Mensaje 24
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Lectura bíblica: Éx. 12:11-28, 43-51; 13:2-11; 2 Co. 5:7-8; 1 Co. 15:45, 47a.
El relato acerca de la Pascua mencionado en Exodo es muy detallado. En ninguna otra parte de la Escrituras podemos encontrar un relato de la redención de Cristo tan detallado como éste. La razón es que Dios desea que conozcamos la redención de Cristo de una manera tan completa que nunca podamos olvidarla. En dos ocasiones se usa la palabra conmemoración (12-14; 13:9). Esto indica que Dios no quiere que descuidemos la redención de Cristo ni nos olvidemos de ella. Al contrario, debemos recordarla, no de una manera general, sino de una manera específica y detallada.
Uno de los detalles en el relato de la Pascua es en cuanto la manera de comer la carne del cordero. La carne del cordero pascual representa la vida crucificada y resucitada de Cristo, la cual es nuestro suministro. En Juan 6:53, el Señor Jesús dijo que si deseamos tener vida debemos comer la carne del Hijo del Hombre. En el versículo 55, El dice: “Mi carne es verdadera comida”. Mediante la encarnación, crucifixión y resurrección, la carne de Cristo se ha convertido en nuestra comida.
Otro detalle se relaciona con los huesos del cordero pascual. En Exodo 12:46, se le dijo a los hijos de Israel que no quebraran ningún hueso del cordero usado en la Pascua. Esto tiene mucho significado. Cuando el Señor Jesús fue crucificado, Sus huesos no fueron quebrados (Jn. 19:33, 36). Esto indica que dentro de Cristo había algo inquebrantable e indestructible. Los huesos intactos de Cristo representan la vida que se imparte. Eva tipificaba esto debido a que ella fue edificada de la costilla de Adán. Así como el hueso de Adán pudo impartir vida para hacerla su complemento, también la vida indestructible de Cristo nos ha impartido vida para hacer de nosotros Su complemento. La costilla de Adán representa la vida de Cristo que imparte vida. En Cristo se halla una vida representada por los huesos no quebrados del cordero pascual. Esta vida es la vida eterna y divina de Cristo que imparte vida dentro de nosotros.
Debemos quedar profundamente impresionados por todos los detalles de la pascua. Al considerar estos detalles, nos damos cuenta de que el relato de la Pascua no es algo sencillo ni fácil de entender.
En este mensaje veremos la manera de aplicar el cordero pascual. El cordero pascual es maravilloso, pero si no sabemos como aplicarlo, éste tendrá otro significado en nuestra experiencia subjetiva de cada día. Por consiguiente, en este mensaje nos preocupamos por la experiencia subjetiva de Cristo como la Pascua.
Exodo 12:11 dice: “Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano y lo comereís apresuradamente; es la Pascua de Jehová”. Mientras los hijos de Israel comían el cordero pascual, parecían un ejército. Exodo 12:51 afirma que el Señor sacó a los hijos de Israel “de la tierra de Egipto con sus ejércitos”. Hoy pocos cristianos se dan cuenta que debemos ser un ejército. Al contrario, el concepto que predomina es que todo creyente debería ser puesto en un trono y llevado a los cielos. No obstante, según el cuadro que presenta el libro de Exodo, los redimidos practicaban la Pascua de manera tal, que podían ser el ejército de Dios.
Según 12:11, los hijos de Israel comieron con sus lomos ceñidos. Antes de ser salvos, nosotros éramos muy libres; nuestro ser no había sido ceñido. Estar ceñido forma parte de la preparación para ser un soldado en el ejército. Cuando nos ceñimos, nos preparamos para pelear.
El evangelio predicado por muchos cristianos hoy no está completo. Cuando usted oyó el evangelio, ¿le dijeron que se arrepintiera, creyera en el Señor Jesús, lo recibiera, y luego ciñera sus lomos? A pocos de nosotros se nos dijo que debíamos ceñirnos. No obstante, el asunto de ceñirse se encuentra aquí en Exodo 12. Este relato está completo. Estamos calificados para aplicar la Pascua únicamente cuando ceñimos nuestros lomos. Si seguimos sueltos, no podemos tomar la Pascua correctamente.
También se le pidió a los hijos de Israel que calzaran sus zapatos. Eso indica que ellos debían prepararse para un viaje. Como ejército, todos los soldados necesitan zapatos apropiados. Antes de ser salvos, nuestros pies no llevaban zapatos. Si deseamos combatir por el Señor, nuestros pies necesitan los zapatos adecuados. Lamento que la predicación del evangelio en el cristianismo actual raras veces incluya una palabra sobre la necesidad de ponernos los zapatos para aplicar el cordero pascual. Espero que el Espíritu Santo nos hable al respecto.
