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Mensaje 22

La exigencia de Dios y la resistencia de Faraón (6)

(6)

  En este mensaje, llegamos al último conflicto entre Dios y Faraón. Este conflicto dio por resultado la décima plaga, la matanza de los primogénitos (Éx. 11:1-10; 12:29-36).

XII. EL DUODECIMO CONFLICTO

A. En cuanto a Dios

  Dios fue paciente al disciplinar a Faraón. El le pidió a Moisés que negociara con Faraón doce veces. Hace poco, mientras consideraba esto, me sorprendió que el Dios todopoderoso, el Creador, fuera tan paciente con Faraón. Cada vez Dios mandaba una plaga sobre los egipcios, pero Faraón seguía resitiéndose a Sus exigencias.

  Exodo 9:16 dice: “Y a la verdad Yo te he puesto para mostrar en ti Mi poder, y para que Mi nombre sea anunciado en toda la tierra”. En este versículo, la palabra que dirigió Dios a Faraón, implica que fue El mismo quien sostuvo a Faraón. Ahora podemos entender por qué Faraón fue tan fuerte al rechazar la exigencia de Dios. Aquí vemos dos aspectos de la soberanía de Dios. Por un lado, Dios endureció el corazón de Faraón (11:10). Por otro, Dios lo sostuvo. Puesto que Dios había endurecido el corazón de Faraón, él no quería someterse a la disciplina de Dios. Además, al darse cuenta de que Faraón no era lo suficientemente fuerte para oponersele, Dios lo sostuvo. De otro modo, Dios habría perdido la oportunidad de dar a conocer Su poder y de declarar Su nombre en toda la tierra.

  Creo que en la historia, Faraón es el único que se ha rehusado a someterse a las exigencias de Dios. Ni siquiera Nabucodonosor se opuso a Dios como lo hizo Faraón. Aunque Moisés, el representante de Dios, se presentó a Faraón varias veces, pero éste no se sometió.

  En Romanos 9, Pablo estaba involucrado en una discusión acerca de la selección de Dios. Durante esta discusión, él apeló a la soberanía de Dios. Pablo usó el ejemplo de Faraón y señaló que Dios “tiene misericordia de quien quiere, y al que quiere endurecer, endurece” (v. 18). Todo esto es conforme a la voluntad soberana de Dios. Pablo citó también las palabras que dirigió el Señor a Moisés: “Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y me compadeceré de quien Yo me compadezca” (v. 15). Aquí Pablo habló con mucha valentía. Conforme a Su voluntad soberana, Dios deseó tener misericordia de Moisés y endurecer a Faraón.

  En doce ocasiones Moisés, un hombre mayor, fue a negociar con Faraón en el nombre del Señor. Faraón, quien era molestado, no podía hacer nada contra Moisés, quien le causaba problemas, ya que Moisés estaba respaldado por el Señor soberano. El que está en los cielos apoyaba a Moisés. Por consiguiente, Moisés es un ejemplo de alguien que ha recibido misericordia de Dios, mientras que Faraón es un ejemplo de una persona que Dios ha apartado totalmente. Aunque Dios puso a Faraón a un lado, lo siguió usando. Moisés no solamente fue útil para el Señor, sino que Faraón también lo fue. ¿Puede creer que Faraón también le fue útil al Señor? Probablemente usted cree en su corazón que solamente Moisés fue útil. En realidad, ambos eran necesarios y ambos fueron usados.

  Si Faraón hubiera muerto repentinamente después del primer o segundo conflicto, el trabajo de Moisés se hubiera acortado, y Dios habría perdido Su oportunidad de demostrar Su poder y declarar Su nombre. Por consiguiente, Dios necesitaba a Faraón, y necesitaba que él permaneciera a través de los doce conflictos. Dios fortaleció a Faraón durante los doce conflictos a fin de cumplir Su propósito.

  Si no tuviéramos el libro de Exodo con lo doce conflictos entre Dios y Faraón, no conoceríamos a Dios correctamente en cuanto a Su soberanía. Es fácil conocer el amor de Dios, pero es difícil conocer Su soberanía. Mediante los doce conflictos y las diez plagas que transcurrieron por un periodo de tiempo, se dio a conocer la soberanía de Dios. Durante las negociaciones de Moisés con Faraón, Dios manifestó Su soberanía.

