Mensaje 21
En este mensaje, llegamos a un asunto muy difícil: el endurecimiento del corazón de Faraón. El punto es éste: ¿el corazón de Faraón fue endurecido por Dios o por él mismo? En cuanto al endurecimiento del corazón de Faraón, Moisés usa varias expresiones. En 4:21, Dios dice “Yo endureceré su corazón”. No obstante, en 8:15, Moisés dice que Faraón “endureció su corazón”. Además, en 9:7, vemos que “el corazón de Faraón se endureció” y lo mismo en 9:35. Por un lado, 10:1 afirma que el Señor “ha endurecido su corazón” pero por otro en 10:20, vemos que el Señor “endureció el corazón de Faraón”. Según el significado en hebreo, el corazón de Faraón no sólo se endureció, sino que se hizo terco y obstinado. El hecho de que Moisés usa diferentes palabras para describir el endurecimiento del corazón de Faraón indica la gravedad de este asunto.
La Biblia afirma claramente que Dios endureció el corazón de Faraón y también que él mismo endureció su corazón. Algunas personas que no creen en la Biblia argumentan que Dios actuó mal al endurecer el corazón de Faraón. Cuando Pablo escribió la epístola a los romanos, estos argumentos ya habían empezado. Por tanto, Pablo acudió a la soberanía de Dios y preguntó: “Oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el objeto moldeado al que lo moldeó: ¿por qué me has hecho así?” (Ro. 9:20). En el versículo siguiente, Pablo continua: “O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” Aquí Pablo afirma que como Creador, Dios tiene la autoridad soberana de hacer lo que quiera. ¿Quiénes somos nosotros para argumentar con El? Debemos reconocer que somos barro y que Dios es el alfarero. El tiene autoridad de hacer del mismo barro un vaso para honra y otro para deshonra. El tiene derecho de hacer vasos de ira (v. 22) así como de misericordia (v. 23).
¿Se considera usted como vaso de ira o como vaso de misericordia? Por una parte, la clase de vaso que somos se basa en la soberanía de Dios. Pero, por otra, depende de lo que decimos de nosotros mismos. Así como pasa con muchas cosas en el universo, aquí hay dos lados: el lado de Dios y el del hombre. Si decimos que somos vasos de ira, eso es lo que somos. Pero si decimos que somos vasos de misericordia y de honra para gloria, entonces somos tales vasos.
En Romanos 9:16, Pablo afirma: “Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia”. El hecho de ser un vaso de misericordia y de honra para gloria, no depende de nuestro carácter ni de nuestra carrera, sino de la misericordia de Dios. Es por Su misericordia soberana que somos vasos de misericordia. Nosotros no decidimos ser vasos de misericordia. Dios tomó esta decisión antes de nuestro nacimiento. Podemos decir que somos vasos de misericordia sólo por la soberanía de Dios. Por nosotros mismos no tenemos el derecho de decir eso. El alfarero, como aquel que tiene autoridad sobre el barro, ha escogido hacer de nosotros vasos de misericordia. No obstante, el confesar que somos vasos de misericordia demuestra que Dios nos ha hecho así.
La misericordia de Dios es conforme a Su voluntad. En Romanos 9:18, Pablo concluye: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece”. No podemos explicar porque Dios ha deseado mostrarnos misericordia. Lo único que podemos decir es que conforme a la voluntad de Dios, la misericordia de Dios se ha extendido a nosotros. La Biblia recalca mucho esto. Según Romanos 9:18, Dios mostrará misericordia o endurecerá. Vemos eso en el caso de Moisés y de Faraón. Moisés fue una persona a la cual Dios mostró Su misericordia, mientras que Faraón fue una persona que Dios deseó endurecer. En Romanos 9:15, Pablo cita la palabra que Dios dirigió a Moisés: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y me compadeceré del que Yo me compadezca”. Esto indica que la misericordia que El nos muestra es totalmente conforme a Su propia voluntad.