Además, en 12:11 se le pidió a los hijos de Israel que comieran la Pascua con el bordón en la mano. El bordón también se usaba para el viaje. Antiguamente, cuando la gente emprendía un largo viaje, a menudo tomaban un bordón. La faja, los zapatos y el bordón servían para el viaje que los hijos de Israel iban a emprender. Este viaje no iba a ser un viaje de paz, sino un viaje de guerra, pues en cierto sentido, ellos tenían que luchar para salir de Egipto.
Le damos gracias al Señor porque a pesar de no haber oído acerca de estas cosas cuando nos predicaron el evangelio, muchos de nosotros tuvimos alguna experiencia de esto cuando fuimos salvos. Cuando decidimos recibir a Cristo como nuestro Salvador, dentro de nosotros sentimos que fuimos preparados para un largo viaje. Esta fue mi experiencia. Me parecía que había abandonado mi viaje anterior y que estaba listo para emprender un nuevo viaje, a llevar una nueva vida con un nuevo comienzo. ¿Acaso no tuvo esta experiencia cuando creyó en el Señor? ¿no fue preparado para emprender un nuevo viaje, un nuevo caminar? Tal vez usted no pudo describirlo, pero el Espiritu Santo lo equipó de esa manera y lo guió en un viaje de combate. Se dio cuenta de que una nueva vida, un nuevo viaje acababa de empezar.
Finalmente, Exodo 12:11 afirma que los redimidos de Dios debían de comer la Pascua apresuradamente. Por tener que huir del país de Egipto aquella noche, se les pidió comer el cordero pascual apresuramente. A menudo se le pide a los soldados que coman sus alimentos rápidamente. Los que han estado en el ejército saben que los soldados son entrenados para comer de esta manera. Debido a la batalla frente a nosotros, debemos comer el cordero pascual apresuradamente. No tome el pretexto de que es lento por naturaleza. Los lentos son atacados primero por el enemigo desde la retaguardia. Los que comen rápido son probablemente los que se hallan al frente del ejército.
En 12:22 dice: “Y tomad un manojo de hisopo y mojarlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo”. Noten que la sangre fue aplicada sobre la entrada de la casa, y no en el techo. La entrada tiene por función permitir que las personas y cosas entren en la casa. La puerta impide la entrada a toda persona o cosa que no es apropiada. El hecho de que la sangre del cordero pascual fuese colocada en el dintel y los dos postes de la puerta implica que la sangre nos abre el camino para entrar en Cristo, quien es tipificado por la casa. Los redimidos entran en la casa, no por el techo ni por una ventana, sino por la puerta untada con la sangre redentora. ¡Aleluya, nuestra entrada en Cristo ha sido garantizada por Su sangre redentora! Al entrar en Cristo por la puerta untada con sangre, recibimos una cordial bienvenida.
Además, la sangre sobere la puerta protegía a los redimidos del juicio de Dios. Como lo afirma 12:13, la sangre era una “señal en las casas” donde se encontraran los hijos de Israel. El versículo 23 dice: “Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir”. La misma sangre abrió el camino para que los redimidos entraran en la casa y cerró las puertas al destructor, guardando así a los redimidos de Dios del juicio. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos una puerta que ha sido untada con la sangre redentora! Esta puerta nos abre la gracia de Dios con todo lo que El es y todo lo que tiene para nosotros. Además, esta puerta está cerrada para todas las cosas negativas. ¡Aleluya, estamos en la casa a cuya puerta se le ha untado la sangre!
En el mensaje anterior, mencionamos que tanto el Cordero como la casa representan a Cristo. Esto significa que el cordero es la casa y la casa es el cordero. El cordero es el medio que se usa para la redención, y la casa el medio para la preservación. Todo aquel que es redimido por el cordero es preservado y guardado por la casa. Esto indica que todo lo que Cristo redime, es guardado por El. Como Redentor, El es el cordero y como el que guarda, El es la casa. Finalmente, la sangre del cordero estaba sobre la puerta y su carne dentro de la casa. El cordero, la casa y los que disfrutaban de la Pascua se hicieron uno. Este es un cuadro de la identificación de los redimidos con Cristo.
