Mensaje 183
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Lectura bíblica: Éx. 35:1-10, 20-35; 36:1-7
Los capítulos 35 al 39 de Exodo relatan la manera en que levantaron el tabernáculo, hicieron su mobiliario y las vestiduras sacerdotales.
En Exodo 35:4-9, 20-29 y 36:3-7, vemos la ofrenda de los materiales. Leamos Exodo 35:4 y 5 “y habló Moisés a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: esto es lo que Jehová ha mandado: tomad de entre vosotros ofrendas para Jehová; todo generoso de corazón le traerá a Jehová”. Sigue una lista de materiales: oro, plata, bronce, azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción, para el incienso aromático, piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y el pectoral.
Al ofrecer estos materiales, la gente que había sido idólatra ahora era fiel a Dios. Antes usaban su oro para hacer un ídolo, pero ahora son fieles y ofrecen todo lo que tienen a Dios para levantar el tabernáculo, Su morada. El capítulo treinta y cinco contiene este pensamiento acerca de la ofrenda de los materiales. Sin embargo, es algo bastante superficial. Este mensaje da énfasis al significado espiritual de la ofrenda de los materiales.
Los materiales ofrendados para hacer el tabernáculo tipifican al Cristo que experimentamos en diferentes aspectos. Aunque los hijos de Israel consiguieron estos materiales durante su estancia en Egipto, los llamaron ofrendas elevadas, ofrendas mecidas y ofrendas voluntarias (35:5, 21-22, 24, 29; 36:3). Algunas traducciones no especifican si se trataba de ofrendas elevadas, ofrendas mecidas u ofrendas voluntarias. Se limitan a decir que estas ofrendas eran dádivas o contribuciones. La ofrenda elevada representa al Cristo ascendido; la ofrenda mecida al Cristo resucitado, y la ofrenda voluntaria, al Cristo que ofrecemos a Dios, al Dios de nuestro libre albedrío. Dios no nos obliga a experimentar a Cristo. Experimentar a Cristo y ofrecerlo luego a Dios es un asunto que depende de nuestro libre albedrío.
En el plan espiritual, todas estas ofrendas son tipologías del Cristo que experimentamos. A veces experimentamos a Cristo como la realidad de Dios. Esto es el oro. Otras veces experimentamos a Cristo como nuestro Redentor o como nuestra redención. Esto es la plata. En otras ocasiones, experimentamos a Cristo como Aquel que fue juzgado por Dios como nuestro substituto, como el Cristo que toma nuestro lugar en el juicio. Esto es el bronce. Estos son distintos aspectos del Cristo que experimentamos.
Todos debemos experimentar a Cristo para edificar a la iglesia, la morada de Dios. Si no experimentamos a Cristo, no tendremos nada que ofrecer a Dios como ofrenda elevada, ofrenda mecida, u ofrenda voluntaria para edificar Su morada. Suponga que algunos Israelitas se presentaran con las manos vacías, sin nada que ofrecer para levantar el tabernáculo. Ellos dirían : “Moisés nos ha hablado acerca de las ofrendas para erigir el tabernáculo, pero somos miserables y no tenemos nada que ofrecer”. ¡Qué vergüenza sería eso! Muchos santos se encuentran en esta situación hoy en día. En cuánto a la experiencia de Cristo, no traen ninguna ofrenda. En cuanto a la edificación de la iglesia, sus manos están vacías.
Todos debemos poseer alguna riqueza de la experiencia de Cristo. Debemos tener por lo menos una cadena o un zarcillo (35:22), a Cristo como un broche pequeño que podemos ofrecer para edificar la iglesia. Tal vez usted se pregunte qué significa esto en nuestra experiencia práctica. Supongamos que una hermana lleve un pequeño broche. Si ella experimenta a Cristo al llevar ese broche, esta experiencia, en su significado espiritual, será finalmente una experiencia de Cristo como broche de oro. Del mismo modo, un hermano puede experimentar a Cristo incluso en un asunto insignificante como el llevar un alfiler de corbata. Si un hermano experimenta a Cristo al comprar y llevar un alfiler de corbata, esto se convertirá en un aspecto de Cristo que él experimenta. Entonces a los ojos de Dios él tendrá a Cristo como alfiler espiritual de corbata. El punto importante es éste: no debemos tener nada por nosotros mismos. Todo lo debemos poseer por Cristo y con Cristo. Si experimentamos a Cristo en algo específico, podremos ofrendar Cristo a Dios en un aspecto particular con miras a edificar la iglesia, Su morada.
Podemos experimentar a Cristo aún al comprar una corbata o al llevarla. Si experimentamos a Cristo al llevar una corbata, entonces tendremos a Cristo como nuestra corbata de oro en nuestra experiencia espiritual.
