Mensaje 19
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En Éx. 9:13-35; 10:1-29, llegamos al tercer grupo de plagas. Así como los dos primeros grupos, este grupo se compone también de tres plagas. Hemos visto que Dios usó las seis primeras plagas para exponer la verdadera situación de las aguas, la tierra y el aire, los cuales son necesarios para el sustento del hombre. Como veremos en el tercer grupo de plagas, Dios alteró algunos principios que gobiernan algunas funciones del universo.
En Génesis 1 y 2, Dios restauró el universo que había sido juzgado a causa de la rebelión de Satanás. Como resultado del juicio de Dios, vinieron tinieblas sobre la faz del abismo (Gn. 1:2). Todo se volvió vacío y desolado. En Su obra de restauración y de creación adicional, Dios hizo aparecer la luz, y luego juntó las aguas para que saliera la tierra seca. En esta tierra, se produjeron varias clases de vida: el pasto, las hierbas y los árboles. Luego Dios creó el sol, la luna y las estrellas, que son necesarias para el desarrollo de una vida más elevada en la tierra. Por este procedimiento, Dios preparó todo lo que era necesario para que el hombre viviera en la tierra. Por consiguiente, la Biblia revela que los cielos tienen como propósito la tierra, y la tierra a su vez es para el hombre, y el hombre con su espíritu humano es para Dios.
Puesto que los cielos son para el beneficio de la tierra, proveen luz solar, viento, y lluvia para sostener la vida en la tierra. Sin estas tres cosas, no puede crecer nada. El hombre debe tener esta provisión si ha de vivir en la tierra para cumplir el propósito de Dios.
Génesis 2:5 indica que se necesitan dos cosas para el crecimiento: la lluvia para regar la tierra y el hombre para cultivar el suelo. La lluvia es un factor básico en el crecimiento de las cosas vivientes en la tierra. La lluvia tiene como propósito principal la vida, a fin de permitir que las cosas vivientes crezcan. La función de la lluvia es el crecimiento de las plantas y los árboles y el satisfacer la sed del hombre.
Durante el noveno conflicto entre el Señor y Faraón, el Señor cambió la función de la lluvia (9:13-35). En lugar de agua, hubo granizo que perjudicó los productos de la tierra. En esta plaga, Dios cambió una de las funciones del universo, es decir, El cambió uno de los principios naturales que gobiernan el universo.
El universo no sólo fue creado por Dios, sino también arreglado y ordenado por El para satisfacer las necesidades del hombre. Por consiguiente, Dios ha ordenado que ciertos principios o leyes gobiernan la función del universo. En la séptima plaga, Dios cambió el principio relacionado con las funciones de la lluvia. La lluvia dejó de regar la tierra para producir la vida, y se convirtió en granizo que dañaba la vida en la tierra. En lugar de satisfacer la sed de la gente, los mataba. Exodo 9:23 afirma que mientras caía el granizo, el fuego se esparcía sobre el suelo. Además, el fuego se mezcló aún con el granizo (v. 24). Por consiguiente, se mezclaron dos extremos indicando que Dios había cambiado la función del universo.
Podemos aplicar esta plaga a nuestra experiencia espiritual. Si nuestra relación con Dios es adecuada, El manda la lluvia espiritual sobre nosotros para regar el jardín en nuestro espíritu y satisfacer nuestra sed. Pero si somos obstinados o rebeldes en contra del Señor, nuestra relación con El estará destruida, y El alterará la función espiritual de la lluvia al mandar granizo sobre nuestro espíritu y fuego junto con el granizo. Este cambio de función espiritual causa graves daños.
