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Mensaje 31

LA EXPERIENCIA DE ISRAEL EN ELIM

  Lectura bíblica: Éx. 15:27; Nm. 33:9; Jn. 7:38-39; Sal. 92:12a; Lv. 23:40; Neh. 8:15; Jn. 12:13; Ap. 7:9; 1, Éx. 24:4; Nm. 11:16, 24-25; Lc. 9:1; 10:1

  Después de que los hijos de Israel cruzaron el mar Rojo, la columna de nube los llevó a Mara y luego a Elim. Si miramos un mapa, veremos que la ruta de su viaje no fue conforme al concepto humano, sino conforme al concepto divino. Hemos señalado que cuando los hijos de Israel emprendieron su éxodo fuera de Egipto, Dios no los guió a través de a tierra de los filisteos (13:17). Por el contrario, El “hizo que el pueblo se desviase por el camino del desierto del mar Rojo” (13:18). Dios deliberadamente los llevó hacia el sur para que pudiesen ser bautizados en el mar Rojo, el bautisterio que El había preparado para ellos en Su creación. Después de cruzar el mar Rojo, no viajaron hacia el norte hasta a la tierra de Canaán. Dios los condujo hacia el sur hasta Mara.

  Recuerde que fue Dios mismo, en la columna, el que condujo al pueblo en su viaje. El los hizo tomar un camino totalmente diferente al concepto natural. Si nosotros hubiésemos estado allí, probablemente habríamos dicho: “Moisés, ¿Adónde vamos? ¿vamos en camino a la buena tierra o a Arabia?” A estas preguntas, Moisés quizás hubiese contestado: “Yo no escojo el camino que tomamos. La columna nos guía. Hace apenas tres días, esta columna nos protegió del ejército de Faraón. ¿No creen que debemos confiar en esta columna y seguir su dirección?” Indudablemente, los hijos de Israel esperaban ser conducidos hacia el norte, hacia la buena tierra, no obstante, Dios los condujo hacia el sur hasta Mara y Elim. Por esto vemos que el camino de Dios es diferente al nuestro.

I. LA EXPERIENCIA DE LA RESURRECCION

  La experiencia de Israel en Elim es un cuadro de la experiencia de la vida de resurrección. Todos sabemos que la muerte nos introduce en la resurrección. No obstante, nuestro concepto es que esta experiencia de resurrección nos dirija hacia arriba, y no hacia abajo. En nuestra opinión, todo camino que conduce hacia abajo no está en resurrección. Efectivamente, en sí misma la resurrección nos lleva hacia arriba, pero su aplicación requiere que tomemos el camino contrario. Cuando estamos en los lugares celestiales, no sentimos la necesidad de resurrección. Pero cuando estamos en una situación inferior, nos damos cuenta de la necesidad de la vida de resurrección. Cuando estamos en muerte, hasta en la tumba, necesitamos la resurrección. Por esta razón, la experiencia de Elim está en una dirección hacia abajo desde Mara.

  Mientras estudiamos el significado espiritual de 15:27 conforme a nuestra experiencia, debemos recordar que no se debe estudiar la palabra de Dios superficialmente. Debemos estudiarla según la manera de vida, según la manera en que el Señor Jesús aplicó las Escrituras del Antiguo Testamento en los evangelios. Esta manera es profunda. Aunque este relato es muy corto, de un sólo versículo, debemos tomar el tiempo para estudiar a fondo la experiencia de Israel en Elim. Entonces empezaremos a ver las riquezas implicadas en este versículo.

  Hemos señalado que en lugar de ir hacia el norte, el cual es el camino directo hacia la tierra de Canaán, los hijos de Israel viajaron hacia el sur. Indudablemente, la buena tierra estaba más elevada que Egipto. Pero la manera de llegar a esta tierra elevada era por abajo, o sea, por el sur. Esto indica que para alcanzar el destino elevado, debemos tomar un camino por abajo.

