Mensaje 37
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Lectura bíblica: Éx. 16:13-15, 31-36; Nm. 11:6-9
En el mensaje anterior, mencionamos que el maná descendía del cielo (16:4), que venía con el rocío (16:13a-14; Nm. 11:9) y por la mañana (16:13a, 21). En este mensaje, estudiaremos otras características del maná.
Contrario al concepto humano, el maná era algo menudo (16:14b). La gente generalmente le da más importancia a las cosas grandes, y a menudo alabamos al Señor por Su grandeza. No obstante, ¿dónde puede encontrar himnos de alabanza a Cristo por lo pequeño que es? Hemos buscado en muchos himnarios, pero no hemos encontrado ningún himno sobre la pequeñez de Cristo.
Los materiales de construcción son muy grandes, pero el alimento debe ser lo suficientemente pequeño como para entrar en nuestra boca. Los alimentos que ingerimos deben ser pequeños para que los podamos comer. Si queremos comer un gran pedazo de carne, primero debemos cortarlo en pedacitos.
En el transcurso de los siglos, pocos creyentes en el Señor han valorado adecuadamente la importancia de la pequeñez del Señor. Muchos consideran los cuatro evangelios como el relato de la vida de una gran persona. En realidad, los evangelios no recalcan la grandeza de Cristo. Efectivamente, el Señor Jesús era descendiente de David, descendiente de una familia real. No obstante, El nació en un pesebre, y El se crió en la casa de un carpintero en una ciudad pequeña y menospreciada. Esto indica que el Señor no exhibió Su grandeza. Al contrario, El prefería ser pequeño a los ojos del hombre.
En Juan 6, vemos que la muchedumbre deseaba entronar al Señor Jesús y hacerlo rey, pero El huyó de esta exaltación. Al día siguiente, El regresó y se presentó como el pan de vida (Jn. 6:35). El no quería ser rey; El deseaba ser alimento para que Su pueblo lo recibiera como su suministro de vida. En lugar de ser grande, el Señor quería ser pequeño a fin de ser nuestro alimento.
Desde el momento de la ascensión de Cristo hasta el presente día, los maestros cristianos han recalcado la grandeza y la exaltación de Cristo. No obstante, Cristo todavía desea ser pequeño para que lo comamos a El. Los grandes avivamientos en la historia de la iglesia no han recalcado lo pequeño que es Cristo. Esta es la razón por la cual estos avivamientos generalmente no han durado mucho. Además, la puerta de la grandeza siempre le ha abierto el camino a la corrupción en el cristianismo. Si usted cerrara esta puerta, no entraría ningún elemento de corrupción.
En Su pequeñez, el Señor se diferencia totalmente del concepto natural que tenemos de El. Aún nosotros en el recobro del Señor podemos desear ver grandes cosas. Por el deseo de grandeza, muchos cristianos en los movimientos pentecostales o carismáticos tienden a jactarse y a exagerar. Es por esto que debemos descartar muchos informes de sanidad y milagros que supuestamente ocurren en el Pentecostalismo actual. Algunos se jactan de las numerosas sanidades que se producen en cierta reunión cuando no se ha producido ni un solo caso de sanidad auténtica.
Hace algunos años, se esparcieron informes acerca de un gran avivamiento que supuestamente se estaba produciendo en la isla de Timor. Según esos informes, los milagros eran comunes. Hasta se divulgó que varias personas fueron resucitadas de entre los muertos. Un ex-misionero que se encontraba allí y que ahora está en el recobro del Señor asistió a alguna de estas reuniones para observar lo que sucedía. En una ocasión, el líder anunció que durante la misma el agua se cambiaría en vino. En un momento dado, este hermano vio que el líder sacó una botella que había escondido y derramó vino en un vaso de agua. ¡Qué falsedad! Esta falsedad sucede porque muchos cristianos desean actos grandes.
Los milagros no son alimentos. Aún una verdadera sanidad milagrosa no nos sirve de alimento. El Señor Jesús desea ser nuestro alimento. Es posible ser sanado por el Señor sin recibirle a El como alimento. Las sanidades pueden ser grandes y milagrosas, sin tener la naturaleza del alimento. Sin embargo, uno puedo recibir sanidad divina de una manera apropiada lo cual permite así que el Señor llegue a ser nuestro suministro de vida. Esta clase de sanidad no es grande; más bien, es pequeña.