Se necesitaba una manojo de hisopo para poner la sangre del cordero en el dintel y en los postes. Primera Reyes 4:33 afirma que en su sabiduría, Salomón “disertó sobre los árboles, desde el cerro de Líbano hasta el hisopo que nace en la pared”. El hisopo era una de las plantas más pequeñas. Según la revelación del Nuevo Testamento, nuestra fe es la cosa más pequeña (Mt. 17:20). Por consiguiente, el hisopo representa la fe. Dios no requiere que nuestra fe sea como un cedro, pues ninguno de nosotros podría satisfacer este requisito. Dios requiere que tengamos un poco de fe. Aun cuando nuestra fe es muy pequeña, todavía podemos aplicar el cordero pascual. Si un pecador ora: “Señor Jesús, gracias por haber muerto por mí”, él será salvo. Aun esta fe pequeña lo salvará. En realidad uno puede ser salvo con sólo decir: “Gracias, Señor”. Esta es la fe que se parece al hisopo que nace en la pared. Por medio de esta fe tan pequeña se aplica la sangre de Cristo.
Según Exodo 12:22, la sangre del cordero pascual no estaba en una vasija sino en el lebrillo. Muchos pueden testificar que en su experiencia de conversión, la sangre redentora de Cristo les fue accesible de una manera pequeña y fácil de aplicar. No se necesitaba tener mucha fe. Un poco de fe bastaba para que fuesen salvos. Ese es el significado de usar un manojo de hisopo para aplicar la sangre del cordero pascual. Tanto el lebrillo como el hisopo eran pequeños y podían ser manejados fácilmente por cualquiera. ¡Cuán fácil es aplicar a Cristo!
Cualquier incrédulo que lee este mensaje no necesita esperar que algo importante suceda. Mientras él lee, puede decir: “Señor, Te doy gracias”. Aun al ejercitar esta pequeña cantidad de hisopo, la sangre es aplicada a él y toda la Pascua será suya. La sangre del cordero pascual es aplicada, no por una fe grande, sino por una pequeña cantidad de fe. ¡Alabado sea el Señor porque un poco de fe es suficiente! Al aplicar la sangre con fe, tenemos una entrada en Cristo, e inmediatamente somos introducidos en El como la casa donde toda la Pascua llega a ser nuestra.
A los hijos de Israel se les pedía que permanecieran en la casa cuya puerta fue untada con la sangre; no debían salir de ella hasta la mañana (12:22). Si deseamos entender el significado de esto, debemos ver que el concepto básico en la Biblia acerca de la redención es la identificación o la unión. Sin identificación, no puede haber ninguna sustitución, la cual es necesaria para la redención. En la cruz, Cristo murió como nuestro sustituto. No obstante, el que El nos sustituya requiere que nos identifiquemos con El.
En el Antiguo Testamento, el arca de Noé, es un ejemplo de este asunto de la identificación. Para ser salvos de las aguas del juicio, Noé y su familia debían estar dentro del arca. Estar dentro del arca significaba identificarse con el arca, ser uno con el arca. El destino del arca automáticamente fue el destino de todos los que estaban en el arca. Todo lo que le sucedía al arca, llegó a ser la experiencia de la gente que era uno con ella. Después de que se cerró la puerta del arca quizás otras personas se pudieron haber agarrado del arca con desesperación. Pero ellos no eran uno con el arca ni estaban identificados con ella. La única manera de ser uno con Cristo consiste en entrar dentro de El. Usando las palabras de 1 Corintios 1:30, el hecho de estar en Cristo Jesús es algo que proviene de Dios. Dios nos ha colocado en Cristo. Asi como las ocho personas que estaban en el arca de Noé, también nosotros, los redimidos, estamos en Cristo Jesús.
Nuestra entrada en Cristo se hace por la puerta donde se ha aplicado la sangre. Cuando usamos hisopo para untar la sangre, podemos entrar dentro de Cristo. Después de entrar en Cristo, debemos permanecer en El. En Juan 15, el Señor Jesús dice: “Permaneced en Mí”. Permanecer en Cristo significa quedarse en El, es decir, mantener nuestra identificación, nuestra unión con El.
Muchas enseñanzas cristianas tienen por efecto separar a los creyentes de Cristo y hacer que pierdan su identificación con El. Ninguna enseñanza que nos haga perder nuestra unión con Cristo es útil. Lo que está fuera de Cristo, es esfuerzo y empeño humanos. Nosotros no necesitamos empeñarnos ni esforzarnos. Sólo debemos entrar en la casa por la puerta que fue untada con la sangre. Cuando estamos en la casa, somos uno con la misma y estamos identificados con ella.