II. EL RESULTADO DE LA EXPERIENCIA EN MARA

  Algunos lectores de Exodo pensarán que los hijos de Israel viajaron hacia el sur porque no tenían la fe de ir directamente a la tierra de Canaán. Aunque la falta de fe fue un factor, no fue la razón por la cual ellos viajaron hacia el sur. Si ellos no hubieran ido al mar Rojo, no habrían pasado por el bautisterio que Dios había preparado para ellos. Tenían que pasar por el agua para ser salvos de la tiranía de Faraón y de los egipcios. La sangre del cordero pascual los salvó del juicio de Dios, pero las aguas del mar Rojo los salvaron de los ejércitos de Faraón. Ellos fueron conducidos al mar Rojo, no porque tenían una fe débil, sino porque necesitaban ser bautizados. Como lo hemos señalado, aún después de cruzar el mar Rojo, no viajaron inmediatamente hacia el norte. Contrariamente a lo que podríamos esperar, la columna de nube los llevó hacia abajo desde Shur hasta Mara. Después de esta experiencia en Mara, la columna continuó guiándolos hacia abajo hasta Elim.

  La experiencia de Israel en Mara representa la experiencia de la cruz. Después de experimentar la cruz, tal vez esperemos ir hacia arriba. No obstante, bajaremos de nuevo ya que la experiencia de resurrección va hacia abajo. Si usted va hacia arriba en lugar de abajo, no experimentará la resurrección. Algunos cristianos piensan que Dios conduce a Su pueblo solamente hacia arriba, y nunca hacia abajo. Pero el cuadro de Exodo nos enseña que la columna de nube condujo a los hijos de Israel hacia abajo desde Mara hasta Elim.

  Puedo testificar que el viaje de Mara hasta Elim corresponde con mi experiencia espiritual. Después de experimentar la vida crucificada, en ocasiones esperaba estar en una situación elevada. Pero a menudo sucedía lo contrario. Dios me conducía hacia abajo, a una situación inferior y aún más difícil de llevar. No debemos ser atemorizados por eso. Si seguimos la columna de nube hacia abajo, llegaremos a Elim, donde hay doce fuentes de agua y setenta palmeras. Esta experiencia de resurrección es el resultado de la experiencia de la cruz, es decir la experiencia en Mara.

III. DOCE FUENTES DE AGUA Y SETENTA PALMERAS

  En hebreo Elim es un sustantivo en plural que significa los poderosos o los fuertes. Se deriva de una raíz que significa poderoso o fuerte. Muchos erúditos piensan que esta palabra significa también un grupo de palmeras. El primer significado puede aplicarse a doce fuentes, y el segundo, a setenta palmeras. En Elim, había doce fuentes poderosas que fluían y setenta palmeras que crecían. ¡Qué cuadro más maravilloso de la vida de resurrección!

  Considere las doce fuentes que fluían y las setenta palmeras que crecían. Las fuentes brotaban, y los árboles crecían. Sin lugar a dudas, las palmeras en Elim no eran palmeras enanas, sino palmeras gigantes que llegaban muy alto. Ciertamente el agua de las fuentes fluía hacia abajo. Por consiguiente, en Elim tenemos el agua que fluye hacia abajo y los árboles que crecen hacia arriba. Este es un cuadro de la vida de resurrección que brota de Dios, que luego fluye dentro de nosotros y crece desde nuestro interior. Primero, la vida de resurrección fluye de Dios y entra en nosotros. El resultado de este fluir interior es que algo crece dentro de nosotros.

  Hemos señalado que en Su creación Dios preparó el mar Rojo para servir de bautisterio en el cual Su pueblo sería bautizado. Ahora en Elim, vemos la plantación creada por Dios. Dios creó las doce fuentes de agua, pero El plantó las setenta palmeras. Por consiguiente, las fuentes están relacionadas con la creación de Dios, y las palmeras con Su plantación. Actualmente el principio es el mismo en la vida de iglesia.

