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Mensaje 34

EL CAMBIO DE DIETA

  Lectura bíblica: Éx. 16:1-5, 13-31, 35; Nm. 11:1-9, 18-20, 31-34; Jn. 6:27, 31-35, 48-51, 57-58

  En este mensaje, estudiaremos el cambio de dieta implícito en el capítulo dieciséis. En todo el libro de Exodo nada tiene más importancia que esto. En el pasado, vimos la importancia de la Pascua en el capítulo doce. La Pascua implica redención y regeneración, pues con ésta tenemos la sangre del cordero para la redención y su carne para vida. Por tanto, con la Pascua tenemos redención y vida, los cuales son dos asuntos fundamentales. No obstante, en Exodo 12 no vimos el asunto crucial del cambio de dieta. Dios desea cambiar nuestra constitución, es decir, El quiere reconstituirnos. Pocos lectores de este libro han visto la reconstitución del pueblo de Dios implícita en el capítulo dieciséis. En este capítulo, el punto principal es que Dios desea reconstituir a su pueblo redimido cambiando su dieta.

  Exodo presenta un cuadro claro de la salvación que Dios efectúa, un cuadro que no encontramos en ningún otro libro de la Biblia, incluyendo las epístolas de Pablo. Este cuadro nos muestra que en la salvación de Dios, El desea forjarse a Sí mismo dentro de nosotros para ser nuestro todo. Dios desea ser nuestro todo para que seamos edificados como Su morada en la tierra. Para describir esto, Exodo concluye con la construcción del tabernáculo como la morada para la gloria de Dios.

  Para cumplir Su propósito, Dios no desea que Su pueblo redimido sea alguien ni haga nada. A fin de que seamos Su morada, El desea ser todo para nosotros y hacerlo todo por nosotros. Esto indica que seremos nadie y no debemos hacer nada. Usted, ¿está dispuesto a ser nadie? ¿está también dispuesto a dejar sus actividades? Dudo que muchos creyentes contesten a estas preguntas de manera positiva. Cuando vivíamos en el mundo, no teníamos un corazón para el Señor, y no nos interesaba hacer nada por El. Pero después de que vinimos al recobro del Señor, inmediatamente tuvimos el deseo de llegar a ser alguien o hacer algo por el Señor. Pasa lo mismo tanto con los jóvenes como con los mayores. Los mayores tienen muchos planes, y los jóvenes disponen de mucho deseo y energía. Aunque nosotros deseamos ser alguien y hacer cuanto sea posible, Dios nos dice: “No quiero que seas nada, no quiero que hagas nada. Déjame hacerlo todo por ti y serlo todo para ti”.

  Al analizar el cuadro de la salvación de Dios presentado en Exodo, vemos que los hijos de Israel no debían ser alguien ni hacer nada. Cuando hacían algo, el Señor estaba ofendido, aun cuando hacían algo bueno. El Señor quiere simplemente que Su pueblo esté en Sus manos para que El pueda forjarse a Sí mismo dentro de ellos. Si entendemos claramente eso, tendremos una base sólida para entender el libro de Exodo.

  Cuando llegamos al capítulo dieciséis, vemos la importancia de ser reconstituidos. En el capítulo doce, el pueblo de Dios fue redimido, y en el capítulo catorce fue liberado. A pesar de ser redimidos, salvos, rescatados, liberados, y de que sus necesidades fueron satisfechas, ellos todavía necesitaban ser reconstituidos. El pueblo de Dios necesita una nueva constitución. En el capítulo dieciséis, el punto principal no es la redención, la liberación, ni siquiera el suministro. El punto central de este capítulo es la reconstitución por medio de un cambio de dieta.

  A pesar de haber sido redimidos y liberados, los hijos de Israel eran todavía egipcios en su constitución. Las células y las fibras de su ser eran egipcias por naturaleza. En cuanto a la constitución, no había ninguna diferencia entre ellos y los egipcios. Los hijos de Israel habían sido salvos, redimidos, rescatados y suministrados, pero su constitución en todo era igual a la de los egipcios. Dios jamás podía usar este material para su morada celestial.

