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Mensaje 30

LA EXPERIENCIA DE ISRAEL EN MARA

  Lectura bíblica: Éx. 15:22-26; Ro. 6:4; 1 P. 2:24; 1 Co. 2:2b; Fil. 3:10; Sal. 103:3; Mt. 8:17; 9:12

  Mencionamos que Exodo es un libro lleno de cuadros que describen la salvación de Dios como lo revela el Nuevo Testamento. Esta salvación es espiritual, misteriosa y se relaciona con la vida divina. Sin los cuadros del libro de Exodo, nos sería difícil comprender del significado de la salvación de Dios. Por lo tanto, en Su sabiduría, Dios usa los cuadros presentados en Exodo para representar Su salvación.

  El cruce del mar Rojo marcó la consumación de la primera etapa de la salvación de Dios para Su pueblo escogido. Esta etapa incluye tres cosas: la Pascua, el éxodo, y el cruce del mar Rojo. La Pascua está relacionada con el juicio de Dios. Mediante el disfrute del cordero pascual, Su pueblo fue salvo del juicio de Dios. El éxodo está relacionado con la tiranía de Faraón y con el cautiverio en Egipto. El pueblo de Dios no estaba solamente bajo Su juicio, sino también bajo la tiranía de Faraón. Por esta razón, necesitaban la Pascua y también el éxodo. Por medio del éxodo, el pueblo fue liberado de la tiranía de Faraón y del cautiverio egipcio. El cruce del mar Rojo está relacionado con la destrucción del ejército egipcio, que pereció en las aguas del mar. Mediante estos tres aspectos de la salvación de Dios, los hijos de Israel fueron salvos del juicio de Dios, de la tiranía de Faraón, y del ejército egipcio.

  Hemos visto que el cruce del mar Rojo representa el bautismo. 1 Corintios 10:2 afirma que los hijos de Israel “todos para con Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar. Por lo tanto, el cruce del mar Rojo tipificaba plenamente el bautismo en el Nuevo Testamento. Según Romanos 6:4 el bautismo introduce a los creyentes en la resurrección. En el bautismo, somos colocados en la muerte de Cristo y sepultados juntamente con El. De esta manera, somos resucitados en Cristo y con Cristo. Como resultado, “caminamos en novedad de vida” (Ro. 6:4), es decir, en la vida de resurrección. Todos aquellos que fueron bautizados en Cristo deben andar en resurrección. Estar en resurrección significa estar en otra esfera, en una esfera que va más allá de la muerte. Así como el mar Rojo constituía la línea de separación entre Egipto y el desierto, también la muerte de Cristo tipificada por el bautismo es la línea de separación entre la vieja esfera y la esfera de la resurrección. El bautismo nos separa del mundo y nos introduce en la esfera de la resurrección.

I. DESDE EL MAR ROJO, VIAJARON TRES DIAS POR EL DESIERTO DE SHUR

  Según Exodo 15:22 “E hizo Moisés que partiese Israel del mar Rojo y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto”. En los escritos de Moisés, el desierto tiene un significado positivo y también negativo. No obstante, la mayoría de los cristianos solamente han oído que tiene un significado negativo. Muchos lectores de Exodo pueden sorprenderse al escuchar que el desierto en este versículo significa la resurrección. Si queremos entender eso correctamente, necesitamos el conocimiento adecuado de la Biblia y también algo de experiencia espiritual.

  El mar Rojo fue creado por Dios como un bautisterio para los hijos de Israel. Esto significa que aún en Su creación, Dios hizo algunos preparativos para representar la salvación de Su pueblo. Los lugares geográficos representan cosas espirituales. Africa se encuentra al lado occidental del mar Rojo, y Asia al lado oriental. La palabra Shur significa una pared y el nombre Migdol mencionado en 14:2, significa una fortaleza. Según algunos historiadores, había una pared de separación que protegía a Egipto, una pared que empezaba en el mar Mediterráneo y terminaba en Shur. Después de haber cruzado el mar Rojo, los hijos de Israel viajaron tres días por el desierto de Shur (15:22). La columna de nube les condujo hacia el sur, hacia Mara.

