Mensaje 26
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Lectura bíblica: Éx. 12:29-42, 51; 13:1-22
En los mensajes anteriores estudiamos acerca de la Pascua. Ahora estudiaremos el éxodo de Israel fuera de Egipto, este evento sucedió después de la Pascua. Como todos sabemos, la palabra éxodo significa salida.
Los puntos que abarcaremos en este mensaje en cuanto al éxodo fuera de Egipto se pueden ver en el Nuevo Testamento. Sin embargo, si leemos lo que aparece en el Nuevo Testamento sin prestar atención al cuadro que se presenta en el Antiguo Testamento, nuestra impresión no será tan profunda. Por lo tanto, debemos estudiar tanto lo que se dice en el Nuevo Testamento como el cuadro presentado en el Antiguo Testamento.
A menudo se nos hace más fácil entender las cosas espirituales por medio de cuadros que con palabras. Usando la terminología del Nuevo Testamento, el éxodo representa el salir del mundo. Sin embargo, si no tuviésemos el cuadro que aparece en el libro de Exodo, sería difícil decir como podemos salir del mundo. Hablar acerca de esto sin hacer referencia al cuadro puede causar confusión. Por lo tanto, le damos gracias al Señor tanto por el cuadro del Antiguo Testamento como por las palabras del Nuevo Testamento.
Los hijos de Israel no salieron de Egipto por su propia iniciativa ni por su propia fuerza. Si hubiese dependido de ellos, nunca hubiesen salido de Egipto. El éxodo fue llevado a cabo por el Dios salvador. Primero, Dios sometió a Faraón, el que había usurpado a los hijos de Israel y después sometió a todos los egipcios (12:29-33). A medida que aplicamos este principio a nuestra experiencia, vemos que Dios viene a someter a Satanás, a todo y a todos los que estén de su lado, y también nuestro alrededor. Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, todo el ambiente había sido sometido por Dios. Todo estaba dispuesto para que salieran de Egipto. Aún si hubieran querido permanecer en Egipto, el entorno no se lo habría permitido. No tenían otra alternativa más que irse.
Según el cuadro presentado en el libro de Exodo, la salvación que Dios efectúa incluye el aspecto de la Pascua y el del éxodo. Era fácil para los hijos de Israel celebrar la Pascua, pero no tan fácil llevar a cabo el éxodo. La dificultad estriba en que para salir se necesitaba el ambiente apropiado. Suponga que la situación en Egipto no permitía que el pueblo de Dios saliera de allí. ¿Cómo habrían salido? Hubiese sido imposible. El éxodo requería que el ambiente fuese sometido completamente. El éxodo de Israel fue el resultado de una larga lucha entre Moisés y Faraón. Antes de éste se llevaron a cabo doce negociaciones con diez plagas. Esto indica que no le es fácil a Dios liberar a Su pueblo de la usurpación de Satanás y del mundo. Todos los cristianos genuinos han tenido la experiencia de la Pascua, pero sólo la minoría han tenido la experiencia del éxodo. La razón de esto es que algunos aspectos de su entorno no han sido sometidos.
Si nuestro ambiente no está sometido, podemos participar de la Pascua, pero no del éxodo. Tal vez su esposa, esposo o parientes necesiten ser sometidos. Cuando algunas personas escuchan que su ambiente debe ser sometido, se desaniman y se dan por vencidos. Sin embargo, ni siquiera el asunto de darnos por vencidos depende de nosotros; sino depende completamente del Señor. En lugar de darnos por vencidos, deberíamos cooperar con El. Para ser librados de la mano usurpadora de Satanás y del mundo, necesitamos que la mano de Dios someta nuestro ambiente.
En este relato se nos dice en dos ocasiones que Dios sacó a los hijos de Israel de Egipto “con mano fuerte” (13:3, 14). El pueblo de Dios no sólo fue salvado por la sangre del cordero pascual, sino también por la mano de Dios. La sangre los salvó del justo juicio de Dios, pero la mano los salvó de la usurpación de Faraón. Es lo mismo en cuanto a nosotros hoy. Por medio de Cristo como nuestra Pascua somos salvados del juicio de Dios, pero por la mano sometedora de Dios somos salvados de Satanás y del mundo.