Un hermano casado puede experimentar a Cristo cuando está a punto de discutir con su esposa. En ese momento, él debería decir: “Señor, voy a discutir con mi esposa. Señor no quiero discutir contigo. Si Tú no el medio por el cual discuto con mi esposa, no voy a discutir con ella”. Si el hermano experimenta a Cristo de esta manera, él ganará a Cristo, aún en una situación donde él esté a punto de argumentar con su esposa. Esto muestra cuán práctica debe ser la experiencia de Cristo. Lamentablemente vemos que muchos cristianos contemporáneos carecen de enseñanza subjetiva acerca de la experiencia práctica de Cristo en nuestro diario vivir.
Debemos experimentar a Cristo en cada aspecto de nuestro diario vivir, por ejemplo en la ropa que llevamos, en la manera de cortar nuestro pelo y en nuestras actitudes. En un asunto importante o significativo, debemos experimentar a Cristo. Debemos tener a Cristo cuando llevamos zapatos, cuando nos cortamos el pelo, y aún cuando expresamos nuestras actitudes. Una hermana no debería mostrarse molesta ante su esposo. Mas bien ella debe decir : “Señor, quiero demostrale a mi esposo que estoy molesta. ¿Lo harás Tú conmigo? Si Tú no estás conmigo en este asunto, no lo haré”. Antes de mostrarle su enojo a su esposo, una hermana casada primero debe permanecer en el Señor y orar al respecto. Al orar así, no lo hará, sino que se mostrará feliz y sonriente. Uso este ejemplo para mostrarles eso: debemos aplicar esta verdad que consiste en experimentar a Cristo como los materiales ofrendados a Dios con el fin de edificar Su morada de una manera práctica. Si somos prácticos en esta verdad, podremos ofrecer algo de Cristo a Dios para edificar a la iglesia, Su morada hoy en día en la tierra.
Ya mencionamos que muchos cristianos no tienen nada de Cristo que ofrecer. Aún cuando tenemos a Cristo en muchos aspectos como los materiales, esto no es el edificio. El edificio requiere no solamente los materiales sino también trabajadores preparados. Por consiguiente, el próximo asunto que abarcaremos en estos capítulos es la preparación de los trabajadores, de las personas dotadas para que funcionen (35:10, 30-35; 36:1-2; 38:22-23).
Exodo 35 nos enseña que los dos trabajadores principales se llamaban Bezaleel y Aholiab (vs. 30, 34) Bezaleel pertenecía a la tribu de Judá, una tribu real, y Aholiab a la tribu de Dan, una tribu inferior. Esto indica que Dios no se preocupa por nuestro nivel social; no le importa de qué condición somos. En la construcción de Su morada, El puede suscitar a un hombre de una tribu real y también a un hombre de una tribu inferior.
Exodo 35:21 dice: “y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquél a quién en su espíritu le dio voluntad.” Literalmente la palabra hebrea traducida por “estimuló” significa aquí “elevó”. Yo prefiero esta palabra. Debemos poseer un corazón que nos eleve siempre. Necesitamos un corazón de aliento, no de desanimo. A menudo me dicen que un hermano o hermana está desalentado o desilusionado, o indiferente. Si no tenemos deseos de servir, no somos útiles para el edificio de Dios. Necesitamos un corazón alentado, aún alentador, un corazón que nos eleve. Cada uno de nosotros necesita esta clase de corazón elevado. Sin esta clase de corazón ¿quién nos podrá ayudar?
El versículo 31 habla de Bezaleel “y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia, y en toda arte”. Eso indica que aún cuando fuésemos Bezaleel o Aholiab, necesitamos el Espíritu de Dios. Se necesitaba el Espíritu de Dios para edificar el tabernáculo, la morada física de Dios. ¡Con más razón la iglesia tiene esta necesidad hoy en día!
Dios llenó de Espíritu a todos los que poseían un corazón elevado. Al llenarlos de Espíritu, les concedió sabiduría, comprensión, conocimiento y talento. Esto demuestra nuestras necesidades hoy en día. La edificación de la iglesia requiere hermanos y hermanas llenos del Espíritu de Dios y con un corazón elevado, para recibir sabiduría y conocimiento. Necesitamos sabiduría, comprensión, conocimiento y talento si queremos ser ancianos, colaboradores, o aquellos que participan en la edificación de la iglesia.
Después de adquirir alguna experiencia de Cristo como los materiales ofrendados a Dios para Su edificio, aun necesitamos llevar a cabo la obra de edificación. Se necesitan muchos trabajadores para ese fin. Todos estos trabajadores deberían poseer un corazón elevado para que Dios pueda entrar y llenarlos con el Espíritu. Este relato nos muestra que primero debemos poseer un corazón que nos eleva; luego Dios entrará en nosotros y nos llenará de Su Espíritu como sabiduría, comprensión, conocimiento, talento y habilidades nuestras.
