que empezó desde el capítulo veinte. Cuando el Señor pidió a Moisés que subiera al monte, El le dio primeramente la ley. Luego El le reveló a Moisés la edificación de Su morada en la tierra. Esta sección presenta el diseño del tabernáculo, su mobiliario y una plena revelación acerca del sacerdocio, así como un relato con respecto a los constructores del tabernáculo. Después de todo eso El Señor repite el requisito de la observancia del Sábado.

  Los seis versículos acerca de la observancia del día de sábado se encuentran en Exodo 31:12-17, y están intercalados entre los versículos 11 y 18 de este capítulo. ¿Cuál es la razón de esta inserción? En este mensaje, debemos ver primeramente la razón por la que se repite el relato del día de sábado después de la exhortación a erigir el tabernáculo (véase 20:8-11).

  Esta inserción acerca del día de sábado sigue inmediatamente la exhortación a erigir el tabernáculo. Esto indica que el Señor pide a los constructores, a estos obreros, que aprendan cómo descansar con El. No debían obrar ni olvidar el descanso con el Señor. Por consiguiente, al exhortarles a edificar Su morada, El Señor les recordaba que mientras ellos trabajaban, debían aprender cómo descansar con El. Si sólo sabemos como trabajar por el Señor sin saber cómo descansar con El, estamos actuando de manera opuesta al principio divino.

  El día de sábado ha sido el tema de muchos debates entre los cristianos, y particularmente el día en que se debe observar este sábado: ¿el séptimo o el octavo día? Los adventistas del séptimo día insisten en el hecho de observar el sábado el séptimo día. En realidad, el principio del Sábado no tiene nada que ver con la observancia de un día específico. El principio del sábado es éste: cuando trabajamos con El Señor debemos aprender a descansar con El.

EL SIGNIFICADO DEL SABADO

  Algunos piensan que el sábado significa simplemente dejar de trabajar. Este no es el verdadero significado del sábado en la Biblia. La Biblia enfatiza el hecho de que Dios descansó en el séptimo día. Leamos Génesis 2:2 “y acabó Dios en el séptimo día la obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo”. El libro de Génesis revela que el sábado es el séptimo día para Dios, pero el primer día para el hombre. En seis días Dios creó los cielos, la tierra y todo lo que el hombre necesitaba para su existencia a fin de cumplir el propósito de Dios. El hombre fue creado en el sexto día, después de que fueron hechas todas las cosas. Esto significa que al salir de la mano creadora de Dios, el hombre iba a empezar su primer día, el cuál era el séptimo día de Dios. Por tanto, el séptimo día para Dios fue el primero para el hombre. Esto significa que Dios consideraba el sábado como un descanso después del trabajo, y que el hombre empezaría a descansar antes de iniciar su labor. Primero Dios trabajó seis días y luego descansó el séptimo día, pero el hombre descansó en su primer día y luego empezó a trabajar.

Dios fue refrescado

  Estoy contento de que Exodo 31:17 nos revele que “en el séptimo día, El descansó y fue refrescado (hebreo)”. Esto indica que el sábado no fue solamente un descanso para Dios sino también un tiempo de refrigerio. Génesis y Exodo declaran que Dios descansó en el séptimo día, pero Exodo 31:17 añade las palabras “y fue refrescado” (en el original hebreo). Esto revela que aún Dios necesita ser refrescado.

  Una cosa es descansar y otra cosa más profunda es ser refrescado. Nuestro descanso no involucra nada particular. Podemos sentarnos o acostarnos, pero el refrigerio requiere algo de comer o de beber. A menudo nos referimos a los alimentos o a las bebidas como algo que nos refresca. El punto es éste: si deseamos ser refrescados, necesitamos algo refrescante. Pasa lo mismo con Dios. Dios necesita que algo lo refresque. ¿Sabe usted lo que refresca a Dios? ¿Qué puede refrescar a Dios? Quizá usted haya leído Exodo 31 muchas veces sin quedar impresionado por el hecho de que Dios debe ser refrescado. Puedo testificar que he explicado el libro de Exodo más de una vez, pero hace muy poco que he visto el significado de la palabra “refrescado” en Exodo 31:17. La Biblia revela que después de terminar Su obra de creación, Dios descansó y fue refrescado. ¿Sobre qué descansó Dios? El descansó sobre Su creación. Ilustremos eso y supongamos que un artesano pase mucho tiempo haciendo una silla muy especial. Cuando se termina un trabajo, él quizá descanse sobre la silla que El hizo, disfrutándola y meditando al respecto. A menudo he experimentado esta clase de descanso después de completar mis escritos. Cuando acabo de escribir algo, a veces miro lo que escribí y lo disfruto. Disfruto particularmente la luz que recibo del Señor a través de Su palabra. Del mismo modo, las hermanas que confeccionan su propia ropa disfrutarán de un buen descanso después de confeccionar una prenda. En el mismo principio, Dios descansó después de crear al hombre. El pudo contemplar Su obra: los cielos, la tierra, y todas esas cosas vivientes, particularmente el hombre, y decir: “¡Bien hecho!” Entonces Dios pudo descansar y ser refrescado.