Faraón y los egipcios estaban sometidos a tal grado que ellos mismos echaron de Egipto a los hijos de Israel (12:33, 39; 11:1). Los egipcios ya no podían tolerar la presencia del pueblo de Dios en su país ni un momento más. Cuando Moisés y Aarón le pidieron a Faraón por primera vez que dejara ir al pueblo de Dios, éste se rehusó. Pero en 12:33 “los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra”.
Esta no es sólo una historia bíblica, sino un principio que se aplica a nuestra experiencia cristiana. Tarde o temprano, nuestro ambiente nos estimulará, hasta obligarnos a salir del mundo. Nuestra esposa, esposo o parientes nos pedirán que salgamos nos dirán que es mejor que dejemos el mundo a que permanezcamos en él. Esto significa que el mundo nos sacará. Si no estamos dispuestos a salir de allí, el mundo mismo nos echará. Mientras continuemos en el mundo, los del mundo no tendrán paz. Finalmente ellos se darán cuenta de que sólo obtendrán la paz y nosotros el gozo cuando hayamos dejado el mundo. Yo puedo testificar que esta ha sido mi experiencia. Si yo tratara de regresar al mundo, ellos me suplicarían que no lo hiciera. En lo que respecta al mundo, mientras más lejos esté de él, es mejor. Que el mundo desee que salgamos de él es el resultado de la mano fuerte del Señor.
Debido a que los hijos de Israel fueron echados de Egipto, no tuvieron tiempo de leudar sus alimentos (12:34, 39). Mencionamos que la levadura representa lo pecaminoso y la corrupción. El hecho de que los hijos de Israel no tuvieran tiempo para leudar su pan indica que el Señor arregla el ambiente de tal manera que no tengamos tiempo para cosas pecaminosas. Si tuviésemos tiempo de leudar el pan, se nos haría difícil salir de Egipto. Esto significa que si todavía tenemos tiempo para cosas pecaminosas, nuestra salida del mundo sería difícil. Después de que Dios somete el ambiente y hace que seamos echados del mundo, debemos darnos cuenta de que no nos queda tiempo para cosas pecaminosas. Exodo 12:39 dice: “Y cocieron sus tortas sin levadura de la masa que habían sacado de Egipto, pues no había leudado, porque al echarlos fuera los egipcios, no habían tenido tiempo ni para prepararse comida”. Este versículo expresa claramente que los egipcios no le dieron tiempo a los hijos de Israel para leudar su pan.
Cuando era niño y vivía al norte de China, comíamos mucho pan leudado. Aprendí que toma menos tiempo hornear un pan sin levadura que uno leudado. A menudo antes de irme a la cama mi madre preparaba la masa y la leudaba y la dejaba reposar durante la noche. Cuando mi hermana preparaba la masa, a veces se le olvidaba echarle la levadura. En la mañana, cuando mi madre se daba cuenta de esto se molestaba. Ella sabía que ya no había tiempo para preparar pan leudado, y tenía que preparar otra cosa. Este ejemplo nos muestra que toma tiempo preparar pan leudado. Así como toma tiempo el hornear el pan leudado, también lo es cometer un pecado.
Hace treinta años, muchos de nosotros nos mudamos a toda prisa de China continental a Taiwán. El ambiente era tal que no había tiempo que perder. Si hubiésemos tardado, nos hubiésemos encontrado sin transportación. También, nos vimos obligados a dejar muchas cosas. Antes de eso, nosotros los que ministrábamos la Palabra tratábamos de ayudar a las personas a despojarse de la “levadura” que había en sus vidas. Pero no estaban dispuestos a escuchar. En lugar de esto, se aferraron a las cosas pecaminosas, a las cosas que son “levadura” a los ojos de Dios. Sin embargo, al ser obligados a dejar la China continental, no tuvieron otro remedio que dejar la “levadura”. Cuando llegamos a Taiwán, estaba feliz porque habíamos dejado tanta “levadura”.
A veces Dios usa hasta la debilidad física o la enfermedad para separarnos de la “levadura”. Tal vez usted desee practicar algunas cosas pecaminosas, pero debido a una inestabilidad física ya no lo puede hacer. Dios obra en lo que le rodea a fin de forzarlo a dejar la “levadura”.