En la octava plaga, producida durante el décimo conflicto (Éx. 10:1-20), vemos un cambio en otra función del universo. Esta vez, Dios cambió la función del viento. Cuando el viento funciona normalmente, manda un suministro de aire fresco. Si no existiera el viento, todos nos sofocaríamos. Agradecemos al Señor por la función del viento que sostiene nuestra vida en la tierra. Espiritualmente hablando, el Señor también es viento para nosotros. Una línea de un himno dice: “Anhelo respirarte más, brisa de grato olor” (Himnos #82). Si queremos llevar una vida espiritual apropiada, debemos experimentar a Cristo como brisa suave.
En la octava plaga, Dios alteró la función del viento para que dejara de producir aire fresco que sostiene la vida, e hizo aparecer langostas que devoraban lo que quedaba de la plaga del granizo. El granizo destruyó las hierbas y los árboles, pero las langostas llevaron a cabo un trabajo más fino al devorar la vida vegetal. Como lo afirma Exodo 10:15 “Y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra; y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto”. ¡Qué destrucción más completa llevaron a cabo las langostas! Al juzgar a los egipcios y educar tanto a ellos como a los hijos de Israel, Dios llevó a cabo una labor fina y detallada. Después del granizo, vinieron las langostas a consumir el suplir de vida. Esto fue causado por un cambio en una de las funciones del universo.
Después de las ocho primeras plagas, parece que ya no se necesitaba más juicio ni educación. Observe cuantos daños fueron causados a la tierra Egipto. El agua se convertió en sangre, el polvo en piojos; el agua produjo ranas, las moscas contaminaron el aire, la plaga destruyó al ganado, aparecieron úlceras sobre los hombres y los animales, la lluvia se convertió en granizo, y el viento trajo langostas. ¡Qué destrucción más completa! Si yo hubiera estado allí, le habría dicho al Señor que estas plagas eran suficientes, pues todo había sido destruido.
No obstante, Dios no había terminado. En la novena plaga, El siguió adelante y cambió la función del sol (10:21-29). En el undecimo conflicto entre el Señor y Faraón: “Hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto durante tres días” (10:22). Estas tinieblas eran tan densas que uno las podía sentir. No eran tinieblas abstractas, sino tinieblas sólidas y sustanciales. Exodo 10:23 dice de los egipcios: “Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días”. Debido a estas tinieblas densas, todos los movimientos se pararon en Egipto. Durante tres días, todo se detuvo. Aquí vemos la sabiduría de Dios. Para disciplinar a los egipcios, El no usó armas que los hombres consideran como poderosas. Por el contrario, El usó cosas tales como ranas, piojos, y moscas. Al ejercer Su control sobre el universo para cambiar los principios y las leyes naturales, El mandó sobre los egipcios tinieblas tan densas que nadie podía moverse.
El tercer grupo de plagas fue aún más significativo que los primeros dos grupos porque en estas tres plagas, Dios usó la lluvia, el viento, y los rayos solares. Esto impidió que los egipcios viviesen. No debe sorprenderse al leer lo que dijeron los siervos de Faraón: “¿Hasta cuando será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres para que sirvan a Jehová su Dios. ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido?” (10:7). No obstante, Faraón permanecía obstinado.
Faraón poseía una capacidad poco común de resistir a Dios. El pudo soportar toda clase de sufrimientos sin someterse. Yo en el lugar de Faraón, habría accedido a las exigencias del Señor cuando llegó la primera plaga. En cuanto hubiera visto al agua volverse sangre, les habría dicho a los hijos de Israel que salieran de mi territorio. Pero, a pesar de todas las plagas que cayeron sobre Egipto, Faraón permaneció terco aún cuando las funciones del universo relacionadas con Egipto fueron cambiadas.