Muchos creyentes estaban en la casa cuando se convirtieron. Pero poco después, en cuanto a su experiencia práctica de cada día, ellos salieron de la casa. En su experiencia, pocos cristianos permanecen en la casa después de su conversión. Esto significa que cuando creyeron en Cristo y fueron salvos, entraron en la casa. Sin embargo, empezaron a hacer muchas cosas fuera de la casa y que no tenían nada que ver con ésta. Esto indica que hicieron cosas fuera de Cristo. Esta ha sido la experiencia de muchos de nosotros. Entramos en Cristo cuando fuimos salvos. Pero en nuestro esfuerzo por agradar a Dios por nosotros mismos, nos salimos de Cristo. No permanecimos en El.
Después de llegar a la iglesia, volvimos a la casa por medio del ministerio de la Palabra. Los que entraron en la vida de iglesia quizás todavía no estén en Cristo de una manera práctica. Esta es una fuente de problemas en la iglesia. Todos los que están en la iglesia deben estar en Cristo. No obstante, puede crearse una condición anormal en la cual muchos santos en la vida de iglesia no permanecen en Cristo. Antes de entrar en la vida de iglesia, quizá usted se esforzaba por complacer al Señor. Ahora que ha entrado en la iglesia, la cual forma parte de la casa, también debe regresar a la misma. Eso significaba que debe regresar a Cristo y permanecer en El.
Todos fuimos salvos en Cristo. No obstante, tal como los gálatas, podemos intentar seguir adelante fuera de Cristo. Por consiguiente, debemos regresar a Cristo. No tenemos ninguna necesidad de hacer tantas cosas. Simplemente debemos mantener nuestra identificación con Cristo con la conciencia constante de que no somos nada y de que El es todo. Debemos ver que estamos en El y que El está en nosotros. Mientras nosotros permanecemos en El, El permanecerá en nosotros. Así como lo dijo el Señor en Juan 15: “Permaneced en Mí y Yo en vosotros”.
Quizá algunos hayan oído esta enseñanza antes de entrar en la vida de iglesia. No obstante, el asunto crucial no consiste en que conozca la enseñanza acerca de permanecer en Cristo, sino en que permanezca efectivamente en El. ¿Dónde se encuentra usted en este momento? ¿Está en Cristo, o fuera de Cristo? El Señor Jesús dijo que apartados de El no podemos hacer nada (Jn. 15:5). Permanecer en la casa significa permanecer en Cristo e identificarnos con El. En otras palabras, significa permanecer en unidad con el Señor.
El mayor problema entre los creyentes contemporáneos es que en su experiencia, se encuentran fuera de Cristo, fuera de la unidad con El. Moisés mandó que los hijos de Israel comieran del cordero en la casa y luego se quedasen en ella. Si hubieran salido de la casa, lo hubieran perdido todo. En la casa, recibieron el pleno disfrute de la Pascua. Sólo podían experimentar la Pascua en la casa.
Debemos entender claramente lo que representa la casa y dónde se encuentra actualmente. Hemos recalcado que la casa es Cristo. ¿Pero dónde está la casa? La casa se encuentra en el lugar donde se ha untado de la sangre. La única señal en la casa no es lo que somos, ni lo que tenemos, ni lo que hacemos. Es la sangre de Cristo que fue untada. Donde está la redención, allí está Cristo también. Fuera de la redención, no tenemos ninguna posición. Nuestra única posición es la sangre redentora de Cristo.
Si lee la epístola a los Gálatas verá que fueron distraidos de la posición de redención. Ellos salieron de la casa y por tanto fueron despojados del beneficio de estar en Cristo. Si los hijos de Israel no hubiesen permanecido en la casa, habrían sido privados del beneficio, disfrute y experiencia de la Pascua. Para participar de la Pascua, se necesitaba permanecer en la casa.
La razón por la cual no estamos de acuerdo con muchas enseñanzas del cristianismo actual es que éstas hacen salir a los cristianos de la casa, y a abandonar la posición de redención. Cuando estamos salvos, debemos permanecer en el mismo lugar donde fuimos redimidos, en el lugar donde la sangre ha sido untada. En ese lugar tenemos la casa.
La sangre redentora nos mantiene en Cristo. Cuando intentamos hacer algo por Dios con nuestra propia fuerza, violamos el principio de redención. El principio de redención es éste: sólo necesitamos usar nuestro hisopo como nuestra fe, para aplicar la sangre. Cuando nuestro hisopo aplica la sangre a la puerta, se abre el camino para que entremos en Cristo. Permanezcamos en el lugar de redención, en la casa con la puerta untada de sangre. No debemos practicar cosas que nos hagan salir de la casa. Por el contrario, debemos permanecer en la casa donde participamos de la Pascua.