Los hijos de Israel salieron de Egipto de una manera pura, es decir, sin levadura. Muchos de nosotros podemos testificar que también hemos dejado el mundo de igual manera. Debido a que Dios arregló nuestro ambiente, no pudimos traer la levadura con nosotros. Mas bien, el ambiente hizo que nuestra salida fuera pura. ¡Alabado sea el Señor por limpiarnos de toda levadura!
En Exodo 12:35 y 36 dice: “E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés, pidiendo de los egipcios alhajas de plata, y de oro y vestidos. Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios”. Aunque los hijos de Israel no tuvieron tiempo para leudar el pan, si tuvieron tiempo para despojar a los egipcios de su plata, oro y vestidos (3:21-22; 11:2-3). Esto indica que en Su salvación, Dios desea que despojemos al mundo de sus riquezas.
La economía de Dios es diferente a la religión del hombre. Por ejemplo, el budismo enseña que no debemos tomar nada del mundo. Dios, por el contrario, mandó a Su pueblo escogido que le pidieran a los egipcios su plata, oro y vestidos. De esta manera, Su pueblo despojó a los egipcios. Esto no fue un robo; sino un pago atrasado por todo el tiempo que pasaron bajo esclavitud. Dios en Su justicia hizo un arreglo para que los egipcios le pagaran a los hijos de Israel por su labor en Egipto.
Muchos que han sido salvos pueden testificar que la mano fuerte de Dios ha obrado en lo que les rodea a fin de darles la oportunidad de despojar al mundo de sus riquezas. El propósito de Dios en hacer esto no es enriquecer a Su pueblo; sino edificar el tabernáculo, Su morada en la tierra. Los hijos de Israel necesitaban el oro, la plata y los vestidos para edificar el tabernáculo. Para el beneficio de la morada de Dios, no debemos dejar el mundo como lo hacen los budistas; debemos despojar a Egipto de la riqueza y usarla para la edificación del tabernáculo.
Por un lado, cuando el mendigo le pidió dinero a Pedro y a Juan, ellos no tenían plata ni oro para dar (Hch. 3:6). Pero por otro, ellos eran parte de los que habían despojado al mundo de sus riquezas. Cuando nosotros, el pueblo escogido de Dios, salimos del mundo bajo Su mano soberana, no tenemos tiempo para leudar nada. Sin embargo, sí tenemos la oportunidad de despojar a los egipcios. Todos los que son levantados por el Señor, son los que despojan al mundo. Ellos traen algunas riquezas del mundo al Señor y las presentan para Su propósito. Por ejemplo, Pablo dijo: “Como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo” (2 Co. 6:10). Este asunto de despojar a los egipcios de las riquezas se puede demostrar y confirmar por la experiencia de muchos cristianos.
Aparentemente, era injusto que los hijos de Israel despojaran a los egipcios de su oro, plata y vestidos. Como mencionamos, mediante el despojo de las riquezas de Egipto, estaban recibiendo el justo pago por su labor forzada. En cierto sentido, es como si el pago que se merecían había sido depositado en el “banco” de Egipto y lo hubiesen sacado al momento de su salida. Además, el pueblo de Dios no tomó el oro, la plata y los vestidos para su propio uso o propósito. Al contrario, el pueblo escogido por Dios usó las riquezas de Egipto para la edificación del tabernáculo.
El tabernáculo era el testimonio de Dios, el cual tipifica a Cristo con la iglesia. La iglesia actualmente es el tabernáculo de Dios constituido de Cristo y los santos. Tal testimonio se edifica con las ofrendas del pueblo de Dios. Por lo tanto, las riquezas de los egipcios provenían de la labor del pueblo de Dios y se usaron para el testimonio de Dios. Esto es lo que significa despojar al mundo de sus riquezas.
Los santos en el recobro del Señor no deben ser perezosos. Deben obtener una buena educación y luego trabajar con diligencia en un trabajo apropiado a fin de ganarse el sustento adecuado. Sin embargo, el dinero que ellos ganan no sólo debe ser usado para ellos mismos o su disfrute; sino que debe ser usado para el testimonio del Señor. Por un lado, debemos trabajar en el mundo y recibir el pago justo por nuestra labor. Pero por otro, lo que ganamos debe ser usado para el testimonio de Dios.
