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Mensaje 178

El tiempo que Moisés paso con Dios

(1)

  Lectura bíblica: Éx. 34

  El capitulo treinta y cuatro de Exodo no es fácil de entender. Después de leer todo este capítulo, tal vez no entendamos su contenido porque abarca tantos puntos. Por consiguiente, quisiera empezar este mensaje señalando dos asuntos que nos pueden ayudar a entender este capítulo.

LOS TIPOS, LAS FIGURAS Y LAS SOMBRAS

  El primer asunto que quisiera señalar es éste: nosotros los creyentes neotestamentarios, debemos darnos cuenta de que el Antiguo Testamento contiene tipos, figuras, y sombras de las cosas divinas y espirituales reveladas en el Nuevo Testamento. Lo divino y lo espiritual son algo misterioso , que va más allá de nuestra mente natural. No obstante, podemos entender estos asuntos divinos, espirituales y misteriosos por las tipologías, figuras, y sombras en el Antiguo Testamento. De todos modos existe un problema: podemos leer todas los tipos, figuras y alegorías del Antiguo Testamento y tener dificultades para ver el significado de estas cosas.

  Si queremos conocer el significado de las tipologías del Antiguo Testamento, debemos entender que este relato en el Antiguo Testamento no es simplemente la historia de un pueblo antiguo. Este relato se relaciona también con nosotros. Por consiguiente, cuando leemos el Antiguo Testamento, estamos leyendo algo relacionado con nosotros y no solamente algo acerca de los hijos de Israel. No deberíamos leer el libro de Exodo como si fuera une simple historia. Debemos vernos a nosotros mismos en este libro. El libro de Exodo no relata solamente la historia de un pueblo antiguo; también es nuestra historia. Es la historia de nuestra vida cristiana presente. Además este libro tipifica muchas cosas espirituales y divinas relacionadas con nuestra experiencia cristiana. Es muy importante que nos demos cuenta de eso.

EL RECOBRO DEL PACTO QUEBRANTADO

  Segundo, al considerar este capítulo treinta y cuatro de esta manera, debemos ver también que presenta un pleno recobro del pacto quebrantado. Esta es la razón por la cual este capítulo repite muchas cosas que vimos anteriormente. El capítulo treinta y cuatro de Exodo es un capítulo repetitivo, pues repite lo que Dios ha dicho anteriormente. Casi todo lo que contiene este capítulo es repetitivo.

  El pacto que Dios había hecho con Su pueblo durante la primera estancia de Moisés con El en el monte había sido quebrantado. Las dos tablas del testimonio, las cuales representaban este pacto, fueron quebrantadas y desechadas. Este pacto no fue quebrantado por Dios, quien dio la ley, sino que fue quebrantado por Aquel que recibió las tablas de la ley. Hemos visto que si no hubiera sido por Moisés, el compañero de Dios, todo se hubiera acabado allí con el quebrantamiento del pacto. La relación especial que mantenía Dios con Su pueblo hubiera sido gravemente perjudicada. Afortunadamente este compañero de Dios conocía el corazón de Dios, y él sabía que Dios no abandonaría jamás Su propósito para con los hijos de Israel. Moisés sabía que este Dios de propósito tenía una intención muy firme, y que nadie podría impedir la realización de Su deseo. Podemos retrasar momentáneamente a Dios o frustrarlo, pero jamás lo pararemos.

  Para mantener Su posición, Dios necesitaba un compañero, un mediador entre El y Su pueblo. Este mediador podía hacer propiciación en el nombre del pueblo y apaciguar la ira de Dios en esta situación. Ya hemos visto que Moisés se presentó a Dios como mediador. En esta ocasión, todas las palabras de Moisés estaban relacionadas con lo que se encontraba en el corazón de Dios. Por esta razón, Dios respondió a la petición de Moisés y se la concedió.

  Dios se apaciguó. Después de eso, el pacto quebrantado necesitaba ser recobrado. Las tablas que representaban el pacto habían sido quebrantadas. Ahora este pacto quebrantado debía ser recobrado para normalizar la situación entre Dios y Su pueblo. Por lo tanto, el capítulo treinta y cuatro está relacionado con el recobro del pacto quebrantado.