Cuanto más permanecemos en la casa, más luz recibimos; y cuanta más luz recibimos, más vemos que todo lo que necesitamos se encuentra en la casa. Si permanece en la casa, estará lleno, edificado, equipado y formado en un ejército. Nuestra única necesidad consiste en permanecer en Cristo como la casa.
Cuando yo era joven, escuché muchos mensajes sobre la Pascua. Todos esos mensajes recalcaban el punto de que cuando Dios ve la sangre, El pasa por encima de nosotros. Un himno muy conocido acerca del evangelio usa el versículo de Exodo 12:13: “cuando veo la sangre, paso de ustedes”. Pero en todos estos mensajes sobre la Pascua, no se dijo una sola palabra acerca de permanecer en la casa. Solamente se menciona dos veces que cuando Dios ve la sangre, El pasa por encima de nosotros. Sin embargo, Moisés habló continuamente de la casa.
Si el Señor lo ilumina, se dará cuenta de que tal vez aún esté fuera de la casa, fuera de Cristo. La única manera de entrar en la casa es por medio de la sangre redentora untada sobre la puerta. Es imposible separar la sangre redentora de la casa, pues la sangre y la casa son una. Cuando nos mantenemos en la posición de la sangre redentora, estamos con Cristo. No obstante, cuando intentamos agradar a Dios con nuestra energía natural, dejamos la posición de la sangre redentora y nos encontramos fuera de Cristo.
¿Sabe lo que hacían los hijos de Israel en la casa? Comían la carne del cordero pascual. Exodo 12:14 indica que ellos estaban festejando. Este versículo declara: “Ese día pasará en memoria, pero celebraré como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones”. ¿Qué significa celebrar al Señor? Significa que permanecemos en la casa y disfrutamos de una participación plena del cordero. De esta manera, celebramos el cordero. No obstante, el Señor disfruta de esta fiesta más que nosotros. Celebrarle a El significa que celebramos con El y para El. Comemos, pero El disfruta. Celebramos y El está feliz. Cuanto más celebramos, más disfrute sentimos y más feliz está El. No obstante, cuanto más procuramos hacer cosas, más disgustado está El, pues nuestra iniciativa no le brinda ningún disfrute.
¡En qué situación lamentable se encuentra el cristianismo actual! La mayoría de los cristianos están fuera de la casa intentando hacer cosas por el Señor. No están en la casa celebrando al Señor. ¡Alabado sea el Señor porque nosotros en las iglesias locales estamos en la casa celebrandole a El!
Este principio de permanecer en la casa al guardar la posición de redención debe gobernar toda nuestra vida cristiana. Todo el día, nosotros los redimidos debemos permanecer en la casa. Cuando algunos oyen esto, tal vez digan que los hijos de Israel dejaron la casa para emprender su exodo fuera de Egipto. Sin embargo, el tiempo que ellos pasaron en la casa representa el transcurso total de redención.
Mientras permanecemos en la casa celebrando el cordero pascual, somos equipados. En realidad, la celebración nos equipa. Cuando los hijos de Israel se llenaban del cordero pascual, estaban listos para salir de Egipto. Por consiguiente, ellos fueron equipados al llenarse del cordero. Esta es la razón por la cual decimos que permanecer en la casa constituye todo el transcurso de la redención.
No piense que la sangre untada en el dintel y en los postes es suficiente para todo. Es suficiente para introducirnos en la casa y librarnos del juicio de Dios, pero no para equiparnos. No nos permite emprender el viaje. Para ello, debemos asar el cordero, comer su carne en la casa apresuradamente y llenarnos del mismo. Debían comerse todo el cordero pascual, incluyendo la cabeza, las patas y las entrañas. No debían dejar nada. Quizá los hijos de Israel debían animarse el uno al otro a comer ciertas partes del cordero. A algunos, quizás no les gustaban las entrañas ni la cabeza; no obstante, tenían que comerse todo el cordero para estar plenamente equipados para la batalla.
Mientras festejemos a Cristo como el cordero pascual, Dios está contento y lleno de disfrute. Entonces El puede decir: “Satanás, mira a mi pueblo. Está siendo equipado por medio de comer el cordero pascual. Debido a esto, podrán vencerte”.