En varias ocasiones Faraón regateó con Moisés y Aarón. En 10:8, Faraón les dijo: “Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir?” Moisés reconoció la estrategia de Faraón y contestó: “Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas, hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová (v. 9). Cuando Faraón oyó esto, él les dijo que el mal estaba delante de ellos, queriendo decir que los jóvenes corrían peligro de morir por accidente o heridos. Entonces Faraón exigió que los niños permanecieran con él y que los hombres salieran a servir al Señor. Aquí vemos la sutileza de Faraón. Todos los padres saben que es sumamente difícil para ellos dejar a sus hijos, porque los aman con todo su corazón. Faraón se daba cuenta de eso. El quiso guardar a los niños, e intentó regatear con Moisés y Aarón. Pero ellos no aceptaron lo que Faraón pedía. Por el contrario. Moisés extendió su vara sobre el país de Egipto, y la octava plaga, la plaga de las langostas, cayó sobre Faraón y los egipcios.
Durante la plaga de las tinieblas densas, Faraón volvió a regatear con Moisés y Aarón. Esta vez, él dijo: “Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas: vayan también vuestros niños con vosotros” (10:24). Faraón había sido tocado duramente por Dios, pero él todavía no quería acceder a Su exigencia. Por el contrario, él seguía regateando. La respuesta de Moisés a este regateo fue la siguiente: “Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos para Jehová nuestro Dios. Nuestros ganados irán también con nosotros; no quedará ni una pezuña” (10:25-26).
Según 9:15 y 16, el Señor dijo a Faraón: “Porque ahora Yo extenderé Mi mano para herirte a ti y a tu pueblo de plaga; y serás quitado de la tierra. Y a la verdad Yo te he puesto para mostrar en ti Mi poder, y para que Mi nombre sea anunciado en toda la tierra”. El versículo 16 indica que Dios sostenía a Faraón. En cierto sentido, Dios lo apoyaba. Dios necesitaba que este hombre terco permaneciera firme. En si mismo, Faraón no podía permanecer de esta manera; por tanto, Dios lo apoyó. Para mostrar Su poder y declarar Su nombre en toda la tierra, el Señor necesitaba a Faraón terco.
Hemos señalado que las plagas que cayeron sobre Egipto no fueron solamente para juicio, sino también para educar a los egipcios y a los hijos de Israel. Si no tuviéramos los catorce primeros capítulos de Exodo, no creo que podríamos conocer completamente al mundo ni ver claramente la actitud de Dios hacia el mundo. Faraón fue único en el hecho de no someterse. No se sometió ni siquiera cuando los primogénitos murieron. Esto queda demostrado por el hecho de que más adelante él persiguió a los hijos de Israel. Dios usó a Faraón para educar a los egipcios, a los hijos de Israel, y a Su pueblo a través de las generaciones. La gente de la iglesia hoy en día debe aprender de estos capítulos de Exodo la naturaleza, el significado, y el resultado de la vida del mundo y de la actitud de Dios hacia esta vida. Sólo al recibir esta revelación, podemos aborrecer verdaderamente la vida mundana.
Muchos cristianos hoy en día aborrecen el pecado, pero muy pocos aborrecen al mundo. No obstante, Jacobo 4:4 afirma: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que decide ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Quizá tengamos mucho cuidado de no perder nuestra calma, pero quizá no nos preocupemos en absoluto por proteger nuestros corazones del amor por el mundo. Perder nuestra calma es algo pecaminoso, pero amar al mundo significa ser enemigo de Dios. Para Dios, la mundanalidad es peor que la pecaminosidad. La pecaminosidad va en contra de la justicia de Dios, mientras que la mundanalidad va en contra de la santidad de Dios, la cual es más elevada que su justicia. ¡Cuánto necesitamos la educación que nos proporciona el libro de Exodo! Mediante los primeros capítulos de este libro, llegamos a ver como Dios aborrece a la mundanalidad. Si somos educados por estos capítulos, odiaremos no solamente el pecado, sino también la mundanalidad.
Algunos maestros modernistas han pretendido que Dios no fue justo al interferir con la situación en el territorio de Faraón. Según ellos, Faraón no estaba equivocado al ejercer su autoridad dentro de su propia jurisdicción. Ellos no entendieron que Dios usó a Faraón para educar a Su pueblo escogido. Dios apoyó a Faraón para cumplir Su propio propósito. Dios lo necesitaba y lo usó para enseñar a Su pueblo muchas lecciones.