Aunque trabajamos en el mundo, no lo hacemos para el mundo. Más bien, trabajamos en el mundo para algo que no le pertenece al mundo, tal como los hijos de Israel laboraron en Egipto por algo que no era de Egipto. Faraón obligó a los hijos de Israel a trabajar como esclavos. Finalmente, recibieron, como pago de su labor, las riquezas de Egipto que fueron usadas en la edificación del tabernáculo, el testimonio de Dios, no para Egipto.
Es posible que algunos piensen que debido a que trabajamos diligentemente en el mundo lo hacemos por el mundo. Sin embargo, nuestra labor es para el testimonio de Dios. Lo que recibimos por nuestra labor en el mundo se lo damos al Señor. Según la promesa del Nuevo Testamento, mientras más le demos al Señor, más el nos dará a nosotros (Lc. 6:38). El Señor tiene la intención de despojar al mundo de sus riquezas por medio de nuestra labor a fin de que podamos dárselas a El para la edificación de Su morada.
La experiencia de un hermano en Inglaterra es un ejemplo de esto. Al principio de su vida cristiana, él daba el diez por ciento de su ingreso al Señor. Debido a que él era fiel en cuanto a este asunto, el Señor lo hizo prosperar económicamente. Entonces el aumentó su ofrenda a un quince por ciento. El Señor lo hizo prosperar aún más. A medida que fue pasando el tiempo este hermano fue aumentando el por ciento de su ofrenda. Pero sin importar cuanto dinero el ofrendaba al Señor, el Señor siempre le daba más. Este hermano ciertamente era uno que despojaba al mundo de sus riquezas y se las presentaba al Señor para Su testimonio.
Otro ejemplo se encuentra en la experiencia de algunos hermanos en el Señor que abrieron una sastrería con la intención de ayudar al pueblo del Señor y Su obra. Eventualmente sus negocios aumentaron de tal forma que tenían una cadena de cien tiendas. Todo el interés que ellos obtenían de su negocio lo usaban para sostener el testimonio del Señor. Ellos también despojaban al mundo por el Señor. Todos los que se dan cuenta del significado de salir del mundo trabajaran arduamente no para su propio beneficio, sino por los intereses del Señor.
La edificación del local de reunión en Anaheim es otro ejemplo de este principio. Se usó mucha labor voluntaria en la construcción de este edificio. Esto ahorró una inmensa cantidad de dinero. Aquellos que trabajaron en esa obra despojaron al mundo por medio de su labor. Yo creo que el Señor tiene guardado en el archivo la prueba de su fidelidad.
A través de los años, muchos santos que han sido fieles al Señor se han enriquecido por El. Sin embargo, el asunto crucial es el uso que le dan los santos a esta ganancia material. Si esta ganancia es usada para el mundo, esto será un gran fracaso a los ojos del Señor. Pero si la usamos para el testimonio del Señor, será otra instancia de despojar al mundo de sus riquezas bajo la soberanía de Dios. Despojar al mundo no es tomar nada del mundo injustamente; es trabajar en el mundo y usar las ganancias de nuestra labor para el testimonio de Dios.
Los hijos de Israel salieron de Egipto con todos sus hijos y su rebaño y su ganado (12:37-38, 31-32). Conforme a 12:38 “también subió con ellos gran multitud de toda clase de gentes”. Si sólo hubiese sido un número reducido de personas las que salieron de Egipto, no hubiese habido una multitud de toda clase de gentes. Pero debido a que el número de personas en el pueblo de Dios era tan grande, aproximadamente dos millones, junto con ellos salió una multitud. El pueblo de Dios era muy prominente y algunas personas que no eran israelitas quisieron salir de Egipto con ellos. Por lo tanto, la presencia de una multitud de gentes es una buena señal. Sin embargo, según el libro de Números, más tarde esta multitud causó muchos problemas. Pero aún estos problemas le enseñaron a los hijos de Israel algunas lecciones importantes. Actualmente en el recobro del Señor, también hemos aprendido mucho debido a la gran multitud de personas que ha estado con nosotros.
Los hijos de Israel salieron de Egipto de manera absoluta. Trajeron consigo todo lo que poseían. Este es el tipo de éxodo, el tipo de salida que Dios demanda de Su pueblo. Nuestro éxodo debe ser tan absoluto que inspire a otros a seguirnos.