  La soberanía denota derecho, autoridad y poder absolutos. Como el Soberano, Dios tiene el derecho de hacer cualquier cosa y tomar cualquier decisión. La soberanía es uno de los atributos de Dios.

  En Su soberanía, Dios usó a Faraón además de Moisés. Sin Moisés, Faraón no habría sido útil en este aspecto. Del mismo modo, sin Faraón, Moisés no habría sido útil. Faraón y Moisés se complementaban. Uno hacía las exigencias, y el otro las resistía, y ninguno cambió su posición ni siquiera un centímetro. Cada vez que Moisés se presentaba delante de Faraón, él era más exigente y Faraón era más obstinado. Faraón nunca fue sometido; él se rehusó a darse por vencido. En la confrontación entre estos dos hombres, vemos un cuadro de la soberanía de Dios.

  La soberanía de Dios se manifiesta también en las plagas, que causaron daños a la condición de vida en Egipto. La sangre echó a perder el agua, y las ranas perturbaron la paz y las comodidades de los egipcios. En las plagas de los piojos y las moscas, la tierra y el aire fueron dañados. Después de las moscas vino la muerte del ganado, y luego las úlceras que se abrieron. La plaga del granizo dañó el entorno, y las langostas devoraron todo lo que quedó después del daño grave provocado por el granizo. Finalmente, la plaga de las tinieblas impidió el movimiento de la gente. Pero aún después de estas nueve plagas, Faraón todavía no se sometía, aunque todo el entorno relacionado con la vida en Egipto había sido dañado. Dios siguió endureciendo el corazón de Faraón y fortaleciéndolo para que continuara de esa manera.

  Todo esto no es un asunto del amor de Dios, sino de la soberanía de Dios. En Romanos 9, Pablo no habla del amor de Dios, sino de Su soberanía. Particularmente vemos la soberanía de Dios con respecto a Faraón, y Su misericordia con Moisés. Por consiguiente, en la confrontación entre Moisés y Faraón, por un lado vemos una descripción de la soberanía de Dios y de Su misericordia por el otro. Mientras los ángeles mataban a los primogénitos de los egipcios, Dios preservaba a los hijos de Israel y a sus animales en paz y tranquilidad, hasta calmó el ladrido de los perros. Después de que Faraón fue sometido por la matanza de los primogénitos, Dios todavía hizo que Israel despojara a los egipcios de su oro, plata y vestidos. Todo esto fue bajo la soberanía de Dios.

B. En cuanto a Faraón

  La obstinación de Faraón obligó a Dios a matar a los primogénitos. Especialmente en la antigüedad, los primogénitos representaban al fuerte y más querido. Aún hoy en día, los padres a veces cuidan más a su primogénito. En la décima y última plaga, los primogénitos de los egipcios y hasta los primogénitos de sus animales fueron matados.

  Cuando era joven, no estaba de acuerdo con Dios acerca de la matanza de los primogénitos. Ahora puedo ver que Dios hizo esto conforme a Su soberanía. El no necesitaba ganar la aprobación de los hombres antes de hacer esto. El simplemente dio el mandato a los ángeles, y ellos lo llevaron a cabo. No considere que al hacer esto Dios no era un Dios de amor. Recuerde que según la Biblia, Dios no solamente ama, sino también es soberano. En otra parte de las Escrituras, vemos que Dios está lleno de misericordia y rico en bondad y perdón. El Nuevo Testamento declara que Dios es amor. El mismo Dios que es amor vino, y conforme a Su soberanía, mató a los primogénitos.

  En 12:30, vemos que entre los egipcios “no había casa donde no hubiese un muerto”. Esta matanza se produjo a la medianoche (12:29), cuando por lo general la gente disfruta del mejor descanso. Ese fue el momento en que los ángeles vinieron para matar a los primogénitos, aquellos que eran los más fuertes y más amados de todas las familias de Egipto. Con esta última plaga, Faraón fue sometido (11:1; 12:21-30, 33). El y sus siervos se levantaron de noche y llamaron a Moisés y a Aarón, diciéndoles que ellos y los hijos de Israel debían salir de Egipto y servir al Señor. Faraón fue sometido hasta el punto de estar dispuesto a que todo Israel se fuese, no sólo con sus niños, sino también con sus ovejas y vacas (12:31-32). Hasta le pidió a Moisés y a Aarón que lo bendijeran. En realidad, él y todos los egipcios sacaron a los hijos de Israel de Egipto (v. 33). Los egipcios estaban aún dispuestos a darles a los hijos de Israel todo lo que pedían. Estaban dispuestos a dejar que toda la nación fuese despojada por Israel (v. 36).

