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Mensaje 36

La dieta celestial: el mana

(2)

  Lectura bíblica: Éx. 16:4-5, 13-15, 31; Nm. 11:6-9

III. SUS CARACTERISTICAS

  Veamos ahora las diferentes características del maná. En Exodo 16 y Números 11, se nos da una breve descripción del maná. Esta descripción corta incluye por lo menos catorce aspectos del maná. Cada aspecto es característica del maná.

A. Viene del cielo

  La primera característica del maná es que viene del cielo (16:4a). Por lo tanto, el maná es celestial. No conocemos la esencia ni la substancia del maná pero sabemos que viene del cielo. En Exodo 16:4, el Señor le dijo a Moisés: “He aquí os haré llover pan del cielo”. El maná es difícil de analizar. Indudablemente, contenía el nutrimento para satisfacer todos los requisitos del cuerpo físico del hombre. De otro modo, no habría sostenido al pueblo de Dios durante muchos años en el desierto. Por una parte, el maná tiene todos los elementos necesarios para sostener el cuerpo físico del hombre; por otra, el maná es el alimento celestial.

  Así como no podemos analizar ni explicar el maná, tampoco podemos analizar ni explicar al Señor Jesucristo. Cristo fue enviado del cielo por el Padre para ser el verdadero maná. Como el pan que viene del cielo, El es el alimento del cual vive el pueblo de Dios. En Juan 6:51, el Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre”. ¿Quién puede analizar la esencia de Cristo como nuestro alimento celestial? Es imposible analizar su sustancia científicamente. Aunque no podemos analizar la esencia de Cristo ni explicarla claramente, El es muy real. El es invisible e intangible pero El es sustancioso y sostiene al pueblo de Dios.

  Desde la época del imperio romano hasta ahora, muchos gobiernos terrenales y líderes del mundo han tratado de eliminar el mover del Señor en la tierra. También han intentado destruir y aniquilar Su cuerpo. Pero todos sus esfuerzos han sido vanos. El Cuerpo de Cristo no puede ser destruido porque dentro de la iglesia se encuentra una esencia celestial, un elemento celestial, que la sostiene en su estancia en la tierra. Puesto que Cristo imparte este elemento dentro de la iglesia, nada la puede destruir ni eliminar.

  Así como el maná sostuvo casi dos millones de gente en el desierto durante cuarenta años, también Cristo como el verdadero maná sostiene a la iglesia hoy. Este maná no tiene su origen en la tierra; desciende del cielo donde está Dios. Por tanto, el maná no es solamente alimento celestial, sino también divino. Por una parte, el Señor Jesús es “el pan que desciende del cielo”; por otra, El es “el pan de Dios”, Aquel que descendió del cielo para ser nuestro alimento (Jn. 6:32-33).

B. Con el rocío

  En Exodo 16:13 y 14, vemos que el maná descendía con el rocío: “Por la mañana descendió rocío en derredor del campamento. Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda”. Esta cosa menuda y redonda era el maná. Números 11:9 declara también que el maná venía con el rocío: “Cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él”. Es significativo que al enviar las codornices, Dios usó el viento. Pero al enviar el maná, Dios usó el rocío. Ciertamente, Dios pudo haber enviado el maná sin el rocío. El hecho de que el maná vino con el rocío debe tener un significado espiritual claro. Puesto que mi experiencia de esto todavía no está completa, no puedo explicar concretamente por qué el maná descendía con el rocío. Pero según la experiencia espiritual, puedo señalar que el rocío representa la gracia cotidiana, la gracia que recibimos cada día. En Salmos 133:3, leemos acerca del “rocío del monte Hermón... que desciende sobre los montes de Sión”. El rocío del Hermón representa la gracia que desciende del cielo. Hermón, era un monte alto que representa a los cielos, el lugar más elevado, de donde desciende el rocío. El rocío representa la gracia del Señor Jesucristo.