Exodo 12:40 y 41 dicen: “El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años. Y pasados los cuatrocientos treinta años, en el mismo día todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto”. Estos cuatrocientos treinta años comenzaron desde Génesis 12 cuando Dios le hizo la promesa a Abrahán de que le daría la buena tierra a su simiente. Desde ese día hasta la noche del éxodo pasaron exactamente cuatrocientos treinta años. Por lo tanto, el éxodo marcó el final de un período de tiempo específico. Durante todos estos años el pueblo que Dios había escogido y a quien El le había prometido la buena tierra no había podido habitar en la tierra prometida. Más bien, había vagado en una tierra gentil, la cual era representada por Egipto.
Según Génesis 15:13-14 y Hechos 7:6, los hijos de Israel fueron oprimidos durante cuatrocientos años. Estos cuatrocientos años comenzaron cuando Ismael se burló de Isaac en Génesis 21. Es decir, desde Génesis 12 hasta el 21 fue un periodo de treinta años, y desde Génesis 21 hasta Exodo 12 fueron cuatrocientos años. Por lo tanto, durante cuatrocientos treinta años el pueblo de Dios estuvo en una tierra extraña, de los cuales estuvo bajo persecución por cuatrocientos. años
Tal vez se pregunte que tiene que ver esto con nosotros. Si no hemos tenido un éxodo del mundo, entonces todavía estamos vagando en una tierra extraña. No estamos morando en Cristo quien es nuestra buena tierra. Según la promesa y el mandato de Dios, debemos vivir en Cristo como la buena tierra y disfrutarle como tal. Sin embargo, esto requiere un éxodo absoluto. Como el pueblo de Dios, debemos morar en Cristo. Nuestro éxodo del mundo marca el final, la terminación de nuestro vagar en una tierra extraña.
Aunque Dios nos ha escogido y nos ha mandado a vivir en Cristo, la mayor parte de Su pueblo no está morando en El. En lugar de esto, todavía está en Egipto. Esto indica que aún después que hemos sido salvos, todavía podemos estar vagando en el mundo. Solamente cuando salimos del mundo de una manera absoluta termina el tiempo de nuestro vagar en una tierra extraña. Por lo tanto, nuestro éxodo es la terminación de nuestros cuatrocientos treinta años.
Muchos cristianos no han tenido la experiencia de tal terminación, debido a que no han tenido un éxodo. Ellos han sido escogidos por Dios y El les ha ordenado vivir en Cristo. No obstante, desde el momento de su segundo nacimiento, han estado vagando en el mundo. Sólo cuando tengan un éxodo absoluto terminará su período de vagar en Egipto.
Si no tuviésemos este cuadro que nos presenta el libro de Exodo, no entenderíamos completamente lo que nos dice el Nuevo Testamento acerca de estar separados del mundo. El relato del libro de Exodo presenta claramente que nuestro éxodo debe ser la terminación de nuestro vagar. Sin este éxodo es imposible morar en Cristo como la buena tierra. Además, mientras estamos vagando, nos encontramos bajo la opresión que no nos permite descansar ni tener satisfacción ni el debido disfrute. Debido a que muchos cristianos aún están en Egipto, no tienen descanso ni satisfacción o la plenitud del gozo que se encuentra en Cristo. Pero cuando salgan de Egipto de una manera absoluta, no sólo terminarán su tiempo de vagar en el mundo, sino que también terminarán sus años de insatisfacción e inquietud. Aunque sólo la minoría de los cristianos genuinos han salido de Egipto, muchos de los santos en el recobro del Señor han llevado a cabo tal éxodo.
Una cosa es tener la Pascua, otra es experimentar el éxodo. Como veremos, el cruce del Mar Rojo es otro evento crucial. Este marca la culminación de la primera etapa de la salvación de Dios. Esta incluye la Pascua, el éxodo y el cruce del Mar Rojo. Solamente después de que los hijos de Israel cruzaron el Mar Rojo fue que salieron completamente de Egipto y liberados para alabar al Señor. Sin embargo, la salvación de Dios incluye más que esto. Hasta la construcción del templo es parte de la salvación completa de Dios.