  Cuando se produjo la matanza de los primogénitos de los egipcios, los hijos de Israel fueron preservados de cualquier calse de molestia y estaban descansando, disfrutando de la salvación de Dios. Exodo 11:7 dice: “Pero contra todos los hijos de Israel, desde el hombre hasta la bestia, ni un perro moverá su lengua, para que sepáis que Jehová hace diferencia entre los egipcios y los israelitas”. Donde estaba el pueblo de Dios, no había ninguna molestia. Bajo la soberanía de Dios, ni aún a los perros se les permitía ladrar. Mientras los egipcios lloraban y gritaban, los hijos de Israel disfrutaban de un tiempo agradable. Esto también manifiesta la soberanía de Dios.

  Aunque Faraón fue sometido por la última plaga, fue sólo temporalmente. Después de que los hijos de Israel salieron de Egipto, Faraón se arrepintió de lo que había hecho y los persiguió con sus carros. Una vez más, el corazón de Faraón se endureció. Esto también fue conforme a la soberanía de Dios para que los egipcios supieran que El es el Señor (14:4). El Señor acabó con Faraón solamente después de que las fuerzas egipcias fueron sepultadas en el mar Rojo. Dios ya no lo necesitaba más. No diga que Dios no era un Dios de amor en sus tratos con Faraón. Una vez más debo señalar que aquí no es un asunto del amor, sino de la soberanía.

  ¡Alabado sea el Señor porque en estos capítulos de Exodo vemos la soberanía de Dios! Debemos adorar a Dios por Su soberanía. Debemos decir: “Señor, te adoro por Tu soberanía porque Tu soberanía refleja Tu misericordia. Señor soy débil y pecaminoso. A veces hasta soy rebelde. Pero te agradezco Señor, porque mi corazón ha sido ablandado y está siempre dispuesto a arrepentirse. Señor, te agradezco por darme un corazón tan blando”. Si no sabe que debe adorar al Señor por Su soberanía, quizá no esté consciente de Su misericordia para con usted. Pero si conoce la soberanía de Dios, estará agradecido por Su misericordia. Se dará cuenta de que hasta el asistir a las reuniones de la iglesia, usted se encuentra bajo la misericordia soberana del Señor. Considere cuanta gente está involucrada en cosas pecaminosas o mundanas. Pero nosotros deseamos reunirnos en la presencia del Señor, escuchar Su palabra, buscar lo que está en Su corazón, y practicar la unidad con El. Esto está conforme a la misericordia soberana de Dios. ¡Alabado sea El porque estamos bajo Su misericordia soberana!

  El que podamos asistir a las reuniones de la iglesia proviene de la misericordia del Señor. Muchos podemos testificar que las noches más felices de la semana son las noches de reunión. Sin las reuniones, ¿qué haríamos con todo nuestro tiempo? En nuestro tiempo libre, seríamos miserables. ¡Alabado sea el Señor porque según Su misericordia soberana, podemos reunirnos!

  Cuanto más reconozcamos la soberanía de Dios, más agradecidos estaremos por Su misericordia. ¡Aleluya, la misericordia de Dios ha sido otorgada soberanamente sobre nosotros! Por Su misericordia, no somos tan obstinados como Faraón. A veces somos obstinados, pero en la gracia soberana del Señor, es sólo por corto tiempo. Entonces nos arrepentimos ante el Señor o ante aquel que hemos perjudicado. Este deseo de arrepentimiento es la misericordia del Señor para con nosotros.

  La mañana es un tiempo excelente para que nos arrepintamos y nos confesemos ante el Señor. Le doy gracias al Señor porque cada mañana podemos tener un nuevo comienzo. Al pasar tiempo con El, podemos darnos cuenta de que hemos cometido errores. Entonces nos arrepentimos, confesamos, y experimentamos una limpieza espiritual genuina. ¡Cuánta misericordia es que estemos dispuestos a arrepentirnos, a confesarnos, y a ser lavados por el Señor! Esto demuestra que estamos destinados a ser hijos de Dios, hijos de misericordia, y no faraones.