Las cosas en nuestra vida cristiana que no nos suministran vida; no son ni genuinas ni normales; se oponen a la naturaleza del alimento. Según el Evangelio de Juan, la gente intentaba exaltar al Señor Jesús, pero El siempre huyó de esta exaltación. En Juan 2, los judíos vieron los milagros que realizaba el Señor Jesús. No obstante, El no les hizo caso. El no confiaba en aquellos que quedaban impresionados por los milagros. En Juan 3, Nicodemo vino al Señor de noche. El Señor, sin que se produjera ningún milagro, fue vida para este hombre de una manera muy común, tranquila, escondida, pequeña y silenciosa. Esta es la manera divina.
Aún nosotros en el recobro del Señor podemos aspirar a que sucedan grandes cosas. A menudo este deseo le ha abierto la puerta a problemas. El deseo de grandeza siempre da por resultado sufrimientos. Sin embargo, estos sufrimientos pueden ayudar a acabar con este deseo.
Puesto que la Biblia no nos dice las dimensiones del maná, no sabemos cuán pequeño era. Tanto en Su grandeza como en Su pequeñez, Cristo es inmensurable. La descripción detallada del maná en las Escrituras incluye simplemente una palabra acerca de Su pequeñez. El maná es pequeño para servir de alimento. Como el verdadero maná, Cristo es lo suficientemente pequeño para que lo ingiramos, digiramos y asimilemos.
Otra característica del maná es su fineza (16:14a). El maná era muy fino y parejo. Por naturaleza, somos groseros y desequilibrados. Aún teniendo virtudes como la bondad o la humildad, podemos ser rudos y desequilibrados. En raras ocasiones, encontramos una persona fina, constante, y equilibrada. Sin embargo, cuando tomamos al Señor Jesús como nuestro alimento, disfrutamos Su palabra como nuestro suministro de vida, somos equilibrados. Llegamos a ser finos y constantes.
En Exodo 16:14, vemos que el maná era redondo. Resulta difícil determinar si el maná era redondo como una hojuela o como una pelota. Una hojuela es redonda por ser circular, mientras que una pelota es redonda por ser esférica. La palabra hebrea parece indicar que el maná era como una hojuela. Pero en otras partes vemos que el maná era como una semilla de coriandro. Esto implica que el maná se parecía a una pelota.
El que el maná fuese redondo significa que Cristo es eterno, sin comienzo ni fin. Cristo es el alimento eterno con una naturaleza eterna para la alimentación eterna ilimitada. Todo aquel que lo coma tendrá vida eterna, con la naturaleza eterna y recibirá el alimento eterno. Cuando comemos a Cristo, llegamos a ser personas eternas, que transcienden el tiempo. Comer a Cristo nos saca del tiempo y nos introduce en la eternidad. La vida que recibimos mediante la regeneración es una vida eterna con una naturaleza eterna. Por haber recibido esta vida, hemos llegado a ser personas eternas. En cierto sentido, ya somos eternos, aunque por supuesto todavía estamos en el tiempo. Cuanto más comemos del Señor Jesús, más eternos llegamos a ser.
El maná redondo indica que Cristo es eterno, perfecto y completo. Con el maná, no existe carencia. El Señor Jesús y Su palabra son perfectos y completos. Al comerlo a El, somos transformados. Cuanto más comemos al Señor Jesús y a Su palabra, más llegamos a ser eternos, perfectos y completos. En esta dieta del maná celestial no existe ningún defecto ni carencia.
Exodo 16:31 indica que el maná era blanco. Era limpio y puro, sin ninguna clase de mezcla. Ningún alimento terrenal se puede comparar con éste. Todo lo que comemos fuera de Cristo y Su palabra es una mezcla. Sólo Cristo y Su palabra son puros. Cuanto más festejamos a Cristo y comemos de Su palabra, más somos purificados y salvos de toda clase de mezcla.
Si acudimos diariamente al Señor Jesús y nos alimentamos de Su palabra, pasaremos por un proceso de purificación y seremos cada vez más puros. Los que se alimentan de Cristo finalmente llegan a ser sencillos y puros. La mayoría de la gente es complicada. ¿Cómo puede esta gente complicada llegar a ser sencilla? La única manera de ser sencillos consiste en comer al Señor Jesús. Cuanto más comemos de El y recibimos Su palabra, más sencillos somos. De esta manera, llegamos a ser sencillos y puros.