  Si deseamos conocer el significado espiritual de estos datos geográficos, debemos considerar esta porción de la palabra según la revelación del Nuevo Testamento y también según nuestra experiencia. Hemos señalado que el bautismo introduce a los creyentes en la resurrección. También que el mar Rojo era el bautisterio en el cual los hijos de Israel fueron bautizados. Por tanto, después de ser bautizados en el mar Rojo, fueron introducidos en resurrección. Según Exodo 3:18 y 5:1, Moisés le pidió a Faraón que dejara ir a los hijos de Israel para que viajaran tres días por el desierto y que allí presentaran un sacrificio al Señor Su Dios y le celebraran a El. Este viaje de tres días representa la resurrección. Esto significa que en resurrección el pueblo de Dios fue separado de Egipto. Por ende, el desierto es una esfera de separación.

  Ahora debemos continuar para ver que el desierto también representa la esfera de la resurrección. Decimos esto conforme a la revelación del Nuevo Testamento acerca del bautismo y también conforme a nuestra experiencia. El bautismo nos lleva a la resurrección. En cuanto un creyente es bautizado, él siente que ha sido sacado de la vieja esfera y puesto en una nueva esfera, la esfera de la resurrección. Romanos 6:4 afirma que, al ser bautizados en Cristo, debemos andar en novedad de vida. Sin lugar a dudas, andar en novedad de vida significa vivir en la esfera de la resurrección. Según la tipología de Exodo, esta esfera es el desierto de Shur. Por tanto, el desierto de Shur tipifica la esfera de la resurrección. Como hemos visto, también representa una esfera de separación. Cuando los hijos de Israel entraron en esta esfera, fueron separados de Egipto, tanto por el mar Rojo como por la pared.

  Vemos en 15:22 que los hijos de Israel “fueron por el desierto durante tres días”. Puesto que tres es el número de resurrección, esto significa que caminaron en resurrección, es decir, en novedad de vida. Es significativo que el viaje desde el mar Rojo hasta Mara era exactamente tres días y no dos, ni cuatro, ni siquiera tres días y medio. Según una nota en el texto de la versión ampliada, la distancia desde el mar Rojo hasta Mara era de aproximadamente cuarenta y nueve kiómetros. Indudablemente los hijos de Israel pudieron haber caminado esta distancia en menos de tres días. Debemos creer que el paso de su viaje se encontraba bajo la dirección y el control soberano de Dios. El hecho de que viajaran durante tres días describe el caminar en resurrección. Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, ciertamente caminaron de una manera distinta de la manera en que caminaban en Goshen. En Goshen, no tenían la columna de nube, pero en el desierto caminaban conforme a la guíanza de esta columna. Eran conducidos por la presencia del Señor a caminar de una manera nueva.

  Tal vez se pregunte por qué la Biblia usa el desierto para representar la resurrección, pues nosotros no estamos acostumbrados a pensar que la resurrección es tipificada por un desierto. Para aquellos que han sido bautizados en Cristo, la resurrección no es un desierto. Pero es un desierto a los ojos de la gente mundana. Después de nuestro bautismo, nuestros parientes y amigos quizás hayan pensado que hemos entrado en alguna clase de desierto. Antes de ser bautizados, estábamos en Egipto disfrutando de los “ajos”, “puerros” y “cebollas”, y nuestros parientes y amigos estaban contentos con nosotros. Pero al creer en el Señor Jesús y al ser bautizados, fuimos introducidos en una nueva esfera, la cual nuestros parientes y amigos consideraban ser un desierto. Pero a los ojos de Dios, este desierto en realidad es una esfera de resurrección. Si tenemos la visión celestial, nos daremos cuenta de que la esfera en la cual hemos entrado por el bautismo no es un desierto, sino una esfera de separación y de resurrección. En esta esfera, andamos en resurrección conforme a la guíanza del Señor. ¡Alabado sea el Señor porque en Su creación, Dios ha preparado aún lugares geográficos para presentar un cuadro de Su salvación!