  Dios desea usar a Su pueblo como el material para la edificación de su habitación en la tierra. Sin embargo, a pesar de que el pueblo ya no estaba en Egipto, seguían siendo egipcios en su constitución. Sus tejidos eran egipcios. Eran una composición del elemento egipcio, pues crecieron en Egipto y fueron criados con la dieta egipcia de pepinos, melones, puerr, cebollas y ajos. Todo lo que comían era egipcio. La intención de Dios no consiste en llevar a muchos egipcios redimidos a los cielos. El puede liberar de Egipto a los que tienen una constitución egipcia, pero El no llevará a esta gente a Su morada. Para ser el material de Su habitación, Su pueblo debe ser reconstituido. Así como los hijos de Israel, nosotros hoy en día hemos sido liberados de Egipto, del mundo, pero en nuestra naturaleza y constitución, seguimos siendo mundanos. Por lo tanto, es necesario que captemos el punto crucial del capítulo dieciseís acerca del cambio de constitución.

  Cuando Dios llevó a Su pueblo al desierto, El estaba listo para cambiarles su constitución. Por esta razón, El no les suministró alimentos inmediatamente. Cuando salieron de Egipto, trajeron con ellos una cantidad de alimentos egipcios. Estos alimentos los sostuvo durante un mes aproximadamente. Cuando se les acabó la comida egipcia, tuvieron hambre. Aunque Dios conocía su necesidad, El no actuó inmediatamente para satisfacerlos. A menudo Dios nos disciplina de esta manera. El sabe que debe hacer algo por nosotros. Pero El no hace nada porque se da cuenta de que si El actúa prematuramente, no quedaríamos expuestos. Por lo tanto, en Exodo 16, Dios esperó tranquilamente, detrás del telón hasta que los hijos de Israel quedasen expuestos. Después de comer los últimos alimentos egipcios y cuando ya no tenían nada que comer, el pueblo se agitó. Se molestaron hasta el punto de olvidar los milagros que Dios había hecho, murmuraron y se quejaron con Moisés y Aarón. Como hemos mencionado, sus murmuraciones eran muy elocuentes. Mientras murmuraban y se quejaban, quedaban expuestos. En cuanto a ellos, dos cosas quedaron expuestas: que ellos estaban constituidos del elemento egipcio, y que su apetito, hambre, sed y deseo seguían siendo egipcios. En sus murmuraciones, expresaban su deseo de tener alimento egipcio: “Ojalá hubiéramos muerto por manos de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos” (16:3). Esto demuestra que su apetito era egipcio.

  Supongamos que Dios hubiese mandado maná antes de que los hijos de Israel llegasen al desierto de Sin y que estuviese ahí esperándoles. En ese caso, el pueblo no habría quedado expuesto. Ellos habrían comido simplemente el maná, y no se habría notado el problema de su constitución y apetito egipcios. Por tanto, en Su sabiduría, Dios no mandó el suministro celestial del maná hasta que el pueblo quedase expuesto por la falta de alimentos.

  Cuando nos faltan alimentos, quedamos expuestos. Si tenemos siempre una alimentación adecuada, muchas cosas quedarán cubiertas. Pero cuando carecemos del alimento apropiado, quedamos expuestos continuamente. La mayoría de las personas no pensaría en robar, mientras están satifechos con un buen alimento. Pero si hay una gran falta de alimentos, mucha gente refinada y culta se convierte en ladrones. Quedarán expuestos por la falta de alimentos. Según el relato de Exodo 16, Dios no dio a Su pueblo nada de comer hasta que fueron expuestos. Era necesario que salieran a la luz el hambre, apetito, deseos y constitución egipcios.

  Después de exponer al pueblo, Dios vino y satisfizo sus deseos al mandar codornices por la tarde. Exodo 16:12 nos revela que el Señor dijo a Moisés: “Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: al caer la tarde comeréis carne y por la mañana os saciaréis de pan y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios”.

  Debemos ver el significado de las codornices y del maná que mandó Dios. Dios mandó codornices para satisfacer el apetito egipcio del pueblo, pero El mandó el maná para reconstituirlos. Además, con las codornices, no hubo ninguna regulación ni restricción. Dios no dijo al pueblo en qué momento debían juntar las codornices ni de qué manera debían hacerlo. Las codornices fueron enviadas sin restricción porque la carne no quiere ninguna restricción. En otras palabras, ya que la dieta egipcia no estaba restringida, se envió las codornices de una manera que correspondía a esa dieta, sin restricción ni regulación. Los que comían codornices no fueron restringidos ni regulados en absoluto. Al contrario, el maná venía con muchas regulaciones.