Al comper a Cristo como nuestro maná, no sólo somos purificados y simplificados, sino que también llegamos a ser blancos. Ser blanco significa ser sin mancha. Al alimentarnos de Cristo, se eliminan las manchas dentro de nosotros. Podemos ser buenos en ciertos aspectos, pero no somos blancos. Por ejemplo, nuestro amor y humildad quizás tengan un color natural. En realidad, ninguna de nuestras virtudes humanas es blanca. Cuanto más comamos a Cristo como nuestro suministro de vida, más se elimina nuestro color natural, y más blancos llegamos a ser.
El maná era también como escarcha (16:14). La escarcha se sitúa entre el rocío y la nieve. Tanto el rocío como la escarcha refrescan. El rocío refresca, pero no mata los gérmenes. No obstante, la escarcha sí mata gérmenes. Como el maná, Cristo no sólo nos refresca sino que también mata las cosas negativas dentro de nosotros. Cuando experimentamos a Cristo como el suministro de vida, somos regados y refrescados, y las cosas negativas dentro de nosotros, tales como nuestra actitud negativa, son terminadas. Experimentamos lo refrescante de la escarcha y también su aniquilamiento.
La escarcha es el mejor tipo de aire acondicionado, por lo cual también nos refresca. La gente mundana está muy fatigada con su búsqueda de placeres pecaminosos y de entretenimientos mundanos. Hoy en día muchos cristianos también tienen mucho calor, tienen demasiada fiebre; necesitan enfriarse. Este es particularmente el caso de los pentecostales o de los que pertenecen a movimientos carismáticos. Los que están involucrados en el movimiento carismático necesitan comer el maná y experimentar la escarcha. En realidad, todos necesitamos la experiencia de la escarcha. Por ser tan eufóricos en ciertos asuntos, debemos enfriarnos y ser sobrios. Todos debemos enfriarnos para ser refrescados correctamente. Al comer a Cristo y a Su palabra, somos refrescados, enfriados por la escarcha.
En 16:31 y en Números 11:7, vemos que el maná sera como una semilla de culantro. Esto indica que como alimento, Cristo está lleno de vida. Cuando comemos a Cristo, El entra en nosotros como una semilla. Comparada con el trigo o el maíz, la semilla de culantro es muy pequeña. A pesar de ser muy pequeña, esta semilla está llena de vida, e introduce el elemento de vida dentro de nuestro ser. Cristo es esta semilla que crece dentro de nosotros.
Si intentamos recibir a Cristo en Su grandeza, estamos equivocados. El Cristo que recibimos como alimento es pequeño, como una semilla de culantro. El disfrute normal y apropiado de Cristo consiste en tomarlo a El como una pequeña semilla llena de alimento.
Como el Espíritu todo-inclusivo y edificante, Cristo no es grande; en realidad El es muy pequeño. Si El no fuese pequeño, ¿cómo podría morar en nosotros? En nuestra experiencia cotidiana, el Espíritu no es grande sino pequeño. No obstante, los que pertenecen al movimiento carismático desean tener el Espíritu de una manera grande. Quieren que todo el mundo sea tocado por un mover poderoso del Espíritu. Algunos cristianos han orado por esto durante años, pero no se ha producido ningún mover del Espíritu. En la iglesia, el Espíritu vivificante se mueve en nosotros y entre nosotros de una manera pequeña, aquí y allá, capturando gente para el Señor. Aunque la obra del Espíritu se lleva a cabo en pequeña escala nunca se detiene.
En muchos casos, los que son salvos de una manera espectacular no siguen adelante con el Señor. Pero los que se convierten de una manera aparentemente desapercibida siguen firmes y absolutos en El. Así como las semillas de culantro crecen tranquilamente y sin excitación, ellos crecen gradual y positivamente. En su experiencia no hay nada especial, nada inhabitual, sino que la vida crece y se multiplica. Esta es la manera de disfrutar a Cristo como una semilla de culantro, llena de vida.
En la descripción de cómo el pueblo preparaba el maná se implica que éste era sólido; ellos “lo molían en molinos y lo amasaban en morteros, y lo cocían en calderas” (Nm. 11:8). Para molerlo, amasarlo y cocerlo, el maná debía ser sólido. Quizás era tan duro como ciertos tipos de granos.
En su experiencia, ¿Cristo es blando o duro? A menudo al comer a Cristo encuentro que El es sólido, hasta duro. Contrario a nuestro concepto natural, Cristo no es blando. No obstante, a muchos cristianos les gusta pensar que Cristo es muy blando. Pero el maná era tan sólido que tenía que ser molido, amasado y cocido en ollas. Antes de hacer tortas de maná, primero debía ser molido.