  En Exodo 12:37, vemos que los hijos de Israel viajaron desde Ramesés hasta Sucot. Al salir de Sucot, finalmente acamparon entre Migdol y el mar (14:2). Dios no condujo a su pueblo “por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca” (13:17). Aunque ese era el camino habitual que tomaba la gente para viajar de Egipto a Canaán, Dios condujo a Su pueblo hacia el sur, y luego los llevó hasta el mar Rojo para que fuesen bautizados allí. A los ojos de Faraón, los hijos de Israel eran insensatos porque tomaron este camino. El pensaba que estaban atrapados cerca del mar y no podrían escaparse. A los ojos del hombre, la manera en que Dios hace las cosas es una locura. No obstante, Dios había planeado llevar a Su pueblo a través del mar Rojo hasta el desierto de Shur. Además, después de llevarlos a través del mar, El no los llevó hacia el norte conforme a la geografía.Con todo propósito El los condujo hacia el sur en un viaje de tres días hasta Mara.

II. NO HAY AGUA EN EL CAMINO NATURAL

  Vemos en Exodo 15:22 que durante este viaje de tres días por el desierto, los hijos de Israel no encontraron agua. Esto significa que en la esfera de la resurrección, no hay agua natural, ho hay ningún suministro natural. Después de ser bautizados e introducidos en la esfera de la resurrección, tal vez esperemos recibir cierta clase de ayuda, la ayuda que procede del agua natural. Antes de ser salvos, y cuando vivíamos en la vieja esfera del mundo, teníamos un suministro abundante de aguas naturales procedente del Nilo. Pero en la esfera de la resurrección, esta agua no existe.

III. LAS AGUAS DE MARA

  Dios guió al pueblo hasta Mara, que significa amargura. Exodo 15:23 dice: “Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara”. El hecho de que Dios llevara a Su pueblo hasta Mara indica que mientras caminamos en la esfera de la resurrección, Dios nos conducirá a un lugar de amargura, a Mara. La columna de nube condujo al pueblo hasta un lugar donde había agua, pero estas aguas eran amargas. Cuando el pueblo descubrió que las aguas eran amargas, “murmuraron contra Moisés y dijeron: ¿Qué hemos de beber?” (v. 24). Tal como los hijos de Israel, nosotros también nos hemos quejado, hemos murmurado acerca de nuestras circunstancias amargas. A menudo hemos dicho en tono de queja: “¿Qué haré? ¿qué beberemos? ¿qué clase de ayuda es ésta?” Si yo hubiese sido Moisés, le habría dicho al pueblo que no se quejaran conmigo. Les habría recordado que ellos fueron conducidos a ese lugar por la misma nube que los protegió de Faraón y de su ejército tres días antes. Pero como verdadero siervo del Señor, en lugar de luchar contra las murmuraciones y las quejas del pueblo, Moisés clamó al Señor (v. 25).

  En respuesta a su clamor, el Señor le mostró un árbol (v. 25). Cuando Moisés echó el árbol en las aguas, éstas se endulzaron. 1 Pedro 2:24 indica que ese árbol significa la cruz de Cristo. Por tanto, el árbol que sanó a las aguas amargas denota la cruz sobre la cual fue crucificado el Señor. La cruz de Cristo, es la única que salva.

  Este cuadro corresponde con nuestra experiencia espiritual. Después de ser bautizados y de empezar a caminar en novedad de vida, estamos perturbados porque no tenemos agua natural. Por un lado, nos parecemos al pueblo que se quejaba y murmuraba. Por otro, somos como Moisés que clama al Señor. Cuando clamamos al Señor en oración, El nos muestra la visión del Cristo crucificado. Debemos recibir la visión de la cruz. Al tener esta visión, aplicamos la cruz de Cristo a nuestra situación, e inmediatamente las aguas amargas se endulzan. Tengo la plena seguridad de que cualquiera que ha sido realmente bautizado en Cristo ha tenido esta clase de experiencia. Nuestras experiencias pueden ser distintas en grado, pero el principio y naturaleza son los mismos.