Yo aprecio las plagas por las lecciones que me han enseñado, particularmente acerca del mundo. He sido cristiano durante más de cincuenta años, pero nunca conocí al mundo de una manera tan completa como lo conozco ahora por mis estudios recientes de estos capítulos acerca de las diez plagas. Estas plagas me han enseñado muchas lecciones sobre la naturaleza, el significado, y la consecuencia de una vida mundana.
Si vemos la sangre, las ranas, los piojos, las plagas, las úlceras, el granizo, las langostas y las tinieblas, no necesitaremos que nadie nos exhorte a no amar al mundo. Espontáneamente veremos que las cosas del mundo no son algo que debemos amar, y automáticamente dejaremos de amar al mundo. ¿Ama usted cosas como ranas, piojos, moscas, plagas, langostas, y tinieblas? ¡Seguro que no! No obstante, usted puede amarlos sin saber porque no los ve tal como son en realidad. Por ejemplo, usted puede pensar que la sangre es agua o que los piojos son polvo. Sólo dejará de amarlos cuando vea la verdadera naturaleza de las cosas del mundo.
Le damos gracias al Señor por Faraón y su terquedad. En Romanos 9, Pablo presenta el caso de Faraón como ejemplo. Puesto que Faraón no se sometió, Dios mandó plaga tras plaga sobre los egipcios. En cada plaga, hay una lección para nosotros. Si quedamos profundamente impresionados por el significado de las plagas, nos apartaremos del mundo y llegaremos a aborrecer la vida del mundo.
En la primera plaga hubo sangre, y en la novena, tinieblas. Tanto la sangre como las tinieblas representan a la muerte. Por consiguiente, las plagas pasaron de muerte a muerte. La vida del mundo es todo un asunto de muerte. No obstante, según Génesis 1 y 2, la ordenación de Dios en Su creación es de vida en vida. El hombre caído ama el mundo, y por esta razón, Dios a través de las plagas expuso que el mundo no es de vida en vida, sino de sangre en tinieblas, de muerte en muerte. Entre la sangre y las tinieblas se encuentran las ranas, los piojos, las moscas, las plagas, las úlceras, el graniz, y las langostas. En la séptima, octava, y novena plaga, las funciones del universo relacionadas con Egipto fueron cambiadas para indicar que la atmósfera misma sobre Egipto ya no era apropiada para la vida humana. Por el contrario, culminaba únicamente en muerte.
Hemos señalado que Egipto tipifica al mundo. Si tenemos una visión detallada del mundo, conoceremos la actitud de Dios hacia éste, y espontáneamente dejaremos de amarlo. Si deseamos ser la morada de Dios en la tierra, debemos conocer al mundo completamente, y el elemento del mundo debe ser extirpardo de nuestro ser. Podemos ser la morada de Dios solamente al ser separados del mundo. En la redención de Dios, no sólo somos salvos del pecado y del juicio de Dios, sino también separados del mundo. Según Gálatas 1:4, Cristo se dio a Si mismo por nuestros pecados para liberarnos de esta era presente y maligna. Por tanto, la plena redención incluye la Pascua y también el cruce del mar Rojo. Después de que los hijos de Israel fueron redimidos y salieron de Egipto, Dios los llevó al monte Horeb, donde recibieron la revelación acerca de la morada de Dios. Por tanto, el libro de Exodo nos presenta una visión clara del mundo y de la morada de Dios.
Siento la carga particularmente por los jóvenes. Ellos se enfrentan a un futuro prometedor. No obstante, todavía deben tomar conciencia de que todo lo relacionado con la vida del mundo va de muerte en muerte, con varias plagas en el medio. Si amamos al mundo, cada función en nuestro universo será cambiada, y todos los recursos de vida serán destruidos. Este es el juicio de Dios sobre el mundo como lo revela el libro de Exodo.