  ¿Qué pudo refrescar a Dios? Dios fue refrescado por el hombre. El hombre fue el refrigerio de Dios. Dios amaba al hombre. El lo creó a Su imagen con un espíritu para que el hombre pudiese tener comunión con El. Por lo tanto, el hombre fue el refresco de Dios.

  En Génesis 2:18, Dios dijo: “no es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Esta palabra tiene un significado en tipología e indica que no era bueno que Dios estuviera solo. Antes de crear al hombre, Dios podía ser comparado a un soltero. Algunas personas nos criticarán por aplicar la palabra soltero a nuestro Dios santo, pero creo que Dios está contento de oir esta palabra que usamos acerca de El. Quizá Dios diga: “hijo mío, esta palabra toca Mi corazón. Es cierto que Yo era soltero antes de crear a la humanidad”. La Biblia revela que en la eternidad pasada, Dios era “soltero”, pero en la eternidad futura, El tendrá una esposa, la nueva Jerusalén, llamada la esposa del Cordero (Ap. 21:9-10). Por tanto, me atrevo a usar la palabra soltero acerca de Dios porque la Biblia revela que la nueva Jerusalén es la esposa del Cordero.

  Cuando Dios vio al hombre que El creó, El pudo descansar y ser refrescado. El hombre se parecía a un refrigerio que satisfacía la sed de Dios. Cuando Dios terminó Su obra y empezó a descansar, El tenía al hombre por compañero. El séptimo día fue un día de descanso y de refrigerio para Dios. No obstante, el primer día fue un día de descanso y de refrigerio para el hombre, compañero de Dios. El primer día del hombre fue un día de disfrute.

Un principio divino

  Vemos un principio divino: Dios no pide que trabajemos antes de disfrutar. Primero Dios nos proporciona el disfrute, y después de disfrutar plenamente Su presencia, podemos trabajar juntamente con El. Si no sabemos como tener disfrute con Dios y disfrutarlo a El mismo, no sabremos cómo trabajar con El. No sabremos cómo ser uno con Dios en Su obra divina.

  Enfatizamos el asunto de trabajar con Dios y no trabajar para Dios, con nuestros propios esfuerzos. Definitivamente debemos trabajar para Dios y aún por Dios, pero la Biblia revela que el trabajo con Dios no es suficiente. Debemos ser uno con Dios en Su obra. Esto requiere que lo disfrutemos a El. Si no sabemos cómo disfrutar a Dios y ser llenos de Dios, no sabremos cómo trabajar con El, cómo ser uno con El en Su trabajo .

  Podremos encontrar una buena ilustración de este principio en el Nuevo Testamento. El ministerio de los apóstoles en el Nuevo Testamento empezó con el disfrute que recibieron el día de Pentecostés. Los discípulos dejaron de trabajar seis días y luego disfrutaron al Señor el día de Pentecostés. El Señor les había pedido que esperasen la venida del Espíritu sobre ellos para llenarlos. Junto con el Espíritu, ¿qué llenó a los discípulos? Sin duda, estuvieron llenos del disfrute del Señor. Al ver este disfrute, algunas personas pensaban que estaban embriagados con vino. En realidad estaban llenos del disfrute del vino celestial. Una vez llenos de este disfrute, empezaron a obrar con Dios. Esta es la manera de obrar con Dios, en unidad con El. Cuando Pedro se levantó con los apóstoles para predicar el evangelio y laborar por Dios, todos eran uno con Dios en Su obra.