Además, la misericordia de Dios se encuentra en Su soberanía (Ro. 9:20-23). La única forma de explicar la misericordia de Dios para con nosotros es que en Su soberanía El escogió tenernos misericordia. Fíjese en el caso de Esaú y Jacob. ¿Quién puede decir porque Dios quiso escoger a Jacob y no a Esaú? Todo lo que podemos decir es que en Su soberanía, Dios escogió a uno y no al otro. La selección de Dios es totalmente conforme a Su soberanía.
Nosotros los favorecidos de Dios, no sólo debemos darle gracias por Su misericordia, sino también adorarle por Su soberanía. Existen himnos acerca de la misericordia de Dios, pero resulta muy difícil encontrar un himno sobre la soberanía de Dios. Cuando se trata de escribir himnos sobre la soberanía de Dios, tenemos muy poco que decir. Junto con Pablo, debemos ser llevados a la soberanía de Dios. En lugar de argumentar con El, debemos decir: “Oh Padre Dios, Te adoro por Tu soberanía. Aunque yo no soy digno, en Tu soberanía Tu has deseado mostrarme Tu misericordia”. No presuma nunca que usted toca la soberanía de Dios. Escuche a Pablo cuando pregunta: “¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?” (Ro. 9:20). Si somos conscientes de que no somos más que barro, no argumentaremos con Dios. Por el contrario, lo adoraremos simplemente por Su soberanía.
En el universo, existen tres cosas que no pueden ser negadas: la soberanía de Dios, la misericordia de Dios y el libre albedrío del hombre. La soberanía y la misericordia de Dios son divinas y también eternas, sin comienzo ni fin. Por el contrario, el libre albedrío del hombre es algo creado por Dios. Al crear al hombre con un libre albedrío, Dios exhibió Su grandeza. Por esto El no nos obliga a escogerle. Por el contrario, El nos da la libertad para tomar nuestra propia decisión.
El hecho de que Dios concedió al hombre el libre albedrío revela también Su sabiduría y Su amor. Ninguna persona grande, sabia y cariñosa, obliga a los demás a hacer algo. Por el contrario, esta persona siempre respetará el libre albedrío de los demás y dirá: “Tú tomas tu decisión. Si quieres hacer eso, puedes hacerlo. Tú debes tomar la decisión”. El tomar a Dios o rechazarlo depende de nuestra elección. Génesis 2 demuestra que el hombre tiene un libre albedrío. Este capítulo enseña que Dios colocó al hombre que El creó al frente de dos árboles; el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal, y el hombre es libre de escoger uno de los dos. Cuando yo era joven, pensaba que Dios se había equivocado al permitir que el segundo árbol estuviera en el jardín. Me parecía que si hubiera un solo árbol, el árbol de la vida, no hubiese habido ningún problema. Pero en Su grandeza, sabiduría y amor, Dios le dio al hombre la oportunidad de escogerle al ponerlo frente a los dos árboles.
Según Génesis 3, Eva escogió deliberadamente comer del fruto del árbol del conocimiento. Al tomar esta decisión, ella ejercitó su discernimiento y libre albedrío. En el mismo principio, debemos decidir si vamos a creer o no en el Señor Jesús. Además, después de recibirle a El, debemos escoger si le buscaremos. Algunos pensarán que la situación en el universo sería maravillosa si Satanás no existiera. No obstante, es un hecho que tanto Dios como Satanás, tanto la vida como la muerte, están presentes y que debemos escoger entre los dos.
Con este trasfondo, llegamos al problema del endurecimiento del corazón de Faraón. ¿Endureció Dios primeramente el corazón de Faraón o Faraón tomó la iniciativa de endurecer su propio corazón? Para contestar a esta pregunta, es de ayuda reflexionar en su experiencia cuando creyó en el Señor Jesús. ¿Esta fue iniciada por usted o por Dios? Ciertamente, fue iniciada por Dios. No obstante, usted creyó de su parte. Antes de ser salvo, no pensaba acerca de Dios. Mi creencia en Cristo no fue planeada ni iniciada por mi. Tengo la plena certeza de que la fuente de eso fue Dios mismo. El lo planificó, lo inició y lo planeó. Antes de ser salvo, yo no estaba dispuesto a creer en Cristo. Sin embargo, un día espontáneamente estuve dispuesto. Mi experiencia y la suya también demuestran que Dios dio el primer paso para hacernos creer en Cristo.