  Leamos Exodo 34:1 “y Jehová dijo a Moisés: prepara dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste.” El Señor tenía el terreno para hablar de esta manera a Moisés porque El había sido apaciguado y porque Moisés había hecho propiciación en nombre del pueblo. Moisés no fue el autor de la propuesta en Exodo 34:1, fue el Señor. La propiciación que hizo Moisés por el pueblo tenía mucho significado a los ojos de Dios. Sin esta propiciación, Dios no hubiera tenido el terreno para recobrar el pacto quebrantado.

  En Exodo 34:2, el Señor sigue hablando a Moisés: “Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y preséntate ante Mí sobre la cumbre del monte.” Era necesario que Moisés subiera a la cumbre del monte para reunirse con el Señor. El Señor no podía bajar donde se encontraba Moisés. La cumbre del monte fue el lugar de reunión para Dios y Moisés. La reunión en la cumbre del monte significaba que Moisés subía y que Dios bajaba.

SE REUNE A SOLAS CON EL SEÑOR

  Leamos los versículos 4 y 5, “y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra, y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con El, proclamando el nombre de Jehová.” En estos versículos, vemos que Moisés subió al monte Sinaí y que el Señor bajó allí. Por lo tanto, para Moisés, se trataba de subir, y para Dios, eso fue un asunto de bajar.

  En el versículo 2, Dios le pidió a Moisés que estuviese listo para la mañana siguiente y que subiera al monte Sinaí por la mañana. Leamos el versículo 4: “y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí como le mandó Jehová.” Aprecio esta porción que nos habla de reunirnos con el Señor por la mañana. ¡Cuán maravilloso sería reunirnos así cada mañana!

  Si leemos detenidamente el capítulo treinta y cuatro, veremos que Dios no le pidió claramente a Moisés que se reuniera con El en la mañana del siguiente día. Dios le pidió simplemente que él subiera “por la mañana.” Eso debe de referirse a la mañana siguiente para Moisés, es decir, la mañana del siguiente día.

  Reunirnos con el Señor por la mañana no significa solamente reunirnos con El temprano en el día; significa también que debemos reunirnos con Dios en una situación llena de luz. Debemos reunirnos con Dios a la salida del sol, no en la puesta del sol. La entrada del tabernáculo y del templo estaba orientada hacia el oriente, hacia la salida del sol (27:13-15). La luz debe presidir nuestro camino. Leamos Proverbios 4:18 “ Más la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Nuestra senda debe orientarse hacia la salida del sol, y no hacia la puesta del sol.

  En Exodo 34:3, el Señor dijo a Moisés: “y no suba hombre contigo, ni parezca alguno en todo el monte; ni ovejas ni bueyes pazcan delante del monte.” En este versículo, el Señor le pide a Moisés que no traiga a nadie al monte. A Moisés no se le permitió traer ni a Josué, ni a Aarón, ni a nadie. El debía presentarse solo ante Señor. Además, él debía dejar todas las ovejas y los bueyes. Sin duda, él dejaría también atrás todas sus posesiones. Esto significa que cuando Moisés subió al monte para reunirse con el Señor, él no se llevaría a nada ni nadie, excepto las tabletas de piedra.

  Las prescripciones del Señor en el versículo 3 indican que todos nosotros necesitamos un tiempo para tomar contacto con El a solas. Todos necesitamos un tiempo para reunirnos con el Señor en privado. En este tiempo a solas con el Señor, no debemos traer a nadie ni a nada. Cuando nos presentamos delante del Señor temprano por la mañana, debemos estar solos. Debemos dejar atrás nuestro esposo o esposa. Algunos hermanos llevan a sus esposas a dondequiera que van. Esta practica es buena. No obstante, cuando se trata de reunirse con el Señor en la cumbre del monte, un hermano debe dejar a su esposa al pie del monte. Cuando nos reunimos con el Señor de esta manera, debemos olvidarnos de todo y de todos. Olvídese de sus posesiones, de su educación, de su trabajo, de su futuro. Vaya con el Señor a solas, sin nada ni nadie.