  El día de Pentecostés era el primer día de la semana. Pentecostés denota el cincuentavo día después de un período de siete semanas, o de cuarenta y nueve días. Levítico 23 nos enseña que el día de Pentecostés venía cincuenta días después de la fiesta de las primicias. Esto significa que Pentecostés era el primer día de la octava semana. Por lo tanto, en el día de Pentecostés vemos el principio del primer día.

  El día de descanso siempre fue el primer día para el hombre. El sábado del Antiguo Testamento muestra que el día de descanso del hombre era su primer día. Del mismo modo, el Nuevo Testamento enseña que el octavo día, el día de descanso para el hombre, era también el primer día.

  Según el principio del Antiguo Testamento, el día de descanso del hombre viene después del fin de la obra de Dios. El hombre no descansa después de terminar su propia obra; él descansa después del fin de la obra de Dios, y la disfruta. Dios obra, y el hombre disfruta. El hombre disfruta lo que Dios ha cumplido en Su obra.

  En el momento de su creación, el hombre necesitaba respirar aire y beber agua. Dios había creado la expansión, la atmósfera, en el segundo día porque El sabía que el hombre no podía vivir sin aire. El también preparó el agua y los alimentos para el hombre. Esta la razón por la cuál el séptimo día fue un día de descanso para Dios: El había trabajado durante seis días para que el hombre tuviese todo listo para Su disfrute. Cuando el hombre salió de la mano creadora de Dios, su primer día fue el séptimo día de Dios. Por lo tanto, él tenía disfrute con Dios, vivía con Dios, caminaba con Dios y finalmente estaba listo para trabajar con Dios. Dios lo colocó en el jardín del Edén para labrarlo y guardarlo (Gn. 2:15). Quizá Adán haya cuidado el jardín seis días más después de disfrutar el descanso con el Señor en su primer día. El día siguiente, el octavo día, inició un nuevo ciclo y por lo tanto fue un primer día. En ese día él descansó nuevamente con Dios. Este ciclo se repetiría con intervalos de descanso y de trabajo. Dios trabaja y descansa, pero el hombre primero descansa y luego trabaja.

  Dios volvió a hablar del sábado después de revelar el tabernáculo y su mobiliario, y seleccionar a los constructores según criterios específicos. Parece que Dios estaba diciendo: “No olvides Mi sábado. Aún cuando usted no trabaje por su propia cuenta, y labore por Dios, no debe usar eso como pretexto para trabajar continuamente. No se imagine que usted puede obrar continuamente porque edifica Mi morada. No debe ser así. Aún cuando ustedes laboran por Mi, en la obra de edificación del tabernáculo, ustedes deben llevar una señal indicando que son Mi pueblo y que me necesitan. Por tanto deben empezar por disfrutarme, luego podrán trabajar no solamente por Mí, sino también conmigo en unidad conmigo. Yo seré la fuerza de su trabajo y la energía de su labor, pero si ustedes trabajan por su propia cuenta, me insultarán. Deben laborar conmigo, por Mí y en unidad conmigo, en la edificación de Mi morada. Estaré muy contento si trabajan de esta manera, pero si intentan hacer una buena obra por Mí con tus propios esfuerzos, dejándome a un lado, me insultarás porque ésta es la señal del pueblo del diablo. Ustedes son Mi pueblo y deben llevar una señal indicando que me necesitan como su disfrute, fuerza, y energía. Podrán laborar por Mí cuando Yo sea su todo. Esta manera de trabajar me honra y Me glorifica. Eso significa que llevarán una señal indicando que son Mi pueblo”.

Una señal de unidad con Dios

  Todos debemos aprender la lección esencial acerca del Sábado. Cuando yo era joven, argumentaba con los demás acerca del día que debíamos observar como sábado: el octavo o el séptimo. Ahora puedo afirmar que esta clase de argumento es todo un desperdicio. El sábado significa que antes de trabajar por Dios, debemos disfrutarle y llenarnos de El. Después de disfrutar a Dios, y de llenarnos de El, tendremos la capacidad de obrar por El. Esta obra no la haremos nosotros, sino Dios mismo. Considere la situación de Pedro en el día de Pentecostés. Cuando Pedro se levantó para predicar el evangelio, no lo hizo por sí mismo. El predicó por este Dios que lo había llenado. En su predicación del evangelio, Pedro no estaba vacío. El predicó el evangelio por el Dios y Espíritu que lo llenaba. Por tanto, Pedro llevaba la señal de colaborador de Dios, y su predicación del evangelio honraba y glorificaba a Dios.