Quizás se pregunte qué significa esto. Cuando yo era joven, pensaba que los hijos de Israel sólo juntaban el maná, lo llevaban a sus tiendas y lo comían. Números 11:8 me perturbó durante mucho tiempo. Comer el maná no es algo sencillo. Después de recogerlo, debemos molerlo, amasarlo cocerlo, y hacer tortas con él. Muchos cristianos leen la Biblia pero no reciben ningún alimento porque les falta molerlo, amasarlo y cocinarlo. Cada día en nuestra experiencia debemos moler a Cristo, amasarlo y cocinarlo. Nuestras experiencias son el molino, los morteros y las ollas para moler, amasar y cocerlo a El. Ciertas experiencias se parecen a los molinos, mientras que otras se parecen a los morteros y las ollas. A través de distintas clases de circunstancias y situaciones, la Biblia nos sirve de alimento. Podemos haber recogido maná pero quizás no lo hayamos molido ni amasado ni cocido. Quizás tengamos solamente un maná crudo que no se puede comer. Después de moler el maná, se hacen tortas con él. Para hacer estas tortas, necesitamos de ciertas situaciones y circunstancias. También necesitamos a otros santos con más experiencia para ayudarnos a moler, amasar y cocinar el maná. Sin ese proceso, el maná todavía no es bueno para comer.
Aunque recojamos maná durante nuestro tiempo con el Señor por la mañana, este maná todavía no está listo para comerse. No obstante, mediante nuestras experiencias en distintas circunstancias, el maná es molido, amasado y cocido. Entonces está listo para comerse.
En Números 11:7 dice que la apariencia del maná era como la del bedelio. Es difícil traducir correctamente este versículo. Algunas versiones afirman que su color era como el bedelio. Se consideran que el bedelio representa dos sustancias distintas, una de resina blanca y transparente y otra de perla blanca. Las perlas producidas por la resina de ciertos árboles se parecen mucho a las que producen las ostras. Cuando la resina de ciertos árboles se endurece, forma unas pelotas que parecen perlas. En este versículo, la palabra bedelio puede referirse a estas pelotas. Por lo tanto, a las dos sustancias se les puede llamar perlas, una producida por las ostras y la otra por la secreción de la resina de los árboles. Ambas clases de perlas son brillantes y transparentes.
La palabra hebrea traducida por “color” o “apariencia” en este versículo significa en realidad un ojo. El maná tiene un ojo. El ojo del maná es como el ojo de una perla. Una perla se parece bastante a un ojo. Si usted examina una perla, verá que se parece al ojo. Cada pedazo de maná se parecía a un ojo, redondo, brillante y transparente. ¿Se da cuenta de que su ojo es transparente? De otro modo, seríamos ciegos. Nuestro ojo es transparente como los lentes de una cámara.
Cuanto más comamos a Cristo, más ojos tendremos y más transparentes llegaremos a ser. Las cuatro criaturas vivientes en Apocalipsis 4 están “llenas de ojos delante y detrás” y “alrededor y por dentro están llenas de ojos” (vs 6, 8). Los ojos ayudan a que las cosas vivientes reciban luz y visión. El hecho de que las cuatro criaturas vivientes están llenas de ojos indica que ven perfectamente todos los aspectos.
Un ojo representa transparencia. Con la excepción de nuestros ojos, todo nuestro cuerpo es opaco. Si no tenemos a Cristo, no tenemos ningún ojo, y somos totalmente opacos. Cuando fuimos salvos, empezamos a ser transparentes. Ahora cuanto más disfrutamos a Cristo como el maná celestial, más transparentes llegamos a ser. Cuando estamos con los santos que disfrutan a Cristo como el alimento, sentimos que ellos son transparentes. Como el maná, Cristo es transparente. Cuando lo comemos a El, también llegamos a ser transparentes.
Esta transparencia se convertirá finalmente en nuestra apariencia. Si disfrutamos a Cristo día tras día, comiéndole a El como el maná con la apariencia del bedelio, tendremos la apariencia de Cristo, la apariencia de un ojo, y esta apariencia será nuestro color. Al comer a Cristo, nuestro color llega a ser Su transparencia. De esta manera, la transparencia viene a ser nuestra apariencia y nuestro color.