  El rocío es distinto de la lluvia, la nieve, o la escarcha. Es más ligero que la lluvia y no tan frío como la escarcha. Según Lamentaciones 3:22 y 23, la misericordia de Dios, como el rocío, es fresca cada mañana. La misericordia que se menciona en el Antiguo Testamento tiene como resultado final la gracia que aparece en del Nuevo Testamento. Por esta razón, Jeremías puso la palabra misericordia en Lamentaciones 3. Cada mañana, la gracia del Señor es tan fresca como el rocío.

  Ya dijimos muchas veces que la gracia es Dios que nos alcanza. Cuando Dios nos alcanza de manera positiva, lleno de misericordia y compasión, El se convierte en gracia para nosotros. El maná siempre viene por medio de esta gracia.

  Alentamos a los santos a tener el avivamiento matutino al principio de cada día. No obstante, a pesar de tener esta practica regularmente, a menudo, durante nuestro tiempo con el Señor por la mañana no experimentamos la frescura del rocío. Como consecuencia, no recogemos ningún maná. Al contrario, la Palabra parece ser letras en blanco y negro. Pero cuando experimentamos el rocío en el avivamiento matutino, sabemos que Dios nos alcanza y nos visita. Esta visita de Dios es el Señor como nuestra gracia. Nuestra experiencia testifica que donde está el rocío, también está el maná.

  Cuando obtenemos rocío por medio de leer la Palabra en la mañana, ésta llega a ser un verdadero alimento para nosotros. Si no recibimos el rocío que refresca, no podemos tener el maná que viene con el rocío.

  Este cuadro del maná y del rocío es muy precioso. ¡Ciertamente un cuadro vale más que mil palabras! Por la mañana el rocío nos refresca. Sin este rocío, sin esta gracia, estaríamos muy secos. Pero con el rocío recibimos el agua y la frescura. Gracias al Señor porque el maná no viene por sí solo, sino con el rocío.

C. Por la mañana

  Mencionamos que las codornices venían por la tarde, pero que el maná venía por la mañana. Exodo 16:21 afirma que los hijos de Israel “lo recogían cada mañana”. El hecho de que el maná venía por la mañana indica que nos da un nuevo comienzo. Puesto que la tierra gira sobre su eje cada día, cada día tenemos un nuevo comienzo, una nueva vuelta. También tenemos nuevos comienzos cada mes y cada año. El maná no está relacionado con los comienzos anuales o mensuales, sino con un nuevo comienzo diario. Si Dios enviara el maná una vez al año, no sobreviviríamos. Si el maná fuese enviado cada mes, no seríamos fortalecidos, sostenidos ni satisfechos. Agradecemos al Señor porque El envió el maná cada día. Cada mañana podemos tener un nuevo comienzo.

  En nuestra experiencia espiritual, necesitamos estos cambios cotidianos, estos nuevos comienzos diarios. A veces al final del día, espero con anhelo la mañana siguiente y un nuevo comienzo. Al ir a la cama por la noche, digo: “Señor, después de descansar esta noche, espero tener un nuevo comienzo contigo por la mañana”. ¡Alabado sea el Señor por cada nuevo día, por cada nuevo comienzo! El maná también nos trae este nuevo comienzo.

  También podemos decir que cada nuevo comienzo nos trae maná fresco. Si usted espera recibir maná del Señor, debe orar: “Señor, estoy listo para un nuevo comienzo. No quiero vivir de la misma manera que en el pasado. Quiero tener un nuevo comienzo contigo”. Al acudir al Señor por la mañana ¿está dispuesto a orar de esta manera? Si usted le dice que está listo para un nuevo comienzo, experimentará el rocío, y con el rocío, el maná. No obstante, si usted desea vivir nuevamente el pasado, llevar la misma clase de vida que llevó hace años, el maná no vendrá a usted.

  Para tener el maná, debemos ser preparados para un nuevo comienzo. Conforme a mi experiencia les puedo asegurar que el maná viene cuando usted está dispuesto a tener un nuevo comienzo. Por la mañana acudamos al Señor y digamos: “Señor quiero un nuevo comienzo. No quiero ser el mismo de ayer. Te doy las gracias Señor porque en Tu soberanía y en Tu economía, Tú nos ofreces un nuevo comienzo cada día del año”. Si usted ora al Señor de esta manera, anhelando un nuevo comienzo, el maná vendrá por la mañana con el rocío.