  Cuando nos toca reunirnos con el Señor a solas, debemos ser liberados de todas nuestras necesidades. Moisés no se llevó nada de comer ni de beber; no tenía nada sobre lo cual podía recostarse. Esto indica que cuando estamos con Dios, no debemos preocuparnos por la comida, la bebida o el sueño. En realidad, no queda tiempo para tales cosas. Cuando nos reunimos con el Señor a solas, debemos ser liberados de todo: de nuestros parientes, posesiones, y aún de nuestras necesidades. En este sentido, Moisés estaba libre cuando subió a la cumbre del monte para reunirse con el Señor temprano por la mañana.

  Hemos visto que Moisés subió y el Señor bajó para reunirse. Se encontraron en un lugar neutro: la cumbre del monte. Esto indica que el Señor no le exigía demasiado a Moisés. Por una parte, El pidió a Moisés que subiera, y por otra, El bajó para reunirse con Moisés en el monte.

  Leamos Exodo 34:29 “y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios.” La última parte de este versículo causa un problema a los traductores bíblicos. ¿Deberían traducir “después de que Dios hubo hablado con Moisés”, o “después de que Moisés hubo hablado con Dios?” La traducción “después de que Dios hubo hablado con Moisés” indica claramente que el Señor fue el que habló con Moisés. Sin embargo, la traducción “después que Moisés hubo hablado con Dios” significa que Moisés fue el que estuvo hablando con el Señor. Yo prefiero la otra traducción porque el punto central aquí no es el hablar de Moisés, sino el hablar del Dios. Por consiguiente, el versículo 29 declara que la piel del rostro de Moisés resplandecía después de que el Señor hubo hablado con él.

  De hecho, en este capítulo Moisés casi no habla. Cuando el Señor proclamaba Su nombre, Moisés probablemente estaba atemorizado. Veamos los versículos 6 y 7 “y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.” Los versículos 8 y 9 revelan que Moisés inclinó la cabeza y dijo al Señor: “ Si ahora, Señor, he hallado gracia en Tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por Tu heredad.” Después de estas palabras de Moisés, el Señor siguió hablando con él. A Moisés, no le tocaba hablar; era más bien el tiempo para el hablar de Dios. Moisés fue infundido, no por su hablar con Dios, sino por el hablar de Dios con él.

  Cuando nos reunimos con el Señor a solas temprano por la mañana, no deberíamos hablar demasiado. Por el contrario, debemos permitir que Dios nos hable. Si hablamos demasiado en nuestra reunión con el Señor, no seremos avivados. Dios nos aviva por medio de Su hablar. Si Dios no le habla a usted, esto indica que usted no recibe nada de El, pero si Dios le habla, usted será avivado por El.

  Al principio de este capítulo, el Señor le dijo a Moisés que El “ escribirá sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras,” pero en lugar de hacer eso, el Señor primero le habló a Moisés acerca de muchos otros asuntos. Dios escribió efectivamente sobre las tablas “las palabras del pacto, los diez mandamientos (v. 28), hacia el final de su larga conversación con Moisés. Esto indica que la intención de Dios no consistía esencialmente en escribir los diez Mandamientos sobre las dos tablas de piedra. La carga principal de Dios consistía en hablar con Moisés acerca de lo que abarca este capítulo desde el versículo 10 hasta el 27. Estos versículos relatan una conversación larga entre Dios y Moisés, la cual abarca muchos puntos. Estos versículos no hacen ningún mención a los diez mandamientos. En lugar de Moisés, yo le habría preguntado a Dios al respecto: ”¿Señor, qué estás haciendo aquí? Me pediste traer dos tablas, y aquí están. Las tablas están listas para que escribas en ellas. Entonces ¿por qué me hablas de tantas otras cosas?" Por supuesto, Moisés debía de estar atemorizado en esta ocasión y no se atrevió a decir nada, ni a preguntarle nada al Señor.