Exodo 12:42 dice: “Es noche de guardar para Jehová, por haberlos sacado en ella de la tierra de Egipto. Esta noche deben guardarla para Jehová todos los hijos de Israel en sus generaciones”. En la noche de la Pascua, los hijos de Israel obtuvieron satisfacción, descanso y gozo, pero no durmieron. Como lo indica este versículo, era una noche para guardar, para vigilar. Esto implica que Dios estaba guardando y velando la situación. En realidad, como se menciona en una traducción de la Biblia, tanto Dios como los hijos de Israel estaban vigilando. Así como Dios vigilaba y guardaba, Su pueblo también lo hacía. Por lo tanto, esa fue una noche de guardar.
Exodo 12:42 dice que esa noche era una noche de guardar para el Señor. Los hijos de Israel estaban guardando para el Señor. Esto quiere decir que estaban cooperando con El. Dios estaba haciendo todo lo necesario para rescatarlos de Egipto. El estaba vigilando, y Su pueblo también vigilaba para El.
Si aplicamos esto a nuestra experiencia nos daremos cuenta de que nuestro éxodo también fue una noche de guardar. Esta es la razón por la cual en el Nuevo Testamento se nos advierte no dormir. Romanos 13:11 dice: “es ya hora de levantaros del sueño”. Además, en 1 Tesalonicenses 5:6 y 7 Pablo dice: “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen”. Como Pablo dice en el mismo capítulo: somos “hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (v. 5). Si no estamos alertas espiritualmente, cambiamos el día por la noche, pero si vigilamos y guardamos, hasta nuestra noche se cambiará en día.
Llevar a cabo un éxodo del mundo no es un asunto sencillo. Tal éxodo sucede durante una noche de guardar. Dios nos vigila y nosotros debemos vigilar con El y para El. La noche de nuestro éxodo debe ser una vigilia y debemos estar alertas. Sin esta vigilia nadie puede salir del mundo. Los cristianos perezosos y que duermen no pueden tener un éxodo. Sólo los que vigilan y guardan pueden salir del mundo. Dios por medio de vigilar usa Su soberanía en nuestra situación, y El nos ordena a vigilar junto a El. Entonces nuestra noche se convertirá en día, y seremos rescatados de Egipto.
En el Nuevo Testamento se nos manda a no amar al mundo (1 Jn. 2:15). Sin embargo, es posible que tomemos esta palabra de manera superficial. El cuadro presentado en el Antiguo Testamento indica que el éxodo de Egipto no se debe considerar superficialmente. Durante la noche del éxodo, Dios mismo vigilaba y guardaba. En otra versión 12:42 dice que era una “noche importante de guardar para el Señor”. Esto no quiere decir que era una noche para guardar rituales. Al contrario, era una noche para guardar y vigilar. Dios estaba vigilando y guardando a fin de sacar a Su pueblo del mundo. Su pueblo debía cooperar con El al vigilar para El. Ellos debían vigilar ya que no sabían a que hora saldrían de Egipto. Por medio de esto vemos que ninguna persona que duerme y es descuidada puede tener un éxodo adecuado. Si usted desea salir del mundo, debe vigilar, guardar y estar alerta. Entonces conocerá el momento preciso de salir del mundo.
En 12:41 se menciona que “las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto”, y en 12:51, que “Jehová sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto por sus ejércitos”. Además, 13:18 dice: “Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados”. En hebreo lo que se dice en 13:18 indica que los hijos de Israel salieron armados en grupos de cinco. Ellos no salieron de Egipto de manera negligente, sino que marcharon como un ejército.
Después de que el ejército japonés se rindió en 1945, yo vi a los soldados americanos marchar en filas de cuatro por las calles de la cuidad Tsingtao en China. ¡Cuán entusiasmado estaba de ver a los jóvenes americanos armados! Por el contrario me decepciona ver la soltura con que se comportan algunos jóvenes en los Estados Unidos actualmente. Si queremos salir del mundo no podemos ser negligentes. Todo lo que se relaciona con nosotros debe ser estricto, recto y ordenado. Nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra Satanás y el mundo. Para tal lucha, debemos estar armados, listos para luchar contra el enemigo.
Día tras día los cristianos en la vida de iglesia deben estar armados. En todo lo que hacemos debemos ser estrictos, rectos y corporativos. Solamente mediante el ser un ejército corporativo podemos estar armados. El hecho de que debemos marchar como el ejército de Dios al salir del mundo indica que el éxodo de Egipto no es un asunto fácil. ¡Alabado sea el Señor por el cuadro tan real que nos presenta el libro de Exodo! Que este cuadro cause una gran impresión en todos nosotros.