  Todo lo relacionado con la experiencia en Elim fue algo soberano del Señor. En Su creación, Dios preparó las fuentes, y en Su plantación natural, El preparó las palmeras. Sin duda no fue un accidente el que los hijos de Israel llegaran a Elim y encontrasen allí doce fuentes y setenta palmeras. ¿Por qué no había once fuentes y sesenta y nueve palmeras? La respuesta es esta: en Su soberanía Dios puso doce fuentes y setenta palmeras en Elim con un propósito específico. Cuando seguimos al Señor como columna de nube, llegaremos a un lugar donde fluyen doce fuentes y crecen setenta palmeras.

IV. EL DOCE Y EL SETENTA SON NUMEROS RELACIONADOS CON EL MINISTERIO DEL SEÑOR, EL CUAL ES LLEVADO A CABO POR SU PUEBLO

  En la Biblia, los números doce y setenta tienen un significado espiritual. La Biblia enseña que el doce se compone de cuatro por tres. Por ejemplo la Nueva Jerusalén tiene doce puertas, tres a cada uno de los cuatro lados de la ciudad. El número cuatro representa a las criaturas, especialmente a la humanidad, y el número tres representa al Dios Triuno. El hecho de que hayan tres puertas a cada lado de la Nueva Jerusalén indica que entramos en esta ciudad a través del Dios Triuno, es decir, a través del Padre, el Hijo y el Espíritu. Mateo 28:19 afirma que somos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu. Puesto que el cuatro representa la humanidad y el tres al Dios Triuno, cuatro por tres representan la mezcla de Dios con la humanidad. Por consiguiente, el significado del número doce es la mezcla de la divinidad con la humanidad.

  Esta mezcla no es temporal sino eterna. Al considerar la descripción de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21 y 22, vemos que el número doce es un número eterno, un número usado en la eternidad. Además, en la Nueva Jerusalén vemos que la mezcla de la divinidad con la humanidad está relacionada con la administración de Dios, pues la Nueva Jerusalén es el centro de la administración universal y eterna de Dios. El número doce representa también la perfección y culminación eternas. Por consiguiente, el número doce representa la mezcla de la divinidad con la humanidad para llevar a cabo la administración, de manera completa y perfecta, la administración de Dios por la eternidad.

  Si consideramos la Nueva Jerusalén, veremos el significado extenso del número doce. Es Dios mezclado con el hombre para llevar a cabo Su administración eterna de una manera completa. En esta administración eterna no hay carencia alguna. Por el contrario, todo es completo y perfecto. En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel, la raza escogida de Dios, pertenecían a las doce tribus. En el Nuevo Testamento, el Señor Jesús eligió a doce apóstoles. Estas doce tribus y doce apóstoles estarán en la Nueva Jerusalén. Las doce tribus serán las doce puertas y los doce apóstoles serán los doce fundamentos. Esto indica que las doce tribus y los doce apóstoles sirven para la administración eterna de Dios.

  Ahora podemos entender el significado de las doce fuentes de agua en Elim. Estas fuentes tienen como fin la mezcla de la divinidad con la humanidad. Representan a Dios como el agua viva que fluye dentro de Su pueblo escogido para mezclarse con ellos a fin de cumplir Su administración.

  Los doce apóstoles en el Nuevo Testamento eran fuentes que fluían con agua viva. Dios fluía desde los apóstoles hasta dentro de los creyentes. No obstante, el fluir de las aguas vivas no se limita a los apóstoles, todos los que creen en Cristo pueden ser fuentes vivas. Juan 7:38 habla de ríos de aguas vivas que fluyen de nuestro ser interior. Los ríos en Juan 7 son las mismas fuentes mencionadas en Exodo 15. Tanto los ríos como las fuentes representan la vida divina en la resurrección. Juan 7:39 muestra que los ríos de agua viva están relacionados con el espíritu: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Jesús fue glorificado en Su resurrección (Lc. 24:26). Inmediatamente después de la glorificación de Cristo en la resurrección, los discípulos recibieron el Espíritu (Jn. 20:22). El Espíritu es la vida divina en resurrección descrita por las doce fuentes de Exodo 15 y los ríos de agua viva en Juan 7. La vida divina en resurrección fluye desde Dios y entra en Su pueblo para mezclar la divinidad con la humanidad. Esta mezcla lleva a cabo la administración eterna de Dios.