El comer a Cristo produce más ojos en nosotros. Cuanto más comemos de El y comemos de Su palabra, más llegamos a ser criaturas vivientes llenos de ojos. A veces quisiera no estar limitado a dos ojos físicos. Con más ojos podría ver muchísimo más. Si tuviéramos más ojos espirituales, seríamos más brillantes y transparentes. La manera de conseguir más ojos consiste en comer más de Cristo como el verdadero maná, con la apariencia del bedelio, la apariencia de un ojo brillante y transparente. Cuando estemos en la Nueva Jerusalén, todo nuestro ser será transparente, como la pared de la ciudad. Puesto que esta pared es totalmente transparente, la gloria de Dios puede brillar a través de ella. Al comer a Jesús, finalmente seremos transparentes en todo nuestro ser.
Números 11:8 declara que el sabor del maná “era como el sabor de aceite nuevo”, o de “tortas de aceite”. El aceite representa al Espíritu Santo. Cuando comemos a Cristo como nuestro maná, saboreamos al Espíritu de Dios. Aquí el aceite es nuevo. Cuando disfrutamos a Cristo como el maná el Espíritu es siempre nuevo.
Exodo 16:31 declara que “su sabor era como de hojuelas con miel”. La miel es dulce. La miel es la mezcla de dos vidas: el producto de la vida animal y la vegetal. Las abejas que producen la miel reciben su suministro de las flores, o sea, la vida vegetal. Como nuestro maná, Cristo tiene el elemento de la vida animal con la vegetal. Esta mezcla es un alimento dulce.
Hemos señalado que el sabor del maná se parece al aceite nuevo y también a las hojuelas con miel. El sabor del aceite nuevo es aromático, mientras que el sabor de la miel es dulce. El aroma y la dulzura son dos aspectos importantes del sabor. El sabor del aceite representa el aroma, y el de la miel, dulzura. La comida sabrosa es siempre aromática o dulce. Cristo sabe a aceite y a miel. El aceite está mezclado con las tortas, y la miel con las hojuelas. Como nuestra comida, Cristo tiene el sabor del aceite y de la miel.
En nuestro disfrute de Cristo, sentimos Su aroma y Su dulzura. Dentro de El está el sabor del aceite y de la miel. Cristo jamás es amargo ni salado. El es siempre aromático y dulce.
Después de moler el maná, la gente hacía tortas con él (Nm. 11:8). Estas tortas tenían la forma de un pan fino y eran nutritivas. Así como las tortas hechas con maná, Cristo es muy nutritivo. La Biblia dice que Cristo es el pan que descendió del cielo (Jn. 3:41). El que Cristo sea pan significa que El es comida rica y nutritiva. Este aspecto de Cristo como maná es representado por las tortas. La diferencia entre el pan y las tortas es que el pan es algo áspero mientras que las tortas son finas. ¡Alabado sea el Señor porque El es una torta fina y llena de nutrientes!
Finalmente, el maná era un misterio. De hecho la palabra maná significa: “¿Qué es esto?” Ninguno de los hijos de Israel sabía lo que era el maná. ¿Ha observado que al describir el maná, la Biblia lo compara con muchas cosas? Por ejemplo: Exodo 16:14 dice que el maná era tan pequeño como la escarcha blanca sobre el suelo y 16:31 dice que el maná se parecía a la semilla de culantro y que su sabor era como hojuelas hechas con miel. Se usa continuamente la palabra “como”. En realidad, la Biblia no nos dice lo que era el maná porque éste es un misterio.
El maná descendía del cielo y no pertenecía a la vieja creación, pero podía nutrir el cuerpo físico del hombre. Para lograr esto, el maná debía contener ciertos alimentos y minerales que formaban parte de la vieja creación. Esto muestra lo misterioso que era el maná.
Como el verdadero maná, Cristo es misterioso; El no puede ser explicado científicamente. El Nuevo Testamento contiene varios indicios de cuan misterioso es Cristo. Por ejemplo: después de Su resurrección, Cristo entró en un cuarto cerrado donde se habían reunido los discípulos. Los discípulos “estaban espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu” (Lc. 24:37). El Señor sabía que estaban espantados, y les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que Yo mismo soy; tocadme y ved porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo” (vs. 39). En resurrección, Cristo se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). No obstante, El tenía un cuerpo que se podía ver y tocar. Los discípulos aún pudieron ver las marcas de los clavos en Sus manos y en Sus pies. Resulta difícil afirmar si Cristo hoy es espiritual o material. Por una parte, El todavía tiene un cuerpo de carne y huesos. Por otra, la Biblia declara que Cristo vive en nosotros y que El se está siendo formado en nosotros (Gá. 2:20; 4:19). Simplemente no podemos explicar a Cristo porque El es misterioso. Como el maná, Cristo es verdaderamente un misterio.