  No debemos leer estos capítulos de Exodo como una simple historia. Estos capítulos son un cuadro valioso que revela la soberanía de Dios. Gracias al Señor porque en la Biblia se encuentra una sección dedicada a demostrar la soberanía de Dios. Debemos meditar en estos capítulos muchas veces, hasta que veamos la soberanía del Señor y lo adoremos por ella. Durante años, quizá hemos adorado a Dios por Su amor, pero no por Su soberanía. Ahora debemos adorarle como Aquel que es soberano. Debemos decir: “Señor, Tú eres el Dios soberano. Por Tu misericordia soberana, soy uno de Tus hijos. Aleluya, Tú me has predestinado para ser uno de Tus hijos y no un Faraón”. En una época en que tantas personas se entregan a los placeres mundanos, nosotros queremos buscar del Señor y reunirnos en Su presencia. En la misericordia soberana de Dios, nuestros corazones se han inclinado hacia El. Por Su misericordia hacia nosotros, lo buscamos día tras día. ¡Alabado sea El porque no somos un Faraón sino el Moisés actual!

  De los conflictos entre Dios y Faraón, también podemos aprender la manera correcta de laborar por Dios. La manera apropiada no consiste en laborar o esforzarnos, sino en representarle a El. Así como Moisés fue enviado por Dios, nosotros también debemos ser enviados por El.

  Exodo 11:3dice: “También Moisés era tenido por gran varón en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos del pueblo”. Moisés no luchó, ni siquiera trabajó duro. Como representante de Dios, él simplemente fue a ver a Faraón varias veces. Moisés no fue por su propia iniciativa. Cada vez que iba, lo hacía como el enviado de Dios. Además, él no le habló a Faraón con sus propias palabras. El siempre dijo lo que el Señor le había pedido que dijera, dando a conocer a Faraón lo que Dios exigía de él. Por tanto, Faraón en realidad no escuchaba a Moisés ni trataba con él; él escuchaba a Dios y trataba con Dios. Moisés era el embajador de Dios, el enviado de Dios. La manera de laborar por Dios consiste en ser Su representante.

  Deseo recordarle a los colaboradores que no necesitan esforzarse tanto. Esto no significa que debemos ser ociosos o perezosos. Significa que debemos pasar más tiempo con el Señor. En nuestra oración, no debemos orar tanto por nuestra obra. Al contrario, debemos orar para tocar al Señor, para conocer Su corazón y sentir lo que El siente. Debemos permanecer en Su presencia hasta que El sature nuestro ser. Entonces representaremos a Dios, y El nos enviará. Recuerde que no depende del que corre ni del que desea, sino de Dios, quien muestra misericordia (Ro. 9:16). No necesitamos correr ni desear. Nuestra necesidad es representar a Dios y ser Sus enviados.

  Un apóstol es un enviado. El es enviado por la persona que él representa. Nosotros los enviados de Dios debemos tener la certeza de que dondequiera que estemos, estamos allí como los representantes de Dios. Nosotros somos insignificantes y muy débiles. En realidad, no somos nada. Pero representamos a Dios. Como representantes de Dios, no hablamos por nosotros mismos ni llevamos a cabo nuestra propia labor. Somos la zarza, y el Señor es el fuego que arde en medio de ella. El fuego y la zarza son uno. Cuando estamos en esta realidad, es difícil distinguir entre la zarza y el fuego. Esto nos recuerda lo que dijo Pablo en 1 Corintios 6:17: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. La manera adecuada de laborar por Dios consiste en tener la certeza de que representamos a Aquel que amamos y servimos. Adondequiera que vayamos, no vamos por nosotros mismos, sino con El y en El.

  En estos capítulos de Exodo, vemos al Faraón obstinado y también a Moisés, el representante de Dios. Por medio de Faraón, Dios se manifestó como el Dios soberano, pero en Moisés, Dios tuvo una persona que lo representara y que ejecutara Su voluntad. ¡Alabado sea el Señor porque ninguno de nosotros es Faraón, sino que todos somos Moisés, aquellos que somos uno con el Señor! En Su soberanía y misericordia, adondequiera que vamos, vamos con el Señor, lo representamos a El, y ejecutamos Su voluntad. ¡Qué todos adoremos al Señor por Su soberanía y le demos gracias por Su misericordia!

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