  Algunos se sorprenderán al oír las regulaciones acerca del maná que Dios mandó. Para ellos, con la gracia no hay ninguna regulación. En realidad, existen más regulaciones con la gracia que con la ley. Si una persona vive apartada de la vida divina, El quizá sea salvaje y no esté restringido. No obstante, la vida de Dios regula y restringe. Cuanto más vivamos correctamente, más regulados seremos. Tome el ejemplo del manejo de una automóvil. Si usted conduce un automóvil sin regulaciones, correrá el riesgo de tener un grave accidente. Aún podría morir.

  Otro ejemplo de las regulaciones acerca del envío del maná y del comer maná son los buenos modales en la mesa. He aprendido que personas de ciertas nacionalidades: los británicos y los alemanes por ejemplo, prestan mucha atención a los buenos modales durante las comidas. Aunque no prestemos atención a las buenas maneras como fin en sí, podemos tener algunas regulaciones para comer apropiadamente. Es muy difícil disfrutar de nuestra comida si no comemos correctamente. Por ejemplo, ¿puede disfrutar plenamente de un bistec, si intenta cortarlo con una cuchara? Cuanto más comamos adecuadamente el bistec, más lo disfrutaremos. No debemos tener la actitud de descartar las regulaciones del comer y de preocuparse únicamente por los alimentos.

  Hemos visto que las codornices fueron mandadas sin regulaciones. Las codornices cubrían el campamento, y los hijos de Israel las recogían como quisieran. No obstante, el envío del maná fue distinto. Para juntar el maná, el pueblo tenía que levantarse temprano por la mañana y recogerlo antes de que el sol se levantara. Además, en lugar de recoger el maná con avidez, el pueblo era restringido en la manera en que debía recogerlo. En 16:16, vemos que el Señor mandó “recoger de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda”. Esto indica que Dios desea que cooperemos con sus regulaciones. Cuando hacemos esto, en realidad cooperamos con Dios mismo y somos uno con El. Obedecer las regulaciones de Dios significa que somos como El y conforme a El.

  Vemos otra regulación acerca del maná en Exodo 16:19, donde Moisés mandó al pueblo que no dejara ningún maná hasta la mañana. Los que desobedecieron a esta regulación, encontraron que el maná “crió gusanos, y hedió” (v. 20). Además los hijos de Israel debían recoger en el sexto día “doble porción de comida, dos gomeres para cada uno” (v. 22); no debían recogerlo en el día sábado. Estas regulaciones indican también que comer el maná es conformarse a Dios.

  Comer codornices, hace al pueblo salvaje y sin restricción, pero el comer maná los regula y conforma a Dios. Los que son reconstituidos serán regulados. Se levantarán para juntar maná según el tiempo de Dios y lo recogerán según la manera de Dios, y no según su avidez. Dios no nos permite ser perezosos ni ávidos. Debemos ser diligentes, pero no debemos recoger maná según nuestra avidez. Entre los hijos de Israel, los que recogían más no recibían más que un solo gomer.

  Espero que todos captemos este punto: comer el maná nos hace corresponder con Dios. Cuanto más maná comemos, más correspondemos con El y nos identificamos con El. Entonces nuestro comportamiento y todas nuestras acciones están conforme con la regulación de Dios. De esta manera, llegamos a ser los que viven, actúan, se comportan y andan conforme a lo que Dios es. En contraste, el comer codornices corresponde con el estilo, la moda y las maneras egipcias. Es salvaje y sin regulaciones. Pero comer el maná hace que nuestro comportamiento sea idéntico al comportamiento de Dios. Nos hace actuar de la misma manera que Dios actúa.

  En el capítulo dieciséis, el punto crucial es la intención de Dios de reconstituir a Su pueblo redimido. Después de redimirnos, salvarnos, y liberarnos del mundo, Dios cambiará nuestra dieta a fin de cambiar nuestra constitución. Su propósito es eliminar toda huella de constitución egipcia. Los estudiantes de medicina saben que una nueva dieta puede cambiar gradualmente nuestras células y fibras. Hace mucho, cuando llegué a este país desde el Lejano Oriente, estaba constituido conforme a la dieta china, pero en el transcurso de los años, he sido reconstituido conforme a la dieta norteamericana. Esto demuestra el deseo de Dios de reconstituir a Su pueblo cambiandoles su dieta. Mediante un cambio de dieta, sus tejidos y fibras son reconstituidos.