Llegamos ahora a la manera en que levantaron el tabernáculo e hicieron su mobiliario (36:8-38:20). Esta secuencia difiere del orden de la revelación. La secuencia de la revelación nos enseña que primero tenemos el arca y luego el tabernáculo, la mesa de los panes, el candelero, el altar de bronce y las vestiduras santas de los sacerdotes. Esta revelación concuerda con el deseo de Dios. Primero Dios desea el arca del testimonio. Todo lo que fue revelado acerca del tabernáculo y de su mobiliario es conforme al deseo del corazón de Dios. No obstante, la secuencia en que erigieron el tabernáculo e hicieron su mobiliario fue conforme a la necesidad práctica. Esta fue la razón por la cuál empezaron erigiendo el tabernáculo y luego hicieron el mobiliario como contenido del tabernáculo.
Consideremos brevemente la secuencia en que fueron hechos el tabernáculo y su mobiliario. Primero confeccionaron las cortinas y las cubiertas del tabernáculo (36:8-19) y luego las tablas (36:20-34). Por lo tanto, empezaron por el tejado y las paredes. Luego vemos el velo interior y el velo para la puerta del tabernáculo (36:35-38). El tabernáculo quedó terminado con estas cosas. Luego vemos el contenido del tabernáculo: el arca del testimonio (37:1-9), la mesa de los panes de proposición (37:10-16), el candelero de oro (37:17-24), y altar del incienso (37:25-28). Cuando tenemos el arca, la mesa, y el candelero, somos calificados para estar en el altar del incienso y llevar a cabo la obra intercesora con Cristo. Después del altar de incienso, vemos el aceite santo de la unción y el incienso puro (37:29), el altar del holocausto (38:1-7) y el lavacro de bronce (38:8). Por fin vemos el atrio del tabernáculo (38:9-20).
Exodo 38:21-31 nos presenta las cuentas de los materiales ofrendados. El hecho de que se contaran los materiales indica que todo se llevaba a cabo con orden. Así Moisés y los que estaban a cargo del tabernáculo sabían perfectamente cuánto oro, plata, y bronce, se había ofrendado. Moisés pidió a los sacerdotes que contaran las ofrendas. Exodo 38:21 nos muestra que primero los sacerdotes contaban el material para el servicio de los levitas. Eso significa que se deben destinar todas las ofrendas primeramente al servicio de la iglesia. Este servicio requiere una contabilidad adecuada y un registro apropiado. Luego contaba el oro: veintinueve talentos y setecientos treinta siclos. El oro servía para adornar el interior del tabernáculo y el mobiliario dentro del tabernáculo (38:24). Por ejemplo, el arca y la mesa estaban cubiertas de oro, y el candelero estaba hecho exclusivamente de oro. En Exodo 38:25-28 contaban la plata: cien talentos y mil setecientos setenta y cinco siclos, pagados para la propiciación, por los mayores de veinte años de edad, para las bases y columnas del tabernáculo. Finalmente, en Exodo 38:29-31, contaban el bronce: setenta talentos y dos mil cuatro cientos siclos para las bases de la puerta del tabernáculo, el altar de bronce, las bases del atrio del tabernáculo y su puerta, y todas las estacas del tabernáculo y su atrio alrededor. No se menciona aquí el bronce usado para hacer el lavacro porque ese bronce provenía de los lentes de las mujeres que amaban al Señor.
En Exodo 39:1-31, confeccionaban las vestiduras sacerdotales. En Exodo 39:2-7, hacían el efod, la parte central de la vestidura santa. Después confeccionaban el pectoral (39:8-21), y manto del efod (vs. 22-26). El efod se parecía a un chaleco más que a una vestidura. Un largo manto se llevaba debajo del efod. Después de confeccionar el manto exterior, hacían las túnicas interiores que se llevaban dentro del manto. Luego vemos el turbante del sumo sacerdote, los turbantes de los sacerdotes, y los pantalones y fajas del sumo sacerdote y de los sacerdotes. Finalmente vemos la lámina de la diadema santa de oro puro que llevaba el sumo sacerdote (vs. 30-31), una lámina en la cual estaban inscritas las palabras “Santidad a Jehová”.
Al final del capítulo treinta y nueve, la obra fue terminada y presentaron el conjunto a Moisés para que lo examinara. Moisés estaba contento y bendijo todo lo que hicieron. Eso indica que después de acabar todo, vino la bendición. Espero que suceda lo mismo con la edificación de la iglesia entre nosotros. Espero que algún día presentaremos todas las cosas al Señor, el Moisés de hoy, y que El estará contento y nos concederá Su bendición.