  Según Romanos 6:4, andamos en la esfera de la resurrección, en novedad de vida, después de ser bautizados. Esta esfera es el verdadero desierto de Shur. Una esfera en la cual somos separados del mundo por la pared y por el mar. Mientras andamos en esta esfera, no tenemos ningún recurso natural, y nos enfrentamos a mucha amargura. Pero en resurrección, podemos experimentar la cruz de Cristo y llevar una vida crucificada. Al hacer esto, nuestra situación amarga se endulza.

  El año pasado mi esposa y yo llegamos verdaderamente a Mara, una situación muy amarga. No obstante, por caminar en la esfera de la resurrección, pudimos experimentar la cruz del Señor Jesús y llevar una vida crucificada. Disfrutamos ricamente del árbol de sanidad que fue echado en la situación amarga. Este árbol endulzó las aguas amargas. Por esta razón, el año pasado dí varios mensajes acerca de la vida crucificada. Efectivamente, mi esposa y yo sufrimos de la amargura en nuestra situación. No obstante, finalmente disfrutamos de la dulzura porque el árbol de sanidad con la vida crucificada fue aplicado a nuestras circunstancias. Esta es la manera de experimentar y disfrutar la muerte de Cristo en la esfera de la resurrección.

  Todo lo que experimentamos en la esfera de la resurrección es una experiencia de la misma. En el desierto de Shur, los hijos de Israel experimentaron la cruz de Cristo en la resurrección. Las aguas amargas de Mara fueron cambiadas en aguas dulces en la esfera del desierto. En el mismo principio, en la esfera de la resurrección, experimentamos la muerte de Cristo que cambia nuestra amargura en dulzura. Que el Señor nos dé más experiencias al respecto.

  No experimentamos las aguas amargas de Mara de una vez y por todas. Mientras vivamos en la tierra, caminaremos en la esfera de la resurrección y llegaremos continuamente a Mara. La experiencia de los hijos de Israel en Mara muestra un principio, y no simplemente un incidente. Este principio es fundamental en nuestra vida cristiana. Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, tendremos sed, y descubriremos que no hay agua natural para satisfacer nuestra necesidad. Sólo hay aguas de amargura. Cuando estamos en esta situación, debemos recibir la visión del árbol y luego aplicarlo a nuestras circunstancias. Este árbol sanará nuestra situación y cambiará las aguas amargas por aguas dulces.

IV. EL SEÑOR ES EL SANADOR

  Inmediatamente después de que las aguas fueron endulzadas, el Señor dio al pueblo un estatuto y una ordenanza “Y ahí los probó” (v. 25). Luego El dijo: “Si oyereis atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hiciereis lo recto delante de sus ojos, y diereis oído a sus mandamientos, y guardareis todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a tí, porque soy Jehová, tu sanador” (Jehová Rotheka, v. 26). Cuando leí esta promesa por primera vez, no pude entender por qué se mencionaba inmediatamente después de la sanidad de las aguas amargas. Si consideramos esto a la luz de nuestra experiencia, nos daremos cuenta de que la cruz de Cristo no sólo sana nuestra situación amarga, sino que nos sana también a nosotros. Las aguas en nuestras circunstancias no son lo único amargo, nosotros mismos también somos amargos y necesitamos sanidad. Nuestro mismo yo es amargo. En otras palabras, el yo está enfermo. Estamos enfermos física, psicológica y también espiritualmente. Hay amargura en nuestro cuerpo, alma y espíritu.

  Cuando me he encontrado en circunstancias amargas, a menudo el Señor me ha mostrado la cruz de Cristo. Me he dado cuenta que necesitaba tomar la cruz y llevar una vida crucificada. Esto me salvó de mi situación amarga, y mis circunstancias amargas fueron sanadas. No obstante, al mismo tiempo, el Señor me ha mostrado a menudo que hay amargura dentro de mí. Ví que había amargura en mi yo y también en mis circunstancias. También ví que había amargura en todo mi ser, mi espíritu, alma y cuerpo y que necesitaba aplicar la cruz de Cristo a cada aspecto de mi ser. Espiritual, psicológica y físicamente, necesitaba aplicar la cruz de Cristo. He experimentado continuamente la sanidad del Señor de esta manera. Mientras sanaba mi situación, yo era sanado interiormente. Tanto en mis circunstancias como en mi ser, la amargura fue cambiada en dulzura.