  En la Biblia, el número setenta se compone de siete por diez. Así como el número doce, siete significa también perfección y culminación. Pero en contraste con el número doce, representa perfección y culminación en el tiempo de manera dispensacional y no eterna. El libro del Apocalipsis habla de siete iglesias, siete candeleros de oro, siete Espíritus, siete lámparas de fuego, siete ojos, siete sellos, siete trompetas y siete copas. Todos estos sietes están relacionados con la dispensación de Dios en el tiempo. En la eternidad, el número siete será reemplazado por el número doce.

  En la Biblia, el número siete se compone de seis más uno o de cuatro más tres. En Génesis 2, siete se compone de seis más uno: los seis días de la obra de Dios más el día del descanso. Pasa lo mismo en Apocalipsis, donde los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas están acomodadas en grupos de seis más uno. En Apocalipsis, vemos también el siete, compuesto de cuatro más tres. Por ejemplo, las siete iglesias se encuentran en grupos de tres más cuatro.

  El número seis representa al hombre, quien fue creado el sexto día. Cuando Dios, el único creador (representado por el número uno) es añadido al hombre, el resultado es la culminación, la satisfacción y el descanso. El único creador es el Dios Triuno (representado por el número tres) y el hombre es una criatura (representada por el número cuatro). Por un lado, el creador es añadido al hombre para producir el número siete. Por otro, el Dios Triuno es añadido a Su criatura, el hombre, para producir también el número siete. En ambos casos, el siete representa a Dios junto con el hombre y no la mezcla de Dios con el hombre.

  La Biblia menciona el número siete por primera vez en Génesis 2:2, donde vemos que Dios “reposó el día séptimo de toda la obra que hizo”. El uso del siete se relaciona claramente con el tiempo, no con la eternidad. Daniel 9:24 habla de setenta semanas de años que han sido determinados para los hijos de Israel. Estas semanas también están relacionadas con la dispensación temporal de Dios, y no con la eternidad. Además, las iglesias locales son representadas por el número siete porque las iglesias hoy en día sirven para la dispensación de Dios en el tiempo. Todos estos ejemplos indican que el número siete representa la perfección y la culminación de manera dispensacional y temporal.

  El número diez representa la plenitud. Al considerar nuestros veinte dedos, tenemos la impresión de plenitud. Puesto que siete representa la culminación y la perfección en el tiempo y diez la plenitud, setenta, compuesto de siete por diez, representa la culminación y la perfección en el tiempo para la plena dispensación de Dios. El hecho de que había setenta palmeras en Elim en lugar de siete indica esta plenitud de la dispensación de Dios en el tiempo.

  Las doce fuentes y las setenta palmeras están en resurrección. En la resurrección tenemos el fluir de las doce fuentes por la eternidad. En la resurrección también tenemos, en el tiempo, el crecimiento de las setenta palmeras para la dispensación de Dios.

  En la Biblia se mencionan dos casos importantes donde los números doce y setenta se usan juntos. En Exodo 24:1 y 4, se habla acerca de los setenta ancianos y de las doce tribus de Israel. Cuando Moisés estaba a punto de hablar con Dios para llevar a cabo Su administración en la tierra, el Señor le pidió que llevara a setenta ancianos de Israel. Las doce tribus pueden ser comparadas con las doce fuentes, y los setenta ancianos con las setenta palmeras. Vemos otros casos en el Nuevo Testamento. En Lucas 9:1, el Señor “convocó a los doce” y en Lucas 10:1 “el Señor designó a otros setenta”. El uso de los números es significativo en cada caso. Cuando se usan juntos, los números doce y setenta indican que el pueblo de Dios debía llevar a cabo Su ministerio. El principio es el mismo en Exodo 24 con las doce tribus y los setenta ancianos y también en el evangelio de Lucas, con los doce apóstoles y los setenta discípulos. En cada caso, el pueblo del Señor había de llevar a cabo Su ministerio. Dios tiene un ministerio que debe ser llevado a cabo por la vida que fluye y que es representada por las doce fuentes y por la vida que crece, representada por las setenta palmeras. Sólo la vida que fluye y que crece puede cumplir el ministerio de Dios.