EL SEÑOR PROCLAMA SU NOMBRE

  Primero Dios le dio a Moisés una advertencia proclamando Su nombre (v. 6). El hecho de que Dios proclamó Su nombre significa que El asumía Su posición. El jamás abandonaría Su posición, y la mantiene proclamando Su identidad. Cuando Moisés oyó esta proclamación: “se apresuró, y bajó la cabeza hacia el suelo y adoró ” (v. 8).

LA PROMESA DEL SEÑOR

  Después de proclamar Su nombre, el Señor prosiguió: “Yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que Yo haré contigo. Guarda lo que Yo te mando hoy; he aquí que Yo echo delante de tu presencia al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo” (vs. 10-11). Aquí el Señor promete obrar maravillas delante del pueblo, y estas maravillas se cumplirán con una meta específica: llevar a Su pueblo a la buena tierra. Todas las acciones de Dios para con los hijos de Israel, cuando les dio el maná o cuando venció a sus enemigos, tenía un propósito: llevarlos a la buena tierra. La buena tierra constituía la meta de Dios.

  Dios deseaba que Su pueblo entrara en la buena tierra para conseguir finalmente un templo en la tierra. Este templo iba a ser el testimonio de Dios y estaba destinado a Dios y también a Su pueblo. Mientras Dios tuviese el templo como su testimonio en la tierra, la situación con Su pueblo sería buena. Cuando los israelitas tenían una relación adecuada con el templo del Dios, su condición en el país era favorable. No obstante, cuando esta relación con el templo de Dios estaba deficiente, ellos se enfrentaban a graves dificultades. Finalmente perdieron el templo y el país.

  Hemos visto que al obrar maravillas por Su pueblo, Dios tenía una meta precisa: llevarlos a la buena tierra. En tipología, esto indica que Dios hace maravillas por nosotros y con nosotros, con la intención de llevarnos a Cristo. El Antiguo Testamento nos muestra que a los hijos de Israel no les resultó fácil entrar en la buena tierra. Exteriormente estaban frustrados por las circunstancias y los enemigos; interiormente algunas cosas les frustraban. Esto explica por qué necesitaron cuarenta años para entrar en la buena tierra. Hoy nos resulta difícil a nosotros entrar en Cristo. Lo he aprendido por experiencia. Por más de cincuenta años, he laborado en el ministerio con el único propósito de ayudar a los santos a entrar en Cristo, la buena tierra. ¿Cuántos de nosotros han entrado en Cristo en su experiencia? Algunos afirmarán que todos estamos en Cristo. Por supuesto, esto es cierto doctrinal y objetivamente. Pero ¿cuanto de Cristo está usted disfrutando día tras día?

  Las maravillas de Dios sirven para un solo propósito: llevar a Su pueblo a la buena tierra para la edificación del templo. Dios le dijo a Moisés que él llevaría al pueblo a la buena tierra. El tomaría cuidado de las necesidades de ellos y vencería a todos los enemigos. El haría todo lo necesario para llevar a los hijos de Israel a la buena tierra.

UNA ADVERTENCIA ACERCA DE LA IDOLATRIA

  Luego el Señor prosiguió y dio una advertencia acerca del tropiezo de la idolatría: “guardate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a ningún otro Dios, pues Jehová, cuyo nombre es celoso, Dios celoso es ” (vs. 12-14). En el versículo 17, El Señor reitera esta advertencia: “ No te harás dioses de fundición.” En estos versículos el Señor parece decir: “Cuidate del tropiezo de la idolatría en la tierra de Canaán, toda esta tierra está llena de ídolos. Después de entrar en esta tierra, corres el riesgo de tropezar por la idolatría pagana.”

  Esta advertencia no se dirige solamente a los hijos de Israel; se aplica a nosotros también. Existen muchos ídolos entre el pueblo de Dios hoy en día. Estos ídolos lo preocupan y lo mantienen alejado del disfrute de Cristo. Cualquier cosa se puede convertir en un ídolo para nosotros. Hasta una corbata o su alfiler pueden convertirse en nuestro ídolo. Muchos cristianos están totalmente absorbidos por cosas, asuntos y personas que no son Cristo mismo. Me voy a referir al hecho de hablar por teléfono para ilustrar eso. Algunos santos pretenden que están demasiado ocupados para orar. No obstante, pasan mucho tiempo hablando por teléfono. El hablar por teléfono se ha convertido en un ídolo para ellos.