En el mismo principio, Dios dio el primer paso al endurecer el corazón de Faraón. Antes de que Moisés se enfrentara por primera vez con Faraón, Dios le dijo que El endurecería el corazón de Faraón (4:21). No obstante, en el caso de nuestra salvación, Dios inició nuestra creencia en el Señor Jesús, pero El no la ejecutó al creer por nosotros. Dios planeó que deberíamos creer, pero nosotros mismos tuvimos que creer. Del mismo modo, Dios primero endureció el corazón de Faraón, luego Faraón llevó a cabo este endurecimiento por medio de su libre albedrío.
Aquí vemos la soberanía de Dios y el libre albedrío del hombre. En lugar de contradecirse, los dos se corresponden. Faraón no pudo deshacerse de la responsabilidad en este asunto y colocarla sobre Dios. El tenía su propio libre albedrío.
Por una parte, debemos adorar a Dios por Su soberanía, pero por otra, debemos cumplir nuestra responsabilidad. La soberanía de Dios no contradice nuestro libre albedrío, y nuestro libre albedrío no contradice Su soberanía. Si vemos eso, nos humillaremos bajo la soberanía de Dios y espontáneamente tomaremos nuestra responsabilidad. Diremos: “Señor, todo es conforme a Tu soberanía. No obstante, debo llevar a cabo mi responsabilidad”. Cuanto más estamos dispuestos a llevar nuestra responsabilidad, más se confirma que hemos sido predestinados por Dios.
Primero la Biblia enseña que Dios endureció el corazón de Faraón. Pero la Biblia enseña también que Faraón endureció su corazón. Eso demuestra la soberanía de Dios y también el libre albedrío del hombre. Siempre debemos humillarnos y decir: “Señor, Tú eres soberano. Pero de todas maneras debo llevar a cabo mi responsabilidad”. Esta actitud indica que somos favorecidos por Dios. No obstante, supongamos que tenemos la siguiente actitud: puesto que todo es conforme a la soberanía de Dios, no somos responsables de hacer nada. Esto es una señal de que negamos a Dios. Faraón no pudo escaparse de su responsabilidad, y Moisés no pudo jactarse de sus acciones. De esta manera, Dios cerró toda boca. Moisés no tuvo ningún motivo de jactancia. Tampoco tuvo Faraón ninguna excusa por no tomar responsabilidad.
La soberanía de Dios y nuestra responsabilidad están involucradas en nuestra búsqueda espiritual. Toda búsqueda espiritual apropiada es planeada y programada por Dios. Pero seguimos siendo responsables de buscar al Señor. Cuando lo buscamos, no debemos ser orgullosos. Por el contrario, debemos humillarnos y confesar que nuestra búsqueda del Señor es conforme a Su soberanía. Al mismo tiempo, cumplimos nuestra responsabilidad. Si somos indiferentes hacia el Señor, corremos peligro de no cumplir nuestra responsabilidad. Pero si tenemos celos al perseguir al Señor, debemos tener cuidado de no jactarnos de nuestra búsqueda espiritual. Una vez más, vemos que debemos humillarnos bajo la soberanía de Dios y que al mismo tiempo, debemos llevar a cabo nuestra responsabilidad. Si estamos conscientes de la soberanía de Dios y de nuestra responsabilidad, somos verdaderamente favorecidos por Dios.
Hemos señalado que algunos versículos afirman que Dios endureció el corazón de Faraón, mientras que otros versículos dicen que Dios hizo que el corazón de Faraón fuese duro. En el mismo principio, en algunos versículos vemos que Faraón endureció su corazón (8:15, 19) pero en otras partes que el corazón de Faraón era duro (7:13). Existe una diferencia entre el endurecimiento del corazón y un corazón que se hace duro. En Exodo, vemos que Faraón endureció su corazón y también que su corazón se hizo duro. Esto indica que primero Faraón endureció su corazón. El resultado fue que su corazón se endureció. Por tanto, el corazón endurecido fue la consecuencia del endurecimiento del corazón. Antes de que Faraón endureciera su corazón, su corazón todavía hubiera podido ser ablandado. Pero en lugar de ablandar su corazón, Faraón lo endureció. Pasa lo mismo hoy en día. Antes de que una persona endurece su corazón, su corazón no es duro. Hasta cierto punto, está blando. Pero cuando decide endurecer su corazón, éste se hace duro.