  En varias ocasiones hemos hablado acerca de la dieta egipcia. Ahora llegamos a un asunto importante: qué es la dieta egipcia y qué incluye. La dieta egipcia denota todas las cosas que deseamos en nuestra alimentación a fin de encontrar satisfacción. Esta dieta puede incluir la televisión, los deportes, la música, las revistas, los periódicos, u otras formas de entretenimiento mundano. Algunas personas no pueden vivir sin televisión ni periódicos. Esto indica que estas cosas forman parte de su dieta egipcia. Otros se alimentan mirando las vitrinas. Quizás no quieran comprar nada, pero disfrutan mirando las cosas en las vitrinas. Con estos ejemplos, podemos comprender que los Estados Unidos es el país que lleva la delantera en cuanto a la dieta egipcia. En este país, hay un río Nilo moderno que lleva toda clase de suministro mundano.

  Antes de ser salvos, todos nosotros llevávamos una dieta egipcia. Pero después de ser salvos, debemos cambiar nuestra dieta. Sin embargo, muchos cristianos, después de ser salvos, siguen viviendo conforme a su antigua dieta. Esto significa que siguen con hambre y sed por las cosas del mundo.

  Algunos pensarán que al hablar de la dieta egipcia estoy hablando del asunto de amar al mundo. Esta es una manera muy superficial de ver lo que involucra el cambio de dieta. Aquí el punto es el siguiente: todo lo que deseamos, de lo que tenemos hambre y sed, es la dieta de la cual se constituye nuestro ser. Aparte de los que están en las iglesias locales, pocos cristianos han sido reconstituidos por medio de un cambio de dieta. Me he hospedado en las casas de muchos cristianos durante mis viajes, y he visto que el apetito de muchos creyentes sigue enfocado en las cosas de Egipto. Pocos tienen hambre, y sed genuinas de Cristo.

  En el desierto, Dios sólo dio a los hijos de Israel maná. Según Números 11:6, el pueblo se quejaba: “Y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”. ¡Cuán maravilloso era el hecho de que Dios solamente le dio al pueblo maná que comer! Esto indica que Dios no les dio nada más que Cristo. Le doy gracias al Señor porque muchos santos en la iglesia no tienen apetito por cosas ajenas a Cristo. Día tras día, muchos santos en las iglesias solamente tienen hambre de Cristo y sólo El. Tenemos sed de El y deseamos tener contacto con El, leer la palabra, invocar Su nombre y leer los mensajes impresos. Ciertamente el Señor ha cambiado nuestra dieta.

  Puedo testificar que dependo del Señor Jesucristo, y no de otra cosa. Frecuentemente leo un periódico. Pero cuando el periódico se forma parte de mi dieta, inmediatamente me arrepiento, confieso y le pido al Señor que me perdone por recurrir a algo que no es El mismo a fin de satisfacer mi deseo. Cuando tenemos sed y hambre por algo que no es Cristo, estamos equivocados.

  Es importante entender correctamente este mensaje. Mi carga no consiste en amonestar a los santos acerca del amor por el mundo. Sino que consiste en señalar la necesidad de cambiar nuestra dieta. ¡Que el Señor quite el deseo y hambre por lo que no es Cristo! Necesitamos vestirnos y tener un lugar adecuado para morar. Sin embargo, nuestro apetito, nuestro deseo, no debería enfocarse en estas cosas. Nuestro apetito debe centrarse en Cristo. No deberíamos buscar satisfacción en la ropa o en una casa mejor. Dios ha cambiado nuestra dieta de las cosas de Egipto a Cristo solamente.

  Esto no significa que debamos vivir como si fuésemos monjes o monjas. No debemos ser como algunos grupos conservadores, que sólo pueden vestir ciertos colores. Las hermanas deben vestirse apropiadamente, pero no deben anhelar vestir a la moda o según algún estilo. Al contrario, deberían anhelar a Cristo. Todos debemos decir: “Señor Jesús, Te amo. Quiero respirarte, beberte y comerte. Señor anhelo celebrarte”. Nuestra hambre, sed, deseo y apetito deben ser por Cristo como el maná celestial.

  Por cuarenta años, Dios sólo les dio a comer maná a los hijos de Israel. Como ya mencionamos, nadie conoce la esencia ni el elemento del maná. Sólo sabemos que descendía cada día del cielo. Juan 6 nos revela también que este maná celestial tipifica a Cristo. Cristo vino de Dios para ser nuestra dieta. Debemos comerlo, beberlo y respirarlo. Necesitamos un cambio en nuestra constitución interior, y no solamente un cambio en nuestro comportamiento exterior. Si deseamos experimentar este cambio interior, debemos tener un cambio en nuestro suministro de alimento, ya que ésta es la fuente de nuestra constitución. Los nutricionistas nos dicen que somos lo que comemos. Los alimentos que comemos entran en nosotros organicamente y llegan a ser nuestra constitución. Como pueblo de Dios hoy, debemos ser reconstituidos con Cristo como nuestro elemento. De esta manera, llegaremos a ser Cristo, en lo que se refiere a nuestra constitución. Mediante el cambio de dieta, recibimos la esencia celestial que nos reconstituye con Cristo. Este cambio de constitución por medio de un cambio de dieta es totalmente distinto de los métodos de mejoramiento propio como se practica en la religión.