  Tal vez piense que no tiene necesidad de ser sanado en su mente, parte emotiva o voluntad y mucho menos en su espíritu. Permítame decirle que todos tenemos problemas con estas partes de nuestro de ser. Seamos viejos o jóvenes, hombres o mujeres, estamos enfermos en nuestra mente, parte emotiva, y voluntad. Estamos enfermos aún en nuestro espíritu. Antes de ser salvo, mi voluntad no funcionaba adecuadamente. Cuando debía tomar alguna decisión, no lo hacía. Pero cuando no debía tomar decisiones de una manera particular, seguía adelante y la tomaba ¿Acaso no ha experimentado esto? Además nuestra parte emotiva quizás no estén equilibradas. Cuando estamos alegres, nos regocijamos sin control; cuando lloramos, lloramos sin restricción. Por tanto, necesitamos mucha sanidad. Nos damos cuenta de esto cada vez que el árbol de sanidad es echado en nuestras circunstancias amargas.

  Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, seremos conducidos a Mara continuamente. Cada vez que experimentamos el árbol de sanidad echado en nuestras circunstancias, espontáneamente nos damos cuenta de que algo en nuestro ser debe ser sanado. Tal vez sintamos la necesidad de sanidad en la mente, o nos demos cuenta de que nuestra voluntad debe ser ajustada, o veamos que nuestra parte emotiva deben estar equilibradas. En otras ocasiones, podemos ser conscientes de que nuestro espíritu está amargado hacia los demás y debe ser sanado.

  Así como el Señor probó a los hijos de Israel en Mara, El usa nuestra experiencia de Su cruz en circunstancias amargas para probarnos. Al probarnos, El nos muestra donde estamos y lo que somos. El expone nuestros motivos, intenciones y deseos. No hay nada que nos pruebe más que la experiencia de la cruz. La experiencia de la cruz en circunstancias amargas nos prueba y expone cada aspecto de nuestro ser. Cuando estamos expuestos de esta manera debemos orar: “Señor, te necesito, y necesito más experiencia de la cruz. Debo poner el árbol no solamente en mis circunstancias, sino también en mi ser. Debo aplicar este árbol a mi mente, parte emotiva y voluntad. Debo aplicarlo a mi espíritu y a mi actitud hacia los demás”. El Señor nos sana por medio de esta aplicación de la cruz.

  Esta clase de sanidad difiere mucho de las llamadas sanidades que se produce en las campañas de sanidad. He asistido a estas campañas, y ni una sola vez ví una sanidad verdadera. La verdadera sanidad se produce cuando recibimos la disciplina de la cruz. Somos sanados cuando somos sometidos y cuando prestamos atención a la voz de Dios, escuchamos Sus estatutos y obedecemos Sus mandamientos. Entonces la vida de resurrección de Cristo se convierte en nuestro poder de sanidad, y el Señor se convierte en nuestro sanador.

  Mediante su obra de redención Cristo desea ser nuestro sanador. Hablando de sanidades cumplidas por el Señor Jesús, Mateo 8:17 dice: “Para que se cumpliese por medio del profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras debilidades, y llevó nuestras enfermedades”. Todas las sanidades llevadas a cabo en la humanidad caída son realizadas por medio de la redención del Señor. Mediante Su redención, el Señor es nuestro sanador. En Mateo 9:12, el Señor indica que El es nuestro médico: “Más hoy, al oír esto dijo: Los que están fuertes no tienen necesidad de médico sino los enfermos”. Como nuestro médico, El nos cuida no solamente físicamente sino también psicológica y espiritualmente. El puede sanar todo nuestro ser.