  La gente de este mundo se esfuerzan en sus labores. No llevan ninguna señal indicando que pertenecen a Dios, ni disfrutan a Dios, no descansan con Dios, ni laboran con Dios. Nuestra situación es totalmente distinta porque nosotros sí llevamos una señal. ¿Cuál es la señal que llevamos? Esta es la señal: descansamos con Dios, disfrutamos a Dios; y primero estamos llenos de Dios y luego laboramos con ese Dios que nos llena. Laboramos con Dios, y además laboramos en unidad con Dios.

  Puedo testificar que cada vez que me levanto para ministrar la palabra, lo único que pido al Señor es Su unidad conmigo en mi hablar. A menudo oro así: “Señor, en mi hablar deseo practicar la unidad contigo en el espíritu para que Mi hablar sea Tu hablar. Señor, habla Tú. Si Tú no vas a ser uno conmigo, no pronunciaré una sola palabra. Jamás hablaré si no llenas mi ser. Eso sería una blasfemia y un insulto para Ti. Señor, deseo hablar contigo y también ser uno contigo. Los oyentes deben sentir que Tú eres uno conmigo en mi hablar. Señor, mi hablar no solamente involucra el hecho de que yo soy un solo espíritu contigo, sino que Tú también eres un solo espíritu conmigo”. Si habláramos de esta manera, ¡qué honra y gloria sería para el Señor! Esta es la señal del sábado. En mi hablar siempre busco llevar una señal mostrando que mi Señor Jesús es mi sábado. El es mi descanso, mi refrigerio, mi energía, mi fortaleza, y mi todo para ministrar la Palabra.

  En Exodo 31:12-17, se exhorta a los constructores del tabernáculo a iniciar el trabajo después de descansar con el Señor y de recibir refrigerio. Entonces podían trabajar para El y con El. Esta obra no iba a continuar indefinidamente; tendrían periodos de seis días de trabajo y un día de descanso. Cada periodo inicia con un día de descanso, y continúa con seis días de trabajo. El siguiente periodo inicia nuevamente con un descanso y continua con el trabajo.

  Hemos dado énfasis varios puntos: el sábado es el séptimo día para Dios y el primer día para el hombre; Dios laboraba para el disfrute y descanso del hombre y el hombre disfrutaba lo que Dios había cumplido en Su obra, y eso le permitía trabajar con Dios. En su primer día, el hombre disfrutaba lo que Dios había realizado en los seis días anteriores. En los seis días siguientes, el hombre laboraba con Dios. Después de trabajar seis días, el hombre empezó a disfrutar nuevamente lo que Dios había cumplido, y luego él volvió a trabajar seis días más. Esto se parece a un ciclo. Este ciclo es una señal de que somos uno con Dios.

Un pacto eterno

  La observancia del sábado es también un acuerdo o un pacto. Al observar el sábado, mostramos que hemos firmado un acuerdo, un contrato, asegurando a Dios que seremos uno con El. Seremos uno con El disfrutándole primeramente y luego trabajando por El, con El, y en unidad con El. Este es un pacto eterno. No se aplica a una sola era, dispensación o generación. Se trata de un acuerdo eterno entre Dios y nosotros.

  Un pacto compromete más que un acuerdo, un acuerdo compromete más que una promesa, y una promesa compromete más que unas palabras. Dios desea que firmemos un contrato con El, asegurándole que a partir de ahora lo disfrutaremos a El y nos llenaremos de El antes de obrar por El, con El, y en unidad con El. Cuando firmamos este contrato con Dios y le damos a Dios la seguridad de que procuraremos observarlo, no debemos romper el contrato. Si quebrantamos nuestro acuerdo con Dios, El nos puede llevar a la corte celestial y reprendernos por no respetar nuestro contrato. Es importante que veamos el punto siguiente: la relación del sábado con la edificación del tabernáculo es una señal y también un pacto eterno, un pacto que no puede cambiar. Obrar por el Señor con nuestros propios esfuerzos, sin orarle, sin confiar en El, es algo muy grave. En realidad, necesitamos confiar en el Señor, y también tomarlo a El y disfrutarlo a El comiéndole. En el día de Pentecostés, Pedro no solamente confiaba en el Señor; él estaba lleno del Señor y aún lo bebía. ¿No cree usted que Pedro estaba bebiendo del Señor y lo comía mientras hablaba? Esto significa que mientras Pedro predicaba a Jesús, participaba interiormente de El. De hecho, El predicaba lo que había comido. El testificaba de lo que había disfrutado. Pedro había firmado el acuerdo con El Señor. Había hecho un pacto con El. Ambas partes, el Señor y Pedro, debían cumplir su parte del contrato. Si Pedro hubiera respetado su parte comiendo al Señor y el Señor lo hubiera dejado, el Señor habría quebrantado el contrato. Por el contrario, si el Señor supliera las necesidades de Pedro, y Pedro se hubiera apartado del Señor, Pedro habría quebrantado el contrato. El punto crucial es éste: el sábado es una señal, y también un pacto, un contrato, un acuerdo.