I. LA DIETA EGIPCIA

A. Produce egipcios

  La dieta egipcia produce egipcios. Por ejemplo, si la gente sólo se dedica a mirar la televisión, llegan a ser televisión. Del mismo modo, si se entregan a ciertos deportes o entretenimiento, llegan a estar constituidos con ese deporte o entretenimiento. Estos ejemplos indican que la dieta egipcia constituye a la gente con el elemento egipcio y los hace egipcios en composición.

B. Se ajusta a los apetitos de la carne

  Además, la dieta egipcia se ajusta a los apetitos de la carne (16:3; Nm. 11:4-5). Todo lo mundano corresponde al gusto de nuestra carne lujuriosa.

C. Provocó la ira santa de Dios

  El deseo del pueblo por la dieta egipcia provocó la ira santa de Dios (Nm. 11:1). El mandó codornices cuando estaba enojado y disgustado.

D. Causa muerte

  Finalmente, la dieta egipcia causa muerte (Nm. 11:33-34). El resultado de la dieta egipcia es siempre muerte espiritual. Por desear todavía las cosas de Egipto, muchos cristianos sufren la muerte espiritual, al ser heridos por la ira santa de Dios.

II. LA DIETA CELESTIAL

A. Hace que la gente llegue a ser celestial

  La dieta celestial hace a la gente celestial. En realidad, esta dieta celestial es Cristo mismo. El es el alimento, el maná. Por lo tanto, al comer a Cristo, llegamos a ser Cristo, es decir, Cristo se convierte en nuestro constituyente.

B. Cumple el propósito de Dios

  La dieta celestial cumple el propósito de Dios. Los que construyeron el tabernáculo no eran egipcios. Fueron personas con una constitución celestial. Transcurrieron por lo menos cuatro meses después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, cuando empezaron a construir el tabernáculo. Durante estos meses, su dieta fue cambiada y su constitución estaba por lo menos en el proceso de cambiar y de ser reemplazada por el elemento del maná. Al alimentarse del maná, el pueblo de Dios finalmente se convirtió en maná. Al ser constituidos del maná pudieron construir el tabernáculo como morada de Dios. Este cuadro muestra que sólo aquellos que han sido reconstituidos con Cristo son calificados para edificar a la iglesia como la morada de Dios hoy en día. Eso es lo que significa decir que la dieta celestial cumple el propósito de Dios.

  El ajo, los puerros, las cebollas, los melones y pepinos sólo sirven para convertir al pueblo de Dios en egipcios en su constitución. Estas cosas podían satisfacer sus deseos, pero no les permitía cumplir el propósito de Dios. A fin de cumplir el propósito de Dios, Su pueblo debía ser reconstituido con el maná. Esto revela que nuestra constitución debe ser arreglada nuevamente cuando comemos a Cristo. Cristo debe reemplazar la dieta egipcia. Para la edificación de la iglesia, todos debemos ser reconstituidos con Cristo. Recuerde que aquellos que construyeron el tabernáculo habían experimentado un cambio de dieta y comenzaban a ser reconstituidos con el alimento del maná. Sólo estas personas pueden construir la morada de Dios. De hecho, después de ser reconstituidos ellos mismos, forman la morada de Dios.

C. Prueba al pueblo en cuanto a la voluntad de Dios

  La dieta celestial nos prueba también con respecto a la voluntad de Dios y examina donde estamos (16:4-5, 16-30) ¿Somos uno con Dios e idénticos a El? Donde nos encontramos será comprobado por las regulaciones detalladas acerca de la recolección del maná. Estas regulaciones indican si correspondemos con Dios o no.

D. Mantiene a la gente viva a fin de cumplir el propósito de Dios

  La vida celestial también mantiene viva a la gente para cumplir Su propósito (16:35; Jn. 6:57). Mediante la dieta celestial, somos mantenidos vivos por el beneficio de la morada de Dios, y no para otro propósito.