  En cuanto a recoger el maná con el rocío por la mañana, no necesitamos más doctrina. Lo que necesitamos es más experiencia en nuestra vida cotidiana. Hace muchos años aprendimos que el maná tipifica a Cristo. ¡Es lamentable ver que para los cristianos contemporáneos esto es esencialmente un asunto de doctrina! Cuando yo estaba en la Asamblea de los Hermanos, me enseñaron claramente que el maná tipifica a Cristo. Pero no recibí ayuda para recoger el maná día tras día. En lugar de vida, había solamente doctrina.

  Muchas cosas buenas relacionadas con Cristo se han convertido en doctrinas tradicionales. Aún los incrédulos pueden conocer algunas verdades acerca de Cristo. Algunos hasta se dan cuenta de que el maná tipifica a Cristo. Lo que necesitamos no es una doctrina tradicional, sino más experiencias prácticas en la vida.

  Miles de personas, aún millones leen la Biblia sin recibir la mínima cantidad de maná. En su lectura de las Escrituras, sólo hay letras en blanco y negro. Bajo la influencia de la tradición, no se interesan por recibir una nueva luz. Ni siquiera se interesan en buscar esa luz. Se conforman con entender la Biblia conforme al conocimiento tradicional y a las aspiraciones éticas. Desean aprender las enseñanzas bíblicas para mejorar su comportamiento. Estudian las Escrituras, como los chinos con los escritos clásicos de Confucio. Una vez oí un misionero decir que las enseñanzas bíblicas son idénticas a las de Confucio. ¡Qué interpretación más deplorable de la Palabra de Dios!

  Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, los judaizantes no tenían un corazón para El. Estaban totalmente ocupados con las tradiciones de sus antepasados. Su comprensión del Antiguo Testamento se conformaba a la enseñanza y conocimiento tradicionales. Después de ser salvo, Saulo de Tarso probablemente pasó mucho tiempo revisando su experiencia con el Antiguo Testamento. El ciertamente lo hizo conforme a la guía del Espíritu, y no conforme a la enseñanza tradicional que heredó de sus antepasados en el judaísmo. Por lo tanto, Pablo recibió luz, revelación.

  Nuestra experiencia actual debería ser igual a la de Pablo. Puedo testificar que recibo luz del Señor acerca de la Palabra porque no me preocupan las tradiciones del cristianismo. Si todavía me preocupara la tradición religiosa, no recibiría ninguna iluminación. En 1964, una persona me aconsejó que dejara de enseñar que Cristo es el Espíritu, aunque el Nuevo Testamento revela esta verdad. Me dijo que esta enseñanza no sería aceptada por los cristianos contemporáneos. Puesto que la gente se preocupa sólo por la enseñanza tradicional, está ciega. Año tras año no reciben nueva luz. Alabamos al Señor porque recibimos nueva luz casi a diario. No debemos ser limitados por lo que vimos hace años. Aún los científicos están abiertos a los nuevos descubrimientos. Si deseamos progresar espiritualmente, debemos dejar a un lado la tradición. Cuando vamos a la Palabra, debemos olvidar nuestro conocimiento tradicional.

  El cristianismo se ha convertido en una religión de tradición que descuida a Cristo como la realidad. Los servicios del domingo por la mañana están llenos de tradición. La situación entre nosotros en el recobro del Señor debe ser totalmente diferente. Cada día debemos seguir adelante con el Señor. No debemos leer solamente la Biblia, sino convivir con la persona viviente de Cristo que mora en nosotros. Al leer las palabras de las Escrituras, debemos tener contacto con esta persona viva. En lugar de estar ocupados por las doctrinas o los métodos, debemos buscar desesperadamente al Señor mismo. Si buscamos al Señor de esta manera, tendremos un nuevo comienzo con El cada mañana.

  Nuestro tiempo con el Señor por la mañana no debe ser conforme a la tradición ni a las costumbres. En algunas casas acostumbran a levantarse temprano y pasar tiempo leyendo la Biblia. Pero podemos leer la Biblia cada mañana sin recoger ningún maná. Ya que no tenemos un contacto vivo con el Señor. Las palabras impresas en la Biblia no nos dan vida. En Juan 5:39 y 40, el Señor Jesús dijo a los religiosos: “escudriñáis las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Si queremos recibir vida, debemos ir al Señor. Para tener vida debemos tenerlo a El.