De esto podemos aprender una lección importante: no permita nunca que nada negativo se desarrolle para con el Señor. Antes de que esto se desarrolle, usted todavía puede escoger entre dos cosas: estar de parte de Dios o estar en contra de El. Cuando algo negativo se produce y su corazón es endurecido, usted tendrá una sola elección, la cual es rechazar a Dios.
En la manera en que Faraón usó su corazón, podemos ver como Dios disciplinó el corazón de Faraón. Primero, Dios endureció el corazón de Faraón, y luego El hizo que su corazón fuese duro. Después de endurecer el corazón de Faraón, Dios pudo haberlo ablandado. No obstante, El no lo hizo. Por el contrario, El mantuvo el corazón de Faraón en una condición de endurecimiento. Esto significa que Dios hizo que el corazón de Faraón fuese duro. Al principio, Dios endureció el corazón de Faraón; luego El hizo que el corazón de Faraón fuese duro. En otras palabras, Dios no intervino para cambiar lo que El había hecho con el corazón de Faraón.
Si permitimos que algo negativo se desarrolle para con el Señor, habrá una consecuencia grave. Dios quizá no cambie este resultado. Por el contrario, puede permitir que continúe, así como El no mostró misericordia a Faraón, sino que lo dejó permanecer por sí mismo para mostrar Su poder en él (Ro. 9:17). Cuando usted endurece su corazón, éste se hará duro y permanecerá duro. Esto es lo que pasa por el lado suyo. Por el lado de Dios, primero El endurece su corazón y luego El puede rehusar cambiar lo que El ha hecho. Primero, El endurece el corazón, y luego El lo mantiene duro. Esto nos advierte que debemos tener cuidado, de que cualquier cosa negativa se levantará dentro de nosotros. Cuando esta cosa negativa produce un resultado determinado, ese resultado permanecerá. Puede ser que ni siquiera Dios mismo lo cambie. El puede permitir que permanezca tal como es.
Creo que Moisés usó varias expresiones para describir el endurecimiento del corazón de Faraón para que aprendamos a humillarnos a nosotros mismos delante de la soberanía de Dios, para que tomemos nuestra responsabilidad, y no permitamos que cosas negativas se desarrollen hacia Dios. Cuando estas cosas se desarrollan, resulta muy difícil cambiar su resultado. Por el contrario, la situación permanece y hasta empeora. Aprendamos del ejemplo de Faraón. El permitió que algo maligno empezara, y el resultado permaneció para siempre. ¡Qué advertencia tan seria es esta!
En el transcurso de los años, yo he visto muchos casos de personas que permitieron que cosas negativas se desarrollaran. Al principio, tenían dos posibilidades de frente, y todavía podían cambiar su dirección. Pero cuando tomaron la decisión negativa, ya no hubo regreso. Desde aquel tiempo, no hubo ningún cambio de dirección ni de las consecuencias de su elección.
Tenga mucho cuidado de que nada negativo se levante. Nunca considere esto como algo insignificante. No piense que podrá hacer cierta cosa y que luego cambiará. Usted quizá desee cambiar, pero el resultado de su elección tal vez no le permita cambiar. Además, puede que Dios no tenga la intención de cambiar esta situación negativa.
Debemos adorar a Dios por Su soberanía, agradecerle por Su misericordia, llevar a cabo nuestra responsabilidad, y evitar que cosas negativas se produzcan entre nosotros y el Señor. Entonces estaremos en el favor de Dios, seremos un Moisés, y no un Faraón. Todos debemos acudir al Señor para no ser vasos de ira como Faraón, sino como Moisés, vasos de misericordia y honra para gloria.