  Es crucial que todos reconozcamos la necesidad de cambiar de dieta. Debemos preguntarnos de qué cosas tenemos hambre y sed y qué clase de apetito tenemos. Nuestra dieta debe cambiar y pasar de una dieta egipcia a una celestial. Debemos dejar las ollas de carne, el pescado, los pepinos, los melones, las cebollas, el ajo y los puerros para volvernos a Cristo, el único alimento celestial que Dios suministra. Tener a Cristo como dieta significa que El es todo para nosotros. El aún es nuestra televisión, entretenimiento, música, periódicos y deportes. Todos debemos ser capaces de testificar que el Señor ha cambiado nuestra dieta y nos ha hecho pasar de tantas cosas a una sola cosa: el maná celestial. En un próximo mensaje, veremos las riquezas del maná en todos sus aspectos. Que el Señor cambie nuestra dieta para que seamos reconstituidos en Cristo y nos convirtamos en la morada de Dios.

  Junto con el cambio de dieta, necesitamos un cambio de apetito. Me pregunto si los hijos de Israel experimentaron realmente un cambio de apetito. Quizás hayan comido el maná simplemente porque se vieron obligados a hacerlo. No tenían nada más que comer.

  El Señor Jesús dijo: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que en la vida eterna permanece” (Jn. 6:27). Hoy en día toda la gente del mundo trabaja por la comida que perece. Esta comida que perece incluye cosas como la televisión, los deportes, la música y los entretenimientos. Todas las satisfacciones de esta clase perecerán. Sólo Cristo es la comida que no perece. Este alimento permanece para vida eterna.

  Cuando hablamos de alimentos, nos referimos a algo que tomamos dentro de nosotros para nuestra satisfacción. Si entendemos este principio, nos daremos cuenta de que los alimentos mundanos de hoy consisten no solamente de alimentos físicos, sino también de otras cosas que anhela la gente, incluyendo la educación, el dinero, las posiciones, la promoción, los deportes y el entretenimiento. La gente mundana tiene comida física y comida psicológica pero no tiene comida espiritual. En lugar de trabajar por la comida que permanece para la vida eterna, laboran por la comida que perece.

  El Señor Jesús es el verdadero maná. En Juan 6, El indica que debemos buscarlo y comerlo a El. No obstante, son pocos los cristianos que se dan cuenta de la necesidad de cambiar de dieta. Todos los que han sido regenerados deben cambiar su dieta. Esta la razón por la cual Exodo 16 es aún más crucial que Exodo 12. En el capítulo doce, vemos a un pueblo que ha sido redimido, pero no vemos a un pueblo reconstituido. Ya para el capítulo catorce, el pueblo de Dios había salido de Egipto, pero Egipto no había salido de ellos. Según su constitución, seguían siendo egipcios. Por tanto, la intención de Dios era cambiar la constitución de ellos al cambiar su dieta. Cuando los hijos de Israel construyeron el tabernáculo, su dieta había cambiado. Probablemente su constitución también había empezado a cambiar. Cuando estaban construyendo el tabernáculo, no comieron alimentos egipcios. Al contrario, su dieta consistía de maná.

  Además, después de edificar el tabernáculo, pasaron mucho tiempo en el cuidado del tabernáculo. Tenían que desmontarlo, llevarlo, y volver a levantarlo. Durante los años en el desierto, los hijos de Israel no hicieron otra cosa que comer maná y cuidar el tabernáculo. No se empeñaron en otra industria ni otras cosas. Eso demuestra que Dios no les pidió hacer nada, ni aún labrar la tierra. Dios los alimentó al mandarles maná del cielo. La gente simplemente lo juntó, lo preparó y lo comió y tomó cuidado del tabernáculo. ¡Qué cuadro más maravilloso es éste!

  Al estudiar este cuadro, vemos que Dios sólo desea que comamos a Cristo y que cuidemos la iglesia, Su morada. No debemos permitirnos perder interés en estas cosas. Día tras día, simplemente debemos comer a Cristo y practicar la vida de la iglesia. Estamos aquí por Cristo y la iglesia, y nada más. Según la opinión de los que están afuera, nosotros en el recobro del Señor pasamos nuestro tiempo sin hacer nada. Algunos aún nos condenan porque aparentemente no llevamos a cabo ninguna obra por el Señor. No obstante, así como los hijos de Israel juntaban cada día el maná y cuidaban la morada de Dios, nosotros comemos a Cristo cada día y cuidamos la vida de iglesia apropiada.

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