Un asunto de santificación

  El sábado nos santifica, nos designa, nos marca. Cuando disfrutamos al Señor y trabajamos luego con El, por El, en unidad con El, somos santificados espontáneamente. Llegamos a ser santos, separados de lo que es común.

Sufrir la muerte espiritual

  Leamos Exodo 31:14 y 15, “Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en el, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabajase el día de reposo, ciertamente morirá”. Estos versículos afirman claramente que todo aquél que no guardara el sábado, que no llevara la señal, ni honrara el pacto para santificarlo, será matado. Esto equivale a sufrir la muerte espiritual. Este principio se aplica a nuestra experiencia hoy en día. Si yo no hablo en unidad con El Señor, sufriré la muerte en mi hablar y seré apartado del pueblo de Dios. Ser apartado del pueblo de Dios significa ser cortado de la comunión. En la vida de iglesia, hacemos muchas cosas sin disfrutar primeramente al Señor, sin servir con El Señor, o ser uno con El. Esa clase de servicio hace que suframos la muerte espiritual. Cualquier servicio a la iglesia sin el disfrute del Señor, y sin la unidad con El trae muerte espiritual. Cuando servimos de esta manera, nos cortamos de la comunión en el Cuerpo.

EL TABERNACULO Y SU MOBILIARIO LLEVAN AL SABADO DE DIOS

  El tabernáculo y su mobiliario llevan al sábado de Dios. Todas esas cosas conducen al disfrute de lo que Dios se ha propuesto y ha hecho. Eso significa que el tabernáculo y su mobiliario nos conducen al descanso. Las ofrendas son destinadas a nuestro descanso. Si no nos presentamos al altar del holocausto para experimentar a Cristo como las ofrendas, no tendremos descanso. Por el contrario, seremos acusados y condenados. Del mismo modo, si no nos presentamos a la mesa de los panes de proposición, tendremos hambre, y no satisfacción. Esto indica también que no descansamos. Si no llegamos al candelero, no tendremos ninguna luz, estaremos en tinieblas, y las tinieblas no nos proporcionarán descanso. En el mismo principio, si no nos presentamos delante del arca, dentro del velo, y delante del altar del incienso, no descansaremos. Todo lo relacionado con la morada de Dios tiene un solo propósito: conducirnos al sábado con su descanso y refrigerio en el Señor. Por tanto, el tabernáculo y su mobiliario nos conducen al disfrute de lo que Dios ha planeado y ha hecho. ¡Aleluya! en la vida de iglesia estamos en el tabernáculo, y el tabernáculo nos proporciona el descanso y el disfrute de lo que Dios ha planeado y ha hecho!

LA OBRA DE EDIFICACION DEL TABERNACULO EMPIEZA CON EL DISFRUTE DE DIOS

  La obra de edificación del tabernáculo y su mobiliario debería empezar con el disfrute de Dios y seguir por intervalos con refrigerios, disfrutando a Dios. Esto indica que no laboramos por Dios con nuestras propias fuerzas, sino por el disfrute de El y la unidad con El. Este es el significado del sábado y es la razón por la cuál el sábado es seguido inmediatamente por una palabra acerca de la edificación de la morada de Dios en la tierra. ¡Que todos nosotros veamos este asunto y quedemos impresionados con él!

  Este mensaje no es una simple explicación de la Biblia. Yo creo que en este mensaje hemos visto el verdadero contenido de Exodo 31 acerca del sábado.

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