  Anteriormente habíamos hablado mucho acerca de la vida de resurrección sin saber como describirla. Ahora, con la ayuda del cuadro de los hijos de Israel en Elim, vemos que la vida de resurrección incluye doce fuentes y setenta palmeras. Incluye la vida que fluye de una manera perfecta y completa para llevar a cabo la administración de Dios por la eternidad. También incluye la vida que crece para llevar a cabo la administración de Dios y expresar la vida que florece (Sal. 92:12), regocijándose en satisfacción (Lv. 23:40, Neh. 8:15), y victoriosa en las tribulaciones (Jn. 12:13, Ap. 7:9). En la Biblia, las palmeras representan la vida que florece. También representan el regocijo en la satisfacción de la vida y la victoria sobre las tribulaciones. Finalmente, la vida de resurrección lleva a cabo el ministerio de Dios de una manera dispensacional en el tiempo y por la eternidad.

  Como iglesia corporativamente y también como creyentes individualmente, debemos experimentar la vida de resurrección en Elim. ¡Oh, la vida de resurrección fluye y crece! Fluye de Dios hasta dentro de nosotros, y por medio de este fluir crece hacia arriba para expresar las riquezas y la victoria de la vida divina.

  Hemos señalado que en la Biblia las palmeras representan el florecimiento, el regocijo en satisfacción y la victoria. El crecimiento de la vida que fluye expresa las riquezas de la vida divina y su victoria sobre todas las cosas. La gran multitud mencionada en Apocalipsis 7 tiene las ramas de palmera y han salido de la gran tribulación. Estas ramas de palmera representan las riquezas en vida y también la victoria de vida.

  Si consideramos el cuadro de Israel en Elim, nos daremos cuenta de que es un cuadro maravilloso de la vida en resurrección. Algo fluye de Dios hacia dentro de nosotros, y algo crece por medio de este fluir que expresa las riquezas y la victoria de la vida divina. Al considerar este cuadro de una manera más profunda, yo creo que el Señor nos hablará más acerca de la vida de resurrección.

V. ACAMPARON COMO UN EJERCITO

  Al final de Exodo 15:27, vemos que los hijos de Israel “acamparon allí junto a las aguas”. La palabra acamparon indica que el pueblo de Dios había sido formado en un ejército. La vida que fluye y que crece suple al pueblo de Dios como Su ejército. Cuando lleguemos al capítulo diecisiete, veremos que el pueblo de Dios libró batalla como ejército. En Elim estaban llenos del disfrute de la vida que los calificó para combatir. Esto les permitió combatir a fin de llevar a cabo el propósito de Dios de edificar su morada.

  En Sinaí, el pueblo de Dios recibió la visión celestial acerca de la construcción del tabernáculo. El largo viaje desde Egipto hasta Sinaí no pudo ser emprendido sin luchas. Al principio, el pueblo no luchó por sí mismo. Dios luchó por ellos y venció al faraón y a su ejército, al destruir a Faraón y a sus carros en las aguas del mar Rojo. Después de que el pueblo de Dios cruzó el mar Rojo y tuvo las experiencias en Mara y Elim, fueron fortalecidos como ejército de Dios y calificados a fin de combatir por el propósito de Dios. Esta fue la razón por la cual Dios no luchó por ellos en el capítulo 17. Ellos mismos pudieron combatir por medio de la vida que fluye y que crece.

  Si deseamos ser fortalecidos como el verdadero ejército de Dios, primeramente nosotros también debemos experimentar el fluir de las doce fuentes y el crecimiento de las setentas palmeras. Necesitamos la vida que fluye y que crece, una vida perfecta y completa. Sólo así estaremos calificados y equipados como ejército a fin de combatir por el propósito de Dios. En el recobro del Señor, sabemos que estamos comprometidos en la lucha espiritual. No sólo estamos en nuestras localidades; acampamos en ellas. Para combatir, no es suficiente comer el cordero pascual con las hierbas amargas y los panes sin levadura, también debemos experimentar la cruz y la resurrección, es decir, debemos pasar por Mara y llegar a Elim.