  Existe una gran diferencia entre tener la receta de alguna medicina y la medicina misma. No obtenemos la medicina simplemente al estudiar la receta. No obstante, eso es lo que están haciendo muchos cristianos hoy en día. En algunos casos, ni siquiera estudian la receta correctamente. Por una parte, mi corazón se regocija por lo que el Señor nos ha mostrado. Por otra, mi corazón se entristece por la situación entre los cristianos. ¿Quién se interesa realmente por el Señor mismo? En realidad muy pocos se interesan en El, aunque El está vivo y disponible.

  En un mensaje anterior, señalé que mi confesión al Señor cada día primeramente consite de mi carencia en ser uno en espíritu con El. Sabemos que Primera de Corintios 6:17 nos dice que el que se une al Señor es un solo espíritu con El. También sabemos que debemos vivir conforme a este espíritu mezclado. ¿Pero cuántos vivimos en realidad en este espíritu? Quizás entre nosotros en el recobro del Señor eso también se ha convertido en una doctrina en lugar de ser una práctica real y genuina en vida. En su vida cotidiana, ¿es el asunto de unirse al Señor en un sólo espíritu una práctica o simplemente una doctrina? Si es simplemente un conocimiento doctrinal, no significa nada. Es muy fácil que una revelación se convierta en enseñanza tradicional. Dejemos todas las enseñanzas tradicionales y busquemos al Señor mismo. Si hacemos esto, la luz de la Palabra resplandecerá sobre nosotros.

  Aunque Exodo 16 es un capítulo importante en la Biblia, muchos cristianos no tienen la debida apreciación por éste ya que todavía siguen bajo la influencia de la tradición religiosa. Quizás estaríamos más impresionados con este capítulo si fuésemos gente primitiva e inculta sin ningún conocimiento de las Escrituras. Si esta fuese nuestra situación, podríamos ver más fácilmente que este capítulo revela la intención de Dios de cambiar la fuente de nuestro ser, de cambiar nuestro constituyente. Decir que el maná es alimento celestial que tipifica a Cristo es una comprensión superficial de este capítulo. Esta clase de comprensión doctrinal no tiene ningún efecto en nuestro vivir. Aún puede impedir que recibamos la revelación de Dios contenida en esta porción de la Palabra. No obstante, si dejamos la enseñanza tradicional y oramos acerca de este capítulo, seremos iluminados y veremos que como creyentes, debemos depender solamente de Cristo. Sólo El Cristo vivo es el único que debe ser el alimento por el cual vivimos día tras día.

  ¡Qué diferencia más grande existe entre la comprensión de este capítulo y la enseñanza tradicional! Muchos de nosotros oímos enseñanzas acerca de Cristo como el maná cuando estuvimos en la religión, pero ¿qué efecto tuvo esto sobre nosotros? Eso no impidió que muchos se entregaran a los entretenimientos mundanos. Algunos han recibido las enseñanzas superficiales acerca de no amar al mundo. Se les dijo que no anhelaran los pepinos y el ajo de Egipto ¡Cuán superficial es esto! La verdad profunda en Exodo 16 es que Dios desea cambiar nuestra dieta. El punto crucial aquí no es el hecho de amar o no al mundo; es saber si nuestra dieta ha sido cambiada. Existe una diferencia enorme entre aprender a no amar al mundo y tener un cambio de dieta.

  Al buscar al Señor para tener un nuevo comienzo y para el suministro del maná, debemos ir a nuestro espíritu. No obstante, es fácil ejercitar la mente en lugar del espíritu. Por ser ésta nuestra tendencia, debemos tomar la costumbre de tener contacto con el Señor en la Palabra antes de ocuparnos de los asuntos del día. Después que nos involucramos en tantas cosas, nos es más difícil ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con el Señor. La primera cosa que debemos hacer cada mañana es acudir al Señor en la Palabra y alimentarnos de El.

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