  Un ídolo es todo lo que nos aleja del disfrute de Cristo como nuestra buena tierra. Esto significa que cualquier cosa, asunto o persona que nos preocupe o que nos mantenga alejados del pleno disfrute de Cristo constituye un ídolo.

  La historia del Antiguo Testamento nos muestra que muchas guerras y batallas en las cuales estuvieron involucrados los hijos de Israel se debían al hecho de que ellos tenían ídolos. Cada vez que el pueblo de Dios tenía ídolos, los enemigos venían y los atacaban. Todos deseamos llevar una vida victoriosa hoy en día, una vida santa, y una vida espiritual. No obstante, muchos cristianos experimentan el fracaso por tener ídolos. En realidad, si tenemos ídolos, o sea, cosas que nos preocupan y nos mantienen alejados de Cristo, ya hemos perdido la batalla contra el enemigo. Sencillamente ya no disponemos de los medios para pelear. Dios no tiene ningún problema en llevarnos al pleno disfrute de Cristo, pero el pueblo de Dios sigue con el problema de la idolatría. Por lo tanto, al principio de un capítulo acerca del recobro del pacto quebrantado, Dios declara que El haría todo lo necesario para llevar a Su pueblo a la buena tierra, pero también señala el peligro de la idolatría. Dios parece decir: “tengo la plena capacidad de llevarlos a la buena tierra, pero la idolatría anulará su disfrute de la tierra. Destruirá todo lo que Yo les daré.”

  El Señor ha obrado muchas maravillas por Su pueblo. Sin embargo, la experiencia de los cristianos testifica que mucho de lo que Dios ha hecho fue anulado o destruido por las preocupaciones, por la idolatría. ¿Cuántos cristianos disfrutan a Cristo? Muchísimos cristianos tienen un conocimiento raquítico del disfrute de Cristo. Muchos de nosotros tienen conocimiento del disfrute de Cristo. Pero una cosa es conocerlo, y otra cosa muy distinta es tener el disfrute de Cristo.

  Muchos de nosotros han estado alejados del disfrute de Cristo por varias clases de preocupaciones. ¿Por qué pasa usted tanto tiempo hablando por teléfono, y no puede tomar diez minutos para orar? Usted dispone del tiempo y de la energía para hablar, pero parece estar desprovisto de tiempo o de energía para orar. Esto indica que el hablar por teléfono se ha convertido en su ídolo. Otros pasarán mucho tiempo leyendo un periódico, pero se cansan fácilmente cuando leen la Biblia. Algunos afirman que sencillamente no sienten ganas de leer la Biblia ni desean hacerlo. Desafortunadamente esta es la situación de ellos. No tienen el deseo de adorar a Dios, porque su deseo consiste en adorar un ídolo. De manera espontánea e inconsciente, ellos cuidan a sus ídolos. ¡Qué situación más terrible y trágica¡.

  En Exodo 34:12-17, la advertencia de Dios acerca de la idolatría era en realidad una repetición de los primeros tres mandamientos. Por el lado positivo, estos mandamientos están relacionados con Dios; por el lado negativo, están relacionados con la idolatría. La idolatría involucra el hecho de tener otro Dios. Practicar la idolatría consiste en hacer una imagen y luego servirla y adorarla. La idolatría incluye también el hecho de tomar el nombre de Dios en vano.

  Más adelante en este capítulo, Dios habló del cuarto mandamiento, respecto a la observancia del día del sábado. Por lo tanto, este capítulo abarca cada uno de los cuatro primeros mandamientos, los cuales están relacionados con Dios. No obstante, en esta palabra de repetición, no se reiteran los seis mandamientos acerca de nuestra relación con los demás.

  Espero que todos quedemos impresionados con el hecho de que el Señor ha prometido hacer todo lo necesario para llevarnos a buena tierra, al Cristo todo-inclusivo para nuestro disfrute, pero debemos hacer caso a esta advertencia acerca de la idolatría. Por una parte, Dios nos introducirá en Cristo, y por otra, El condena la idolatría.

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