  Al estudiar Exodo 15:27 nos damos cuenta de que nosotros también debemos llegar a Elim. Tengo la seguridad de que por lo menos hasta cierto grado, las iglesias en el recobro del Señor están acampando en Elim, disfrutando de las doce fuentes y las setenta palmeras. ¡Cuánto agradecemos al Señor por este cuadro de la vida de resurrección! ¿Ha visto usted las fuentes que fluyen y las palmeras que crecen? ¿ha visto que el resultado de esta vida que fluye y que crece es un ejército fortalecido para combatir por el propósito de Dios? ¡Alabado sea El porque somos Su ejército acampando en la vida que fluye y que crece!

VI. DESDE MARA HASTA ELIM

  En nuestra experiencia, no sólo necesitamos las aguas dulces, sino también las aguas que fluyen. Esto significa que necesitamos el agua que fue cambiada y pasó de amarga a dulce y también el agua que fluye desde las doce fuentes en Elim. Para tener el agua que fluye, debemos seguir adelante desde Mara, la experiencia de la cruz, hasta Elim, la experiencia de resurrección.

  Desde la época de Madame Guyon y sus contemporáneos hasta la época de la señora Penn-Lewis, la mayor parte del pueblo de Dios se encontraba en Mara. Mediante el ministerio de la señora Penn-Lewis, la experiencia subjetiva de la cruz fue recobrada plenamente. En los años que siguieron a la señora Penn-Lewis, el Señor ha seguido adelante y ha ido desde Mara hasta Elim. En Elim, El cuida de Su plantación con las doce fuentes y las setenta palmeras. No obstante, muchos de los que buscan al Señor todavía aprecian mucho a Mara y desean permanecer allí. No han progresado más allá de los escritos de la señora Penn-Lewis acerca de la cruz. Por el contrario, todavía recalcan esta experiencia. Sin embargo, no prestan mucha atención a las fuentes que fluyen y a las palmeras que crecen. Testifican principalmente que su amargura fue cambiada en dulzura por la aplicación de la cruz. Los que se quedan en Mara tienen el árbol de sanidad, pero no las setenta palmeras que crecen y expresan las riquezas y la victoria de la vida divina. En Mara no hay ninguna plantación. Hay solamente un árbol cortado y echado en las aguas amargas.

  Mi intención no consiste en despreciar a los que nos han precedido en el recobro del Señor. Mi intención es señalar la necesidad que tenemos de progresar desde Mara hasta Elim. Debemos seguir adelante desde el árbol de sanidad hasta las palmeras que crecen y que florecen. Hoy en Su recobro, Dios no desea que nos quedemos en Mara. El necesita que sigamos adelante hasta Elim y que seamos fortalecidos allí como Su ejército.

  Hace poco recibí una carta de alguien que pedía libros escritos por los místicos de hace tres siglos, en particular los escritos de Madame Guyon y del hermano Lawrence. En realidad, la autobiografía de Madame Guyon es una historia de la experiencia en Mara. Pasa lo mismo con The imitation of Christ [Imitar de Cristo]. Los que recalcaron la experiencia en Mara en los últimos tres siglos no pusieron mucho enfásis en las doce fuentes que fluyen y en las setenta palmeras que crecen. Hoy, el Señor desea que experimentemos las fuentes que riegan la plantación de Dios a fin de que las palmeras crezcan y expresen las riquezas de Su vida y Su victoria.

  Puesto que en Mara no hay ninguna plantación, sino mas bien el cambio de amargura en dulzura, no vemos ningún crecimiento allí. Pero en Elim, disfrutamos de la labranza de Dios, de las palmeras que expresan las riquezas de la vida divina y la victoria completa de Su administración. En nuestra experiencia, las aguas que han sido cambiadas de amargas a dulces, deben convertirse en aguas que fluyen, en las cuales, por las cuales, y con las cuales crecemos como palmeras que expresan la rica vida de Dios y Su plena victoria.

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