  1 Pedro 2:24 dice: “Quien llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuistéis sanados”. Este versículo indica que la cruz es el árbol y que aquel que murió en la cruz es nuestro sanador. El fue crucificado para nuestra sanidad. Si deseamos experimentar Su sanidad, debemos identificarnos con Su crucifixión. Por ejemplo, supongamos que usted tiene problemas gástricos. Para ser sanado de esta enfermedad, usted necesita que su estómago se identifique con la cruz de Cristo. Si su estómago se identifica con la crucifixión de Cristo, el Cristo crucificado se convertirá en su sanador. El problema gástrico puede ser causado por el hecho de vivir conforme al yo. En su manera de comer, usted necesita la disciplina de la cruz. La cruz debe diciplinar al yo en cuanto a la comida. En el mismo principio, su mente puede estar enferma porque nunca ha sido diciplinada por la cruz, ni se ha identificado con la crucifixión de Cristo.

  Puede pasar lo mismo con su espíritu. Posiblemente su espíritu no esté correcto ni puro. La causa de impureza y de la falta de rectitud es que su espíritu no ha sido tocado por la cruz de Cristo.

  Algunos hermanos no han permitido que su actitud hacia sus esposas sea disciplinada por la cruz. Por esta razón, en su relación con sus esposas están enfermos. Por lo tanto, se necesita sanidad en la vida matrimonial. Esta sanidad viene solamente por la aplicación de la cruz de Cristo. Este principio debería ser aplicado a cada parte de nuestro ser.

  La palabra del Señor en Exodo 15:26 indica que a Sus ojos, los hijos de Israel estaban enfermos y necesitaban sanidad. De otro modo, el Señor no hubiera usado el título: “Jehová tu sanador”. Como lo dijo el Señor Jesús, sólo aquellos que están enfermos necesitan un médico. El que los hijos de Israel necesitaran que Jehová fuese su sanador indica que estaban enfermos.

  En la actualidad pasa lo mismo con nosotros. En ciertas partes de nuestro ser interior, seguimos enfermos y necesitamos la sanidad del Señor. Como mencionamos, el proceso de sanidad se produce cuando somos tocados por la cruz de Cristo. La única manera de ser tocados por la cruz consiste en recibir la visión del árbol y en echar este árbol en el lugar precisoo que necesita ser sanado. Si su mente esta amargada, eche el árbol en su mente. Si su actitud hacia cierta persona, cierta cosa es amarga, eche el árbol en su actitud. Haga eso con cada parte de su ser, y poco a poco será sanado. Cada vez que experimentemos la cruz de Cristo, nos daremos cuenta de una manera más profunda de nuestra necesidad de ser sanados por medio del toque de la cruz. Debemos identificarnos con la crucifixión de Cristo para aplicar Su cruz a cada parte de nuestro ser que esté amargada y enferma. Entonces todas estas partes serán sanadas. De esta manera, cada día y aún a cada hora, el Señor Jesús llega a ser nuestro sanador.

  Cuanto más somos sanados por el Señor, más tenemos un oído que escucha Su voz, un corazón que guarda Sus estatutos, y tenemos la disposición de obedecerle. Si no somos sanados, permaneceremos rebeldes en todos los aspectos de nuestro ser. Nuestro ser natural está constituido de rebeldía, porque el elemento de la misma está en todas nuestras partes interiores. ¡Cuánto necesitamos ser sanados al ver la cruz y al aplicarla a nosotros! Debemos ver el árbol sobre el cual Cristo fue crucificado y luego aplicarlo a cada parte de nuestro ser. Debemos permitir que la cruz de Cristo llene nuestras partes interiores. Mientras se aplica la cruz a nuestro ser, nuestras partes interiores serán sanadas y sometidas. Entonces estas partes escucharán la voz del Señor, obedecerán Su Palabra, y guardarán Sus estatutos. Como resultado, esas partes se harán uno con el Señor de una manera práctica. Que todos experimentemos esta sanidad día tras día.

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